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La consolidación de las estructuras urbano-arquitectónicas en Cuba durante el período de 1900-1930 (página 2)




Enviado por Carlos V�zquez



Partes: 1, 2, 3

DESARROLLO

LA CONSOLIDACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS
URBANO ARQUITECTÓNICAS EN CUBA DURANTE
EL PERÍODO DE 1900-1930

El proceso de
modernización de la ciudad de La Habana

A finales del siglo XIX, la ciudad de La Habana se
encontraba estancada a causa de las escasas inversiones
del gobierno colonial
español,
cuyos recursos estaban
dirigidos a combatir la insurgencia cubana. La guerra de 1895
paralizó las construcciones, sin embargo, no limitó
el incremento de población de la capital,
debido a la emigración del campo a la ciudad, forzada por
la reconcentración impuesta por el gobernador
español Weyler. Si bien La Habana se había equipado
con el acueducto de Albear una de las principales obras
infraestructuradas del siglo XIX, y se habían realizado
las nuevas edificaciones en los terrenos dejados libres por la
demolición de las murallas, el Ring de La Habana,
poseía escasas calles pavimentadas, un pobre servicio de
transporte
colectivo, de recolección de basura, de
electricidad,
etc.

La inversión norteamericana, una vez terminada
la guerra dedica bastante atención a la ciudad de La Habana, debido
al contraste existente entre las normas
urbanísticas vigentes en Estados Unidos y
la precariedad de infraestructuras que poseía La Habana.
Se realiza un plan de obras
públicas, pavimentación, ampliación de
repartos, instalación de alumbrado público,
recolección de basuras, surge el tranvía
eléctrico, etc. La paulatina toma de confianza de la
burguesía local, respecto al desarrollo
político y económico, una vez instaurada la
República bajo la tutela del
gobierno norteamericano hará fluir los capitales hacia la
ciudad y comenzar el proceso
constructivo, tanto del flamante Estado como de
la iniciativa privada, así como también del capital
norteamericano, cuyas estructuras administrativas y financieras
se localizarán en La Habana. La retribución a los
generales y oficiales de la Guerra de Independencia,
de los sueldos adeudados, con un préstamo de Estados
Unidos, permitirá la disponibilidad de capital necesario
para construir los palacetes del Vedado e iniciar la
caracterización de este barrio como centro residencial de
la burguesía adinerada. Por otra parte el período
de bienestar económico creado por la primera Guerra
Mundial y el alza del precio del
azúcar.
El período denominado de "las vacas gordas", que culmina
con la crisis de
1918-1919, permite una acumulación de capital que la
clase
dominante invertirá en lujosas mansiones y en
infraestructuras sociales para el uso de los miembros de esta
clase.

Con posterioridad, recuperada la crisis, en la
década del 20 al 30, antes de la crisis mundial de 1929,
se produce otra etapa de bienestar económico para la
burguesía, que coincidirá con las grandes
inversiones del capital norteamericano, la creación en
este período de los grandes centrales azucareros y que se
exteriorizará políticamente con la dictadura de
Gerardo Machado, como forma de sometimiento de las fuerzas
progresistas y democráticas, en efervescencia ante la
despiadada explotación a la cual estaba sometido el
proletariado y el campesinado cubano. Será un
período de grandes obras públicas, reflejo de la
megalomanía de Machado, que pretende convertir a La Habana
en la París "tropical".

La Habana cuenta en 1898 con 242 055 habitantes, que
alcanza 253 011 con los pueblos satélites.
En 1919, estas cifras se elevan a 363 504 y 446 898,
respectivamente, al comprender esta última la Gran Habana,
Marianao, Regla y Guanabacoa, pueblos ya conurbados e integrados
en el contexto urbano continuo. La terminación de la
guerra no anula el proceso de emigración española:
en la primera década del siglo entraron al país 660
958 extranjeros, de los cuales La Habana absorbió el 30 %.
En 1907, La ciudad poseía una proporción de
extranjeros que correspondía al 40 % del total.

Fig 1. Crecimiento evolutivo de La
Habana

El incremento de la población y la
definición cada vez más marcada de los grupos
sociales, establecen las pautas de asentamiento de la alta
burguesía, la pequeña burguesía, el
incipiente proletariado y los emigrantes de las áreas
rurales. En la estructura de
abanico que posee la ciudad, a partir de la bahía, la zona
costera al oeste, será ocupada por la burguesía,
hacia el centro, subiendo las colinas del espacio interior hacia
el sur, la pequeña burguesía y hacia el sur-este,
al fondo de la bahía, hacia Guanabacoa y hacia el interior
el proletariado, en contacto con el puerto, la zona de almacenes y los
establecimientos industriales y manufactureros, que desde el
centro se irradia hacia la periferia. También habrá
una zona proletaria en dirección a Marianao, localidad en la cual
se situarán algunos centros productivos.

La expansión de la ciudad no se produce sobre la
base de un plan director, ni a una orientación estatal
sino a partir de los intereses de los especuladores y
propietarios del suelo urbano.
Fuera del casco compacto de la ciudad del siglo XIX, la zona de
fincas urbanas era propiedad de
grandes terratenientes, quienes se beneficiaban con la presión
producida por la demanda de
terrenos para construir viviendas, mientras las zonas donde se
asienta la pequeña burguesía: Víbora,
Lawton, Acosta, Loma del Mazo, Luyanó, se subdividen en
múltiples parcelaciones irregulares, debido a la
fragmentación de la propiedad de la tierra,
algunas grandes familias habaneras: Velazco, Mendoza, Kholy,
Conill, etc., controlan extensas áreas urbanas, hacia el
este de La Habana, del otro lado de la bahía; el eje
Miramar-Country y la zona interior desde el Almendares hacia la
Loma de los Catalanes (Plaza de la Revolución) hasta la Ciudad Deportiva. La
pugna entre estos propietarios se produce en la década del
10 al 20, al definirse la dirección futura de la
expansión urbana y salvar los obstáculos naturales:
el puente en la bahía o los puentes sobre el río
Almendares. Triunfa esta última solución,
más factible y económica, y se construye el puente
de hormigón armado sobre la calle 23 y los puentes de
hierro de 5ta.
Avenida y Línea. Entre la futura Plaza Cívica y el
eje Miramar-Country se ubicarán las residencias burguesas
entre 1910 y 1930.

