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José Antonio Páez y su duro exilio




Enviado por Rubén Contreras



Partes: 1, 2

  1. Las
    primeras piedras en el camino
  2. Un
    exilio a la fuerza
  3. Otro
    exilio para no regresar

La Historia nos ha señalado, descrito, dibujado a
través de los estudios a José Antonio Páez
como el llanero indómito que vencía con su lanza
todas las dificultades y rebasaba los obstáculos,
así lo entendemos cuando inicia su tránsito por la
vida doméstica desde el 13 de junio de 1790, a orillas del
río Curpa, cerca del pueblo de Acarigua, y a causa de un
problema personal llega al Hato la Calzada en el estado Apure,
propiedad de Don Manuel Pulido, quien lo cobija como peón
bajo las ordenes del capataz llamado Manuelote. Ese fue un exilio
lejos de su casa, y luego, en las postrimerías de su vida
le van a tocar otros más duros.

En dicho hato aprende con la rudeza de esa vida las
tareas del llanero, además de conocer el oficio de venta y
compra de ganado, que le servirá tiempo
después.

Al darse el inicio de la lucha por la independencia, el
dueño del hato forma un escuadrón de
caballería y Páez, con apenas 20 años de
edad se alista en él y empieza a prestar sus servicios a
la patria, esa madre intangible que va a ser a partir de ese
entonces la razón de su existencia, hasta lograr su
independencia.

A partir de entonces el celaje indómito del
catire Páez, empieza a surcar el firmamento con la fuerza
del chubasco llanero y con la gracia del arco iris, par ir
dejando una estela fecunda de hechos cumplidos, que lo van
orientando hacia los grandes destinos de la
venezolanidad.

Con la toma del castillo de Puerto Cabello en 1823,
último reducto español en Venezuela, comienza una
nueva gestión ocupando los primeros planos en la
conducción de los más altos destinos de la patria,
no al frente de sus lanceros como lo hizo en El Yagual, Las
Queseras del Medio, Mucuritas, o Carabobo, sino desplegando la
acción administrativa que va a dar paso al estadista, al
hombre que se va cultivando y adquiriendo el oficio del
magistrado para conducir y construir con su esfuerzo y de quienes
le rodearon, la nueva república.

Las primeras
piedras en el camino

Al constituirse La Gran Colombia a partir de 1821, en
funciones de Jefe Civil y Militar, del Departamento de Venezuela,
recibe ordenes del Vicepresidente de la misma, El General
Francisco de Paula Santander, en el año de 1825, ante un
posible ataque del gobierno español por recuperar sus
provincias de ultramar, de organizar un cuerpo de milicias en
Venezuela, razón por la cual es menester ordenar el
alistamiento de ciudadanos con disposición de integrar las
mismas.

Ante ésta orden, el general Páez convoca a
todos los venezolanos en condiciones de integrar dicha milicia y
como estos no responden al llamado, procede a efectuar un
reclutamiento público. Esto es visto por algunos como un
hecho de fuerza, es denunciado ante el ejecutivo por el
Intendente para Venezuela, el general Juan escalona, quien
pretende defender los derechos de los ciudadanos, de igual manera
la municipalidad de Caracas, presenta ante el Congreso de
Colombia una acusación en contra del general Páez,
tomando como pretexto la declaratoria del país en
asamblea, como lo había señalado el mismo
Páez, con motivo del movimiento revolucionario acaecido en
Petare en 1824 y el cual había sido contenido y disuelto
por el propio centauro.

Este hecho resulta ser el primer encontronazo del
general Páez con la dirección y orden legal de la
república, pero este lo asume ante la solidaridad
manifiesta de los ciudadanos caraqueños, que lo van a
buscar a su casa y lo llevan a la sala capitular de la
municipalidad capitalina y lo restituyen en el mando de acuerdo a
la carta que este envía al Libertador Simón
Bolívar, el 1 de mayo de 1826.

Restituido en el mando como jefe civil y militar de
Venezuela, emite una nueva proclama a los habitantes del
Departamento de Venezuela, el 19 de mayo del mismo año,
mediante la cual les garantiza la paz y salud
pública.

A partir de ese momento comienza a hablarse de reformas
a La Constitución y de solicitar la convocatoria de La
Gran Convención de Colombia, a la cual debían de
asistir los representantes de Venezuela. Se empezaba a hablar de
federalismo como una vía de solución a los
problemas del país, luego en agosto 1826, Puerto Cabello
proclama la Federación y también se pronuncian
Maracaibo, Aragua, Cumaná, y en Ecuador, Quito y
Guayaquil.

La semilla del elemento disociador en contra del ideario
grancolombiano empezaba a germinar. La Cosiata, tal como se
conoce el movimiento de ruptura de la unidad forjada por
Simón Bolívar, se empezaba a fraguar.

Fue acaso por culpa de una acción de Páez,
quien recibía órdenes del vicepresidente Santander,
o fue que no se razonaron los alegatos del centauro en defensa de
su propuesta de alistamiento o reclutamiento de ciudadanos para
formar la milicia. La cuestión a nuestro juicio,
redundó en un apresuramiento del general Santander, quien
escuchó a quien no debía, al general Juan Escalona,
quien quería suceder a Páez en la dirección
del departamento de Venezuela, y por allí empieza la
desintegración de la semilla en contra de la
unidad.

Partes: 1, 2

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