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Inflación y deflación (página 2)




Enviado por Ovidio Montenegro



Partes: 1, 2

Una forma de inflación de importancia
histórica fue la que se produjo en la época del
bimetalismo y del patrón oro que consistía en la
deflación monetaria cuando el gobernante reducía la
cantidad de metal precioso que llevaban las monedas. Esta
actuación permitía asegurar al Estado beneficios a
corto plazo, puesto que éste podía utilizar la
misma cantidad de metales preciosos para acuñar más
monedas, pero, a largo plazo, esto aumentaba el nivel general de
precios debido a la ley de Gresham según la cual "el
dinero malo desplaza al bueno". Estas deflaciones monetarias
solían deberse a los esfuerzos bélicos de los
gobiernos, lo cual explica parcialmente la correlación de
la inflación con la inestabilidad política. La
entrada de plata en Europa proveniente del Nuevo Mundo en el
siglo XVI también se asocia con los aumentos graduales de
los precios que se produjeron en aquella época, cuando el
valor de los metales preciosos tendía a disminuir, pero
esta teoría no es aceptada de forma general. En la
actualidad, los gobiernos hacen lo mismo cuando emiten más
dinero del necesario, o cuando, de cualquier otra forma,
modifican el valor del dinero.

HISTORIA:

Los ejemplos de inflación y deflación son
numerosos a lo largo de la historia, pero no hay registros
fiables para medir las oscilaciones de los niveles de precios
antes de la edad media. Los historiadores económicos
afirman que los siglos XVI y XVII fueron periodos con alta
inflación a largo plazo en Europa, aunque las tasas medias
anuales del 1 o 2% son tasas despreciables en relación con
las actuales. Los principales cambios se produjeron durante la
Guerra de Independencia de Estados Unidos, cuando los precios
aumentaron a tasas medias del 8,5% mensual y durante la
Revolución Francesa, cuando los precios aumentaron en
Francia a tasas del 10% mensual. Estos breves periodos
inflacionistas eran seguidos de largos periodos en los que se
alternaban las inflaciones y deflaciones a nivel internacional,
siempre vinculadas a hechos económicos o políticos
concretos.

En relación con los patrones de inflación
que se han dado a lo largo de la historia, el periodo posterior a
la II Guerra Mundial se ha caracterizado por niveles de
inflación relativamente altos en muchos países y,
desde mediada la década de 1960, se ha mantenido, en casi
todos los países industrializados, una tendencia hacia la
inflación crónica. Por ejemplo, desde 1965 hasta
1978, el índice de precios al consumo en Estados Unidos se
ha situado en una tasa media anual del 5,7%, con un máximo
del 12,2% en 1974. En Gran Bretaña, la inflación
también alcanzó un máximo en 1974, a
raíz del alza de los precios del petróleo, que
aumentaron a una tasa superior al 25%. Otros países
industrializados padecieron alzas similares en sus niveles de
precios, pero algunos países como Alemania Occidental
(actualmente parte de la reunificada República Federal de
Alemania) consiguieron impedir que se produjera una
inflación crónica. Debido a la actual
integración de las economías de la mayoría
de los países, la disparidad de inflaciones refleja la
relativa eficacia de las distintas políticas
económicas nacionales.

Esta tendencia inflacionista desfavorable
consiguió revertirse en casi todos los países
industrializados a mediados de la década de 1980. Las
políticas fiscales de austeridad y las restrictivas
políticas monetarias emprendidas a principios de la
década, se combinaron con las drásticas
caídas de los precios del petróleo y de los precios
de los bienes para lograr que las tasas medias de
inflación descendieran hasta el 4%. Los países de
América Latina, en su mayoría, experimentaron tasas
de inflación crecientes a partir de la segunda mitad de la
década de 1950. La variación anual del
índice de precios al consumo sufrió violentos
cambios en países como Argentina; desde el año 1975
hasta finales de 1980 pasó de un 43,5% a un 178,3%;
México en el año 1982 llegó a tener una
inflación del 58,9%; Perú, a partir de 1978, tuvo
una inflación creciente alcanzando el 75,4% en 1981;
Brasil llegó al 105,6% el año 1981.

CAUSAS:

La inflación de demanda es aquel fenómeno
que ocurre cuando la demanda excede a la oferta, forzando el
aumento de los precios y de los salarios, así como el
coste de los materiales, los costes de funcionamiento y los
financieros. La inflación de costes se produce cuando los
precios aumentan para poder hacer frente a los costes totales
manteniendo los márgenes de beneficios. Se puede generar
una espiral inflacionista cuando las instituciones y los grupos
de presión reaccionan ante cada nueva subida de precios.
Se producirá una deflación cuando se consiga
revertir la espiral inflacionista.