Fig 2. Asentamiento urbano
1900-1930

1.1.1.- Localización del centro y planes
urbanos.

A lo largo del siglo XIX, el viejo centro colonial es
sustituido por las nuevas áreas de servicios que
se instalan en el Paseo de Isabel II y el Prado. El Parque
Central se convierte en el centro de la flamante burguesía
cubana, y allí se producirá la competencia entre
las edificaciones de Estado y las construcciones realizadas por
las comunidades nacionales españolas, en un intento de
expresar la continuidad, no solo del poder
político, pero sí de su potencial económico.
A lo largo del Prado en la zona del Ring de La Habana, se ubican
edificios públicos, centros comerciales: La Manzana de
Gómez, hoteles,
oficinas, etc. El arquitecto-urbanista Pedro Martínez
Inclán, señalaba la importancia de esta zona como
centro cívico-administrativo-cultural de la ciudad, pero
si bien existían terrenos libres adecuados para edificios
de gran tamaño como el Palacio Presidencial y el
Capitolio, esta zona tenía poca perspectiva de desarrollo,
por una parte estaba comprimida por la ciudad colonial: La Habana
Vieja y por otro en la zona de Habana Centro las viviendas pobres
de obreros y artesanos establecían una trama compacta
difícil de eliminar, haciendo imposible la presencia de
los palacetes burgueses.

.

Fig 3. Paseo del Prado

Por ello, en 1905, el arquitecto Raúl Otero,
propone la creación de un nuevo centro de la ciudad en una
zona libre, vinculada más estrechamente con las
áreas de asentamiento de la burguesía: el espacio
de la Ermita de los Catalanes. En 1922, el ingeniero Enrique
Montelieu, hace una propuesta similar, pero situado el centro en
la Quinta de los Molinos (G y Carlos III), y Martínez
Inclán, también sugiere la Loma de los Catalanes.
De este modo, la presencia del nuevo centro favorecía a
los terratenientes, cuyos terrenos se valorizarían
aceleradamente, al comenzar la construcción de Edificios Públicos
en proximidad a las nuevas zonas preparadas para la
parcelación especulativa.

Se ubicarán además, diversos Edificios
Públicos como el Instituto de Segunda Enseñanza y a lo largo del Prado se
construyen en un eclecticismo agresivo: el Centro Gallego, el
Centro de Dependientes, el Casino Español, etc.;
expresión de la persistencia del poder económico de
los peninsulares, ahora marginados del poder político.
Este centro político administrativo perdura hasta la
década de los 50 como eje director, generador de las
actividades comerciales, bancarias, financieras,
turísticas y culturales, organizadas en una estructura
continua multidireccional con diversas acentuaciones focales. El
límite de la ciudad sobre la bahía está
caracterizado por la construcción de los docks y almacenes
vinculados a los elementos circulatorios: la Estación
Terminal de Trenes y comerciales, La Lonja del Comercio y la
Aduana. En el
interior de la faja costera, el casco urbano colonial se
transforma como dijo Joaquín Rallo, en una pequeña
Wall Street, bajo la presión del giro renovado de las
actividades financieras y comerciales con Estados Unidos,
allí se instalan los bancos, las
compañías de seguros, los
edificios de oficinas, en las calles de mayor movimiento
mercantil: Obispo, O´Reilly, Muralla, Teniente Rey, Cuba,
etc. La expansión del comercio y su significación a
escala del
conjunto metropolitano, proyecta la multiplicación de las
tiendas al oeste del eje constituido por Prado en las calles
Neptuno, San Rafael y el circuito de las calzadas porticadas:
Monte, Reina, Galiano, Belascoaín, etc., cuya
horizontalidad es bruscamente interrumpida por los primeros
"rascacielos", imitación de los modelos
neoyorquinos, artísticamente adaptados al proceso de
embellecimiento urbano por medio de los estilos dominantes: el
plateresco en la Compañía Cubana de
Teléfonos y Art-Decó 1925 en el edificio
Bacardí.

Resulta evidente como los conjuntos
monumentales tienden a vincularse a las zonas de expansión
del habitat burgués, abandonado a sí mismas las
restantes áreas de la ciudad.

Es una coincidencia funcional y simbólica que
luego será apoyada por el asentamiento de los servicios
que genera la iniciativa privada; hay un eje virtual hacia el
oeste constituido por algunos focos esenciales: el Capitolio, el
conjunto Universidad
Hospital Calixto García y el Cuartel Columbia, en
Marianao; en cuyas cercanías se construye el colegio de
Belén, centro docente exclusivo de la alta
burguesía. El otro eje surgido en este período se
identifica con las actividades turísticas y recreativas de
la clase dominante y de los visitantes norteamericanos, originado
en el Prado, con focos intermedios establecidos en el Vedado, los
hoteles Nacional y Presidente, culmina en la serie de clubes
ubicados en la playa de Marianao.

