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Educación Ciudadana y en Valores para Fortalecer la Seguridad Ciudadana



  1. Educación
    ciudadana para vivir y convivir en
    armonía
  2. Educación en
    valores para construir la convivencia escolar y ciudadana
    pacífica
  3. Contribución
    de la educación en el fortalecimiento de la seguridad
    ciudadana

Educación
ciudadana para vivir y convivir en
armonía

La exposición que plasmo en este artículo
viene a ser un conjunto de reflexiones, que también me
hago a mí mismo, en la idea de compartir lo mejor que
poseo. La educación ciudadana para construir la paz y
convivencia pacífica en nuestra sociedad, parten de la
convicción de que el mundo actual evoluciona y cambia a
una velocidad antes desconocida, por lo que educarnos y aprender
constantemente es una necesidad, individual y social. En
consecuencia, renovar contenidos y conocimiento del mundo, en
especial de la sociedad peruana, hace necesaria la
educación permanente para recargar el ánimo y la
moral. Desgraciadamente, pese al avance de la tecnociencia,
prosiguen las guerras y la violencia estructural de la cual no es
ajeno el Perú. Actualizar y avivar el compromiso de
educar en valores, en lo que compete construir paz y
convivencia pacífica tiene que ser un compromiso y tarea
que no debe perder vigencia, necesitándose el concierto de
voluntades de ciudadanos y ciudadanas en la búsqueda de
salidas a la violencia y la creciente percepción de
inseguridad pública actual.

Los hogares y escuelas públicas como
privadas tienen obligación ineludible de involucrarse como
asimilar decisivamente que la Educación es la
acción y efecto de dar óptima crianza,
enseñanza y doctrina a los niños y adolescentes,
para se impregnen de las elementales y básicas normas de
cortesía, urbanidad y en valores, cuyo resultado final es
obtener futuros ciudadanos y ciudadanas con suficiente capacidad
crítica, autonomía y racionalidad en situaciones de
conflicto ético sociales; en tal sentido, corresponde al
Estado como objetivo prioritario promover políticas y
reformas educativas coherentes, plausibles y lógicas que
satisfagan la futura educación para la
ciudadanía.

Resulta importante para nuestra comunidad recuperar la
fuerza y moral en los hogares y escuelas para educar sin
distinción de géneros desde el nivel inicial,
primario y secundario, futuros ciudadanos y ciudadanas, con
deberes y también con derechos, insistiéndose en
ambos polos, comprometiéndonos en saber transmitir a
nuestros hijos y estudiantado que les necesitamos para la
transformación social con sentido de vida, convencidos que
nuestro compromiso con su sociedad es un factor de crecimiento
personal y de realización. En realidad, corresponde desde
la etapa paterno familiar con apoyo del educador sembrar
conocimiento conceptual y actitudinal para el logro de una
mentalidad ciudadana que apoye y promueva los procesos de paz y
convivencia pacífica en todos y cada uno los espacios
geográficos del territorio nacional.

La Educación en nuestro país está
cargo del Poder Ejecutivo a través del Ministerio de
Educación. Es obligatoria y gratuita en las instituciones
educativas y universidades públicas. Los niños y
adolescentes siguen un proceso educativo de acuerdo con la
evolución física, afectiva y cognitiva, en sus
diferentes niveles educativos que la ley establece para cada
caso. Pese al tiempo transcurrido y políticas como
reformas educativas promovidas y puestas en ejecución por
el Estado, no ha surtido los efectos deseados surgiendo en la
mente de los ciudadanos peruanos la interrogante: quién
o quiénes son los reales y verdaderos responsables de
cimentar la educación ciudadana para la paz, prevenir la
violencia y educar en valores para el desarrollo en nuestra
sociedad?

Debemos tener presente que durante la Cumbre del Milenio
(18SEP2000) y Cumbre Mundial de 2005, los representantes de 191
países, incluido el Perú, reafirmaron como
Objetivos de Desarrollo del Milenio: "Objetivo 2: Lograr
la enseñanza primaria universal. Velar para que todos los
niños y niñas puedan terminar un ciclo completo de
enseñanza primaria". "Objetivo 3: Promover la
igualdad entre los géneros y la autonomía de la
mujer. Eliminar las desigualdades entre los géneros en la
enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para el
año 2005, y en todos los niveles de la enseñanza
para el 2015".

