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Jesús Eucaristía (página 4)




Enviado por Guadalupe



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Cuánta fuerza de evangelización tiene el
poder irradiante de Jesús sacramentado! Cuánto
poder tiene el apostolado de la adoración! Cuántos
ancianos y enfermos podrían dedicarse a este apostolado
tan eficaz, empleando así mucho de su tiempo libre! Para
Charles de Foucauld, en el desierto, sólo el hecho de
tener el sagrario era ya, una manera de evangelizar, pues la
presencia poderosa de Jesús Eucaristía llegaba, de
alguna manera, a todos los que lo rodeaban. Pienso también
ahora en los conventos que tienen la adoración perpetua y
en tantas religiosas viejecitas, que se pasan horas y horas ante
Jesús sacramentado. ¡Cuánta fuerza de
apostolado tienen estos conventos y estas personas por muy
ancianas o inútiles que parezcan a los ojos del mundo!
Seamos almas eucarísticas para ser también
misioneros con Jesús. Como diría el Papa Juan Pablo
II: «Estoy convencido de que el auténtico
secreto de los éxitos pastorales no está en los
medios materiales, y menos aún en la riqueza de los
medios. Los frutos duraderos de los esfuerzos pastorales nacen de
la santidad del sacerdote. ¡Este es su
fundamento!»
(DM 9). Y lo que dice del sacerdote lo
puede decir de cualquiera de nosotros, ya que «el puro
amor vale más que cualquier obra y la vida contemplativa
tiene también una extraordinaria eficacia
apostólica y misionera»
(Vita consecrata
59). Seamos contemplativos en la acción y
misioneros en la contemplación
eucarística.

OTRAS EXPRESIONES

¿Cómo le podemos demostrar nuestro amor a
Jesús Eucaristía? Puede haber diferentes
expresiones personales, en las que puede entrar mucho nuestra
propia imaginación.., horas de adoración breves o
prolongadas, visitas… «El pueblo cristiano se recrea
con el humilde saludo de «Alabado sea el Santísimo
sacramento». Y se siente atraído a tantas capillas e
Iglesias que, teniendo al Señor manifiesto, invitan a las
visitas al Santísimo, que dan calor a la jornada y llevan
al coloquio personal con El»
(Pablo VI, Congreso
eucarístico del Perú 30-8-65).

En algunos conventos es de alabar, que en ciertas
fiestas, hacen1 procesión con el Santísimo por
todos los rincones para que Jesús visite y tome
posesión de cada lugar. Y ¡ qué felicidad la
de aquellos conventos que tienen Exposición perpetua
día y noche y que nunca lo dejan solo, y hacen guardia por
turnos! ¡ Qué feliz se sentirá Jesús!
En algunos conventos es costumbre, al finalizar el día,
que el Superior dé la bendición con el
Santísimo.

También es muy de alabar la costumbre de algunos
lugares de hacer la señal de la cruz, cuando se pasa
delante de una Iglesia, donde se encuentra Jesús
sacramentado. Al menos, dirijamos a Jesús una mirada y un
saludo de amor. Estemos siempre en contacto espiritual con el
sagrario más cercano y así vivamos en continua
adoración, haciendo frecuentes comuniones espirituales. A
fin de cuentas, para Jesús no hay distancias. Y desde el
sagrario se proyecta como un rayo luminoso que llega hasta
nosotros para que podamos estar en contacto personal con El. Y,
si no podemos asistir a misa, asistamos en espíritu, si es
posible por radio o por televisión, pero si no,
simplemente uniéndonos a la misa más cercana,
sabiendo la hora de su celebración o uniéndonos a
las misas que en ese momento se celebran en alguna parte del
mundo.

De todos modos, las expresiones personales de amor,
pueden ser innumerables. Una señora buscaba cada
día la flor más hermosa de su jardín para
Jesús. Otra, que era sacristana, tenía la costumbre
de besar todos los días el cáliz. Y cuando alguien
le preguntó el porqué, respondió:
«porque quiero que cada día, cuando venga
Jesús, encuentre mi beso al pie del
cáliz».
Había otra que echaba perfume
junto al sagrario y se esmeraba en que todo estuviera bien limpio
para Jesús. Lo importante es hacerlo todo por amor a
Jesús: enviarle besos con el corazón, la mejor de
las sonrisas, decirle palabras de amor…

Una Superiora, que podía dar la comunión,
colocaba la hostia en el portaviáticos y se lo colgaba y
lo abrazaba junto a su corazón para que el Corazón
de Jesús formara con el suyo un solo CORAZON. Y
así

se pasaba la hora de oración, en
adoración, con Jesús entre sus manos. Pero
éstas y otras expresiones especiales de cariño a
Jesús Eucaristía, sólo deben hacerse con
permiso del Director espiritual o de la Superiora, y nunca llevar
el porta viáticos con Jesús Eucaristía a
cualquier parte, de modo casi permanente, fuera de lo
estrictamente necesario para llevar la comunión a los
enfermos.

Con cuánto amor debemos tratar a Jesús!
Siempre que pasemos delante del sagrario, debemos hacer
genuflexión, y genuflexión doble al pasar delante
de Jesús sacramentado expuesto. Los que dan la
comunión deben hacerlo con todo respeto y cariño,
pues el estar en contacto físico con Jesús es estar
en comunión con El. Los que lo reciben en la mano deben
hacerlo con las manos limpias, haciendo una pequeña cuna
con sus manos (la mano izquierda sobre la derecha) para recibir
al Rey

Jesús, al Dios Omnipotente. No deben quitarle la
hostia al sacerdote «al vuelo», sino esperar a que la
deposite en su mano y recibirla allí mismo, al costado del
sacerdote, sin llev1rsela para tomarla por el camino.

Los que participan en el altar (monitores, lectores,
cantores,…) deben ir bien vestidos, como para una fiesta para
estar a tono con la dignidad y solemnidad del misterio que se
celebra. Cuando se lleva la comunión a los enfermos a las
casas, los familiares deberían esforzarse lo más
posible en preparar bien la habitación, con dos velas
encendidas en una mesita, quizás unas flores y, sobre
todo, mucho amor ante la alegría de que el propio
Jesús en persona se ha dignado visitar su casa. Si lo
reciben así, con amor, ¡cuántas bendiciones
repartirá para todos!

Cantemos al Amor de los amores, cantemos al
Señor Dios está aquí, venid adoradores,
adoremos a Cristo Redentor Gloria a Cristo Jesús. Cielos y
tierra, bendecid al Señor. Honor y gloria a Ti, Rey de la
gloria; amor por siempre a Ti, Dios del amor

LA VISITA DIARIA A JESUS

Antes era el hombre quien esperaba a Dios, ahora resulta
que es Dios quien espera al hombre y éste ni se entera.
Por eso, no te pierdas la visita diaria a Jesús.
«La visita al Santísimo Sacramento es una prueba
de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración
hacia Cristo Nuestro Señor»
(Cat 1418). Y la
Iglesia concede una indulgencia plenaria al fiel que visite a
Jesús para adorarlo en la Eucaristía, durante media
hora. ¡Cuántas bendiciones traerá a tu vida
la visita diaria a Jesús! Si la haces en la mañana,
antes de ir al trabajo, será como un acumulador
eléctrico, pues durante todo el día te
irradiará amor, paz y alegría.
¡Llénate de energías por la mañana
delante del Santísimo! Y si vas por la noche,
después de un día de trabajo agotador, entonces te
parecerá que se abre una válvula de escape, que te
relajará de tus tensiones y así te
apaciguará y te dará tranquilidad para dormir
mejor. ¿Acaso es demasiado pedir que todos los días
visites a tu Dios? ¿No tienes acaso nada que agradecerle
en este día? ¿Nada, nada?

Visitar a Jesús sacramentado cada día es
exponer nuestra alma enfermiza y anémica a la
irradiación invisible de su amor. De este modo, nuestra
alma comenzará a renovarse con una nueva vitalidad,
florecerá como en primavera y brotará con vigor la
alegría y la paz dentro del corazón.

«Jesús es un Dios cercano, un Dios que
nos espera, un Dios que ha querido permanecer con nosotros para
siempre. Cuando se tiene estafe en su presencia real,
¡Qué fácil resulta estar junto a El, adorando
al Amor de los amores! ¡Qué fácil es
comprender las expresiones de amor con que a lo largo de los
siglos los cristianos han rodeado la
Eucaristía»
(Juan Pablo II, Lima
15-5-8 8). S. Alfonso María de Ligorio
escribió su famoso libro «Visitas al S.
sacramento y a María Santísima»,
que ha
superado las dos mil ediciones y dice así:
«Dónde tomaron las almas santas más
bellas resoluciones que al pie del S. Sacramento ?
Y
quién sabe si tú resolverás las tuyas al
darte del todo a Dios ante este sacramento? ¡Qué
ventura es conversar amorosamente con el Señor que, sobre
el altar está rogando por nosotros al Eterno Padre,
ardiendo en llamas de amor! Este amor es quien lo hace permanecer
escondido, desconocido y hasta despreciado de los hombres. Pero
¿a qué más palabras? Gustad y ved».
«Venid y veréis»
(Jn 1,39).

Pero alguno me dirá: es que las Iglesias
están cerradas. Ciertamente, que esto ocurre con demasiada
frecuencia. Cuántas bendiciones y gracias se pierden
así para la persona y para sus familias, para la Iglesia y
para el mundo en general, porque los fieles no tienen facilidad
para visitar a Jesús! «La visita al
Santísimo Sacramento es un gran tesoro de la fe
católica… Y todo acto de reverencia, toda
genuflexión que hacéis delante del Santísimo
Sacramento es importante, porque es un acto de fe en Cristo, un
acto de amor a Cristo. Y cada señal de la cruz, cada gesto
de respeto hecho todas las veces que pasáis ante una
iglesia, es también un acto de fe. Que Dios os conserve
esta fe en el Santísimo sacramento»
(Juan Pablo
II, homilía en Dublin, 29-9-79).