Paralelamente a los escasos conjuntos estatales,
volcados más hacia una simbolización del supuesto
prestigio nacional otorgado por los monumentos, que a una
auténtica funcionalidad social, la iniciativa privada toma
en sus manos el desarrollo de las infraestructuras básicas
exigidas por la comunidad, en
función
de satisfacer las necesidades de grupos sociales
cerrados, se crea dentro de la ciudad una organización funcional compartimentada,
especialmente compleja al no coincidir la localización de
los grupos sociales con la aparición inmediata de los
servicios en las zonas circundantes. Mientras el comercio, las
escuelas privadas y las iglesias, se localizan en los nuevos
repartos, los centros de recreación
exclusiva polarizados en la playa de Marianao y los centros
asistenciales la Purísima, la Benéfica y la
Covadonga, que ocupan grandes extensiones de terrenos en las
calzadas del Cerro y Jesús del Monte, condicionan una
especialización de sectores urbanos al servicio de la
burguesía, marginando hacia otras zonas de
expansión las actividades productivas, industriales y
artesanales alrededor de las que se asientan el proletariado. La
ciudad compacta coherente de la colonia es reemplazada por la
ciudad fragmentaria, contradictoria, que exterioriza la
agudización de los conflictos
económicos y sociales, producto de la
dependencia neocolonial.

Fig 4. Colegio de
Belén

El plan de J.N.L.
Forestier y la
imagen de La Habana metrópolis del
Caribe

Una vez instaurado en el poder, el dictador Gerardo
Machado, lleva a cabo un ambicioso plan de obras públicas,
tanto en La Habana como en el interior del país. Durante
su gobierno se construyen edificios de los gobiernos
provinciales, municipales, escuelas y la Carretera Central.
Aspira a modernizar La Habana y convertir su fisonomía,
todavía predominantemente colonial, acorde al sistema de
valores
culturales de la burguesía, en una ciudad comparable con
las capitales europeas o norteamericanas. Secundado por el
Ministerio de Obras Públicas: Carlos Miguel de
Céspedes, quien es considerado el Haussmann cubano,
invitan a un equipo de arquitectos franceses, bajo la
dirección del reconocido urbanista J.N.L. Forestier, quien
había trabajado en Buenos Aires y en
diversas ciudades españolas. Esta iniciativa
también fue apoyada por las ricas familias terratenientes,
ya que veían en la formulación de un plan director,
la posibilidad de orientar el crecimiento de la ciudad hacia sus
propiedades, valorizadas por el trazado de avenidas o la
construcción de Edificios Públicos.

Forestier viaja a La Habana en varias oportunidades y su
equipo, en colaboración con arquitectos y urbanistas
cubanos realiza cientos de dibujos y
proyectos
detallados de diferentes puntos claves de la ciudad. El Plan
Director, tiene como objetivo
primordial homogeneizar la ciudad a partir de los códigos
Beaux Arts.; establecer ciertas directrices para las
nuevas zonas de desarrollo, definir los focos funcionales y
monumentales básicos y crear un sistema verde a escala
metropolitana y rechaza la marginación de los componentes
topográficos y ecológicos, valorizando las
particularidades naturales y los accidentes
paisajísticos del perfil urbano. Se trata de otorgar a la
ciudad la responsabilidad burguesa necesaria para traer al
turismo
norteamericano que iniciaba su expansión en aquellos
años y simular un escenario desarrollado que ocultara el
violento subdesarrollo
y la miseria imperante en el resto del país. La "Niza de
América", como decía Martínez
Inclán, se estructuraba en el Plan Director de Forestier a
partir de un sistema de ejes que coincidía con el
recorrido de los turistas al llegar a la ciudad. Uno de los ejes
vinculaba la Terminal Marítima con la Terminal de Trenes y
la Plaza Cívica, nuevo centro administrativo de la ciudad.
El otro eje, perpendicular, unía el Parque Metropolitano
en la Plaza Cívica y a su vez con la Quinta de los
Molinos, la Universidad y el Hotel Nacional, recién construido y
punto focal del turismo burgués.

A su vez se producía un rediseño de las
áreas exteriores circundantes a los Edificios
Públicos principales: el Capitolio, el Palacio
Presidencial. El sistema simbólico, sito en el centro
tradicional de La Habana quedaba enmarcado en un sistema de
avenidas y áreas verdes que magnificaba la perspectiva de
los edificios. El Parque de la Fraternidad, el mobiliario urbano
de la calle Prado, la apertura de la Avenida del Puerto y la
conversión en museo del Castillo del Príncipe, son
algunas de las obras detalladas que diseñó el
equipo de Forestier. Uno de los principales aportes del plan fue
la creación de un sistema verde en el cual se aprovechaban
las condiciones ecológicas de la ciudad. El diseño
del Malecón y algunos conjuntos escultóricos: el
Monumento al Maine, la previsión de un Malecón a lo
largo de la costa de Miramar que permitiera aprovechar el
litoral; apropiado egoístamente por las viviendas
individuales de la burguesía y la espina verde que se
iniciaba en la boca del Almendares y se continuaba hacia Rancho
Boyeros con el Parque Metropolitano, hubieran otorgado a La
Habana, la dimensión urbanística a escala de su
perspectiva poblacional, contraponiéndose a la tendencia
especulativa que negaba la existencia de los espacios
públicos.

Fig. 5 Malecón de la
Habana

Las ideas de Forestier no se concentraron y sólo
al triunfo de la Revolución, se pudo volver a plantear la
creación de grandes espacios verdes para la
creación social de los habitantes urbanos.

La caída de Machado y la crisis económica
de 1929, dejaron en el papel la mayoría de las propuestas
de Forestier. La creación del conjunto de edificios que
constituían una pantalla encubridora de La Habana
colonial, y servían de telón de fondo al Palacio
Presidencial; el desembarcadero monumental que daba acceso desde
la bahía a la Avenida de las Misiones; la
restauración del Castillo del Príncipe, el conjunto
de edificios situados en la Plaza Cívica con sus
monumentales columnatas y el profuso mobiliario urbano y las
esculturas monumentales que ornamentaban el Parque Metropolitano
no se materializaron.