Sin embargo, actualmente somos mudos testigos que la
educación en nuestro país ha perdido el norte, ha
caído en la indefinición y olvidado su objetivo
fundamental: la formación de la personalidad
ético moral
. Inicial y permanentemente, esta
formación corresponde, principal e ineludiblemente, a la
familia, sin obviar responsabilidad a la escuela, a los medios de
comunicación social, al espacio público en todos
sus extremos. Por tanto, apremia, volver a valores como:
el respeto, la convivencia, el esfuerzo, la equidad o la
utilización razonable de la libertad, que permita como
principal finalidad favorecer el desarrollo de las personas
libres e íntegras a través de la
consolidación de la autoestima, la dignidad personal, en
tanto, resulta vital que familia-hogar y profesor-escuela,
responsablemente formen futuros ciudadanos con criterio propio,
respetuoso, participativo y solidarios, incidiéndose
asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos
para ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable,
además también que conozcan sus
derechos.

La educación en valores tiene como prioridad
prevenir la violencia, correspondiéndole al hogar y
escuela como a las autoridades responsables del Sector
Educación nacional, regional y local, hacer propuestas
transformadoras curriculares que permitan trabajar desde el
núcleo familiar y en el aula, con niños y
adolescentes, en aspectos imprescindibles como: la
mediación, la solidaridad, el diálogo, el respeto a
la diferencia, equidad, justicia; aprender a vivir y resolver
conflictos juntos y de manera pacífica, y aprender a ser
ciudadanos y ciudadanas conscientes, responsables, activos y
solidarios tanto en la costa, sierra y selva peruana.

También debemos incluir las universidades
públicas y privadas peruanas a lo largo y ancho del
territorio nacional, en la educación en valores, opinando
desde mi modesto punto de vista en dos aspectos: 1.- La
formación académica, la formación
científica que da como universidad a la formación
profesional de los estudiantes de la población peruana; y,
2.- Persuadir e inculcar en la formación
profesional el concepto de los valores.

Finalmente, corresponde desde el más alto nivel
educativo (Ministerio de Educación, Direcciones Regionales
de Educación y Unidades de Gestión Educativa),
diseñar y ejecutar a partir del reto que entraña la
extensión territorial del país, la política
cultural peruana de educación en valores,
poniéndose especial énfasis a las diferencias
socioeconómicas y demográficas entre disparejas
regiones y comunidades de diferente raigambre cultural y
étnico; en tal sentido, estimo que esta sería una
vía adecuada para el desarrollo democrático basado
en la participación, en la igualdad de oportunidades, en
la equidad, aprendizaje que no debe quedar relegado a una
asignatura ni su práctica limitada al interior de los
aulas escolares. Sólo así se contribuiría
construir una sociedad más justa y solidaria.

Educación
en valores para construir la convivencia escolar y ciudadana
pacífica

Inevitablemente observar diariamente imágenes
televisas cómo eufóricos padres de familia
acompañados de sus niños y jóvenes hijos
impiden el normal desarrollo académico escolar, amenazando
con toma de locales y actos vandálicos atentatorios contra
el patrimonio escolar y la vida e integridad de profesores, en
caso de no ser atendidas sus demandas. Éstos padres de
familia quebrantan el deber constitucional de "educar a sus hijos
y participar en el proceso educativo", dentro de los cauces de
comprensión, respeto y cumplimiento de la ley. Otra de las
imágenes, son los paros y huelgas prolongadas e
interminables por parte de profesores afiliados al SUTEP, quienes
bajo pretexto de reivindicaciones laborales y económicas
-en su mayoría de veces intolerantes y lejos de todo
contexto prudente y razonable-, frustran y perjudican por semanas
y/o meses la enseñanza, formación y continuidad del
año académico escolar, eventos que en su
mayoría de veces los medios de comunicación social
magnifican, alejando a nuestra comunidad educativa del empleo de
mecanismos de convivencia pacífica; olvidando los
comunicadores sociales su innegable obligación como
participación "en la formación moral y cultural del
Estado".

