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Maurice Blondel: El Hombre y su Filosofía




Enviado por Luciano Núñez



Partes: 1, 2

  1. La estructura y
    filosofía de La Acción
  2. El problema humano
    en La Acción

El estudio filosófico de la acción humana
está íntimamente ligado al nombre de Maurice
Blondel. En efecto, la consideración antropológica
de este problema se encuentra entre los grandes legados de este
filósofo, considerado uno de los más destacados
representantes de la filosofía católica en Francia
en el s. XX[1]

En el contexto del estudio del presente trabajo,
resultará valioso conocer los antecedentes personales,
históricos y filosóficos que de alguna manera
contribuyeron a formar el pensamiento de Blondel, pues de esta
manera se evidenciarán más claramente los
presupuestos sobre los que se sostiene la problemática de
la voluntad y la solución de la misma, expuesta por el
filósofo de la acción.

El filósofo y su tiempo

Maurice Blondel (1861-1949)[2]
nació en la ciudad francesa de Dijon el 2 de noviembre, en
el seno de una familia de la burguesía, profundamente
católica.

Realizó los primeros estudios en su ciudad natal,
obteniendo allí el bachillerato en ciencias y la
licenciatura en letras y en derecho. La intervención de
Monseñor Rivet, obispo de la ciudad, venció las
vacilaciones de la familia y permitió a Blondel concursar
e ingresar en la École Normale Supérieure
en 1881.

Su primera formación filosófica, realizada
bajo la influencia de Alexis Bertrand, seguidor del pensamiento
de Maine de Biran, y de Henry Joly, se fue profundizando en la
escuela de Emile Boutroux y, sobre todo, de Leon
Ollé-Laprune. La intensidad cristiana de este
espíritu ejerció, desde el principio, una fuerte
influencia sobre el joven alumno, fortaleciéndose hasta el
punto de convertir al discípulo en un amigo.

La tesis de doctorado sobre la acción
(L"Action) y sobre el «Vínculo
sustancial» en Leibniz (De vinculo substantiali et de
substantia composita apud Leibnitium
) constituyen el primero
y más elevado fruto de aquella profunda convicción
cristiana que había de ser la base de toda la
investigación filosófica de Blondel. Pero el
ambiente académico, todavía lleno por completo de
una tradición diferente, no estaba dispuesto, ciertamente,
a acoger con facilidad una tesis que afirmaban el valor
filosóficamente decisivo de la práctica cristiana.
La defensa de su tesis doctoral el 7 de junio de 1894,
particularmente confrontada, fue una prueba de ello. Blondel no
salió de ella derrotado en modo alguno, pero no dejaron de
hacerse sentir las consecuencias en el terreno práctico,
siendo la primera la negación del puesto de
profesor.

Al año siguiente, R. Poincaré, ministro de
Instrucción Pública, gracias a la activa
intervención de Boutroux, se encargó efectivamente
de que se le quitara el veto, y Blondel fue nombrado
maître de conférences en la Universidad de
Lille, para pasar, al año siguiente, a la de
Aix-en-Provence. Allí permanecería el resto de su
vida. Ningún otro episodio caracterizó
especialmente su vida, consagrada por completo al estudio y a la
enseñanza, en continua lucha con su naturaleza enfermiza
y, en los últimos años de su vida, contra la
ceguera[3]

Respecto al influjo intelectual que recibió el
joven Blondel hay que decir que procedió de diversas
fuentes. Una corriente de influjo, y tal vez la más vital,
fue la formación familiar y el ambiente profundamente
religioso de su primera instrucción, que le proveyeron de
una marcada sensibilidad para todo lo que tuviese que ver con la
relación del hombre con Dios. Esta sensibilidad
está íntimamente relacionada con el irrequietum
cor
de la tradición agustiniana, continuada por San
Bernardo, recibida por Pascal, y transmitida por el catolicismo
francés como «itinerario interior hacia
Dios»[4]. Este itinerario, Blondel lo
aprendió como interrumpido, o al menos obstaculizado, por
el fraccionamiento de la voluntad del hombre y su acción,
y como consecuencia de ello, la necesidad de que el conocimiento
debe ser completado con la decisión moral. La segunda
experiencia que turba este itinerario pertenece al orden
intelectual «y consiste en aquella percepción de
Dios y del hombre en que ambos parecen ser realidades
extrínsecas que se relacionan accidentalmente, de forma
que la increencia del hombre resultaría ser un hecho, si
no justificable, sí al menos
comprensible»[5].

La otra corriente de influjo le vino a Blondel, como ya
se ha mencionado, de sus profesores A. Bertrand, que le
inició en el conocimiento de Maine de Biran; Henry Joly,
que le presentó la filosofía de Leibniz; así
como de Boutroux y Ollé-Laprune. Este influjo se completa
lógicamente con el momento intelectual que vivía
Francia el último tercio del siglo XX.

Partes: 1, 2

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