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El cruce del Jordán (página 2)



Partes: 1, 2

Anteriormente habían cometido pecados grotescos,
como cuando levantaron un becerro de oro y toda la
corrupción que ello generó. Pero esta
decisión aparenta ser «algo bueno»; es como si
dijesen: «Vamos a enmendar esto, subamos a la
guerra». ¿Se fijan, hermanos, que esto es
fácil de identificar? Dependieron de su propio
razonamiento en vez de humillarse ante el Señor. Su
obstinación fue más fuerte, creyeron que por
sí mismos podrían conquistar la tierra y vencer a
los enemigos con su propia fuerza.

Pero Moisés tenía el oído afinado,
su corazón estaba ligado al trono de Dios, él
sabía que cuando Dios determinaba algo, lo cumplía
inexorablemente. Moisés sabía que en tales
circunstancias Dios no se conmovería y el enfrentamiento
sería sólo entre Israel y Amalec. En la retina del
siervo de Dios estaba fresco el recuerdo de cuando se le dijo:
«Jehová peleará por vosotros y ustedes
estarán tranquilos» (Éxodo 14:14),
aquí, en cambio, la lucha sería sólo entre
hombres y no entre Jehová y los amalecitas y cananeos. Por
tanto, la derrota estaba asegurada.

El Señor no estaba dispuesto a ir con los
israelitas en su desobediencia, sin embargo, estuvo dispuesto a
acompañarlos 40 años por el desierto. Esto nos
habla de Su bendita gracia. Los abandonó cuando quisieron
hacer su propia voluntad, pero los acompañó y nos
les faltó el pan ni su vestido se envejeció,
«ni se les hinchó el pie» (Deut. 8:4). El
Señor tenía provisión para los cuarenta
años. No les faltó el agua, ni el socorro, ni la
misericordia. El Señor prefiere soltarnos cuando le
desobedecemos, pero está dispuesto a recogernos de
nuestros fracasos. ¡Cuán misericordioso es el
Señor! ¡Así le hemos conocido!

La segunda
generación pasa el Jordán

Vamos ahora a Josué 3:1-6: «Y reposaron
allí antes de pasarlo». Preciosa actitud reposada la
de esta nueva generación. Por tres días los
oficiales recorren el campamento indicando al pueblo la forma de
cruzar el Jordán. «Marcharéis en pos de
ella» (el arca). ¡Qué hermosa actitud! Ya no
está presente la multitud ensimismada que no le
importó que el arca y Moisés se quedasen en el
campamento. Ahora hay un pueblo distinto, reposado, que se
quedará quieto, esperando que el arca se mueva. Todos
miraron cómo los sacerdotes levantaron el arca, esperaron
el tiempo preciso y entonces marcharon ordenadamente,
detrás del arca. ¡El Señor iba delante
señalándoles un camino para ellos
desconocido!

Esta nueva generación agradó al
Señor, y nosotros tenemos mucho que aprender de ellos. No
presumamos de saberlo todo; reconozcamos con humildad que no
conocemos el camino o la forma de hacer la obra de Dios.
Sólo si esperamos que él se mueva, y comprobamos la
buena voluntad de Dios por el Espíritu y por la Palabra,
avanzaremos en la dirección correcta dentro de Su
propósito.

«Y el pueblo pasó en dirección de
Jericó. Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto
de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del
Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el
Jordán; y todo Israel pasó en seco»
(3:16-17). Gracias al Señor por los sacerdotes que
sostuvieron el arca. Hoy nosotros somos un pueblo de sacerdotes,
todos sostenemos el arca, hasta que «mucho pueblo
pase». Pensemos en la incómoda situación de
los sacerdotes sosteniendo el arca en medio del lecho del
río. Pero la incomodidad de estos pocos trajo gran
bendición para todo el pueblo del Señor. Hay mucho
pueblo de Dios hoy que está sediento y hambriento. Ellos
deben pasar del desierto de sus muchos fracasos a la abundancia
de la buena tierra que es Cristo con todas sus inescrutables
riquezas. Pero se necesitan hombres y mujeres firmes en medio del
Jordán, soportando los vituperios de la cruz de Cristo y
sosteniendo con el poder del Espíritu Santo el testimonio
del Señor.