Estas imágenes que se viven a diario en muchas de
nuestras escuelas, generalmente instituciones educativas
públicas, nos ilustra y refleja la cultura de violencia
que prevalece en todo el país. Vemos, oímos y
leemos diariamente diversidad de fenómenos sociales
íntimamente conectados: tráfico de armas de fuego,
violaciones y acoso sexual a menores, venta y consumo de drogas y
alcohol, pandillaje, violencia familiar, en especial, un clima
extendido de polarización, intolerancia y hostilidad; sin
embargo, no nos damos o no queremos darnos cuenta que poco a poco
hemos ingresado a una creciente globalización de la
violencia
, la misma que hoy impera y lacera desenfrenadamente
nuestro nervio social. Ante este dilema se tejen propuestas de
implementar y promover una respuesta represiva y punitiva, y no
preventiva. Como es de verse nuestras escuelas no escapan a esta
violenta realidad, constituyendo más bien un micro
universo de dicha crisis; por lo tanto, estamos ante una tarea
formativa conjunta –gobierno, hogar, escuela, comunidad y
sociedad civil– en la búsqueda de convivir
pacíficamente entre todos.

Bien sabemos que la cultura de violencia siempre estuvo
enredada en muchas de las políticas y prácticas
educativas. Desde nuestra óptica y punto de vista en
términos de reflexionar acerca si existe educación
en valores para una verdadera convivencia pacífica escolar
y ciudadana, debemos recordar y tener presente que la paz empieza
por casa, por lo que lejos de responsabilizar a padres y
jóvenes por la violencia, tiene que surgir un rechazo a
aquellas prácticas y políticas educativas que
jamás objetaron las raíces de la violencia, ni su
curiosidad en términos de generar violencia desde las
propias estructuras escolares y sociales. Consecuentemente, las
estructuras de poder y de personas en posiciones de autoridad
institucional, pese a las marchas y contramarchas de
múltiples reformas de la educación, nos anima y
aventura expresar que la violencia sistemática en la
educación genera los traumas que se detalla: 1.-
Quebranta la dignidad de la comunidad educativa; 2.-
Perjudica la docencia y el aprendizaje; y, 3.- Hipoteca
emocional, cultural, espiritual y económicamente el
alumnado.

Para detener la espiral de violencia y contraviolencias,
y patrocinar la convivencia pacífica, resulta
significativo aprender y nutrirnos de las huellas de nuestra
historia, en el camino de distinguir causas y efectos negativos y
positivos, deseosos de promover y consolidar propuestas de
enfoques y programas curriculares en educación para la paz
y la convivencia pacífica escolar y ciudadana. Corresponde
a cada ciudadano y ciudadana concentrar esfuerzos e iniciativas
de concienciación para desarrollar una serie de
habilidades y capacidades con la finalidad de formar hombres y
mujeres creativos, que abriguen firmes convicciones
democráticas y que se encuentren en condiciones de generar
y producir bienestar. En consecuencia, hoy en día la
educación en valores es sin lugar a dudas base para la
convivencia pacífica escolar, para la gobernabilidad y el
Estado de Derecho; pero, para que, las posibilidades que oferta
la educación en mención, existe el desafío y
compromiso ineludible de garantizar desde la educación
básica, tecnológica, superior y universitaria como
institutos de la fuerza armada y policía, que todos los
niños, niñas, adolescentes y jóvenes del
Perú, obtengan una educación de calidad para que a
futuro no lejano se desenvuelvan en la vida e inserten adecuada y
éticamente a la sociedad.

