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El lobo estepario, un intelectual perdido en una sociedad ajena a su mundo (página 2)




Enviado por Luis Ángel Rios



Partes: 1, 2

Pablo, un saxofonista de jazz amigo de Armanda,
también intervino en el cambio de vida de Harry Haller, y
se persuadió que éste era un pobre hombre
desgraciado que no sabía reír y que no hacía
más que buscarse dificultades a sí mismo. Le
enseñó que en música el tener razón
no tenía el menor valor ni eran importantes las poses de
erudito de ésta. "En música no se trata de que uno
tenga razón, de que se tenga gusto y educación y
todas esas cosas… Se trata de hacer música,
señor Haller, de hacer música tan bien, tanta y tan
intensiva, como sea posible… Si yo tengo en la cabeza
todas las obras de Bach y de Haydn y sé decir sobre ellas
las cosas más juiciosas, con ello no se hace un servicio a
nadie. Pero si yo cojo mi tubo y toco un shimmy de moda, lo mismo
da que sea bueno o malo, ha de alegrar sin duda a la gente, se
les entra en las piernas y en la sangre. De esto se trata nada
más. Observe usted en un salón de baile las caras
en el momento en que se desata la música después de
un largo descanso; ¡cómo brillan entonces los ojos,
se ponen a temblar las piernas, empiezan a reír los
rostros! Para esto se toca la música… A Mozart
quizá lo toquen todavía dentro de cien años,
y el Valencia acaso dentro de dos ya no se toque; creo que esto
se lo podemos dejar tranquilamente al buen Dios, que es justo y
tiene en su mano la duración de la vida de todos nosotros
y la de todos los valses y todos los fox-trots y hará
seguramente lo más adecuado. Pero nosotros los
músicos tenemos que hacer lo nuestro, lo que constituye
nuestro deber y nuestra obligación; hemos de tocar
precisamente lo que la gente pide en cada momento, y lo hemos de
tocar tan bien, tan bella y persuasivamente como sea
posible".

Pablo descubrió en Harry que siempre había
sido un artista y un pensador, un hombre lleno de alegría
y de fe, siempre tras la huella de lo grande y de lo eterno,
nunca satisfecho con lo bonito y lo minúsculo. Pablo, como
uno de sus profesores, razonó de manera
contundente:

"Pero cuanto más te ha despertado la vida y
te ha conducido hacia ti mismo, más ha ido aumentando tu
miseria y tanto más hondamente te has sumido hasta el
cuello en pesares, temor y desesperanza, y todo lo que tú
en otro tiempo has conocido, amado y venerado como hermoso y
santo, toda tu antigua fe en los hombres y en nuestro alto
destino, no ha podido ayudarte, ha perdido su valor y se ha hecho
añicos. Tu fe ya no tenía aire para respirar. Y la
asfixia es una muerte muy dura… Tú llevabas dentro
de ti una imagen de la vida, estabas dispuesto a hechos, a
sufrimientos y sacrificios, y entonces fuiste notando poco a poco
que el mundo no exigía de ti hechos ningunos, ni
sacrificios, ni nada de eso, que la vida no es una epopeya con
figuras de héroes y cosas por el estilo, sino una buena
habitación burguesa, en donde uno está
perfectamente satisfecho con la comida y la bebida, con el
café y la calceta, con el juego de tarot y la
música de la radio. Y el que ama y lleva dentro de silo
otro, lo heroico y bello, la veneración de los grandes
poetas o la veneración de los santos, ése es un
necio y un quijote… ¿Crees que no soy capaz de
comprender tu terror ante el fox-trot, tu repugnancia hacia los
bares y los locales de baile, tu resistencia contra la
música de jazz y todas estas cosas? Demasiado bien lo
comprendo, y lo mismo tu aversión a la política, tu
tristeza por la palabrería y el irresponsable hacer que
hacemos de los partidos y de la Prensa, tu desesperación
por la guerra, por la pasada y por la venidera, por la manera
cómo hoy se piensa, se lee, se construye, se hace
música, se celebran fiestas, se promueve la cultura.
Tienes razón, lobo estepario, mil veces razón, y,
sin embargo, has de sucumbir. Para este mundo sencillo de hoy,
cómodo y satisfecho con tan poco, eres tú demasiado
exigente y hambriento; el mundo te rechaza, tienes para él
una dimensión de más. El que hoy quiera vivir y
alegrarse de su vida, no ha de ser un hombre como tú ni
como yo. El que en lugar de chinchín exija música,
en lugar de placer alegría, en lugar de dinero alma, en
vez de loca actividad verdadero trabajo, en vez de jugueteo pura
pasión, para ése no es hogar este bonito mundo que
padecemos…"

Después de las pláticas con Pablo, "el
viejo Harry y el nuevo vivían juntos ora en paz, ora en la
lucha encarnizada… En algunos instantes aparecía
revuelto de una manera enteramente extraña lo antiguo y lo
nuevo, el dolor y el placer, el temor y la alegría. Tan
pronto estaba yo en el cielo como en el infierno, la
mayoría de las veces en los dos sitios a un tiempo. El
viejo Harry y el nuevo vivían juntos ora en paz, ora en la
lucha encarnizada. De cuando en cuando el viejo Harry
parecía estar totalmente inerte, muerto y sepultado, y
surgir luego de pronto dando órdenes tiránicas y
sabiéndolo todo mejor, y el Harry nuevo, pequeño y
joven, se avergonzaba, callaba y se dejaba apretar contra la
pared. En otras horas cogía el nuevo Harry al viejo por el
cuello y le apretaba valientemente, había grandes
alaridos, una lucha a muerte, mucho pensar en la navaja de
afeitar".

