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María Magdalena, la Iglesia católica y el Priorato de Sión (página 2)



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La casa
Merovingia

El linaje de Cristo se perpetuó en secreto en
Francia hasta que en el siglo V, dio un paso osado al
emparentarse con sangre real francesa, iniciando un linaje
conocido como la Casa Merovingia. Los merovingios fundaron a
París. Esa es una de las razones por las que la leyenda
del Grial es tan importante en Francia. Muchas de las misiones
vaticanas para encontrar el Santo Grial eran en realidad
búsquedas encubiertas para erradicar a los miembros de la
familia real. El rey Dagoberto fue aquel rey de Francia que
apuñalaron en el ojo mientras dormía. Finalmente
asesinado por el Vaticano y por Pipino de Heristal, que estaban
confabulados, a finales del siglo VII. Con el asesinato de
Dagoberto la dinastía merovingia casi desaparece. Por
suerte, su hijo, Sigeberto, logró escapar secretamente al
ataque y perpetuó el linaje, que más tarde
incluyó a Godofredo de Bouillon, fundador del Priorato de
Sión.

Una hermandad
secreta

El Priorato de Sión lo fundó en
Jerusalén un rey francés llamado Godofredo de
Bouillon, en el año 1099, inmediatamente después de
haber conquistado la ciudad. Ese rey tenía en su poder un
importante secreto, un secreto que había estado en
conocimiento de su familia desde los tiempos de Jesús.
Temeroso de que se perdiera a su muerte, fundó una
hermandad secreta —el Priorato de Sión— a la
que encargó la misión de velar por él
transmitiéndolo de generación en generación.

Durante sus años en Jerusalén, el Priorato
tuvo conocimiento de una serie de documentos enterrados debajo de
las ruinas del templo de Herodes, construido a su vez sobre otras
más antiguas, las del templo del rey Salomón.
Según creían, esos documentos confirmaban el
secreto de Godofredo y eran de una naturaleza tan explosiva que
la Iglesia no pararía hasta hacerse con ellos. El Priorato
juró que, por más tiempo que les llevara,
debían recuperar aquellos papeles y protegerlos para
siempre, logrando así que la verdad no se perdiera.
Supuestamente, durante siglos, el Santo Grial, cajas que
contenían documentos antiguos y unos restos humanos, fue
el mayor secreto del Priorato y de su paradero nunca se dejaba
constancia escrita.

Por motivos de seguridad, se transmitía oralmente
a los nuevos senescales en una ceremonia clandestina. Sin
embargo, en cierto momento del siglo pasado, empezaron a surgir
rumores de que la política del Priorato había
cambiado. Tal vez fuera a causa de las nuevas tecnologías,
que permitían interceptar conversaciones, pero al parecer
juraron no volver a pronunciar el nombre de aquel lugar sagrado.
El moderno Priorato de Sión tiene una misión
trascendental con una triple responsabilidad. La hermandad debe
proteger los documentos del Sangreal, hacer lo mismo con la tumba
de María Magdalena y, por supuesto, debe nutrir y proteger
el linaje de Jesús, es decir a los pocos miembros de la
dinastía merovingia que han sobrevivido hasta nuestra
época. Además debe presentar ante el mundo los
miles de documentos antiguos como pruebas científicas que
demuestran la falsedad de los testimonios que aparecen en el
Nuevo Testamento. Para poder transmitirse el secreto entró
en juego la clave de bóveda. Cuando uno de los cuatro
miembros más destacados moría, los otros tres
escogían de entre los escalafones inferiores a un
candidato para ascenderlo a senescal. En vez de decirle
dónde se escondía el Grial, le planteaban unas
pruebas mediante las que debía demostrar al superarlas o
no, si era o no merecedor de aquella dignidad.

