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Familia y escuela: un reto a la diversidad (página 2)



Partes: 1, 2

  • La propia definición facilita abordar las
    funciones de este grupo social: económicas,
    biológicas, educativas, formativas y culturales, entre
    otras, transmitidas de una a otra generación. Por lo
    tanto, se impone la necesidad de considerarla como un sistema
    dinámico abierto que expresa la cultura que la
    antecede y recibe las influencias de otros grupos sociales.
    La función de formación debe conducir al
    crecimiento y al desarrollo de cada uno de sus miembros. Ese
    desarrollo se potencia en el núcleo de la familia y
    donde sus principales mediadores son los adultos.

  • Un aspecto de crucial importancia es el rol de
    comunicabilidad, asumido por los miembros de la familia entre
    sí, con la familia extendida, e incluso con las
    personas sin lazos consanguíneos, pero con relaciones
    de índole social. La comunicación franca,
    abierta, sin tabúes debe propender al logro y la
    estabilidad de los lazos afectivos que propicien la vida en
    familia, sobre la base del respeto, la consideración
    y, sobre todo, el amor entre todos y por todo lo noble y
    bueno realizado por cada uno de sus miembros.

  • En síntesis, la familia, al ser una
    institución viva en constante desarrollo, atraviesa
    una serie de etapas desde el noviazgo hasta la muerte, con la
    inclusión del matrimonio, el embarazo, la
    educación de los hijos, la independencia de los hijos,
    el hogar sin hijos y la jubilación.

  • No pretendo en este momento el abordaje de los conceptos
    que en relación al tema familia aparecen en la literatura
    especializada, porque todos los términos utilizados, a mi
    juicio, han tenido y aún tienen miradas interesantes y de
    cardinal importancia; sin embargo por la temática que nos
    ocupa considero oportuno enfatizar que la familia es aquella
    estructura funcional básica donde se inicia el proceso de
    socialización y a partir de la cual se comienza a
    compartir y fomentar la unidad de sus miembros, con la
    consiguiente aceptación, respeto y consideración.
    Es, en última instancia, donde se debe favorecer la
    diversidad, y propiciar un estilo de vida que potencie y
    desarrolle a cada uno de sus miembros, sobre la base de la
    armonía, la seguridad, y la estimulación, con el
    propósito de satisfacer sus necesidades.

    Esta concepción que bien puede aplicarse a la
    heterogeneidad de las familias, cobra particular
    significación en aquellas donde uno de sus integrantes
    presenta una determinada discapacidad por las razones que se
    describen a continuación:

    • Reconocer a la familia como el ámbito de
      socialización de los hijos porque es base de numerosas
      relaciones sociales, el espacio donde se garantiza la unidad
      de sus miembros – cada uno con características,
      aptitudes y necesidades diferentes – por considerarse
      la estructura funcional básica con posibilidades para
      el crecimiento y el desarrollo de la persona.

    • Privilegiar conceptos básicos en la
      atención a estos niños y sus familias, entre
      ellos: seguridad, confianza, una postura de acercamiento y
      comprensión, armonía, estabilidad del hogar,
      aceptación, respeto, consideración y
      tolerancia.

    • Acentuar el hecho de situar al niño con
      discapacidad en el centro de la atención familiar (de
      todos sus integrantes), no con fines de
      sobreprotección, sino de la búsqueda de la
      normalización y la integración social, sin
      distinciones en relación con otros niños ni con
      sus propios hermanos, si los hubiera, de modo que no se
      limiten sus posibilidades en la adquisición de
      capacidades y habilidades sociales y, por lo tanto, en su
      autonomía.

    • Fomentar los aspectos positivos y generadores de
      máximo desarrollo mediante la atención a este
      niño, con énfasis en la evolución normal
      de acuerdo con su grupo etáreo y sin la tendencia a la
      valoración exclusiva de la desviación, logros
      que, finalmente, repercuten de manera satisfactoria en la
      dinámica interna de la familia.

    Un momento importante en la vida de todo niño es,
    sin lugar a dudas, cuando asiste por vez primera a la
    institución escolar. Todos ansían la llegada de
    este primer día de clases, aunque luego en ocasiones
    asuman la postura del rechazo inicial. A partir de ese momento
    comienza un desenfreno de manifestaciones que son el producto de
    la educación que ha recibido desde el ámbito
    familiar. Motivos suficientes para comprender lo vital que
    resulta que la familia se incorpore al proceso de
    educación de sus hijos. Ahora bien, si resulta importante
    que la familia se incorpore al proceso educativo de sus hijos,
    más importante es aún que se prepare para una
    función tan compleja porque de acuerdo a sus resultados
    trascenderá de forma positiva o negativa en el desarrollo
    ulterior de los hijos y, para el cumplimiento de tan importante
    encomienda vale la pena que abordemos muy someramente las
    funciones de la familia.

    El análisis histórico concreto de la
    familia como institución social indica que en cada
    formación económico-social la misma cumple deberes
    que emanan de la base de la sociedad. Existe diversidad de
    criterios en relación con la tipología de las
    funciones familiares; no obstante, se observan algunas
    regularidades conceptuales en las cuales la familia
    desempeña funciones de tipo económicas,
    biosociales, espiritual-culturales y educativas, comunes para
    todas las formaciones económico- sociales.