Fig 6. Castillo del
Príncipe

La presión de los grandes especuladores urbanos
sobre el gobierno para cualificar infraestructural y
estéticamente las nuevas zonas de expansión de la
ciudad, culmina en la exigencia de un plan director "camuflado"
por las declaraciones de filantropía urbana que
estableciera una estructura formal básica, con el fin de
promover las inversiones nacionales y extranjeras en el contexto
urbano.

A pesar del carácter exhaustivo y detallado de las
propuestas realizadas, se llevaron a la práctica
indicaciones fragmentarias que se lograron imponer sobre las
transformaciones posteriores de la ciudad. En líneas
generales, sólo se materializaron aquellas ideas que no
implicaban cuantiosas inversiones del Estado, ni exigían
la expropiación de terrenos a los pequeños
propietarios, opuestos en su mayoría a la
remodelación propuesta por su incidencia negativa sobre la
pequeña propiedad privada y por su escasa
identificación con el contenido simbólico y
funcional de los trazados monumentales.

Constituyó un ejemplo clásico de propuesta
urbana elaborado por el Estado sin
participación alguna de los municipios y los habitantes
sumergidos en una dimensión estrictamente
pragmática del fenómeno urbano. La crisis mundial
de 1929 y la caída de la dictadura de Machado en 1933,
imposibilitaron la concreción de los indicadores
más válidos del plan, que hubiera otorgado a La
Habana una estructura rectora para su posterior
desarrollo.

El proyecto de
Forestier sintetiza la visión de la ciudad escritorio, la
ciudad símbolo unitario y coherente, cuya función
esencial consiste en albergar la
administración del país y exteriorizar en
términos de cultura urbana
la riqueza alcanzada por la burguesía nacional
dependiente, la dignidad
formal comparable con los capitales europeos, escudaría el
servilismo económico y político a los intereses de
Estados Unidos. La ciudad se convierte en una gran
escenografía que oculta el subdesarrollo y las
contradicciones sociales y económicas.

Fig 7. Propuesta de
Forestier

Aceptamos la primacía de las connotaciones
estéticas y simbólicas sobre el rigor funcional que
pretendía imponer en aquellos años la Carta de
Atenas
a las estructuras urbanas, no se puede obviar los
aspectos positivos del plan, al concebir una Habana integrada,
cohesionada formalmente por encima de las diferencias sociales y
las clases ajenas a las pequeñeces y al egoísmo
mezquino puesto en práctica posteriormente por la
burguesía, quizás no tanto en sus propios espacios
como en las barreras y la marginación de las viviendas
urbanas que se impondrá a los restantes grupos sociales.
Enumeramos algunos de los factores válidos contenidos en
el proyecto:

a) Estructura básica: el núcleo
fundamental está situado en el centro geográfico de
la ciudad en su nueva dimensión, que abarca desde Marianao
hasta los terrenos al este de la bahía. La irradiación de directrices desde dicho
centro recupera la unidad existente entre los ejes
Vedado-Miramar, Cerro-Jesús del Monte, alcanzando un
clímax en el eje virtual-real en el plan de Forestier, al
unir el Gran Lago con el Centro Cívico y el monumento al
Maine en el Malecón que vincula Rancho Boyeros con el
Hotel Nacional.

b) Dimensión territorial: el área
metropolitana se extiende a los núcleos poblacionales
colindantes y cualifica formalmente los asentamientos periféricos, así como también
las zonas carentes de estructuras donde se establecen la
pequeña burguesía y el proletariado: Lawton,
Luyanó, Víbora, Cerro, etc.

c) Integración del sistema vial: aunque
las estructuras circulatorias no prevén aún la
importancia futura del automóvil que exige una
organización vial diferente al sistema de focos y
radiales, ni del aeroplano, Forestier contrapone dos sistemas viales:
el de tres anillos circunvalantes paralelos que dan comunicación entre las zonas
periféricas de la playa de Marianao con la zona este de la
bahía y el de las conexiones intermedias por medios de las
avenidas y diagonales que a su vez asimilan los trazos
preexistentes de Miramar y el Vedado. La
organización vial interna culmina en el punto de
contacto con el exterior y el interior del país: en Cayo
Cruz se crea un centro de tráfico, que unifica el
transporte marítimo con el ferrocarril y la vialidad
urbana. El nudo formado por la terminal del ferrocarril y la
marítima constituye el segundo foco esencial de la ciudad,
punto de entrada a La Habana y al país de los visitantes
extranjeros.

d) El sistema verde y la valorización
paisajística:
la carencia de áreas verdes y la
negación de los factores paisajísticos era una de
las herencias de la ciudad colonial, iniciándose la
recuperación de estos elementos durante la
intervención norteamericana con el trazado del
Malecón y ciertas iniciativas privadas que constituyen las
infraestructuras del tiempo libre
en las playas de Marianao y a lo largo del río Almendares,
los jardines populares anexos a las fábricas de cervezas.
Forestier crea una doble espina verde a lo largo del eje
monumental y aprovechando las irregularidades topográficas
del río Almendares, insertada como una cuña en la
ciudad y dilatada en la superficie del Gran Parque Nacional. Por
otra parte, valoriza el litoral desde la playa de Marianao hasta
el Vedado, con un malecón continuo bordeado de
áreas verdes, que habría sido utilizado por toda la
población urbana si la burguesía no hubiera
instalado allí sus asentamientos individuales y sus
infraestructuras exclusivas. Luego distribuye áreas verdes
en distintos sectores de la ciudad, aprovechando los espacios
abiertos existentes de acuerdo con los cambios funcionales: el
Cuartel Columbia, el Cementerio de Colón, la antigua
Terminal; y enmarca las elevaciones topográficas del
paisaje urbano: la Loma de Chaple y los Castillos del
Príncipe y Atarés son convertidos en jardines
monumentos.