Ese tipo de pruebas estaban a la orden del día en
las sociedades secretas. Las mejores conocidas eran las de los
masones, y con ellas sus miembros ascendían a niveles
más altos, si demostraban que eran capaces de guardar un
secreto, y practicar una serie de rituales y pruebas de
mérito que duraban años. Las pruebas eran cada vez
más duras a medida que ascendía y si las superaba,
el candidato alcanzaba hasta el grado trigésimo segundo de
la masonería. La clave de bóveda era una de esas
pruebas. Si el senescal propuesto lograba
abrirla, se hacía digno de recibir la información
secreta.

Los Grandes Maestres del Priorato tenían
también que haber sido prominentes figuras públicas
con sensibilidad artística. Buena prueba de ello
había quedado demostrado hacía unos años con
el descubrimiento, en la Biblioteca Nacional de
París, de unos papeles que pasaron a conocerse como
Los Dossiers Secrets. No había historiador
especializado en los templarios, ni apasionado del Santo Grial,
que no los hubiera leído. Catalogados bajo el
código 4° lm1 249, los dossieres secretos
habían sido autenticados por numerosos especialistas, y
confirmaban de manera incontrovertible lo que los historiadores
llevaban mucho tiempo sospechando, que entre los Grandes Maestres
del Priorato estaban algunos de los personajes más
cultivados de la historia como Leonardo da Vinci, Botticelli,
Isaac Newton, Víctor Hugo y, más recientemente,
Jean Cocteau, el famoso y polifacético escritor parisino.
La flor de lis, combinada con las iniciales P. S., es la divisa
oficial, el escudo de armas, el emblema de esta hermandad. Se
llaman a sí mismos Priorato de Sión. Tienen su sede
en Francia y atraen a influyentes miembros de toda Europa. De
hecho, son una de las sociedades secretas activas más
antiguas del mundo. Leonardo da Vinci presidió el Priorato
entre 1510 y 1519 en calidad de Gran Maestre de la
hermandad.

Los priores comparten como vínculo fraternal
histórico, su fascinación por la iconografía
de María Magdalena, a quién llaman la diosa, las
deidades femeninas, el paganismo, y su desprecio por la Iglesia.
La creencia en la divinidad femenina está muy bien
documentada a lo largo de la historia del Priorato. Es más
que un culto. Son conocidos por ser los guardianes de un antiguo
secreto, que los hizo inmensamente poderosos.

Los caballeros
Templarios

Eran guerreros. Una sociedad religioso-militar. Sus
iglesias y sus bancos eran sus plazas fuertes. Los templarios
inventaron el concepto de banca moderna. Para la nobleza europea,
viajar con oro era peligroso, por lo que los caballeros de la
orden les permitían depositarlo en la iglesia del Temple
más cercana y retirarlo en cualquier otra, en cualquier
punto de Europa. Lo único que necesitaban era acreditarse
mediante la documentación correcta, y pagar una
comisión. Fueron los primeros cajeros automáticos.
Se cree que su misión era proteger Tierra Santa. Eso es un
error frecuente. La idea de la protección de los
peregrinos era el disfraz bajo el que los templarios llevaban a
cabo su misión. Su verdadero objetivo en Tierra Santa era
rescatar los documentos enterrados debajo de las ruinas del
templo. Para poder rescatarlos, el Priorato de Sión
creó un brazo armado, un grupo de nueve caballeros llamado
la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo y del templo de
Salomón. Más conocidos como los Caballeros
Templarios. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero en lo que todos
los estudiosos coinciden es en que sí encontraron algo
enterrado en las ruinas… algo que les hizo ricos y poderosos
más allá de lo imaginable. Los caballeros
informaron al rey que necesitaban de algún lugar donde
guarecerse y le pidieron permiso para instalarse en los establos
que había bajo las ruinas del templo. El rey Balduino lo
concedió, y los caballeros ocuparon como residencia aquel
devastado lugar de culto.

