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Émile Durkheim – una defensa social del individualismo moderno




Enviado por Luis Morales



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Hechos Sociales – el
    método sociológico
  3. El Desarrollo de la Sociedad
    Moderna – la División del Trabajo
  4. El Estado y las Organizaciones Intermediarias
  5. La Misión Moral de la Educación
  6. Una perspectiva Actual

Stefan Hermann

No podemos desear el liberarnos de la sociedad sin, al mismo tiempo, desear el fin de nuestra existencia como seres humanos. Émile Durkheim, 1906.

"Una defensa social del individualismo moderno"

Introducción

Émile Durkheim nació en el año 1858 y murió durante la Primera Guerra Mundial en el 1917. Es considerado, junto a Max Weber y a Karl Marx, uno de los padres de la sociología. Creció en un hogar judío ortodoxo, logrando su ingreso, después de una serie de intentos fallidos, a la más elitista de las universidades francesas: École Normale Supérieure de Paris; allí dedicó mucho tiempo y esfuerzos al estudio de la filosofía moral y de las Ciencias Sociales. Posteriormente fue catedrático en pedagogía y en sociología en la universidad de Bordeaux y en la Sorbonne de Paris. Paradojalmente, sus estudios sobre pedagogía resultan bastantes desconocidos a pesar de que dedicó gran parte de su carrera académica a la enseñanza y a la investigación de la educación, la enseñanza y las funciones morales de la enseñanza. Algunas de sus obras se han transformado en clásicos indispensables para la posterioridad: La División Social del Trabajo (1893), Las Reglas del Método Sociológico (1895), El Suicidio (1897) y Las Formas Elementales de la Vida Religiosa (1912). Además de haber producido esas obras señeras, Durkheim fue uno de los fundadores de la afamada revista científica L䁮né Sociologique (Anales Sociológicos), de la que fue un fructífero colaborador.

Los libros académicos de Durkheim giran alrededor de temas tales como: el orden social, su carácter, sus condicionamientos, sus causas y sus formas anormales. Se ocupó en forma muy intensa de los problemas de su época, los que describió fundamentalmente como producto de una crisis de signo moral, y no — como en el caso de Marx— como el resultado de procesos económicos.

Puesto que se trata de uno de los pensadores clásicos de la sociología, y todavía uno de los más influyentes, se ha escrito una cantidad inmensa de estudios sobre su obra; dignos de mención son los estudios de su compatriota el sociólogo Raymond Aron y la monumental obra del sociólogo británico Steven Luke.

El historiador francés Philippe Ariés— en su gran obra sobre la vida familiar y la infancia en la Francia de la época previa a la Revolución de 1789—, asegura que la civilización occidental está construida sobre la base de la escuela. De la misma manera considera Durkheim el rol de la escuela, a la que le atribuye un rol decisivo en la relación entre la sociedad y la formación o, para expresarlo con mayor precisión, para el desarrollo de los mecanismos sociales que hacen posible la integración en la sociedad moderna. Debemos aclarar que Durkheim no se dedicó a la pedagogía escolar en términos tradicionales sino que principalmente dirigió el foco de sus investigaciones a la educación moral que conlleva la enseñanza en la escuela.

A continuación presentaremos brevemente el análisis que Durkheim hace de la sociedad, su definición de 묯 social령 los recursos metodológicos que hacen posible el estudio de los fenómenos sociales. Después presentaremos la investigación de Durkheim sobre la división social del trabajo en la sociedad moderna, una división que en modo alguno debe ser entendida sólo como una división económica y administrativa del trabajo sino también como una división moral y como una transformación del orden social en la sociedad moderna. Durkheim manifiesta que existen tanto una división exitosa del trabajo como una división anomista o patológica de él. Posteriormente dirigiremos la mirada hacia los análisis sociológicos de la educación que Durkheim desarrolla relacionándolos con sus ideas sobre el estado y los llamados 룯rps intermédiare묠es decir las organizaciones intermediaras. Finalmente completaremos esta presentación con una reflexión que intenta captar el aporte intelectual de Durkheim en torno a la realidad social y pedagógica actual.

Hechos Sociales – el método sociológico

Durkheim trabaja con la sociología en un sentido muy radical. La sociología, como todas las otras ciencias, debe ser definida por intermedio de su objeto de investigación. La sociología tendría por lo tanto que dedicarse al estudio de la sociedad o, mejor dicho desde la perspectiva de Durkheim, al estudio de los 먥chos sociales뮠Cuán amplia o cuán limitada sea la comprensión de la sociología dependerá de la delimitación de esos hechos sociales. Para Durkheim la sociedad no debe ser vista como la suma de los individuos organizados de distintas maneras, sino como una totalidad que es mayor que la suma de las partes. En rigor la sociedad está compuesta sólo de individuos, pero dependiendo de cómo esos individuos se combinen y cómo interactúen se desarrollarán nuevos fenómenos que no pueden ser reducidos a los individuos.