e) Los focos monumentales: Forestier procede a la
integración de los edificios símbolos existentes en las nuevas
directrices urbanas, que culminan con los conjuntos proyectados:
la Estación Terminal, el conjunto de la Plaza
Cívica, el Parque Nacional; por una parte, vincula el eje
fundamental a la Colina Universitaria y al monumento del Maine,
señalado urbanísticamente por la presencia del
Hotel Nacional y abre las perspectivas necesarias al Palacio
Presidencial, Avenida de las Misiones y el Capitolio, la
proyectada avenida a lo largo de Teniente Rey.

f) Preservación del centro
histórico:
la neta separación entre la ciudad
vieja y la ciudad nueva queda establecida a partir de este plan,
reconociéndose la unidad del casco urbano definido por las
murallas como un conjunto a preservar. La depuración del
Ring, la eliminación de la Terminal de Trenes y la
creación de la Avenida del Puerto, constituyen los
elementos circunscriptores y valorizantes de La Habana
Vieja.

Fig 8. Ring de La
Habana

En términos de estética urbana a pesar del número
reducido de elementos del plan materializados, Forestier
logró imponer la dignidad Beaux Arts a la ciudad de
los años 30, sin negar la vitalidad otorgada por la
participación de la comunidad. Plazas, plazoletas, el
Paseo del Prado y la prolongación del Malecón,
constituyeron los ambientes urbanos predominantes, hacia los que
se volcó la vida social. Sin embargo, Forestier no supo
despojarse de los rígidos esquemas clásicos para
afrontar una realidad cambiante, cuya lectura
otorgaba ya los antecedentes de las transformaciones por venir en
las décadas sucesivas. La importancia del automóvil
en el sistema de comunicaciones
para sustituir al ferrocarril, era visible en la
construcción de la Carretera Central terminada en 1929,
espina dorsal de la unión entre La Habana y el resto del
país, cuya presencia no se exterioriza ni incide en el
sistema vial del plan director. Tampoco fueron suficientemente
valorizados los componentes reales del desarrollo urbano, la
progresiva zonificación industrial, la dinámica especulativa, el subdesarrollo
general del país, la inoperancia del Estado en imponer
leyes
urbanísticas, antitéticos a cualquier intento de
normativas urbanas estrictas, calculadas de los modelos de las
capitales europeas. Este plan superó definitivamente la
escala y aspecto de La Habana Colonial y abrió la
dimensión moderna de la ciudad, con sus nuevas avenidas
que permitían el fácil acceso a las nuevas zonas
residenciales de la burguesía.

Principales
edificaciones monumentales de este
período

La Habana:

1.3.1.- El Capitolio Nacional. Una maravilla
arquitectónica.

Difícilmente pase inadvertido ante los ojos de
nativos y foráneos esta construcción que constituye
el primer edificio monumental de la República, uno de los
seis palacios más importantes del mundo y también
uno de los primeros en su clase. Incluido entre las treinta y
ocho obras arquitectónicas consideradas Patrimonio
Monumental del Caribe, resulta asombroso pensar que el terreno
donde se encuentra asentado actualmente fuera una gran
ciénaga donde sus moradores vertían a diario los
desperdicios de la ciudad.

Fig 9. Capitolio

Sus orígenes se remontan a la Roma antigua
donde existió un similar erigido al culto de
Júpiter. En cuanto a su futura denominación
"Capitolio" sumó mayor número de voces que la
variante "Palacio del Congreso".

Diseñado en 1925 por los arquitectos cubanos
Govantes y Cabarrocas, las obras se reiniciaron después de
un prolongado período de estancamiento por la Purdy and
Henderson Company quien asumió el proyecto en abril de
1926.

A pesar de llevarse a cabo con celeridad fueron
inevitables las demoliciones de la construcción antigua y
las modificaciones en el proyecto original al detectarse
diferencias de medidas y falsas escuadras.

.

Fig 10 a,b. Estructuras constructivas
del Capitolio

Infructuosos fueron los esfuerzos por terminarlo para
celebrar en sus salas las secciones de la Sexta Conferencia
Internacional Americana a celebrarse en enero de 1928. Casi
año y medio más, tardó su ejecución
para abrir sus puertas el 20 de mayo de 1929 a lo que
sería la Sede del Congreso de la República de Cuba.
Su superficie ocupa un área de 39,875 metros y contempla
parques y jardines. De construcción semicircular posee un
cuerpo central del que emergen dos alas, impregnando al conjunto
cierta estabilidad. Su fachada principal, situada en el Paseo de
Martí
(Prado) responde en cuanto a disposición de masas, a la
escuela moderna
francesa. Se destaca en su estructura la gran escalinata y dos
cuerpos salientes de menos amplitud y elevación unidos a
dos alas que completan el frente principal del
edificio.

Para el revestimiento de fachadas e interiores,
después de un exhaustivo estudio se aprobó el
empleo de la
piedra conocida como capellanías en su variante de cincel.
Llama la atención en su concepción interior el Gran
Salón de los Pasos Perdidos tratado eclécticamente
al no exhibir un solo estilo. Sus magnitudes: 14,50 metros de
ancho, por más de 48 de largo y un puntal de 19,50 metros
le imprimen un carácter sobrio.

Emplazada en la intersección de los ejes de este
salón y el Pórtico Central se encuentra la
cúpula de estructura y torre de acero. Consta de
un estilobato cuadrado de 32,46 metros de ancho que se prolonga
en un cuerpo cilíndrico o tambor de 31,68 metros de
diámetro con aberturas o ventanas centradas.

Distribuidas en cuatro plantas aparecen
la sala de conferencia, las de comités parlamentarios, la
biblioteca, la
sala de diplomáticos, la sala de los comités
provinciales y las oficinas de los congresistas. Cada uno de
estos pisos muestra
luminarias, ventilación y acústica que se previeron
en el diseño al tratar de establecer una armonía
con el clima
predominante. A Angelo Zanelli de nacionalidad
italiana, se le atribuye la creación de las estatuas que
alberga el edificio.