    La función económica garantiza, en
    sentido general, la satisfacción de las necesidades
    materiales, individuales y colectivas
    , matizadas por el
    sentido de pertenencia de cada uno de los integrantes de
    la familia ante las tareas del hogar, con particular
    énfasis en la distribución de las tareas a
    desempeñar por el niño, con énfasis en el
    que tiene una determinada discapacidad. Estas actividades, cuando
    se realizan de manera consciente y voluntaria, propician
    un clima de satisfacción personal y colectiva que redunda
    en beneficio de la formación y la transformación
    positiva
    de cada uno de sus miembros. El estímulo
    sistemático para el desempeño de las tareas
    favorece extraordinariamente el nivel de responsabilidad
    compartida
    , con la consiguiente satisfacción de
    sentirse útil y necesario.

    La función biosocial (reproductora o
    biológica), asegurada o bien dirigida, propicia la
    estabilidad conyugal de la pareja y con ello el
    establecimiento de patrones de conducta adecuados de
    fácil trasmisión a los hijos, a fin de sentar las
    bases para la seguridad emocional y la
    identificación de éstos con la familia.

    La satisfacción de las necesidades culturales, en
    sentido general, se manifiestan en la función
    espiritual-cultural
    , con la inclusión de todo lo
    relacionado con la educación de los hijos(as); es por ello
    que algunos autores la consideran como la función
    educativa
    . En ella está presente el legado cultural
    generacional que, sin lugar a dudas, establece las bases
    educativas que comienzan desde el nacimiento y no finalizan hasta
    la muerte.

    Elsa Núñez Aragón (1999:91)
    puntualiza atinadamente que la familia funciona como la primera
    escuela del niño y que sus padres, quiéranlo o no,
    asumen el rol de sus primeros maestros de mejor o peor forma, de
    manera consciente o inconsciente, sistemática o
    asistemática y de la forma en que se comporten y
    relacionen todos estos factores, estará cumpliendo con
    mayores o menores resultados su función
    educativa.

    Es innegable que para lograr el correcto cumplimiento de
    la función educativa, los padres deben prepararse para
    desempeñarla, porque es en la familia donde los hijos
    aprenden a vivir, valorar, dialogar, trabajar, escuchar y sobre
    todas las cosas a amar, aprenden, además, a comportarse
    socialmente con hábitos y actitudes dignas en
    correspondencia con los patrones de conducta de su propia familia
    acordes con la sociedad contemporánea. La
    preparación implica la actuación ejemplar de los
    padres.

    Esta función educativa, primordial para la
    educación de los hijos, como se ha expresado con
    anterioridad, actúa de manera interactiva con las otras
    funciones. P.L Castro Alegret (2003:12) plantea acertadamente que
    es ¨(…) una especie de doble
    carácter¨ con respecto a las otras funciones,
    porque facilita también la forma de enseñar ante
    cada hecho de la cotidianidad familiar, donde la
    comunicación adquiere particular importancia por la
    influencia que ejerce en los motivos, los valores y las
    decisiones de los miembros de la familia.

    Mucho se dice sobre lo poco que conversa la familia
    actual y cómo la creciente participación de padres
    e hijos en la vida social obstaculiza este necesario proceso; sin
    embargo, el problema no radica en la cantidad de tiempo
    compartido por los padres y sus hijos, sino en la calidad de la
    comunicación (Núñez Aragón, E.
    2005:18).

    Lorenzo M. Pérez Martín (2004:183) esboza
    una serie de elementos de la comunicación
    pedagógica, que bien podrían aplicarse al proceso
    comunicativo desarrollado por la familia:

    • La comunicación es un sistema, por lo
      que todos los factores que intervienen en ella se
      interrelacionan e influyen recíprocamente.

    • Es un proceso eminentemente activo, en el
      cual los sujetos participan a partir de su propia
      implicación subjetiva, por lo que en ningún
      caso desempeñan un papel absolutamente
      pasivo.

    • Es un proceso interactivo en el que
      participan dos personas al menos. Cada una influye en la otra
      como sujeto y, al mismo tiempo, es influida por esa segunda
      persona, lo que implica una interacción donde todos
      los participantes adoptan una posición activa, y
      ocurren conjugadas: la acción de uno depende de la del
      otro; lo que uno expresa, depende de lo expresado por el
      otro. Aunque es un proceso en el que participa más de
      una persona, y se crea de forma conjunta, cada individuo lo
      vive individualmente.

    En sentido general, la comunicación humana cumple
    determinadas funciones: informativa, reguladora y afectiva,
    decisivas todas para garantizar la estabilidad emocional de la
    familia.

    La función informativa facilita la
    transmisión de informaciones de importancia vital que
    interesan a toda la familia, y retroalimenta el caudal de
    experiencias culturales, históricas, sociales, etc., sin
    otra intención que no sea informar, aunque, sin lugar a
    dudas, deja huellas en todos los miembros de la familia si la
    información transmite un mensaje positivo. No es la
    transmisión fría de las ideas, sino la actividad
    conjunta de los que participan en el proceso comunicativo a la
    que se suman las actitudes que aparezcan durante dicha
    actividad.

    La función reguladora facilita el control y la
    regulación de lo que pretendemos comunicar; es un
    intercambio de acciones con la consiguiente influencia ejercida
    mutuamente por los comunicadores sobre la base de los patrones
    familiares ya establecidos.