Diversas formas de convivencia humana (sociedades) desarrollan normas, concepciones morales, sistemas jurídicos, instituciones de mercado, las que no pueden ser explicadas de una manera fructífera reduciéndolas a las intenciones individuales, o a los actos o a las competencias de algunos seres humanos en particular. Por consiguiente durante centenas de años hemos podido hablar de la sociedad francesa (o de la chilena) a pesar de que es más amplia que los individuos en el espacio y en el tiempo. De esta manera Durkheim delimita su objeto de investigación definiendo fenómenos colectivos y sociales en un nivel independiente de realidad social. Pero ¿cómo debe ser comprendida la sociedad o, con mayor precisión, cómo debemos entender los hechos sociales? Durkheim propone que los definamos como fenómenos que ejercen una influencia externa y coercitiva sobre las acciones, pensamientos y sentimientos de los individuos.[1] Podemos pensar en normas sociales (roles, la relación entre padres e hijos), estructuras económicas (mercado, dinero), decisiones políticas (la legislación) o elementos determinados culturalmente como el idioma, sobre los cuáles no tenemos una influencia inmediata y que existen como un hecho social que ejerce una presión sobre el individuo particular.

El sociólogo tendría por lo tanto, —desde la perspectiva de Durkheim— que estudiar los fenómenos sociales en si mismos y las explicaciones a los cambios sociales tendrían que ser buscadas en el mismo nivel. No podemos explicar el surgimiento de la sociedad moderna remitiendo a la naturaleza del hombre (aspiraciones de alcanzar la felicidad, bienestar). Con una formulación radical Durkheim afirma que los hechos sociales funcionan independientemente de los individuos[2]De esta manera pudo identificar el objeto de investigación de la sociología, y de ese modo logró separar la disciplina de la sociología de la psicología y de la filosofía, que en aquella época se dedicaban a estudiar lo que Durkheim definió como hechos sociales. A diferencia de la psicología, de la filosofía y de la economía, la sociología, —si pretende ser reconocida como ciencia— debe utilizar métodos objetivos y empíricos. Según Durkheim la filosofía se encontraba atada a abstracciones y representaciones idealistas, por ejemplo cuando analizaba y discutía temas morales estas discusiones recurrían al auxilio de maniobras especulativas. Estos razonamientos especulativos estaban a menudo relacionados con el cómo se deseaba que las reglas morales funcionasen en la sociedad, y no con el cómo y porqué éstas funcionaban concretamente como lo hacían. Otra alternativa, tan especulativa como la anterior, consistía en deducir reglas morales a partir de supuestos metafísicos sobre la naturaleza del hombre. Al contrario de estos métodos especulativos, Durkheim quería hacer de la sociología una disciplina concreta y objetiva. Concreta investigando los hechos sociales empírica y objetivamente utilizando reglas metodológicas muy precisas en aquellos estudios empíricos.

La regla metodológica más célebre creada por Durkheim es la de considerar los hechos sociales como cosas.[3] Con esta regla Durkheim no pretendía afirmar que los hechos sociales son cosas, sino que es necesario desarrollar un análisis exacto y científico cuando se los investiga como si fuesen cosas, puesto que éstos influencian a los individuos de una manera que puede ser comparada con cosas. Al seguir esta regla metodológica se puede ver la sociedad desde afuera y desde esta perspectiva resulta posible producir conocimientos objetivos sobre la sociedad. Cómo los actores concretos pueden comprender su realidad no posee, —al contrario de lo que sucede en la tradición fenomenológica que surge con Weber en adelante—, ningún lugar independiente en el programa metodológico de Durkheim. Considerar a los hechos sociales como cosas significa que se alcanza comprensión sobre fenómenos inmateriales encontrando una expresión material de ellos. La moda pudo ser operacionalizada estudiando las ropas, la moral de la vida familiar estudiando la legislación que regula la familia, la estética estudiando obras de arte, etc.

Durkheim no fue del todo consecuente al utilizar sus principios metodológicos, pero ya antes de los que los formulara en forma programática en 1895, podemos ver muchos de ellos aplicados en una de sus obras más clásicas, De la división del trabajo social de 1893, la que implicó la verdadera inauguración de la sociología en Francia. Allí aplicó muchas de sus reglas al estudiar la división del trabajo social en la sociedad moderna y sus formas morales de integración.

