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La defensa del capitalismo y de la esclavitud y… de la fraternidad universal en el catolicismo




    La defensa del capitalismo y de la esclavitud y… de
    la fraternidad universal – Monografias.com

    La defensa del capitalismo y de la
    esclavitud y… de la fraternidad universal

    en el catolicismo

    "Esclavos, obedeced a vuestros
    amos terrenos
    […] como si de Cristo se
    tratara
    "

    Pablo de Tarso

    A pesar de que es posible que Jesús defendiera la
    igualdad de los hombres, en la Biblia se considera la
    esclavitud como una institución perfectamente
    acorde con la voluntad de Dios, hasta el punto de que en ella el
    propio Dios, en lugar de oponerse a tal institución,
    señala a su pueblo cómo deben ser sus relaciones
    con los esclavos. Por su parte, la organización
    católica, a lo largo de los siglos ha apoyado la
    esclavitud y también a las clases poderosas (reyes,
    nobleza, clase capitalista) hasta convertirse ella misma en la
    primera multinacional del mundo con un poder político de
    primer orden, olvidándose hipócritamente de los
    pobres y de las clases más desfavorecidas.

    1. En el Antiguo Testamento la esclavitud fue
    aceptada como una institución natural y son muchas las
    ocasiones en que se hace referencia a los siervos o esclavos,
    como sucede, por ejemplo, cuando Sara, no pudiendo tener hijos,
    le propuso a Abraham que se acostase con su esclava Agar para
    así darle descendencia. Igualmente en relación con
    Noé se cuenta:

    "Cuando Noé se despertó de su borrachera,
    se enteró de lo que había hecho su hijo menor, y
    dijo:

    -¡Maldito sea Canaán [= hijo de Cam]! Sea
    para sus hermanos el último de sus
    esclavos"[1];

    En otros muchos lugares de la Biblia, "palabra de Dios"
    -según los dirigentes católicos-, se sigue hablando
    de la esclavitud como de una institución perfectamente
    natural de la que el propio Dios de Israel o algún
    personaje destacado llega a hablar con la mayor ingenuidad como
    si se tratase de una institución compatible con principios
    como el de la fraternidad de los hombres. En este sentido puede
    hacerse referencia a pasajes como el siguiente:

    "El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
    […]

    -El esclavo que hayas comprado y haya sido circuncidado
    […] puede comer [el cordero
    pascual]"[2],

    palabras divinas (?) que expresan de modo
    implícito pero indudable la aceptación de tal
    institución y que sólo indican en qué
    condiciones se debe permitir al esclavo comer el cordero
    pascual.

    Hay además otros pasajes bíblicos que
    tienen especial interés porque en ellos se afirma de modo
    explícito que el esclavo es propiedad de su
    señor, como una simple cosa a la que se puede incluso
    llegar a matar sin mayores consecuencias para su dueño,
    por lo menos en el caso de que el esclavo o la esclava no muera
    en el acto, "porque son propiedad suya":

    "El que mate a palos en el acto a su esclavo o a su
    esclava, será severamente castigado. Pero no será
    castigado si sobrevive un día o dos, porque son
    propiedad suya"[3].

    La defensa de la esclavitud aparece a lo largo de toda
    la Biblia, pero en los tiempos antiguos debió de
    existir un sentimiento de unidad del pueblo hebreo especialmente
    intenso que debió de influir en que, a pesar de que los
    sacerdotes tratasen de conservar tal institución, la
    rechazaban para aquellos esclavos que fueran de origen
    judío. Así se indica en un texto de
    Jeremías, en el que se habla de un contrato entre
    el profeta y el rey Sedecías, según el
    cual

    "todo israelita debía liberar a sus esclavos o
    esclavas hebreas, para que ningún judío fuera en
    adelante esclavo de un hermano
    suyo"[4].