Para poder explicar por qué cambian los
determinantes de la oferta y demanda los economistas han llegado
a establecer hasta tres tipos de teorías: del lado de la
demanda, la teoría cuantitativa del dinero y el nivel
agregado de los ingresos; y las variables de productividad y
costes del lado de la oferta. Los defensores del monetarismo
piensan que los cambios en el nivel de precios reflejan las
fluctuaciones de la cantidad de dinero disponible, cantidad que
se suele definir como la cantidad de dinero en efectivo en
circulación más los depósitos bancarios.
Defienden que, para mantener el nivel de precios estable, la
oferta de dinero tiene que aumentar a una tasa constante y
coherente con la capacidad productiva real de la economía.
Los detractores de esta teoría afirman que las variaciones
en la oferta de dinero son una respuesta y no la causa de las
variaciones en el nivel de precios.

La teoría basada en el nivel agregado de ingresos
está fundamentada en la obra del economista
británico John Maynard Keynes, publicada en la
década de 1930. Según la teoría keynesiana,
o keynesianismo, las variaciones de la renta nacional determinan
las tasas de consumo e inversión; así pues, el
gasto público llevado a cabo por el gobierno, así
como sus políticas impositivas, deben estar encaminadas a
mantener en su totalidad los niveles de empleo y el máximo
nivel de producción posible. Por lo tanto, la oferta
monetaria debe ajustarse para financiar el nivel deseado de
crecimiento económico y para evitar las crisis financieras
y los altos tipos de interés que frenan tanto el consumo
como la inversión. El gasto público y las
políticas impositivas pueden utilizarse, según esta
teoría, para impedir tanto la inflación como la
deflación, al ajustar la oferta a la demanda.

La tercera teoría se centra en las variables del
lado de la oferta relacionadas con la disminución de la
productividad. Estas variables incluyen la tasa de
inversión de capital a largo plazo y el desarrollo
tecnológico; las variaciones en la calidad y edad de los
trabajadores; el cambio de actividades productivas; la
rápida proliferación de regulaciones
gubernamentales; la inversión en actividades no
productivas en lugar de en actividades productivas; la creciente
escasez de determinadas materias primas; los desarrollos
políticos y sociales que reducen los incentivos para
trabajar; y varias distorsiones económicas relacionadas
con problemas monetarios y de comercio internacional, con
aumentos elevados de los precios del petróleo y con
desastres naturales que reducen las cosechas a escala mundial.
Estos temas relacionados con la oferta son importantes a la hora
de diseñar políticas monetarias y
fiscales.

EFECTOS:

Los efectos de la inflación y la deflación
son varios y cambian a lo largo del tiempo. Normalmente, la
deflación es debida a una caída en la
producción y a un aumento del desempleo. Los menores
precios debidos a la deflación pueden llegar a aumentar el
consumo, la inversión y el comercio exterior, pero
sólo si se corrigen las causas fundamentales que
provocaron el inicio de la deflación.

Al principio, la inflación provoca un aumento de
los beneficios, puesto que los salarios y los demás costes
se modifican en función de las variaciones de precios, y
por lo tanto se alteran después de que los precios hayan
variado, lo que provoca aumentos en la inversión de
capital y en los pagos de dividendos e intereses. Puede que el
gasto de los individuos también aumente debido a la
sensación de que más vale comprar ahora porque
después será más caro; la apreciación
potencial de los precios de los bienes duraderos puede atraer a
los inversores. La inflación nacional puede, de forma
temporal, mejorar la situación de la balanza comercial si
se puede vender la misma cantidad de bienes a mayores precios.
Los gastos del gobierno también aumentan porque suelen
estar explícita, o implícitamente, relacionados con
las tasas de inflación para mantener el valor real de las
transferencias y servicios que proporciona el gobierno. Los
funcionarios también pueden prever la inflación y
por lo tanto establecer mayores necesidades presupuestarias
previendo unos menores ingresos impositivos reales debido a la
inflación.

Sin embargo, a pesar de estas ganancias temporales, la
inflación distorsiona la actividad económica
normal; cuanto menos regular sea la tasa de inflación,
mayor serán estas distorsiones. Normalmente, los tipos de
interés reflejan la tasa de inflación esperada;
cuanto mayor sea ésta, más altos serán los
tipos de interés y más aumentarán los costes
de las empresas, además de disminuir los gastos de consumo
y el valor real de los bonos y las acciones. Los mayores tipos de
interés en las hipotecas y el aumento del precio de los
alquileres disminuye la tasa de construcción de viviendas.
La inflación disminuye el poder adquisitivo de los
ingresos y de los activos financieros, por lo que reduce el
consumo, sobre todo si los consumidores no pueden, o no quieren,
acudir a sus ahorros o aumentar el volumen de sus
deudas.

La inversión de las empresas también
disminuye a medida que la actividad económica se reduce, y
los beneficios son menores porque los trabajadores demandan un
aumento de sus salarios mediante cláusulas que obligan a
los empresarios a defender a los trabajadores de la
inflación crónica mediante subidas salariales
automáticas en función del aumento del coste de la
vida. Los precios de casi todas las materias primas responden
rápidamente ante señales inflacionistas. Los
mayores precios de los bienes que se exportan pueden disminuir
las ventas en el exterior, creando déficit comerciales y
problemas en los tipos de cambio. La inflación es uno de
los principales determinantes de los ciclos económicos que
provocan distorsiones en el nivel de precios y de empleo,
así como una incertidumbre económica a nivel
mundial.

