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Alianzas Impias




Enviado por Julio Basualdo



Partes: 1, 2

  1. El testimonio de la historia
  2. El concordato de 1929
  3. Quid pro quo
  4. El concordato de 1933 con Hitler
  5. Atraído al remolino
  6. Las alianzas que continúan?

A una ciudad edificada sobre siete montes se la acusa de cometer fornicación con los reyes de la tierra. El termino "fornicación" se usa a menudo en la Biblia en un sentido espiritual que significa infidelidad a Dios. Ezequiel 16 se dedica totalmente a denunciar a Jerusalén por su infidelidad a Dios, comparándola a una "mujer adultera, que en lugar de su marido recibe a ajenos" (v. 32). Jerusalén había violado su relación espiritual con Dios mediante la idolatría y las alianzas con naciones paganas. Dicho significado es claro de muchos pasajes en la Escritura.

Sin embargo, Jerusalén no puede ser esta mujer porque, no está edificada sobre siete montes y no satisface ninguno de los otros criterios. Lógicamente, entonces, la ciudad que esta mujer representa debe reclamar una fiel relación con Dios similar a la de Jerusalén. En realidad, Roma pretende haber reemplazado a Jerusalén en el afecto de Dios. Y ha violado esa relación por haber concertado alianzas con reyes impíos de la tierra. Solo Roma satisface éste y los muchos otros criterios que el apóstol Juan establece al respecto.

La historia esta repleta de antecedentes de alianzas impías entre el Vaticano y gobiernos seculares. Gran parte de la evidencia todavía está en las iglesias y monumentos de Roma. Por ejemplo, el museo del Vaticano está lleno de pinturas, esculturas, tapices, oro, y joyas inapreciables que una vez fueron usadas y atesoradas por gobernantes despóticos. La mayoría fueron regalados a los papas por reyes, reinas, emperadores o gobiernos, como símbolo de asociaciones papales con esas figuras mundiales, relaciones que la Biblia condena y que serian inconcebibles para la verdadera esposa de Cristo.

El testimonio de la historia

Cuando un levantamiento popular contra su reino opresor lo echó de Roma, el papa León III huyó a la corte de los francos de Carlomagno para reclutar su ayuda a fin de recuperar los territorios sobre los que reinaron los papas. Esos ejércitos de guerreros sedientos de sangre recapturaron Roma y, en el nombre Cristo, restauraron a León al trono papal. Mientras Carlomagno se arrodillaba, durante la misa en la iglesia de San Pedro, el día de navidad del año 800, el papa le colocó uno corona en la cabeza y lo proclamó emperador del Occidente. Dicho titulo fue finalmente reconocido tanto por el emperador del oriente en Constantinopla como por el Califa de Bagdad. Como Maurice Keen nos recuerda: "La restauración del dominio en escala mundial de Roma era el sueño, no sólo de los papas y emperadores medievales sino también de muchos de sus súbditos y siervos". Este sueño por fin se logrará plenamente bajo el anticristo.

La maniobra del papa fue astuta. El poder de Carlomagno había amenazado eclipsar la autoridad del papado. Sin embargo, después de su coronación por el papa en San Pedro, Carlomagno, en sólida sociedad con el papado, "trabajó durante cuarenta años para crear un estado cristiano como el que San Agustín, había delineado anteriormente". Las campañas militares brutales del emperador en el norte de Europa iban acompañados por las conversiones forzadas de los paganos. Carlomagno era el brazo secular de los papas que cristianizaba a los paganos con la espada y así agrandaba el dominio católico romano como los conquistadores españoles lo harían después en el territorio americano.

Pepin, el padre de Carlomagno, basado en un documento fraudulento, La donación de Constantino, había subyugado y transferido a los papas los enormes territorios que después se conocieron como los estados papales y fueron gobernados por el papado. Carlomagno también fue engañado por este fraude. Basado en la Donación, redactó una carta en la que reconocía al papado, tanto el gobernante espiritual como temporal sobre "todas las regiones de Italia y el Occidente". De allí en adelante, Carlomagno actuó como el protector y asociado de los papas, muy parecido a lo que hizo Constantino al principio de la coalición original entre el Iglesia y el estado. Dicho arreglo, totalmente contrario a las enseñanzas de Cristo, es sólo un ejemplo de la fornicación espiritual en la que estará involucrada esta mujer, exactamente como Juan lo previó en su visión.

Finalmente la Iglesia y el estado se aliaron tan estrechamente entre sí que era difícil notar alguna distinción entre ellos. Los emperadores convocaban y presidían sobre los grandes concilios de la Iglesia y consideraban que los papas y el resto de la jerarquía de la Iglesia eran sus asociados en gobernar las masas. Semejantes alianzas impías, que pronto se generalizarían, habrían sido anatemas a la Iglesia primitiva; se burlaban de que el mundo rechazara a Cristo y la crucifixión. Considérese un extracto del discurso vergonzosamente halagador hecho por Eusebio cuando glorificaba a Constantino. Le atribuye al emperador pagano precisamente las mismas cualidades espirituales y la autoridad y funciones eclesiásticas que los papas se atribuyen en la actualidad:

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