El Papa Pío XII en la encíclica Mediator
Dei pide que «los templos estén abiertos lo
más posible para que los fieles, cada vez más
numerosos, llamados a los pies de Nuestro Salvador, escuchen su
duchísima invitación: Venid a mí todos los
que estáis agobiados y sobrecargados que yo os
aliviaré».
Y el canon 937 ordena que
«la Iglesia en la que está reservada la
Santísima Eucaristía debe quedar abierta a los
fieles, por lo menos algunas horas al día, a no ser que
obste una razón grave, para que puedan hacer
oración ante el Santísimo sacramento».

Esto mismo se dice en la Instrucción Eucharisticum
mysterium y en el Ritual de la Eucaristía.

Pero la triste realidad es que la mayoría de los
fieles no sienten deseos de visitar a Jesús durante la
semana. Por lo cual, tampoco se ve la necesidad de dejar abiertas
las Iglesias. Y Jesús se pasa horas y horas solitario,
esperando a alguna alma piadosa, que venga a consolarlo y a darle
la alegría de pedirle sus bendiciones. «Cristo,
personalmente presente junto a la luz vacilante de la
lámpara solitaria, sigue exigiendo una respuesta personal,
invitando al diálogo a los que adoran con fe»

(Pablo VI al Congreso eucarístico del Perú, 3
0-8-65). Cristo no está en el sagrario de modo
estático, como si estuviera durmiendo, sino que
está vivo y dinámico. Su presencia real no es un
«estar ahí», sino un «estar
por ti».
Te está esperando ¿hasta
cuándo?

En los primeros tiempos del cristianismo, se guardaba la
Eucaristía en las casas para llevarla a los enfermos o a
los cristianos que iban a padecer el martirio o a otras Iglesias
en señal de comunión. ¡Con cuánto amor
la guardaban!

Cuando entres a una Iglesia y veas la luz parpadeante de
la lámpara, piensa que allí está
Jesús, tu Dios, esperándote. En la hostia santa
está el milagro más grande del mundo, un milagro
que la mente humana no puede comprender, porque es un milagro de
amor. El te sigue esperando desde hace dos mil años,
escondido en la hostia, pequeño, invisible, pero el mismo
Jesús de Nazareth. Acércate a El con amor y
devoción como los pastores, como los magos, como lo
hicieron María y José aquel día de Navidad.
Después de la misa y comunión, la mejor receta que
puedo darte para que crezcas en santidad es: ¡Cinco minutos
de sagrario cada día!

Cuando necesites a Jesús, búscalo en el
sagrario de nuestras Iglesias, míralo a los ojos, ten sed
de no perderlo de vista, ten sed de quedarte a sus pies, ten sed
de amarlo con todo tu corazón. No te canses de amarlo
día y noche. A todas horas, levanta tu mirada hacia el
sagrario más cercano, Allí está tu amigo
Jesús. Allí está el Amor y la Vida.
Allí está la Salud y la Paz. Allí
está tu Dios. ¡Cuántos secretos de amor se
encierran allí! ¡Cuánta luz sale del
sagrario! Jesús Eucaristía debe ser el centro de tu
vida, el amigo más querido, el tesoro más preciado.
En El encontrarás la ternura de Dios.

Mira a Jesús en el sagrario y déjate amar
por El. Vete cada día a visitarlo. Allí
aprenderás más que en los libros. Escucha su
Palabra como la Magdalena, que estaba a los pies de Jesús.
Pon en sus manos tus problemas y necesidades. Háblale de
tu vida, de los tuyos, del mundo entero, pues todo le interesa. Y
sentirás una paz inmensa que nada ni nadie podrá
darte jamás. El sosegará tu ánimo y te
dará fuerzas para seguir viviendo. El te dirá como
a Jairo: «No tengas miedo, solamente confi"a en
Mí»
(Mc 5,36).

¡ Qué benditos momentos los pasados junto a
Jesús en el sagrario! ¡Cómo ayudan a crecer
espiritualmente! Es algo sublime que no se puede explicar. No te
pierdas tantos tesoros. No digas que no tienes tiempo. Aunque sea
unos momentos, no dejes de entrar, cuando pases delante de una
Iglesia y, si está cerrada, dirígele desde fuera
unas palabras de amor. Dije que lo amas y salúdalo con una
sonrisa.

En el sagrario hay vida, está la fuente de la
vida, hay corrientes de vida, manantiales de vida, hogueras
misteriosas de vida. Allí está Jesús, el
Dios de la vida. Allí recibirás las inmensas
riquezas de un Dios Omnipotente, que quiere ser tu amigo y
servirse de ti para salvar a tus hermanos.

Oh Santísima Eucaristía, divinidad
admirable y santa. Oh Trinidad adorable. Te adoro con todo mi
corazón y te alabo con todo mi ser Ave, Santísimo
Sacramento. Ave mil y mil veces, mi Jesús
sacramentado.

LA COMUNION ESPIRITUAL

Es muy importante que, cuando no podamos comulgar, o
cada vez que hagamos una visita al Santísimo, e incluso
muchas veces durante el día, podamos unirnos a Cristo en
comunión espiritual. La comunión espiritual es una
comunión sacramental en deseo, pero es más que un
deseo de comulgar. Dice el gran teólogo alemán
Rahner en su libro «La Eucaristía y los hombres de
hoy» que: «la comunión espiritual procura
realmente el fruto y utilidad del sacramento»,
siempre
que se reciba con fe y amor verdaderos. Porque es un acto de amor
y de fe, ordenado a fortalecer la unión y amistad con
Jesús. «Es una adhesión consciente a la
unión espiritual con Cristo, que da la gracia del
Espíritu Santo; es la aceptación renovada en el
fondo del corazón de una tal unión (con Cristo) que
aumenta y profundiza la realidad ontológica (de la
verdadera comunión con El)».

Esto quiere decir que la comunión espiritual no
es una simple imaginación, sino una experiencia real de
unión con Cristo, que nos da su gracia y su amor de modo
efectivo. Por esto, la comunión espiritual nos debe hacer
sentir mayores deseos de la comunión sacramental, pues nos
hace desear y vivir más íntimamente la unión
con Jesús.

Sta. Teresa de Jesús recomendaba:
«Cuando no podáis comulgar ni oír misa,
podéis comulgar espiritualmente, que es de
grandísimo provecho»
(CP 62,1). Ya el concilio
de Trento habla de «aquéllos que, comiendo en
deseo aquel celeste pan eucarístico, experimentan su fruto
y provecho por la fe viva que obra por la caridad»

(Denz 881). S. Antonio Mª. de Claret también la
recomendaba: «Si con fe viva deseas comulgar ya
comulgaste espiritualmente.., calla, adora y entrégate a
Jesús sin reserva».

Rahner afirma que «el lugar por excelencia de
la comunión espiritual es la iglesia y su momento
privilegiado es aquél en el que la

persona está arrodillada ante el
Santísimo sacramento».
(La comunión
espiritual se puede hacer en cualquier momento del día y
en cualquier lugar del mundo, pero, ciertamente, el momento
más apropiado es el de la visita y adoración a
Jesús sacramentado). Incluso, viajando o trabajando,
podemos estar en adoración ante Jesús
sacramentado.

«Si ustedes practican el santo ejercicio de la
comunión espiritual bastantes veces al día, en un
mes se encontrarán completamente cambiados»
(S.
Leonardo). Ésta puede ser una práctica importante,
especialmente, para aquellos convivientes, casados sólo
por lo civil o divorciados vueltos a casar, que no pueden
comulgar sacramentalmente. Ellos no deben sentirse excluidos de
la Iglesia ni condenados ya al infierno;

pero deben comprender que, al no tener la
bendición de Dios en su matrimonio, no pueden tener
participación plena en la vida de la Iglesia a
través de la comunión eucarística. Sin
embargo, el Papa Juan Pablo II en la exhortación
apostólica «Familiaris Consortio» de 1981
afirma:

«se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios,
a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la
oración, a incrementarías obras de caridad… a
educar a sus hijos en la fe cristiana. La Iglesia rece por ellos,
los anime, se presente como madre misericordiosa y así los
sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la
Sagrada Escritura, re- afirma su praxis de no admitir a la
comunión eucarística a los divorciados que se casan
otra vez… Si se les admitiera a la Eucaristía, los
fieles serían inducidos a error y confusión acerca
de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del
matrimonio».
Pero, como hemos dicho anteriormente,
pueden suplir, de alguna manera, la comunión sacramental
con muchas comuniones espirituales.

Sobre esto, Sta. Catalina de Siena tuvo una
visión. Vio a Jesús con dos cálices que le
dijo: «En este cáliz de oro pongo tus comuniones
sacramentales y, en éste de plata, tus comuniones
espirituales. Los dos cálices me son
agradables».
La Bta. Águeda de la Cruz
decía: «si el confesor no me hubiera
enseñado a hacer comuniones espirituales, no hubiera
vivido». Sta.
Catalina de Génova decía:
«Oh Jesús, deseo tanto la alegría de
recibirte y estar contigo, que me parece que, si muriera,
volvería a la vida sólo para recibirte».

Ojala que tengas tú también esas ansias.
«Como el ciervo suspira por las corrientes de agua
así mi alma suspira por Ti, Oh Dios. Mi alma tiene sed de
Dios»
(Sal 41,2).

El P. Pío de Pietrelcina decía:
«Cada mañana antes de unirme a El en el
Santísimo Sacramento, siento que mi corazón es
atraído por una fuerza superior Siento tanta sed y hambre
antes de recibirlo que es una maravilla que no me muera de
ansiedad. Mi sed y mi hambre no disminuyen después de
haberlo recibido en la comunión, sino que aumentan. Cuando
termino la misa, me quedo con Jesús para darle
gracias».