El Desarrollo de la Sociedad Moderna – la División del Trabajo

En su estudio sobre la división del trabajo Durkheim plantea una de las preguntas más centrales y clásicas de la sociología: ¿Cómo se mantiene unida la sociedad moderna? ¿Cómo puede una sociedad que es cada vez más especializada y basada en la división del trabajo, en la diferenciación, estar cohesionada? Para expresarlo con las palabras de Durkheim: "¿Cómo ocurre que, al mismo tiempo que se vuelve más autónomo, el individuo depende a la vez más estrechamente de la sociedad? ¿Cómo puede ser a la vez más personal y más solidario? Pues es indiscutible que estos dos movimientos tan contradictorios como parecen, se dan paralelamente".[4] La respuesta de Durkheim es sencilla y, al mismo tiempo, complicada. Dicho brevemente, la respuesta que Durkheim proporciona es que las formas sociales y morales de integración se desarrollan y modifican de la misma manera que el resto de las instituciones políticas, económicas y administrativas. Por consiguiente, los hechos que Durkheim pretende analizar con métodos científicos en su obra sobre la división del trabajo, son — en primer lugar, hechos morales.[5] La moral, la solidaridad y el espíritu de comunidad pueden adoptar expresiones muy diversas, lo que la reacción conservadora después de la Revolución francesa de 1789 a menudo pasó por alto cuando se esforzó en problematizar la supuesta disolución de las costumbres, la descomposición de la moral, la muerte de la tradición y, particularmente, el naciente individualismo. Esas relaciones dominaban, de acuerdo a esa tradición, el nuevo orden social que adoraba más y más la razón, al individuo y una libertad sin pasado histórico, de formas puramente abstractas, que no podían reemplazar ni la lenta acumulación de la historia y de las experiencias, ni la selección de formas de existencia, moral e instituciones políticas.

La parte más compleja de la respuesta de Durkheim es expuesta en un análisis del desarrollo social desde la transición de una sociedad tradicional, homogénea, a una sociedad moderna con un alto grado de división del trabajo. Este análisis está basado en tres partes que reflejan las relaciones y los problemas sobre los cuáles Durkheim dirigía el foco en su estudio de los hechos sociales. En primer lugar, el análisis de la función y del rol que desempeña la división del trabajo; en segundo lugar, la determinación de las causa y las condiciones de las que depende la moderna división del trabajo y, finalmente, el intento de identificar y clasificar las formas normales y las anormales que adquiere la división del trabajo en la sociedad moderna.[6]

Antes de dar cuenta de los resultados de Durkheim en relación a esos tres puntos, nos puede ayudar, para la mejor comprensión de sus ideas, una breve descripción de la sociedad tradicional, que se disolvía gradualmente y era relevada por una sociedad moderna con división del trabajo. Según Durkheim la sociedad tradicional se caracteriza por un grado muy bajo de especialización y de diferenciación. La sociedad está dividida en diversos segmentos, en los cuales cada uno desempeña las mismas funciones y, por consiguiente, se parecen unos a otros. En el interior de esos segmentos o comunidades las diferencias entre diversos sexos, generaciones, personalidades, etc. son por lo tanto muy pequeñas. En otras palabras, aquí no existe una especialización particular en lo que se refiere a roles, necesidades, identidades y creencias religiosas y es precisamente esta homogeneidad la fuerza decisiva que mantiene esta sociedad cohesionada. La gente vive, come y viste de la misma manera y está fuertemente unida por las mismas ideas religiosas. En este tipo de comunidad hay muy poco espacio para la individualidad y en ella la unidad que decide son el grupo o los parientes. Es, por consiguiente, la igualdad de los miembros de la comunidad lo que crea la identidad y en esas sociedades las desviaciones se toleran en un grado muy bajo; las instituciones de justicia, que simbolizan la solidaridad social, son esencialmente represivas, sin derecho a la propiedad privada y constituyen, según Durkheim, una defensa no articulada de la sociedad. La solidaridad adquiere, con esas semejanzas como telón de fondo, un carácter mecánico. Con quién se debe ser solidario, dónde y cómo surge en forma automática. Con las palabras de Durkheim se puede decir que la conciencia colectiva abarca a todos los miembros del grupo. La conciencia colectiva en una sociedad de este tipo es profunda y muy fuerte, reprime a las desviaciones con la exclusión o con el castigo y el contenido de esta conciencia es primordialmente religioso.