    Tal contrato pudo ser sancionado y bendecido por los
    sacerdotes judíos porque les beneficiaba directamente, por
    los esclavos que ellos mismos poseían, e indirectamente,
    porque así se ganaban el respeto de los poderosos que
    poseían esclavos y que, antes que renunciar a ellos, se
    habrían enfrentado a la clase sacerdotal. La defensa de la
    esclavitud aparece unida al bíblico racismo judío
    cuando Moisés comunica a su pueblo que podían
    comprar esclavos en las "naciones vecinas" -lo cual, por otra
    parte, no excluyó que los judíos pudieran tener
    esclavos igualmente judíos-. En este sentido se
    dice:

    "[El Señor dijo a Moisés en el monte
    Sinaí] Los siervos y las siervas que tengas, serán
    de las naciones que os rodean; de ellos podréis adquirir
    siervos y siervas. También podréis comprarlos entre
    los hijos de los huéspedes que residen en medio de
    vosotros, y de sus familias que viven entre vosotros, es decir,
    de los nacidos en vuestra tierra. Esos pueden ser vuestra
    propiedad, y los dejaréis en herencia a vuestros hijos
    después de vosotros como propiedad perpetua. A
    éstos los podréis tener como siervos; pero si se
    trata de vuestros hermanos, los israelitas, tú, como entre
    hermanos, no le mandarás con
    tiranía"[5].

    Posiblemente en estos momentos los sacerdotes y profetas
    judíos debieron de llegar a la conclusión de que
    les daría mayor autoridad entre su pueblo la exigencia de
    que ningún judío tomase o conservase como esclavo a
    otro judío.

    Sin embargo, esta pretensión fue desapareciendo
    progresivamente, hasta el punto de que en otro texto de
    Éxodo, perteneciente al parecer al siglo IV a.
    C., se acepta que los judíos puedan tener esclavos
    igualmente judíos quizá por desconfianza hacia los
    esclavos procedentes de otros pueblos:

    – [El señor dijo a Moisés:] "Si compras un
    esclavo hebreo, te servirá durante seis años, pero
    el séptimo quedará libre sin pagar nada […]
    Pero si el esclavo declara formalmente que prefiere a su amo
    […] y que no quiere la manumisión, entonces su amo
    […] le perforará la oreja con un punzón; y
    será esclavo suyo para
    siempre"[6].

    En relación con esta cuestión tiene un
    especial interés resaltar el hecho de que tanto en
    Éxodo como en Deuteronomio, lugares en
    donde aparecen enumerados los mandamientos presentados por
    Moisés, solamente se mencionen nueve, pues el que
    actualmente aparece como el noveno –"no desearás la
    mujer de tu prójimo"-, en la Biblia forma unidad
    con el que en la actualidad aparece como el décimo, en
    cuanto, habiendo considerado que tanto la mujer como el esclavo
    eran simples propiedades del hombre, no tenía
    sentido descomponer el noveno mandamiento, que hacía
    referencia a la prohibición de codiciar los bienes o
    propiedades ajenos, en dos, uno de los cuales haría
    referencia a la prohibición de desear la mujer del
    prójimo, y otro se referiría a la
    prohibición de codiciar el resto de los bienes del
    prójimo, pues tanto la mujer como el esclavo y el resto de
    cosas eran simples propiedades. Y efectivamente, el noveno y
    último mandamiento decía:

    "No codiciarás la casa de tu prójimo, ni
    su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que
    le pertenezca"[7],

    Así que, si posteriormente este mandamiento se
    descompuso en dos, los actuales noveno y décimo,
    posiblemente el motivo de tal disociación pudo ser el de
    tratar de que pasara al olvido aquella valoración
    denigrante de la mujer, que aparece en la Biblia, aunque no la
    del esclavo, del que, como más adelante se verá,
    Pablo de Tarso, cuyos escritos también forman parte de la
    Biblia católica, y personajes importantes de la
    organización cristiana, como el propio Aurelio
    Agustín, llegaron a escribir favora-blemente respecto a
    tal institución.