    La función afectiva, de cardinal importancia,
    hace posible la transmisión de sentimientos y emociones
    que garantizan la estabilidad emocional de la familia porque se
    vincula estrechamente a la esfera afectiva y vivencial de los
    miembros participantes en el proceso comunicativo. A decir de E.
    Núñez Aragón (2005:18) se ha dejado poco o
    ningún espacio a la función afectiva y existe la
    tendencia entre padres e hijos de que prevalezca la
    función regulativa de la comunicación.

    En este sentido, M. Torres González (2006:2)
    apunta que para lograr una comunicación afectiva, efectiva
    y desarrolladora se debe:

    • Tener conciencia de la necesidad de la
      comunicación.

    • Comprender que comunicarse es salud, es calidad de
      vida.

    • Saber que hablarse, mirarse, acariciarse,
      escucharse, abrazarse, olerse, guardar el silencio necesario,
      es comunicación.

    • Fomentar la riqueza y la calidad de la
      comunicación en beneficio de la funcionabilidad
      familiar.

    • Negociar los estilos de la
      comunicación.

    La mencionada autora señala que para
    lograrlo es necesario:

    • Trasmitir mensajes claros, directos, en el contexto
      adecuado.

    • Privilegiar el contenido de las necesidades
      afectivas y los intereses.

    • Monitorear y retroalimentar permanentemente los
      aciertos y los desaciertos.

    • Respetar la identidad, el espacio, el tiempo, el
      ritmo, la intimidad y la diversidad.

    • Escuchar, intercambiar, estimular la crítica
      adecuada como un no a la violencia.

    • Buscar el equilibrio entre la comunicación
      verbal y la gestual.

    En el seno familiar, la comunicación se afecta en
    ocasiones por situaciones extremas – tales como el silencio
    absurdo o la comunicación excesiva con matices de ofensas
    y discriminaciones injustas – provocadas, entre otras
    causas, por la ausencia de preparación de la familia y el
    impacto del nacimiento del niño con
    discapacidad.

    Autores como A. Espinosa Rabanal, A. Gimeno Manzanedo,
    R. Martínez Estrada, E. Ordoño Sobrado, J. Ortega
    Muñoz y P. Relaño Fernández (1996:96) son
    del criterio de que cualquier discapacidad puede crear,
    indudablemente, un problema de comunicación que trasciende
    los lenguajes, los idiomas y las hablas particulares.

    La comunicación, por tanto, es un problema de
    ajuste personal que va más allá de los objetos
    físicos para entrar en lo que los objetos significan para
    el que habla y actúa. Para comunicarnos con otros, hay que
    compartir previamente los valores de la realidad objetiva en
    sí, y lo que esta realidad representa para la persona que
    escucha o habla.

    Al analizar la comunicación en cualquier familia
    pero sobre todo en aquellas que tiene hijos con discapacidad,
    valdría la pena tener en cuenta los dos tipos propuestos
    por L. M. Pérez Martín (2004:187):

    • La comunicación que considera al otro como
      sujeto, o sea, respeta su personalidad, su
      individualidad y reconoce sus derechos, sobre todo, el de ser
      distinto y opinar diferente.

    • La comunicación que considera al otro como un
      objeto, como un medio para alcanzar los objetivos
      personales propios, sin respetar su individualidad y su
      derecho a ser diferente, o, en todo caso, con un respeto
      condicionado por los fines que persigue.

    Entre ambos cabe distinguir el primero, porque
    además de garantizar una verdadera relación humana,
    es tener presente, que comprenderse, tolerarse y aceptarse es la
    finalidad y el contenido de la comunicación en el marco de
    la familia.

    En ese intercambio comunicativo es necesario tener en
    cuenta no sólo el lenguaje verbal, sino otras formas que
    facilitan la comunicación entre ellos y sus familiares y
    amigos; dígase, el lenguaje de los gestos; de las
    expresiones de la boca y de los ojos (facial); los movimientos de
    las manos; la postura; la mímica corporal, y el lenguaje
    tonal, referente al tono de voz empleado. Todas estas formas del
    lenguaje, capaces de sustituir el lenguaje oral, reflejan
    reacciones emocionales y ofrecen una información adicional
    de interés enorme y, por lo general, son indicadores de la
    activación emocional del individuo. La comunicación
    gestual, el contacto piel a piel son a veces más
    necesarios que la propia palabra.

    La comunicación es el eje de toda la
    interacción en la cotidianidad familiar. Mediante la
    comunicación y el rol que desempeñado por los
    miembros de la familia se trasmiten valores, experiencias,
    hábitos, normas, costumbres, modos y pautas de
    comportamiento; se aportan reflexiones, valoraciones, vivencias y
    motivaciones; se propicia, además, la incorporación
    correcta de patrones y valores sociales con métodos de
    gratificación y sanción; se plantean
    estímulos para modificar ideas, costumbres y actitudes. La
    comunicación es la expresión más completa de
    las relaciones humanas.

    La educación a la familia debe estar mucho
    más en la línea de abrir posibilidades y
    perspectivas que no en buscar recetas, o métodos
    tradicionales de las generaciones que le antecedieron, debe
    fomentar en todos sus miembros el respeto a la diferencia y el
    rechazo a la desigualdad, donde prevalezca y se comprenda el
    valor de los conocimientos, las ideas y los sentimientos, donde
    exista la disciplina personal a la vez que todos sus miembros
    puedan dialogar con absoluta confianza. La familia de hoy no
    está sola para defender las afirmaciones anteriores, pero
    las debe preservar con un esfuerzo sostenido y con una
    imaginación renovada (Cañedo Iglesias, G
    2006:3).

