"El sujeto lleva bajo su
cabellera
su codicilo que lo condena a muerte…"
*
J. Lacan
Nos gustaría comenzar, para desarrollar este
trabajo, por
la Conferencia
27ª de S. Freud, en donde
inicia el capítulo formulando una pregunta:
"¿Dónde hay espacio para una intervención
terapéutica?" [1]
Sin duda, responde, están mal informados si
suponen que consejo y guía en los asuntos de la vida son
una parte integrante de la terapia analítica. Tampoco,
ante los infortunios reales de una persona, las
intervenciones del analista apuntan a que estas dificultades
desaparezcan, ubicándose en el lugar de un todopoderoso;
tampoco se trataría de un permiso para que el analizado
pueda gozar sexualmente de la vida.
Freud señala también que se puede entender
la terapia analítica como causal, aunque no lo es, como
tarea inmediata el levantamiento de los
síntomas.
Determina como un punto fundamental en el análisis la función
que ocupa la instalación de la transferencia en las
neurosis; si bien
ésta, ya está desde un comienzo "y el trabajo del
analista se hace ventajoso llegado a un punto de desarrollo
cuando la cura se ha apoderado del enfermo, sucede que toda la
producción de toda su enfermedad se
concentra en un único lugar, a saber, la relación
con el médico." "No es incorrecto decir en este caso que
ya no se está tratando con la anterior enfermedad del
paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada
que sustituye a la primera, que se la ha visto nacer y crecer
desde un comienzo, donde el analista, en calidad de
objeto, está situado en su centro."
[2]
Lacan, en su permanente retorno a Freud, no deja de
señalar los pasos necesarios en la dirección de la cura, que se ordenan
según un proceso que va
de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo
real, hasta el desarrollo de la transferencia y luego la interpretación. En cuanto al primer
ordenamiento, señala que no se trata de adaptar al sujeto
a la realidad a la que acusa, sino de mostrarle que está
bien adaptado, puesto que concurre a su fabricación. Lacan
toma como paradigma
"El Caso Dora"· señala las importantes
intervenciones que hace Freud, intervenciones que permiten el
pasaje de la queja a la pregunta y a una implicación por
parte del sujeto. No deja de aclarar que cada
rectificación es dialéctica y parte de los decires
del sujeto para regresar a ellos.
En esta dialéctica, que se pone en movimiento en
un análisis, la verdad queda a medio decir…un punto de
verdad que se desvanece y permite que otro movimiento se vuelva a
producir:
"El efecto de verdad no es más que una
caída del saber. Esta caída es la que hace
producción que luego debe
retomarse."[3]
Siendo la transferencia en un análisis la puesta
en acto de la realidad del inconciente, el poder por
parte del analista en una cura es sólo a condición
de no utilizarlo donde toma todo su desarrollo de transferencia.
Transferencia que en un análisis se pone en juego porque
algo no anda bien para el sujeto y en esto será
importante el lugar que ha de ocupar el analista, pues en este
punto preciso hay dos opciones: ANÁLISIS o
SUGESTIÓN.
"La posición del analista invierte aquello
que es llamado por el sujeto a encarnar, el lugar del
ideal". [4]Será el acto por parte del
analista lo que va a permitir objetar al sueño
neurótico de la puesta en acto de la realidad sexual, de
modo que se evite que el análisis mismo devenga una
satisfacción sustitutiva, "lo inverso a la
sugestión o a la hipnosis, el análisis sería
una hipnosis a la inversa, el analista es el hipnotizado".
[5]
El saber inconciente se articula con la ética que
debe sostener con su apuesta el analista, esto es, poner en
posición al inconciente. Esto produce un efecto:
vía significante del analista en su encuentro, que vale
como signo para el analizante, lleva la falta del saber en este
sujeto, "…pero un saber que no comporta ningún
conocimiento,
en cuanto que está inscripto en un discurso del
cual, a la manera del esclavo mensajero de uso antiguo, el sujeto
que lleva bajo su cabellera su codicilo* que lo condena a muerte,
no sabe ni su sentido ni su texto, ni en
qué lengua
está escrito, ni siquiera que lo han tatuado en su
cuero
cabelludo rasurado mientras
dormía".[6]
Dos reglas son pilares en el análisis: la
abstinencia y la asociación libre. La abstinencia produce
un saber supuesto –como motor-, en tanto
se trata de revertir la queja en una falta de saber; la
producción de una demanda de
otro orden, pasaje de la queja a una "x", suposición de
saber. La neurosis de transferencia implica un padecimiento que
pone en juego un saber. El significante que porta el sujeto, un
significante que no está anticipado en la cadena y que
vale como "x", es signo para el sujeto, abre la dimensión
del enigma a partir del encuentro con otro significante, el del
analista. La asociación libre, la invitación
"diga todo lo que se le ocurra" marcará la
imposibilidad de decirlo todo, aquello que da cuenta de la
estructura y
que se va a articular, por un lado, con el "mal-decir", decir a
medias, no hay relación sexual, falta del significante del
goce, falta de saber en el Otro; la serie que va a desplegar se
conecta con el modo de gozar de cada sujeto –que es
silencioso-: de eso en el síntoma sólo hay
malestar, línea que se conecta con el reservorio pulsional
del ello. El sujeto es inconciente de ese modo de
gozar.
Página siguiente |