La nueva senda del destino para Harry comenzó con
su entrada en el teatro mágico ("sólo para locos").
La invitación para ingresar en éste lo había
inquietado profundamente. Era una llamada a estar loco, a
liberarse de la tiranía de la razón, al sentido
burgués y a entregarse "al mundo hondamente agitado y sin
leyes del espíritu y de la fantasía". La finalidad
de ingresar en él era aprender a reír. Por ello
entró en éste intentando abandonar su "maldito
mundo lobuno". Lo que vivió y experimentó
allí le era casi inefable. El teatro mágico le
reveló su fracaso existencial.

Pablo, dueño del teatro, advirtiendo que Harry
estaba cansado de la vida y "anhelaba abandonar este tiempo, este
mundo, esta realidad", y entrar en otra realidad más
adecuada a él, en un mundo sin tiempo", lo invitó a
que buscara su mundo en su propia alma. "Únicamente dentro
de su mismo interior vive aquella otra realidad por la que usted
suspira. Yo no puedo darle nada que no exista ya dentro de usted.
Yo no puedo presentarle ninguna otra galería de cuadros
que la de su alma. No puedo dar a usted nada: sólo la
ocasión, el impulso, la clave. Yo he de ayudar a hacer
visible su propio mundo; esto es todo… Se
encontraría atado y deslumbrado por lo que viene usted
llamando su personalidad. Sin duda ha adivinado usted hace mucho
que el dominio del tiempo, la redención de la realidad y
cualesquiera que sean los nombres que haya dado a sus anhelos, no
representan otra cosa que el deseo de desprenderse de su llamada
personalidad. Esta es la cárcel que lo aprisiona. Y si
usted, tal como está, entrase en el teatro, lo
vería todo con los ojos de Harry, todo a través de
las viejas gafas del lobo estepario. Por eso se le invita a que
se desprenda de sus gafas". El propósito era que
allí, aprendiendo a reír, destruyera su vieja
personalidad lobo-hombre. Así podría matar al lobo
estepario, en lugar de optar por el suicidio.

Dentro del teatro mágico, a través de
espejos mágicos y claroscuros, logró observar
escenas fantásticas, alegóricas,
metafóricas, cinegéticas, metafísicas y
surrealistas que simbolizaban diversas situaciones:

1º. La lucha hombre-máquina. Percibió
la lucha entre el hombre y las máquinas (representadas por
automóviles y armas), las cuales pretendían
reemplazarlo y convertirse en su dios.

2º. Instrucciones para la reconstrucción de
su personalidad. Un ajedrecista, sentado como un yogui
oriental, le pidió las figuritas del juego de la vida
(partes del yo de Harry, las figuritas en que
éste había visto "descomponerse su llamada
personalidad"), que representaban ancianos, hombres,
jóvenes y niños, que "se reunían al punto en
grupos y familias, en juegos y en luchas, en amistades y en
bandos enemigos, reflejando al mundo en miniatura", en el cual se
jugaba y se luchaba, se concretaban alianzas y se libraban
batallas, se comprometían entre sí, se casaban y se
multiplicaban; "era en efecto un drama de muchos personajes,
interesante y movido".

Conviniendo que el hombre no es unidad permanente y que
éste consta de muchas almas, el ajedrecista dijo que
"descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de la
persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el
nombre de esquizofrenia". No es posible un orden único,
férreo y permanente. Los educadores, desconociendo este
aserto, no piensan ni experimentan. Es por eso que "pasan muchos
hombres por "normales", y hasta por representar un gran valor
social, que están irremisiblemente locos, y a la inversa,
tienen a muchos por locos, que son genios". Con el "arte
reconstructivo" se le enseña a quien ha experimentado la
descomposición de su yo, "que los trozos pueden acoplarse
siempre en el orden que se quiera, y que con ellos se logra una
ilimitada diversidad del juego de la vida… Esto es el arte
de vivir… Así como la locura, en un grado superior,
es el principio de toda ciencia, así es la esquizofrenia
el principio de todo arte, de toda fantasía".

Cuando Hesse acude al ajedrez, juego profundamente
racional y analítico, para ilustrar esta metáfora,
se percibe el rasgo romántico del viaje hacia la "otra
razón", huida trágica y contradictoria,
evasión romántica hacia un espacio
distinto"[3].

En esta alegoría es en donde se expresa con mayor
hondura la influencia de las tradiciones orientales que conciben
al ser humano como una multitud de almas, de yos.

3º. La maravillosa doma del lobo estepario. Un
hábil domador amaestró a un lobo de tal manera que
hasta aprendió a renegar de su propia naturaleza. Y luego,
para sorpresa y temor de Harry, fue el lobo quien sometió
al hombre. "Harry comprendió que ningún domador,
ningún ministro, ningún general, ningún loco
era capaz de incubar en su cerebro ideas e imágenes, que
no vivieran tan espantosas, tan salvajes y perversas, tan
bárbaras y tan insensatas dentro de sí
mismo".