Una sociedad, de acuerdo a la perspectiva de Durkheim, no puede existir sin una forma de solidaridad. La solidaridad es un fenómeno vital en el organismo social, una función necesaria que debe ser conservada, de la misma manera que un hombre no puede subsistir sin un corazón que bombee sangre al cuerpo. Pero la solidaridad puede ser desarrollada y puede encontrar nuevas fuentes. Mientras que la fuente de la solidaridad en las sociedades segmentadas es la igualdad de sus miembros,[7] la división del trabajo en las sociedades modernas alimenta nuevas formas de solidaridad. En las sociedades modernas con división del trabajo, que se caracterizan por un alto grado de especialización y de diferenciación, se construye la integración moral y se conserva por intermedio de la diferencia. Cada integrante de la sociedad tiene su propio campo de trabajo y de actividades, cumple una función en ciertos roles determinados como proveedor, fuerza de trabajo, vecino, padre, ciudadano, amigo, etc. Esta especialización implica que la dependencia es mayor y es esta conciencia de que los individuos, cada uno a su manera, contribuyen a la conservación de la sociedad y a la satisfacción de las necesidades individuales la que crea un terreno fértil para una solidaridad orgánica que, a diferencia de la solidaridad mecánica, descansa sobre la diferencia. Por consiguiente surge en la sociedad moderna un espacio mucho mayor para el desarrollo individual. Por una parte todos son más y más dependientes de la sociedad, por otra parte la actividad resulta más personal cuanto más especializada es. La sociedad desarrolla por lo tanto también sus formas morales y jurídicas de sanción, cuyo carácter varía. Los principios legales tienden a la restitución, ya no se castiga con la intención de ejercer una venganza, sino para reconstruir un equilibrio anterior. La conciencia colectiva ya no es predominatemente religiosa sino que tiende a ser secularizada y posee un carácter menos rígido y menos fuerte. Si bien la conciencia colectiva en la sociedad moderna en términos generales es más abstracta y general, se fortalece cuando se refiere al individuo. Durkheim describe cómo la conciencia colectiva no está en vías de desaparición sino que está en un proceso de transformación. Recibimos casi un 룵lto de la dignidad de la persona묠que desde fines del 1700 gradualmente empezará a ser simbolizada jurídica, política e institucionalmente por medio de la declaración de los derechos humanos, cuyos principios serían posteriormente incorporados a las constituciones democráticas liberales.

De acuerdo a la concepción de Durkheim la división del trabajo origina los nuevos modelos morales necesarios que pueden mantener unida a una sociedad compleja y diferenciada. Pero ¿qué es lo que causa la división del trabajo? Durkheim no quiere explicar la división del trabajo recurriendo a sus efectos, puesto que caería en un razonamiento de tipo circular. En lugar de buscar la explicación en los efectos, ésta debe buscarse en las causas de la división del trabajo. En este punto Durkheim critica las teorías orientadas hacia el individuo como la psicología y la política económica, las que intentan explicar la división del trabajo remitiendo a las aspiraciones individuales de alcanzar felicidad y bienestar. Durkheim afirma, en conformidad con las reglas metodológicas antes reseñadas, que lo social no puede ser explicado con algo individual, sino que por el contrario tienen que ser explicadas con hechos sociales. Si se pretende explicar la división social del trabajo se tiene que mirar, por consiguiente, cómo el medio social ha cambiado

Durkheim asegura — y aquí hay una gran semejanza con la descripción de Karl Marx de la relación entre el desarrollo capitalista y la urbanización, la emigración del campo a la ciudad y el explosivo desarrollo del transporte y de los medios de comunicación— que la causa puede ser encontrada en el aumento dinámico de la densidad de la sociedad. Esta densidad dinámica o física, según Durkheim, es una expresión mensurable de una creciente densidad moral que contiene la simiente del desmantelamiento de la sociedad tradicional, segmentada. Durkheim indica concretamente tres factores: un aumento de la concentración de la población, el establecimiento de las grandes ciudades y el mejoramiento de la efectividad de los medios de comunicación. Esos factores de desarrollo posibilitaron una interacción nunca antes vista entre las sociedades segmentadas y clanes que estaban, hasta ese momento, aislados; esos factores permitieron, al mismo tiempo, una cercanía entre formas de existencia que anteriormente se encontraban separadas. En relación a este desarrollo — que según Durkheim sigue una suerte de ley social natural— surge una creciente densidad moral que construye la base para el desarrollo de nuevos hechos morales. Esos hechos ya no están vinculados a la estructura de las sociedades segmentadas, pero son los adecuados para una sociedad moderna, diferenciada, en la que todos están obligados a especializarse para sobrevivir.

De manera muy sintética, así es como Durkheim intenta mostrar que la división del trabajo origina una serie de de movimientos sociales y morales, de aportes y contribuciones que son necesarios para la conservación de la sociedad. La sociedad moderna no es solamente una sociedad funcionalmente dividida desde el punto de vista del trabajo, en la cual los valores, la religión y la moral — todas ellas relaciones que crean cohesión— están en vías de disolución, como los otros sociólogos clásicos Marx y Weber han querido a veces decirnos. El aporte que entrega Durkheim para la comprensión del problema consiste en señalar que la solidaridad descansa precisamente en la distinción, en la individualidad y en la diferencia. El orden social no ha sido disuelto pero si ha sido modificado.