    El hecho de reconocer la no existencia de universidades
    para aprender el rol que nos corresponde como padres y de
    considerar en cierto modo que el aprendizaje como padres es por
    excelencia por ensayo y error, constituyen elementos que hablan a
    favor que para el desempeño de una labor educativa dentro
    del seno familiar se necesita de preparación; en modo
    alguno puede dejarse a la espontaneidad de los padres. La familia
    requiere de ser orientada adecuadamente para el desempeño
    de su labor educativa, en un primer momento por constituir la
    primera escuela del niño y donde recibe las influencias
    educativas más elementales y luego como continuadora de lo
    que el niño es capaz de aprender en el marco institucional
    escolar, así como el reforzamiento de las normas y
    patrones de conducta establecidos en el hogar desde las primeras
    edades.

    Tanto la familia como la escuela deben abrirse para
    recibir las influencias positivas que repercutan en la
    educación integral del niño. Es expresarse en
    términos de considerar ambas instituciones como un sistema
    dinámico abierto que revela la continua interacción
    con el entorno, lo que es facilitado por la propia estructura y
    organización a nivel macrosocial y el carácter
    comunicativo de las personas, dispuestos a recibir y a ofrecer.
    No se trata de la critica a ultranza de lo que le corresponde
    hacer a la familia y a la escuela, ni a la valoración mal
    sana de lo que ambas han tenido que hacer y no han hecho, es
    dialogar diáfanamente y se alcance un nivel de
    relación constructivo y colaborador, donde todos aporten
    ideas para hallar las soluciones pertinentes, se cree una
    relación de participación, compromiso y
    responsabilidad compartida entre todos los implicados en el
    proceso y se logre que las propuestas de cambios o modificaciones
    surjan en el vínculo estrecho familia-escuela.

    Al expresarnos en términos de diversidad en el
    plano familiar y escolar retomo de Jiménez, P (1999:33)
    cuando sentenció que desde la diversidad y en la
    diversidad nos formamos y es la diversidad uno de los ejes de la
    educación democrática. La diversidad no es
    solamente una realidad fáctica sino deseable. El respeto a
    la diferencia exige tolerancia. El sentido de justicia exige la
    superación de las discriminaciones.

    Es innegable que cuando la familia ejerce una influencia
    positiva en la educación y la formación de su
    descendencia, los progresos son más visibles y
    alentadores, razones suficientes para valorar la importancia de
    una adecuada preparación de los padres para satisfacer las
    disímiles necesidades de los hijos.

    El proceso educativo se complejiza aún más
    cuando estamos frente a una familia donde alguno de sus hijos
    presenta una determinada discapacidad. En estos casos la familia
    se somete, desde el mismo instante en que recibe la noticia del
    diagnóstico, a profundos cambios, para los cuales no
    siempre tiene la orientación y la preparación
    suficientes; es por ello la complejidad del trabajo de
    orientación, precisamente por las múltiples
    complicaciones y barreras que las mismas generan en su
    dinámica funcional, las cuales entorpecen el desarrollo
    favorable de todos sus miembros; en particular, el de los propios
    hijos, de ahí la imperiosa necesidad de que los docentes
    acometan las acciones de orientación con la debida
    preparación.

    En franca coincidencia con lo planteado por
    Cañedo Iglesias (2007:5), cabe señalar que para
    llevar a cabo la preparación de la familia y en
    partículas las que tiene hijos con discapacidad deben
    tenerse en cuenta los siguientes aspectos:

    • La aceptación del menor y su familia tal y
      como son.

    • La comprensión de los términos
      necesidad, posibilidad, potencialidad y diversidad,
      demostrándolo con la actitud diaria en la
      práctica.

    • La disposición para aplicar los principios de
      normalización, integración,
      sectorización e individualización.

    La propia autora hace referencia a un grupo de
    indicadores que evidentemente son fundamentales para el
    desarrollo de la labor de preparación de estas familias,
    teniendo en cuenta que no se trata de una acción
    improvisada, sino de una labor que requiere de preparación
    para que las acciones a diseñar sean efectivas. Por tal
    motivo, es importante:

    • La caracterización real, objetiva y
      sistemática de la familia y la identificación
      de las necesidades para la preparación, pues hoy la
      caracterización familiar no se actualiza
      sistemáticamente ni se tienen en cuenta elementos tan
      importantes como las aspiraciones, los intereses y los
      motivos.

    • La preparación que incida en las necesidades
      propias de cada familia, porque actualmente se hace una
      capacitación familiar homogénea, igual para
      todas, sin conocer a cabalidad cuáles son las
      necesidades de cada una.

    Es ineludible el estudio minucioso de la
    problemática familiar para un mejor manejo y entendimiento
    de la familia, con particular énfasis en la
    búsqueda de soluciones a sus dificultades. Constituye un
    gran desafío, la orientación oportuna y
    sistemática que necesitan los padres para el ejercicio de
    su función educativa.

    La acción de orientar es un hecho natural que ha
    estado siempre presente en todas las culturas y ha sido necesaria
    a lo largo de la historia para informar a las personas o
    ayudarlas a desarrollarse e integrarse social y
    profesionalmente.

    El análisis documental referente al tema brinda
    la posibilidad de apreciar las distintas posiciones adoptadas
    que, en tal sentido, ofrecen los autores; sin embargo, como bien
    apunta Basilia Collazo (1992:5) existen aspectos comunes para
    delimitar los objetivos y el contenido del trabajo de la
    orientación, a saber:

    • La necesidad de ayudar al individuo a conocerse a
      sí mismo y a su medio.