El Sancta
sanctórum

Se creía que los documentos que buscaba el
Priorato estaban enterrados en aquellas ruinas, bajo el Sancta
sanctórum o cámara sagrada. Durante casi una
década, los nueve caballeros vivieron en aquellas ruinas,
excavando en secreto entre los escombros. Al fin habían
encontrado lo que estaban buscando. Sacaron el tesoro del templo
y regresaron a Europa, donde su influencia pareció
acrecentarse de la noche a la mañana. El papa Inocencio II
dictó una insólita bula papal por la que se
concedía a los caballeros un poder ilimitado y se los
declaraba «una ley en sí mismos», un
ejército autónomo, independiente de cualquier
interferencia de reyes o clérigos, de cualquier forma de
poder político o religioso.

Con su recién adquirida carta blanca otorgada por
el Vaticano, los templarios se expandieron a una velocidad de
vértigo, tanto en número como en peso
político, acumulando la propiedad de vastas extensiones de
tierra en más de doce países. Empezaron a conceder
créditos a casas reales arruinadas y a cobrar intereses,
estableciendo de ese modo el precedente de la banca moderna e
incrementando aún más su riqueza y su influencia.

El Santo
Grial

Durante más de mil años han circulado
leyendas sobre este secreto. Toda la serie de documentos que
revelan el secreto se conocen con el nombre de Sangreal.
Godolfredo de Bouillon ordenó a los templarios recuperar
estos documentos del Templo de Salomón para demostrar los
vínculos hereditarios de los merovingios con Jesucristo.
El Sangreal tiene que ver con la sangre real de Jesús y
María Magdalena. La palabra Sangreal ha evolucionado hasta
formar un término más moderno, el Santo Grial. Se
creía que el Santo Grial era un cáliz y una serie
de documentos que revelan un oscuro secreto. Pero los documentos
son sólo la mitad del tesoro. Si esos documentos dieron
tanto poder a los templarios fue porque descubrían la
verdadera naturaleza del Grial.

Siempre se había creído que el Santo Grial
era el cáliz en el que Jesús había bebido
durante la última cena y con el que, posteriormente,
José de Arimatea había recogido la sangre que le
brotaba del costado en el momento de la crucifixión.
Según el Priorato de Sión, el Santo Grial no es en
absoluto un cáliz. Aseguran que la leyenda del Grial, que
afirma que se trata de una copa, es de hecho una ingeniosa
alegoría. Es decir, que la historia del Grial usa el
cáliz como metáfora de algo mucho más
poderoso, incluyendo sus referencias simbólicas a la
divinidad femenina.

El Santo Grial fue probablemente el tesoro más
buscado de la historia de la humanidad. Suscito leyendas,
provocó guerras y búsquedas que han durado vidas
enteras. ¿No sería absurdo que hubiera sido un
cáliz?. De ser así, entonces habría habido
otras reliquias que hubieran despertado un interés similar
y hasta superior, como la corona de espinas, la cruz de la
crucifixión, el título o inscripción INRI
sobre la cruz, cosa que no ha sucedido, a lo largo de la
historia. Se creía que el Grial estaba en algún
lugar indeterminado de Inglaterra, enterrado en una cámara
oculta, bajo una de las muchas iglesias de la Orden del Temple, y
que había estado ahí escondido al menos desde el
año 1500.

La época del Gran Maestro Leonardo da Vinci y que
el Priorato, para mantener en secreto sus valiosísimos
documentos, se había visto obligado a trasladarlos muchas
veces. Hoy en día los historiadores plantean que, desde su
llegada a Europa procedente de Jerusalén, el Grial
había cambiado de sitio en al menos seis ocasiones. La
última vez que fue avistado fue en 1447, cuando numerosos
testigos oculares describieron un fuego que se declaró y
casi destruyó los documentos, antes de que estos fueran
trasladados en cuatro enormes arcones, tan pesados que para
moverlos hicieron falta dieciséis hombres.