«Y cuando todo el pueblo acabó de pasar,
también pasó el arca de Jehová»
(4:11). El arca no pasó el Jordán sino hasta que
todo el pueblo hubo pasado. Y Josué mandó a los
sacerdotes, diciendo: Subid del Jordán (4:17). ¿Se
fijan que sólo Dios habla? El pueblo no habla, nadie
habla, sólo Dios; y Josué no habla antes que
Dios.

El mar Rojo y el
Jordán

Con todo lo glorioso y espectacular que fue, sin duda,
la travesía del mar Rojo, resulta muy interesante
compararla con el paso del Jordán.

Dios intervino magistralmente en uno y otro caso, nada
podía oponerse al propósito de llevar a Su pueblo a
la «buena tierra». Si observamos el comportamiento
del pueblo en ambas experiencias, la diferencia es notable.
Frente al mar Rojo el pueblo se confunde, reclama y maldice con
gran desesperación. Cuando el mar se abre, avanzan en una
especie de «¡sálvese quien pueda!». Es
fácil imaginar un caos descomunal en aquella terrible
noche. Al amanecer del siguiente día, sin embargo,
creyeron, temieron y celebraron con panderos y danzas. Sus
emociones estaban alteradas al máximo, ¡pasaron de
la desesperación al júbilo en menos de 24 horas!
(Éxodo 14 y 15).

Bien pronto el desierto dejaría al descubierto
toda su miseria espiritual. La alabanza era genuina, pero en
ellos había un serio problema: aun no se conocían a
sí mismos.

Pero, ¿qué tenemos frente al
Jordán? Tenemos un pueblo que ya no murmura, no se oyen
opiniones humanas, nadie está diciendo: «Designemos
un capitán y volvámonos a Egipto», ni
«¿Crees tú que se abrirá el
río?» Aquí hay un pueblo unánime,
silencioso (aprendieron a callar), esperando que Dios se mueva
para sólo entonces avanzar; un pueblo reposado,
disciplinado. Las aguas se detienen ante la presencia del arca,
¡qué momento más solemne! Y pasan
ordenadamente. Observemos que no hay celebraciones al otro lado
del Jordán, no hay panderos ni danza, no hay
júbilo. Ahora se conocen a sí mismos, saben que no
fue por sus fuerzas propias, saben que tan sólo la mano
poderosa del Señor les pudo introducir en la
tierra.

Gilgal

Con gran solemnidad y paz llegan al otro lado. Luego de
levantar un monumento recordatorio, acampan en Gilgal. En vez de
haber fiesta, hubo circuncisión –toda una
generación de varones no estaba circuncidado (Josué
5:5)–. ¡Qué debilitamiento vino sobre los
hombres de guerra en aquel día! Debieron permanecer
allí hasta que se sanaron. O sea, ¡en vez de fiesta,
una dolorosa obediencia!

El mar Rojo fue una figura del bautismo e incluye la
celebración y el júbilo; el paso del Jordán,
en cambio, es figura de la cruz. En otra forma, Gilgal
también representa la cruz (la circuncisión: el
despojamiento de la fuerza natural). Después de largos
años nos hemos venido conociendo «como realmente
somos». Hoy no nos atrevemos a opinar con ligereza, tememos
reclamar ante la adversidad, en verdad ningún reclamo nos
conviene. Sólo nos conviene humillarnos bajo la poderosa
mano del Señor (1 Pedro 5:6).

Los que llevamos algunos años en este Camino, nos
convencemos cada día más, que lo único que
nos conviene en esta vida, es seguir llenando nuestros corazones
de Cristo.