    • La necesidad de desarrollar en el individuo la
      capacidad de utilizar su inteligencia para tomar decisiones y
      aprovechar al máximo sus potencialidades.

    • El carácter sistemático, procesal,
      regulador, que debe tener el trabajo de
      orientación.

    • La necesidad de orientación que tienen todos
      los individuos.

    En el caso del trabajo de orientación familiar,
    lo anterior posee una aplicación consecuente. Es vital no
    sólo que las familias se conozcan a sí mismas,
    sepan utilizar su inteligencia y aprovechen sus potencialidades
    para tomar decisiones sabias que repercutan favorablemente en su
    dinámica funcional, sino también que ejerzan el
    control sistemático, consecutivo y regulador, con la
    consiguiente satisfacción de las necesidades de
    orientación que siempre tienen las personas.

    Si importante resulta desde el punto de vista
    teórico definir conceptualmente la orientación, es
    más conveniente aún puntualizar algunos aspectos
    que no pueden obviarse (Collazo y Puentes, 1992:5), sobre todo si
    se tienen cuenta el valor que poseen en el trabajo con las
    familias:

    • La orientación debe considerarse como un
      proceso continuo, vital para todos los seres humanos a fin de
      prepararlos para la realización eficiente de las
      "tareas de desarrollo" para que logren desenvolverse con
      mayor independencia.

    • La orientación significa ayuda y no
      imposición del punto de vista de una persona sobre
      otra. No es tomar decisiones por alguien, sino ayudarlo a
      resolver sus problemas, a desarrollar sus criterios y a
      responsabilizarse con sus decisiones.

    • La orientación en sí misma contempla
      objetivos individuales y sociales, ya que a la vez redunda en
      beneficio del desarrollo pleno del hombre, lo hace capaz de
      aportar más a la sociedad.

    El devenir histórico concreto del proceso de
    orientación ha hecho posible escalar distintos niveles de
    satisfacción en la atención a las necesidades del
    hombre, entre los que se encuentra la orientación a los
    padres, sin lugar a dudas por la importancia que tradicionalmente
    se le ha concedido a la familia como institución social
    para la formación y el desarrollo de sus hijos; por
    supuesto, siempre que esté debidamente
    preparada.

    La orientación familiar es una premisa para todo
    el proceso de preparación que la familia requiere a fin de
    enfrentar su labor educativa. La dota de variantes más
    adecuadas para educar con éxito a los hijos,
    después de reconocer los motivos y las causas que pudieran
    generar cualquier tipo de dificultad y tomar, en consecuencia,
    medidas más eficaces.

    La orientación familiar es un proceso de ayuda de
    carácter multidisciplinario, sistémico y
    sistemático dirigido a la satisfacción de las
    necesidades de cada uno de los miembros de la familia. Es un
    sistema de influencias socioeducativas encaminado a elevar la
    preparación de la familia y brindar estímulo
    constante para la adecuada formación de su
    descendencia.

    En el caso de las familias con hijos con discapacidad,
    el proceso de orientación familiar reviste particular
    importancia por el nivel de preparación y estímulo
    necesarios para promover un modo de vida que se corresponda con
    las características inherentes y específicas de las
    mismas, y satisfacer las necesidades de estos niños de
    acuerdo con las normas establecidas por la sociedad.

    Estas familias requieren de orientaciones precisas que
    incluyan una serie de conocimientos y ayudas concretas sobre
    qué hacer con los hijos, cómo, cuándo y para
    qué hacerlo. Es desarrollar actitudes y convicciones,
    estimular intereses y consolidar motivos y, de esta forma lograr
    la integración de los padres en una concepción
    constructiva sobre las personas deficientes y sus posibilidades
    en la sociedad.

    La orientación familiar debe dirigirse a la
    búsqueda de posibilidades y perspectivas y no
    únicamente a la implantación mecánica de
    métodos y estilos de funcionamiento de generaciones
    anteriores. Es propiciar la creación de mecanismos de
    funcionamiento propios que contribuyan al crecimiento de la
    familia como institución social sin desestimar los
    patrones de comportamiento establecidos por la familia de
    origen.

    Es evidente el papel insustituible de la familia en toda
    la labor educativa y formativa de los hijos y, por consiguiente,
    en la preparación de éstos para desarrollarse como
    entes activos en la sociedad y en el establecimiento de patrones
    de comportamiento adecuados que repercutirán durante toda
    su vida.

    Para llevar a cabo las acciones de orientación y
    de preparación a la familia deben tenerse en cuenta los
    siguientes aspectos:

    • La exploración de los problemas y la
      determinación de las necesidades básicas de
      aprendizaje (incluye la sensibilización de los
      padres).

    • La programación de la acción
      educativa.

    • La acción educativa y participativa
      (intervención).

    • La evaluación.

    • Los nuevos problemas y necesidades.

    Analicemos entonces qué elementos debe tener en
    cuenta el docente para el trabajo con familias. El punto de
    partida para el trabajo es la etapa de
    identificación
    que incluye el conocimiento de la
    realidad objetiva en la que se organiza, vive y actúa. En
    este primer paso se recopila toda la información
    necesaria, lo que permite tener un conocimiento inicial de la
    familia. Aquí se incluyen:

    • Los problemas familiares, cómo, dónde
      y desde cuándo se manifiestan.

