Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La República, de Platón (página 2)



Partes: 1, 2

Libro II

Quién inicia este diálogo es
Glaucón, que no aprueba la retirada de Trasimaco, ni
tampoco que Sócrates no exprese una definición
precisa de lo que es la justicia.

Luego de esta explicación describe
tres clases de bienes que se persiguen como; la alegría,
los placeres sin mezcla de mal y la gimnasia, la curación
de una enfermedad, el ejercicio de la medicina y cualquier otra
profesión lucrativa, de estos últimos podría
decirse que son penosos, pero útiles.

Sócrates, reconoce estos bienes,
pero le aclara que no entiende que se propone. Glaucón, le
pregunta, en cual de ellos ubicaría la
justicia.

Sócrates, le dice:

"Por supuesto que en la mejor, o sea, entre
aquellos bienes que hay que amar por sí mismos y por sus
consecuencias, si quiere uno ser feliz."

Glaucón, le explica, a
Sócrates que va a elogiar la vida del injusto y al hacerlo
quiere demostrarle de qué modo quiere oírle atacar
la injusticia y alabar la justicia.

Comienza su exposición sobre la
naturaleza y el origen de la justicia, la cual dio origen a las
leyes y a las convenciones. Prosiguió planteando que la
experiencia estaría a favor de lo afirmado por
Trasímaco. Mencionan la leyenda del anillo de Giges y
plantea:

"Como dicen los defensores de la doctrina
que expongo, todo hombre cree, con razón, que la
injusticia es más útil que la justicia."

Cuál sería la conducta del
hombre, si según la experiencia general, parecería
que la injusticia y la justicia sólo deberían
apreciarse de acuerdo con los resultados favorables o
desfavorables que proporcionan.

Sócrates tenía el
propósito de contestarle, pero su hermano Adimanto
tomó la palabra y dijo:

"¿Crees tú Sócrates,
que la cuestión ha sido suficientemente
debatida?"

Sócrates y Adimanto acuerdan, que
supla a su hermano en lo que haya omitido. Este expresa que por
las costumbres de la religión popular, desde los tiempos
de Homero y Hesíodo hasta la actualidad el injusto, logra
hacer olvidar sus crímenes mediante espléndidos
sacrificios y oraciones. Los poetas y escritores están de
acuerdo en afirmar que la virtud es honorable, pero que casi
siempre va acompañada de sufrimientos; mientras que el
vicio, a pesar de que se conviene en considerarlo deshonroso, es
ciertamente agradable.

Explica, las consecuencia que se
deducirá de todo esto, y es que el joven inteligente
llegará a la conclusión de que su felicidad radica
en practicar la injusticia y evadir sus posibles consecuencias
desagradables, utilizando la astucia o buscando una adecuada
asociación que lo proteja.

Aclara además, que existen entidades
políticasque lo defenderán, y puede también,
mediante regalos, eludir la aplicación de la ley. En
cuanto a la religión, en caso de que existieran dioses,
éstos no se interesan por los seres humanos.

Adimanto, prosigue con su diálogo
aclarando que tanto Trasímaco o cualquier otro,
podrían alegar sobre la justicia y la injusticia,
tergiversando la esencia de una y otra. Pero, que espera de
Sócrates, el elogio de la justicia y la condena de la
injusticia, que les haga ver los efectos que una y otra, producen
en quienes las posean, por ser la una un bien y la otra un
mal.

Sócrates elogia a los hermanos por
sus exposiciones y luego de un diálogo con estos les
dice:

"Si admites una justicia para el
individuo,¿no admites también otra justicia para la
ciudad entera?"

Sócrates, les dice, que primero
examinará como se aplica la justicia en al Estado. Para
ello utilizará el ejemplo, de seguir el crecimiento en una
ciudad típica o modelo, a fin de descubrir mejor
dónde radican la justicia y la injusticia. Aspira a la
presentación de un gobierno que sea por sí mismo la
encarnación de lo justo. Gradualmente, Sócrates,
explica la concepción del Estado perfecto. Una
organización social simple, reducida a lo
mínimo.

La ciudad se basa en el principio de la
especialización de modo que el hombre deje de ser
solitario y obtenga y preste ayuda. Requiere para su
funcionamiento la especialización en el trabajo. El Estado
se agrandará y necesitará de más territorio
por lo que esta ciudad ideal no queda excluida de la posibilidad
de la guerra, que puede surgir en cualquier momento. Entonces
será preciso que los soldados, en esta organización
del Estado, sean especialistas; además de tener en cuenta
sus dotes naturales, se los adiestrará en forma
adecuada.

