(Aprehensión cósmica de
la conducta
humana)
En los tiempos actuales la hermenéutica, sin perder su elan
filosófico, con más frecuencia asume cauces
interpretativos más concretos en la ciencia, la
política,
la estética, el derecho, y por supuesto en la
ética,
entre otros campos de la cultura[1]Esto, en gran
medida, exigido por el mundo de la vida cotidiana, espacio donde
emergen con fuerza las
raigales contradicciones en que deviene la sociedad
contemporánea, particularmente la crisis de
valores y los
vacíos de sentidos, como resultado de la enajenación progresiva que invade la
naturaleza
humana, y la hace extraña al hombre, hasta
cosificarlo y alienarlo de la cultura..
En tales circunstancias, la necesidad de las
interpretaciones existenciales resulta de urgente humanidad y
propicia conscientemente la vinculación de la ética
con la hermenéutica y viceversa, desde una perspectiva
integradora que exige misión
concreta ante los desafíos y peligros de la existencia del
mundo terrenal y humano.
Por eso se hace necesario el desarrollo de
una hermenéutica analógica que aprehenda la
conducta
humana con ansia cósmica de humanidad sin obviar los
referentes históricos culturales y con ello, el contexto
real en que se realiza. La hermenéutica analógica e
icónica no se afilia al equivocismo relativista conducente
a la concepción que la interpretación textual sólo la pone
el lector, ni al univocismo que ingenuamente o no, se aferra a la
"absoluta objetividad"[2] del texto, hasta
negar la subjetividad creadora inmanente al que lee, traduce o
interpreta. El objetivismo mata la creación
interpretativa, y convierte la lectura en
un acto inerte e infecundo, es decir, un acto repetitivo que no
dice nada. Sencillamente, impone, dispone, pero no
propone[3]Es que una hermenéutica realista,
analógica, como bien afirma Beuchot, debe "(…) ser
un arte y ciencia de la
interpretación que tiene por objeto la comprensión
del texto con cierta sutileza y penetración. Se divide en
hermenéutica teórica y en hermenéutica
práctica o aplicada; la primera es la recolección
de principios y
reglas que guían la interpretación sutil y
adecuada, la segunda es la aplicación de esos principios y
reglas en la interpretación concreta de un texto. Para
ello pone el texto en su contexto apropiado. Su metodología es la sutileza, tanto de
entender un texto, como la de explicar o exponer su sentido y la
de aplicar lo que dice el texto a la situación
histórica del intérprete. Esto cobra más
importancia aún cuando se trata de la hermenéutica
de la ética, de la conducta moral humana.,
o de una ética hermenéutica del sujeto.
La hermenéutica analógica, "recorre los
movimientos metódicos de la apropiación o
acercamiento y del distanciamiento objetivo"[4] para situarse
así en el justo medio y evitar tanto el objetivismo como
el subjetivismo, que en última instancia tergiversan lo
interpretado. En el acto hermenéutico hay un texto, un
autor y un intérprete. El texto puede ser de varias
clases: escrito, hablado y actuado (o plasmado en otros materiales, y
aun se ha tomado como texto el puramente pensado). Precisamente
la sutileza interpretativa o hermenéutica consiste en
captar la intencionalidad significativa del autor, a pesar de la
injerencia de la intencionalidad del intérprete. El
intérprete pone en juego un
proceso que
comienza con la pregunta interpretativa frente al texto; sigue
con el juicio interpretativo del intérprete, juicio que
suele ser primero hipotético y luego categórico; y
se pasa de hipotético a categórico mediante una
argumentación que sigue una inferencia
hipotético-deductiva, o retroductiva, o abductiva. En todo
caso, la argumentación interpretativa sirve para convencer
a los otros miembros de la comunidad o
tradición hermenéutica acerca de la
interpretación que se ha
hecho"[5].
La hermenéutica analógica en muchos
momentos posee coincidencias de espíritu y estilo con la
hermenéutica de Gastón
Bachelard[6]Particularmente, cómo a su
discurso
volador y utópico sabe ponerle "bridas" para que reconozca
su génesis, historia y condicionantes y
no olvide las raíces.
En los momentos actuales posee más vigencia
aún los discernimientos hermenéuticos creativos,
pues la fuerte emergencia de la filosofía del lenguaje, de
la semiótica y la hermenéutica misma,
si realmente ha despejado caminos y ha contribuido a la
superación del objetivismo gnoseologista del paradigma
moderno, también en algunos casos se ha ido al extremo,
sobre la base de una hermenéutica, donde todo vale, todo
es interpretación, olvidándose los referentes
ontológicos, históricos, culturales. En fin, la
analogía del acto interpretativo con la realidad
interpretada se desvanece para caer en los brazos del relativismo
subjetivista.
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