En este último tiempo Dios ha estado trabajando
profundamente con nosotros. Estamos probando su vara; estamos
conociendo la disciplina del Señor; estamos conociendo la
cruz en una dimensión cada vez más profunda; el
Señor está tocando «más
adentro». Está podando a los que han llevado fruto
para que puedan dar más fruto.

Consideramos como un síntoma de madurez en la
iglesia cuando los hermanos miran con respeto a un siervo de Dios
que se encuentra pasando por un período de silencio. No es
el día para enjuiciar ligeramente. Si el Señor
está corrigiendo algo, esperemos. En ese silencio se
está formando un mensaje que el hermano en cuestión
ni se imagina.

Soporta, siervo del Señor; soporta ese crisol que
te consume, que ya pronto tu Señor te traerá en
resurrección. Ésta será tan gloriosa que
muchos serán enriquecidos por la vida de Cristo que
fluirá por tu corazón.

Algunos sufren porque sus debilidades les hacen
tropezar. Pero hay un dolor que pertenece a otra categoría
dentro de los tratos del Señor, donde el problema de fondo
es el «yo» mismo, y no los pecados y el mundo. Es
«la buena intención» la que está yendo
a la muerte; ¡ese alto concepto de sí mismo, la
presunción y la arrogancia se están quebrando en
pedazos! Para que se cumpla que «ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí».

Algo quedó
en las arenas del Sinaí

Pero volvamos al ejemplo de Israel cruzando el
Jordán. La conciencia que ellos tenían en aquella
ocasión era: «¡Es tan tremendo lo que viene, y
sólo la mano poderosa del Señor nos puede
introducir en la tierra. Lo único que nos conviene es
avanzar en este camino de agradar al Señor! ¡No nos
conviene dar un solo paso en falso, si Dios habla nos movemos y
si él no habla hemos de quedarnos
quietos!».

Tenían que asegurarse de que el Señor
iría delante de ellos, pues de otra manera serían
aniquilados. Entonces no encontraron muchas razones para
celebrar. Les embargaba más bien un temor reverente a
causa de las batallas y de la herencia que tenían por
delante.

¿No será que nosotros estamos hoy en una
situación similar? Pedimos misericordia al Señor,
pues, siendo hombres tan indignos, con tantas falencias y
habiendo otros mucho mejores que nosotros, aún nos
está ocupando. ¡Señor, cuán grande es
tu misericordia al considerarnos!

También es verdad que en la toma de Jericó
se presentó un problema: Acán tomó del
anatema violando el expreso mandamiento del Señor a
través de Josué (6:18). Uno de los guerreros
desobedeció, lo cual implica que todos los demás
obedecieron. El pecado de Acán sirve para destacar la
fidelidad de esta generación en contraste con la
infidelidad de la primera. De aquélla, únicamente
dos hombres, Josué y Caleb, agradaron al Señor.
Aquí, un solo guerrero entre muchos miles es el que
fracasa. Finalmente Dios obtuvo un pueblo que agradó su
corazón y a ellos les dio la buena tierra.

¡Gloria a Dios por su victoria! Algo quedó
sepultado en las arenas del Sinaí. Siempre pensamos en los
fracasos de Israel, pero aquí, tras largos 40 años
(largos para el hombre, no para Dios) tenemos una
generación que se santificó, que conoció a
su Dios, que dejó atrás sus reclamos y su
energía natural.

El trabajo del Espíritu Santo hoy sigue el mismo
principio. Se espera que los fracasos que hemos experimentado a
través de los años como individuos y como iglesia
sirvan para que algo de nosotros mismos, de nuestra fuerza
natural, vaya quedando atrás, sepultado en las arenas del
desierto y algo más de Cristo vaya siendo
añadido.

¿De qué nos habla esto sino de la victoria
del creyente? La buena tierra siempre será Cristo para
nosotros. Decimos «quiero más y más de
Cristo», más de Cristo en ti y en mí, menos
de mi carne, menos de mi orgullo, menos de mi
«yo».