Procuremos vivir durante el día la gracia de
nuestra comunión diaria. De hecho, después de
comulgar, si no estamos en unión permanente con la
humanidad de Jesús, que ha desaparecido al desaparecer las
especies sacramentales, sí estamos en comunicación
con ella en cuanto a la radiación de su amor; pues ha
dejado una huella en nosotros. Además, hay luz y gracias
que se irradian Continuamente desde el sagrario. Desde el
sagrario, Jesús irradia oleadas de ternura sobre nosotros
y nos envuelve con su amor. En todo momento, nos está
diciendo: «Yo te amo, te necesito, ven a
Mí».

Por eso, el P. Pío de Pietrelcina nos recomienda:
«Durante el día, llama a Jesús en medio
de tus ocupaciones. Haz un vuelo espiritual hasta el sagrario,
estés donde estés, cuando no puedas estar
allí con tu cuerpo… y abraza espiritualmente al Amado de
tu alma».
Y el Vble. Andrés de Betrami
decía algo semejante: «Dondequiera que te
encuentres, piensa constantemente en el Santísimo
Sacramento. Fija tus pensamientos en el sagrario, aun por la
noche, cuando despiertes del sueño. Ofrécele lo que
estás haciendo en cada momento. Instala un cable
telegráfico desde tu casa a la Iglesia y, tan seguido como
puedas, envía mensajes de amor a Jesús
sacramentado».
Decía S. Antonio María
Claret: «Tendré una capilla fabricada en medio
de mi corazón y en ella, día y noche,
adoraré a Dios con un culto espiritual».
Seamos
adoradores perpetuos de Jesús, aunque sea
espiritualmente.

Para Jesús no hay distancias. Por eso, podemos
vivir en adoración continua las veinticuatro horas del
día, tratando de que nuestra alma esté orientada
a la Eucaristía. Estemos con el corazón y
la mente pendientes de Jesús sacramentado. Y, para que
esto sea más eficaz, podemos pedirle a nuestro
ángel custodio que esté siempre en vela, en
adoración eucarística, por nosotros, y nos lo
recuerde constantemente durante el día. Podemos decirle
frecuentemente la oración: «Ángel santo
de mi guarda, corre. Veloz al sagrario, y haz
compañía en mi nombre a Jesús
sacramentado».
También podemos pedir a todos
los santos y ángeles y animas del Purgatorio… en una
palabra, a todos los que en cualquier momento del
día o de la noche estén en adoración
eucarística, que adoren también en nuestro lugar.
Y, como todos somos UNO en Cristo Jesús, El lo hará
realidad.

Tengamos tanta hambre de amar a Jesús
que podamos decir «mi corazón y mi carne saltan
de júbilo por el Dios vivo» (Sal
83,3). Esta
ansia era tan grande, que alegraba y hacía sufrir
a los santos. Sta. Catalina de Siena le decía
a su director: «Tengo hambre, por amor de
Dios, dad a mi alma su alimento».
Y Sta. Margarita
María de Alacoque oyó de Jesús estas
palabras: «Hija mía, tu deseo de comulgar ha
penetrado tan profundamente en mi Corazón que, si no
hubiera yo instituido este sacramento de amor lo haría
ahora para hacerme tu alimento. Tengo tanto placer de ser en El
deseado que, cuantas veces el corazón forma este deseo,
otras tantas Yo le miro para atraerlo a
Mí».

Oh Jesús divino, Rey de mi corazón.
Aumenta mi fe en tu presencia eucarística para que nunca
dude de tu presencia real en este sacramento y pueda desearte y
esperarte con amor y con fe todos los días. Yo creo en 7J,
ven a mi corazón en este momento. Yo te adoro y te amo y
te miro, mi Jesús sacramentado.

LA MIRADA DE JESUS

Jesús nos está mirando desde el sagrario,
pero mucha gente tiene miedo de acercarse a El. Quizás lo
ve como el Señor de la justicia y no como el Señor
de la misericordia. Quizás tienen miedo de sus reproches
por los pecados de su vida pasada, por el tiempo que se han
alejado de las prácticas religiosas o, simplemente, porque
no quieren complicarse la vida y tienen miedo a sus exigencias.
Por eso, cuando algunos van a la Iglesia procuran colocarse en
los últimos lugares, prefieren mantener distancias por si
acaso… Quizás quieren ser buenos, pero sin
complicaciones. No están dispuestos a dejarse absorber por
Dios ni seguir sus mandamientos, prefieren vivir «su
vida». Y así viven en la indiferencia, sin darse por
aludidos, cuando El los llama.

Eso es lo que le pasó al joven rico del Evangelio
(Mc 10,17-27). Era bueno, pero no quería ser santo. Y
Jesús «puso sus ojos en El y lo
amó» y
le dijo: «Una sola cosa te
falta, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y
tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y
sígueme».
Pero «su semblante se
anubló y se fue triste, porque tenía mucha
hacienda».

También Jesús miró a Judas en el
huerto de Getsemaní y le dijo con amor: « con un
beso entregas al Hijo hombre*e
?»& (Le 22,48). Y
Judas siguió con su obstinación y no se
arrepintió. En cambio, qué distinta la respuesta de
Pedro. Jesús lo miró (Lc 22,61) y Pedro, saliendo
fuera, lloró amargamente. Y Jesús lo
perdonó, como perdonó al buen ladrón o a
cualquiera de nosotros que se acerque con fe y humildad a pedirle
perdón. Pues bien, Jesús te está mirando
desde el sagrario ¿Serás incapaz de escuchar su
llamado de amor?

Tony de Mello nos relata en su libro «El canto del
pájaro»: «Yo conversaba muchas veces con
el Señor y le daba gracias y le cantaba sus alabanzas.
Pero siempre tenía la incómoda sensación de
que quería que lo mirara a los ojos. Yo le hablaba, pero
desviaba mi mirada, cuando sentía que El me estaba
mirando. No sé por qué tenía miedo de
encontrarme con sus ojos. Pensaba que quizás me iba a
reprochar algún pecado del que no me había
arrepentido o me iba a exigir algo. Al fin, un día tuve el
suficiente valor y lo miré. No había reproche en
sus ojos, ni exigencias. Sus ojos me decían simplemente
con una sonrisa: Te amo. Me quedé mirándolo
fijamente durante largo tiempo y allí seguía el
mismo mensaje: Te amo… Fue tanta mi alegría que, como
Pedro, salí fuera y lloré».

Acércate ahora mismo al sagrario y míralo
a los ojos y verás su mirada llena de amor, pues, como
diría Juan Pablo II, la Eucaristía es una presencia
llena de amor. Ábrele tu corazón y deja que se
caliente al sol de Jesús, ponte bajo sus alas divinas,
déjate amar por El y sentirás cómo te
envuelve su luz, su alegría y su paz. Jesús te
está mirando en este preciso momento, como si no tuviera
que mirar a nadie más que a ti. Piénsalo bien,
Jesús te está siempre mirando desde el sagrario. Y
así lleva ya veinte siglos, derramando miradas de ternura
y todavía no se ha cansado de mirar.

Quizás tengas miedo de mirar a Jesús en el
momento de la elevación de la hostia y del cáliz en
la misa. ¿Por qué? Míralo, adóralo y
dile con todo tu corazón: «Señor
mío y Dios mío»
o bien
«Jesús, yo te amo». Y
encontrarás en su mirada mucho amor y mucha
paz.

Una religiosa contemplativa me escribía:
«Hace unos años vi los ojos de Jesús. Los
vi. en el fondo de mi alma. Era una mirada amorosa, dulce,
cálida, elocuente, muy elocuente, pues me mostraba su
Corazón inmenso e infinito. los ojos de mi Amado y fue tal
la impresión que sentí que no lo podré
olvidar jamás. La mirada que dejó grabada en mi
alma, no podrá ser borrada y espero reconocerla en la
patria tan deseada. Cuando esta mirada me envuelve de nuevo, me
lleno de una infinita delicia. Es algo tan sublime que no puede
ser explicado con palabras».

Otra religiosa anciana me contó personalmente lo
que le había sucedido, cuando era jovencita. Estaba de
postulante y decidió marcharse a su casa. Pero la
víspera de su salida del convento, tuvo un sueño:
«Soñé que recogía mis cosas para
el viaje, me vestía de seglar y caminaba por el claustro
para ir a despedirme de la Comunidad. Entonces, vi a la M. Priora
que caminaba delante de mí en compañía de un
hombre. Al acercarme a ellos, el hombre se volvió y me
miró. Era una mirada tan dulce y cariñosa.., tan
expresiva y amorosa, que nunca la olvidaré. Cada vez que
recuerdo aquellos ojos divinos de Jesús, me pongo a llorar
de emoción. Jesús no me dijo nada, pero yo lo
entendí todo. Era como si me dijera: ¿y me dejas?
¿ Ya no me quieres? ¿Dónde está aquel
amor que me prometiste? Y aquí estoy hasta la
muerte».

Qué hermoso poder descubrir en los ojos de
Jesús todo su amor por nosotros. Y, sobre todo, descubrir
su amor en la celebración de la Eucaristía de cada
día. Me manifestaba una religiosa muy enferma.
«Un día estaba en la misa y, en el momento de la
consagración, sentí mucho recogimiento y, como en
un relámpago, vi a Jesús con mucha luz, más
resplandeciente que el sol y me quedé anonadada sin poder
articular palabra. Sólo lo amaba y sentía su amor
No sé cómo explicarlo, fue como en un
relámpago y duró muy poco, pero se me quedó
grabada dentro de mí esa mirada y sonrisa su ya, como si
me hubiese fundido totalmente con El».