La mayor de ellas colocadas en el Salón de los
Pasos Perdidos, es de bronce y dorada electrolíticamente,
representa una figura femenina de pie. Decorada con
túnica, casco, escudo y lanza, simboliza a la
República, tiene una altura de 14,60 metros y pesa 30
toneladas.

Las otras dos situadas exteriormente a ambos lados de la
escalinata, se refieren al progreso de la actividad humana,
representada por la figura masculina y la virtud tutelar del
pueblo, de manos de la femenina. Se hallan montadas sobre
pedestales de granito y miden 6,70 metros y su peso es de 15
toneladas respectivamente.

1.3.2.- El Edificio Bacardí. Joya del Art –
Decó Cubano.

Los diseños para el edificio y la
decoración se encargaron a Maxfield Parrish. Para el
proyecto, propiamente dicho, se comisionó a los
arquitectos cubanos Esteban Rodríguez Castells y
José Menéndez.

Fig 11a,b. Edificio
Bacardí

Su labor no fue fácil. La obra fue recibida con
críticas, caricaturas y ataques, desde la época del
proyecto, por una oligarquía que se aferraba tenazmente a
sus estructuras tradicionales y neoclásicas. Los
españoles, sobre todo, fieles a sus ensueños
mudéjares, le dieron a la nueva estructura que se
levantaba, un nombrete viscoso, que no se le pegó: El
Pirulí de La Habana. Por esos años los
ibéricos definían así a la fealdad por
excelencia. Y así llamaron al Edificio Bacardí,
cuando aún no estaba terminado. El Presidente de la empresa,
obstinado, no hizo caso de burlas ni ladridos. La estructura
ascendió mientras los artesanos elaboraban, presurosos,
los herrajes que jugarían un papel fundamental en la
decoración. Nacido en un momento de bonanza
económica, con las ganancias de la "Ley Seca"
corriendo hacia las cajas, la obra se proyectó como un
monumento a la calidad que
había hecho famosa a la fábrica sin economizar
gastos.

El Edificio Bacardí ocupa casi una calle completa
en lo que fuera la Avenida de Bélgica, una de las
áreas más exclusivas de La Habana de entonces. La
planta de acceso se decoró exteriormente con mármol
rojo vino, símbolo de las mieles de las que nació
la fortuna familiar. Los pisos superiores relucían de
losetas de gres cerámico de un tono amarillo brillante,
representando a los rones blanco- dorados que le dieron fama
internacional. La planta alta y la torreta central, elevada
piramidalmente sobre ella, es un maravilloso diseño de
tejas policromadas, que alternan franjas azules y pardas con
brillantes paredes y paneles decorados.

Culmina la construcción una muestra de la
marca que hizo
famosa a la compañía, una esfera coronada con un
murciélago con alas extendidas. Por unos meses, este
quiróptero fue el punto más elevado de la Capital.
Poco soñaban sus creadores, que llegaría el
día en que este sería el único testimonio
que quedaría en Cuba de su antiguo poder.

El costo de la obra
fue de $ 1 400 000.00, cifra elevada para la época y el
país. Concluido en 1929 hubo de enfrentar, recién
inaugurado, las secuelas del crack financiero. La empresa ronera
ocupó dos pisos con sus oficinas e instaló un bar
en el Mezzanine, donde dos cantineros expertos intentaron
imponer, a unos metros del Floridita, la patraña de que un
daiquiri, con un toque de Granadina, se llama Coctel
Bacardí. El resto fue arrendado si bien, primero a causa
de la crisis y, después, del control de los
alquileres, casi nunca brindó ganancias o, al menos, tal
decían sus propietarios.

Pese a estos problemas
menores la obra marcó pautas en la historia del pensamiento
constructivo cubano. En breve hubo otros, tanto en La Habana,
como en las ciudades de provincias que siguieron sus
líneas. No obstante, el Art- Decó, del cual este es
el más depurado modelo en
Cuba, es uno de los estilos característicos de la arquitectura
habanera de los 30 y los 40 y hay numerosos y magníficos
ejemplos en todas partes.

El Edificio Bacardí, en cambio, se
erigió para perdurar. Actualmente en proceso de
restauración, constituye una de las obras edilicias de La
Habana de ayer que atesora cuidadosa la Cuba de hoy.

1.3.3.- Hotel Nacional de Cuba.

En la zona residencial del Vedado, frente al
Malecón habanero, alza su figura majestuosa el Hotel
Nacional de Cuba. Inaugurado el 30 de diciembre de 1930,
constituye un suceso trascendental de la arquitectura cubana de
la época, punto de referencia obligado del paisaje, se
contempla desde el mar o desde la propia ciudad, dada su
privilegiada localización y rompimiento con la trama
urbana que le rodeaba.

Fig 12. Hotel Nacional

Asentado en una elevación del litoral habanero
que constituye un morro natural, al norte de su cornisa conserva
los restos de lo que fuera la Batería de Santa Clara,
construida en 1797, como parte del sistema de fortificaciones de
la ciudad.

El proyecto corrió a cargo del gabinete de
arquitectos Mc Kin, Mead and White y fue ejecutado por la
compañía constructora Purdy and Henderson, ambos
norteamericanos. Durante sus primeros 30 años de
existencia, esta prestigiosa instalación fue operada,
sucesivamente, por cuatro empresas
extranjeras National City Bank, Smith and Company, Kirkirbys
Hotels e Intercontinental Hotel Co.

Ecléctico, innovador e integrador, el Hotel
Nacional de Cuba muestra una solución estructural
trascendente para el período en que fue construido. De
hecho, es una de las primeras edificaciones cubanas en emplear el
sistema porticado de vigas de acero revestidas de
hormigón, introducido en Cuba por la firma Purdy and
Henderson y que colocó al país en una
posición de avanzada en lo que respecta al empleo de
técnicas constructivas en el que se apoyan
los techos intermedios y de cierre de hormigón
armado.

