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El concepto de poder (página 2)



Partes: 1, 2

Si hemos situado a Weber como un claro exponente de la
tesis según la cual el poder es fundamentalmente
una capacidad individual de lograr que los otros actúen en
la forma deseada a pesar de su eventual resistencia, no
podríamos tampoco obviar el hecho que Weber se ocupa
asimismo con particular interés de aquellos
fenómenos de poder fundados en el consentimiento
de los dominados. Weber conceptualiza precisamente como autoridad
el ejercicio legítimo del poder. Los motivos sin
embargo para fundar esa obediencia de los dominados pueden ser de
diversa índole. Weber distingue tres tipos básicos
de dominación legítima: 1) la dominación
tradicional fundada en la fuerza de la costumbre que conduce a
aceptar el mando de quienes la costumbre señala; 2) la
dominación carismática que descansa más bien
en el reconocimiento o la atribución de condiciones o
cualidades extraordinarias a algunos individuos a quienes se
está dispuesto a seguir u obedecer y 3) la
dominación legal que se fundamenta en las regulaciones y
reglamentaciones formalmente instituidas y en los derechos a
ejercer el mando que esas regulaciones establecen8.

 

Sin embargo, para Weber, el poder no se reduce
al poder legítimo. Como él mismo lo
afirma, no habría por qué suponer "que la
obediencia a una dominación esté orientada
primariamente (ni siquiera siempre) por la creencia en su
legitimidad"9.

 

A diferencia de lo afirmado por Weber, y sintetizando de
una manera fiel y nítida esta segunda
representación del poder, Hannah Arendt, la célebre
filósofa política norteamericana de origen
alemán, consideraba que, en sentido estricto, el
poder sólo puede ser realmente efectivo, si
incluye el consentimiento de los gobernados. Para Arendt, la
sobrevivencia del poder está estrechamente ligada
al grado de adhesión que logre suscitar y mantener en la
ciudadanía. Mientras que Weber sostenía
que el poder está referido siempre a la
intencionalidad y a la voluntad del individuo que lo ejerce,
Arend responde que "el poder no es nunca una propiedad
individual. El poder pertenece al grupo y sobrevive sólo
en la medida en que el grupo permanece. Cuando decimos de alguien
que se encuentra "en el poder", lo que queremos decir es que su
investidura de poder proviene de un cierto número de
personas que lo autorizan a actuar en su nombre"10.

 

Si desaparece el sostén y el apoyo de la
colectividad o del grupo, el poder termina por
desvanecerse. Para Arendt, por consiguiente, la tiranía
representa así el grado supremo de la violencia y el grado
mínimo de poder. De ahí su aforismo
paradójico según el cual, "La forma extrema de
poder es todos contra uno y la forma extrema de violencia es uno
contra todos"11. El tema y la preocupación por la forma
tiránica del poder está sin duda en el
centro de los autores que suscriben esta posición. En el
pensamiento político moderno, la obra de John Locke es la
mejor muestra de ello. Para Locke, la "tiranía es el
ejercicio del poder fuera del Derecho, cosa que nadie debe
hacer"12.

 

Contrariamente a lo que había sostenido Hobbes en
su teoría contractualista sobre la irreversibilidad del
consentimiento frente a la figura del soberano, John Locke
considera que el poder que se ha depositado en forma
condicionada en el soberano, sólo tiene
justificación si mediante esta forma se asegura la
libertad y la propiedad de los individuos. Mientras que para
Hobbes el objetivo del pacto es la seguridad y la
protección de los individuos, para Locke los derechos
individuales anteceden ontológicamente al contrato, el
cual sólo queda justificado en la medida en que logra
asegurar el ejercicio de esos derechos.

 

Pero a diferencia de lo que argumentaba Hobbes, para
quien el poder constituido se tornaba un poder
absoluto que no dependía ya de las voluntades
individuales, Locke reitera que el poder civil depende
del consentimiento renovado de la ciudadanía. Si
el gobernante no asegura los fines que dieron lugar a ese
contrato original, los ciudadanos pueden revocar ese pacto, en
cuyo caso la resistencia es legítima: "únicamente
debe oponerse la fuerza a la fuerza injusta e
ilegal"13.

III. El poder
como una característica ineludible de las relaciones
sociales

 

Si Weber fue quizás el más importante
analista del poder en la primera mitad del Siglo XX,
Foucault lo fue en la segunda mitad de ese siglo que
recién concluye14. Pero a diferencia de Hobbes y del mismo
Weber, para quienes el poder era una especie de
característica emanada de quien lo ejerce, y a diferencia
asimismo de Locke y de Arendt para quienes el problema central
del poder era el tema de su legitimidad, para
Michel Foucault, quien intenta, según lo subraya Hiddens
una "alternativa radical"15 en su visión del
poder, habría que preguntarse más bien
cómo se ejerce el poder, mediante qué
tecnologías y mediante qué procedimientos se ejerce
ese poder y qué consecuencias y efectos se
derivan de ello.