Por eso, te digo que no tengas miedo. Acércate a
Jesús, míralo a los ojos, no tengas miedo de su
mirada. Si estás perdido y confundido, El es tu camino. Si
eres ignorante, El es la Verdad. Si estás muerto por
dentro, El es la Vida. El te iluminará, porque es la Luz
de la vida. En el sagrario encontrarás el paraíso
perdido que buscas. Entra en ese mundo fascinante de Jesús
Eucaristía, donde encontrarás el amor infinito de
tu Dios. Búscalo en el silencio, porque El es amigo del
silencio. Si estás a solas con El, háblale de
corazón, con confianza. Dile muchas veces: Jesús,
yo te amo. Yo confío en Ti.

Santuario de Lourdes

Relicario con la Hostia sangrante de Santarem (Portugal)
Milagro de 1247

Abajo Izq. Relicario con corporales del
milagro de Bolsean (1263) Abajo Der. Puerta del sagrario de un
altar lateral de la Iglesia del Corpus Domini de Turin. Milagro
de 1453

Relicario con la carne y sangre del
milagro de Lanciano (sigloVill)

Jesús, Tú eré mi amigo. Yo te amo
confío en Ti.

La Iglesia llama a la Eucaristía sacramento
admirable, porque es digno de toda admiración. Pues admira
a Jesús, quédate extasiado
mirándolo, sobre todo, en la elevación de
la misa y durante la Exposición del Santísimo
Sacramento. Que tu adoración sea un mirarlo y dejarte
mirar, un amarlo y dejarte amar. Haz la prueba y te prometo que
no te arrepentirás. «Sus ojos son como palomas
posadas al borde de las aguas»
(Cant 5,12). Y
tú puedes decir: «He venido a ser a sus ojos
como un remanso de paz»
(Cant 8,10). No tengas miedo,
la mirada de Jesús es AMOR y la ternura de Dios se irradia
a través de sus pupilas.

EL SILENCIO DE .JESUS

Muchas veces nos desconcierta el silencio de
Jesús en el sagrario. Vamos con toda ilusión a
contarle nuestros problemas y a pedirle por nuestras
necesidades… Y el silencio es la única respuesta.
Quizás nos pasemos toda una noche en adoración ante
Jesús Eucaristía, buscando una solución,
pidiendo una gracia… Y las cosas siguen igual o
peor.

Entonces, puede surgir en nuestro interior la duda y el
desaliento. ¿Estará realmente Jesús
ahí? ¿No será todo fruto de mi
imaginación? ¿Será cierto lo que dice la
Iglesia Católica? ¿Por qué no buscar
respuesta en otra religión? Y Jesús sigue callando,
desde hace veinte siglos, en la hostia consagrada. Jesús
calla en la Eucaristía como calla ante tantas injusticias
y asesinatos, como calla ante tantos que lo insultan y blasfeman,
y quieren ver desaparecer su Nombre de la faz de la
tierra.

El silencio de Dios es algo que no podemos comprender
fácilmente. «Dios es Aquél que calla
desde el principio del mundo»
(Unamuno).
Podríamos repetir con el salmista: «Escondiste
tu rostro y quedé desconcertado»
(Sal 29,8). 0
gritar angustiados con S. Juan de la Cruz:

¿A dónde te escondiste, Amado, y me
dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome
herido, salí tras ti, clamando y eras ido.

Pareciera como si Jesús quisiera esconderse a
propósito para que tengamos más deseo de buscarlo.
Pero lo cierto es que, aunque no podamos o frio con nuestros
oídos, tiene muchas maneras de manifestar su presencia y
su amor. En primer lugar, los Evangelios nos hablan del amigo
Jesús, lleno de ternura para todos. La Iglesia ratifica
nuestra fe en su presencia eucarística. Los santos nos
hablan por experiencia de su presencia real. Los milagros nos
confirman en nuestra fe. Personalmente, puedo decir que, a lo
largo de mi vida, he pasado muchísimas horas ante
Jesús sacramentado. Muchas horas las he pasado sin sentir
absolutamente nada, como si estuviera seco por dentro, haciendo
actos de fe y repitiendo simplemente: Jesús, yo te amo.
Pero, ciertamente, ha habido muchas ocasiones en que he sentido
su presencia y su amor, no de una manera milagrosa o
espectacular, sino de una manera sencilla, como una paz muy
profunda y alegre, que anima y da fuerzas para seguir luchando y
viviendo con alegría. Y esto lo pueden asegurar la inmensa
mayoría de católicos que se acercan frecuentemente
a Jesús Eucaristía.

Por eso, no dudes, cree, adora y ama. En el silencio y
en la oscuridad irá madurando tu fe. No tengas miedo del
silencio de Jesús. El te espera y te ama, aun cuando no lo
sientas ni lo veas. No importa que no tengas éxtasis ni
experiencias maravillosas como otros las han tenido. Dios no te
ama menos por eso. Vete al sagrario y llena tu corazón de
amor a los pies de Jesús, para que estés fuerte
ante los problemas de la vida. Jesús te ama y te espera
con su infinito amor.

MENSAJES DE NUESTRA MADRE

«En el sagrario, escondido bajo el velo
eucarístico, está presente el mismo Jesús
resucitado… Es el mismo Jesús que está sentado a
la derecha del Padre en el esplendor de su Cuerpo glorioso y de
su divinidad… Hoy deben creer más en su presencia real
en medio de ustedes y creer con una fe profunda y testimoniada en
la presencia real de Jesucristo en la
Eucaristía»
(21 de Agosto 1987).

«Jesús, como está en el cielo,
se halla en la tierra realmente presente en la Eucaristía:
con su cuerpo, sangre, alma y divinidad… La Eucaristía
volverá a ser el corazón y el centro de toda la
vida de la iglesia… Pero, desgraciadamente, en estos tiempos de
tinieblas, se ha oscurecido la fe. Hay tanto vacío en
torno al sagrario, tanta indiferencia, tanta negligencia. Cada
día aumentan más las dudas, las negaciones y los
sacrilegios… Ayuden a todos a acercarse a Jesús
eucarístico de una manera digna, invitando a todos a
acercarse a la comunión sacramental, en estado de gracia,
advirtiéndoles que la confesión es necesaria a
quien se halla en pecado mortal, para recibir la sagrada
Eucaristía. Nunca, como en estos tiempos, se han hecho
tantas comuniones indignas. La Iglesia está herida por la
difusión de las comuniones sacrílegas. Ha llegado
el tiempo en que su Madre celestial dice: Basta».

(1[2]4-Junio-1979).

«Que el Santísimo Sacramento
esté rodeado de flores y de luces. Adoren a Jesús
Eucaristía… Expónganlo frecuentemente a la
veneración de los fieles. Multipliquen las horas de
adoración pública para reparar la indiferencia, los
ultrajes, los numerosos sacrilegios y las terribles
profanaciones, a las cuales se ve sometido durante las misas
negras, un culto diabólico y sacrílego, que se
difunde cada vez más yque tiene como vértice actos
abominables y obscenos hacia la Santísima
Eucaristía.

Mi maternal voluntad es que Jesús
eucarístico encuentre en la iglesia su casa real, donde
sea honrado y adorado por los fieles, donde está
también perennemente rodeado por innumerables milicias de
ángeles, de santos y de almas del Purgatorio».

(31-Marzo-1988).

«Hijos míos, por un m.ila gro de amor,
que sólo llegarán a comprender en el
paraíso, Jesús les ha dado el don de permanecer
siempre entre ustedes en la Eucaristía. Pido que se vuelva
de nuevo en todas partes a la práctica de las horas de
adoración ante Jesús expuesto en el
Santísimo Sacramento. Deseo que se acreciente el homenaje
de amor a la Eucaristía y que se desta que aún por
las señales sensibles más expresivas de su piedad.
Rodeen a Jesús eucarístico con flores y luces;
cólmen7o de delicadas atenciones; acérquense a El
con profundos gestos de genuflexión y de adoración
¡Si supieran cómo Jesús eucarístico
los ama, cómo un pequeño gesto de su amor lo llena
de gozo y de consolación! Jesús perdona tantos
sacrilegios y olvida una infinidad de ingratitudes ante una gota
de puro amor

Cuando van delante de El, los ve; cuando le hablan,
los escucha; cuando le conflan algo, acoge en su corazón
cada palabra suya; cuando piden, siempre los escucha. Vayan al
sagrario para entablar con Jesús una relación de
vida simple y cotidiana.

Con la n"iísma naturalidad con que buscan un
amigo, con que confían en las personas que les son
queridas, con que sienten necesidad de un amigo que los ayude,
así vayan al sagrario a buscar a Jesús. Hagan de
Jesús el amigo más querido, la persona en quien
más confían, la más deseada y más
amada. Digan su amor a Jesús, repítanselo con
frecuencia, prque esto es lo único que lo deja
inmensamente contento, lo consuela y lo recompensa de todas las
traiciones»
(21-Agosto-1987).

TERCERA PARTE

Testimonios y
milagros

En esta tercera parte, vamos a considerar casos
concretos de testimonios, conversiones, sanaciones y milagros, a
lo largo de los siglos, para que podamos reafirmar nuestra fe en
la presencia viva y real de Jesús en este sacramento.
Jesús sigue actuando y haciendo maravillas hoy en la
Eucaristía, como lo hacía hace dos mil años.
Así nos lo confirman también los testimonios de los
santos.

TESTIMONIOS

Muchas religiosas contemplativas, con las que me
escribo, me han relatado sus experiencias con Jesús
Eucaristía. Una de ellas me decía: «Las
gracias nus grandes que he recibido en mi vida, las he recibido
directamente de la sagrada Eucaristía y, especialmente el
matrimonio espiritual».
Otra me escribía:
«Mi cehia está cerquita del sagrario y puedo
irme a visitarlo con frecuencia. Acabo de estar con El y me
envolvió un silencio impresionante y me dejé llevar
por El. Fue algo tan hermoso… Jesús Eucaristía me
hacía sentir las dulzuras de su amor sacramentado. Y me
pareció oír su dulce voz, pero fuertemente
persuasiva y dulcemente tajante: «Yo soy Jesús y te
amo mucho».