4º. Todas las muchachas son tuyas. Allí se
reconoció joven, vivenciando recuerdos, pasiones,
alegrías, entusiasmos y, principalmente, amores de
juventud. Volvió a vivir toda su cautivante e intensa vida
amorosa. "Volví a querer a todas las muchachas a las que
había querido antaño en mi juventud, pero a cada
una de ellas podía inspirar amor, a todas podía
darles algo, de todas y cada una podía recibir una
dádiva. Deseos, sueños y posibilidades, que antes
solamente en mi fantasía habían vivido, eran ahora
realidad y tomaron vida… Comprendí que yo ahora era
el lindo y ardiente jovenzuelo, al que sabía visto correr
poco antes hacia la puerta del amor, que yo ahora dejaba vivir y
crecer a este trozo de mi persona, a este pedazo de mi naturaleza
y de mi vida, que sólo llenaba una décima, una
milésima parte de ella, libre de todas las otras figuras
de mi yo, no turbado por el pensador, no martirizado por
el lobo estepario, sin cohibir por el poeta, por el
soñador, por el moralista. No; ahora no era yo sino
amador, no respiraba ninguna otra ventura ni ninguna otra pena
que la del amor… Todas las muchachas que en alguna
ocasión había amado, fueron ahora mías; cada
una me dio lo que sólo ella podía dar; a cada una
le di yo lo que sólo ella podía tomar de
mí… Hallé mujeres, a las que sólo
apresuradamente y en raudo torbellino se podía conquistar,
y otras, a las que era delicioso pretender durante mucho tiempo y
con ternura; volvió a surgir de nuevo todo rincón
incierto de mi vida, en el que alguna vez, aunque sólo
hubiera sido por un minuto, me llamara la voz del sexo, me
inflamara una mirada femenina, me sedujera el resplandor de una
piel nacarada de mujer, y ahora se ganaba todo el tiempo perdido.
Todas fueron siendo mías, cada una a su manera… Del
torrente infinito de seducciones, de vicios, de complicaciones,
volvía yo a surgir callado, tranquilo, animado, saturado
de ciencia, sabio, con gran experiencia, maduro para Armanda.
Como última figura en mi mitología de miles de
seres, como último nombre en la serie inacabable,
surgió ella, Armanda, y al punto recobré la
conciencia y puse fin al cuento de amor, pues a ella no
quería encontrarla yo aquí en el claroscuro de un
espejo mágico, a ella no le pertenecía solamente
aquella figura aislada de mi ajedrez, le pertenecía el
Harry entero. ¡Oh!, yo reconstruiría ahora mi juego
de figuras, con el fin de que todo se refiriera a ella y caminara
hacia la realización". El arte de vivir es un juego con
diversas figuras.

5º. La pesada carga de la culpa. Se encontró
con Mozart y dialogaron sobre el ominoso peso de la culpa, con la
que había que cargar así otros fueran los
culpables. La vida es terrible, porque a pesar de no tener culpa,
somos responsables de ella. "Se nace y ya uno es culpable". Como
Harry se sentía culpable por su arte, Mozart le dijo:
"…No sabes lo que hacer ni qué emprender. Con Dios
logres quedarte, pero el diablo vendrá a llevarte, y a
zurrarte y a apalearte, por tu literatura y arte, como que todo
lo has apandado en cualquier parte".

6º. Harry, asesino de Armanda. Enfurecido con el
Harry, el nuevo Harry encontró a Armanda yaciendo con
Pablo, y, con un puñal, la asesinó. Así se
cumplía la orden que ella antes le había dado:
¡matarla!, "ella misma lo había querido"; él
sólo cumplió su deseo. "Ya estaba cumplido su
deseo. Sin haber llegado a ser enteramente mía,
había yo matado a mi amada. Había ejecutado lo
inconcebible, y luego me arrodillé y estuve mirando con
los ojos fijos, sin saber lo que aquel hecho significaba, sin
saber siquiera si había sido bueno y justo, o lo
contrario. ¿Qué diría de esto el inteligente
jugador de ajedrez, qué diría Pablo? Yo no
sabía nada, no estaba en condiciones de reflexionar. Cada
vez más roja ardía la boca pintada en el rostro que
iba apagándose. Así había sido toda mi vida,
así había sido mi poquito de felicidad y de amor,
como esta boca rígida: un poco de carmín sobre una
cara de muerto".

En su lamentable estado de confusión
apareció Mozart para tranquilizarlo con su
dialéctica. "Aprenda a tomar en serio lo que es digno de
que se tome en serio, y ríase usted de lo demás!..
Usted ha hecho de su vida una horrorosa historia clínica,
de su talento una desgracia. Y usted, a lo que veo, no ha sabido
emplear a una muchacha tan linda, para otra cosa más que
para introducirle un puñal en el cuerpo y destrozarla.
¿Considera usted justo esto?… ¡Dios mío, si
todo es tan falso, tan endiabladamente tonto y malo! Yo soy una
bestia, Mozart, una bestia necia y malvada, enferma y echada a
perder; en eso tiene usted mil veces razón. Pero, por lo
que atañe a esta muchacha, ella misma lo ha querido
así; yo sólo he cumplido su propio
deseo".