    1.1. En relación con esta cuestión,
    merece una mención especial la obra de José, uno de
    los hijos de Jacob, que habiendo alcanzado el cargo de primer
    ministro del faraón de Egipto, consiguió, con sus
    dotes de capitalista usurero sin escrúpulos, reducir a
    toda la población egipcia a la condición de
    esclavos del faraón, tal como se muestra de modo
    admirativo en el siguiente pasaje bíblico que no tiene
    desperdicio como ejemplo asombroso del funcionamiento de la
    acumulación capitalista desde el punto de vista de la
    usura y del comercio:

    "José acabó acumulando todo el dinero que
    había en Egipto y Canaán a cambio del trigo que le
    compraban, y lo iba depositando en la casa del faraón.
    Agotado el dinero en Egipto y Canaán, todos los egipcios
    acudieron a José, diciéndole:

    -Danos pan; ¿vas a permitir que muramos, porque
    se nos ha terminado el dinero?

    José les dijo:

    -Si se os ha acabado ya el dinero, dadme vuestros
    ganados y a cambio os daré trigo.

    Trajeron a José sus ganados, y José les
    dio alimentos a cambio de caballos, ovejas […] Pasado
    aquel año, vinieron a decirle:

    -A nuestro señor no se le oculta que se nos ha
    acabado el dinero; también el ganado es ya de nuestro
    señor; sólo nos queda por darle nuestro cuerpo y
    nuestras tierras […] Cómpranos a nosotros y a
    nuestras tierras a cambio de pan. Seremos esclavos del
    faraón nosotros y nuestras tierras, pero danos simiente
    para que podamos vivir y no muramos […]

    Así adquirió José para el
    faraón todas las tierras de Egipto […] y así
    el país pasó a ser propiedad del faraón. De
    este modo el faraón redujo a servidumbre [=esclavitud] a
    todo el pueblo del uno al otro confín de Egipto [con la
    excepción de las tierras de los
    sacerdotes][8].

    Se podría preguntar si en otros algunos pasajes
    de la Biblia se hace referencia a José y si se
    hace alguna valoración acerca de él y de su
    hazaña a favor de su faraón. Y
    efectivamente,

    José –hijo de Jacob-.- Sab 10:13.-
    Tampoco desamparó al justo José cuando fue
    vendido; sino que lo libró de caer en pecado […] y
    le otorgó una gloria eterna".

    Eclo, 49:15.- "…Ni nació hombre semejante
    a José, jefe de sus hermanos, apoyo de su pueblo, cuyos
    huesos fueron venerados".

    En relación con el valor que los dirigentes
    católicos deben conceder a este pasaje hay que
    señalar que, en cuanto consideran que la Biblia
    en su conjunto está inspirada por Dios, lo mismo debe
    afirmarse de cualquiera de sus pasajes en particular. Y,
    efectivamente, el catecismo de los dirigentes católicos
    afirma de modo explícito:

    "La santa Madre Iglesia […] reconoce que todos
    los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus
    partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos
    por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios
    como autor, y como tales han sido confiados a la
    Iglesia"[9].

    2. Sin embargo y por lo que se refiere a la
    inequívoca actitud crítica de Jesús contra
    los ricos de su tiempo conviene recordar algunas de sus
    palabras:

    – "Le es más fácil a un camello pasar por
    el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de
    Dios"[10];

    – "¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya
    habéis recibido vuestro
    consuelo!"[11];

    – "Es más fácil para un camello pasar por
    el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de
    Dios"[12].