Los efectos de la inflación sobre el bienestar
individual dependen de muchas variables. Aquellas personas que
tienen ingresos relativamente fijos, sobre todo cuando pertenecen
a los grupos de menores ingresos, están muy afectadas por
la creciente inflación, mientras que aquellas que tienen
ingresos flexibles pueden mantener su nivel de bienestar e
incluso mejorarlo. Aquellas personas cuyos ingresos provienen de
activos con valores nominales fijos, como las cuentas de ahorro,
las pensiones, las pólizas de seguros y los instrumentos
financieros a largo plazo padecen una pérdida de riqueza
real; sin embargo, aquellos activos cuyo valor es variable, como
la propiedad inmobiliaria, las obras de arte, las materias primas
y los bienes duraderos pueden experimentar subidas de precios
iguales o superiores al alza del nivel general de precios. Los
trabajadores del sector privado exigirán que sus contratos
laborales lleven cláusulas de ajuste que permitan que sus
salarios no padezcan la subida del coste de la vida. Los
prestatarios suelen beneficiarse de los efectos de la
inflación, mientras que los prestamistas pierden dinero,
ya que los préstamos hipotecarios, personales, comerciales
y públicos se pagarán con un dinero que
tendrá menor poder adquisitivo y los tipos de
interés aumentarán después de que los
precios se hayan incrementado. La toma de decisiones
económicas, tanto pública como privada, puede
depender de un factor psicológico
inflacionista.

MEDIDAS DE
ESTABILIZACIÓN:

Cualquier intento serio de atacar la inflación
implicará dificultades y riesgos, siendo además un
proceso largo porque las medidas restrictivas tienden a reducir
la producción y el empleo antes de que se hagan patentes
los beneficios. Por otra parte, las medidas fiscales y monetarias
expansivas tienden a aumentar el nivel de actividad
económica antes de que aumenten los precios. Estos riesgos
económicos y políticos explican por qué
predominan las políticas expansionistas.

Las medidas de estabilización anulan los efectos
de la inflación y la deflación al restablecer el
nivel normal de actividad económica. Para que sean
efectivas, estas medidas tienen que ser permanentes y no
solamente ajustes temporales que, a menudo, no consiguen
más que agravar las variaciones
cíclicas.

El requisito indispensable para luchar contra la
inflación implica que la cantidad de dinero y de
créditos crezca a una tasa estable en función de
las necesidades de crecimiento de la economía real y
financiera. Los bancos centrales pueden determinar, a largo
plazo, la disponibilidad de dinero y créditos controlando
las reservas financieras necesarias, y con otro tipo de medidas.
La restricción monetaria durante las recesiones
cíclicas permite la recuperación financiera. Sin
embargo, las autoridades monetarias no pueden imponer la
estabilidad económica si la inversión y el consumo
privados siguen creando presiones inflacionistas o
deflacionistas, o si el resto de la política
económica entra en contradicción con la
política monetaria anti-inflacionista. El gasto
público y la política impositiva tienen que ser
coherentes con la actuación monetaria con el fin de lograr
estabilidad y evitar excesivas oscilaciones en la política
económica.

Concretamente, los gobiernos tienen que financiar sus
enormes déficit presupuestarios o bien pidiendo prestado o
bien emitiendo dinero. Si se adopta esta última medida,
las presiones inflacionistas aparecen inevitablemente. La
única forma de lograr que las medidas de
estabilización sean efectivas es manteniendo una
política monetaria y fiscal estable y
coordinada.

También es necesario emprender medidas desde el
lado de la oferta para luchar contra la inflación y evitar
los efectos de estancamiento económico debidos a la
deflación. Entre las posibles medidas a tomar desde el
lado de la oferta se encuentran las medidas incentivadoras del
ahorro y la inversión; mayor gasto para el desarrollo y la
aplicación de nuevas tecnologías; la mejora de las
técnicas de gestión y de la productividad del
trabajo a través de la educación y las
prácticas laborales; mayores esfuerzos para mantener
estable el valor de las materias primas y para desarrollar nuevos
recursos; y la reducción de la excesiva regulación
gubernamental.

Algunos analistas recomiendan la aplicación de
políticas de rentas para luchar contra la
inflación. Estas políticas abarcan desde las
imposiciones gubernamentales sobre niveles de precios, salarios,
rentas y tipos de interés hasta los incentivos fiscales, o
simplemente recomendaciones hechas por el gobierno. Algunos
afirman que la intervención del gobierno podría
complementar las principales medidas económicas monetarias
y fiscales, pero los críticos de esta postura
señalan las ineficiencias de los anteriores programas de
control en los países desarrollados. Entra en lo posible
que las futuras medidas de estabilización se
basarán en coordinar las políticas monetarias y
fiscales y en aumentar los esfuerzos desde el lado de la oferta
para mantener la productividad y desarrollar nuevas
tecnologías.