Según ello pregunta:

"¿Será fácil encontrar
una mejor que la establecida entre nosotros desde hace largo
tiempo y que consiste en educar el cuerpo por la gimnasia y el
alma por la música?"

Su diálogo continúa
enunciando que cosas le serán permitidas a los guerreros y
cuales no. A tal punto que acomodarían los poemas de
Homero para que los maestros los utilicen solo con el fin de
educar guardianes piadosos y semejantes a los dioses en tanto que
la naturaleza humana lo permita.

Libro III

"Estas son- dije- las normas de las
narraciones sobre los dioses que, según nuestro parecer,
conviene que oigan o no oigan desde la infancia los que han de
honrar a esos mismos dioses y a sus padres y apreciar sobremanera
la amistad"

En su educación se deberán
censurar los mitos y fábulas ya que se las considera como
mentiras y que presentan a los dioses y a los héroes
llorando, riéndose incorrectamente, mintiendo, utilizando
un lenguajeinjusto y lamentándose, las cuales son
peligrosas. Se les leerán los pasajes, en que los
héroes aparecen leales, valientes, templados,
desinteresados y dóciles a sus jefes, los cuales
serán sus modelos.

No admitirán en el Estado a los
poetas. Se los despedirá pero, antes se les rendirá
un homenaje con perfumes y guirnaldas..

Siguiendo con el plan de educar a sus
soldados, Sócrates, le pregunta a Adimanto:

"¿No debemos examinar ahora el
carácter del canto y de la melodía?

Adimanto acepta, pero Glaucón
riéndose, le expresa a Sócrates no está en
condiciones de responder aunque lo sospecha.

Sócrates, le replica que hay en un
punto que sí puede responderle ,en que la melodía
está compuesta por tres elementos: letra, armonía y
ritmo.

La regla a la que arriban es, que la
armonía y el ritmo respondan a las palabras y estén
a ellas subordinadas, porque a una narración simple le
corresponde una armonía sencilla y varonil que penetre el
alma de los guerreros y el ritmo deberá expresar lo
mismo.

El sentimiento de lo bello es el que deben
cultivar desde muy temprano y desenvolver en el alma de los
jóvenes, para que aprendan, no solo a amar la belleza,
sino también ponerse con ella en el más perfecto
acuerdo.

Luego, Sócrates, le
plantea:

"Después de la música, la
educación gimnástica ha de formar a los
jóvenes."

Aceptando la necesidad de una gimnasia
desde la infancia y el curso de la vida, que ejercite el cuerpo
una vez cultivada el alma, sin exceso y de una
alimentación sin condimentos, los cuales traen desarreglos
y enfermedades. Sócrates aclara que cuando un Estado
necesita médicos y jueces para remediar los
desórdenes del cuerpo y del alma, es una señal de
que el Estado carece de fuerza..Sí, es necesario aceptar
la medicina en casos de necesidad y jueces para los casos de
diferencias entre unos y otros, pero debe estar compuesta de
ancianos dotados de almas virtuosas y buena las que no
tendrán dificultad para para arreglar los
conflictos.

Acuerdan, que deben evitar el abuso de la
música, para no afeminar las almas y el exceso de
ejercicios físicos para no lograr temperamentos brutales.
Es necesario un acuerdo armonioso entre lo físico y lo
moral de los guerreros para lograr una educación
adecuada.

Sócrates afirma:

"En nuestra ciudad, Glaucón, nos
será siempre necesario un gobernante que reúna
estas condiciones, si queremos que subsista su
organización política."

Para esto, Sócrates, propone como
condiciones que los gobernantes deben ser los ancianos, entre
ellos los mejores guardianes y que luego de un examen, sea el
más dispuesto para cumplir con lo que es útil para
la ciudad.

Propone además un régimen
conveniente de vida y alojamiento.En primer lugar, ninguno
tendrá nada que le pertenezca, excepto los objetos de
primera necesidad; segundo, ninguno tendrá casa donde no
pueda entrar todo el que quiera. En cuanto a sus
alimentación recibirán de los demás
ciudadanos aquellos que puedan necesitar como recompensa de la
defensa que les prestan, sin que nada les sobre, ni les falte.
Harán vida en común y sus comidas serán
colectivas, como soldados en campaña.