Después de aquello, nadie declaró haber
vuelto a ver el Grial. Lo único que persistió fue
el rumor ocasional de que estaba escondido en Gran
Bretaña, la tierra del rey Arturo y los Caballeros de la
Tabla Redonda. Fuera cual fuera la realidad, había dos
hechos indiscutibles: Leonardo da Vinci conocía el
paradero del Grial y probablemente, en la actualidad, ese lugar
seguía siendo el mismo.
Por tal motivo, los
apasionados del Grial siguieron escrutando la obra
pictórica y los diarios de Leonardo con la esperanza de
desentrañar alguna pista secreta sobre su actual
ubicación. Algunos aseguraron que el fondo
montañoso de La Virgen de las rocas se correspondía
con la orografía de una serie de colinas cavernosas que se
encontraban en Escocia.

En el extraño mundo de los buscadores modernos
del Grial, Leonardo da Vinci seguía siendo el mayor enigma
por resolver. Su obra artística parecía siempre a
punto de revelar un secreto, y sin embargo, lo que fuera que
ocultaba permanecía oculto, tal vez bajo una capa de
pintura, tal vez codificado a la vista de todos, o tal vez en
ningún sitio. Quizá la gran cantidad de atractivas
pistas no fuera más que una promesa hueca dejada para
frustrar al curioso y provocar esa sonrisa en el rostro de la
Mona Lisa. Circulaba el rumor de que el Priorato había
jurado volver a trasladar a Francia el Grial, pero no
había ninguna prueba histórica que indicara que eso
había sucedido. E incluso en el caso de que la hermandad
hubiera logrado traer el Santo Grial hasta Francia, el
número 24 de la Rué Haxo, junto a unas pistas de
tenis, no parecía un lugar lo bastante noble para su
definitivo descanso. El Grial simboliza a la diosa perdida. Las
leyendas de las búsquedas caballerescas del Grial perdido,
eran en realidad historias que explicaban las hazañas para
recuperar la divinidad femenina. Los caballeros hablaban en clave
para protegerse de una Iglesia que había subyugado a las
mujeres, prohibido a la diosa, quemado a los no creyentes y
censurado el culto pagano a la divinidad femenina. La historia
del Grial está en todas partes, pero oculta. Cuando la
Iglesia prohibió hablar de la repudiada María
Magdalena, su historia tuvo que empezar a transmitirse por
canales más discretos… canales llenos de
metáforas y simbolismo. El mundo de las artes. La
reproducción de La última cena es un
ejemplo perfecto. Algunas de las más destacadas obras
pictóricas, literarias y musicales nos hablan secretamente
de la historia de María Magdalena y de Jesús.

Las obras de Leonardo da Vinci, de Botticelli, de
Poussin, de Bernini, de Mozart, de Víctor Hugo. En todas
latía el intento por restaurar el culto a la prohibida
divinidad femenina. Leyendas clásicas como las de Sir
Gawain
y el Caballero Verde, el Rey Arturo
o la Bella Durmiente eran alegorías del Grial.
El jorobado de Notre Dame, de Víctor Hugo, y
La flauta mágica de Mozart estaban llenas de
simbología masónica y de secretos. Una vez abrimos
los ojos al Santo Grial, lo captamos por todas partes. En
pinturas, en piezas musicales, en libros, en los parques
temáticos, en las películas más populares y
hasta en los dibujos animados.

El papa Clemente
V

A principios del siglo XIV, la autorización del
Vaticano había permitido que los templarios amasaran tal
poder que el papa Clemente V decidió que había que
hacer algo. Con la colaboración del rey francés
Felipe IV, el Papa ideó un ingenioso plan para neutralizar
a los Caballeros de la Orden del Temple y hacerse con sus
tesoros, pasando de paso a obtener el control sobre sus secretos.
En una maniobra militar digna de la CIA, Clemente envió
órdenes selladas a todos sus soldados, distribuidos por
todo el territorio europeo, que no debían abrirse hasta el
viernes 13 de octubre de 1307. Al amanecer de aquel día,
los documentos sellados se abrieron y revelaron su sobrecogedor
contenido.

En aquellas cartas, el Papa aseguraba que había
tenido una visión de Dios en la que le advertía de
que los templarios eran unos herejes, culpables de rendir culto
al demonio, de homosexualidad, de ultraje a la cruz, de
sodomía y demás comportamientos blasfemos. Y Dios
le pedía al Papa que limpiara la tierra, que reuniera a
todos los templarios y los torturara hasta que confesaran sus
pecados contra Dios. La maquiavélica operación de
Clemente funcionó con total precisión.