Todos los temas relacionados con la inflación, la
deflación y las políticas asociadas con estas
problemáticas están adquiriendo mayor importancia
debido a la creciente movilidad de la inversión y a la
especulación de los mercados internacionales que cada vez
están más interrelacionados, sobre todo en las
últimas décadas del siglo XX. Dado que las finanzas
internacionales pueden cambiar el valor de una moneda en
cuestión de minutos, o llevar a un país a la crisis
económica, la gestión empresarial está
adquiriendo un papel relevante a la hora de lograr la estabilidad
económica.

LAS CAUSAS DE LA
INFLACIÓN:

Es evidente que, en toda economía en movimiento,
tiene que haber modificaciones en precios, respondiendo a
condiciones cambiantes en los distintos mercados. Estos se pueden
ver afectados por el avance tecnológico; por el aumento de
la población, y su composición y
distribución regional; por variaciones en la
distribución del ingreso; por nuevos patrones de gustos de
los consumidores; y hasta por fenómenos climáticos.
De esta forma, los cambios en los precios de los múltiples
productos de una economía pueden constituir respuestas
naturales a la evolución tecnológica,
demográfica y social de un país. Estos elementos
impactan la oferta y la demanda, y necesariamente tienen un
efecto sobre el nivel general de precios y sobre los precios
relativos (es decir, la relación del precio de un producto
con respecto a otro).

La mayoría de los ajustes en precios se dan a la
alza, por lo que prácticamente en toda economía
existe una cierta tasa de inflación que condensa los
cambios que constantemente se están llevando a cabo.
Cuando la inflación es baja, y se debe a las fricciones
naturales de una economía en actividad, los costos que
trae consigo son negligibles. Sin embargo, cuando esta alcanza
niveles medios y altos surgen los efectos nocivos que se comentan
posteriormente. Debido a ellos, los gobiernos aplican
políticas dirigidas a disminuirlas. En el diseño de
las políticas de contención inflacionaria, es
indispensable tener un marco de referencia acerca de cuál
es la causa de la inflación, para que su
instrumentación ataque la raíz del problema y no
sea únicamente un paliativo sobre los efectos.

El estudio de las causas de la inflación ha sido
un tema de interés para los economistas
prácticamente desde el nacimiento de la disciplina. Sin
embargo, fue a partir del final de la segunda guerra mundial
(período en que se generalizó la tendencia a la
alza en el nivel general de precios de las economías de
mercado y mixtas), cuando el estudio de la inflación
pasó a ocupar un lugar central en la agenda de la
investigación económica.

Las distintas corrientes de la teoría
económica han dado explicaciones alternativas al
fenómeno inflacionario. En un extremo, se encuentra la
hipótesis monetarista que, simplificando, sostiene que la
inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno
monetario. Es decir, para los monetaristas la inflación
surge porque en la economía hay demasiado dinero yendo
tras poco bienes
, lo que provoca un exceso de demanda y que
los precios suban. En el otro extremo, está la
posición estructuralista-neomarxista, la cual sostiene que
la inflación surge por presiones que ejercen distintos
grupos sociales para mantener y aumentar la parte del ingreso
nacional que perciben.

Una posición intermedia es el enfoque
ecléctico de las causas de la inflación, del que se
desprende que no existe una receta rígida ni única
para frenar el proceso inflacionario. A través de este
enfoque se pretende tener una visión global del
fenómeno de la inflación y no buscar restringir su
explicación a una sola causa. Esta idea fue desarrollada,
entre otros economistas, por Rudiger Dornbusch, Stanley Fischer y
Franco Mpdigliani, del Instituto Tecnológico de
Massachussets; Michael Bruno, profesor de la Universidad Hebrea
de Jerusalén y gobernador del Banco Central de Israel;
Otto Eckstein, quien fuera catedrático de la Universidad
de Harvard; y Mario H. Simonsen, de la Fundación Getulio
Vargas de Brasil.

Este enfoque, que en la literatura económica
contemporánea se conoce como la Teoría Moderna de
la Inflación, atribuye la inflación a tres causas
principalmente, que pueden actuar simultáneamente o en
forma aislada:

  • Exceso de demanda.

  • Componentes Inerciales.

  • Impactos de oferta.

EXCESO DE DEMANDA:

En primer ligar se analiza el problema del exceso de
demanda, tanto porque este fue históricamente el primer
causal identificado de la inflación, como porque en muchas
ocasiones la inflación se debe, originalmente, a un
fenómeno de este tipo. Cuando la demanda agregada, es
decir, el total de los bienes y servicios demandados para
propósitos de consumo privado, inversión, gasto del
gobierno y del exterior (las exportaciones), es mayor a las
posibilidades de oferta incluyendo a las importaciones de la
economía, se origina una presión sobre los precios,
por lo que éstos comienzan a aumentar, surgiendo
así el fenómeno inflacionario.