La impermeabilización de cubierta se
realizó mediante enrajonado y soladura, los muros de
cierre y divisorio son mayormente de ladrillos revestidos con
mortero de cal o yeso, dado que también se recurrió
a soluciones de
mosaico cerámico, madera,
escayola y otros.

La variedad de pisos incluye mosaicos que conforman
dameros en combinaciones de tonos verdes y carmelitas en los
pasillos de circulación y áreas de alojamiento,
cerámicas en el lobby y
exteriores y de granito con ornamentos figurativos en
vestíbulos y áreas sociales.

Por su estilo se le cataloga de ecléctico. La
presencia de los diferentes "ismos" se manifiesta de manera
coherente en su interrelación visual, lo que le impregna
una significativa unidad al conjunto
arquitectónico.

En tal sentido se significa la planta de traza en forma
de H e influencia Art- Decó, los techos con ascendencia de
la arquitectura clásica romana, la recurrencia de figuras
procedentes de la cultura árabe, reinterpretada en los
tradicionales patios sevillanos y presentes en la arquitectura
colonial doméstica colonial cubana. A todo ello se le suma
el sutil encanto de las arcadas exteriores e interiores,
provenientes de la tendencia Misión
Californiana, reminiscencia de la arquitectura del Sur de los
Estados Unidos, y elementos con reminiscencias del gótico
francés, presentes en las gárgolas y la
tradición de la jardinería inglesa de
exteriores.

Por otra parte, el cuerpo central acentúa la
horizontalidad del edificio y sirve de articulación a los
bloques laterales, rematados por sendas torres que enfatizan la
verticalidad. Pocas edificaciones en La Habana han estado
asociadas a tantos hechos y figuras relevantes, sin
distinción de procedencia. Del absoluto expediente
histórico, baste resaltar al acantonamiento de oficiales
descontentos por el Golpe de Estado
de Fulgencio Batista el 4 de Septiembre de 1933, y que indujo al
cañoneo del Hotel Nacional, la reunión de los de la
mafia presidida por Lucky Luciano y Meyer Lansky en diciembre de
1946.

1.3.4.- La Lonja del Comercio.

Como una obra perfecta, donde la fantasía del
artista armoniza con la realidad de la vida, calificó
el
periódico "El Fígaro", en su emisión del
16 de enero del 1903, al palacio proyectado por el arquitecto
español Tomás Mur, ganador del primer premio en el
concurso que convocara la entonces Lonja de Víveres de La
Habana más tarde Lonja del Comercio para la
edificación de su sede.

De 1907 a 1909 se construyó en la Plaza de San
Francisco entre las calles Lamparilla, Oficios, Baratillo y
Obrapía, ahora La Habana Vieja, uno de los edificios
más excepcionales de la primera década de este
siglo, y aunque la obra no se ajustó fielmente a lo
concebido por su creador el arquitecto cubano José Toraya
quien realizó modificaciones ligeras, manteniendo los
conceptos de belleza y utilidad
sugeridos por Mur en sus planos.

Pero como con el tiempo las cosas cambian,
también La Lonja del Comercio cambió, por ejemplo
en 1939, a los cinco pisos originales se les añadió
un sexto. Sin embargo, conservó sus atributos esenciales y
un feliz estado físico que facilitó su
rehabilitación actual, para devolverle al vetusto inmueble
todo el esplendor de los viejos tiempos y mucho
más.

El interés
mancomunado de la Oficina del
Historiador y de la Corporación Bancaria Española
Argentina, en desarrollar el primer gran negocio inmobiliario del
centro histórico de la capital, fue acicate para iniciar
el proceso de restauración del viejo edificio: el que un
día fuera núcleo para la concurrencia de
comerciantes y se desempeñase como Bolsa del Comercio y
Casa de Contratación podría muy bien, a tono con la
nueva época, recuperar su vivacidad mercantil.

Fig 13. La Lonja del
Comercio.

Los proyectos arquitectónicos y de ingeniería para la recuperación de
La Lonja del Comercio realizada a finales del siglo XX
correspondieron a firmas españolas: Eduardo Villegas y
Javier González de Adalid, y SERELAND, respectivamente.
Como director facultativo fungió el arquitecto cubano
Orestes del Castillo, mientras que la ejecución estuvo a
cargo de España y
de la Empresa de Construcción de Monumentos de la Oficina
del Historiador, los cuales se unieron temporalmente bajo el
nombre de Mercurio
Restauraciones, en alusión a la esfinge del Dios del
Comercio que desde 1909 corona la cúpula del
edificio.

Santa Clara:

1.3.5.- La Biblioteca José Martí.

En los primeros años de la República
Mediatizada se inició la construcción del Palacio
Provincial de Las Villas. En el año 1904 con los primeros
presupuestos
comenzó la fabricación y se le dio el impulso final
con el presupuesto
asignado en el año 1911. La construcción
terminó en 1912. El edificio de fachada neoclásica
consta de dos plantas. Su costo se calcula en un cuarto de
millón de pesos.

Por el Estatuto del Consejo con fecha 8 de diciembre de
1921, vigente hasta el 30 de junio de 1924, se consigna en el
Presupuesto Ordinario de la Provincia la cantidad de trescientos
pesos para la adquisición de obras con destino a la
Biblioteca del Consejo Provincial, la misma ocupaba un
salón perteneciente al ala derecha del
edificio.

Fig 14. Biblioteca José
Martí.

