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Discurso pronunciado por el día del Juez por el Magistrado Francisco Celis Mendoza Ayma



Partes: 1, 2

  1. Neutralidad
  2. Corrupción
  3. Asociacionismo
  4. Independencia

SEÑOR PRESIDENTE

DIGNAS AUTORIDADES

SEÑORES MAGISTRADOS

SEÑORES TRABAJADORES JUDICIALES

DIGNA CONCURRENCIA.

Por Decreto Ley 18918 de 1971 se instituyó el 04
de Agosto como el "Día del Juez", en su Artículo
2° se señala que las Cortes realicen sesiones
destinadas a rememorar la obra de magistrados peruanos que hayan
contribuido a la recta administración de justicia, al
progreso de la cultura jurídica del país y la
evolución social, política y económica de la
República. Tengo el encargo de pronunciar el discurso de
orden por el "DÍA DEL JUEZ". Pero antes que un honor es
una responsabilidad en una fecha tan significativa para quienes
ejercemos la magistratura.

Por tal motivo, a todos y a cada uno de los jueces
honestos y comprometidos con el trabajo judicial, a los
anónimos jueces cuyas vidas transcurren en sus despachos,
sin que sus rostros o sus nombres asomen nunca en los medios de
comunicación. A ellos expreso un saludo fraterno y
sincero, en reconocimiento y homenaje a esta difícil labor
que se realiza, en ocasiones muchas veces bajo condiciones
adversas.

Sin embargo, en fechas como esta, generalmente por
protocolo nos llenamos de poses y gestos huecos, para solazarnos
y autocomplacernos, con expresiones que mitifican y mistifican el
servicio de justicia. Es común la retórica banal
como "el apostolado de la magistratura", "la excelsa
función de administrar justicia", etc.;
pretendiendo
soslayar el innegable carácter de prestación de
servicio que supone la impartición de justicia en un
Estado Constitucional de Derecho

Sin embargo, nuestro compromiso con el trabajo judicial
no debe mostrarse con fórmulas retóricas e
impostadas, sino con hechos concretos, con compromisos y cambios
de actitud asumidos en nuestra práctica cotidiana. Es esa
la razón porque ésta es una oportunidad para
realizar un ejercicio reflexivo acerca de nuestra práctica
judicial

El cambio de actitud no supone sólo la
capacitación académica de nuestros Jueces, que en
un momento determinado aparecía como uno de los rasgos
más importantes en un proceso de reforma. Pero, hoy por
hoy, el cambio de actitud supone un compromiso constitucional con
la construcción de una democracia al interior de nuestra
institución y en su proyección a la sociedad. Una
labor por la realización de una judicatura
democrática, horizontal, distante de poses
señoriales y nobiliarias.

¡Cómo aspiramos a construir democracia con
nuestras decisiones, si muchas veces la verticalidad y
autoritarismo no sólo es parte de la estructura
institucional, sino también es parte de la superestructura
mental de muchos jueces, que conservan rasgos feudales,
autoritarios y paternalistas, que generalmente van de la
mano con la errada idea de que el cargo de Juez es un
título nobiliario y por ello, sin más, digno de
respeto! No obstante la legitimidad del juez se encuentra en su
labor, en cada sentencia, en cada audiencia; como cualquier
prestación estatal y no por la mera imagen de ser Juez.
Esas actitudes señoriales revelan falsos pudores que
frecuentemente esconde mediocridad. Desnudemos esta imagen del
respeto por el mero decoro, logremos el respeto y la
consideración del Pueblo legitimándonos con un
trabajo eficiente, en la construcción de una democracia
realizadora de los valores constituciones, con decisiones justas
y valiosas. Y aquí es donde se encuentra la respuesta a
la función de juez en la construcción y
consolidación de nuestra democracia.

La democracia es un régimen que no admite
absolutos: ni valores absolutos, ni consideraciones
absolutas
por el mero hecho de ser juez. Percepciones
absolutas de una legitimidad inmanente, por cierto muy comunes,
que por un extraño proceso psicológico obnubila a
algunos magistrados, quienes asumen la idea absoluta de que una
ubicación burocrática en un nivel superior los
convierte en seres cualitativamente distintos, ética y
cognitivamente superiores. Percepciones ideológicas que
son el justificativo para aceptar un trato remunerativo
discriminante. Eso no es práctica
democrática.

Curiosamente esa concepción va de la mano con
prácticas formalistas y formularias que consideran
satisfacer el servicio de justicia con un rigorismo formal
extremo, formulismos que anquilosan, formulismos causantes de
moras y demoras que distorsionan el sentido de una justicia
democrática. Ciertamente, somos pensados, y
lamentablemente muchos de nosotros nos pensamos, como repetidores
y reproductores de un estado inamovible de cosas, temerosos del
cambio y de la transformación, fieles modelos de Jueces
mantenedores del sistema social, reproductores de viejas y
seculares prácticas formales.

Partes: 1, 2

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