Que el Señor tenga misericordia de todos
nosotros. El Señor es persistente e implacable con la
naturaleza caída del hombre; se ha propuesto llevarla a la
cruz. De otra manera, no estaríamos en condiciones de ser
enviados. Si se usa a una persona orgullosa, se volverá
más orgullosa; si se apoya a una persona egoísta,
será todavía más egoísta; si se
tolera a una persona obstinada, seguirá siéndolo;
pero si se usa a una persona quebrantada, sólo el
Señor llevará gloria. ¡Dios trabaja con
hombres quebrantados y de ellos se agrada!

El Señor tiene propósitos con nosotros.
Nos ha llamado de las tinieblas a su luz, no tan sólo para
entretenernos en reuniones dominicales: ¡CRISTO se
está formando en nosotros! Y tal debe ser el único
objetivo de nuestra vida. Sabemos que el Padre sólo se
agrada en Su Hijo. Entonces, Cristo en ti y en mí es
nuestra mayor ganancia, nuestra mayor riqueza, nuestra tierra
prometida. ¡Tierra donde fluye leche y miel es Cristo para
nosotros!

El paso del
Jordán

Base Escritural: Josué 3:1-6

1.- Introducción:

¿Ha sentido alguna vez como si mariposas
revolotearan en su estómago cuando se encuentra a las
puertas de tomar una decisión o en la antesala de recibir
algo que esperó por mucho tiempo? Esa es la misma
sensación que embargó a los israelitas días
y horas antes de pasar el río Jordán hacia la
tierra prometida. Era el cumplimiento de una promesa desde muchos
años atrás. A esta idea estimulante sobre la forma
como Dios atiende lo que ha dicho y no deja de materializarlo, se
suma un interrogante ¿Cómo ver convertidas en
realidad las promesas divinas? La respuesta es sencilla: creyendo
y permaneciendo firmes en esa esperanza. La respuesta de Dios
vendrá en el momento oportuno.

2.- Los asuntos importantes hay que tomarlos con
calma (v. 1).

¿En dónde estriban los grandes errores
cuando tomamos decisiones que marcan nuestra existencia y las de
quienes nos rodean? En la premura con la que obramos, sin
tomarnos el tiempo suficiente para evaluar lo que vamos a hacer.
Esa tranquilidad antes de obrar es la que experimentaron los
israelitas: "Josué se levantó de
mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron
de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron
allí antes de pasarlo."(Versículo
1).

¿Ha pensado lo eficaz que sería analizar
reposadamente todas las decisiones que adoptará? Este es
un principio de cambio que transformará su vida y
ministerio…

3.- Las emociones no conducen a nada bueno
(v.2)

Una de las fallas en que se incurre con mayor
frecuencia, estriba en permitir que nos muevan las emociones
antes que la razón. Consultamos a Dios las consecuencias
son inevitables. No solo es inevitable la serie de problemas que
se desprenden de decisiones erradas, sino que además, por
mucho que deseáramos volver el tiempo atrás, nada
podemos hacer. De ahí que revista importancia la
decisión de los líderes tal como lo relatan las
Escrituras:" Y después de tres días, los
oficiales recorrieron el campamento…" (versículo
2).
Un principio que le invitamos a asumir es a examinar
bien todos los pasos que vaya a dar.

4.- Es necesario involucrar a Dios en todo cuanto
hacemos (vv.3, 4)

Cuando involucramos a Dios en todo cuanto hacemos,
tenemos asegurada la victoria. Es un principio ineludible que
tiene cumplimiento en nuestra existencia y hacia el cual debemos
volvernos para aplicarlo en la cotidianidad. Si Dios va delante
nuestro (versículos 3 y 4), tenemos asegurada la
victoria.

