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El camino de los muertos (página 3)




Enviado por rodemil espinoza



Partes: 1, 2, 3

  • Idioma ha existido siempre uno solo y por causa de vuestro mal entendimiento de la Verdad ha existido diferente forma de expresarla. Llegará el momento en que todos hablaremos uno sólo de nuevo cuando lleguemos al mundo verdadero, que es el mundo original.

  • ¿Y usted trabaja?

  • Mi trabajo es hacer el bien y ayudar al necesitado.

  • ¿Y así? Le dije mirándole de pies a cabeza su vestimenta.

  • Sólo de esta manera pude conversar contigo

  • ¿Y de donde saca plata para comer y para viajar?

  • Tu viste como pagué mis provisiones con pepitas de oro. Para ti necesitaba solo esas pepitas y cuando necesito ir a otro lugar tomo más.

  • ¿Y de donde saca tanto oro?

  • El mundo está echo de puro oro y el hombre no sabe como encontrarlo.

  • ¿Y como viaja?

  • En tren, en barco, en avión si es necesario

  • ¿Y paga su pasaje?

  • ¿No has escuchado lo que se dijo?: Al César lo que es del César. Soy igual que todos, sólo que tengo otro trabajo.

  • ¿Y no estaba muerto?

  • Estando en el hospital, el sistema humano que explota los sentimientos del pueblo, empezó a hacer cadenas de oración por mí. Unos se encomendaron a la Virgen del Cerro, otros fueron a la gruta de la parroquia, otros tantos se fueron a San Sebastián de Yumbel, a la Piedra Santa de Lumaco y toda ánima que encontraron por los lugares, sacrificando su bolsillo y sus rodillas, todos para pedirle a un palo sin sentimientos ni poder alguno para alcanzar el Cielo que perdieron sus antepasados por no creer en el orden del mundo real.

    No faltaban los que decían que para que se hacía esto si yo era un comunista que no le trabajaba a nadie, que no creía en Dios y que mi padre era un asesino.

    Los médicos hacían juntas de doctores para tratar mi caso y no me enterraban porque notaban que tenía respiración y porque al sacarme sangre, ésta estaba normal.

    La autoridad del hospital permitió el ingreso de personas para realizar sahumerios, para levantar un altar a la cabecera de la cama y rechazó la participación directa del Pastor de una humilde capillita evangélica de una de las poblaciones mas pobres que durante años y a diario se paraban en la esquina del hospital a recitar sus salmos, cánticos y prédicas sencillas acompañados de niños y mujeres insignificantes para ellos.

    El doctor jefe estaba molesto porque en más de una oportunidad le escuchó decir que los fornicarios no entraban al Reino de los Cielos cuando pasaba frente a él con su secretaria adentro del auto con la que engañaba a su esposa.

    Tanto le molestaban estas palabras que varias veces trató de alejarlos de las cercanías del hospital denunciándolos a la policía por ruidos molestos a los pacientes, por lo que en varias ocasiones el Pastor debió alejarse, pero al poco tiempo insistían en volver ya que el tránsito de gente era uno de los mas continuos de la ciudad y porque la calle era la vía mas expedita para acceder al Cementerio, adonde los enamorados se escabullían en las tardes hacia las románticas alamedas del llamado Campo Santo.

    Los cuentos que sobre el cuerpo del Cali se inventaban estaban dañando el prestigio del hospital que no tenía como deshacerse de él por cuanto no moría definitivamente, ni sus familiares tenían recursos para financiar un tratamiento en otros centros mas adelantados.

    Por más de treinta días el estado estable del paciente sin mayores síntomas de mejoría ni agravamiento era insoportable y dañaba la imagen del centro hospitalario, de la medicina y de los médicos.

    La familia del Cali se encontraba cada día mas desesperada y la directiva nacional del Partido Comunista estaba presionando desde Santiago a las autoridades médicas por discriminación social y política en un tratamiento eficaz para su representante, por lo que estaba gestionando su traslado a la Capital, situación peligrosa pensando en la demora y las condiciones de los medios de movilización y del instrumental clínico que eran necesarios para un traslado en forma.

    La dirección del hospital estaba feliz por deshacerse del cuerpo y para muchos era la oportunidad que muriera definitivamente con las incomodidades del traslado, desenlace que legalmente era imposible de provocar estando hospitalizado sin ser acusado de negligencia médica e inclusive de asesinato.

    El milagro

    Un Domingo, día de visita al hospital y víspera de un inminente traslado del paciente a la Capital, el Pastor acompañado de un par de ancianos de su capilla y unas cuantas mujeres piadosas, recorrían todas las salas del hospital llevando lo que llamaban la medicina espiritual.