Una alegre y feliz religiosa ancianita, me manifestaba:
«Soy muy feliz. He hecho del sagrario mi morada y le he
pedido a Jesús que venga a hacer de mi corazón su
sagrario. Así estamos siempre juntos. ¡Qué
lindo es vivir siempre con Jesús, formando un solo
corazón!». ¡
Qué felices los
religiosos que pueden vivir bajo el mismo techo de Jesús!
Me contaba una religiosa: «Un día fui a la
capilla y, después de ponerme de rodillas, me vino un
recogimiento tan grande como jamás me había
ocurrido y por mucho que hubiera hecho por recogerme nunca de tal
forma lo hubiera podido adquirir Parecía que se me
arrebataba el alma. Jesús me hizo comprender de una manera
inefable el misterio del sacerdocio y hasta la gloria y
recompensa que tendrán después. También me
hizo ver cómo está y nos espera en la
Eucaristía y, sobre todo, el infinito amor que nos
tiene… Un poco más y hubiera bastado para fallecer de
amoi me sentía toda abrasada y casi no podía
resistir tanto amor».

El Bto Rafael, monje trapense muerto a los 27
años, en 1938, decía: «En la paz y el
silencio del templo mi alma se abandona a Dios… Si este Dios,
que se oculta en un poco de pan, no estuviera tan abandonado, los
hombres serían más felices, pero no quieren serlo.
Todos los conflictos sociales, todas las diferencias se
allanarían, si mirásemos un poco más hacia
ese Dios tan abandonado, que está en nuestras
iglesias».
Seamos como aquellos católicos de
las islas Kiribati en Oceanía, que se reunían todos
los domingos en la playa para adorar a Jesús
Eucaristía, presente en las iglesias de Tahití a
5000 Kms. de distancia. O como aquel catequista de un pueblecito
de los Andes peruanos, que reunía a su gente los domingos
y les decía, abriendo un corporal ante el altar de la
capilla: «Adoremos a Cristo, que estuvo aquí con
nosotros hace 22 años».

Cuando estuve en el retiro mundial para sacerdotes en
Roma del 5-9 de Octubre de 1984, teníamos una
hora de adoración cada día en la Basílica
Vaticana. Éramos 7000 sacerdotes de todos los
países, unidos en una sola oración, adorando a
nuestro Dios. ¡Qué días de gloria pasé
en aquella ocasión! Muchos sacerdotes, durante la segunda
guerra mundial llevaban siempre en el pecho la sagrada
Eucaristía para darla en comunión a los soldados y
también para tener fuerza y valor para soportar las
pruebas de la guerra. Con Jesús a nuestro lado, todo es
más fácil.

Cuando estuve de capellán militar en Ceuta, en el
Norte de Africa, las religiosas adoratrices me hablaban de
cómo algunas niñas musulmanas, a pesar de no creer,
sentían que allí en el sagrario estaba Dios. Algo
parecido le sucedió a aquella joven judía, cuando
era alumna de un colegio de religiosas. Me escribía
así: « Un día cuando tenía 11
años, una amiga del colegio me invitó a entrar a la
capilla, donde estaba el Santísimo Sacramento y, al entrar
instantáneamente, sin pensarlo, sentí con una
fuerte claridad que allí en el sagrario, que yo llamaba
«caja», allí estaba Dios. No sabría
explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes
iglesias católicas que visité».
Esta fue
la piedra de toque para convertirse. Actualmente, Sor
María del Carmelo es religiosa contemplativa en un
convento de Inglaterra.

El P. Antón Luli, jesuita albanés,
manifestaba en el 1 Encuentro mundial de sacerdotes, celebrado en
Fátima en 1996, su testimonio personal: «Apenas
terminada mi formación, me arrestaron en 1947 tras un
proceso falso e injusto. He vivido 17 años como prisionero
y otros tantos en trabajos forzados. Prácticamente, he
conocido la libertad a los 80 años, cuando en 1989 pude
celebrar por primera vez la misa con la gente. Mi vida ha sido un
milagro de la gracia de Dios y me sorprendo de haber podido
sufrir tanto con una fuerza que no era la mía, sino de
Dios. Me han oprimido con toda clase de torturas… Pero, cuando
podía, celebraba la misa clandestinamente. No podía
confiar en nadie, pues si me descubrían me fusilaban.
Así estuve 1] años.

En una ocasión, tuve una experiencia
extraordinaria, que me recordaba la transfiguración de
Jesús. La desolación dio paso a una maravillosa
experiencia de Jesús. Era como si estuviera allí
presente, frente a mí, y yo le pudiera hablar Aquel
momento fue determinante para mí, pues comenzaron de nuevo
las torturas. Sin aquel amor de Jesús, hubiera muerto,
quizás desesperado».

Así relata El su experiencia y cómo la
celebración de la misa y la comunión, cuando le era
posible clandestinamente, era su fuerza en medio de tanto
sufrimiento y soledad. Y tú ¿a qué esperas
para ir a Jesús? Ojala que lo ames tanto que seas como
aquel campesino que todos los días iba temprano a la
Iglesia y le decía a su familia: «Voy a dar los
buenos días a Dios, voy a visitar a mi amigo
Jesús».
O como aquél que decía:
«Me voy a calentar mi corazón al
sol».
Pues sentía un amor tan grande a
Jesús que, a veces, en su corazón sentía el
fuego de su amor. Seamos como aquel campesino del que habla el
cura de Ars, que iba todos los días a la Iglesia y se
quedaba mirando al sagrario bastante tiempo. Y al preguntarle
qué hacía respondió: «Yo lo miro y
El me mira».
Eso es lo que debemos hacer
también nosotros: mirar y dejarnos mirar. Amar y dejarnos
amar. No hace falta hablar mucho, pues la mejor oración es
la oración de contemplación, que es un silencio
amoroso o un amor silencioso ante la grandeza y el amor de un
Dios, que se ha quedado por amor en este maravilloso
sacramento.

Ahora, repitiendo las palabras de Carlo Carretto,
quisiera decir a todos aquéllos que dejan en solitario el
sagrario: «Imaginad que es cierto lo que dice la
Iglesia de que, bajo el signo sacramental del pan, se halla la
presencia viva de Jesús… ¿No sentiréis
necesidad de ir a quedaros junto a El y hacerle
compañía? Yo creo que Jesús está
presente en la Eucaristía. Cuánto me ha ayudado
estafe. Cuánto debo a esta presencia. Es aquí
delante donde aprendí a orar Cuando en el desierto de
África me pasaba ocho días sin ver a nadie entre
las dunas, cuando en una ocasión me pasé cuarenta
días solo entre la tierra y el cielo estrellado del
Sahara… me habría vuelto loco sin esta presencia de
Jesús a mi lado, sin este amor atento siempre a las
muestras de mi amor Es allí en el desierto con
Jesús Eucaristía, donde sentí más
intensamente la presencia de Dios».

Algo parecido le ocurrió a un sacerdote jesuita
italiano, prisionero de los rusos en la segunda guerra mundial y
que estuvo varios años solo en una celda de la famosa
prisión de Moscú «Lubianka».
Decía:

«Si no hubiera sido por la presencia de
Jesús Eucaristía a mi lado, me hubiera vuelto
loco».
El, siempre que podía, celebraba la misa
con un poco de pan y "un poco de vino, y guardaba la
Eucaristía para sentir la presencia y la
compañía de Jesús a su lado y no sentirse
solo. ¡Qué maravilla! Jesús viene a una
pequeña celda carcelaria a celebrar el gran misterio de la
Redención ante el llamado de un humilde sacerdote,
recluido en el lugar más infernal del mundo.

Y El sigue manifestándose como a aquel sencillo
campesino de Pimpincos (Provincia de Cutervo en el Perú),
que los primeros viernes acudía a la parroquia,
después de haber caminado varias horas, a veces, con
barro, lluvia, frío. .. pero con alegría para
recibir a Jesús, y sentía su amor en lo más
íntimo de su ser. O como se manifestó
también a aquellos universitarios católicos en la
capilla de una casa de retiros, el año 1967, en los que
derramó su Espíritu, dando comienzo a la
Renovación carismática católica en el mundo.
Ellos hablaban de haber sentido sensiblemente el amor y la
presencia de Jesús, descubriendo por primera vez en su
vida lo que era amarlo y adorarlo. Y tú ¿nunca has
sentido paz al adorar a Jesús Eucaristía? Haz la
prueba, vete a visitarlo. Jesús siempre te ama y te
espera.

CONVERSIONES

Refieren los biógrafos de S. Antonio de Padua
que, estando en Rímini en 1225, un hereje albigense,
llamado Boniville, negaba la presencia de Cristo en la
Eucaristía y le pedía una prueba convincente. El
hereje llevó a la plaza su mula, a la que había
dejado tres días sin comer, y le llevó un saco de
cebada al tiempo que S. Antonio llevaba el Santísimo
Sacramento, y la mula dejando sin probar la cebada, se
arrodilló a su manera ante la Eucaristía. A la
vista de este milagro, se convirtió Boniville con varios
de sus seguidores. Y allí se construyó una capilla
para recordar el milagro.

Cuando el santo cura de Ars llegó a ese
pequeño pueblo francés, apenas tres o cuatro
ancianas iban a misa. El, entonces, se dedicó a pasarse
muchas horas de adoración ante el Santísimo y
siempre con el rosario entre las manos y los ojos fijos en el
sagrario. Poco a poco, la gente empezó a ir a la Iglesia y
a querer confesarse. Así empezó un ministerio de
confesión que lo hizo famoso, pues venían hasta de
los últimos rincones de Francia y del extranjero para ver
y oír a aquel sacerdote con fama de santo, que tanto amaba
a Jesús sacramentado.