    Una consecuencia lógica de esta actitud de
    Jesús así como de su defensa de los pobres y de la
    idea de la fraternidad universal se produjo cuando en los
    primeros años después de su muerte sus primeros
    discípulos vivieron en un régimen de
    auténtica fraternidad comunista en la que todo se
    compartía, tal como se cuenta en el escrito, atribuido a
    Lucas, Hechos de los apóstoles, en el que se dice
    con absoluta claridad:

    -"Todos los creyentes vivían unidos y lo
    tenían todo en común. Vendían sus posesiones
    y haciendas y las distribuían entre todos, según
    las necesidades de cada uno"[13];

    -"No había entre ellos necesitados, porque todos
    los que tenían hacienda o casas las vendían,
    llevaban el precio de lo vendido, lo ponían a los pies de
    los apóstoles, y se repartía a cada uno
    según su necesidad"[14].

    3. Sin embargo y a pesar de la claridad de estas
    doctrinas evangélicas, esa vida comunista de los
    primeros cristianos desapareció muy pronto, pues Pablo de
    Tarso, auténtico fundador del Cristianismo, se puso
    descaradamente del lado de los ricos, de manera que en lugar de
    enfrentarse a ellos, como había hecho Jesús, se
    convirtió en su cómplice, proclamando que Dios se
    las había otorgado para que las disfrutasen, pero
    pidiéndoles que procurasen no ser orgullosos:

    "A los ricos de este mundo recomiéndales que no
    sean orgullosos, ni pongan su esperanza en la incertidumbre de
    las riquezas, sino en Dios, que nos provee de todos los bienes en
    abundancia para que disfrutemos de
    ellos"[15].

    Al mismo tiempo y por escandaloso que pueda parecer,
    Pablo de Tarso, en línea con su defensa de los
    ricos, defendió igualmente la esclavitud de modo
    astuto e interesado, como una institución derivada de
    la voluntad de Dios
    , tal como puede comprobarse acudiendo a
    sus cartas, en las que exhorta a los esclavos a que cumplan con
    devoción y humildad las órdenes de sus
    señores en cuanto representan al propio Dios, según
    señala cuando escribe:

    a) "¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te
    preocupes. E incluso, aunque pudieras hacerte libre,
    harías bien en aprovechar tu condición de esclavo
    […] Que cada cual, hermanos, continúe ante Dios en
    el estado que tenía al ser
    llamado"[16].

    En este pasaje Pablo de Tarso plantea la posibilidad de
    optar o no por la libertad al incorporarse a la
    organización cristiana, pero considera mejor "que cada
    cual […] continúe ante Dios en el estado que
    tenía al ser llamado", lo cual no sólo representa
    evidentemente una actitud de transigencia y de freno ante
    cualquier intento de rebelión contra una
    institución tan injusta y contraria a los principios de
    Jesús, sino un auténtico apoyo a dicha
    institución, lo cual llevaba implícito una oferta
    de colaboración con las clases poderosas del imperio
    romano: el cristianismo no iba a representar ningún
    peligro contra las clases poderosas del imperio romano sino una
    ayuda extraordinaria mediante la cual podrían controlar
    mejor a esos esclavos, argumentándoles que su
    situación se debía a la voluntad de Dios, tal como
    se indica en el siguiente pasaje:

    b) "Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenos con
    profundo respeto y con sencillez de corazón, como si de
    Cristo se tratara
    . No con una sencillez aparente que busca
    sólo el agrado a los hombres, sino como siervos de Cristo
    que cumplen de corazón la voluntad de
    Dios"[17].

    En este segundo pasaje Pablo declara de forma ya
    totalmente explícita que hay que tratar a los
    señores
    ¡"como si de Cristo se tratara"!, y que
    los esclavos deben comportarse "como siervos de Cristo que
    cumplen de corazón la voluntad de Dios". Es decir, la
    esclavitud aparece ya como una institución sagrada

    establecida por la "voluntad de Dios", a la que los esclavos
    deben someterse "con profundo respeto y con sencillez de
    corazón".

    En esta misma línea ideológica
    continúa escribiendo:

    "Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de la
    tierra; no con una sujeción aparente, que sólo
    busca agradar a los hombres, sino con sencillez de
    corazón, como quien honra al
    Señor
    "[18].