    • La extensión e intensidad de los
      mismos.

    • La actitud y las opiniones de otras personas al
      respecto. En fin, un diagnóstico presuntivo que supone
      la formulación de una hipótesis que requiere
      ser comprobada y objetivizada.

    A continuación, se impone reflexionar para
    comprender a cabalidad el problema e ir más allá de
    la mera recopilación de la información, por lo
    tanto es imprescindible discutir sobre el problema y tratar de
    explicar su desarrollo, origen, relaciones y
    consecuencias.

    Una vez identificada la familia, se debe comenzar el
    estudio multidisciplinario de la misma. Esta parte precisa
    de tener muy en cuenta que desde el mismo inicio del estudio de
    la familia, es importante que no se sienta agredida y para
    lograrlo es necesario que participe activamente en el proceso de
    diagnóstico. Cabría hablar entonces de un
    diagnóstico participativo, o sea, un diagnóstico
    que la incluya en el análisis de la situación, en
    un ambiente que propicie poner la investigación en manos
    de los protagonistas, para que sean ellos quienes adopten
    posiciones y tomen decisiones sobre el qué, para
    qué y cómo diagnosticar en correspondencia con sus
    intereses y necesidades a partir de la definición de los
    problemas hasta la formulación de acciones para
    solucionarlos o atenuarlos.

    El diagnóstico participativo es, sobre todo, un
    proceso educativo por excelencia. En él, la familia
    comparte experiencias, intercambia ideas y aprende colectivamente
    al profundizar e investigar su propia realidad sobre la base de
    causas objetivas, reales. Nadie mejor que la propia familia para
    entender y proporcionar recursos de ayuda basados en sus
    vivencias cotidianas.

    La participación de la familia en todo el proceso
    de estudio rompe barreras que en ocasiones limitan el objetivo
    del diagnóstico; entre ellas la barrera de la
    comunicación y el nivel de interacción. No es un
    estudio de la familia, sino desde la familia y con la
    familia.

    Para estudiar a la familia, hay que penetrar en su
    estructura, conocer el desarrollo de la misma. Es necesario
    concebir la estructura de ese desarrollo con un enfoque integral.
    El comportamiento hacia el niño debe analizarse no
    sólo desde el punto de vista biológico, sino desde
    la forma en que se afronta el "problema" de ese
    niño.

    Para llevar a cabo un estudio multidisciplinario de este
    grupo social primario, es menester considerarlo como la
    integración de la diversidad y valorar el resultado de la
    herencia histórica de la misma.

    Por lo tanto, son elementos claves para este estudio: el
    sistema de relaciones que se establecen en la estructura del
    desarrollo de la familia, sus componentes y los roles que
    desempeñan cada uno de ellos, los límites y la
    autonomía de éstos y, como elemento esencial, el
    rol comunicativo entre ellos.

    Es muy importante prepararse para indagar sobre la
    comunicación interfamiliar; es decir, qué,
    cómo y para qué comunica la familia, y hasta
    dónde se comunica. Es imprescindible al profundizar en la
    comunicación, hurgar no sólo en la que se realiza
    mediante la palabra, sino también mediante gestos y el
    contacto de piel a piel, que a veces son más necesarias
    que la propia palabra.

    Para estudiar seria y detenidamente a la familia es
    necesario conocer:

    • Sus metas.

    • La evaluación de la propia familia sobre su
      "problema".

    • La conducta de enfrentamiento del
      problema.

    • La situación que conspira contra la
      estabilidad familiar.

    • Las debilidades de la familia.

    • Las fortalezas y las potencialidades de la
      familia.

    • Los mecanismos de adaptación y
      crecimiento

    • Los estilos de comunicación.

    Un aspecto de vital importancia es cómo se
    evalúa la familia. Ella tiene que sentirse respetada; por
    lo tanto, no se debe invadir su espacio. La familia debe evaluar
    su propia dificultad, lo cual obliga a reflexionar sobre sus
    propias reflexiones, valga la redundancia. Hay que respetar sus
    criterios y demostrarle que puede analizar los problemas por
    sí misma.

    Así, es importante la indagación sobre las
    vivencias personales de sus miembros y el impacto causado en
    ellos por determinada situación comunicativa. Singular
    importancia tiene también el estado actual de la estrecha
    vinculación entre lo cognitivo y lo afectivo.

    Sólo mediante la profundización en el
    estudio de la familia se tienen elementos para arribar a un
    diagnóstico y evaluación de ésta sobre la
    base de sus necesidades
    .

    El diagnóstico es un primer paso para conocer la
    realidad en que vive la familia. Permite detectar los problemas,
    los diferentes elementos que condicionan esa realidad y
    posibilita una aproximación al entendimiento de las causas
    que generan el "problema".

    Este proceso permite, además de manera clara,
    ordenada y objetiva, investigar y analizar lo que se pretende
    transformar. Y para lograr esa transformación es preciso
    transitar del diagnóstico descriptivo a uno argumentativo,
    de modo tal que se pormenorice la situación.

    El eslabón esencial en el diagnóstico de
    la familia es la cotidianidad, es decir, la práctica
    diaria que posibilita la reflexión teórica a partir
    de lo objetivo, lo real, lo concreto. Sólo entonces, con
    conocimiento profundo de la familia y su diagnóstico, se
    puede considerar qué necesita para resolver su "problema",
    o sea, evaluarla.