En general, el déficit del sector público
es el componente de la demanda agregada que hace que esta supere
las posibilidades de producción de la economía y
que ejerza presión sobre los precios. El decir que es el
déficit del sector público el elemento
inflacionario de la demanda agregada requiere de una
explicación que se expone a
continuación.

El gasto en consumo privado se financia con el pago que
se hace a los factores de producción (sueldos y salarios a
los trabajadores, pagos al capital, etc.), de tal manera que lo
que se está generando en valor de la producción por
un lado, se consume por el otro, siendo el valor total del
consumo privado equiparable con una fracción del valor de
la producción. De esta forma, el gasto en consumo agregado
no ejerce presiones inflacionarias por no ser la demanda en este
rubro mayor a la oferta global.

Por otra parte, la inversión privada se financia
con utilidades retenidas o con créditos otorgados por el
sector bancario. Estos créditos tienen su contrapartida en
el ahorro que se obtuvo en la economía y que nuevamente es
un porcentaje del ingreso que se generó en esta.
Así, la inversión privada tampoco fuerza a que la
demanda total sea mayor a la oferta y que se generen presiones
inflacionarias, ya que sus fuentes de financiamiento están
restringidas precisamente por el ahorro y las utilidades
retenidas que se generen.

Por lo tanto, estas dos componentes de la demanda
agregada no son los que originan una inflación de demanda.
Como ya se mencionó, en algunas ocasiones, por haber
cambios en gustos, o en otras variables (por ejemplo, avance
tecnológico), se modifican las demandas específicas
o particulares en un mercado, lo que ocasiona aumentos en los
precios, proporcionándose, así, las señales
adecuadas para la reasignación de recursos en forma
eficiente. Sin embargo, estos ajustes de precios no se pueden
describir como inflacionarios, pues no son generalizados ni
sostenidos, sino manifestaciones propias de la dinámica de
la oferta y de la demanda en cada mercado.

En lo que se refiere al gasto del sector público,
este se financia con la recaudación fiscal, las utilidades
de la empresas públicas, la emisión de valores
gubernamentales en los mercados financieros y con la
emisión primaria de dinero por parte del Banco Central.
Los primeros tres elementos nuevamente no son inflacionarios, ya
que los dos primeros se sustraen directamente del ingreso
generado, mientras que el tercero absorbe parte del ahorro de la
economía.

Sin embargo, cuando el déficit del sector
público es elevado y se tiene que acudir al financiamiento
a través de la emisión primaria de dinero, es
cuando el déficit se hace inflacionario, ya que la demanda
agregada se vuelve mayor a la oferta de bienes y servicios
disponibles en la economía. Por lo tanto, en muchas
ocasiones, la inflación de demanda se debe a un
desbordamiento del gasto del gobierno y, por consiguiente a un
alto déficit fiscal.

COMPONENTES INERCIALES:

La inercia inflacionaria ocurre cuando una vez que se
genera un proceso inflacionario, por ejemplo, en el caso de una
inflación de demanda debido a un elevado déficit
fiscal, esta persiste, aun cuando su causa original, es decir, el
déficit, haya desaparecido. Existen tres razones
básicas, no necesariamente excluyentes, por las que la
inflación puede adquirir vida propia.

La primera de éstas surge porque en la
economías existen esquemas de indización formales e
informales. Un proceso de este tipo se presenta cuando los
precios, los salarios, las utilidades, las tasas de
interés, el tipo de cambio, etc., se fijan en
función de la inflación.

Supongamos que el aumento porcentual en los salarios, o
en el tipo de cambio (que son el precio de la mano de obra y de
la moneda extranjera, respectivamente), es igual a la
inflación pasada debido a la regla de indización.
De esta forma, al generarse inflación y sin importar la
causa primaria por la cual ésta surgió, al periodo
siguiente los precios que están indizados
aumentarán en la misma proporción que la tasa de
inflación. Si estos precios abarcan un alto porcentaje de
los insumos, es decir, de los costos de la economías, los
productores cuyos precios no estén indizados
experimentarán el aumento en sus costos y, por lo tanto,
repercutirán estos incrementos a los precios de sus
productos. Así, el proceso inflacionario se
perpetuará, aun cuando la causa inicial de la
inflación haya desaparecido.

La segunda causa importante por la que la
inflación puede adquirir carácter inercial, se debe
al hecho de que no todos los precios (de loa economía) se
ajustan en el mismo momento. Los contratos salariales no vencen
en la misma época del año, sino que su vencimiento
se encuentra distribuido a lo largo de éste. De esta
manera, si surge por ejemplo un choque de oferta que afecte la
estructura de los costos de un alto porcentaje de productos, los
precios irán aumentando escalonadamente afectando
nuevamente costos y precios, por lo que el proceso adquiere vida
propia. Esta segunda causa refuerza a la primera, debido a que si
existe indización en la economía junto con las
decisiones escalonadas de fijación de precios y salarios,
es sumamente fácil que una vez que aparezca un brote
inflacionario, éste se autopreserve.

