La bipedestación no pudo liberar
nuestras manos, sino que por el contrario, fueron nuestras manos
quienes liberarían a nuestros pies
Una vez que se descubre que los ardipitecos;
quienes andaban preferentemente sobre sus extremidades
posteriores, no vivían en las sabanas como debería
haber sucedido (en concordancia con la teoría
que supone que un cambio
medioambiental es lo que provocaría que nos
volviésemos bípedos) sino en zonas boscosas, una
pléyade de prestigiosos investigadores se entregó
en cuerpo y alma a la
difícil tarea de encontrar una explicación
razonable que nos permitiera entender, qué
provocaría el que los primeros ejemplares de
homínidos se alzaran sobre sus extremidades posteriores y
comenzaran a andar de forma bípeda. Entre las hipótesis desarrolladas destacan dos que
intentaremos analizar a continuación.
Jean Chaline propone que el principal cambio que
favorecería la marcha bípeda es: que dejara de
migrar el agujero occipital. Veámoslo en detalles.
Todos los primates nacemos con el foramen magnum
(el lugar por donde salen del cráneo los nervios que
desciende a través de nuestra columna vertebral) en la
base del cráneo ya que en esta posición facilita el
parto; pero
excepto en nosotros, en el resto de nuestros parientes el agujero
occipital migra hacia la parte posterior de la cabeza.
Disponer del foramen magnum en la base del
cráneo (la cabeza sobre los hombros) facilita en gran
medida la marcha bípeda, lo que queda más que
atestiguado por la circunstancia de que los chimpancés;
menores de tres años (con el agujero occipital en la base
del cráneo) utilizan la bipedestación en la inmensa
mayoría de sus desplazamientos, sin embargo; una vez que
se produce la migración
del foramen magnum a la parte posterior de sus cabezas, nuestros
parientes reducen drásticamente el empleo de la
marcha bípeda como medio de locomoción. De todo lo
referido Jean Chaline extrae la conclusión de que
quizás un individuo
experimentó la desaparición de la información genética
que regula la migración del agujero occipital y ello le
permitiría continuar utilizando preponderantemente la
marcha bípeda en todos sus desplazamientos y quizás
también dicha característica luego se
transmitió a toda la población.
Si algo es realmente destacado en la
hipótesis de Chaline es el hecho de considerar que la no
migración del agujero occipital pudiera ser un factor de
primera importancia en el marco del proceso de
adopción
de la marcha bípeda por parte de los primeros
homínidos. Pero la pregunta que no se hace Chaline es:
¿por qué la selección
natural; naciendo todos los primates con la cabeza sobre los
hombros (hecho que facilita la bipedestación), se
tomó el trabajo de
diseñar un conjunto de instrucciones que regulan el
proceso durante el cual el agujero occipital se desplaza a la
parte posterior del cráneo? Esto es exactamente lo mismo
que preguntarnos, ¿Qué tamaña ventaja le
reportaría a un primate llevar la cabeza delante de los
hombros (el foramen magnum en la parte posterior del
cráneo), que provocaría que la selección
natural desarrollase un conjunto de instrucciones destinadas a
producir la migración del agujero occipital, de la base
del cráneo a su parte posterior?
Veamos: La cabeza delante de los hombros (el
agujero occipital en la parte posterior del cráneo),
sostenida por los poderosos músculos deltoides de los primates, ostenta
un grado de movilidad, flexibilidad y rapidez de movimientos,
infinitamente superior que cuando la cabeza se halla sobre los
hombros (foramen magnum en la base del cráneo). En otras
palabras, cuando la principal arma con la que cuenta un individuo
para "imponer sus genes" (defenderse de los depredadores, pelear
contra los rivales por el derecho a reproducirse, por los
refugios, por el territorio, por la comida y para dar caza a sus
presas) es la fuerza de su
mordida, el largo de sus dientes y el filo de sus colmillos,
llevar la cabeza sobre los hombros (y no delante de estos)
reduciría en extremo la posibilidad de desplazar la boca;
con la flexibilidad y velocidad
requeridas, para asestar un certero mordisco que paralice el
ataque de un rival o una furibunda dentellada que detenga;
durante un instante al menos, el ataque de un depredador. Tal
sería el grado de discapacidad que
le produciría a un primate el hecho de portar su cabeza
sobre los hombros a la hora de utilizar la boca como la estructura
responsable de las funciones de
ataque y defensa, que este hecho impediría; sin dudas, que
este individuo se impusiera a los rivales para se convertirse en
macho reproductor, y como consecuencia de ello la
característica de la que es portador (el agujero occipital
en la base del cráneo) en ningún modo podría
transmitirse a la próximas generaciones con la regularidad
necesaria para pudiera extenderse a toda la población.
¿Qué conjunto de circunstancias
tendrían que acontecer entonces para que pudiese dejar de
migrar el agujero occipital y con ello se diesen las condiciones
imprescindibles (según Chaline) para que pudiésemos
bipedar?
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