Algo parecido sucedió en el pueblo de S. Giovanni
Rotondo con el famoso P. Pío de Pietrelcina, capuchino
estigmatizado. Cuando El llegó, era un pueblo desconocido;
hoy es un centro espiritual, sanitario y cultural de fama
internacional. ¿Qué es lo que hizo el milagro? El
P. Pío, sencillo y enfermizo, se pasaba las horas ante el
sagrario, orando por los pecadores y sufriendo por ellos. Poco a
poco, la gente comenzó a visitarlo para confesarse con El.
Y, como le había sucedido al cura de Ars, tuvo que dedicar
sus horas libres a confesar. El 20 de Septiembre de 1918, estando
en oración ante el Santísimo, recibió de
Jesús las santas llagas en manos, pies y
costado.

Y ¿qué hizo que el Bto Damián de
Veuster convirtiera el infierno de Molokai, la isla de los
leprosos, en un lugar digno de vivir? Su amor a la
Eucaristía. El decía: «Sin la presencia
de Jesús en mi pobre capilla, jamás hubiera podido
mantener unida mi suerte a la de los leprosos de
Molokai».
Es por esto también que la M. Teresa
de Calcuta, exige a sus hermanas una hora de adoración
diaria ante el Santísimo para tener fuerza, para poder
servir a los más pobres de entre los pobres.

Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se
convirtió a la Iglesia católica por la
Eucaristía. Después de la muerte de su esposo en
Italia, regresó a Nueva York y buscó la paz en su
propia Iglesia episcopal. Un día se sentó en una
silla de su Iglesia, desde donde podía ver la torre de la
vecina Iglesia católica, y mirando el altar vacío
de su iglesia, comenzó a hablar con Jesús, presente
en el Santísimo de la iglesia católica cercana.
Así empezó a sentir amor a Jesús
Eucaristía, que la atraía como un imán, y
éste fue el comienzo de su conversión.

Otro convertido es el músico judío Herman
Cohen, nombrado maestro de capilla de la Iglesia de S. Valerio de
París, sintió por dos veces una emoción
extraordinaria en el momento de la bendición con el
Santísimo Sacramento. El 28 de Agosto de 1847 fue
bautizado por el sacerdote, también judío
convertido, S. Alfonso de Ratisbona. Después se hizo
carmelita descalzo con el nombre de P. Agustín
María del Sacramento.

El famoso filósofo español, convertido del
ateísmo, García Morente, se hizo sacerdote,
después de haber tenido una experiencia extraordinaria con
Cristo en su habitación, la noche del 29 de Abril de 1937.
Fue tal el impacto que recibió, que quiso ser otro Cristo
en la tierra como sacerdote y, siendo profesor de la Universidad
autónoma de Madrid, se retiraba los fines de semana al
Monasterio del Poyo, para estar allí en un rincón
de la capilla y adorar al amor de su vida, Jesús
sacramentado.

Un oficial paracaidista francés, que había
estado en la guerra de Vietnam y había perdido la fe, al
final de la guerra de Argelia, tuvo que volver a Francia y se
dirigió en automóvil a Pau, donde estaba su
destacamento militar. Cuando estaba a 14 Kilómetros de
Lourdes, sintió un impulso de ir a hacer una visita de
cortesía a la Virgen. Entró en la basifica
subterránea y vio que Jesús Eucaristía
estaba expuesto. Se acercó a las primeras bancas e,
inmediatamente, se vio envuelto en una inmensa oleada de amor de
Jesús. Buscó un sacerdote, se confesó y,
después, subió a la colina para hacer el Vía
crucis. Aquella noche llegó a su destacamento,
transformado. Ahora es un monje trapense.

El 29 de Mayo de 1956 moría a los noventa
años uno de los mejores hagiógrafos de 5. Francisco
de Asís y de Sta. Catalina de Siena, Joannes Joergensen.
Se había bautizado a los treinta años en 1896. Un
día, había entrado por curiosidad a una iglesia
católica en Lucerna (Suiza). En ese momento, el sacerdote
estaba bendiciendo a la gente con el Santísimo Sacramento.
El, llevado por una fuerza irresistible, se arrodilló
también. Este fue el comienzo del largo camino que lo
llevó a la conversión.

Algo parecido le pasó al sobrino del Cardenal
Manning. Este joven anglicano asistió un día a la
procesión del Santísimo Sacramento en la catedral
de Amiens (Francia) y fue milagrosamente iluminado por una fuerza
interior, que le hacía comprender la presencia de
Jesús en la hostia consagrada. El joven Anderson se
bautizó y entró después en la
Compañía de Jesús.

También se convirtió el famoso escritor
católico norteamericano, de origen francés,
Tomás Merton. Un día oyó una voz fuerte y
suave que le decía: «Vete a misa».
Asistió a la Iglesia y su espíritu se
iluminó. Se preparó para el bautismo y lo
recibió el 16 de Noviembre de 1938. Se hizo sacerdote
trapense.

Podríamos poner otros ejemplos, en los que la
Eucaristía se manifiesta como una explosión de luz
y de amor, que envuelve y transforma. Pero el caso más
espectacular y conocido es el de André Frossard, uno de
los mejores escritores franceses del siglo XX. Su
conversión ocurrió a los veinte años y El la
cuenta en su libro: «Dios existe, yo lo
encontré».
Veamos su testimonio:

«Fue un momento de estupor que dura
todavía. Habiendo entrado a la cinco y diez de la tarde en
una capilla del barrio latino de París en busca de un
amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía
de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado
allí escéptico y ateo de extrema izquierda y,
aún más que escéptico y todavía
más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas
a un Dios que ni siquiera tenía intención de
negar… volví a salir algunos minutos más tarde,
católico, apostólico y romano, llevado, alzado,
recogido y arrollado por la ola de una alegría
inagotable.

Entré en la capilla, sobre el altar mayor
había un gran aparato de plantas, candelabros y adornos,
todo dominado por una gran cruz

de metal labrado, que llevaba en su centro un disco
de un blanco mate… En pie, cerca de la puerta, mi mirada pasa
de la sombra a la luz, va de los fieles a las religiosas
inmóviles, de las religiosas al altar; luego, ignoro por
qué, me fijo en el segundo cirio que arde a la izquierda
de la cruz. Entonces, se desencadena, bruscamente, la serie de
prodigios, cuya inexorable violencia iba a desmantelar el ser
absurdo que yo era.

No digo que el cielo se abre, no se abre, se eleva,
se alza de pronto en una silenciosa y dulce explosión de
luz. ¿Cómo describirlo con palabras? Es un cristal
de transparencia infinita, de una luminosidad casi
insostenible… Dios estaba allí revelado y oculto por esa
embajada de luz que, sin discursos ni retóricas, me
hacía comprender todo su amor El prodigio duró un
mes. Cada mañana volvía a encontrar con
éxtasis esa luz que hacía palidecer el día,
ese amor que nunca habría de olvidar y que es toda mi
ciencia teológica. Sin embargo, luz
y dulzura
perdían cada día un poco de su intensidad.
Finalmente desaparecieron…
»

Frossard entró en aquella capilla, en que estaba
expuesto el Santísimo Sacramento, y Jesús se le
manifestó en toda su gloria como una luz maravillosa,
llena de amor. Fue un amor a primera vista y se hicieron amigos
para siempre. Pues bien, el mismo Jesús te espera en la
Iglesia y quiere ser tu amigo. «Si crees, verás
la gloria de Dios»
(Jn 11,40).

SANACIONES

«A los que creyeren les
acompañarán estas señales: en mi Nombre
echarán demonios… pondrán las manos sobre los
enfermos y éstos quedarán sanos»
(Mc
16,17-18).

En la Eucaristía está el mismo
Jesús de Nazareth, que hace dos mil años sanaba a
los enfermos en Palestina. «El es el mismo ayer hoy y
por los siglos»
(Heb 13,8). El es el gran
médico de cuerpos y almas. Por eso, la Eucaristía
es el sacramento por excelencia de la sanación
física, síquica y espiritual. En el sagrario
está el consultorio divino. Allí está Dios
mismo con todo su amor y su poder. El no cobra la consulta y
atiende a toda hora del día o de la noche. El tiene todo
su tiempo exclusivamente para ti. Y es especialista en todas las
enfermedades, especialmente en las enfermedades del
«corazón».

S. Agustín nos dice que, si te pones en manos de
tan buen médico: «sanarás de todas tus
enfermedades, aunque sean muy gran4es, pues mayor es el
médico. Para el médico omnipotente no hay
enfermedad incurable, ponte en sus manos; déjate curar de
El»
(En in PS 102,5). Vete a El con la fe expectante
de la mujer hemorroisa del Evangelio. Ella pensó:
«Si toco siquiera su vestido seré
sana»
(Mc 5,28). Lo hizo y quedó sana.
Muchos enfermos «le suplicaban que les dejase tocar
siquiera la oria de su vestido y, todos los que le tocaban
quedaban sanos»
(Mt 14,36). «A todos los que
se sentían mal los curaba, para que se cumpliese lo dicho
por el profeta Isaías que dice: El tomó sobre
sí nuestras enfermedades y cargó con nuestras
dolencias»
(Mt 8,16-17). «Y Jesús
recorría ciudades y aldeas, enseñando, predicando
el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda
dolencia»
(Mt 9,35). «De El salía un
poder que sanaba a todos»
(Lc 6,19). Y este mismo
poder se lo dio también a sus discípulos:
«les dio poder sobre los espíritus inmundos para
arrojarlos y para curar toda enfermedad y dolencia»

(Mt 10,1). «Curad a los enfermos, resucitad muertos,
limpiad leprosos, arrojad demonios; lo que habéis recibido
gratis, dadlo gratis»
(Mt 10,8).

