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José Martí como guía en la reeducación dentro de los centros penitenciarios cubanos



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Desarrollo
  3. Conclusiones
  4. Bibliografía

Introducción

José Martí Pérez, fue de esos
hombres excepcionales, como aquel sobre los que él mismo
dijo alguna vez: "deslumbran como el astro, siente como
sentirían las entrañas de la tierra, los senos de
los mares y la inmensidad continental".

El Héroe Nacional de Cuba resumió y
representó como nadie la herencia patriótica de sus
antecesores y fue al mismo tiempo generador de nuevos y altos
escalones en el proceso de consolidación de la
nación cubana. Su pensamiento y acción saltaron las
fronteras de su tierra natal para expresar con entusiasmo y
convicción sin par, los profundo y caros anhelos de la
gran patria latinoamericana.

El maestro para quien "hacer bien es un deber
sencillo",
nos legó su ejemplo, pensamiento y
cualidades humanas, con las que abrió veredas y
estableció rutas.

Él está presente en nuestras luchas y
esfuerzos, en los logros y en el quehacer cotidiano por hacer
avanzar la revolución. Sus ideas tienen tal fuerza y
proyección que animaron a los hombres del Mondada, del
Granma, la Sierra Maestra y la clandestinidad, hoy se haya a cada
paso en la obra revolucionaria en la sonrisa de un niño,
la mirada de un joven o el rostro de un anciano y hasta en el
resplandecer de un recluso.

Desarrollo

La más desgarradora experiencia sufrida, en carne
propia, por el adolescente José Martí lo fue
primero su encarcelamiento, el juicio que se le siguió
posteriormente y su condena a seis años de presidio, con
trabajos forzados, en las antiguas canteras de San Lázaro.
Sólo cumplió seis meses de condena porque sus
padres movieron cielo y tierra para obtener su libertad, y
también el permiso para que continuara estudios en la
península a donde sería desterrado.

José Martí, ingresó al presidio
político con 17 años de edad,
correspondiéndole el número 113 de la primera
brigada de blancos.Allí padecería de por vida las
lesiones que le causó la cadena y el grillete, sobre su
carne lacerada, por lo que se vería obligado a someterse a
varias operaciones que le cambiarían para siempre. No
sólo las vivencias personales, el trabajo cortando piedra
con el pico, bajo el sol, las heridas cubiertas con sal, el
hambre y las llagas purulentas marcaron su cuerpo, sino que se
grabaron para siempre en su alma, sobre todo, el padecimiento de
quienes fueron sus compañeros de angustias y miserias,
niños, ancianos, enfermos mentales, blancos y negros, en
la experiencia más cruel que padeció nunca y de la
que salió increíblemente fortalecido como hombre y
también como revolucionario. Del dolor se abren dos
senderos siempre, de un lado está el odio, el deseo de
venganza, la ira y la cólera, los rencores y los
resentimientos que como un veneno corren por la sangre. Mas
también hay otro camino donde el espíritu se crece,
fortalecido por el amor, -que incluye el perdón,
más no el olvido- y que exige cambios raigales que
cambien, para siempre, condiciones semejantes.

Si cuando en octubre de 1870 José Martí,
adolescente aún, ingresó al presidio con ideas
separatistas, deseoso de sumarse a las fuerzas del entonces joven
Ejército Libertador para alcanzar la independencia de su
patria, cuando salió de tal infierno, y luego
partió hacia España, en su primer destierro, en
enero de 1871, unos días antes de cumplir los 18
años de edad, aquel era un hombre, tempranamente adulto.
Sería, entonces en Madrid, la capital de la Corona, donde
publicaría en folleto que, bajo el título de El
presidio político en Cuba narra no sólo sus
vicisitudes personales, lo que sería entendible desde la
óptica de un testimoniante, sino la denuncia viril de la
barbarie del colonialismo hispano en América, que
él había conocido desde la propia experiencia
vital.

En el verano del año 1871 aparece su
opúsculo "El Presidio Político en Cuba", en el cual
denuncia las inhumanas condiciones y el tratamiento brutal que
padecían los presos en la Isla. Este folleto es un grito
de dolor, pero no del que sufriera en carne propia, sino del de
los demás encarcelados. Una vez más refleja
Martí su amor por al prójimo, y se proclama
nuevamente a su favor: …"más de un año ha
pasado: sucesos nuevos han llenado mi imaginación: mi vida
azarosa de hoy ha debido hacerme olvidar mi vida penosa de ayer:
recuerdos de otros días, hambre de familia, sed de
verdadera vida, ansia de patria, todo bulle en mi cerebro, y roba
mi memoria y enferma mi razón, pero entre mis dolores, el
dolor de Don Nicolás del Castillo será siempre mi
perenne dolor"…
. En nuestros días el amor al
hombre, la fe en su fuerza y su capacidad, no significan cerrar
los ojos a sus debilidades y defectos. El amor al individuo
presupone una elevada exigencia, la crítica de los
errores, la educación de las personas con ideología
profunda, disciplinada y valerosa, fieles a la gran causa del
socialismo o aquellos que cometieron el error de equivocarse en
sus acciones y extinguen sanciones en cualquier centro
penitenciario del país.

Partes: 1, 2

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