    Ante cada uno de los enfermos postrados que lo permitieran imponían sus manos y oraban, ritual que se repetía cada Domingo y con cada uno de los que quisieran.

    Cuando llegaron a la cama donde se encontraba el cuerpo del Cali, su madre y sus hermanas estaban profundamente desconsoladas y lloraban amargamente por ser, quizás, la última vez que lo verían.

    No pudieron negarse al saludo del Pastor, quién humildemente les solicitó orar por el paciente sobre quién Dios tenía poder para manifestar Su misericordia si era Su voluntad. Nada pierde Ud. con permitirlo, le dijo, y ganaría mucho porque todo sucede para la Gloria de Su Nombre.

    Todos asintieron con su silencio, lo que aprovecha el Pastor para ponerse al lado del paciente. Su humilde presencia de baja estatura, vestido con un traje desgastado por los años, de color oscuro, camisa blanca de popelina y una corbata a rayas desteñida por los años pasa desapercibido de todos normalmente.

    Las señoras de pelo largo atado sobre los hombros que le acompañan, vestían tradicional con zapatones rústicos de color negro, medias de lana y falda recta bajo la rodilla; llevaban una blusa clara sobre la que usaban un chaleco de lana natural de colores.

    La sencillez de las personas y de la ceremonia contrasta con la voz potente con que rompe el silencio el Pastor diciendo: "La misericordia de Dios y su amor se haga manifiesta en este instante para Su gloria entre los presentes y la ciudad donde este caso ha sido conocido".

    ¡AMEN…!; responden sus acompañantes, en lo que pareció ser un único grito que estremeció la sala.

    "Y así como dijo nuestro Señor Jesús, continuó el pastor, esta enfermedad no es para muerte, sino para la Gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".

    Otra vez respondieron con el mismo fervor: ¡AMEN…!

    "Si creéis que la vida y salud de este hombre – seguía el Pastor – está en la Palabra, en las manos, misericordia y amor de nuestro Señor Jesucristo y que Él es el mismo Dios de ayer, de hoy y por siempre; todo lo que pidiéremos en este instante nos será hecho".

    "Les ruego a los presentes quitar todo pensamiento en creencias inventadas por los hombres que están a la cabecera de este paciente porque en sí no son nada y no tienen poder ninguno sobre nosotros".

    Y poniendo una mano sobre la cabeza del enfermo y la mano derecha hacia el Cielo exclamó:

    "Señor Jesús, confiamos en Tu Palabra que dejaste como guía, única riqueza que disponemos tus hijos. Perdona todas nuestras faltas así como el pecado que aflige a este paciente que ungimos en Tu Santo Nombre".

    El Cali observaba la ceremonia desde algún lugar desconocido para él y para todos los seres humanos hasta hoy. Sólo sabe que estaba fuera del cuerpo inerte que yace sobre una cama que no es la suya.

    El ambiente en que se encuentra es como un camino ancho entre sombras, rodeado de oscuridad. Se ven personas en silencio, como volando que no articulan palabra y que por la mirada a los ojos entienden todo. No es necesario que nadie explique nada, todo tiene una respuesta al instante pero sin ningún poder para comunicarse con los seres vivos. No hay problema para ingresar a un recinto cerrado o estar en otro lugar cualquiera; el tiempo no tiene medida.

    Cuando el Pastor coloca la mano sobre la frente del paciente, el Cali observa una luz a lo lejos acercándose a él.

    Parece ver un rostro iluminado que le dice: "se ha determinado que retornes a tu vida para cumplir una misión distinta cuyo fin es ayudar a la justicia que tu anhelas".

    Le sorprende la orden y no desea volver. Algo pesado le impide hacerlo con alegría, pero al ver el sufrimiento de su madre y la fe de las mujeres que rodean su cuerpo lo asume con resignación y humildad.

    En ese instante el pastor exclama con fuerza: "¡Calíboro! En el nombre del Señor Jesús te ordeno que despiertes. Por la sangre derramada en la Cruz declaro derrotado todo mal ¡¡LEVÁNTATE…!!"

    En el mismo instante Calíboro abre sus ojos y se estremece su cuerpo.

    Las exclamaciones a todo pulmón de Aleluyas salido del alma de los presentes, al tiempo que alzaban sus ojos al cielo dando glorias al Salvador Creador del Cielo y de la Tierra.

    Es tal el alboroto que se produce en la sala del hospital entre visitantes y enfermos, que las autoridades lo primero que atinan hacer es expulsar al Pastor y sus creyentes del recinto, los que felices, rebosantes de alegría y llenos del Espíritu Santo, se dirigen cantando y dando gracias al cielo hacia su humilde capilla del barrio.