En este contexto podríamos ser inducidos a creer que Durkheim consideró a la sociedad moderna como una totalidad exclusivamente armónica. Si se observan los análisis de las tendencias normales en la sociedad y de las denominadas anomistas,[8] se puede apreciar que Durkheim siempre dirige la mirada a las formas anormales de la sociedad, —tales como el suicidio, los conflictos, la coerción— para comprender la normalidad. Durkheim se preocupó en un muy alto grado de la crisis de la sociedad actual pero, al contrario de Marx, no estimó que esta crisis tenía sus raíces en determinadas relaciones de explotación presentes en la economía. Por eso la medicina y el tratamiento también tienen que ser otros. La crisis de la sociedad moderna es moral, y precisamente — como hemos visto— los modelos morales y las normas fueron los grandes temas de estudio de Durkheim. En su libro sobre la división social del trabajo Durkheim señala una serie de fenómenos aberrantes en los cuales la división del trabajo no crea solidaridad sino que división, conflicto, descomposición de las normas, criminalidad e inestabilidad. Durkheim atribuyó muchas de esas desviaciones a la transición entre la sociedad tradicional, premoderna, y la sociedad compleja con un alto grado de división social, en las que las condiciones para la solidaridad orgánica aún no estaban suficientemente desarrolladas.

Durkheim manifiesta en forma consecuente que la división del trabajo que es acompañada por estados anomistas no depende de que la vieja moral y la conciencia colectiva hayan sido disueltas, eliminadas. En su visión, depende de que la nueva moral, aquella que mejor corresponde a los fundamentos de la nueva sociedad, aún no hayan sido establecidos, y proporciona numerosos ejemplos de esto. Me limitaré, a continuación, a describir los más importantes.

Tal como Karl Marx ha demostrado, más claramente que otros, el 1800 se caracterizó por la existencia de una profunda inquietud social y por el agudo conflicto entre los propietarios de los medios de producción y el proletariado desposeído. Al contrario de la visión de Marx, para Durkheim este conflicto no era algo que por su naturaleza debía presentarse en la sociedad capitalista moderna. Para Durkheim este conflicto era un ejemplo de que las funciones que, como empresario y como trabajador, cada uno desempeñaba se habían distanciado marcadamente en una situación sin una normativa moral estable. Anteriormente, en la sociedad tradicional, los mismos dueños de los medios de producción producían los productos y mercaderías y gracias a ello gozaban del derecho de disponer de la plusvalía producida. Con el desarrollo del capitalismo moderno las funciones de la producción se separan en dos partes: la propiedad se separa de la producción. Esto no necesita provocar un conflicto. En las estrechas relaciones que existían en los gremios, el maestro y el aprendiz estaban vinculados el uno al otro a pesar de la división en distintas funciones. Pero esta división va, en la moderna sociedad capitalista organizada en dos posiciones antagónicas, a conducir a un conflicto en lugar de colaboración y de armonía, por cuanto esta descansa en una desigualdad fundamental y en una explotación condicionada socialmente. Durkheim no se erige en juez en esta batalla, pero constata que se ha perdido un sentimiento de dependencia reciproca cuando una débil normativa en esta área ha hecho posible los conflictos. No basta con que trabajadores y capitalistas colaboren sobre la base de contratos no voluntarios que solamente confirmen y mantengan un cierto "estado de guerra"; tienen que encontrar sentido a la colaboración.

Durkheim afirma, además, que una división del trabajo debe ser interpretada como razonable, aceptable y justiciera para que no conduzca a una crisis, al conflicto y a la desintegración. Por consiguiente, no pueden tolerarse diferencias muy marcadas, que no dependen de disposiciones naturales sino que son socialmente condicionadas, puesto que impiden el desarrollo de la solidaridad orgánica. Durkheim piensa, además, que la división del trabajo sólo puede producir un progreso moral si ésta se desarrolla espontáneamente, si las personas tienen la posibilidad de elegir en forma independiente su profesión y su forma de vida y no por coacción, lo que sí sucedió en el despojo forzado de las tierras que sufrió el campesinado durante el siglo XVI y en las deportaciones realizadas por el estado soviético durante el 1900, o lo que tiende a suceder (con un grado menor de violencia) con las medidas obligatorias que rigen el mercado laboral en los actuales estados de bienestar.[9] Para Durkheim la división del trabajo, —y todos los beneficios que ésta acarrea en forma de mayores posibilidades de desarrollo individual y personal— puede por consiguiente funcionar exitosamente sólo si es capaz de crear instituciones sociales justas.

Hasta aquí hemos dado cuenta de la descripción que Durkheim hace de las formas anomistas de la división del trabajo, pero debemos precisar que más tarde identificó otras formas anomistas en la sociedad moderna, es decir estados existenciales sin normas vinculantes, y sin reglas que puedan formar y regular los instintos impulsivos del individuo. El suicidio constituyó para Durkheim una forma ejemplar de anomia para demostrar las cualidades del diagnóstico sociológico. El suicidio, un fenómeno genuinamente individual y personal, desde la perspectiva de Durkheim sólo podía ser explicado con una serie de factores sociales sobre los que la estadística, continuamente mejorada, entregaba abundante información. El suicidio tendría, en consecuencia, que ser explicado recurriendo a las relaciones sociales existentes fuera del individuo; en su visión del problema Durkheim no mezclaba ni las intenciones individuales ni los sentimientos que deben ser una parte de la acción que constituye el suicidio. Como lacónicamente comenta el sociólogo inglés Antony Giddens, la circunstancia de que los individuos que se han suicidado un año no reaparezcan en la estadística del año siguiente, nos indica que estamos ante un hecho social.