7º. La ejecución de Harry Haller. Por su
ofensa al arte sublime, tras confundir la "galería de
imágenes del teatro mágico con la llamada realidad,
y apuñalar a una fantástica muchacha con un
fantástico puñal", y de haber convertido el humor
el suicidio, la justicia lo condenó al castigo de vida
eterna y a soportar la carcajada terrible e insoportable de los
asistentes a la audiencia. Mozart lo conminó a que se
hiciera "cargo del humorismo de la vida, del humor patibulario de
la vida… Para todo espectáculo necio y falto de
humor se puede contar con usted, señor de altos vuelos,
para todo lo patético y sin gracia. Sí; pero a
mí eso no me gusta; por toda su romántica
penitencia no le doy a usted ni cinco céntimos. Usted
quiere ser ajusticiado, quiere que le corten la cabeza,
sanguinario. Por este ideal idiota sería usted capaz de
cometer diez asesinatos. Usted quiere morir, cobarde; pero no
vivir. Al diablo, si precisamente lo que tiene usted que hacer es
vivir. Merecería usted ser condenado a la pena más
grave de todas… Usted ha de acostumbrarse a la vida y ha
de aprender a reír. Ha de escuchar la maldita
música de la radio de este mundo y venerar el
espíritu que lleva dentro y reírse de la
demás murga. Listo, otra cosa no se le exige".

Pablo lo recriminó por haber quebrantado el humor
de su teatro mágico y haberlo manchado de sangre (por
celos), ensuciando este "bonito mundo alegórico con
manchas de realidad". Entonces Harry Haller comprendió a
Mozart y a Pablo. Sabía que estaban en su bolsillo las
cien mil figuras del juego de la vida. "Alguna vez
llegaría a saber jugar el juego de las
figuras".

Las
contradicciones del lobo estepario

Este ser, paradójico y complejo, execraba la
música popular, como el jazz y la decadente música
moderna ("una porquería"); denostaba de la
burguesía y sentía aversión por las
prostitutas; lo seducía el suicidio y tenía miedo a
la muerte. Sin embargo, ¡oh contradicción!,
terminó bailando música popular,
vinculándose afectiva y genitalmente con mujeres de esa
condición, y viviendo dentro de la burguesía como
un burgués.

Aunque juzgaba a la música popular como
decadente, "chillona y sangrienta", "pegajosa" y
"superazucarada", "salvaje, caprichosa y enérgica",
principalmente el jazz, que era todo el arte de la época,
todo el pensamiento, toda la aparente cultura, comparada con la
cultura auténtica, aceptaba que "esta música
tenía la ventaja de una gran sinceridad, de un negrismo
innegable evidente y de un humorismo alegre e
infantil".

Harry vivía con la equívoca
convicción de que estaba al margen del mundo
burgués, porque "no conocía ni vida familiar ni
ambiciones sociales"; sin embargo, tenía costumbres
burguesas y vivía como un burgués. Se sentía
como un ser aislado, extraño, enfermizo, anacoreta,
hipernormal y como un ser "de disposiciones geniales y elevado
sobre las pequeñas normas de la vida corriente".
Despreciaba al burgués, pero vivía como
éste: "tenía dinero en el banco y ayudaba a
parientes pobres", además de tratar de vivir en paz con
los representantes del orden social burgués. Enemigo de
todo poder y explotación, "guardaba en el Banco varios
valores de empresas industriales, cuyos intereses iba consumiendo
sin remordimientos de conciencia". Vivía y departía
en ambientes burgueses en estrecha relación con lo
burgués, así fuera de manera "antagónica y
rebelde". Había sido educado con hábitos y normas
burguesas.

No aceptaba ni tomaba en serio a las prostitutas,
criminales, asesinos, salteadores y rateros; sólo estimaba
a los perseguidos políticos y subversivos. No obstante,
como sabemos, departió con cortesanas, y en el teatro
mágico fue criminal, asesino y salteador. "De esta manera
reconocía y afirmaba siempre con una mitad de su ser y de
su actividad, lo que con la otra mitad negaba y combatía".
Harry, gozoso de este contraste, sabía que vivía
oscilante en este dualismo, "disfrazado en forma maravillosa de
idealista y despreciador del mundo…, pero en el fondo era un
burgués".

No eran de sus afectos las mujeres cortesanas que
tenían una vida disoluta y libertina, sin embargo fue una
de ellas quien lo liberó. Lo entusiasmó por el
baile, lo enseñó a reír, a disfrutar con lo
sencillo y cotidiano, a permitir que los demás tuvieran
sus gustos y sus miradas propias del arte, y, lo más
importante, le atemperó el miedo a la muerte y su fallida
y timorata idea de suicidio.

Lo rondaba la idea del suicidio. Buscaba una salida en
él tras cada día de rutina de insulsa
monotonía, de ideales fracasados. Esa idea se apoderaba de
él cada vez que era consciente de que el mero hecho de
vivir le hacía mucho daño. Entonces sentía
que "no podía escapar al momento en que tuviera que abrir
la navaja de afeitar" y darse un tajo en el cuello.

Aunque el suicidio era una idea fija que lo
seducía, tenía miedo a la muerte. "Aun cuando no
veía otra salida, aun cuando en torno se amontonaban el
asco, el dolor y la desesperación, aun cuando ya nada
estaba en condiciones de seducirme, ni de proporcionarme una
alegría o una esperanza, me horrorizaba sin embargo de un
modo indecible la ejecución, el último momento, el
corte tajante y frío en la propia carne… Si en la
lucha entre la desesperación y la cobardía venciera
hoy aun acaso la cobardía, mañana y todos los
días habría de tener ante mí de nuevo a la
desesperación, aumentada con el desprecio de mí
mismo. Volvería a coger en la mano la navaja tantas veces
y a dejarla después, hasta que al fin alguna vez estuviera
desde luego consumado… Esto era precisamente lo terrible.
Yo sentía un miedo profundo y angustioso del corte a
través de mi garganta, temía a la muerte con una
resistencia tan tenaz, tan firme, tan decidida y terca, como si
yo hubiera sido el hombre de más salud del mundo y mi vida
un paraíso". Según el ideal del imaginario Goethe,
"la lucha contra la muerte, el afán absoluto y terco de
querer vivir es el estímulo por el cual han actuado y han
vivido todos los hombres sobresalientes".