Ellos, entre todos los ciudadanos, son los
únicos que no podrán tocar ni oroni plata, ni
entrar en casas donde los haya, ni llevarlos sobre sí, ni
beber en vasos o manejar utensilios de oro y plata. De esta
manera podrán salvarse ellos y ser la salvación de
la ciudad.

"Tales razones me han llevado a determinar
el alojamiento de los guardianes y de cuanto debe
pertenecerles.

¿Conviene dictar una ley que lo
sancione?

-Sin duda -respondió
Glaucón.

Libro IV

Adimanto, realiza la objeción que
estos guerreros, privados de todos los bienes que se refieren a
la vida, más semejante a auxiliares a sueldo, sin otra
misión que defenderla, no será muy
dichosa.

Sócrates responde:

"Sí , y además no ganan
más paga que el sustento, pues aparte de é1 no
reciben salario alguno, a diferencia de los otros ciudadanos, de
modo que no pueden salir de la ciudad por su propio placer, ni
gastar el dinero con cortesanas, ni emplearlo, aunque lo
quisieran, en tantas cosas en que lo usan aquellos que son
tenidos por dichosos."

Expresa que quizá puede ser feliz,
pero que de todos modos esto nada importa. Al constituirlos en
guardianes de la ciudad, no es su felicidad la que se tiene en
cuenta, sino el bien de la ciudad. El interés de algunos
no merece ninguna consideración cuando se trata del
interés general. Tan pronto como éste se halle
asegurado, cada uno gozará, según su
ocupación, de la felicidad que esté naturalmente
unida a ella. Lo importante es que cada ciudadano y cada clase se
mantenga en su puesto.

A este fin se fijaran las leyes contra la
opulencia y la pobreza ,contra la extensión de los
límites del Estado, contra las innovaciones en la
educación y sobre los hábitos y costumbres de los
jóvenes. Aclara que una generación bien formada y
educada proporcionará mejores padres para la
próxima. Por lo tanto no creen necesario dictar leyes
sobre los convenios de compra y venta, sobre las injurias, las
demandas de justicia y los nombramientos de jueces, sobre la
fijación de impuestos y lo relativo al mercado urbano o
marítimo y otras cosas semejantes.

A partir de aquí, Sócrates,
expresa que ha quedado fundada la ciudad y si está bien
constituida debe tener todas las virtudes: la prudencia, el
valor, la templanza y la justicia.

Según Sócrates:

" La ciudad que hemos descrito me parece en
verdad prudente, por ser acertada en sus
deliberaciones."

La prudencia se encuentra en la ciudad, en
los gobernantes y que entre todas las ciencias es la única
que merece llamarse prudencia.

" En cuanto a la cualidad que se llama
valor, y a la parte de la ciudad en que reside, no me parece
difícil descubrirlo."

El valor se encuentra en la misma clase de
ciudadanos, los guardianes, por la educación que han
recibido y es una cualidad propia de la ciudad.

"Dos cualidades quedan aun por descubrir en
la ciudad, la templanza y, por último, la justicia, que es
el objetivo de nuestras investigaciones.

Aquí, Sócrates, explica que
la templaza consiste en la armonía entre la prudencia y el
valor, está entre lo menos bueno y lo mejor por naturaleza
que hay en la ciudad o en una persona. Luego de un largo
diálogo llegan a la conclusión que la justicia,
consiste en ocuparse únicamente de los propios asuntos. Es
el origen de las tres virtudes: prudencia, valor y templanza, es
decir la virtud que concurre con las otras a la perfección
de la ciudad. Si sucediera lo contrario, la usurpación de
los derechos del otro, eso es injusticia.

Sócrates dice:

"Si la idea de justicia, tal como acabamos
de exponerla, se aplica a cada hombre en particular, y la
seguimos reconociendo como justicia, tendremos necesariamente que
aceptarla, pues, ¿qué más podríamos
decir? EI caso contrario, seguiremos investigando por otro lado.
Pero, de momento, terminemos la investigación en que
venimos ocupándonos persuadidos de que nos sería
más fácil reconocer la justicia en el hombre si
antes procuramos observarla en un modelo más grande que la
contenga. Ahora bien, nos pareció que ese modelo
más grande era la ciudad, y la fundamos lo más
perfecta posible porque sabíamos que la justicia se
encontraría en una ciudad bien organizada. Traslademos,
pues, al individuo lo que descubrimos allí; si existe
paridad entre una y otro, todo andará bien; pero si
encontramos alguna diferencia en el individuo volveremos de nuevo
a la ciudad para profundizar nuestra investigación, puede
que al compararlos y al frotarlos, por así decirlo, una
con el otro, logremos que brille la justicia como surge el fuego
de dos leños secos, y una vez que se manifieste podamos
confirmarla en nosotros mismos."