5.- Si confiamos en Dios, veremos maravillas (v.5,
6)

Es interesante la advertencia que hizo el conquistador
israelita: "Y Josué dijo al pueblo: Santificaos,
porque Jehová hará mañana maravillas entre
vosotros. Y habló Josué a los sacerdotes, diciendo:
Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos
tomaron el arca del pacto y fueron delante del
pueblo."(versículos 5, 6).
La ecuación era
y sigue siendo sencilla: confiar en Dios se refleja en hechos
portentosos de parte del Creador en respuesta a la fe.

Conclusión

Los cristianos nos encontramos permanentemente
enfrentando retos para los cuales fuimos llamados a vencer. Es un
principio que debe primar en todo cuanto hagamos. El Dios de los
cielos no nos creó para perder, sino para ganar. Sobre esa
base, nuestra fe debe orientarse a crecer y ver la gloria divina.
Si en algún momento le asalta alguna inquietud referente a
qué puede ocurrir con su mañana, tenga claro que
usted fue llamado a tener el mejor porvenir porque el
Señor está de su parte.

El paralelo
alegórico del buen y mal lado del
Jordán

Para comenzar, lo más lógico es definir en
qué consiste esa vida en abundancia que
Jesús dijo que vino a dar a los Suyos.

Si se me hubiese hecho la pregunta al año de
estar convertido, probablemente habría contestado que
consistía en ganar muchas almas para

Cristo. Para muchos podrá parecer el éxito
en el servicio al Señor, como por ejemplo estar al frente
de una congregación numerosa, ser muy usado en milagros y
sanidades, o bien tener un ministerio reconocido nacional o
internacionalmente.

Desde luego que sería impropio descartar todo
esto por completo, pues una vida abundante en Cristo no puede de
ninguna manera ser estéril ni falta de resultados
prácticos, y mucho menos por supuesto, terminar en un
fracaso.

No obstante, hemos de comprender que estas cosas que
hemos señalado, y otras tal vez menos notorias o
llamativas, pero igualmente útiles y provechosas, no
constituyen en sí la vida abundante prometida. En
cambio, hemos de verlas generalmente como resultados o
productos derivados, si cabe la expresión, de una vida
interior verdaderamente sana y bien enraizada en
Cristo.

Y hemos puesto generalmente, porque como bien
sabemos, se han dado y se dan casos de muchos resultados en
términos de conversiones, o sanidades o éxito en
algún sentido u otro, que más tarde,
lamentablemente, han desembocado en caídas estrepitosas y
profundos desengaños.

En la parábola de los talentos que se nos
consigna en Mateo 25:14-30, vemos que tanto al que ganó
cinco para añadir a los cinco recibidos de su

Señor, como al que teniendo dos ganó
solamente otros dos, el Señor los

premió con las mismas palabras de
aprobación:

"…Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré;

entra en el gozo de tu Señor".
(versículos 21 y 23)

Esto nos lleva a la sencilla pero clarísima
conclusión de que en la estimación del Señor
el siervo bueno y fiel es lo que verdaderamente
Él valora, y esto por encima de los resultados
numéricos. Y así podemos afirmar que es la calidad
de vida lo que cuenta con Dios, cosa que por otra parte
está ampliamente confirmada en muchos otros pasajes de las
Escrituras.

Resumiendo pues, digamos que una vida en la abundancia
prometida por

Jesús, será una que en sí misma es
rica en Dios y todos los tesoros y virtudes que ello supone.
Estos últimos han de formar parte de lo que Jesús
condensó en esos dos términos: bueno y
fiel.

El criterio que priva en todo esto es, como ya se ha
dicho, el de la calidad de vida, aunque sin duda la misma
tendrá repercusiones y resultados
fructíferos.

Estos podrán ser en mayor o menor cantidad, y al
mismo tiempo, no necesariamente de notoriedad pública,
pues como se sabe, Dios muchas veces elige hacer cosas hermosas y
de valor eterno de forma tal, que pasen desapercibidas para la
mayoría.