    Este tercer pasaje representa una confirmación
    del valor de las palabras del anterior y en él se exhorta
    a los esclavos a "obedecer en todo a vuestros amos de la tierra"
    comparándolos con "el Señor", es decir, el
    propio Dios
    , comparación muy halagadora de los amos o
    señores con el propio Dios, que además
    suponía una fuerte y astuta tentación de Pablo para
    lograr que el emperador, la nobleza romana y las clases poderosas
    en general no temieran a la nueva religión, sino que, por
    el contrario, vieran en ella una aliada que justificaba en el
    propio Dios la existencia de la esclavitud y la
    obligación moral de los esclavos de obedecer a
    sus amos "como quien honra al Señor".

    En este mismo sentido Pablo vuelve a insistir en esta
    idea cuando escribe:

    d) "Todos los que están bajo el yugo de la
    esclavitud, consideren que sus propios amos son dignos de todo
    respeto […] Los que tengan amos creyentes, no les falten
    la debida consideración con el pretexto de que son
    hermanos en la fe; al contrario, sírvanles mejor, puesto
    que son creyentes, amados de Dios, los que reciben sus
    servicios"[19].

    La novedad de este último pasaje consiste en que
    ya no sólo se habla de cristianos esclavos de
    señores no cristianos, sino de cristianos esclavos de
    otros cristianos
    , de forma que no sólo se defiende la
    idea de que el esclavo debe conformarse con su estado y obedecer
    a su señor sino también la idea de que el cristiano
    puede ser señor y dueño de esclavos, con la
    conciencia bien tranquila, a pesar de que tratar a alguien como
    esclavo consiste en considerarle como un simple objeto con el que
    se puede hacer cualquier cosa.

    Conviene recordar, por otra parte, que las ideas de
    Pablo de Tarso no eran una innovación absoluta en la
    ideología cristiana sino que, como se ha podido ver, se
    correspondían, si no con el mensaje de Jesús,
    sí con la doctrina del Antiguo Testamento que de modo
    natural defendió la esclavitud en todo momento.

    4. La defensa de la esclavitud por parte
    de los dirigentes católicos fue permanente durante muchos
    siglos. De hecho a lo largo de la Edad Media la mayor parte de la
    población europea tenía el status de
    siervo –otra forma de nombrar al esclavo
    frente a los señores feudales, mientras la
    organización cristiana bendecía las estructuras
    políticas feudales en las que, junto a la monarquía
    y la nobleza, mantenía al pueblo llano en la miseria
    más absoluta. En los siglos VXI y XVII la conquista de
    América significó el resurgimiento más duro
    de la esclavitud tanto en relación con los negros como en
    relación con la población autóctona
    americana. Posteriormente la industrialización dio lugar a
    la aparición del proletariado, una nueva
    denominación de los esclavos en la sociedad capitalista.
    Sin embargo, de acuerdo con los fundamentos del catolicismo
    –entre los cuales la Biblia es el más importante-,
    la esclavitud, que tendría su justificación a
    partir de la voluntad divina, justificaría igualmente la
    nueva forma de esclavitud representada por la masa proletaria que
    surge a partir de la industrialización del siglo
    XIX.

    Y aunque apenas hace un siglo que los dirigentes
    católicos se han atrevido a evolucionar hacia una
    teórica condena de la esclavitud, lo han hecho a
    remolque y con posterioridad al hecho de que la propia sociedad
    civil lo hiciera pero sin tomar partido por la clase proletaria
    sino, por el contrario, poniéndose nuevamente al lado del
    capitalista con quien comparte unos mismos intereses. Por ello
    mismo, no es nada insólito ni extraño que
    todavía en la Alemania de Hitler los dirigentes
    católicos llegaron a tener entre seis mil y siete
    mil
    "trabajadores forzosos", es decir "esclavos", en
    Alemania
    . Algunos de ellos fueron indemnizados mucho
    después por el Vaticano con poco más de 2.500
    euros, es decir, una miseria, recibida después de
    más de 50 años de haber finalizado la guerra contra
    el nazismo y sólo cuando los dirigentes católicos
    no tuvieron otro remedio que reconocer su colaboración con
    aquel régimen.