Harry Haller
reflexivo y contestatario

-Enfila su artillería certera en contra del
ceremonial espurio, fementido y teatral de los entierros "ante la
confusión y la hipocresía de los asistentes". En el
fondo de estos eventos masificadores subyace la impostura, la
superficialidad y la ritualidad de hojalata. Toda la cultura
fementida, los afanes, la fe, la alegría y el placer de
vivir, tan enfermo como está en la sociedad moderna,
también quedarán algún día dentro de
un hoyo en el cementerio. Se aprecia cómo el alma burguesa
manifiesta su capacidad para resistir y disminuir el tedio
amenazador en las ceremonias fúnebres.

-Fustiga las relaciones fementidas, hipócritas y
superficiales en las que viven y actúan muchos
mecánicamente y sin interrupción, porque
éstas impiden "ejercer la crítica sobre la propia
vida, reconocer y sentir su estupidez y ligereza, su
insignificancia horriblemente ridícula, su tristeza y su
irremediable vanidad".

-Es evidente su desencanto con los artistas que pintaban
a los personajes muy distintos a como eran en su profunda
psicología; a su juicio, las imágenes no
corresponden con el ser de los retratados. En los retratos de los
redentores, apóstoles, héroes, genios y
políticos, esmerada y cuidadosamente pintados, no estaban
en su elemento los lobos esteparios.

Se molestó por una representación
pictórica de Goethe, "el príncipe de los poetas",
porque él nunca tuvo un aspecto de vanidad y noble
actitud, de "majestad lanzando amables miradas a los distinguidos
circunstantes y bajo la máscara varonil de este mundo, de
la más encantadora sentimentalidad… cualquier
pintor moderno había representado allí a Goethe tan
almibarado y peinadito como él se lo había
figurado, y este retrato me exasperó y me fue
horrorosamente antipático". En el retrato no estaba como
en realidad era. Representarlo así era demasiado. El
espíritu de este cuadro era todo lo contrario del
espíritu de Goethe. Esto lo molestaba hasta el punto en
que, furioso y triste, se percataba que estaba solo y que nadie
lo entendía.

-Reflexiona sobre el eurocentrismo, sobre la cultura
europea. "¿Éramos nosotros, los viejos conocedores
del mundo antiguo, de la antigua música verdadera, de la
antigua poesía legítima, éramos nosotros
únicamente una exigua y necia minoría de
complicados neuróticos, que mañana seríamos
olvidados y puestos en ridículo? Lo que nosotros
llamábamos cultura, espíritu, alma, lo que
teníamos por bello y por sagrado, ¿era todo un
fantasma no más, muerto hace tiempo y tenido por
auténtico y vivo todavía solamente por un par de
locos como nosotros? ¿Acaso no habría sido
auténtico nunca, ni habría estado vivo
jamás? ¿Habría podido ser siempre una
quimera y sólo una quimera eso por lo que tanto nos
afanamos nosotros los locos?"

-Su profunda reflexión filosófica nos
indica que lo burgués, "como un estado siempre latente de
lo humano", permite que se tienda a la existencia tranquila entre
los extremos y dilemas del alma humana, buscando un
"término medio confortable" entre los instintos y la
razón, la santidad y el libertinaje, la embriaguez y el
ascetismo (en medio de los conflictos de atracción –
repulsión, según el lenguaje sicoanalítico).
"En resumen, trata de colocarse en el centro, entre los extremos,
en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni
tormentas, y esto lo consigue, desde luego, aun a costa de
aquella intensidad de vida y de sensaciones que proporciona una
existencia enfocada hacia lo incondicional y extremo… El
burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura
de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de
sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido
el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por
la ley, la responsabilidad por el sistema de votación. Es
evidente que este ser débil y asustadizo, aun existiendo
en cantidad tan considerable, no puede sostenerse, que por
razón de sus cualidades no podría representar en el
mundo otro papel que el de rebaño de corderos entre lobos
errantes… Viven siempre dentro de la burguesía una
gran cantidad de temperamentos vigorosos y fieros. Nuestro lobo
estepario, Harry, es un ejemplo característico. Él,
que se ha individualizado mucho más allá de la
medida posible a un hombre burgués, que conoce las
delicias de la meditación, igual que las tenebrosas
alegrías del odio a todo y a sí mismo, que
desprecia la ley, la virtud y el sentido común es un
adepto forzoso de la burguesía y no puede sustraerse a
ella".