La tercera causa de inercia inflacionaria viene dada por
las expectativas de los distintos agentes económicos,
particularmente de aquellos que fijan precios en sus respectivos
mercados. Si se tiene la apreciación de que la
inflación futura va a ser igual a la pasada, los aumentos
en salarios, y los de precios, se otorgarán bajo este
supuesto y, de este modo, las expectativas de inflación se
validarán.

Los tres elementos de inflación inercial
actúan en muchas ocasiones en forma conjunta, y pueden
hacer que los procesos inflacionarios se vuelvan sumamente
rígidos.

IMPACTOS DE OFERTA:

Al igual que en el caso de la inflación de
demanda, los impactos de oferta son también causa de un
brote inflacionario que más adelante puede adquirir vida
propia. Estos pueden surgir por distintas razones. Por ejemplo,
un problema en la balanza comercial (ocasionado por una
caída en los términos de intercambio), que conduzca
a una devaluación del tipo de cambio, provoca un aumento
de precios en los bienes comerciables internacionalmente, es
decir, los importados, los exportables y aquellos que son
sustitutos de importaciones, elevando así los costos de
algunos productos. De esta forma, se crean presiones
inflacionarias. En este caso el impacto de oferta tuvo su origen
en la devaluación que afectó la estructura de
costos de la economía.

Otro ejemplo de impactos de oferta son los aumentos
salariales concedidos por arriba del crecimiento de la
productividad, o por algún evento que afecte la
producción agrícola, como una sequía o
inundación, y que genere aumentos en los precios de dichos
productos.

En resumen, hemos visto que un proceso inflacionario es
posible separarlo en tres elementos: uno de exceso de demanda,
otro de carácter inercial y uno más de impactos de
oferta. El primero y el tercero son los que generan los brotes
inflacionarios, mientras que el segundo es el que provoca que
aumenten los precios en forma sostenida y persistente. En
general, es difícil encontrar una inflación pura en
el sentido de que sea únicamente de demanda o de oferta.
Esto se debe al papel que desempeñan las expectativas, a
la disponibilidad de información entre mercados, y a la
complejidad de las instituciones de una economía moderna,
que hacen que la inflación tenga siempre cierto
carácter y elemento inercial.

COSTOS DE LA
INFLACIÓN:

Las políticas de combate a la inflación
tienen como fin disminuirla o incluso estabilizar el nivel de
precios. Implícitamente, el hecho de que se dedique un
gran esfuerzo en el diseño de políticas para lograr
este objetivo, significa que su existencia tiene altos costos
para la sociedad.

¿Cuáles son éstos? Los costos de la
inflación son múltiples y de diversa índole.
Existen algunos específicos y de carácter
económico, y otros que poseen implicaciones sociales y
políticas. Entre los primeros se puede señalar las
distorsiones administrativas, las fiscales y las que se presentan
en la asignación de recursos.

DISTORSIONES ADMINISTRATIVAS:

Cuando la inflación es alta, el costo de mantener
recursos monetarios o saldos líquidos (por ejemplo, dinero
en caja o en efectivo) aumenta, por lo que las empresas y los
individuos realizan un esfuerzo adicional para manejar
eficientemente sus recursos financieros y evitar que la
inflación erosione su valor real o poder de compra. Para
percatarse de este fenómenos, basta ver el crecimiento de
las tesorerías o de las áreas de finanzas de las
empresas que hacen que recursos que pudieran ser utilizados en la
producción de bienes y servicios, se empleen en el manejo
de la posición financiera de éstas.

DISTORSIONES FISCALES:

Si el sistema está diseñado y especificado
en términos nominales, la inflación crea
distorsiones importantes que afectan la recaudación real o
incide desfavorablemente sobre la distribución del ingreso
al beneficiar en mayor medida a los grupos de ingresos altos.
Veamos el por qué. Cuando los rangos o cajones impositivos
están fijados en términos nominales, la
inflación aumenta la carga fiscal para el contribuyente,
especialmente el de ingresos bajos, ya que va
trasladándolo -dentro de la tabla de aplicación de
tasas impositivas – a rangos superiores de ingresos nominales,
correspondiéndole una mayor tasa. Esta disminuye el
ingreso disponible principalmente en estos grupos.

Por otro lado el sector público, el valor real de
los ingresos fiscales será, cuando existen rezagos en la
recaudación, menor entre más alta sea la
inflación. Un ejemplo hará más transparente
el problema: si el rezago en la recolección de un
año, al mismo tiempo que la inflación anual es de
100%, entonces el sector público recaudará, en
términos reales, exactamente la mitad de lo que
habría recaudado si la inflación hubiera sido igual
a cero.