Estas virtudes, son necesarias
también para la perfección del individuo. Se
comprueba por la existencia en el alma de tres facultades que
corresponden a las tres clases que forman el Estado. Resulta
obvio que el carácter que atribuimos a una comunidad es el
resultado de lo que son sus integrantes. Lo difícil es
determinar si obramos movidos por tres principios diferentes o
por uno solo, esto es, si el alma, toda entera, interviene en
cada uno de nuestros actos.

Si hubiera conflicto entre la razón
y el apetito, el coraje, a no ser que el alma esté
pervertida, se inclinará por la razón. La unidad
del alma se demuestra mediante varios ejemplos, de modo que las
virtudes quedan definidas en sus relaciones con el individuo, a
la manera de cómo se aplicaron en el Estado. La justicia
consiste en que cada una de las facultades cumpla en el alma y en
el individuo con la función que le ha sido asignada. La
injusticia se deriva del no cumplimiento de las funciones
adecuadas y propias.

Por lo tanto, justicia es armonía y
salud del alma, mientras que injusticia es enfermedad y
discordia. Esta es la respuesta al problema con que se
había iniciado el diálogo. Si la vida no vale la
pena de vivirse cuando el cuerpo está enfermo, mucho menos
cuando está enferma el alma. Una vez llegado a este punto,
Sócrates propone que se revisen los modelos de
degeneración tanto en el Estado como en el hombre, a fin
de comparar su infelicidad con la felicidad del hombre justo y
del Estado ideal.

Libro V

Luego de un diálogo que mantienen
entre Adimanto, Polemarco y Glaucón, puestos de acuerdo,
le dicen a Sócrates que no han tratado el tema de las
mujeres y los hijos.

Sócrates, expresa, que
deberán volver a tratar un asunto que tendrían que
haberse ocupado antes:

"Para hombres nacidos y educados como los
que hemos descrito no hay, en mi opinión, otra recta norma
de posesión y trato de las mujeres y de los hijos que la
que se deduce de hacerlos seguir el camino que trazamos al
principio. Comparamos a esos hombres, creo, con los guardianes de
un rebaño."

Sócrates, opina, que las mujeres y
los niñosde los guardianes se convierten en bienes
comunes. En primer lugar enseña que las mujeres poseen las
mismas capacidades que los hombres, aunque generalmente en grado
menor; por lo tanto, nada se opone a que participen de la misma
educación y ocupaciones que los guardianes. Hombres y
mujeres pueden colaborar y trabajar para el mismo fin.

Con miras a un más seguro
éxito de las tareas y objetivos propios de los guardianes,
propicia una especie de matrimonio común, que
mejoraría la raza, libraría a las mujeres de
obligaciones insignificantes y contribuiría a una
más completa unidad y armonía de sentimientos en el
Estado.

Sócrates pronuncia en general los
ideales, tanto en arte como en política, que sean o no
completamente realizables .

Se trata de una ciudad ideal o modelo, en
la cual se supone que todo es perfecto porque sus diversas partes
contribuyen al debido equilibrio, contra aquellos que la critican
desde una realización concreta en un mundo de seres
imperfectos que no se ajustan ni pueden ajustarse a su
cumplimiento integral.

A continuación, Sócrates, se
propone averiguar que defectos impiden las otras ciudades el ser
gobernadas como la que plantea y cual es el cambio que debe
introducir para que se asemejen a lo que han
organizado.

" En tanto que los filósofos no
reinen en las ciudades, o en tanto que los que ahora se llaman
reyes y soberanos no sean verdadera y seriamente
filósofos, en tanto que la autoridad política y la
filosofía no coincidan en el mismo sujeto, de modo que se
aparte por la fuerza del gobierno a la multitud de individuos que
hoy se dedican en forma exclusiva a la una o a la otra, no
habrán de cesar, Glaucón, los males de las
ciudades, ni tampoco, a mi juicio, los del génerohumano, y
esa organización política cuyo plan hemos expuesto
no habrá de realizarse, en la medida de lo posible, ni
verá jamás la luz del sol. He aquí lo que
desde hace tanto tiempo vacilaba en decir por darme cuenta de que
repugna a la opinión general. Para la mayoría de
las personas, en efecto, es difícil concebir que la
felicidad pública y privada no pueda alcanzarse en una
ciudad diferente de la nuestra."