La ética implica un camino común, valga
decir intereses comunes en la construcción de una sociedad
familiar y educativa mejor. En tal sentido, resulta ponderado
traer a nuestra mente la célebre frase del filósofo
Séneca: ¿Qué importa saber lo qué
es una recta, si no se sabe lo que es la rectitud?
Partiendo
de este antiguo principio resulta importante que desde los
primeros años escolares, niños y jóvenes
adolescentes, desarrollen una actitud reflexiva sobre lo que
piensan y sienten acerca de sí mismos y de los otros,
valga decir: 1.- Respeto a sí mismo; 2.- Respeto a los
demás; y, 3.- Responsabilidad de sus actos
.
Consecuentemente, es fundamental que conozcan sus derechos,
clarifiquen sus valores, identifiquen cuáles son sus
perjuicios, acepten las diferencias y logren asumir actitudes de
mediación en la solución de conflictos. Se debe
buscar educar la inteligencia y fortalecer la voluntad, para ello
es elemental desarrollar actividades dirigidas a la
práctica de valores, dentro de las aulas, escolar y
universitaria, en el hogar y en el entorno inmediato.
¿Qué objetivo buscamos? Primordialmente, formar
ciudadanos libres, responsables y comprometidos consigo mismos y
con la sociedad.

Las instituciones educativas,
tecnológico-superiores y universitarias como los
institutos de la fuerza armada y de la policía deben
entender, promover y poner en ejecución a través de
lo curricular, extracurricular y afines, un Proyecto Educativo
Organizacional, que compartido con otros órganos vivos de
la sociedad encaminen su accionar a la creación de una
ciudad educadora, donde el desarrollo y cultivo de los valores
sean una necesidad, un derecho, una obligación, una
responsabilidad de las instituciones que se dedican a la
formación: familia, escuela, medios de comunicación
social, sociedad, gobierno y Estado. Educar en valores es,
pues, lo mismo que educar para la felicidad.
Esta
metodología educativa gravita fundamentalmente en la
trasmisión de valores, principios y creencias que orienten
a los jóvenes en la práctica de conductas sanas que
le ayuden en su desarrollo y crecimiento personal. En primer
lugar, persigue la prevención y solución de
conductas antisociales provocadas por la falta de valores; en
segundo lugar, la perspectiva última de la
educación en valores es el cultivo de una actitud mental
positiva, clave de lo que se viene llamando "salud mental", la
cual es inevitable para la felicidad humana.

En definitiva, la familia y educadores en sus diferentes
niveles educativos, tendrán que asumir que las aulas deben
ser consideradas y tratadas como espacios deliberantes para la
formación ética, con la finalidad de clarificar los
valores, el juicio moral autónomo, la resolución de
conflictos y una autoestima saludable en los niños y
jóvenes adolescentes; consecuentemente, ello
implicaría que se tiene que desplazar la enseñanza
autoritaria por una enseñanza de la pregunta, del
cuestionamiento, del disenso y del consenso. Con ello
superaríamos la fuerte crisis ética cada vez
más globalizante, multidimensional que afecta todas las
esferas de nuestra vida pública y privada.

Contribución de la educación en
el fortalecimiento de la
seguridad ciudadana

A manera de introducción y con el ánimo de
conocer escuetamente el desarrollo de la educación a
través de la historia – de lo que no es ajeno nuestro
país -, conocemos que esta tenía un carácter
global, indiferenciado, consistente en la transmisión de
tradiciones y modos de conducta que aseguraban la continuidad
estática de la sociedad. La educación en los
pueblos orientales basado en los grandes libros sagrados, en los
poemas que legaban la enseñanza de los dioses-sabios, como
los libros de Confucio y de Lao-Tsé, en China; los Vedas,
los Upanishads y el Código en la India; el Talmud en
Palestina; la Biblia entre los israelitas, etc.; obras que
congregaban las normas morales y la sabiduría de cada
civilización, en cánones y apotegmas. La
instrucción pública surgió en la Grecia
preclásica, basándose principal y esencialmente en
la supremacía de la razón, la crítica y la
libertad individual que valoraron al hombre, su intelecto y su
personalidad. El surgimiento del Renacimiento y los cambios
sociales, económicos y políticos desarrollados en
el continente europeo impulsaron el desarrollo de los intereses
reales del hombre, su individualidad y personalidad con
independencia de las creencias religiosas, el desarrollo de las
disciplinas científicas y matemáticas, y a su vez
las artísticas. La invención de la imprenta
fomentó y alentó la difusión de los
conocimientos ampliando el universo de la educación para
hacerla mucho más popular y accesible a las nuevas
sociedades. El cambio renacentista dio paso a doctrinas como el
racionalismo, generándose el progreso científico y
humano del mundo moderno, reemplazándose el verbalismo de
la enseñanza pública, por el conocimiento a
través de la razón y la experiencia.