 

En un primer momento de sus investigaciones, Foucault
intenta caracterizar el funcionamiento de esa micro-física
del poder: las relaciones que se establecen en el
ámbito de instituciones sociales muy diversas (asilos,
prisiones, hospitales, escuelas), con el fin de señalar
los procedimientos comunes o similares mediante los cuales
aparece el poder16. De acuerdo con Foucault "el poder no es una
institución, no es una estructura ni una fuerza de la que
dispondrían algunos: es el nombre que se le da a una
situación estratégica compleja en una sociedad
dada"17.

 

En la asimetría de las diversas y variadas
relaciones que se presentan en una sociedad, en sus conflictos y
sus luchas, así como en sus cristalizaciones
institucionales, Foucault sostiene "que el poder es propiamente
extensivo al cuerpo social; no hay entre las mallas de su red
playas de libertades elementales"18. Pero a la vez que Foucault
postula que no es posible estar fuera de ese espacio
estratégico del poder, afirma "que no hay
relaciones de poder sin resistencias, que estas son más
reales y eficaces en cuanto se forman en el lugar exacto en que
se ejercen las relaciones de poder"19. Quienes padecen el
ejercicio del poder pueden a su vez actuar y de hecho
actúan: las resistencias mencionadas por Foucault no
implican necesariamente su inserción en una estrategia
global de resistencia, pero tampoco son actos meramente
accidentales o simplemente aleatarios: "allí adonde hay
poder, hay resistencia"20, concluye Foucault.

 

Al abandonar la imagen del Leviatán, de la
centralidad de un poder al que habría que
someterse o al que habría que resistir, Foucault presenta
la imagen alternativa de un poder reticular al que se le
puede resistir en múltiples lugares y de muy variadas
maneras. Walzer resume así la tesis de Foucault: "No puede
haber una toma del poder si en el centro no hay nada que tomar.
Si el poder se ejerce en innumerables puntos, entonces se le debe
desafiar punto por punto"21.

 

En un segundo momento de su reflexión, Foucault
busca precisar aún más los rasgos definitorios de
las prácticas del poder. En ese esfuerzo,
Foucault subraya que el poder no es en modo alguno
acción directa o inmediata sobre los otros. La
formulación de Foucault es más compleja: el
poder "actúa sobre sus acciones; una
acción sobre la acción, sobre las acciones
eventuales o actuales, presentes o futuras"22.

 

La distinción que Foucault hace entre violencia y
poder se funda precisamente en esa diferencia: mientras
que la violencia se realiza sobre las cosas o sobre los cuerpos
para destruir o someter, el poder supone el
reconocimiento del otro como alguien que actúa o que es
capaz de actuar. En ese sentido, gobernar es incidir sobre el
campo de acción real o posible de los otros. De ahí
la célebre reiteración de Foucault según la
cual, al final de cuentas ejercer el poder no es
más que "conducir conductas"23, valga decir: la
posibilidad de ampliar o de restringir el campo de acción
de los otros. De esos otros a quienes se reconoce como actuantes
y responsables: como capaces de actuar y, sobre todo, de
responder.

 

Finalmente podemos entender vagamente el concepto de
poder que es omnipresente en todas las relaciones
sociales.

BIBLIOGRAFIA

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Wolin, Sheldon S.: "On the Theory and Practice of
Power", en: Arac Jonathan (ed.): After Foucault, Rutgers
University Press, New Brunswick, 1988.

 

 

NOTAS

1 Esta distinción analítica encuentra
apoyo en el excelente ensayo de Barry Hindess, Discourses of
Power: from Hobbes to Foucault
, Blackwell, Oxford,
1996.

2 Hobbes, Thomas: Leviathan, Penguin, Londres,
1968, p. 150.

3 Aron, Raymond: "Macht, Power, Puissance", en:
Etudes Sociologiques, Presses Universitaires de France,
París, 1988, p. 48.

Para el polémico filósofo inglés
Bertrand Russell el poder es la capacidad de producir los efectos
buscados y esa capacidad se presenta como una especie de
quantum que puede ser, entre otras cosas, transferido,
distribuido o eventualmente arrebatado. Cf. Bertrand Russell,
Bertrand: Power: A New Social Analysis, George Allen
& Unwin, Londres, 1938.

4 Para una discusión reciente sobre las tesis de
Hobbes en torno al absolutismo y la democracia, cf. Apperley,
Alan: "Hobbes On Democracy", in: Politics, V. 19, No. 3,
1999.