La Eucaristía es también poderosa para
liberar a los oprimidos por el Maligno. El P. Emiliano Tardif nos
contaba el caso de una mujer que adoraba a Satanás en sus
reuniones satánicas y fue liberada por el poder de
Jesús Eucaristía. El P. Roberto de Grandis
escribía: «A mí personalmente me ha
ayudado mucho en mife eucarística una persona que fue
bruja y se convirtió a la Iglesia Católica.
Decía que nunca se hubiera soltado de Satanás, si
no hubiera acudido diariamente a la

Eucaristía. Afirmaba que hasta los hechiceros
creen en la presencia real de Jesús».
Como
vemos, una de las principales tareas del ministerio de
Jesús, y que debe serlo también de sus
discípulos, es la de expulsar demonios y sanar a los
enfermos del cuerpo y del alma. Varias veces, se nos dice en el
Evangelio que con sólo tocar al enfermo (leproso, ciego,
suegra de Pedro…) los sanó (Cf Mt 8,3; 8,15;
9,29). Entonces, ¿por qué no vamos a recibirlo en
la comunión con esa fe expectante para esperar el milagro
de nuestra salud? Dice el Evangelio que en Nazareth «no
pudo hacer allí ningún milagro, fuera de algunos
pocos dolientes, a quienes impuso las manos y los curó,
por su incredulidad»
(Mc 6,5-6; Mt
13,58).

Decía Sta. Teresa de Jesús:
«Pensáis que este Santísimo Sacramento,
no es muy grande y gran medicina aun para los males corporales?
Yo lo sé y conozco persona de grandes enfermedades y
estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le
quitaban y quedaba buena del todo, y esto muy de
ordinario»
(Camino 34,3). «e!Por qué
hemos de ir a buscarle lejos, si sabemos que, mientras no
consumen el calor natural los accidentes del pan, está con
nosotros el buen Jesús? Pues, si cuando andaba en el mundo
con sólo tocar su ropa sanaba a los enfermos ¿
qué hay que dudar que hará milagros estando dentro
de mí?»
(Ib. 34,5).

El día de Pascua de 1461, el joven Bertrand
Leclerc de 15 años, mudo desde una caída que tuvo
de niño, fue curado en el momento de recibir la
comunión. Desde entonces hasta 1495, todos los lunes
de Pascua se celebraba en la catedral de La Rochelle
(Francia) el recuerdo del milagro del mudo de La
Rochelle.

En 1725 la Sra. Anna Fosse se curó al paso de la
procesión del Corpus Christi en París. Ella, de
cuarenta y cinco años, era una mujer de fe y empezó
a gritar: «Señor si quieres puedes
sanarme». Y
el Señor la sanó y pudo
seguir a pie la procesión, pues estaba paralítica
desde hacía varios años. El arzobispo de
París, después de las investigaciones del caso,
reconoció el milagro y mandó cantar un Te Deum en
agradecimiento.

El Bto. Jean Martín Moyé, misionero de
China, cuenta que en 1778, durante la gran peste, daba la
unción de los enfermos a los moribundos, pero un
día se sintió muy mal. A la mañana
siguiente, se preguntó si sería una temeridad ir en
ese estado a celebrar la misa, pero El dice que «en ese
momento me vino a la mente que N. Señor en el
Santísimo Sacramento era la medicina del cuerpo y del
alma. Celebré la misa y me sentí curado. Dios en su
misericordia me había sanado para el bien de mis
fieles».

Veamos algunos casos de curaciones en Lourdes, llamada
ciudad de la Inmaculada y ciudad de la Eucaristía.
Allí se recogen cada año unos 5500 casos
de curaciones extraordinarias. Gabriele Gargam había
tenido un accidente ferroviario y había quedado
paralítico de las extremidades inferiores. El siete de
Agosto de 1900, en el momento de la bendición con el
Santísimo Sacramento, quedó totalmente
curado.

Raimunda Bonnenfant tenía 13 años, cuando
en Enero de 1920, tuvo un ataque de apendicitis que se
complicó con peritonitis y tuberculosis intestinal. Estaba
moribunda, cuando la llevaron a Lourdes. En el momento de la
bendición con la Eucaristía, ella vio a
Jesús y quedó instantáneamente curada.
Después se hizo religiosa con el nombre de Sor
María de Cristo.

Giovanna Fretel, de 34 años, tenía
peritonitis tuberculosa y había tenido siete operaciones.
Estaba gravísima, cuando la llevaron a Lourdes el ocho de
Octubre de 1948. En el momento de la comunión,
quedó curada totalmente. Su caso fue declarado
milagroso.

María Luisa Bigot, de 31 años, con
hemiplejia, ciega y sorda, fue llevada a Lourdes en 1953 y se
curó de la hemiplejia. En 1954, en otro viaje, en
el momento de la bendición con el Santísimo,
quedó curada del oído, y durante el viaje de
regreso recuperó la vista. Su caso ha sido reconocido como
milagroso.

Tea Ángela, de 29 años, alemana, fue
llevada a Lourdes el 17 de Mayo de 1950 con esclerosis y
fue curada progresivamente, después de meterse en la
piscina y asistir a la procesión del Santísimo
Sacramento. Se hizo religiosa con el nombre de Sor María
Mercedes.

También María Teresa Canin de Marsella, de
37 años, fue curada progresivamente, el 9 de Octubre de
1947, de mal de Pot y de tuberculosis peritoneal, después
de asistir tres días seguidos a la procesión del S.
sacramento.

Fray León Schwager, benedictino suizo,
tenía esclerosis múltiple y fue a Lourdes el 30 de
Abril de 1952, cuando tenía 28 años de edad. En la
procesión del Santísimo quedó curado. Su
caso también ha sido reconocido milagroso.

Más reciente es el caso de Hugo Mario Fisicaro,
industrial madrileño de 39 años. El había
tenido un grave accidente automovilístico el 26 de Enero
de 1989 y su novia lo llevó a Lourdes cuatro meses
después, cuando ya los médicos no podían
hacer nada… Durante la misa por los enfermos, en el momento de
la comunión, sintió un calor intenso que
invadió todo su cuerpo y pudo empezar a caminar, pues
estaba paralizado de medio cuerpo para abajo.

Felizmente, no necesitamos ir a Lourdes, porque
el mismo Jesús que sana en Lourdes esta en cualquiera de
nuestras iglesias, solamente nos falta más fe en
su presencia real en el Santísimo Sacramento. El P.
Emiliano Tardif, que tiene un poderoso ministerio de
sanación a través del mundo, refiere en su libro
«Jesús está vivo» muchos milagros
realizados en las misas de sanación. En Tahití,
había un hombre «completamente ciego de un ojo y
que con el otro veía muy poco. Durante la misa de los
enfermos, precisamente en el momento de la elevación de la
hostia, vio una gran luz y sus ojos se abrieron
¡Había sanado!».

La M. Briege Mackenna, que también tiene un
extraordinario ministerio de sanación a nivel mundial,
acostumbra a realizar sus oraciones de sanación, cuando
Jesús está expuesto en la custodia solemnemente;
para que sea Jesús quien personalmente pase por entre los
enfermos y los cure, como sucede frecuentemente.

El P. Darío Betancourt es otro sacerdote con un
gran ministerio de sanación. Dice en su librito «La
Eucaristía»: «Recién ordenado
sacerdote fui a la casa de unos campesinos a llevar la
comunión. Había un niño con un eczema, que
era como una llaga al rojo vivo. Sus padres me contaron que
habían gastado todo su dinero en médicos y
medicinas sin éxito alguno. Yo impuse el relicario con la
hostia consagrada, tocando al niño, mientras todos
pedíamos a Dios por su curación. Dos semanas
más tarde, sus padres me trajeron al niño para
mostrarme cómo se habían secado las llagas. Me
contaron que, desde el momento de aquella oración, el
pequeño había dejado de rascarse y empezó la
mejoría»… «Otro día, me llamaron a un
hospital de Nueva York para atender a Ann Greei que llevaba dos
meses inconsciente. Yo me acordé del caso que acabo de
contar y le puse el relicario sobre su frente en el lugar donde
había sido golpeada en un terrible accidente
automovilístico. Por la noche, fuimos informados de que la
niña había recobrado un poco de calor y sus
miembros estaban más flexibles. Al día siguiente,
los médicos estaban admirados de la mejoría tan
grande de la noche a la mañana. Dos días más
tarde, reconocía y recordaba. Una semana después,
Ann dejaba el hospital totalmente
recuperada».

El P. Roberto de Grandis en su libro «Sanados por
la Eucaristía» escribió: «Cuanto
más fuerte sea la presencia de Jesús, habrá
más sanaciones. Y la presencia más grande del
Señor la tenemos en la Eucaristía. Es mucho
más fuerte que imponer las manos, mucho más fuerte
que ungir con aceite, mucho más fuerte que predicar la
Palabra. La presencia de Jesús en la Eucaristía, es
la presencia absoluta. El momento más grande de
sanación es el momento de la comunión. Confieso
que, después de veinticinco años en el ministerio
de sanación, es ahora cuando estoy empezando a ver la
realidad de lo que digo: El Señor sana en la
Eucaristía.

Conocí a una mujer que estaba embarazada y el
médico le dijo que tenía que abortar porque el
niño estaba completamente deforme. Fue a la Iglesia.
Durante la misa pidió fuerza para poder aceptar a ese
niño y, cuando el sacerdote elevaba la hostia
sintió un poder grande dentro de ella y una gran paz. El
médico insistía en que tenía que abortar
Siguió yendo diariamente a misa, y tuvo una niña
perfectamente normal. Ya ha cumplido los siete años y la
están preparando para su primera
comunión»…

Cuando las madres embarazadas comulgan, en alguna medida
hacen comulgar a su hijo, y la unión de Jesús con
la madre es también unión con su hijo. Esa es una
linda manera de entregarlos a Jesús, de
consagrárselos antes de nacer. La comunión
será una fuente enorme de bendiciones y de sanación
para su hijo, que puede ser afectado por traumas antes de su
nacimiento. Y, en caso de que los pierdan, será una
tranquilidad para ellas saber que ya estaban en las manos de
Jesús y consagrados a El.

