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Justicia: fuego de fulgor persistente (página 2)



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Si el lenguaje jurídico es
frío y lapidario en extraño contraste el lenguaje
del orador por el derecho, del batallador sentimiento
jurídico, es el de una retórica ardorosa. El
sentimiento jurídico aúna en sí dos momentos
aparentemente contradictorios: la emoción, que
únicamente suele aplicarse a lo concreto-intuíble,
con la generalidad abstracta del precepto jurídico, de la
norma y el articulado, sustantivo o adjetivo. Podríamos
recordar por ejemplo a Toribio Pacheco en los albores, o a Manuel
Lorenzo de Vidaurre, y en el pasado reciente a un orador
tribunicio que desde diversos fueros representó al
Perú como Víctor Andrés Belaúnde.Por
el lado de la literatura recordaremos a un escritor que como juez
tuvo la oportunidad de ver mucha casuística forense la
cual le sirvió para sus ficciones, no siempre felices,
como Enrique López Albujar.Cuando Radbruch cita en su
Filosofía del Derecho, a Rodolfo Sohm quien
alababa a su vez, en Celso la capacidad "de desarrollar en el
caso concreto la regla general, la cual concebida en una
ceñida forma de lenguaje, elevaba con la fuerza impulsiva
de una palabra alada, e iluminaba como lo hace un rayo
–¿un relámpago?-, en la
lejanía de un paisaje" (ibídem, p.142, subrayado
nuestro), expresaba su alegría estética por una
particularidad científica que en forma extraordinaria
poseyó de propio modo el maestro
incomparable.

Aquella elegancia en las soluciones
jurídicas puede expresarse con esta fórmula:
"simples sigillum veri"; así, esto significa que a
la belleza se la contempla como índice de la verdad, que
"como medida de un valor lógico se emplea una medida
estética". (ibídem)Platón decía que
las virtudes esenciales son: lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero, y
que cada hombre trae consigo al filósofo y al artista, y
nosotros diremos que también hay un juez.Sentencia pues,
recuerda, deviene un sentimiento jurídico y parte de
él
, el mismo sentimiento que es inherente a todo
hombre que vive en sociedad, y es medianamente culto e informado:
la búsqueda de un Bien Común.Por otro lado, el
filósofo italiano Giorgio Del Vecchio; hablando de este
sentimiento jurídico propio de toda persona, dice:
"Debemos, pues, admitir que el sentimiento jurídico,
inherente a nuestra naturaleza, es una fuerza viva, originaria y
autónoma, y la fuente primera del desarrollo del Derecho".
(Filosofía del Derecho, p.492)

Así pues, cuando los magistrados
sentencian como sienten, cuando sienten como piensan: crean
derecho y lo renuevan
, (se hacen artistas) sobre bases
sólidas mas no vetustas, administran
justicia sirvientes
de la fe pública, el contrato social y la voluntad
popular, y por qué no decirlo, como ya vimos: hay en ello,
en este quehacer jurídico nuestro de cada día algo
de sagrado, y nuestro deber es cuidar que no se manche,
mantenerlo limpio y eficiente, debido, en proceso
próximo
a la realidad; aprehendiendo de los
sueños y de las pasiones de los hombres, de los hermanos
que querellan y disputan, que combaten.Y hoy, al inicio de un
nuevo año judicial, los diversos actores de la comunidad
jurídica del país se reúnen para dar un
nuevo voto de confianza a nuestro sistema judicial no obstante
desear cada día su mejoría; la cual se irá
dando paulatinamente, con cada notificación oportuna y
dentro de plazo, con los autos y decretos, con los
análisis de fondo que abordan diariamente nuestros
magistrados y con sus sentencias arregladas a derecho, cada una
de las piezas y engranajes que conforman la maquinaria judicial:
la mesa de partes, la escribanía, los asistentes y
especialistas, nuestros practicantes, y las personas de apoyo
logístico, los vocales y presidentes de sala, los jueces,
etc.Haremos día con día que la parte mutable del
Derecho avance con vida propia de carácter vinculante.Y
para terminar, citaremos nuevamente a Radbruch: "el zapatero de
Sócrates sabía, para que estaba en el mundo: para
hacer zapatos a Sócrates y a los demás.
Sócrates sólo sabía que él no
sabía nada. A nosotros los juristas se nos ha impuesto la
más difícil de las tareas: tener fe en la
profesión de nuestra vida y, al mismo tiempo, dudar de
ella continuamente en alguna de las capas más profundas de
nuestro ser" (ibídem, p. 144)Dicho lo cual:
confirmaremos la sentencia, el dicho: el relámpago de
fulgor persistente y primigenio (la Justicia) vive aún en
nuestros días, es menester mantener vivo el fuego de la
Justicia, en nuestros corazones e intelectos, almas,
sentimientos…

Bibliografía

Baroja, Pío.
La Busca (
novela). Salvat Editores, S.A & Alianza
Editorial, S.A., España, 1969. 189 pp.
(p.17)

Del Vecchio, Giorgio.
Filosofía del Derecho. Bosch, Casa Editorial,
S.A., Barcelona, España, 1980. 535pp. (p. 490
ss.)

Radbruch, Gustavo.
Filosofía del Derecho. Editorial
Revista de
Derecho Privado, Madrid, España, 1952, 278 pp. (p. 140
ss.)

 

 

Autor:

Gustavo Reátegui Oliva

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