5 Weber, Max: Economía y Sociedad, V. 1,
Fondo de Cultura Económica, México, 1977, p.
43.

6 Ibid.

7 Aron, Raymond: Etudes Sociologiques, op. cit.
p. 50.

8 El análisis clásico de Weber sobre la
aparición y el significado del Estado Moderno en Europa,
ilustra claramente su tesis sobre la progresiva
legitimación del poder: "El Estado, como todas las
asociaciones políticas que históricamente lo han
precedido es una relación de dominación de hombre
sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia
legítima (es decir, de la que es vista como tal)" Weber,
Max: El político y el científico, Alianza
Editorial, Madrid, 1967, p. 84.

El reclamo, por parte del Estado, de ese monopolio a la
violencia legítima, remite al proceso histórico
mediante el cual algunas ciudades-estado italianas, durante el
Renacimiento, fueron instituyendo un ordenamiento legal
obligatorio para los ciudadanos en el marco de sus fronteras
territoriales, un sólo ejército capaz de garantizar
la seguridad de la ciudadanía mediante el uso o la amenaza
de la fuerza física y un cuerpo burocrático estable
para asegurar la prestación de los servicios propios de
ese naciente estado nacional.

9 Weber, Max: Economía y Sociedad, op. cit. p.
171.

Como lo destaca el mismo Weber: "La adhesión
puede fingirse por individuos y grupos enteros por razones de
oportunidad, practicarse efectivamente por causa de intereses
materiales propios, o aceptarse como algo irremediable en virtud
de debilidades individuales y de desvalimiento".
Ibidem.

10 Arendt, Hannah: "Communicative Power", en: Steven
Lukes (ed.): Power, Blackwell, Oxford, 1986, p.
64.

11 Ibid., p. 63.

12 Locke, John: Ensayo Sobre el Gobierno Civil,
Aguilar, Madrid, 1979, p. 152.

El buen soberano "considera las leyes como
límites de su poder, y el bien del pueblo como finalidad
de su gobierno, mientras que el tirano lo doblega todo a su
voluntad y a sus apetencias" Ibid. p 153.

13 Ibid. p. 155.

Sobre el tema clásico de las prerrogativas del
soberano, puede consultarse el artículo reciente de
Pasquino, Pasquale: "Locke on King"s prerogative", Political
Theory
, V. 26, No. 2, abril 1998.

14 En un análisis crítico severo, un
distinguido profesor emérito de Princeton así lo
reconoce: "Quizás ningún escritor de la segunda
mitad del siglo XX ha contribuido tanto a iluminar la naturaleza
del poder como Michel Foucault". Wolin, Sheldon S.: "On the
Theory and Practice of Power", en: Jonathan Arac (ed.): After
Foucault
, Rutgers University Press, New Brunswick, 1988, p.
179.

15 Hindess, Barry: Discourses of Power: from Hobbes
to Foucault,
Blackwell, Oxford, 1996, p. 142.

16 En un análisis histórico que sin duda
lo hizo célebre, Foucault mostró cómo la
tecnología del poder se modificó en Europa desde
finales del Siglo XVIII: mientras que, hasta ese momento el poder
expresaba y exhibía su fuerza mediante el castigo que
incluía abiertamente la tortura, que dejaba sus huellas
imborrables en los cuerpos de quienes la habían padecido,
posteriormente, y gracias a la tecnología
arquitectónica del Panóptico, elaborado y promovido
por Bentham, la vigilancia comienza a adquirir una importancia
mayor frente al suplicio: la figura espacial de un vigilante,
ubicado en el centro de un gran círculo, quien
podía ver y observar a cada uno de los que se ubicaban en
los segmentos aislados del anillo que formaba ese gran
círculo, quienes a su vez, no podían verse entre
sí, sirvió de modelo para la construcción no
sólo de prisiones sino también de escuelas,
fábricas y hospitales.

17 Foucault, Michel: La volonté de
savoir,
Gallimard, París, 1976, p. 123.

18 Foucault, Michel: Un diálogo sobre el
poder
, Alianza Editorial, Madrid, 1981, p. 82.

19 Ibidem.

20 Foucault, Michel: La volonté de
savoir
, op. cit. p. 125.

21 Walzer, Michael: "La política de Michel
Foucault", en: David Couzens Hoy (ed.): Foucault,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, p.
65.

22 Foucault, Michel: "El sujeto y el poder", en
Revista Mexicana de Sociología, No. 3, 1988, p.
14.

23 Ibid., p. 15.

 

 

Autor:

Oscar Fernández González

Partes: 1, 2
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