Se decía que el suicidio puede ser causado o bien por carencia de integración moral, la que no crea un vínculo lo suficientemente fuerte entre el individuo y la sociedad, o bien por una carencia de normas morales que regulen los deseos, metas y ambiciones del individuo. Un suicidio que se relaciona con la integración moral podía implicar dos tipos diferentes de suicidio. En primer lugar, una situación en la cual el individuo no tiene un sentido suficientemente integrado, de pertenencia, con la sociedad o con una comunidad social relevante, una vida en la cual el individuo ha sido alienado de la comunidad o de la colectividad, la que no le proporciona un sentido al horizonte existencial. Este tipo de suicidio fue denominado por Durkheim el suicidio egoísta. En segundo lugar, que el individuo estuviese integrado en una forma excesiva y careciese del sentimiento de tener una personalidad propia y autonomía, lo que por consiguiente podría convertir la muerte en una acción significativa. Esta relación fue denominada por Durkheim muerte altruista, y podemos pensar, por ejemplo, en las grandes muertes colectivas dentro de sectas religiosas como hemos visto durante el desarrollo histórico.[10]

El suicidio relacionado con las normas y reglas sociales puede, de la misma forma, manifestarse de dos maneras. Un suicidio anomista puede ser asociado a la carencia de reglas y a limitaciones de metas legítimas, mientras que un suicidio fatalista se relaciona con un exceso de reglas que no le permiten al individuo mismo crear y construir su futuro. Durkheim pretendió a continuación explicar las diferentes cantidades de suicidios investigando una amplia serie de factores: religión, relaciones familiares, crisis nacionales y crisis políticas. Resulta demasiado extenso dar cuenta aquí de la totalidad del análisis de Durkheim del contexto formado por esos distintos factores explicativos; podemos si comentar que descubrió que los protestantes tenían una mayor inclinación al suicidio, ya que éstos — a diferencia de los católicos— no estaban integrados en una sociedad religiosa, estrictamente dirigida por un colectivo. Durkheim constató también que el tamaño de la familia era inversamente proporcional al número de padres que se suicidaban, que las crisis nacionales tales como guerras y grandes desastres económicos disminuían la tendencia a suicidarse ya que entonces la gente tendía a aumentar la cohesión ante amenazas externas. Un crecimiento económico, que no ponía límites para las ambiciones, deseos y aspiraciones de grandes grupos, surtía el efecto contrario.

El Estado y las Organizaciones Intermediarias

Durkheim basa sus análisis de la anomia y de las desviaciones en desequilibrios, en la carencia de correspondencia y vínculos entre la amplia diferenciación de funciones dentro de la economía, el sistema judicial, político y los mecanismos para la integración moral y la regulación. Por consiguiente se hacía necesaria una forma de coordinación y equilibrio para librase de crisis morales y sociales profundas; especialmente en el caso de sociedades complejas el sociólogo francés pensó que, en buena medida el estado podía tener esta función. Durkheim consideraba al estado como el mecanismo central de la organización de la sociedad, que debía velar por que existan posibilidades para que diversas funciones entren en contacto unas con otras. No consideraba que el estado debía preocuparse de cumplir con todas las tareas sociales, sino más bien que el estado —en cuanto cerebro del organismo, intelecto o 륧o social릭dash; debía estimular y fomentar la ejecución de funciones sociales y evitar el conflicto entre diversas funciones.

En esta concepción el estado es separado del quehacer práctico (administración, servicios, instituciones) y es visto exclusivamente como un órgano que piensa, habla y coordina en nombre de la sociedad. El Estado puede perfectamente tener un origen democrático, descansar en la soberanía del pueblo, pero no es dirigido por todos nosotros y la democracia no podía ser, según Durkheim, la conducción política de la sociedad por si misma. Por lo tanto no hay necesariamente una correspondencia entre los sentimientos del pueblo, sus deseos y exigencias y los políticos que son instalados por representantes del pueblo en el gobierno y en el parlamento. El estado representa el bien común, lo que no necesariamente implica expresar lo que quiere la mayoría, y tiene que velar para que diversos grupos de interés no obtengan el derecho de "entrada libre" y le den su sello distintivo y dominen las decisiones políticas. El estado se encuentra separado de la sociedad y consiste en una dirección especializada pero, al mismo tiempo, tiene esta sociedad como su base, aquella que le proporciona legitimidad; ésta resultará mayor en tanto exista un debate y una reflexión pública en la que participen los diversos grupos de la sociedad.