Aquel mismo día se detuvo a gran número de
caballeros de la orden, se les torturó y fueron quemados
en la hoguera acusados de herejes. En la cultura moderna
aún persistían ecos de aquella tragedia; el viernes
trece seguía considerándose día de mala
suerte en muchos sitios. La orden de los templarios fue casi
destruida durante la Inquisición, la Iglesia acusaba a los
templarios de todo tipo de herejías. Inventaban toda clase
de cargos contra ellos. Los condenaban por sodomía, por
orinarse sobre la cruz, por rendir culto al diablo, la lista era
extensa. Y en esa lista se incluía la veneración a
falsos ídolos. Especialmente, la Iglesia acusaba a los
templarios de celebrar en secreto ritos en los que veneraban una
cabeza de piedra… Siguen existiendo, bajo diversas
denominaciones.

A pesar de las falsas acusaciones de Clemente, que hizo
todo lo posible por aniquilarlos, los templarios tenían
poderosos aliados y algunos lograron escapar de las purgas
vaticanas. El verdadero objetivo del Papa eran los poderosos
documentos que habían hallado y que en apariencia eran su
fuente de poder, pero nunca los encontró. Aquellos
documentos llevaban ya mucho tiempo en manos de arquitectos
clandestinos de los templarios, los miembros del Priorato de
Sión, cuyo velo de secretismo los había mantenido a
salvo de la masacre vaticana. Pero al ver que la Santa Sede iba
cerrando cada vez más el cerco, el Priorato sacó
una noche los documentos de la iglesia de París donde los
escondían y los llevó a unos barcos templarios
anclados en La Rochelle. — ¿Y adonde los llevaron?.
La respuesta a ese misterio sólo la tiene el Priorato de
Sión. Como esos documentos siguen siendo fuente de
constantes investigaciones y especulaciones, se cree que han sido
cambiados de sitio varias veces. Hoy en día, las
conjeturas apuntan a que se encuentran en algún lugar del
Reino Unido.

La Última
Cena

Está perfectamente documentado que Leonardo era
un ferviente devoto de los antiguos cultos a María
Magdalena. Su famoso fresco La última cena, es
uno de los más sorprendentes homenajes a la divinidad
femenina. Pues hay símbolos ocultos en sitios
inimaginables. En La última cena aparecen trece hombres,
seis discípulos a la izquierda y seis a la derecha y
Jesús en el medio. El discípulo que está
sentado en el puesto de honor, a la derecha del Señor es
hombre o mujer?.

Al estudiar el rostro y el cuerpo, surge una oleada de
desconcierto. Aquella persona tenía una larga cabellera
pelirroja, unas delicadas manos entrelazadas y la curva de unos
senos. Era, sin duda… una mujer. — ¡Es una mujer!
No es un error. Leonardo sabía pintar muy bien y
diferenciaba perfectamente entre hombres y mujeres. No podemos
apartar la vista de aquella mujer sentada junto a Cristo.
«En la última cena se supone que había trece
hombres. ¿Quién es entonces esa mujer?»
Aunque habíamos visto muchas veces aquella pintura, nunca
nos había llamado la atención aquella evidente
disonancia. Nadie se fija. Nuestras ideas preconcebidas de esta
escena son tan fuertes que nos vendan los ojos y nuestra mente
suprime la incongruencia. Es un fenómeno conocido como
escotoma. El cerebro lo hace a veces con símbolos
poderosos. La mujer a la derecha de Jesús es joven y de
aspecto puro, con un rostro discreto, un hermoso pelo rojizo y
las manos entrelazadas con gesto sereno, es María
Magdalena la mujer capaz de destruir ella sola a la Iglesia. En
La última cena prácticamente le está
gritando al mundo que Jesús y Magdalena son pareja.
—Fíjese en que uno va vestido casi como reflejo
perfecto del otro. Las dos figuras del centro de la obra. Las
ropas tienen los colores invertidos. Jesús lleva la
túnica roja y la capa azul, mientras María
Magdalena lleva una túnica azul y una capa roja. «El
Yin y el Yang.» —Y si vamos ya a matices más
sutiles, vea que Jesús y su esposa aparecen unidos por la
cadera e inclinados en direcciones opuestas, como si quisieran
crear claramente un espacio negativo entre ellos. La
inequívoca forma de la V en el punto focal de la
obra. Era el mismo símbolo, del cáliz y del vientre
femenino. —Finalmente, si miramos a Jesús y a
Magdalena como elementos de la composición más que
como personas, veremos una letra del abecedario, ahí,
destacada en el centro de la pintura, el trazo de una enorme y
perfecta letra M. Los teóricos de las
conspiraciones dicen que es la M de matrimonio o de María
Magdalena, pero, nadie lo sabe a ciencia cierta.