Es claro que entre mayores sean los retrasos en la
recolección, mayor será la pérdida en los
ingresos reales del gobierno. Además, existe un incentivo
por parte de los causantes para posponer en la medida de lo
posible, el pago de sus obligaciones fiscales conforme la
inflación va siendo mayor. Así, aunque existen
otras distorsiones de carácter fiscal, resulta evidente
que la inflación tiene un impacto negativo sobre las
finanzas públicas.

Adicionalmente, cuando las deducciones fiscales por
depreciación están en términos nominales, la
inflación provocará que su valor real caiga
constantemente, lo que hará menos atractivos los planes de
inversión para las empresas, con el consecuente costo en
producción y empleo a mediano plazo. Así, la
inflación puede incidir desfavorablemente en la
generación de empleos, en la distribución del
ingreso, en los ingresos del sector público y en la
inversión productiva.

DISTORSIONES EN LA ASIGNACIÓN DE
RECURSOS:

Si la economía no se encuentra indizada, y
continúan existiendo rigideces nominales, es decir,
precios que no se mueven en forma sistemática o al parejo
de la inflación, se crean distorsiones importantes en la
asignación de recursos, viéndose afectados
determinados productos, mercados o sectores.

Si bien dichas distorsiones económicas pueden ser
significativas, también pueden ser secundarias al
contrastarlas con las implicaciones de tipo social y de
bienestar. Como se mencionó en párrafos anteriores,
la inflación afecta de manera directa a la sociedad, dado
que, al no existir en la práctica un sistema de
indización perfecto, la inflación necesariamente
incide de una u otra forma sobre los flujos de ingreso,
favoreciendo a algunos individuos en detrimento de otros miembros
de la población. Así, se afecta la
distribución del ingreso y la riqueza. A la primera,
porque existen ciertos sectores que pueden ejercer mayor
presión para que sus ingresos reales no se deterioren,
especialmente aquellos que laboran bajo contratos
indizados.

En este sentido, la diferencia entre los ingresos reales
de los grupos que operan en el sector formal de la
economía y los de aquellos que operan en el informal se
acentúa, principalmente en países en vías de
desarrollo. Adicionalmente, la distribución de la riqueza
también se ve afectada negativamente, debido a que los
grupos de la población con menor riqueza tienen escaso o
nulo acceso a instrumentos financieros y otro tipo de activos que
les permita protegerse de la inflación, lo cual hace que
su riqueza se vaya evaporando con el proceso inflacionario. La
inflación resulta, en consecuencia, motivo de injusticia
social.

Por otro lado, el público percibe que al existir
inflación elevada, el gobierno está faltando al
compromiso básico de mantener una unidad monetaria estable
que sirva como medio de pago, unidad de cuenta y depósito
de valor, condiciones que resultan necesarias para el eficiente
funcionamiento de la economía.

En general, una inflación alta puede crear un
gran desconcierto y malestar social e, incluso puede llevar a un
debilitamiento y fractura del orden institucional
establecido.

EL SIGNIFICADO Y
LA
MEDICIÓN DE LA INFLACIÓN:

Históricamente, la economía general ha
fluctuado de tal manera que experimenta inflación, una
pérdida del poder adquisistivo del dinero con el paso del
tiempo. La inflación significa que el costo de un
artículo tiende a aumentar con el paso del tiempo o,
puesto de otra manera, la misma cantidad monetaria compra menos
de lo mismo.

MEDICIÓN DE LA INFLACIÓN:

Los economistas han desarrollado una medición
llamada índice de precios al consumidor (IPC),
basada en una cesta de mercado de bienes y servicios (canasta
básica) requeridos por el consumidor medio. La cesta
usualmente contiene elementos de ocho grupos principales:
(1)alimentos y bebidas alcohólicas, (2)vivienda,
(3)vestimenta, (4)transporte, (5)cuidado médico,
(6)entretenimiento, (7)cuidados personales y (8)otros bienes y
servicios.

El IPC compara el costo de la cesta de mercado de bienes
y servicios en este mes con el costo del mes anterior, de hace un
año o hace 10 años. El punto temporal en el pasado
con el cual se comparan los precios actuales se denomina
período base. El período base para el
índice actual es 1967. Por ejemplo, suponga que en 1967 se
podía comprar la cesta prescrita con 100 dólares y
que esa misma combinación de bienes y servicios cuesta
291.80 dólares en 1992. Se calcula entonces el IPC
correspondiente a 1992 multiplicando por 100 la razón
entre el precio actual y el precio en el período base. En
este ejemplo, el índice de precios sería
($291.80/$100)100 = 291.80, lo que significa que el precio de la
cesta en 1992 es el 291.80% de su precio en 1967.

Este método para evaluar la inflación no
implica que los consumidores vayan a comprar los mismos bienes y
servicios todos los años. Ellos tienden a ajustar sus
hábitos de compra de acuerdo con los cambios en los
precios relativos y sustituir los artículos cuyos precios
han aumentado notablemente en términos relativos. Debemos
comprender que el IPC no considera este tipo de comportamiento
del consumidor, ya que se basa en la compra de la cesta fija que
contiene los mismos bienes y servicios, en las mismas
proporciones mes tras mes. Por ello el IPC se
denomina índice de precios y no índice de
costo de la vida
, aunque el público en general con
frecuencia lo llama índice de costo de la vida.