El estado se caracteriza por lo tanto por su función especializada, de coordinación. El estado sólo puede ser estado si es separado de la sociedad, de la familia, de la vida económica, etc. las que tienen sus propias funciones. Pero las actividades basadas en el estado no pueden, de acuerdo a Durkheim, relacionarse con las respectivas funciones que existen en la sociedad sin una mediación, se requiere una vía que sirva de intermediario o, en su lenguaje, un 뮵do nervioso뮠Esa vía es denominada en su concepción 믲ganizaciones intermediarias련corps intermédiaire), grupos secundarios o corporaciones y constituyen una vía de comunicación entre el estado y la sociedad. En relación a la tensión entre empleadores y trabajadores tendría que tratarse de una corporación que fuese lo suficientemente grande como para coordinar las actividades de las partes implicadas, y lo suficientemente pequeña como para conocer las condiciones locales de los conflictos; de esta forma se podría concretizar una cohesión superior y una moral sindical en esta área en la cual el estado tiene que trazar las directrices.

De la misma manera puede pensarse en el sistema de partidos políticos modernos, como una vía de mediación entre el estado —la dirección política y la sociedad— y los ciudadanos. Por un lado los partidos recolectan información sobre las opiniones y exigencias de los ciudadanos, la reelaboran e informan a los órganos centrales de decisión, por otro los partidos legitiman las decisiones centrales en organizaciones partidarias que, de ese modo, también son socializadas. Se puede, con ciertas reservas, analizar el rol de los medios de comunicación, la vida de organizaciones populares, la dirección de organizaciones de consumidores de la misma manera. Sin embargo hay que estar atentos a que Durkheim también asignó a las organizaciones secundarias la función de ser un seguro para evitar que el estado fuese excesivamente poderoso.

El estado moderno no se encuentra por consiguiente, desde la perspectiva de este análisis, en oposición al individuo. Desde esta visión de la sociedad, la libertad y la individualidad personal son una ganancia histórica que debemos agradecer a las sociedades modernas (el desarrollo social por ejemplo nos ha liberado de muchos de los caprichos de la naturaleza) y de, este modo, tienen su causa en lo social y por este motivo no pueden ser vistos en conflicto con ellas. Por el contrario, es la misión del estado el fomentar el individualismo moral protegiendo por una parte los derechos civiles del individuo y, por otra, dar a los individuos la posibilidad de administrar su libertad de una manera sensata y moralmente responsable. Para lograr la última meta enunciada, la educación moderna resultó ser un medio esencial que pudo producir y mantener un orden social estable internalizando ciertos principios y disposiciones morales bien definidos.

La Misión Moral de la Educación

En sus conferencias sobre pedagogía Durkheim aclara cuál es la posición y el estatus que posee la pedagogía. La pedagogía no es una ciencia sobre la educación o una ciencia abstracta sobre la enseñanza sistemática, sino una teoría práctica puesto que intenta reflejar y racionalizar una praxis determinada. Al mismo tiempo como ciencia no está orientada hacia la acción — formulación que implica una variante y un giro de la definición de pedagogía de Jacques Rousseau (1712-78) y del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) — y tampoco es completamente correcto considerarla como un arte, es decir un método para alcanzar éxito orientándose hacia una meta determinada. Debemos considerar a la pedagogía como una teoría práctica, un reflejo sistemático de diversas formas de educación, que pueden proveer al educador/profesor con conocimientos e ideas sobre sus acciones.

Al revés de lo que sucede con la ciencia, la que normalmente se ve como libre de valores, las metas relacionadas con la educación no son dadas objetivamente sino que, muy al contrario, están condicionadas normativamente y están asociadas a un ideal. Durkheim asegura por otra parte que la pedagogía antes que nada debe estar condicionada a la sociología, puesto que los ideales educativos vigentes están fundados histórica y socialmente. Esto implica que la pedagogía no desarrollará una naturaleza humana ahistórica, sino que desarrollará el hombre que la sociedad desea, aquel que su 륣onomía interna려esea. Para Durkheim es vano e ingenuo creer que educamos a nuestros niños exclusivamente de la manera que nosotros queremos. La fuente de la educación es la sociedad, y la sociología puede —desde su perspectiva— proporcionar ideas orientadoras sobre la manera en la que se podría organizar y administrar la educación, en tanto que la psicología sólo puede decir algo sobre las aptitudes, motivaciones y deseos de los niños. Las ciencias (psicología y sociología) reemplazan y se hacen cargo del rol que la iglesia tenía como un factor conductor de la educación.

