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Buenos Aires, una ciudad que enamora



Partes: 1, 2

  1. Proyecto y debate
  2. Lo que
    hay que resolver
  3. Agenda
    de la Ciudad
  4. Buenos
    Aires, Ciudad Cultural y Turística
  5. Los
    estímulos del turismo
  6. En
    busca de un horizonte
  7. Profundizar la
    integración

Porque son un producto histórico,
las ciudades nacen, permanecen o mueren, según designios
que dependen de los pueblos. A veces también parecen
querer andar solas. Todas ellas evolucionan y crecen. Se rigen
por regulaciones y normas que, como los hábitos o los
valores, se cumplen o incumplen. Están atravesadas por
conflictos, dolores y alegrías; se embellecen, lucen y
seducen. Salvando no todas las distancias, las ciudades son como
las personas: tienen vida propia.

En su origen la mayoría de ellas
surgieron del embrionario intercambio comercial y espiritual de
los hombres y la necesidad de custodiarlo. Por ello crecieron en
torno al mercado de su plaza central, el templo y la fortaleza.
La sociedad crea a la ciudad y, al mismo tiempo, es condicionada
por ella. Con los años esta relación nuclear
básica irá cambiando y ganando una complejidad
creciente.

Las ciudades nunca fueron un inerte
"telón de fondo" o un simple escenario dentro del cual lo
habitantes despliegan su vida. Ellas, por el contrario, se
mueven, transpiran, son ruidosas y se calman en el
crepúsculo. Hacen silencio por las noches: guardan
secretos. ¿Si las ciudades no respiran ni traspiran,
cómo es qué generan polución? No son para
nada indiferentes, nos plantean encrucijadas ambientales y nos
asedian con problemas de los más variados. Despiertan la
curiosidad, nuestra pasión y también nuestra
ira.

¿La ciudad no tiene conflictos
propios? Los tiene. ¿Que otra cosa podría ser su
tránsito endemoniado? Sin duda este no depende
exclusivamente del hábito ciudadano; la infraestructura
urbana; o las disposiciones del área. Por eso esto no
puede abordarse solo desde la sociología, la
ingeniería vial o la política
institucional.

El tránsito es algo más que
sus partes, es una manifestación propia de la ciudad; un
fenómeno de circulación generado en sus
particulares y urbanas vísceras. Este tema, como muchos
otros, requiere un abordaje especial y multidisciplinario. La
ciudad se transforma así en un nuevo y diferenciado objeto
de análisis, que tiene emergentes específicos como
también lo son la higiene urbana, el espacio
público y muchos otros.

Como no es una marquesina de
utilería inerte, sorda ciega y muda, la vida "de" la
ciudad con sus múltiples funciones se expresa con diversos
matices. Son los que, entre otras cosas, marcan los distintos
estilos y usos urbanos. Tanto los referidos al valor patrimonial
de su policromía arquitectónica, como a la
distribución de sus sitios o lugares. Los hay orientados
al paseo; al entretenimiento; las compras; la gastronomía;
el trabajo o la vivienda. Cada zona con su particular
idiosincrasia. Es esta última la que configura el perfil
de cada barrio o lo desdibuja.

La vitalidad de la ciudad, por otra parte,
delimita nuestra mejor o peor calidad de vida. Se percibe por el
estado de sus escuelas, hospitales, espacios verdes, calles,
luminarias, higiene o seguridad. Pero no solo por ello. La mayor
o menor "salud" urbana también dependerá de como
contribuye a mejorar la integración e inclusión
social de sus habitantes.

Las ciudades, por estas razones,
"zonifican" nuestra forma de vida, según sea el entorno
que nos toque en suerte. Hay claros contrastes entre la
región Norte y la Sur; entre las áreas
públicas preservadas y las que subsisten en el abandono.
Mucha diferencia entre la elegancia residencial y la precariedad
de sus villas de emergencia.

La vida de la ciudad nos interpela como
conjunto social, pide respuestas a la sociedad. ¿Por
qué? Por la sencilla razón que ningún
problema que surge de su seno, nos afecta solo a nosotros, ni
puede resolverse en forma individual. El que teme una
regresión, no tiene espacio para aislarse con éxito
detrás de una vivienda amurallada o una escafandra. De
igual manera quienes creen en un futuro mejor, no pueden ni
quieren renunciar a la gratificante tarea de participar de la
vida pública, por una ciudad más justa y
funcional.

Proyecto y
debate

Claro que con querer no alcanza. La ciudad,
como dijimos, no solo presume sino que a menudo se transforma en
un sujeto con dinámica propia. A veces se hace
incontrolable por sus movimientos aleatorios, torpes y
vertiginosos. Otras porque sus acción se torna pesada,
mediocre y rutinaria. No funciona. Tampoco es para alarmarse.
¿O es que a nosotros nunca nos ha pasado? El caso es que
ella, como todos, para encaminarse necesita diagnósticos,
ideas y horizonte. La ciudad para vivir, en definitiva, tiene que
tener objetivos y proyectos. Hay que ayudarla para que así
sea.

Partes: 1, 2

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