Glaucón alaba a su maestro y
continúan con el diálogo en el cual distingue tres
clases de hombres : los ignorantes, que no saben nada; los que
creen saber, que en lugar de ciencia tienen opiniones, porque se
dejan llevar por apariencias; los filósofos, aquellos que
se aplican a la contemplación de la esencia de las cosas.
Los filósofos se interesan por el ser, son los
únicos que poseen la ciencia de lo bello, del bien, de lo
justo y de lo injusto.

Sobre este supuesto se basa la
afirmación de que los filósofos tienen que ser
gobernantes o los gobernantes filósofos, si se quiere que
tal clase de Estado exista en el mundo.

Libro VI

"En fin Glaucón, después de
muchas dificultades y de una discusión bastante laboriosa,
hemos establecido la diferencia entre los filósofos y los
que no lo son".

Según expresa Sócrates, el
gobierno, no se confiará a ciegos conductores de ciegos,
sino solamente a los que posean ideales claros; aunque se ha de
procurar también que no les falte experiencia.

Los amantes de la verdadera
filosofía están destinados al gobierno del Estado
ideal, porque se consagran a las ideas abstractas y a una
concepción sistemática y coherente de la
vida.

El diálogo se desarrolla luego con
la objeción de que la mayoría de los que se llaman
filósofos no son capaces de gobernar ni aptos para ello.
La culpa no está en la filosofía. Muchas son sus
virtudes, pero también se halla expuesta a
múltiples tentaciones: la riqueza, la belleza, etc., o el
halago de la multitud.

No considera verdaderos filósofos a
aquellos cuya ciencia consiste en conocer y complacer los
instintos, los gustos de la multitud heterogénea que se
reúne para satisfacer sus instintos, opinando sobre
ciencia, pintura, música o política.

Es así como la filosofía,
abandonada por los verdaderos sabios, cae en poder de personas
indignas, deslumbradas por los hermosos nombres que se le aplican
y sus brillantes apariencias. Por descalificada que esté,
comparada con otras profesiones, proporcionará
todavía gran prestigio entre los hombres

La consagración exclusiva a la
filosofía será la recompensa y el coronamiento de
una vida empleada en servicios militares y políticos en el
Estado. Ésta es la clase de hombres que debe ejercer el
gobierno para que se organice una ciudad perfecta, tanto entre
los griegos como entre los bárbaros. El filósofo
está por encima de los celos y la envidia: por tener sus
ojos fijos en los modelos celestes, se esforzará como
gobernante en reproducir, con los materiales de la vida, aquella
imagendel hombre que Homero presenta como semejante a un dios. Su
reino en la tierra puede parecer un sueno, pero no es totalmente
imposible.

Puesto que el filósofo es la piedra
angular del nuevo listado, su formación será objeto
de especiales cuidados.

No basta el método, que se aplica
generalmente, de definir las tres virtudes en relación con
las tres facultades del alma. Hay un camino más largo que
están obligados a seguir, aquellos que quieren lograr el
más elevado de todos los conocimientos, esto es, la idea
del Bien. El bien es la base de la ciencia, la ética y la
política. El hombre común se maneja con
conocimientos prácticos pero el filósofo tiene que
estar en condiciones de explicar razonadamente por qué es
"bueno" o deseable ser valiente, casto, etc.

Tal razón se basa a la postre en una
concepción del sumo bien. La actitud del filósofo
en relación al sumo bien, según Platón, se
resume en poseer un concepto adecuado, estar en condiciones de
definirlo, demostrar su superioridad con argumentos y defenderlo
contra los opositores y, por último, en poder deducir
sistemática Y evidentemente sus consecuencias
éticas y prácticas

Libro VII

Sócrates, utiliza una
comparación explicar que los que viven en este mundo se
parecen a seres encerrados en una caverna, donde se hallan
encadenados contra un fuego que arde a sus espaldas, de modo que
sólo contemplan las sombras que pasan por delante,
proyectadas por objetos que se mueven entre ellos y el fuego. Al
sostener los hombres comunes que las sombras son la realidad, se
oponen a los filósofos empeñados en contemplar el
reino del día y de la brillante luz, causa última
de todo. Quien haya logrado esta superación, no
apreciará en lo más mínimo la
sabiduría que afirman poseer los moradores de la
caverna.