Sólo los trágicos, los inmortales, los que
pertenecen al "reino de la eternidad" (más allá de
la apariencia), que son muy escasos, logran trascender la
cómoda atmósfera burguesa. Lo trágico estaba
representado en poetas románticos como Holderlin, quien
consideraba que lo trágico era "esa naturaleza primordial
del hombre, olvidada, debilitada, vencida"[4].
Harry, como la mayoría de intelectuales y muchos artistas,
no llega a lo trágico, "pero sí a un infortunio y a
una desventura muy considerables, en cuyo infierno han de cocerse
y fructificar sus talentos". Como Harry no poseía estas
condiciones, se conformaba con el humorismo brindado por el
teatro mágico. Los incapaces para lo trágico, "para
abrirse camino hasta los espacios siderales" y para atender el
llamado de lo absoluto, deben conformarse con "la salida
acomodaticia al humorismo", que es siempre burgués,
así el burgués no logre comprenderlo. "En su esfera
imaginaria encuentra realización el ideal
enmarañado y complicado de todos los lobos esteparios:
aquí es posible no sólo afirmar a la vez al santo y
al libertino, plegando los polos hasta juntarlos, sino comprender
además en la afirmación al propio burgués.
Al poseído de Dios le es, sin duda, muy posible afirmar al
criminal, y viceversa; pero a ambos, y a todos los otros seres
absolutos, les es imposible afirmar aquel término tibio y
neutral, lo burgués. Sólo el humorismo, el
magnífico invento de los detenidos en su llamamiento hacia
lo más grande, de los casi trágicos, de los
infelices de la máxima capacidad, sólo el humorismo
(quizás el producto más característico y
más genial de la humanidad) lleva a cabo este imposible,
cubre y combina todos los círculos de la naturaleza humana
con las irradiaciones de sus prismas. Vivir en el mundo, como si
no fuera el mundo, respetar la ley y al propio tiempo estar por
encima de ella, poseer, "como si no se poseyera", renunciar, como
si no se tratara de una renunciación –tan
sólo el humorismo está en condiciones de realizar
todas estas exigencias, favoritas y formuladas con frecuencia, de
una sabiduría superior de la vida-".

Tanto Harry como los artistas son incapaces de
trascender el mundo burgués, porque solamente los
más vigorosos "traspasan la atmósfera de la tierra
burguesa y llegan al cosmos, todos los demás se resignan o
transigen, desprecian la burguesía y pertenecen a ella sin
embargo la robustecen y glorifican, al tener que acabar por
afirmarla para poder seguir viviendo". El lobo estepario
tenía un ardiente deseo de vivir. Así aparentara
ser idealista y despreciador del mundo, anacoreta lastimero e
iracundo profeta, en el fondo era un burgués.

Para que Harry alcance el ideal de lo trágico y
pueda emerger de lo burgués, necesita "enfrentarse consigo
mismo, mirar hondamente en el caos de la propia alma y llegar a
la plena conciencia de sí… El hombre y el lobo se
verían obligados a reconocerse mutuamente, sin caretas
sentimentales engañosas, y a mirarse fijamente a los ojos.
Entonces, o bien explotarían, disgregándose para
siempre, de modo que se acabara el lobo estepario, o bien
concertarían un matrimonio de razón a la luz
naciente del humorismo". En el teatro mágico
encontraría la "liberación de su alma abandonada en
la miseria".

-Al igual que Goethe y los grandes espíritus,
Harry había conocido y sentido perfectamente el problema,
la desconfianza de la vida humana: "la grandiosidad del momento y
su miserable marchitarse, la imposibilidad de corresponder a una
elevada sublimidad del sentimiento de otro modo que con la
cárcel de lo cotidiano, la aspiración ardiente
hacia el reino del espíritu que está en eterna
lucha a muerte con el amor también ardiente y
también santo a la perdida inocencia de la naturaleza,
todo este terrible flotar en el vacío y en la
incertidumbre, este estar condenado a lo efímero, a lo
incompleto, a lo eternamente en ensayo y diletantesco, en suma,
la falta de horizontes y de comprensión y la
desesperación agobiante de la naturaleza
humana".

-Su virulenta mordacidad condenó la infanda
guerra, fenómeno que lo preocupaba e inquietaba.
Según su cosmovisión, los hombres en lugar de
declararse inocentes respecto de su responsabilidad en la guerra,
deberían reflexionar y cuestionarse dentro de sí
para determinar qué aporte habían hecho para evitar
o propiciar ésta y los demás males del mundo, ya
fuera por sus errores, negligencia o malos hábitos.
Lastimosamente, ninguno quería evitar una próxima
guerra. "Meditar una hora, entrar un rato dentro de sí e
inquirir hasta qué punto tiene uno parte y es
corresponsable en el desorden y en la maldad del mundo; mira, eso
no lo quiere nadie. Y así seguirá todo, y la
próxima guerra se prepara con ardor día tras
día por muchos miles de hombres. Esto, desde que lo
sé, me ha paralizado y me ha llevado a la
desesperación, ya que no hay para mí "patria" ni
ideales, todo eso no es más que escenario para los
señores que preparan la próxima carnicería.
No sirve para nada pensar, ni decir, ni escribir nada humano, no
tiene sentido dar vueltas a buenas ideas dentro de la cabeza;
para dos o tres hombres que hacen esto, hay día por
día miles de periódicos, revistas, discursos,
sesiones públicas y secretas, que aspiran a lo contrario y
lo consiguen… ¿Es que hemos de prescindir de todo,
de renunciar a todo espíritu, a todo afán, a toda
humanidad, dejar que siga triunfando la ambición y el
dinero y aguardar la próxima movilización tomando
un vaso de cerveza?"

Sin embargo, en todo estaba implícita la
contradicción, como él mismo lo reconocía:
"Es verdad que este inteligente e interesante señor Haller
había predicado buen sentido y fraternidad humana,
había protestado contra la barbarie de la guerra, pero
durante la guerra no se había dejado poner junto a una
tapia y fusilar, como hubiera sido la consecuencia apropiada de
su ideología, sino que había encontrado alguna
clase de acomodo, un acomodo naturalmente muy digno y muy noble,
pero de todas formas, un compromiso".