Ahora bien, la definición que hemos dado
generaliza, diciéndonos que es el nivel de vida en
, y no particulariza, dándonos solamente la
base de las dos palabras usadas por Jesús en la
parábola a que nos hemos referido: bueno y
fiel.

Y es sobre eso – particularizar sobre las virtudes
y los tesoros necesariamente contenidos en la verdadera vida en
abundancia, que ahora pasamos a ocuparnos.

"Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para
nosotros…"

"Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y
están escritas para amonestarnos a nosotros".
(I
Corintios 10: 6 y 11)

A lo largo del historial del Antiguo Testamento,
además de la enseñanza directa o literal que
contiene, tenemos todo un rico contenido simbólico, que
ilustra admirablemente muchas de las grandes verdades de la vida
cristiana.

Como a menudo señalamos en nuestra prédica
oral, el Antiguo Testamento nos habla en muchísimas
ocasiones a través de lo externo, de lo
interno y eterno del Nuevo.

Mucho de ese simbolismo apunta a la persona misma de
Cristo. En Hebreos

7:1-4 tenemos un precioso trazado de la eternidad de
Cristo y Su sacerdocio y reinado de justicia y de paz. El autor
deriva el mismo del relato que encontramos en Génesis
14:18-20 del encuentro de Melquisedec con Abram, cuando
volvía de haber derrotado a varios reyes en una importante
batalla.

Con visión certera, del hecho de que nada se dice
ni de antepasados ni de descendientes de Melquisedec, el
sacerdote del Dios altísimo, se afirma que "ni tiene
principio de días ni fin de vida",
sino que es
semejante al Hijo de Dios y permanece como sacerdote para
siempre.

De esta forma, se nos presenta un impecable paralelo de
la eternidad de

Cristo y de otras facetas de Su persona, sacerdocio y
reinado. Pero notemos que todas éstas están
expresa y ampliamente confirmadas en otras Escrituras

ninguna de ellas se encuentra solamente en el trazado de este
simbolismo.

Esto es muy importante, y lo hemos consignado para
reforzar lo dicho anteriormente: que toda alegoría del
Antiguo Testamento debe estar convalidada por otras Escrituras,
que presenten en forma clara y directa la misma verdad que se
está puntualizando.

Siempre que observemos esta regla, estaremos pisando
tierra firme.

Además, lo haremos corroborados por el hecho de
que dentro del mismo marco del Nuevo Testamento, inspirados por
el Espíritu Santo, Jesús, Pablo, Pedro y otros
hicieron buen uso de este recurso alegórico, y por cierto
que para mucho provecho y enriquecimiento general.

Gran parte del simbolismo del Antiguo Testamento
también ilustra verdades, no sólo de la persona y
obra de Cristo, sino también de la vida espiritual dentro
de la dispensación presente.

Un caso típico es el de la esclava Agar con su
hijo Ismael, en contraste con

Sara e Isaac, según se lo presenta en
Gálatas 4:21-31. No entramos más en detalles sobre
este caso particular. Solamente lo mencionamos a los fines de
sentar una base bíblica, clara y firme a la vez, para
fundamentar toda la presentación de verdades y principios
que habremos de efectuar, valiéndonos de la vía
alegórica señalada. Aunque por supuesto, no todo
será por esa vía, sino que, como se verá,
buena parte también se derivará de lo que las
Escrituras nos dan en forma expresa y directa.

La salida de Egipto, la peregrinación por el
desierto y la entrada a Canaán.-

Mucho de lo que todo esto representa figurativamente es
bien conocido. Así por ejemplo, la esclavitud en Egipto
bajo la tiranía de Faraón, señala nuestra
esclavitud bajo el pecado mientras estábamos sin Cristo,
perdidos en el mundo y bajo el dominio de
Satanás.