PRODUCTO INTERNO
BRUTO:

Producto interior bruto (PIB), concepto económico
que refleja el valor total de la producción de bienes y
servicios de un país en un determinado periodo (por lo
general un año, aunque a veces se considera el trimestre),
con independencia de la propiedad de los activos productivos. Por
ejemplo, la producción de las empresas españolas
instaladas en Argentina es parte del PIB argentino y no del
español. Casi todos los países industrializados
consideran que el PIB es el mejor indicador de la actividad
económica pero, hasta principios de la década de
1990, Alemania, Japón y Estados Unidos preferían
utilizar el producto nacional bruto (PNB), que es la suma total
de todos los ingresos percibidos por los residentes de un
país, independientemente de dónde se sitúen
sus activos productivos; así, los ingresos percibidos por
una empresa española radicada en Argentina se
considerarán parte del PNB español, y no del
argentino.

El PIB engloba el consumo privado, la inversión,
el gasto público, la variación en existencias y las
exportaciones netas (las exportaciones menos las importaciones).
Al principio, el PIB pretendía reflejar la
aportación a la producción de un país de los
distintos sectores: agricultura, industria y servicios. En los
países más industrializados, los servicios
representan entre el 60% y el 70% del PIB, la industria entre el
25% y el 40% y la agricultura menos del 5%. Por supuesto, siempre
hay excepciones. La contribución de la agricultura al PIB
supera el 5% en Irlanda, España y Nueva Zelanda, por
ejemplo. La contribución de los servicios al PIB
estadounidense supera el 70% y en Japón la industria
representa más del 40% de su PIB.

El PIB suele calcularse a precios de mercado. Sin
embargo, si se restan los impuestos indirectos y se suman los
subsidios y las transferencias del Estado se obtiene el PIB al
coste de los factores, lo que permite una visión
más precisa de la remuneración de cada factor de
producción. También puede calcularse a precios
constantes (lo más habitual) o a precios corrientes (que
no tienen en cuenta los efectos de la inflación). El PIB
se puede establecer de tres maneras: sumando el valor de todos
los bienes y servicios producidos; sumando todos los gastos
invertidos en bienes y servicios; o sumando la
remuneración de todos los factores productivos. En
teoría, los tres métodos de cálculo deben
ofrecer un mismo resultado, puesto que la producción tiene
que ser igual al gasto, que a su vez es igual a los ingresos. Sin
embargo, es imposible calcular con absoluta precisión el
PIB, aunque sólo sea porque siempre existe cierta
economía sumergida (actividades no declaradas de forma
oficial); por ejemplo, en Italia existe una importante
economía sumergida estimada en torno al 20% de toda la
actividad económica, aunque para algunos analistas es algo
superior.

Uno de los indicadores del nivel de vida de un
país viene dado por el PIB per cápita, que no es
más que el valor del PIB total dividido por el
número de ciudadanos. Esta cifra suele darse en
dólares estadounidenses para facilitar las comparaciones
entre países. Si el PIB crece más deprisa que la
población, se considera que aumenta el nivel de vida. Si
la población crece más deprisa que el PIB se dice
que el nivel de vida disminuye. Dado que el PIB per cápita
no tiene en cuenta el coste de la vida de cada país,
ciertos analistas consideran que es mejor valorar el nivel de
vida en función de la paridad del poder adquisitivo (PPA),
la cual se establece en una escala de 1 a 100, siendo el poder
adquisitivo igual a 100. Otro indicador del nivel de vida es el
índice de desarrollo humano, publicado por primera vez por
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en
1990. Tiene una escala de 1 a 100 y tiene en cuenta el PIB per
cápita, el grado de alfabetización y la esperanza
de vida de la población.

COMPORTAMIENTO HISTORICO DE LA
INFLACION EN PANAMA EN LOS ULTIMOS
AÑOS.

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CONCLUSIONES

1. La inflación es un fenómeno que se da
en forma continua y persistente en el incremento general de los
precios de los productos de una economía.

2. La inflación distorsiona la actividad
económica normal esto provoca la disminución en:
los gastos de consumo y la inversión de las
empresas.

3 El requisito necesario para luchar contra
la inflación, implica que la cantidad de dinero y de
créditos crezca a una tasa estable en función de
las necesidades de crecimiento de la economía real y
financiera.

4 Si el PIB crece más que la población se
considera que aumenta el nivel de vida , si la población
crece más de prisa que el PIB el nivel de vida
disminuye.

BIBLIOGRAFÍA

Dornbusch, Rudiger. El Combate a la
Inflación.

 

 

Autor:

Lic. Ovidio E. Montenegro
H.

Partes: 1, 2
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