    Es necesario tener en cuenta que el proceso de
    diagnóstico requiere del estudio de cada uno de los
    miembros de la familia y de su dinámica funcional, ya que,
    por lo general, la afectación no está
    únicamente en el niño, sino en toda la estructura
    del funcionamiento familiar. Es importante conocer cuán
    preparada está la familia para resolver su
    problemática, pues en esa preparación todos los
    miembros crecen y se desarrollan.

    Es necesario en extremo tener en cuenta la estrecha
    relación existente entre lo que piensan y expresan estas
    familias, las circunstancias en que viven y lo que realmente
    hacen, o dicho de otro modo, lo que piensan y lo que expresan
    deben ser el reflejo de la situación en que viven. No
    siempre esta relación se manifiesta de forma coherente, a
    veces piensan en algo que no se corresponde con la
    actuación, o simplemente la forma de actuar no se
    corresponde con las necesidades de la situación en que
    viven.

    Sin lugar a dudas, esta relación es vital, porque
    la transformación de la realidad de estas familias
    sólo se logra con una actuación mancomunada, en la
    que ellas asumen el papel protagónico a partir del
    conocimiento de esa realidad. No existen necesidades y acciones
    divorciadas de la realidad, que es una sola, aunque cambiante y
    contradictoria, por la incoherencia entre lo que piensan,
    actúan y las situaciones en estas familias.

    El conocimiento pleno de las necesidades reales,
    contribuye a la aplicación de acciones de acuerdo con las
    necesidades. Este paso supone varios requisitos:

    • Precisar las acciones a desarrollar con la familia
      en sí.

    • Precisar las acciones a desarrollar con la familia
      para que trabaje o actúe con el
      niño.

    • Establecer un orden jerárquico en el sistema
      de acciones.

    • Garantizar el alcance múltiple de las
      acciones que se planifiquen, es decir que tengan un alcance
      multidimensional y multidireccional.

    • Autorreflexión por parte de la familia y de
      los que trabajan con ella que propicie la valoración
      de la evolución o la involución ante el
      "problema".

    Ahora bien, con la aplicación de las acciones no
    basta para la preparación que requiere la familia. Se
    precisa de un seguimiento sistemático de las acciones
    diseñadas
    , tanto de la evolución general de la
    familia, como de la evolución del niño y la
    niña por parte de la familia. Es conveniente que la
    familia se autoevalúe de modo tal que arribe a sus propias
    conclusiones, por lo que sus miembros deben mantener un registro
    con las vivencias, las experiencias y los resultados concretos
    del trabajo ejecutado.

    Por último, se hace indispensable la
    evaluación de las acciones diseñadas y la
    actualización del diagnóstico inicial.
    Resultan
    muy valiosos los criterios de los propios padres. En la medida en
    que los padres se percaten de los resultados diarios lentos, a
    veces de sus hijos, la situación inicial adquirirá
    paulatinamente otros matices, porque se habrán preparado
    para asumir una conducta tendente a la comprensión y la
    búsqueda de soluciones en el marco de las relaciones
    interpersonales de la familia.

    Como es de suponer, el trabajo no culmina con la
    fría evaluación de la eficacia de las acciones
    diseñadas, porque la realidad cambia constantemente y
    siempre habrá más necesidades por resolver. Es
    fácil percatarse entonces del carácter
    cíclico de las mismas. Al evaluarla, no pueden omitirse
    ciertas reflexiones; por ejemplo, si la familia y el niño
    han evolucionado, cabe afirmar que las acciones diseñadas
    fueron adecuadas; si, por el contrario, involucionan, retroceden
    o se estancan, no cabe duda de que las acciones diseñadas
    no se corresponden con las necesidades concebidas y,
    lógicamente, no hubo certeza en el diagnóstico
    establecido.

    En ambos casos, se retoma el diagnóstico como
    nuevo punto de partida para establecer un nuevo ciclo. Primero,
    para actualizar el estudio y las necesidades, y escalar
    peldaños superiores en el desarrollo estructural y
    armónico de la familia; segundo, para profundizar en el
    estudio, rediseñar y redefinir las acciones en
    correspondencia con las verdaderas necesidades que,
    lógicamente, se basan en la certeza del
    diagnóstico. El objetivo del nuevo diagnóstico es
    ampliar o profundizar en los conocimientos sobre la realidad
    actual de la familia con vista a lograr la solución del
    "problema".

    Vale la pena aclarar que el alcance cíclico de
    las acciones no significa la repetición mecánica de
    cada paso, sino el establecimiento de un orden lógico en
    forma de espiral que permita alcanzar niveles de solución
    y calidad más elevados en cada etapa.

    El rol protagónico de los padres permite afrontar
    las reacciones emocionales, cognitivas y sociales de los hijos;
    apreciar de manera más objetiva los cambios de actitud de
    estos; experimentar cambios positivos en los niveles de
    estrés; valorar las capacidades del niño y el
    sentido de competencia en la atención de estos, todo lo
    cual repercutirá en más armonía, seguridad y
    estabilidad del hogar.

    Con la aspiración de lograr una
    descripción lo más objetiva posible en el proceso
    de evaluación y diagnóstico de las familias se
    proponen algunos aspectos que bien pudieran considerarse como
    dimensiones e indicadores en estudios sobre la temática
    familia, resultado de múltiples investigaciones efectuadas
    en Cuba. En modo alguno es una obra acabada, la realidad, las
    vivencias cotidianas de los investigadores siempre es más
    rica, de ahí la posibilidad de mejorar esta
    propuesta.