-La razón no sale bien librada de la mordaz pluma
del autor, porque éste le hace un pequeño "ajuste"
de cuentas. "No está bien que la humanidad esfuerce
excesivamente la inteligencia y trate, con la ayuda de la
razón, de poner orden en las cosas, que aún
están lejos de ser accesibles a la razón misma". La
alegoría y el simbolismo del teatro mágico no es
más que una velada diatriba a la razón. Ingresar en
ese fantástico escenario es desafiar al racionalismo
cartesiano, determinista e instrumental.

-Como profeta se adelantó a su tiempo y
sentenció que los primeros pasos de la radio, sólo
servirían "al hombre para huir de sí mismo y de su
fin y para revestirse de una red cada vez más espesa de
distracción y de inútil estar ocupado".

En defensa del
lobo estepario

-En mi humilde intento por estudiar El lobo
estepario,
es necesario que trate de "defenderlo". A pesar
de que Harry Haller, con quien comparto más su manera de
pensar que su manera de vivir, se declare esquizofrénico,
considero que no reúne todos los síntomas propios
de esta patología.

Si bien es cierto que se infiere que había
perdido su contacto con el mundo exterior, convivía con la
idea del suicidio, percibía la realidad en forma muy
diferente a como la percibían los demás,
tenía ensoñaciones, era introvertido, demostraba
falta de energía y motivación, evidenciaba cierto
retraimiento social, era aparentemente impenetrable e
indiferente, se percibía en él una carencia de
emociones, tenía tendencia al aislamiento, había
perdido el sentido práctico y era un tanto esquizoide,
también lo es que no se instalaba en su autismo ni
vivía en un mundo fantástico, sus deseos
tenían relación con la realidad, no tenía
episodios psicóticos, no poseía un espíritu
megalomaníaco, no tenía ideas delirantes,
alucinaciones ni trastornos del pensamiento, no era indiferente
ante la vida, no presentaba desdoblamientos de la personalidad,
no tenía hábitos rutinarios estereotipados, y no
tenía "frecuentes delirios, creencias fijas e inamovibles
sin fundamento alguno en la realidad"[5];
además, no se percibieron en él "síntomas
aterradores, como oír voces internas no percibidas por
otros, o creer que otras personas leen sus mentes, controlan sus
pensamientos o conspiran para hacerles
daño[6]

Es posible que se haya "autoincriminado" como
esquizofrénico, solamente como una salida ante la
momentánea y efímera discrepancia que tuvo con el
erudito que poseía el retrato de Goethe que a Harry tanto
le había molestado. La misma Armanda le había dicho
que él no estaba loco. "¡Qué vas a estar
loco, señor profesor! Lo que me resultas es demasiado
cuerdo. Se me antoja que eres prudente de un modo
estúpido, justo como un profesor". Además, el
ajedrecista del teatro mágico le había dicho que
"así como la locura, en un grado superior, es el principio
de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio de
todo arte, de toda fantasía".

Conclusiones

Después de la lectura de esta hipernovela uno ya
no es el mismo; ésta lo ha afectado y, de cierta manera,
lo ha transformado. Quien tenga la esquiva satisfacción y
el valor de sumergirse en las recónditas profundidades de
este océano de sabiduría y logre bucear en sus
oscuras, turbias, profundas y peligrosas aguas, saboreando y
disfrutando el texto, tendrá como recompensa un cambio de
paradigmas y una nueva manera de percibir, interpretar y
sistematizar la realidad.

Esta obra, rica y variada en alegorías,
metáforas, enseñanzas, mensajes, cuestionamientos,
diatribas, ironías y la visión de un profundo
escrutador de los intrincados laberintos de la complejidad
humana, nos sensibiliza, atrapa e inquieta con el drama de un
hombre que, perdido en su mundo, busca, sin poderlo encontrar, el
auténtico sentido a su existencia, extraviado en un
enmarañado laberinto de contradicciones, nostalgias,
ensoñaciones, soledad, incomprensión, aislamiento,
neurosis, esquizofrenia, depresión, letargo,
apatía…

El autor, dotado de un depurado espíritu
crítico, libertario, iconoclasta, contestatario,
cuestionador, controversial, mordaz y anticonvencional, nos pasea
por una sociedad neurótica, cosificada, hipócrita,
esquizofrénica, consumista, fementida y una cultura de
imposturas, en la cual desenmascara, fustiga y desmitifica, de
manera virulenta y sarcástica, la política, la
guerra, la burguesía, la educación, el estado, lo
popular, lo ceremonial, la vida cotidiana y monótona, la
dificultad para encontrar sentido a la existencia, la vida
superficial…

