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Los coches de Lima




Enviado por jcaf18



Partes: 1, 2

     

    1. Que trata del
      transporte particular y público de Lima en el siglo XVI
      y XVII, de las calesas, coches, balancines y de algunos de sus
      recorridos
    2. Que trata de las
      calesas, balancines, coches y del número de ellos en
      Lima, del adoquinado y empedrado de las calles y de los
      primeros coches de alquiler
    3. Que trata de la
      reaparición de los coches de alquiler, de las
      estadísticas de la época y de cómo
      Atanasio Fuentes le corrige la plana a la
      Municipalidad
    4. Que trata del
      Reglamento municipal de carruajes, de las primeras placas, los
      primeros brevetes y las primeras revisiones
      técnicas
    5. Que trata del
      café del gringo Drago, de cómo en Lima se
      podía solicitar un coche por teléfono, sus
      tarifas a finales del siglo XIX y su desaparición los
      primeros años del siglo XX

    "Esta noche no hay coche

    porque el cochero Manué

    se ha tirado una bomba

    con la negra de su muje"

    (Copla popular 1900)

    I

    Que trata del
    transporte particular y público de Lima en el siglo XVI y
    XVII, de las calesas, coches, balancines y de algunos de sus
    recorridos

    La Lima Colonial del Siglo XVI, ciudad de indudable personalidad,
    de tapadas disforzadas, de huertas olorosas y casas que sus
    bellos balcones no disimulaban la sencillez de sus fachadas en
    contraste con su lujo interior, no necesitó ni tuvo un
    servicio
    público de transporte.
    Las cortas distancias no lo ameritaban.

    Sobre el transporte particular, existen marcadas
    contradicciones en lo que concierne a lo abundante o escaso de su
    existencia. Nos dice José de la Riva Agüero
    ([1]) que en el breve tablero de ajedrez que
    era Lima hacia la mitad del siglo XVI, entre los muros de los
    conventos y los solares de los conquistadores, rodaron
    carruajes… cuando eran raros en la misma España.
    ¿Se referiría Riva Agüero a los carruajes del
    Virrey, del Arzobispo o de algún oidor? Pues según
    don Ricardo Palma, por aquellas épocas los ya nombrados y
    unos pocos títulos de Castilla eran los únicos
    privilegiados poseedores de estos vehículos.
    ([2])

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    Calesa al modo de Lima

    Pero lo cierto es, que el transporte publico, y no como lo
    entendemos hoy, hace su aparición en el siglo XVII con las
    llamadas carrozas de punto, que no eran propiamente un transporte
    urbano sino postas para el intercambio de caballos y
    vehículos en los viajes largos,
    donde los pasajeros aprovechaban para abordar el vehículo
    y posteriormente las casas de balancines,
    ([3]) que funcionaban en recintos cerrados
    o solares repartidos en la ciudad, como el de la calle Beytia
    (3ra. cuadra del actual Jirón Azángaro) de propiedad del
    mulato Félix Sarriá, o el de la calle Plateros de
    San
    Agustín (1ra cuadra del actual Jirón Ica) de
    propiedad de Don Antonio García. Los propietarios
    vivían allí con sus familias y además, como
    se estilaba en este negocio, compartían la vivienda con
    carroceros, auxiliares, herreros, costureros, carpinteros,
    pintores, alabarderos y demás personal dedicado
    a la operación y conservación de los coches y al
    cuidado de los animales de tiro.
    Los Balancines generalmente eran alquilados para fiestas,
    así como para salir fuera de la Ciudad. La autoridad no
    ejercía control alguno,
    quedando librada la bondad del servicio a la buena voluntad del
    transportista y a la exigencia del caballero contratante.

    La clientela no era poca; porque para fiestas nuestros
    antepasados fueron muy entusiastas y les realizaban hasta por
    quíteme usted estas pajas, festejando el nacimiento,
    matrimonio o
    coronación de un príncipe, la entrada del virrey,
    la llegada del cajón de España, la
    canonización de algún santo, alguna victoria de las
    armas
    españolas; la consagración de los arzobispos, etc.;
    todo esto acompañado de corrida de toros, pelea de gallos,
    repique de campanas, desfiles, procesiones, lumbraradas,
    ([4]) cabalgatas, toque de tambores,
    cohetes, cohetones y tarascadas.([5])

    No debemos olvidar los invernales paseos, a las Lomas de
    Amancaes conmemorando el día de San Juan, ni los viajes
    veraniegos en balancín o caballo hacia Piedra Liza,
    rematándolo al regreso con un ajiaco en las
    picanterías de Abajo del Puente.

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