Otras pinturas con la M.

Hay innumerables obras que contienen esa misma letra
oculta de un modo u otro, ya sea en filigranas, en pinturas
ocultas debajo de otras o en alusiones compositivas. La
más ostentosa, claro, es la que hay grabada en el altar de
Nuestra Señora de París, en Londres,
diseñada por un anterior Gran Maestre del Priorato de
Sión, Jean Cocteau. La M oculta es intrigante, pero nadie
la pone como prueba de que Jesús y María Magdalena
estaban casados. Aunque ese matrimonio está documentado en
la historia. Es más, que Jesús fuera un hombre
casado es mucho más lógico. Lo que es raro es la
visión bíblica que tenemos de él como
soltero. Esto porque Jesús era judío y las pautas
sociales durante aquella época prácticamente
prohibían que un hombre judío fuera soltero.
Según la tradición hebrea, el celibato era
censurable y era responsabilidad del padre buscarle una esposa
adecuada a sus hijos. Si Jesús no hubiera estado casado,
al menos alguno de los evangelios lo habría mencionado o
habría ofrecido alguna explicación a aquella
soltería excepcional.

Walt
Disney

Había dedicado su plácida existencia a
trabajar para transmitir la historia del Santo Grial a las
futuras generaciones. A lo largo de toda su vida a Disney lo
consideraron siempre como «una versión moderna de
Leonardo». Los dos se adelantaron mucho a su tiempo, los
dos fueron artistas extraordinariamente dotados, miembros de
sociedades secretas y notorios bromistas. Al igual que en el caso
de Leonardo, a Walt Disney le encantaba incluir mensajes ocultos
y símbolos en sus obras. Para el ojo entrenado del experto
en simbología ver alguna de las primeras películas
de Disney era quedar sepultado bajo un alud de alusiones y
metáforas.

La mayor parte de sus mensajes trataban de la
religión, de la mitología pagana y de las historias
de la diosa sometida. No es casualidad que retomara los cuentos
de la Cenicienta, la Bella Durmiente y
Blancanieves; en las tres se trata el tema de la
encarcelación de la divinidad femenina. Además, a
nadie le hace falta saber mucho de simbología para
entender que Blancanieves —una princesa que
cayó en desgracia tras darle un bocado a una manzana
envenenada— representa una clara alusión a la
caída de Eva en el Jardín del Edén. Ni que
la princesa Aurora de La Bella Durmiente
—«Rosa», en nombre clave, y escondida en la
espesura del bosque para protegerse de las garras de la bruja
malvada, es la historia del Grial contada a los niños. A
pesar de su imagen de seriedad corporativa, la factoría
Disney ha mantenido siempre ese elemento fresco y desenfadado, y
los creadores se divierten incorporando símbolos secretos
a sus producciones. La Sirenita, por ejemplo, era un
cautivador tapiz de símbolos espirituales relacionados
hasta tal punto con la diosa que no podía ser obra del
azar. El cuadro que decora el hogar submarino de Ariel no es otro
que Magdalena Penitente, la famosa pintura de Georges de
la Tour del siglo XVII. Un homenaje a la denostada María
Magdalena, muy adecuado, por otra parte, teniendo en cuenta que
la película resultaba ser un collage de noventa minutos
con claras referencias simbólicas a la santidad perdida de
Isis, de Eva, de Piscis, la Diosa
pez
y, reiteradamente de María Magdalena. El
nombre de la sirenita, Ariel, poseía estrechos
vínculos con la divinidad femenina, y en el Libro de
Isaías era sinónimo de «La ciudad santa
sitiada». Estaba claro, además, que el hecho de que
la sirenita fuera pelirroja tampoco era casual.