Es preciso que la inteligencia,
contrariamente a lo que enseñan los sofistas, pase de las
sombras a la realidad. Desde la juventud debe aspirarse a este
fin mediante la represión de la naturaleza sensible y la
elevación de la mente a realidades más elevadas.
Por eso, la ciudad ideal no tiene que ser gobernada por los que
se demoran en lo sensible, sino por los filósofos que han
visto la verdad, el verdadero Sol.

Tal es la condición del Estado
perfecto: los gobernantes no han de buscar el gobierno con miras
al provecho propio; en cambio, condescienden a hacerse cargo del
mismo, renunciando a su pesar a una vida más
elevada.

Sócrates plantea la educación
que deben recibir:

"Será pues necesario dedicarlos
desde la infancia al estudio de los números, de la
geometría y de toda la educación
propedéutica que debe impartirse antes que la
dialéctica, pero sin obligarlos a aprender por la
fuerza."

Describe luego las ciencias a que debe
consagrarse el que está destinado a gobernar el Estado. Se
trata de elevarlo de la zona de las tinieblas a la realidad. La
aritmética es la ciencia más adecuada para ello, y
también aquellas otras relacionadas con la
aritmética, como la geometría, plana y
sólida, y la astronomía.

Presentan contradicciones aparentes que
invitan a la reflexión; presuponen y desarrollan la
facultad de concebir abstracciones y razones en forma
consecuente, lo cual es indispensable para la aprehensión
del "bien".

Pero estos estudios no son sino
preparatorios para la dialéctica, que corona la
educación propia del filósofo. Es la única
que nos proporciona una visión sinóptica de todo
saber.

El filósofo debe ser capaz, al
renunciar a las imágenes sensibles y a las
hipótesis, de elevarse, por medio de las ideas puras de la
razón, a la idea del bien (pues éste es el
más elevado principio)y de allí descender a lo
particular de los sentidos. La dialéctica es la
única ciencia que busca la verdad por sí misma, sin
motivos ulteriores.

La más elevada educación debe
reservarse a los que se mostraron más capaces y dignos de
aquella durante la juventud; de lo contrario, la filosofía
quedará expuesta al ridículo y a la vergüenza.
En la infancia, la instrucción será grata, algo
así como un juego para discernir la capacidad natural de
los niños. Durante los años consagrados a los
ejercicios gimnásticos, se deben intercalar estudios
más severos. Sólo a los veinte años se
llevará a cabo una selección de los mejores
discípulos, con la supervisiónde la relación
y conexión de los estudios ya realizados. Finalmente, a
los treinta años tiene que hacerse una selección
definitiva, de la cual surjan los que se consagrarán a la
dialéctica. Siguiendo este proceso selectivo, no se corre
el peligro de perturbar la moral y la religión al
discutirse sus problemas por mentes inmaturas. Una inteligencia
sobria y desarrollada no se intoxicará con discusiones,
sino que distinguirá entre la investigación de la
verdad y una heurística capciosa. Cinco años se
consagrarán al estudio de la dialéctica. A Los
treinta y cinco años, quienes hayan completado estos
estudios, de nuevo descenderán a la "caverna" y
participarán durante quince años en las tareas de
la paz y de la guerra. Aquellos que surjan triunfantes, a la edad
de cincuenta años, se convertirán en los verdaderos
gobernantes y guardianes del Estado. Fijos sus ojos en la idea y
modelo del bien, procurarán realizarlo en su propia vida y
en el gobierno de la ciudad, dedicándose principalmente a
la filosofía, pero participando también en el
servicio del Estado. Así, una vez muertos, partirán
a la isla de bendición y recibirán los honores
debidos a los dioses.

Glaucón, exclamó:

"¡Sócrates, los gobernantes
cuya imagen acabas de esculpir son de una belleza
perfecta!"

Sócrates a partir de esto le aclara
que no solo se refiere a gobernantes sino también a
gobernantas, las cuales hayan sido dotadas de aptitudes
apropiadas.

Libro VIII

Sócrates, le aclara a,
Glaucón, las cosas que han admitido para que la ciudad
esté bien organizada, en las deben ser comunes las
mujeres, los hijos, la educación, las ocupaciones de los
gobernantes.

Para llegar a su perfección es
más evidente si la compara con especies de gobierno
degenerativas o inferiores. Genéricamente se reducen a
cuatro: la timocracia, la oligarquía, la democracia y la
tiranía.