    Dimensiones

    Indicadores

    Percepción del modo y las condiciones de
    vida.

    • Satisfacción con las
      condiciones de vivienda (estado de las viviendas y
      tenencia de bienes)

    • Satisfacción de las
      condiciones de vida (percápita de
      vida).

    • Modo de vida en el
      hogar.

    • Satisfacción con las condiciones del
      barrioy otros agentes comunitarios.

    Apreciación de las actividades de tipo
    económicas y educativas.

    • Aseguramiento de la existencia
      física y desarrollo de todos sus
      miembros.

    • Satisfacción de
      necesidades relativas a la
      alimentación.

    • Distribución de tareas y
      roles domésticos (forma, contenido,
      número).

    • Sentido de pertenencia de cada
      uno de sus integrantes ante las tareas del
      hogar.

    • Estímulo
      sistemático ante el desempeño de las
      tareas.

    • Educación
      sexista.

    • Intencionalidad educativa de la
      distribución de tareas.

    • Satisfacción de las necesidades
      materiales, individuales y colectivas.

    Identificación de la estructura
    familiar.

    • Tipo de familia.

    • Modo de ser de la familia.

    • Composición del grupo
      familiar.

    • Diferenciación por
      generaciones.

    • Cambios en esta composición en el
      tiempo, momentos de crisis.

    • Conocimiento de la realidad objetiva en la que
      se organiza, vive y actúa.

    • Problemas familiares, cómo,
      dónde y desde cuándo se manifiestan, la
      extensión e intensidad.

    • Actitud y las opiniones de otras
      personas.

    Funcionamiento familiar.

    • Comunicación.

    • Afectividad.

    • Cohesión.

    • Armonía.

    • Permeabilidad.

    • Cooperación.

    • Tolerancia.

    • Establecimiento de métodos
      de gratificación y sanción.

    • Establecimiento de reglas y
      valores.

    • Límites en el equilibrio,
      seguridad y estabilidad psicológica de los
      hijos.

    • Estructura de la autoridad
      familiar.

    • Cumplimiento de los roles
      paternos. Problemas de
      identificación.

    • Rol educativo.

    • Asunción de los cambios en
      los hijos.

    • Sobreprotección
      .

    • Desarrollo y autonomía de
      los hijos.

    • Igualdad de autoridad entre de
      los padres.

    • Participación igualitaria de la
      administración de los ingresos.

    Funcionamiento familiar (en caso de
    disfunción).

    • Estructura de la
      disfunción.

    • Nivel de la
      disfunción.

    • Potencialidades para enfrentar
      cambios.

    • Sus metas.

    • La evaluación de la propia
      familia sobre su "problema".

    • La conducta de enfrentamiento del
      problema.

    • La situación que conspira
      contra la estabilidad familiar.

    • Las debilidades de la
      familia.

    • Las fortalezas y las
      potencialidades de la familia.

    • Los mecanismos de
      adaptación y crecimiento

    • Los estilos de
      comunicación.

    Comunicación.

    • Riqueza y la calidad de la
      comunicación en beneficio de la funcionabilidad
      familiar.

    • Estilos de la
      comunicación

    • Trasmisión de valores, experiencias,
      hábitos, normas, costumbres, modos y pautas de
      comportamiento.

    • Aporte de reflexiones, valoraciones, vivencias
      y motivaciones.

    • Incorporación correcta de patrones y
      valores sociales con métodos de
      gratificación y sanción

    • Planteamiento de estímulos
      para modificar ideas, costumbres y
      actitudes.

    Preparación de la familia.

    • Nivel cultural de los padres y su
      superación.

    • Acceso a la información y
      cultura en el hogar y la comunidad.

    • Acciones a desarrollar con la
      familia en sí.

    • Acciones a desarrollar con la
      familia para que trabaje o actúe con el
      niño(a).

    • Orden jerárquico en el
      sistema de acciones.

    • Alcance múltiple de las
      acciones que se planifiquen (alcance multidimensional y
      multidireccional).

    • Autorreflexión por parte
      de la familia y de los que trabajan con ella que
      propicie la valoración de la evolución o
      la involución ante el problema".

    • Conocimiento de los padres
      acerca…..

    • Nivel de
      desempeño…..

    Atención a la vida escolar de los
    hijos.

    • Aseguramiento de la asistencia y
      puntualidad.

    • Asistencia a actividades de la
      escuela.

    • Apoyo o control sobre las
      tareas.

    • Relaciones con los
      maestros.

    Conclusiones

    El trabajo con familias tengan o no hijos con
    discapacidad, no es tarea fácil, de hecho parece una
    utopía, pero una utopía realizable. Dar amor a los
    niños y a sus familiares es comprenderlos y
    respetarlos.

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    Autor:

    Dr. C. Ángel Luis Gómez
    Cardoso

    Profesor Titular. Universidad de Ciencias
    Pedagógicas "José Martí". Camagüey,
    Cuba.

    MsC. Olga Lidia Núñez
    Rodríguez

    Directora del Centro de Diagnóstico y
    Orientación. Camagüey, Cuba.

    Lic. Elizabeth Gómez
    Núñez

    Psicopedagoga del Centro de Diagnóstico y
    Orientación. Camagüey, Cuba.

    MsC. Juan José Nuviola Acosta

    Profesor Sede Pedagógica Camagüey,
    Cuba.

    Enviado por:

    Cristian Omar Espinosa

    Partes: 1, 2
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