De la guerra fría a la paz caliente –
Monografias.com
S. M. Walt propone considerar las alianzas y contra
alianzas entre Estados, no como fruto del equilibrio de poder –
si consideramos a éste como principio organizador de la
anarquía internacional -, no como una necesidad del mismo
– si lo consideramos un mecanismo de seguridad o de mantenimiento
de la independencia y de la paz -, sino como el resultado de lo
que nuestro autor denomina equilibrio de
amenazas.[1]
Mientras que la idea clásica del equilibrio de
poder sostenía, que un Estado reaccionaba ante los
desequilibrios de poder buscando alianzas que lograran
restablecer el equilibrio perdido, la teoría del
equilibrio de amenazas sostiene que los Estados buscan alianzas
cuando se sienten amenazados[2].
La idea del equilibrio de poder tiene varios
componentes: población, territorio, capacidad militar,
capacidad económica, etc. Pero la amenaza no tiene que
venir necesariamente del Estado más poderoso según
esos parámetros, sino del Estado más amenazador, es
decir, según S. M. Walt, de aquél que combine
suficiente poder, en términos de población,
capacidad económica, tecnológica, etc.; suficiente
proximidad – actualmente en términos relativos -,
suficiente capacidad ofensiva y, lo que es clave para nuestro
tema, cuyas actitudes, intereses, valores sean percibidos como
amenazantes[3]. El poder y la capacidad ofensiva
hacen referencia a que no es amenaza quien quiere sino quien
puede, pero las actitudes, valores y las percepciones de estos
como amenazantes, nos remiten no a estructuras materiales y
objetivas sino a ideologías, valores y
visiones.
Por otra parte, lo que un Estado siente como amenazado
por otro, pueden ser intereses de diverso tipo: su propia
seguridad, sus formas de vida o de organización
política, económica o social, su legitimidad, sus
valores culturales, etc.
Otra aproximación al análisis de las
relaciones internacionales, o de cualquier otro ámbito de
lo político, que hace también énfasis en las
ideas, percepciones, valores y normas de los agentes, y que aboga
a favor de un concepto de lo político alejado de leyes
objetivas y cursos predecibles, nos la aporta M. Walzer. En su
crítica del realismo, Walzer recurre – una de sus
ilustraciones históricas – al famoso dialogo de Melos
recogido por Tucídides[4]
No hay consideraciones de justicia sino de necesidad y,
como repetidamente se ha mencionado en la disciplina de
relaciones internacionales, los que tienen poder logran todo lo
que pueden y los que carecen de él aceptan las condiciones
que pueden conseguir. Este argumento de necesidad es la ley de
hierro que permitiría predecir el comportamiento de los
Estados si el observador dispusiera de todos los
parámetros: la necesidad es un estrecho sendero del cual
es imposible desviarse.
Pero el argumento de Walzer va más allá de
este realismo, y se sitúa en la asamblea ateniense donde
se decide que, ante la resistencia de Melos, hay que degollar a
todos sus varones, esclavizar a sus mujeres y niños, y
arrasar la ciudad. Aunque Tucídides no dice mucho de esta
asamblea, Walzer se sitúa imaginariamente en ella. La
destrucción de Melos fue necesaria para la
preservación del imperio pero según Walzer este
argumento es retórico en un doble sentido.
En primer lugar, evade la cuestión moral previa
de si la preservación del imperio era en sí
necesaria, y además imagina Walzer que la respuesta a tal
cuestión no era unánime entre los atenienses. En
segundo lugar, la afirmación es retórica porque
exagera la clarividencia y capacidad de moldear el futuro de los
generales atenienses. No pueden en ningún caso afirmar con
certeza que el imperio caería a menos que Melos fuera
destruido. Su argumento nos habla de probabilidades y riesgos, y
esto siempre es susceptible de discusión.
Pero además, una vez que empiece el debate
aparecerán todo tipo de dilemas morales y
estratégicos y el resultado de la discusión no
estará determinado por una necesidad de la naturaleza,
sino por los argumentos esgrimidos y los valores personales y
colectivos: los generales argumentarán que la
decisión fue correcta por necesaria e inevitable. Pero la
inevitabilidad, en este caso, sólo puede argumentarse
retrospectivamente pues la decisión está mediada
por un proceso de deliberación política. Y concluye
Walzer: "en este sentido, los juicios de necesidad son siempre de
carácter retrospectivo, es el trabajo de los historiadores
y no de los agentes
históricos"[5]
Cuatro son los puntos a retener aquí. ¿Son
los objetivos del Estado tan valiosos? ¿No hay otros
cursos de acción posibles? ¿Hay seguridad de que
los generales estén en lo cierto? ¿Qué papel
juega la deliberación política? Con estas preguntas
en mente es difícil no concluir que nuestra capacidad
predictiva sobre el posible curso de acción de un Estado
está limitada porque los agentes históricos se
equivocan, e incluso, suponiendo que hubiera leyes objetivas, no
hay seguridad de que los agentes acierten en sus elecciones de
cursos de acción.
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