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El estado inverso




Enviado por Fandila Soria



Partes: 1, 2

  1. Las ideas
    Cisma

Somos parte del mundo, y éste no está
hecho a nuestra medida, sino nosotros a la de él. No
podemos afirmar como principio que el mundo nos
pertenezca.

Decir: "El mundo es de todos", o de alguien, no
sería correcto. Como cualquiera de los seres que la
componen, somos resultas de la Naturaleza, que además es
nuestra nodriza; no podemos confundir lo que somos y ella. Cada
cual es como un pequeño cosmos dentro de ese Cosmos que
nos mantiene en vida y nos nutre.

Es extraordinario, que nos sirvamos del mundo de manera
autónoma y que medremos en él con independencia.
Como ser vivo, el hombre ha de apropiarse de los elementos que
necesita para subsistir; de tal manera se hace propietario de lo
que, para su beneficio coge al mundo, y que irá
devolviéndole de una forma u otra hasta su definitiva
entrega con la muerte. Así, lo apropiado y su organismo
entero no son más que un préstamo. Esta
"depredación" por nuestra parte, puede que sea acorde con
la Naturaleza o se oponga a sus leyes… Y tanto es violentar sus
designios, como forzar a los semejantes en beneficio propio o la
destrucción mutua.

Pero ocurre, que en uso de esa autonomía y con la
particular idiosincrasia de cada uno, el individuo
estimará necesario que esa apropiación "depredada"
no sea azarosa, procurándose en consecuencia un
ámbito vital propio y seguro. Naturalmente y en principio,
él será destinatario primero, también los
suyos, la tribu… y en escasa medida los extraños o
aquellos que ni conoce.

Todos nacemos iguales, nos decimos, pero más nos
parece una aspiración que un hecho. Nada más
acertado y desacertado a la vez. Nacemos iguales en cuanto que
partícipes de una misma esencia, la de nuestra especie.
Nadie dirá, que seamos iguales a un árbol o a una
cobaya. Ni siquiera a los animales que nos son más
próximos, pese a compartir con ellos origen y ascendientes
y a no diferenciamos de algunos sino en un porcentaje muy
pequeño de los genes.

El desacierto proviene, no obstante, de que aun desde la
cuna somos individuos particulares y no "clones"; y nadie es
más ni es menos que otro por eso pese a ser distinto, sino
único. Como sea que la persona es irrepetible,
también lo será en sus aspiraciones, sus querencias
y deseos, por no decir en sus capacidades. Uniformar a todos por
la igualdad en sentido estricto, sería como negar esa
esencia que nos confiere autonomía, libertad, y libre
albedrío. No es nada nuevo.

Resulta pues, que llamarnos iguales así como
así no es sino un convencionalismo, y no entenderlo de esa
manera sería una confusión pretenciosa. En tales
términos, su fundamento es poco más que la
común pertenencia a la especie y la afinidad gregaria. Tal
visión no quita para que la prioridad del individuo siga
siendo su propia supervivencia, y por extensión la de sus
próximos. Es, paradójicamente, cuando, por su
natural inclinación, el humano se asocia con los
semejantes, cuando surgen los conflictos. ¿Cómo
salvaguardar sus intereses, inmerso en la comunidad que se los
diluye y fiscaliza? Él, que buscaba seguridad y
colaboración junto a los otros, se encuentra con que sus
afanes, sus iniciativas o sus particulares querencias, le quedan
coartadas, y que sólo le serán válidas si
coinciden con las de sus socios, aquellos con los que ha de
trasvasarse y siempre le pedirán cuentas.

El hecho es, que el bien común no colma a todos
de igual forma y es seguro que nunca bastará al individuo,
que en definitiva persigue su propio bien, el que él
elige. El intocable Estado, como elevación de la sociedad
sobre el individuo, habrá de regirse necesariamente por el
principio de igualdad para ser justo. Damos por supuesto,
que

sea, igualdad ante la ley. Pero qué ley.
¿La promulgada por quien ostenta el poder en ese momento,
o la que querrían los ciudadanos? No es
evidente.

Tarea difícil la de la democracia, que no por
sustentarse en la mayoría se conduzca siempre por el mejor
camino. Y como dice el refrán: Más sabe el tonto en
su casa que el listo en la ajena. Aunque sean muchos. "Lo peor de
la democracia es, que se nutre por igual de sabios y
necios".

Partes: 1, 2

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