La figura del tutor como eje central para elevar la calidad de la educación superior
Introducción
La orientación a los estudiantes es una función
consustancial de la labor de cualquier docente, no obstante, el
desarrollo
actual de esta problemática en los planos
científico y práctico, ha dado lugar al surgimiento
de la figura del tutor, al que se le asigna formalmente la tarea
de guiar y acompañar a éstos a lo largo de su
carrera, desde la perspectiva de conducirlo hacia su
formación integral, lo que significa estimular en
él la capacidad de hacerse responsable de su aprendizaje y de
su actuación.
En tal sentido se revitaliza las funciones del
tutor como parte del acompañamiento necesario que exige el
proceso
formativo del profesional, pues el desarrollo de las competencias
profesionales condicionan una interacción sistemática donde se
genere la independencia
y autonomía como parte de este proceso, en el
ámbito del saber ser profesional, donde la calidad del
aprendizaje, constituye el eje de integración de toda la labor educativa del
tutor.
Desarrollo
Etimológicamente la palabra tutor significa maestro,
amigo, guía, acompañante, amparador, defensor,
protector, guardián, director, estaca y sostén. Por
tanto resulta esencial el vínculo que se establece entre
tutor y tutorado, el tipo y la calidad de las relaciones
interpersonales entre ellos permitirá desarrollar un
trabajo
educativo de calidad, en el cual el primero se convierte en un
importante referente para el segundo, en un modelo de
profesional y de ser humano. Estas relaciones deben ser de apoyo
y confianza, pero al mismo tiempo de
respeto,
estimulantes, acogedoras y propositivas, todo lo cual requiere
del tutor una actitud
ética,
empática y responsable hacia los tutorados que le permita
desarrollar las actitudes
adecuadas para inspirar confianza y lograr la aceptación
de estos.
En el decursar de la historia, el profesor tutor
ha desarrollado varios roles en dependencia de la
concepción que ha asumido el proceso de enseñanza-aprendizaje y en este sentido se
destacan el tutor como transmisor, facilitador y orientador.
El tutor como trasmisor es propio de una concepción de
enseñanza tradicional en la que el profesor se concibe
como una autoridad,
poseedor del conocimiento y
el estudiante un receptor pasivo y reproductor de este; en ese
sentido la función tutoral se realiza a partir de un
proceso directivo, de transmisión lineal y directa
de conocimientos, y valores al
estudiante.
El tutor como facilitador se concibe desde una
concepción de enseñanza desarrolladora, en la que
se asume la absoluta independencia del estudiante en el proceso
de aprendizaje, donde el profesor deja de asumir un rol
directivo, para convertirse en una persona que se
limita a garantizar las condiciones que favorecen la
libre expresión de las tendencias innatas del estudiante.
Este tutor es por tanto, un agente educativo neutral en tanto no
ejerce influencias determinantes, sino que solo facilita, creando
condiciones favorables para que éste por sí solo
logre su desarrollo.
Por su parte el tutor como orientador, ha sido concebido desde
una concepción histórico-social en el desarrollo
humano, en virtud de la cual se entiende que la
formación del estudiante es el resultado de la
integración dialéctica de lo interno y lo externo
en el proceso de la actividad. El profesor-tutor asume una
función orientadora en tanto guía el aprendizaje
del estudiante, planteándole retos y exigencias que lo
conduzcan a lograr niveles superiores de independencia en su
formación como persona a través de un proceso
de interacción social.
En esta concepción la función tutoral es
comprendida a partir de la dialéctica entre la
directividad-no directividad del proceso de
enseñanza-aprendizaje, en tanto ser tutor significa guiar
el proceso de aprendizaje del estudiante hacia la construcción autónoma de
conocimientos, habilidades y valores.
El tutor como orientador es directivo en tanto, es la persona
experta que tiene los conocimientos, la
motivación y los recursos
pedagógicos necesarios para guiar el aprendizaje de los
estudiantes, pero su directividad, ha de ser flexible de manera
que dé espacio al protagonismo y participación de
los estudiantes, sólo así es posible potenciar el
desarrollo de éste como sujeto de aprendizaje.
Una valoración de estos roles a partir de las
necesidades de la Universidad
Contemporánea, que exige la formación de
profesionales autónomos para desempeñar su
profesión con ética y responsabilidad, permite hacer las siguientes
consideraciones:
La concepción del tutor como transmisor no potencia
la autonomía del estudiante en el ejercicio de la
profesión.El tutor como facilitador limita considerablemente sus
posibilidades como agente educativo.La función orientadora del tutor favorece la
formación integral del estudiante al constituir un
elemento rector en el logro de la independencia cognoscitiva
y la autonomía de éste como persona.
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