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La guerra de guerrillas.




Enviado por ACOSTA ACOSTA JOSE



Partes: 1, 2


    La guerra de guerrillas Jose Acosta –
    josepsuv2008@hotmail.com – Monografias.com

      La cuestión de la
    acción guerrillera es de sumo interés para nuestro
    Partido y para las masas obreras. Ya nos hemos referido de paso a
    ella más de una vez, y ahora, tal como lo habíamos
    prometido, nos proponemos ofrecer una exposición
    más completa de nuestras ideas al respecto.

    I

      Comencemos por el principio.
    ¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo
    marxista debe presentar para el análisis de la
    cuestión de las formas de lucha? En primer lugar, el
    marxismo se distingue de todas las formas primitivas del
    socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma
    determinada de lucha. El marxismo admite las formas más
    diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que
    generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de
    las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en
    el curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas
    las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas,
    exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en
    curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la
    conciencia de las masas y la agudización de las crisis
    económicas y políticas, engendra constantemente
    nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y
    ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente
    ninguna forma de lucha El marxismo no se limita, en ningún
    caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en
    un momento dado, admitiendo la aparición inevitable de
    formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un
    período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo,
    en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la
    práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a
    las masas formas de lucha inventadas por "sistematizadores" de
    gabinete. Sabemos — decía, por ejemplo, Kautsky, al
    examinar las formas de la revolución social — que la
    próxima crisis nos traerá nuevas formas de lucha
    que no podemos prever ahora.

      En segundo lugar, el marxismo
    exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada
    históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la
    situación histórica concreta significa no
    comprender el abecé  del materialismo
    dialéctico. En los diversos momentos de la
    evolución económica, según las diferentes
    condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales,
    etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se
    convierten en las formas de lucha principales; y, en
    relación con esto, se modifican a su vez las formas de
    lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o
    no a propósito de un determinado procedimiento de lucha,
    sin examinar en detalle la situación concreta de un
    movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa
    abandonar completarnente la posición del
    marxismo.

      Estos son los dos principios
    teóricos fundamentales que deben guiarnos. La historia del
    marxismo en Europa Occidental nos suministra innumerables
    ejemplos que confirman lo dicho. La socialdemocracia europea
    considera, en el momento actual, el parlamentarismo y el
    movimiento sindical como las principales formas de lucha; en el
    pasado reconocía la insurrección y
    está plenamente dispuesta a reconocerla en el
    porvenir si la situación cambia, pese a la opinión
    de los liberales burgueses, como los y los
    bezzaglavtsi2
    rusos. La socialdemocracia negaba la huelga
    general en la década del 70 como panacea social, como
    medio para derribar de golpe a la burguesía por la
    vía no política, pero admite plenamente la huelga
    política de masa (sobre todo, después de la
    experiencia rusa de 1905) como uno de los procedimientos de
    lucha, indispensable en ciertas condiciones. La socialdemocracia,
    que admitía la lucha de barricadas en la década del
    40 del siglo XIX, y la rechazaba, basándose en datos
    concretos, a fines del siglo XIX, se ha declarado plenamente
    dispuesta a revisar esta última opinión y a
    reconocer la conveniencia de la lucha de barricadas
    después de la experiencia de Moscú, que ha iniciado
    según las palabras de Kautsky, una nueva táctica de
    las barricadas.

    II

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