Expuestos a incontables riesgos, el narrador nos
desafía a que nos aventuremos en la nave de su avezada
pluma y oteemos con atención, reflexionando con
profundidad, el proceloso mundo que nos describe, en donde cada
ser neurotizado lucha, a veces vanamente, contra sus fantasmas,
mitos, convenciones, creencias, paradigmas, contradicciones,
formas de ver, entender y enfrentar la realidad, temores, ideas
de suicidio… Pero su hábil pluma también nos
lleva por el excelso, encantador y sublime universo de la
música clásica, la admiración por los
inmortales, los deleites y goces del amor, del disfrute de la
vida y de las cosas sencillas… Nos introduce al reino de
la eternidad, de lo puro, "más allá del tiempo y la
apariencia", donde está la patria de los inmortales:
Mozart y los músicos cásicos, Novalis, Dostoievski,
Goethe, las poesías de los grandes poetas, los santos, los
místicos, los hombres de mayores exigencias, los de los
anhelos, los de la dimensión de más… Hacia
esa patria pertenecen los intelectuales, hacia ella tienden sus
corazones, y por eso anhelan la muerte. Nos acerca al complejo e
insondable mundo del intelectual (especie en vía de
extinción), incomprendido por el rebaño,
arbitrariamente estereotipado, difícil de domesticar y de
someter al presupuesto, contestatario, desarraigado,
contradictorio, desengañado, agorafóbico,
idealista, utópico, extraño a su fementida cultura,
humanista, universal, libertario…

Muchos de nuestros paradigmas, ideas, mitos, opiniones,
dogmas, percepciones, concepciones, prejuicios, miradas,
enfoques, razones y "verdades" inamovibles se desvanecen ante la
inobjetable y abrumador acervo de argumentos con que Hermann
Hesse, ese genial escritor, estudia, investiga y expone, a
través de una narrativa exquisita, certera y concluyente,
la problemática que nos afecta al interior de una cultura
neurotizada, construida desde, por y para los "vencedores", los
amos de la guerra, los "poderosos"…

De la prodigiosa y contestataria pluma del brillante
intelectual no se escaparon problemas, tan profundos e
inquietantes, como la libertad, la guerra, la educación,
la justicia, el suicidio, la neurosis, la lucha
hombre-máquina, el poder, las armas, la política,
la burguesía, la locura, la razón, la
incomprensión, el desarraigo y la soledad, entre otros
fenómenos de la "llamada cultura con su fementido brillo
de feria, ordinaria y de hojalata" del siglo XX.

La tragedia de Harry Haller (¿La de muchos de
nosotros?) consistió en el odio a sí mismo, las
contradicciones, el desarraigo, pensar que su naturaleza era ser
mitad hombre y mitad lobo, estar al margen de su tiempo, tener un
alma como "ave temerosa y perdida", su idea de suicidio y no
haber aprendido a reír y disfrutar de las pequeñas
artes de la vida.

La exploración en las oscuridades del ser es una
característica de la estética romántica. Si
comprendemos el romanticismo, captamos que el hombre de esta
estética rechazaba el espíritu de la modernidad,
por cuanto el llamado progreso, en lugar de conducirlo a la salud
de la razón, lo condenaba a la angustia de ésta. De
ahí que Haller fuera antagónico a lo moderno, como
se aprecia en su desinterés por el siglo xx y en su
preferencia por la lectura de los clásicos en vez de la de
sus contemporáneos. "El romántico trágico se
encontraba a la merced del Leviatán, por un lado –el
estado moderno absolutista- y por la moderna razón
científica instrumental, por el otro… En efecto, se
hace evidente el camino cada vez más tendiente hacia la
destrucción del hombre, hacia su disgregación y
hacia su pérdida de identidad. Es aquí donde
podemos observar la actitud romántica hacia la vida y la
cultura burguesas"[7]. Aunque pareciere que el
sino trágico era la naturaleza de Harry Haller,
éste, en realidad, no era un trágico en el sentido
romántico…

De la lectura surgen diversas preguntas complicadas de
responder: ¿Es verdad que la vida no es "¿sino una
buena habitación burguesa, en donde uno está
perfectamente satisfecho con la comida y la bebida, con el
café y la calceta, con el juego de tarot y la
música de la radio"? ¿"La vida no es una epopeya
con figuras de héroes y cosas por el estilo"?
¿"Sólo es un Quijote quien lleva dentro lo heroico
y la veneración de los grandes? ¿Este mundo no es
para "el que en lugar de chinchín exija música, en
lugar de placer alegría, en lugar de dinero alma, en vez
de loca actividad verdadero trabajo, en vez de jugueteo pura
pasión"? ¿Vivir temiendo al suicidio o dejar de
temerle y optar por él?

La novela nos deja ante un dilema abierto y profundo
para reflexionar: ¿Vivir una vida superficial e
inauténtica dentro de una cultura "ordinaria y de
hojalata", llena de prejuicios y convencionalismos,
deshumanizada, pero "cómodo" dentro del rebaño, o
luchar, cual Quijote, por vivir una vida profunda y
auténtica en un mundo de incomprensión, de
desarraigo, soledad y aislamiento? ¿Vivir siempre dentro
del rebaño, dentro de la "cárcel de lo cotidiano"?
¿Pero cómo salir? La poderosa fuerza de gravedad de
la masa dificulta que despegue la nave libertaria del
intelectual…

 

 

Autor:

Luis Ángel Ríos Perea

 

[1] Para este trabajo he leído y
analizado El lobo estepario, editado por Alianza, Madrid, 1967,
con traducción de Manuel Manzanares.

[2] KEILTY, Bárbara. Algunos aspectos
románticos de El lobo estepario. www.temakel.com.

[3] Ibídem.

[4] CASULLO. N. y otros. Itinerarios de la
modernidad. Eudeba, Buenos Aires, 2044, p. 287.

[5] FELDMAN, Robert S. Psicología.
McGraw Hill, México, p. 457.

[6] JANSSEN – CILAG. S.A.
Síntomas de la esquizofrenia. www.janssen-cilg.es.

[7] KEILTY, Bárbara. Ob. cit.

Partes: 1, 2
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