Sócrates, desde el Estado ideal o
aristocracia, muestra cómo, por sucesivas corrupciones, se
desciende a la tiranía. Todo esto con miras a resolver la
cuestión que se ha planteado previamente: la relativa
felicidad del hombre justo o del injusto. El entendimiento,
explica, no alcanza a comprender las causas de la
degeneración, si desconoce aquella enseñanza de las
musas de que todo lo que tiene un principio está sometido
también a un fin. En el Estado perfecto, por descuido o
por imposibilidad de control de los guardianes, pueden surgir
personas ineptas para el gobierno. Si llegan a gobernar,
vigilarán menos la pureza del Estado.

En su fuero íntimo anidará un
anhelo de riquezas y de lujo que hasta entonces sólo se
reprimió por miedo a la ley y no por una verdadera
vocación filosófica.

La timocracia, entonces, engendra la
oligarquía. Es una forma de gobierno en la cual los ricos
mandan, desplazando a los pobres. Hay una oposición fatal
entre la virtud y las riquezas; cuanto más se estiman las
riquezas, menos se aprecia la virtud. El afán de riqueza
suscita la violencia, y unos pocos, en perjuicio de la
mayoría, se convierten en dueños del Estado. Para
asegurar sus privilegios se valen de las armas, y los ciudadanos
desposeídos viven expuestos a su capricho. Si la
oligarquía conserva cierta respetabilidad aparente y no
abusa en exceso de su situación, es por miedo a peores
consecuencias.

El abuso de las riquezas provoca la
democracia. Ansiosos de aumentar sus ganancias, los oligarcas
ignoran la existencia de hombres valientes que se hallan sumidos
en una desesperada pobreza. No existe ley alguna que
prohíba la indebida adquisición de riquezas. Los
que están al frente del Estado se entregan a los placeres
hasta que los pobres, que llegan a observarlos de cerca,
comprenden que si no se apoderan del gobierno es porque no
quieren.

Esto basta para que estalle la
revolución. Triunfante el pueblo, se establece la
democracia, luego de eliminar algunos ricos y obligar a los
restantes a vivir en pie de igualdad.

Sócrates, expresa:

"Ahora bien, ¿cómo se
administran estas gentes?¿Qué sistema de gobierno
constituyen? Porque es evidente que al hombre que se parece a
él podremos llamarlo democrático."

Plantea que como el hombre es libre, en la
democracia, cada uno hace lo que le place y por eso, exhibe una
infinita variedad de tipos de hombres y mujeres. No se exige
cultura ninguna ni especial preparación para llegar a ser
gobernante; además expresa que, basta con que se afirme
ser amigo del pueblo.

El demócrata típico, con
todo, es aquel que, una vez vencidos los fuertes impulsos de su
juventud, busca establecer una total igualdad entre las diversas
inclinaciones –buenas y malas- de su alma.

Acuerdan, Sócrates y
Glaucón:

"Ahora nos queda por tratar la más
hermosa forma de gobierno y el hombre más hermoso, o sea
la tiranía y el tirano."

El exceso de libertad engendra la
tiranía. Intoxicada por el abuso, la democracia denigra a
los que quieren que se observen la ley y el orden. Desaparece
toda disciplina y subordinación, hasta el extremo de que
no hay respeto por ninguna ley, ya sea escrita o impuesta por la
tradición. En medio de esa anarquía los
más

enérgicos y laboriosos se presentan
ante el pueblo, como los defensores de sus derechos. De ese medio
surge el conductor o jefe. Amenazado por los que disfrutan del
gobierno, corre el peligro de ser asesinado, en caso de no
convertirse en un lobo dispuesto a defenderse en cualquier forma.
El pueblo, halagado por sus promesas, le presta su
adhesión y lo protege Se impone, entonces, sobre sus
enemigos, que se ven obligados a descerrarse, si no quieren
sufrir la muerte. AI principio de su gobierno, el tirano es
cauto, pródigo en sonrisas y promesas. Pero, una vez
afirmado en el poder, provoca guerras para que el pueblo
comprenda que necesita un dirigente, si no quiere exponerse al
peligro de perder la libertad. Si alguien se opone a sus
pretensiones, es eliminado. Es así como el Estado se priva
de los mejores ciudadanos y el tirano utiliza los servicios de
personas ruines. Día tras día necesitará
más guardias y mercenarios, gente que lo rodee y proteja,
obedeciendo incondicionalmente a sus caprichos. Durante un
tiempo, se comportará con cierta aparente honestidad,
hasta el día en que exprima a1 pueblo para que soporte y
pague sus propios caprichos y los de la banda que lo
rodea.