La Revolución Francesa marcó un giro en la
educación, la que se orientó hacia los
principios de libertad, de tolerancia y de respeto a la
personalidad individual
; además estableció la
enseñanza gratuita y obligatoria para los niños,
comprometiéndose al Estado para que la garantice,
educación que permaneció invariable hasta la
revolución pedagógica del siglo XVIII, en que los
nombres de Helvetius, Rousseau y Locke, entre otros, se
identifican con la defensa ante la sociedad de la personalidad
propia del individuo, situación que inspiró un
doble plano individuo-sociedad, lo que despertó la
atención de los gobiernos en la formación de sus
ciudadanos, proceso que desde el año 1946 alcanza nivel
internacional con la creación de la UNESCO, organismo
educativo dependiente de la ONU.

La sucinta exposición de los procesos
históricos de la educación y sus diversas doctrinas
revolucionarias, acotadas en los párrafos que anteceden,
nos conlleva a determinar que la característica
esencial de la educación contemporánea
radica
en su diferenciación, motivada por inquietudes globales,
muchas veces incompatibles, de la familia, escuela, Estado y la
religión. Por otra parte, el cambio en el mundo moderno y
su dinámico como acelerado progreso tecnológico
obligan al hogar, escuelas, universidades, Institutos Armados y
de la Policía como al propio Estado, alcanzar como
objetivo la toma de conciencia por el individuo de sus
obligaciones y sus derechos ciudadanos, enseñanza del
respeto del ordenamiento jurídico de la Nación, y
al mismo tiempo proporcionar una educación ética
capaz de subordinar el egoísmo natural de la persona al
respeto hacia los demás y el bien común.
Consecuentemente, la educación en valores, requiere
de un sustento hábil que permita manifestarse del mundo
de las ideas, al mundo de las conductas
. Los valores por los
que nos inclinamos, sólo se hacen evidentes en la
convivencia, en la forma en que interactuamos, en el encuentro
con el otro; desde el espacio básico-social que es la
familia, hasta el universo del ejercicio ciudadano.

El sobresalto creado en la sociedad por la
degradación de los valores observado en un sector
creciente de la juventud peruana actual, se ve reflejada en una
serie de conductas antisociales que exteriorizan el vacío
existencial y la rebeldía de una parte de jóvenes
adolescentes ante un acumulado de incidentes que obstaculiza su
realización personal: inconductas, desamor, fracaso
educativo, conductas violentas, violencia familiar,
corrupción, etc. Las causas de este fenómeno son
complicadas, su raíz debemos buscarla en primera instancia
en las transformaciones frecuentemente negativas que han surgido
al interior del núcleo familiar, bastión emergente
educativo del ser humano, inexcusablemente la que tiene mayor
responsabilidad a la hora de trasmitir los valores de los futuros
ciudadanos. Cada familia entraña no sólo una forma
de vida, sino una manera de interpretar la convivencia de padres
a hijos y viceversa, así como su perfeccionamiento, lo que
simboliza un concepto de educación distinto según
se definan a sí mismos los diferentes tipos de familias en
nuestra sociedad. A pesar de encontrarnos en los albores del
siglo XXI, queda demostrado que, el sistema de valores que
estamos poniendo en práctica es un sistema de valores
equivocado, lo que nos obliga ser conscientes a preguntarnos y
contestarnos: ¿quién es nuestro potencial
enemigo?
Mi modesto razonamiento y experiencia apunta a la
desigualdad; a la falta de educación; el analfabetismo;
falta de gasto en salud para la población; la no
realización de infraestructura adecuada; falta de
dedicación de recursos necesarios para detener la
degradación en la cual nos estamos sumiendo; interrogantes
que da como producto, entre muchas cosas, de que no estamos
educando en valores ciudadanos a nuestros hijos y a nuestras
hijas. Consecuentemente, nuestra realidad frente a la
contribución de la educación para que fortalezca la
Seguridad Ciudadana en nuestro país, radicaría en
que debemos dejarnos de discutir ideologías y abocarnos a
ser mucho más pragmáticos dejando de lado
especulaciones vanas y fútiles.