Después del cruce del Mar Rojo y de la muerte de
los egipcios ahogados en las aguas, Israel lo celebró con
mucho regocijo. Después del cántico de

Moisés, en Éxodo 15 se nos cuenta
cómo María tomó un pandero en su mano, y
todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y
danzas.

Fue una celebración jubilosa, pero muy pronto
empezaron a surgir contrariedades y pruebas, tales como la falta
de agua, el cansancio por la larga marcha por el desierto y
demás. Todo eso sirvió para demostrar palpablemente
la verdadera condición interior del pueblo de Israel, que
se manifestó con quejas, murmuraciones, rebeldías y
complots contra Moisés y Aarón, y finalmente
desembocó en la horrible decisión:

"Designemos un capitán, y volvámonos a
Egipto". (
Números 14:4)

En esa coyuntura, el Señor se encontró
ante un problema que parecía insoluble. Por una parte,
estaba Su palabra que había pronunciado prometiendo
introducirlos en la tierra de Canaán. Siendo el Dios que
es, absolutamente fiel a la palabra empeñada, de ninguna
forma podía volverse atrás y dejarla sin
cumplir.

Pero por el otro lado, ahora se encontraba con este
pueblo obstinado y rebelde que en forma categórica
había expresado que no quería entrar en esa tierra,
sino volver a Egipto. Y aquí y en esto había un
escollo insalvable, pues uno de Sus principios inamovibles es que
nunca viola la libre voluntad del ser humano, forzándole a
hacer lo que no quiere.

Fue entonces que el genio divino dio con la respuesta
ideal y exacta a lo que se presentaba como un dilema imposible. Y
no sólo eso, sino que en esa misma respuesta nos ha
brindado, para nuestro deleite y enriquecimiento, un paralelismo
precioso y que en realidad constituye la base y la clave de toda
la rica enseñanza que se deriva de esta parte de la
historia de Israel.

La decisión que el Señor tomó fue
que, con las únicas excepciones de Josué y Caleb,
todos los demás que habían salido morirían
en el desierto y ninguno de ellos entraría en la buena
tierra. En cambio, sí lo harían sus hijos, es decir
la segunda generación compuesta de los que, o bien
habían salido de Egipto como niños, o si no,
habían nacido en el desierto.

De esta manera, la palabra empeñada no quedaba
sin cumplirse, y al mismo tiempo no se violaba la voluntad de
todos los adultos que, como ya dijimos, no querían en
ninguna forma ir a Canaán a luchar contra los antiguos
habitantes de la tierra.

El simbolismo de esto es muy claro, y por su gran
importancia, nos abre vastos horizontes para una mejor
comprensión de muchas cosas fundamentales.

Esa primer generación – contumaz y rebelde
a más no poder – nos habla de nuestra primer
generación,
recibida de nuestros padres carnales,
abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y, en última instancia,
de Adán nuestro primer padre.

Se trata de la naturaleza carnal que todos tenemos por
nuestro primer nacimiento, también llamada
adánica. Aunque en muchos casos puede presentarse
como humilde, recta, altruista y bondadosa, a la hora de la
verdad y sobre todo en situaciones determinadas, bajo presiones o
contrariedades, muestra lo que verdaderamente es: carne, cuyos
designios no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.
(Romanos 8:7)

No obstante, al nacer de nuevo recibimos del
Espíritu Santo una segunda generación que
en el Nuevo Testamento se llama el nuevo hombre o la nueva
criatura.
A diferencia de la primera, y debido a su
procedencia celestial, ésta sí que comprende,
valora el camino del Espíritu y de la voluntad de Dios, y
se brinda a ellos en todo lo que encierran.

Y así vemos que hubo una larga etapa de unos 38
años, a partir de esa coyuntura a que nos hemos referido,
en que se estaba desarrollando un proceso doble. En efecto: por
una parte, esa primera generación, tanto por muerte
natural como por plagas y otros severos juicios de Dios, iba
extinguiéndose, hasta no quedar de todos ellos más
que Josué y Caleb, como ya dijimos. Por la otra, la
segunda generación, compuesta de hombres y mujeres
más jóvenes, se iba formando y desarrollando, para,
llegada la hora oportuna, entrar en la plena herencia
prometida.