    Los médicos por su parte aíslan al paciente que pesadamente trata de mover algún músculo y de entender lo que le está sucediendo. Como que está despertando y no puede; un profundo sueño lo inquieta y no puede abrir los ojos definitivamente porque se siente cansado; no quiere volver a la realidad porque su cuerpo no hace lo que desea. Trata de articular alguna palabra para preguntar y no puede mientras alguien lo pincha con una aguja para sacarle sangre, otro le mueve los brazos y los pies tratando que no vuelva a quedarse de nuevo como muerto.

    Después de unos minutos la calma vuelve a la sala y los médicos tratan de inquirir a los otros pacientes lo que había ocurrido con el Cali. Se habla de catalepsia, de un milagro, otro del cumplimiento a una manda porque tenía un santo patas para arriba debajo de la cama, en fin, cada uno lo veía como respuesta a sus sentimientos religiosos, pero en general nadie lo reconocía como una intervención del Creador del Hombre y de Su soberanía.

    Días después al Cali lo dan de alta del hospital, se recupera lentamente en casa de su hermana al lado de su madre luciendo una hirsuta barba de casi dos meses sin afeitarse. Ya repuesto, visita a su padre en la cárcel a quién no le importa estar preso con tal que su hijo haya vuelto a la vida y con la esperanza de vivir algún día todos juntos.

    En su estado nadie lo conoce para los campos por lo que decide volver por el fundo Santa Rosa donde su persona si bien llama la atención como cualquier afuerino, nadie lo reconoce como el Cali.

    Su primera experiencia sobrenatural fue querer ayudar a una viuda de los alrededores a quién unos cuatreros habían robado sus animalitos y quemado su casa en venganza por no entregarse a ellos.

    Supo donde se encontraban escondidos los animales dando cuenta a la policía y al levantar una piedra buscando una lombriz como carnada para pescar encuentra unas pepas de oro suficientes para comprar alimento y aprovisionar a la familia para la temporada invernal después de lo cual decidió emigrar lejos de los ojos de quienes lo vieron.

    Otra experiencia vivida fue el profundo deseo de ayudar a una familia completa contaminada con la tuberculosis por una plaga que asoló Santiago.

    Creyendo encontrar oro debajo de la misma piedra, recorrió a pié todo un día para llegar al lugar, encontrando sólo tierra. Desesperado dio vuelta varias piedras de los alrededores con el mismo resultado.

    Rendido a la circunstancia se dirige a Traiguén para tomar el tren a la Capital. Pensando en cómo financiar el viaje y tener que llegar a su casa sin nada para su familia, al acortar el camino a pie por un sendero, ya oscuro, se resbala y para no caer bruscamente se sujeta de un tronco ya podrido que al removerse deja a la vista un morral con un cacho de buey de unos veinte centímetros de los que usan los buscadores de oro; estaba lleno de pepitas del preciado metal, de las que reduce lo suficiente a dinero en los lugares de compra de la ciudad.

    A partir de entonces, cada vez que quiere y si desea profundamente realizar algo se dispone a hacerlo y sin mirar dentro del cacho simplemente mete los dedos y toma las suficientes pepitas de oro para llevarlo a cabo.

    Así estuvo en la guerra de Corea, en Asia, en África, en donde sea necesaria su intervención entre los pobres, entre los ricos o entre los dirigentes políticos del mundo, viviendo en chozas o en los mejores hoteles de la Tierra para poner en la mente de los hombres y dirigentes algún detalle que ayude a la paz mundial y en especial, a sembrar la Verdad en lo que él considera sus hijos que Dios le da en el peregrinar por esta Tierra, los que deberán sembrar el mensaje que el Creador ha revelado por medio de Su Hijo para cumplir con el Programa Divino entre los pueblos que los hombres llaman Historia.

    Este "Programa" ha sido tergiversado por mitos inventados con apariencia de verdad por lo que el pueblo de Dios ha tenido que sufrir durante milenios en el medio hostil con que Satanás lo ha rodeado para engañarlo.

    En los últimos tiempos este mal cada día que pasa se multiplicará y serán culpados los elegidos en todo el mundo como lo han sido desde Egipto hasta hoy.

    Nuestra misión es contrarrestar este mal y fortalecer cada hombre
    que ha asumido la fe en Jesucristo sin espada y sin ejércitos para vencer
    al mundo hasta que Dios determine nuestra presencia en nuestro medio.

     

     

    Autor:

    Rodemil Espinoza

    Partes: 1, 2, 3
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