    Por otra parte, el cambio de actitud de la
    organización cristiana respecto a los ricos le
    resultó especialmente útil para la
    transformación de su organización en un inmenso
    negocio material
    que, adaptándose a todo tipo de
    circunstancias políticas y sociales, se fue enriqueciendo
    y ampliando de manera progresiva hasta convertirse en la mayor
    multinacional "del espíritu" , incomparablemente
    más rica que cualquier otra de cualquier tipo, dedicada a
    la venta fantástica de "parcelas de Cielo", a las
    constantes amenazas con el "Infierno" y a crímenes
    incesantes a lo largo de su historia mediante sus cruzadas, su
    "Santa Inquisición" y su colaboración
    simbiótica sin escrúpulos con los dictadores de
    todo tiempo y lugar a cambio de incalculables tesoros, y
    despreciando y pisoteando la doctrina de aquél en cuyo
    nombre dicen predicar, doctrina según la cual:

    "No podéis servir a Dios y al
    dinero"[20].

    En efecto, los dirigentes católicos, que
    a efectos económicos se identifican por completo con la
    llamada "Iglesia Católica", construyeron una
    organización de carácter feudal o piramidal,
    anterior en el tiempo a las organizaciones de las posteriores
    empresas capitalistas multinacionales: Tienen su
    presidente, equivalente al cargo de "Papa"; su
    consejo de administración, equivalente al
    conjunto de cardenales asesores del "Papa"; sus
    directores regionales, equivalentes a los
    presidentes de las "Conferencias episcopales" de cada
    país; sus sucursales, equivalentes a las diversas
    "diócesis"; sus directores de sucursales,
    equivalentes a los obispos de las respectivas
    circunscripciones episcopales; sus franquicias,
    equivalentes a las diversas parroquias regidas por los
    curas, así como las diversas empresas
    colaboradoras
    , equivalentes a las instituciones dependientes
    de la Iglesia Católica, como colegios, bancos, hospitales,
    conventos, universidades, periódicos, museos, y emisoras
    de radio y televisión, que vienen a dar una pequeña
    idea del organigrama de esta organización
    económica, que con toda seguridad hay que considerar como
    la primera multinacional del mundo.

    Ninguna de las empresas del capitalismo moderno parece
    haber inventado nada por lo que se refiere a su sistema
    organizativo, ya que la estructura de la organización
    católica es un modelo con una experiencia de casi dos
    milenios, que esclarece la solidez del funcionamiento de tal
    sistema con los suculentos beneficios económicos que les
    reporta. Pero, para ser más exactos, conviene aclarar que
    propiamente no se puede hablar de la "Iglesia Católica"
    como de una organización formada por los
    dirigentes
    y los fieles, sino exclusivamente de la
    que forman sus dirigentes, pues son sólo ellos
    quienes manejan los hilos de su poderosa economía y los
    únicos que disfrutan de sus cuantiosísimos
    beneficios, por lo que son los auténticos dueños
    absolutos de la "Iglesia Católica", en la que los
    creyentes no pintan absolutamente nada como no sea para donarles
    sus bienes, sus limosnas y sus herencias.

    De manera consciente o en ocasiones inconsciente, los
    dirigentes católicos han utilizado sus incoherentes
    doctrinas acerca de lo divino y de lo humano como simple coartada
    para aumentar su enorme poder y sus inimaginables riquezas,
    sirviéndose de la ingenuidad de sus fieles para sus fines
    terrenales y ofreciendo a cambio el opio de sus mentiras
    celestiales
    para satisfacer las ilusiones de sus
    dóciles seguidores.