Pues bien, ahí está Jesús ¿a
qué esperamos para comulgar? ¿A qué
esperamos para ir a pedirle la salud de nuestros seres queridos?
«A los que honran su Nombre, les brillará el sol
de justicia (Cristo) que lleva la salud en sus rayos»

(Mal 3,20). Dejémonos bañar por la luz divina, que
sale del sagrario, y que también es salud para nuestros
cuerpos y nuestras almas. Por esto, en cada sagrario
deberíamos colocar un letrero que dijera más o
menos así: «Aquí se cura el alma y el
cuerpo. Aquí está Jesús, médico de
cuerpos y almas. Aquí hay vida, salud, amor alegría
y paz».

En el sagrario está Jesús, que es la luz
del mundo y que trae la vida al mundo. ¿Podemos
imaginarnos un mundo sin luz? Sería un mundo sin vida.
Supongamos que el sol se apagase repentinamente.., a los ocho
minutos no habría luz en la tierra y empezaría a
agonizar la vida y, poco a poco, el frío y el viento
helado congelaría todo. Se extinguiría toda la vida
por falta de luz y calor y sería la muerte total. Pues
esto es lo que le pasa a quien no tiene la luz de Cristo, luz del
mundo (Cf Jn 8,12).

El vino a traernos vida y vida en abundancia (Cf Jn
10,10). Por eso, no es de extrañar que el Bto Manuel
Domingo y Sol gritara: «Para mí la vida es
Cristo en el Santísimo sacramento».
El mismo S.
Pablo decía: «Para mí la vida es
Cristo».
S. José de Cotolengo aconsejaba la
comunión diaria a los médicos y enfermeras antes de
las operaciones y les decía: «La medicina es una
gran ciencia, pero Jesús es un médico más
grande».
El puede curar sin intermediarios. La Sra.
Guadalupe del Carmen Romero, mexicana, tenía una
enfermedad especial y no podía comer alimentos que
tuvieran trigo, avena, centeno, cebada, etc. Si tomaba pan o una
hostia sin consagras, le venían graves trastornos
orgánicos. Sin embargo, todos los días
recibía la hostia en la comunión y no le pasaba
nada ¡Qué diferencia entre un poco de pan y recibir
a Cristo Eucaristía!

Pues bien, El sigue esperándonos en el
sagrario… Y sigue pasando y curando. Acércate a El y
verás milagros en tu vida. Recuerda lo que dice el
Evangelio: «Se le acercó una gran muchedumbre,
en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos
otros enfermos, que se echaron a sus pies y los
curó»
(Mt 15,30). Vete tú
también, póstrate a sus pies y no quedarás
defraudado. El es un amigo que nunca falla.

MILAGROS EUCARISTICOS

a). Aparici[3]ones:

1.- El día de Pascua de 1254, un
sacerdote estaba dando la comunión en el pueblo de Douai
(Francia) y una hostia cayó al suelo. Se inclinó
para recogerla, pero la hostia por sí misma se
levantó y voló hasta el purificador que estaba en
el altar. Fue a ver y observó en la hostia el cuerpo
viviente de un niño maravilloso. Todos los que se
acercaron vieron lo mismo. Tomás de Cantimpré,
doctor en Teología y obispo de Cambray, dio testimonio de
este prodigio en su libro: «Bonum universale de
apibus». En este libro afirma que la mayor parte lo vio
como un niño, otros como Cristo adulto y otros como juez,
cada uno según su capacidad o necesidad espiritual. Hay
otros documentos sobre este milagro.

2.- El día 2 de Junio de 1668 a las 7 p.m. en
Ulmes (Francia), el párroco, Nicolás Nezan, estaba
para darla bendición con el Santísimo .a las 200
personas presentes. Después de incensar se cantó el
himno «Pange lingua» y, a las palabras «Verbum
caro panem verum», apareció el rostro luminoso de un
hombre en la hostia de la custodia. La aparición
duró un cuarto de hora y todos lo pudieron ver. Cuando
estaba para desaparecer, se presentó una nubecilla
alrededor de la hostia, hasta que todo quedó normal. Este
milagro está firmemente asegurado por muchos
documentos.

3.- Los días 12, 13 y 14 de Junio de 1828 en
Hartmannswiller, en la región de Alsacia (Francia),
después de la bendición con el Santísimo,
unas 600 personas pudieron ver la hostia brillante como un sol
potentísimo y en ella el rostro del niño
Dios.

4.- El 26 de Enero de 1902 en la Iglesia de San
Andrés, a 27 Kms. de S. Denis, de la Reunión
(Francia). Durante la Exposición del Santísimo,
desde las 8 a.m. hasta las 3 p.m., miles de personas, algunos
incrédulos, pudieron ver en la hostia el rostro de Cristo,
triste, con los ojos cerrados, la cabeza inclinada y algunas
lágrimas en el rostro. Casi al final de la
Exposición se pudo ver un crucifijo claramente… La
hostia se conserva todavía.

5.- Otros testimonios sobre apariciones en la hostia se
cuentan del convento de las MM Redentoristas en Scala (Italia),
durante cuatro días, en el momento de la bendición
con el Santísimo. Apareció una cruz luminosa sobre
un monte y alrededor los instrumentos de la Pasión. Este
milagro, certificado por S. Alfonso María de Ligorio,
ocurrió en 1732.

6.- En el convénto de las religiosas de la
Sagrada Familia de Bordeaux (Francia), el 3 de Febrero de 1822,
durante la Exposición, se apareció en la hostia el
rostro de Cristo, como un joven de unos treinta años,
extraordinariamente bello. Duró la aparición unos
veinte minutos. El obispo reconoció la autenticidad del
milagro.

7.- Los días 18 y 19 de Mayo de 1996 en el pueblo
portugués de Mouré, distrito y diócesis de
Braga, ocurrió también un hecho extraordinario del
que se hicieron eco los medios de comunicación a nivel
mundial. Durante la Exposición del Santísimo
Sacramento en la custodia, en la Iglesia parroquial, todos
pudieron ver en la superficie de la hostia, de nueve
centímetros de diámetro, a Jesús de medio
cuerpo, con la cabeza coronada de espinas, los ojos abiertos y
bajos, las manos cruzadas sobre el pecho y con aspecto
«tristinho» (triste), según los testimonios de
los cientos de personas que lo vieron.

Este prodigio podía verse, incluso, con todas las
luces de la Iglesia apagadas, pues había una luz interior
que salía de la misma hostia. Ahí estaba
Jesús glorioso y resucitado, pero a la vez sufriendo, al
ver tanta indiferencia y abandono ante el gran misterio del
amor.

b). Conservación milagrosa:

1.- En Morrovalle (Macerata) en Italia, ocurrió
un prodigio el 16 de Abril de 1560. Se incendió la Iglesia
de los PP Franciscanos y todo quedó destruido,
también el sagrario. Sólo quedaron milagrosamente
intactos los corporales y la hostia grande, que el día
anterior había consagrado el P. Bautista de Ascoli.
También estaba intacta la cubierta del copón, pues
la base o copa estaba totalmente derretida. Se hicieron las
investigaciones del caso y el Papa Pío IV declaró
que era un verdadero milagro. En 1960 se celebró el cuarto
centenario del prodigio y hay una inscripción en una
puerta de la ciudad que la declara «Ciudad
Eucarística».

2.- En la ciudad italiana de Siena el año 1730,
unos ladrones robaron 351 hostias consagradas de la Iglesia de S.
Francisco el 14 de Agosto. A los tres días, el
clérigo que recogía las limosnas de las
alcancías se dio cuenta de que estaban allí, llenas
de polvo y metidas entre las monedas. ¡Actualmente, se
conservan 225. Pero todas están tan intactas y frescas,
como si hubieran sido consagradas el mismo día. Se han
hecho en diferentes épocas exámenes
científicos, sobretodo, en 1914, 1922 y 1950 y han
confirmado el milagro de su conservación milagrosa.
Algunos santos como S. Juan Bosco y Papas como Juan XXIII y Pablo
VI, han adorado estas hostias en las que sigue estando presente
Jesús sacra mentado El Papa Juan Pablo II vino a Siena el
14 de Septiembre de 1980 y declaró: «Aquí
está la presencia de Jesús».

c) Profanaciones:

1.- Ocurrió en Alatri (Italia) a principios del
año 1228. Después de comulgar, una joven
metió la hostia en un pañuelo, para
llevársela a una hechicera. Tres días
después, aquella hostia se había convertido en
carne. La hechicera y la joven, arrepentidas, fueron al obispo a
pedirle perdón y contarle el milagro. El papa Gregorio IX
publicó una bula el mismo año, donde habla de este
prodigio. Actualmente, se conserva esta carne seca
en un relicario. En 1978 se celebró el 750
aniversario del milagro con gran solemnidad.

2.- En la ciudad portuguesa de Santarem ocurrió
un milagro en 1247. Una mujer, desesperada por la infidelidad de
su esposo, fue a ver a una hechicera pasa pedirle ayuda.
Ésta le dijo que le trajera una hostia consagrada. Fue a
recibir la comunión en la Iglesia de S. Esteban y la
envolvió en su velo. Pero, cuando iba a la casa de la
hechicera, empezaron a salir del velo abundantes gotas de sangre.
Se fue a su casa y lo escondió todo en un cofre de madera.
Por la noche, ella con su esposo fueron sorprendidos por unos
rayos misteriosos que salían del cofre e iluminaban toda
la habitación. Ella le confesó a su esposo lo que
había sucedido y pasaron la noche en adoración. Al
día siguiente, avisaron al sacerdote, que colocó
todo en una caja de cera. Al poco tiempo, vieron la caja de cera
rota y la hostia sangrante estaba en una ampolla de cristal
herméticamente cerrada. ¿Cómo pudo entras?
En esa misma ampolla de cristal se venera hoy día. Hay
documentos antiguos de este milagro, que ha hecho de Santarem una
ciudad eucarística.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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