- Un debate
del cotidiano en Cuba - Sobre la
vida cotidiana en el siglo XX cubano - Las
formas performáticas del cotidiano - Estrategias
performáticas cotidianas - Las
prácticas sociales ritualizadas como estrategia de
dominación política - El
dilema de Cuba: ¿espartanos o hedonistas? - Socialismo libertario:
proceso de individuación altruista - Añadido
Un debate del
cotidiano en Cuba
Quizá el dilema de Cuba resulte
de aquellos dos tercios del malestar social que mantienen en vilo
a la clase política nativa.
Situación que se produce en la vida cotidiana de la
sociedad.
(Constituye el talón de Aquiles del régimen
cubano.) La agenda del delegado al Poder Popular,
por ejemplo, se articula con la protesta de la población por la pésima calidad de los
servicios, el
deterioro de las infraestructuras en las ciudades, el tiempo que es
ocupado en trámites, etcétera. En un segundo plano
se encuentran los casos de corrupción o los delitos de
autoridad.
Difícilmente se hallan debates sobre limpidez (o no) del
Estado cubano
en su gestión
de la cosa pública. Las formas de democracia
directa están sobresaturadas con asuntos "pedestres" que
afectan la vida cotidiana. El fondo de tiempo de la
población se emplea –abrumadoramente– en tareas que
aseguran cosas básicas para la vida personal o
colectiva, así como en cumplir entre 1500 y 1700
trámites –legales, burocráticos y policiales–,
para así sostener un modelo de
dominación política (obsoleto) que en la actualidad
no logra siquiera reducir la alta violencia
social que existe en Cuba. Las clases subalternas que son
rehenes del régimen cuartelario en cuestión, han
asistido al desmontaje de prácticas autogestionarias
creadas en medio del estado de orfandad que producía el
capitalismo
periférico en Cuba y que luego el socialismo
igualitarista suplantó con la mediación estatista
de las relaciones sociales en la sociedad cubana. La vida
cotidiana en Cuba, entonces, en medio siglo fue convertida en una
gigantesca olla de presión
social.
Quien desee constatar el sentido político que adquiere
la cuestión, en tal caso, debe advertir el esmero con que
los políticos en Cuba se ocupan de mantener en orden el
régimen de "atención social" ante eventos o
procesos
críticos que afectan a la sociedad. Lo cual no tributa a
una escala de
valores
sociales que se deba a la compasión que merece aquel que
ha caído en desgracia, sino al interés de
sostener las riendas del mando que le aseguran un día
más al poder. En este instante hay cuatro millones de
cubanos que son "agregados" en
las viviendas que ocupan –por ejemplo–, mientras que el Estado
burocrático policial duplica cada lustro la capacidad
instalada de una industria
turística que, además, muestra unos
bajísimos índices de explotación hotelera en
la actualidad. Un hecho que, asimismo, podrían justificar
la adopción
de una política tributaria que contribuya en la
solución de aquel dilema humano que enfrentan los cubanos.
Esto se relaciona con modos de distribución de la riqueza que
inconsultamente decide el Estado cubano de espaldas a la
población. Pero también en Cuba hay momentos cuando
la escaza disponibilidad de recursos no es
decisiva en la adopción (o no) de políticas.
En tal sentido la ética
política del régimen cubano se resiente ante la
arbitrariedad que resulta de la ausencia de responsabilidad
civil del Estado ante el ciudadano en el cotidiano. La
carencia de una vocación de servicio en
los funcionarios públicos que se evidencia en la falta de
compromiso del Estado ante su obligación de honrar los
contratos de
adhesión que ha impuesto a la
sociedad.
Los ataques que enfrenta el socialismo de Estado en
Cuba se refieren a las carencias de la vida cotidiana de la
sociedad. Las tácticas de los enemigos de la Revolución
cubana no se dirigen en la actualidad –como en la
década de 1970 lo hacían– hacia una defensa de los
patrones de consumo
foráneos (al estilo: american way of life) que se
adscriben a cierto ideal específico de sociedad. Estos
ataques se aglutinan frente a la condición adjetivada del
consumo. El estado carenciado actual de la población es
atribuido al montón de insuficiencias que
resultarán de cierto autoritarismo congénito en la
élite política. Cuando la clase dirigente es
culpada por imprudente ante el malestar creciente que inunda la
sociedad, entonces, la misma se defiende con el dedo apuntando
hacia el "imperio americano". Embargo o bloqueo, lo mismo da:
embaroqueo. (Despacho errático, quise decir.) La
retórica no adelanta la realidad. Desde luego, no se
desgasta este discurso por
los excesos en el empleo de
dicha fórmula La actitud
alevosa de esta última justificaría –según
las actitudes de
disenso– todos los males que agobian al pueblo. Entonces,
¿cómo halla razones la disidencia para especular
con el malestar popular? Acusan una corrupción
que avanza. Las formas corruptas de sociedad se expresan en el
chantaje que significan los "subsidios", las actitudes abyectas,
las prácticas de ninguneo a la población,
etcétera. Las claves del dilema se hallarían en la
reducida capacidad de elección política que
tendrían las clases subalternas en medio la sociedad
cubana. La cuestión no será socio-económica
sino ético-política.
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