Francois
Mitterrand

Mitterrand fue un hombre osado. Se decía que el
anterior presidente de Francia, que había encargado la
construcción de la pirámide, tenía
«complejo de faraón». Responsable
máximo de haber llenado la ciudad de obeliscos, obras de
arte y objetos procedentes del país del Nilo, Francois
Mitterrand sentía una pasión tan desbocada por la
cultura egipcia que sus compatriotas seguían
llamándolo «La Esfinge». Un hombre del que se
rumoreaba que se movía en círculos secretos, un
hombre cuyo legado final a París fue La Pirámide.
Al final del túnel del Passage Richelien se encuentra el
monumento más misterioso de París, concebido y
encargado en la década de 1980 por la esfinge en persona,
Francois Mitterrand.

La pirámide. El nuevo acceso al Louvre se
ha hecho casi tan famoso como el mismo museo. La polémica
y ultramoderna pirámide de cristal diseñada por I.
M. Pei, el arquitecto americano de origen chino, seguía
siendo blanco de burlas de los más puristas, que
creían que destrozaba la sobriedad del patio renacentista.
Para sus críticos, la pirámide de Pei era como una
uña arañando una pizarra. Sin embargo,
también había admiradores que elogiaban aquella
pirámide de cristal de más de veinte metros de
altura y veían en ella la deslumbrante fusión de
las estructuras antiguas con los nuevos métodos —un
vínculo simbólico entre lo nuevo y lo viejo—.
Aquella pirámide había sido construida por deseo
expreso de Mitterrand con 666 paneles de cristal, ni uno
más ni uno menos, curioso empeño que se
había convertido en tema de conversación entre los
defensores de las teorías conspiratorias, que aseguraban
que el 666 era el número de Satán.

La pirámide inversa. El "Carrusel del
Louvre", es un enorme circulo de césped rodeado en su
perímetro por setos bien cortados. En la zona de
césped el subsuelo horadado alberga los monumentos
más atípicos de la ciudad. En el centro se hunde en
la tierra como un abismo de cristal, la Pirámide Inversa
hacía la zona subterránea del Louvre. La
Pirámide Inversa o "El Cáliz" es una enorme
claraboya invertida que cuelga del techo como una estalactita en
una sala grande contigua del sótano. Está
pirámide es un asombroso perfil triangular hecho de
cristal colgando desde las alturas a más de dos metros del
suelo.

La pirámide miniatura. Justo debajo de la
pirámide inversa, en el suelo de la sala grande, se ve una
diminuta estructura, la Pirámide miniatura de apenas un
metro de altura. La única construcción hecha a
pequeña escala en tan inmenso complejo.

La tumba de
María Magdalena

Iluminadas con la luz tenue del sótano, las dos
pirámides se enfrentan y sus puntas casi se tocan. "El
Cáliz" encima, "La Espada" debajo. La Pirámide
miniatura sobresale del suelo como la punta de un iceberg, como
el ápice de un enorme sala piramidal sumergida, como una
cámara oculta. Al alzar los ojos al cielo, desde
allí, a través de los cristales, en noches claras,
se observa un firmamento cuajado de estrellas.

En un monolítico palacio renacentista convertido
en el centro de arte más famoso del mundo, en El Museo del
Louvre, descansa la diosa María Magdalena.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar
Grimaldos

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