Esta consistía en dos o tres pequeños
estantes que contenían algunos libros entre
ellos el Diccionario
Enciclopédico Hispanoamericano, los que fueron adquiridos
con pequeños créditos consignados en el presupuesto por
el Consejo. También pasaron a formar parte de los fondos
bibliográficos libros existentes en el Instituto de
Segunda Enseñanza.

En el año fiscal de 1923
a 1924 rigió el mismo presupuesto del año anterior
en el que aparece consignada la cantidad de trescientos pesos
para la adquisición de libros, cantidad que se
aplicó a este fin en dicho año.

Ciertas diferencias de criterios surgidas entre los
señores consejeros impidieron que pudieran llegar a un
acuerdo en la aprobación del proyecto de Presupuesto que
se había programado para el año de 1923 a 1924, con
sujeción a los Estatutos adoptados en fecha anterior a la
de constitución del actual Consejo y de
ahí que la primera medida de carácter
económico que se adopte al comenzar dicho año
fiscal, fuera la de poner en vigor el mismo presupuesto que
había regido en el año de 1922 a 1923, suprimiendo
los créditos especiales votados para una sola vez en la
observancia en lo dispuesto en el Artículo No. 81 de La
Ley Orgánica de las provincias.

La biblioteca comenzó a funcionar el 1ro. de
marzo, pero resultó pequeña tanto por el
número de lectores como de obras, en ese mismo mes se
resolvió trasladarla a la Junta Provincial Electoral de
acuerdo a un contrato de
arrendamiento
para la casa sita en la calle Máximo Gómez No. 8 en
esta ciudad. Seguidamente la biblioteca pasa a su nuevo local con
crecimiento de su anaquelería y mobiliario, construido en
su totalidad por el tallista Alfredo Buján Freyro,
proporcionándole alumbrado adecuado.

Se efectuó la inauguración del nuevo local
el 30 de diciembre de 1925, develándose en la misma un
retrato de Martí, con el que se inició la
galería de patriotas en la Biblioteca, y en la que figura
un retrato de Eduardo Machado, obra del retratista cubano Don
Armando Menocal. A esta inauguración asistió el
entonces presidente Gerardo Machado, el cual hizo uso de la
palabra y ofreció donar una mensualidad de su haber ($ 2
020.83).

El sostenimiento de la biblioteca resultaba muy
económico puesto que, además de ser el local
propiedad de la provincia, el alumbrado entraba en el contrato
del Palacio. En 1927 contaba con unos 6 500 ejemplares. El
pequeño crecimiento de los fondos de su colección
se obtuvo debido a donaciones y créditos estatales de
escasa cuantía.

1.3.6- La Audiencia. Palacio de Justicia.

El edificio actual se terminó de construir en el
año 1909 y se inauguró en 1930, dentro de una
crisis del capitalismo,
después de haberse producido el crac bancario de
1929.

Los planos y obras del Palacio de Justicia estuvieron a
cargo del Ing. Fernando Martínez Campo quien
dirigió la construcción del alcantarillado de Santa
Clara, la planta alta del Instituto Pre-Universitario, antiguo
Instituto de Segunda Enseñanza, el Café
Artesano, hoy "Qué Bien", los planos del Santa Clara Libre
y otros.

Alrededor de seis años después de
construirse el Palacio de Justicia las calles aledañas se
encontraban en pésimas condiciones. En 1936 es elegido
presidente de la seudorrepública el Dr. Miguel Mariano
Gómez, hijo del general cuya estatua da nombre al parque
situado frente a la audiencia, el aprovechado politiquero
José Miguel Gómez en unos veinte días
construyó el parque y las calles que rodean el
Palacio.

El edificio de Justicia es de una solidez
extraordinaria, con un estilo arquitectónico que
aún resalta, pese a los años transcurridos. Tiene
pisos de mármol blanco y escaleras interiores con
ventanales cubiertos de lujosos vitrales.

Fig 15. La Audiencia.

El nuevo edificio de la Audiencia fue inaugurado el 30
de marzo presidido por el Lic. Ricardo Fuste Ballesteres, coronel
del Ejercito Libertador.

Obra vial de relevante importancia:

1.3.7.- La Carretera Central.

Dada la configuración estrecha y alargada de la
Isla de Cuba, la idea de contar con una vía que atravesara
el territorio de oeste a este, es bien antigua, expresada en 1860
y esbozada mucho antes por el Camino Real de Vueltarriba y el de
Vueltabajo, que a fines del siglo XIX continuaba siendo apenas un
sendero.

Fig 16. Puente en la Carretera
Central

Con el advenimiento del siglo XX cambió la
situación política del
país, nació el ferrocarril central, irrumpieron los
automóviles, pero el esquema vial se mantuvo sin
modificaciones sustanciales. Una crónica de 1921, narra
las vicisitudes de unos jóvenes que en dos
automóviles demoraron 78 días en atravesar el
país.

Para entonces, resultaba imprescindible interconectar
las zonas agrícolas e industriales, los puertos de
embarque y los centros urbanos, necesidades acuciadas con nuevos
intereses internos y externos vinculados a la industria
automotriz y a las empresas constructoras.

Oficialmente, el proyecto se comenzó a elaborar
en mayo de 1925, cuando Gerardo Machado tomó
posesión del mandato presidencial, aunque meses antes el
futuro Secretario de Obras Públicas, Carlos M. de
Céspedes, y el Ing. Manuel Coroalles, con posterioridad
ingeniero jefe de la obra, lo estaban elaborando.

A partir de ese momento, todo transcurrió con
celeridad; en julio, el Congreso aprobó la Ley de Obras
Públicas, poco después, los impuestos a la
circulación de vehículos y la concertación
de un empréstito para financiar el programa
constructivo. Entre 1925 y 1926, se concluyeron los estudios del
trazado y el levantamiento de los planos, y en noviembre, la
subasta, con la concurrencia de nueve proposiciones para la
construcción y tres para el financiamiento.

Partes: 1, 2, 3
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