Resumen
San Juan de los Remedios fue un hervidero
interétnico donde amerindios, españoles, africanos,
chinos, hebreos, franceses… acrisolaron una identidad rica
y una particular forma de asunsión de la cultura. Con
larga tradición cultural y robusta identidad, la villa se
lanzó a la posteridad en un juego de
razas. El proceso de
transculturación aquí supuso una notable
modificación de las tres culturas originales y la
aparición de una nueva realidad cultural.
Desde entonces el misticismo, la religiosidad y la
teatralidad confluyeron y redefinieron los procesos
culturales remedianos, determinando el uso de su plaza mayor, que
devino en aglutinante social.
En Remedios el pensamiento
social y el filosófico se expresan en un peculiar sistema de
conceptos, maneras, costumbres, atmósfera intelectual,
idiosincrasia… etc. Desde el siglo XVIII la villa
conoció unas festividades muy emparentadas con las
representaciones teatrales: las Fiestas de los Siete Juanes.
Entrelazadamente, aparecieron procesiones con una profunda
significación mágico-religiosa y, más tarde,
se desencadenó un desatino místico conocido como
parrandas.
Palabras claves: transculturación, identidad,
tradiciones.
Remedios, a casi
500 años de tradiciones religiosas
La otrora Plaza de armas Isabel II,
hoy parque José Martí,
devino en Remedios un aglutinante social. Con una arquitectura
ecléctica, herencia de
confluencias, su espacio fue recinto de tradiciones y
colectividad desde los oscuros orígenes de esta villa
cubana.
San Juan de los Remedios fue un hervidero
interétnico donde amerindios, españoles, africanos,
chinos, hebreos, franceses… acrisolaron una identidad rica
y una particular forma de asunsión de la
cultura.
Con larga tradición cultural y robusta identidad,
la villa remediana se lanzó a la posteridad en un juego de
razas preñado de eternidad.
Desde aquel lejano bojeo por la Isla, en el que el
Obispo Diego Sarmiento ya dejaba constancia del comportamiento
poblacional en Remedios en 1544, al referir la presencia en la
villa de 120 esclavos negros, 80 naborias y 10 españoles,
la confluencia étnica entre los diferentes pueblos que
vinieron a estas suaves praderas fue dando a luz a una cultura
que conjugó lo más relevante de cada
una.
En Remedios, tanto los africanos como los europeos, y en
alguna medida los amerindios, sufrieron una
desculturación o abandono de ciertos elementos
propios de su cultura para luego experimentar una
aculturación o acomodamiento a ciertas exigencias
de las otras culturas con las que entraron en contacto. Todo este
largo proceso culminó con la
transculturación o transición,
readaptación o reajuste en otra cultura de nueva
creación. Igual fenómeno debió ocurrir en
toda la región caribeña, donde fuertes lazos
aunaron para siempre las diferentes etnias que conformaron
nuestra identidad.
El proceso de transculturación en
América
«supuso una notable modificación de las tres
culturas originales y la aparición de una nueva realidad
cultural»[1].
Por su diversidad y complejidad se trata de una cultura
que se expresa a través de nuevos modos de saber y de
sentir; «es decir, por representaciones colectivas [de las
cuales se sirve], concebida como un todo que engloba a la
economía, la
organización social y el
conocimiento, para dar sentido a una nueva
civilización»[2].
Las relaciones interétnicas en América se
sucedieron en el contexto particular de los diferentes
«sistemas morales,
religiosos y jurídicos»[3]. Es decir,
que según la época y el modo de vida de cada
colonia el individuo
negro, el indio y el esclavo fueron percibidos de diversas
maneras, así como sus «posibilidades de
manumisión, de recurso a los tribunales, de matrimonio y de
otras cuestiones»[4].
Todos estos factores determinaron, junto con lo que se
denomina desculturación y aculturación de las
poblaciones negras, las distintas formas de supervivencia
cultural y los sincretismos más variados, pero la
vitalidad de la
personalidad que caracteriza al africano resistió
todos los intentos de asimilación
total[5]
Sin embargo, Luz-María Martínez-Montiel en
su artículo América Latina y el Caribe,
aparecido en Catauro, año II, No. 3, pp. 23-27, ene.-jun.,
2001, reconoce entre las características propias de las
culturas afroamericanas tres planos bien
identificables:
1. «La preservación de las
creencias religiosas […] [,que] constituye […] un
vínculo al sentar las bases de la identidad de estas
personas»;2. «El folklore criollo […] [, que]
mantiene formas africanas, pese que el contenido da cuenta de
la nueva realidad que rodea la vida del esclavo: la
plantación, el sometimiento a la autoridad, el
sufrimiento y la ruptura». Por ejemplo, las rebeliones
de esclavos son representadas a través de cuentos y
danzas; y
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