En tal sentido, resulta pertinente manifestar que el
logro positivo de la Seguridad Ciudadana radica fundamental en el
cambio de actitud como impartir consciente y responsablemente
educación ciudadana y en valores de los futuros
ciudadanos, en todos y cada uno de los diferentes niveles
educativos de nuestro país, cuyo objetivo radica que
nuestros niños, niñas, jóvenes y
adolescentes, se nutran de sabiduría, entendimiento,
ciencia, consejo, piedad, amor y fortaleza, valores inalienables
para ser usados en servir a nuestra comunidad, empezando por
nuestras familias. La crisis actual en materia de inseguridad
ciudadana debe enfrentarse frontal, integral, decida e
inteligentemente, y para lograrlo se debe apoyar desde el campo
educativo escolar, universidades públicas y privadas,
institutos superiores, sin dejar de lado principal y
fundamentalmente, las escuelas de formación de los
institutos armados y de la policía, porque tienen la
responsabilidad de lograr el propósito de que la sociedad
no vea frustradas su esperanza de vida y desarrollo, puesto que
sienten que desde ahí se establecerá un tejido
social de relaciones para la convivencia pacífica que
permitirá sin lugar a dudas el crecimiento de los futuros
ciudadanos y ciudadanas.

Como es de verse la protección de la seguridad
ciudadana y del ejercicio de las libertades públicas
constituyen un binomio inseparable, conceptos básicos de
la convivencia pacífica en una sociedad
democrática. Debemos insistir en que la gravedad y
complejidad de la inseguridad ciudadana y atropello de las
libertades públicas frecuentemente mediatizados por los
principales medios de comunicación social son
considerables; sin embargo, esto debe motivarnos y convocarnos al
empleo de las mejores herramientas para enfrentarlo y superarlo.
Es aquí donde insistimos que una de las herramientas
consiste en promover la educación ciudadana,
educación en valores, educación para el desarrollo,
etc.,
implementándose en las escuelas programas
curriculares sobre esta materia, para generar conciencia
reflexiva y responsable que las enseñanzas debe
conducirnos en la búsqueda de la paz y de la convivencia
pacífica, convencidos que los pactos establecidos sobre
resolución de conflictos es de cumplimiento obligatorio,
puesto que su incumplimiento deviene en injusticia; esta
línea de acción se basa en el compromiso desde el
hogar, la escuela, universidades, institutos superiores
tecnológicos y escuelas de formación de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional, de educar a los
ciudadanos a tomar decisiones en función del bien
común, la justicia y tengan competencia
para llevar a
cabo iniciativas que mejoren su calidad de vida en
sociedad.

Invariablemente soy un convencido que, la
educación ciudadana y en valores es la verdadera
educación básica la contribuirá a fortalecer
la Seguridad Ciudadana en nuestro país; por lo que, para
lograr la meta a corto plazo, agregaré lo esbozado por un
grupo de personajes de Premios Nóbel de la Paz conocida
como Manifiesto 2000 con motivo del Año Internacional de
la Cultura de Paz, cuyos principios centrales, deben sentar las
pautas para educar en la convivencia pacífica a nuestra
sociedad:

  • 1. Respetar la dignidad de todas las vidas, sin
    discriminación ni prejuicio;

  • 2. Rechazar la violencia en todas sus formas y
    manifestaciones, practicando la no violencia
    activa;

  • 3. Liberar la generosidad, a fin de terminar
    con la exclusión, la injusticia y la
    opresión;

  • 4. Escuchar para comprenderse – desde la
    diversidad – privilegiando el diálogo;

  • 5. Preservar el planeta, mediante un consumo
    responsable y un crecimiento sostenible; y,

  • 6. Reinventar la solidaridad humana en todas
    sus dimensiones, incluyendo la creación de nuevas
    formas de compartir los principios
    democráticos.

 

 

Autor:

Jorge LuisCalmet

 

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