    El carácter feudal de esta organización es
    evidente en cuanto no existe en ella nada que se parezca a un
    sistema democrático mediante el cual se elijan sus
    diversos cargos, pues el "Papa" elige a los cardenales y a los
    obispos, y éstos eligen al "Papa", mientras que el resto
    de sus "fieles" no tiene ningún papel en tales
    nombramientos. Los demás cargos clericales son elegidos a
    su vez por los obispos, de manera que los simples curas no
    jueguen otro papel que el de una sumisa obediencia en espera de
    un posible ascenso, relacionado con su mayor o menor grado de
    servilismo.

    El carácter embaucador de esta
    organización puede comprenderse fácilmente en
    cuanto se analizan las contradictorias doctrinas religiosas
    –o, mejor, supersticiosas- emanadas de esa jerarquía
    feudal, que se encarga de elaborar a su antojo sus mentiras
    doctrinales de manera que puedan provocar las ilusiones o los
    temores de sus seguidores, según lo crean más
    oportuno, mientras que la masa de creyentes tiene una
    misión pasiva de obediencia y de sumisión a esos
    personajes que, a fin de lograr una mayor teatralidad para su
    supuesta misión "espiritual", pero tan exclusivamente
    terrenal como la de todo el mundo, se visten con lujosos atuendos
    chillonamente estrafalarios y se hacen llamar "enviados de Dios",
    "eminencia" o "Santidad", mostrándose en público
    con semblante bondadoso, resignado y doloroso, aunque por dentro
    puedan pensar "¡qué borreguitos tan bobos!", pues,
    al fin y al cabo, no en vano ellos se llaman:
    "¡Pastores!".

    Como ya se ha visto, la actividad de la jerarquía
    católica es lo más contrario que pueda pensarse
    respecto a lo que pudo ser la predicación de Jesús,
    quien, según los evangelios, criticó con extrema
    dureza a los ricos y defendió a los pobres, y cuyos
    primeros seguidores vivieron en un régimen comunista en el
    que todo se compartía, según se narra en Hechos
    de los apóstoles
    .

    4.1. A lo largo de la historia, la
    jerarquía católica y en especial su jefe supremo,
    "el Papa", ha mantenido una actitud opresora contra las
    libertades individuales a fin de acrecentar sus beneficios
    económicos y su poder político. Su cínica
    actitud es todavía más sangrante cuando en los
    últimos tiempos observamos no sólo su incondicional
    coalición con los poderosos sino también su condena
    a quienes -como los Teólogos de la
    Liberación-
    han tratado de adoptar una postura
    más próxima a la de Jesús, en defensa de los
    pobres y de los oprimidos. Es también comprensible que, en
    cuanto la jerarquía católica sigue tratando de
    acumular más poder y más riquezas, no le conviene
    tolerar las críticas de algunos de sus miembros contra
    aquellos de quienes obtiene la mayor parte de sus riquezas y, por
    ese motivo, llama al orden –como hace pocos años lo
    hizo su jefe máximo "Juan Pablo II"- a quienes, como los
    "Teólogos de la Liberación", pretenden desviarse de
    su política codiciosa y sin escrúpulos, al defender
    al pobre frente al rico, como si no se hubiesen enterado del
    carácter de la organización a la que
    pertenecen.