En relación a clásicas opiniones precedentes, Durkheim realiza, al definir los objetivos de la educación, una serie de distinciones. La educación no fomentará ni el desarrollo de las cualidades expresivas y naturales de los alumnos —como era el caso en la tradición romántica (Montaigne, Schiller) — ni solamente desarrollará las cualidades instrumentales y conocimientos, de manera tal que los alumnos resulten más útiles y provechosos como pensaban los utilitaristas (James Mill, Bentham).

Así pues, la palabra 륤ucación력n los escritos pedagógicos de Durkheim no solamente designará al aprendizaje de habilidades y destrezas dadas, sino que será usada como un concepto que expresará de manera muy relevante la socialización moral usando un método de enseñanza. Una socialización moral que es el medio para la reproducción de la sociedad. En la sociedad moderna la moral que se fomenta no puede estar unida a una conciencia social colectiva religiosa, sino que, por el contrario, debe estar asociada a una moral secularizada que permita un alto grado de pluralismo. De esta manera se quería estar seguro de que los principios morales de la sociedad, los valores, las normas, etc. correspondiesen a la situación social objetiva (división del trabajo, diferenciación, superación de la tradición); Durkheim afirmó que se exigía tanto la construcción de una gran cantidad de cualidades generales y valores, como formas de conducta de un tipo más específico y diferenciado. Tal como vimos en relación a los partidos, de la misma manera Durkheim pensó que la escuela debería funcionar como una organización mediadora entre la familia y la vida civil en la sociedad. Podemos comprender la moral secularizada preconizada por Durkheim para la escuela y la educación, si primero echamos una mirada a su definición de ser humano. En su visión el hombre está compuesto por dos esencias: estamos compuestos por una parte de cualidades mentales como seres individuales, y por otra por un sistema de sentimientos, ideas, costumbres que reflejan la pertenencia de grupo como seres sociales. El objetivo de la educación es formar al hombre social por medio de una socialización metódica ya que éste no surge de la naturaleza. Pero la educación ni moldea al hombre de la nada (Locke, Helvetius) ni desde un esquema de desarrollo creado por la naturaleza (Fr梥l, Montessori, Pestalozzi). En cambio la educación administra, forma y dirige una amplia serie de instintos, aptitudes congénitas y aptitudes generales indefinidas que, gracias a ella, reciben una dirección definida.

La formación moral del hombre social está dividida en tres partes. En primer lugar, la educación y la enseñanza sistemática deben dar vida a una forma definida, a una regulación que le da a la conducta una disciplinada orientación hacia un fin definido. No es cuestión de entrenar o de adiestrar, sino de una manera que le da carácter a la vida y a la libertad. Dicho con otras palabras, libertad no es hacer lo que venga en ganas sino que es el producto de las reglas, del poder autocontrolarse y arrojar luz sobre nuestros impulsos y sentimientos. En segundo lugar, la educación moral consiste en hacer conciencia y fomentar una determinada afinidad o solidaridad con los grupos sociales a los cuales el individuo está asociado. Somos morales sólo si orientamos nuestras acciones hacia intereses colectivos. Por tanto el individualismo de Durkheim no es un egoísmo y sus pensamientos sobre el espíritu de comunidad no es un lazo rígido que ata al ser humano y que resulta decisivo en todos los aspectos. En tercer lugar, Durkheim dio mucha importancia a la enseñanza de virtudes y cualidades modernas como la autonomía y la autodeterminación, necesarias en las sociedades modernas y no dadas ni por la naturaleza ni por una razón ahistórica. Es importante que el niño aprenda a desear acciones morales de manera tal que la conducta que se tenga se fundamente en una elección libre, producto de la reflexión. No actuamos moralmente sólo porque debemos, porque estrictas normas y reglas lo preconizan, sino a causa de valores internalizados que por consiguiente son los nuestros, los que nosotros preferimos personalmente, pero que también armonizan con los de la sociedad. La lógica básica de la educación moral de Durkheim es bastante sencilla: puesto que la conciencia colectiva resulta individualizada la educación también debe serlo. Durkheim había mostrado cómo los ideales pedagógicos tienen que ser dependientes de y estar relacionados con la situación concreta de la sociedad. Pero Durkheim formuló también una concepción que permite apreciar cómo la función social de la educación y de la enseñanza sistemática pudo dividirse en dos partes: despertar y desarrollar las cualidades físicas, mentales y morales en el niño, lo que es exigido por un lado por la sociedad política como totalidad y por otro lado por el medio especial o la comunidad social a la cual pertenece el niño y en la cual participa.

La actividad pedagógica y de enseñanza descansaba, de acuerdo a su visión, en la autoridad con la que la sociedad dotaba al profesor, la que lo convertía en una autoridad moral, que de una manera creíble y convincente, —no con violencia, disciplina y subordinación — podía poner en marcha los tres puntos antes nombrados. La educación autoritaria y basada en la obligación era para Durkheim la expresión de la represión de la individualidad moderna y de la inviolabilidad que la sociedad cada vez más atribuía al individuo.

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