La comparación no puede ser más clara ni
más significativa.

"…la carne y la sangre no pueden heredar el reino
de Dios…"
se nos dice en

1ª Corintios 15:50.

Aunque el contexto de estas palabras se refiere a la
resurrección y la vida futura en el más
allá, resulta indudable e innegable que también se
aplican a nuestra vivencia cristiana presente. Quien ande
según los deseos y designios carnales, regido en su vida y
conducta por la naturaleza adánica recibida en su primer
nacimiento – el natural – nunca podrá entrar a disfrutar
de la vida en abundancia prometida por Jesús.

Por el contrario, solamente podrá hacerlo cuando
renuncie a esa forma de vivir, aceptando la sentencia de muerte
dictada por Dios sobre ella en el

Calvario. Y para esto se habrá de valer del
crecimiento y desarrollo hacia madurez de esa segunda
generación, recibida en su renacimiento al entrar en vida
nueva en Cristo Jesús.

Por supuesto que el tiempo que se tarda en lograr esta
meta no ha de poder fijarse en forma expresa, desde luego ni en
los 38 años que le llevó a Israel, ni en
ningún otro período concreto de tiempo, ya sea de
años, meses o días.

Por cierto, hay creyentes que en toda una larga vida de
décadas y décadas, lamentablemente nunca llegan a
alcanzarla. Otros en cambio, bien dispuestos y decididos desde un
principio, podrán lograrla en un plazo más breve.
Como decimos, no hay regla fija.

Del mal lado y del buen lado del
Jordán.-

Aquí tenemos otro punto muy importante: el de la
clara divisoria del Río

Jordán. El lado derecho, situado al Este, nos
señala la vida de peregrinación por el desierto,
fuera del Canaán prometido. El izquierdo – mirando
el mapa en su posición normal, se entiende – situado
al Oeste, nos indica el buen lado, es decir dentro de la plena
herencia que era el propósito de Dios que Israel
disfrutase, y que representa la vida en abundancia que Cristo
vino a darnos.

Esta divisoria la hemos de ver reflejada en más
de una oportunidad en los capítulos que siguen, y conviene
que por anticipado la tengamos claramente visualizada.

La descripción que Moisés hace de la buena
tierra, sobre todo en el libro de Deuteronomio, se presta
maravillosamente para representar las virtudes y los valores de
la verdadera vida en abundancia.

Desde luego que no presentamos esto como quien piensa
haber descubierto la pólvora. Sabemos que muchos ya han
expuesto, de una forma u otra, sobre el tema general de la vida
en abundancia, tanto en predicaciones como por escrito. Sin
embargo, creemos que el lector lo encontrará enfocado
desde una perspectiva particular que podemos calificar como algo
de nuestra propia cosecha, aunque es posible que algunos detalles
o matices ya hayan sido vistos y señalados por otros
anteriormente, sin que tengamos conocimiento de ello.

Bibliografía

JOSUÉ 3 Y 4

Rev. YOUNHUN LEE, Pastor
Principal

Miguel Ríos Dios (cruzando el
Jordán)

Ray C. Stedman (Seminario Reina Valera,
pastor principal Iglesia Bautista Miami.

Gotas Bíblicas Pastor Olavo Stefo
Rep. De Brasil

Apuntes Teológicos, revista para
obreros cristianos

La buena Semilla Página de
Internet

Buscador Google Internet

 

 

Autor:

Guillermo Sebastián Olivera

Profesor: Dr. Aníbal Benítez

Materia: Historia de Israel

Seminario Teológico Misionero
Tiranno

Buenos Aires, junio 2010

Partes: 1, 2
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