    Tal actitud quedó especialmente reflejada en
    instituciones como su Santa Inqui-sición, en su
    alianza con las monarquías y con las clases
    política y económicamente poderosas en casi todos
    los momentos de la Historia, y en su constante
    confabulación sin escrúpulos con los gobiernos
    tiránicos de cualquier signo que le permitiesen disfrutar
    del derecho a adoctrinar al pueblo a cambio de bendecir tales
    gobiernos y de exhortar al pueblo a la obediencia a la autoridad
    establecida "por la gracia de Dios". La institución de la
    Santa Inquisición, tan cruelmente opresora,
    sanguinaria y negadora de valores como los de la libertad de
    pensamiento y de expresión, fue utilizada por la
    jerarquía católica para mantener su poder sobre
    quienes podían atacar sus doctrinas mediante el libre uso
    de la razón, contribuyendo así a la pérdida
    de su fuerza política y económica. Los tiempos en
    los que la jerarquía católica ha tenido mayor poder
    político han sido a la vez los más escandalosos y
    sanguinarios en el funciona-miento de esta institución,
    que cometió innumerables asesinatos para mantener y
    acrecentar su fuerza y sus riquezas a costa de la vida de un
    incalculable número de personas. A lo largo de la Edad
    Media y hasta ya entrado el siglo XIX, la Inquisición fue
    el mayor y más cruel instrumento de control de la
    jerarquía católica sobre los pueblos de Europa, al
    que se sometieron numerosas monarquías, colaborando con
    los dirigentes católicos en su labor opresora en contra de
    la libertad y de la vida de dichos pueblos.

    Complementariamente, en los últimos siglos, a fin
    de compensar su pérdida de poder político, la
    jerarquía católica ha sido la aliada constante de
    los poderes económicos y políticos del capitalismo
    y de la mayor parte de las dictaduras del planeta, sin otras
    excepciones que las de los países con dictaduras
    contrarias a la religión católica: De acuerdo con
    esta estrategia, en el año 1949 el papa Pío XII
    excomulgó a todos los católicos que se afiliasen al
    Partido Comunista, pero no realizó ninguna condena similar
    respecto al Partido Nazi, a pesar de la monstruosa barbarie con
    que actuó a lo largo de la segunda guerra mundial, sino
    que, como todo el mundo puede comprobar, incluso con el
    testimonio de abundantes archivos fotográficos, muchos
    obispos y cardenales fraternizaron con el régimen nazi,
    con el fascismo, con la vergonzosa "cruzada nacional"
    –según palabras del cardenal Gomá- del
    general Franco y con los criminales gobiernos golpistas
    sudamericanos.

     

     

    Autor:

    Antonio García Ninet

    [1] Génesis 9:24-25.

    [2] Éxodo 12:43-44.

    [3] Éxodo 21:20-21. La insistencia en
    que el esclavo es una propiedad o no es libre aparece
    continuamente: “Si uno se acuesta con una esclava que
    pertenece a otro […] será castigado, pero no con
    la muerte, pues la mujer no era libre”.

    [4] Jeremías 34:9.

    [5] Levítico 25: 44-46.

    [6] Éxodo 21:2-6.

    [7] Éxodo 20:17. Como
    confirmación de que los mandamientos son nueve y no
    diez, puede verse que más adelante, en Deuteronomio
    5:7-21 se enumeran de nuevo y, al igual que en Éxodo,
    sólo se mencionan nueve. La formulación del
    noveno en Deuteronomio es idéntica en su contenido a la
    que aparece en Éxodo y dice así: -“No
    codiciaras la mujer de tu prójimo, ni desearás la
    casa de tu prójimo, su campo, su esclavo o su esclava,
    su buey o su asno, ni nada de lo que le pertenece”.

    [8] Génesis 47: 14-22.

    [9] Catecismo de la Iglesia Católica,
    Prim. Parte, Cap. 3, 105.

    [10] Marcos 10:25.

    [11] Lucas 6:24.

    [12] Lucas 18:24.

    [13] Hechos 2:44.

    [14] Hechos 4:34:

    [15] Pablo: I Timoteo 6:17.

    [16] Pablo, I Corintios 7:21-24.

    [17] Pablo: Efesios 6:5-6. La cursiva es
    mía.

    [18] Pablo, Colosenses 3:22. La cursiva es
    mía.

    [19] Pablo: I Timoteo 6:1-2.

    [20] Mateo 7:24.

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