El tirano se transforma en un
déspota licencioso.

Libro IX

El diálogo se inicia con la
descripción del tirano. Este se vale del artificio, el
fraude, la violencia, todos los medios le parecen acertados para
llegar al fin que se propone.

La ciudad tiranizada es la peor; lo mismo
pasa con el tirano.

Sócrates, les pregunta, si el tirano
no es el más desgraciado porque su alma esta sometida a
las peores pasiones. Un alma en estas condiciones ignora lo que
quiere realmente. A pesar de que es incapaz de gobernarse a
sí mismo, se ve obligado a gobernar a los demás. Es
un esclavo y un cobarde, desconfiado, sin amigos, sin
alegría, una maldición para sí y para el
mundo.

Continúa expresando, que cuando los
deseos pertenecen a las partes del alma codiciosa y ambiciosa se
dejan guiar por la razón y por el conocimiento, en tanto,
cuando el alma toda obedece a la parte filosófica y no se
produce rebelión esta puede gozar de los
placeres.

A partir de esto puede proclamar quien es
el gobernante más feliz. El verdadero aristócrata o
filósofo, que empieza por reinar sobre sí mismo. Y
el más miserable es el tirano, reverso del
filósofo, esclavo de sus pasiones, que intenta esclavizar
a los demás.

Una segunda razón abona la mayor
felicidad del que primeramente ha aprendido a gobernarse a
sí mismo; y es que el amante de la sabiduría, en
cuanto hombre, ha experimentado y sabe en qué consisten
los deleites de los sentidos y la ambición..
Además, el filósofo enriquece su experiencia con
otros dos criterios de su sano juicio: la inteligencia y el
discurso de la razón o el logos.

Finalmente, como tercer argumento, expone
la falta de solidez y la relatividad de los goces inferiores. El
hambre y la sed son indicios de la debilidad del cuerpo,
así como la estupidez y la ignorancia son indicios de una
especie de vacío del alma. Pero el cuidado del alma
participa más de la verdad y proporciona un deleite mucho
más auténtico que los placeres insatisfactorios de
los sentidos.

El alma del filósofo, en la cual las
facultades disfrutan del placer propio de cada una de ellas,
obtiene el verdadero placer al realizar las funciones que le son
propias.

El sabio conserva la armonía en su
alma, mediante el buen orden de las facultades. Gozará del
don de la verdadera ponderación

Libro X

Sócrates expresa:

"-Y en verdad, aunque me atengo a muchas
razones para creer que estamos fundando la ciudad más
perfecta posible, lo afirmo, sobre todo, al considerar nuestro
reglamento sobre la poesía.

-¿Qué reglamento?
-preguntó.

-El que no admite en forma alguna que sea
imitativa. Ahora, después de haber precisado con claridad
las diferentes partes del alma, esta prohibición me parece
de una necesidad mas absoluta y evidente."

Aquí vuelve a remitirse lo que
trató en los libros II y III. Por eso, al referirse a la
poesía, expresa que los únicos poemas que deben
admitirse son los himnos en honor a los dioses y los elogios de
los grandes hombres.

Al final del diálogo señala
cuál será el destino de los justos y de los
injustos. La mayor recompensa para la virtud consiste en la
inmortalidad.

La justicia, como ha demostrado antes,
recibe ya su recompensa por sí misma en este mundo; pero
todavía le aguarda una zona de fe y confianza, el premio
definitivo. Para que lo ultimo resulte comprensible, expone el
mito de Er. Los tiranos y responsables de injusticias reciben el
castigo merecido por sus actos.

Según se deduce de la fábula,
todas las almas son iguales; serán durante su existencia
terrena lo que ellas elijan. Por orden, cada una de ellas expresa
su preferencia; pero, incluso para la última en elegir, si
lo sabe hacer con discreción, se le presenta una vida
amable. De esta preferencia previa depende la suma de bienes y de
males que le esperan.

Sócrates, le pide a Glaucón
que le preste atención, reconociendo:

El alma, es lo bastante fuerte para tolerar
todos los bienes y todos los males; sin embargo, guiada por la
inteligencia, debe seguir el camino del bien y practicar la
justicia, para que cada uno sea el mejor amigo de sí mismo
y de los dioses, haciéndose acreedor a una verdadera
inmortalidad.

 

 

Autor:

Giampierre Anthony Sanchez
Candela

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter