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El Estado




Enviado por karla ayestaran



Partes: 1, 2

  1. Análisis y distinción de los
    Elementos del Estado que lo conforman a luz de la
    Constitución
  2. Clasificación de los fines del
    Estado
  3. Estado, Nación, Gobierno. Acepciones y
    Análisis
  4. Elementos: Territorio, Pueblo, Poder y
    Soberanía
  5. La
    legitimidad, Razón de Estado y Justificación
    del Estado
  6. Razón de Estado, Estado de Derecho y
    soberanía
  7. Situación del Estado actual en la
    Globalización
  8. Bibliografía

Análisis y
distinción de los Elementos del
Estado que lo conforman a
luz de la Constitución

Definición :

La palabra Estado en términos jurídico
– político se le debe a Maquiavelo, cuando introdujo
esta palabra en su obra "El Príncipe" al decir: "Los
Estados y soberanías que han tenido y tiene autoridad
sobre los hombres, fueron y son, o repúblicas o
principados. Los principados son, o hereditarios con larga
dinastía de príncipes, o nuevos; o completamente
nuevos, cual lo fue Milán para Francisco Sforza o miembros
reunidos al Estado hereditario del príncipe que los
adquiere, como el reino de Nápoles respecto a la
revolución de España. Los Estados así
adquiridos, o los gobernaba antes un príncipe, o gozaban
de libertad, y se adquieren, o con ajenas armas, o con las
propias, por caso afortunado o por valor y genio". Sin embargo,
en términos generales se entiende por Estado a la
organización política y jurídica de un
pueblo en un determinado territorio y bajo un poder de mando
según la razón.

Fines del estado:

Al fin del estado, lo que podemos visualizar desde una
perspectiva trialista o tridimensional. Es decir:

Desde el orden de la realidad de los comportamientos
políticos.

Es decir en la política como actividad que se
despliega a través de conductas de gobernantes y
gobernados, todo lo que se hace se hace para alcanzar un fin al
termino de la actividad, habiéndolo imaginado, deseado y
propuesto primero y antes en la intención.

Desde el orden de las normas
jurídicas:

El fin del estado aparece descripto y formulado mediante
normas sean estas escritas o no. La constitución del
estado contiene la descripción de sus fines.

Si tomamos una constitución formal o escritura
como la nuestra, el fin es enunciado fundamentalmente en el
preámbulo, afianzar la justicia, promover el bienestar
general, asegurar los beneficios de la libertad, consolidar la
paz, promover a la defensa común..

En el orden del valor de la justicia:

El fin a que debe ajustarse el estado para ser justo es
el bien común o la realización del mismo valor
justicia.

El estado – cada estado empírico –
debe promover el bien de la comunidad, la buena convivencia,
justamente ordenada en beneficio de los hombres. Es fin es
propuesto por el derecho natural, es el derecho que naturalmente
tiene el estado y al que ha de dar acogimiento para no incurrir
en desviaciones injustas.

Clasificación de los fines del
Estado

Fines Objetivos:

Para este punto de vista, el fin de una cosa o de un ser
está dado objetivamente por la propia naturaleza de esa
cosa de ese ser. La causa final del ser determina su esencia y
expresa su razón de ser. En el estado el fin es
objetivo.

Fines Subjetivos:

No se trata de comprender que el fin objetivo, sin dejar
de ser tal, es asumido y cumplido subjetivamente por cada estado,
conforme a la circunstancia de lugar y de tiempo.

La teoría de los fines subjetivos tiene otro
fines o sentido implica renegar de la existencia de un fin
objetivo "dado" por la naturaleza a todo estado y admitir
solamente que cada estado empírico tiene el fin
específico y concreto que él mismo elige y se
atribuye. Es fácil entender que si no hay un fin
naturalmente objetivo, el estado ha de asignarse artificialmente
un fin subjetivo.

Fines Particulares:

En alguna medida el fin subjetivo de cada estado es para
él su fin particular. Sin embargo suelen considerarse
fines particulares, no tanto los que subjetivamente elige cada
estado si no más bien lo que dentro de los subjetivos, se
forja un estado en un momento histórico determinado, casi
diríamos como vocación suya a cumplir
ocasionalmente.

Fines absolutos:

Son lo que desde una posición valorativa, se
asignan al estado de modo inflexible, sin admitir desviaciones.
De ningún modo el estado debe apartarse de ese fin. En
alguna medida los fines objetivos pueden considerarse absolutas,
pero en otro aspecto, una teoría de fines subjetivos
también pueden preconizar, valorativamente que pese a no
haber un fin naturalmente objetivo, el que subjetivamente elige
el estado se absolutiza.

Fines relativos:

Un relativismo absoluto despoja al estado de fines
objetivos y absolutos y convierte a los fines subjetivos en
relativos. Una postura más moderada, ajusta los fines
objetivos a las circunstancias cambiantes y a las necesidades
históricas.

Fines universales:

La teoría del fin objetivo rige a tal fin en
universal, es decir, en el fin que debe alcanzar todos los
estados. De manera análoga, la teoría de fines
absolutos. Pero también la de los fines subjetivos puede
proponer dichos fines con el mismo carácter universal, no
reservándonos para un estado, sino extendiéndolos a
todos.

Fines exclusivos y fines concurrentes:

Los exclusivos: son los que incumben nada más que
al estado.

Los concurrentes: son lo que, sin salir de su
órbita, admiten participación y colaboración
por parte de los individuos y de las sociedades
imperfectas.

Estado,
Nación, Gobierno. Acepciones y
Análisis

Nación : El término se deriva del
latín ''natio'', "nación", que
etimológicamente significa: "lugar donde se nace" (del
latín "nascere", que este último término
significa "nacer"); pero desde el punto de vista de las ciencias
sociales y políticas, la "nación" es una realidad
constituida por un conjunto de seres humanos que además de
tener un lugar común de nacimiento y de vida (el
territorio), tienen una serie de características que los
identifican y al mismo tiempo los distinguen de otros conjuntos
de seres humanos: raza, idioma, costumbres, tradiciones,
historia, religión, música, hábitos
alimenticios, en síntesis una cultura que va moldeando el
alma individual y colectiva de los pueblos, pero sobre todo un
sentimiento común de tener un mismo destino.

La "nación" puede caracterizarse de modo
genérico como un grupo social relativamente extenso cuyos
integrantes poseen un sentido de pertenencia a él debido a
rasgos culturales y a una conciencia histórica comunes,
Los integrantes de una nación tiene una conciencia
más o menos explícita, según los casos, de
formar parte de una comunidad distinta a las demás. Esta
conciencia nacional implica la identificación con valores
culturales comunes, así como vínculos efectivos de
solidaridad entre los integrantes de una
nación.

La "nación" se define, por lo tanto, en
términos esencialmente socio–culturales e
históricos. Ello significa que a pesar de la
diferenciación social y económica que haber al
interior de una nación, subsisten vínculos comunes
que establecen la solidaridad nacional. Es decir que las
diferencias entre las castas, los estamento y las clases sociales
que hay en una nación no impiden el desarrollo de la
conciencia y el sentimiento de pertenecer a una comunidad
nacional distinta a las demás.

La "nación" es un fenómeno colectivo en el
cual puede coexistir la heterogeneidad de subgrupos, con
intereses sociales y económicos específicos, con la
homogeneidad de la conciencia y el sentimiento nacional. Es por
ello que la nación es una comunidad integradora frente a
los subgrupos que la conforman.

Para dar una definición de "nación",
primero es preciso analizar el concepto. Concretamente, la
"nación" tiene una serie de géneros y especies. Los
géneros son tres: nación biológica,
nación antropológica y nación
política. A su vez, la nación biológica
tiene tres especies. La primera se refiere al individuo, al
organismo viviente; ahí está el concepto original
de "nación" –decíamos–, proveniente de
nascor ("nacer", en latín). Es decir, nación es lo
que ha nacido. En cuanto al concepto de nación
antropológica, cabe decir que este concepto tiene ya
características específicamente humanas, entre las
cuales se halla el carácter institucional de las
actividades de los hombres y la racionalidad, que radica en la
manipulación de las cosas externas. Es también un
concepto oblicuo, porque proviene de las naciones
periféricas al Imperio romano, donde se cuece la idea de
nación. Esos grupos que rodean al Imperio son gentes o
naciones étnicas, grupos humanos que están en la
periferia del Imperio. Cuando estas naciones se integran en la
sociedad política (reino, Estado, imperio, etc.) se
convierten en naciones étnicas no políticas. Como
ejemplos, puedo citar las naciones en las que durante la Edad
Media se clasificaban los mercaderes de mercados tan lejanos
entre sí como París o Medina del Campo, y que
carecían de cualquier sentido político; otro tanto
sucedía con los colegios mayores de las universidades,
donde los alumnos se clasificaban por su nación, que era
el lugar de origen.

Elementos:
Territorio, Pueblo, Poder y Soberanía

Es imperioso precisar el contenido técnico de la
palabra soberanía como referida al orden interno del
Estado. Ya que es en el interior del Estado, en las relaciones de
subordinación, entre los poderes sociales por una parte, y
el poder político por la otra, donde existe
soberanía. Aún cuando usualmente se hable de
soberanía exterior de un Estado en sus relaciones con los
demás miembros de la comunidad internacional, en realidad
se alude al derecho a la autodeterminación, en otras
palabras a la independencia. Querer aplicar el término
soberanía, en su sentido estricto de supremacía, al
terreno de las relaciones interestatales es incorrecto y
contrario a la igualdad jurídica que debe existir entre
los estados.

La importancia práctica del concepto de
soberanía, en la teoría política y
jurídica, es puesta de manifiesto por Georg Jellinek (en
su Teoría General del Estado): "La soberanía es en
su origen histórico, una concepción de
índole política, que solo más tarde se ha
condensado en una de índole jurídica. No se ha
descubierto este concepto en el gabinete de sabios
extraños al mundo, sino que su existencia se debe a
fuerzas muy poderosas, cuyas luchas forman el contenido de siglos
enteros"

Resumiendo, un Estado sin poder soberano es
inconcebible, y un Estado con poder soberano que no esté
sometido al derecho, no es un Estado, sino un simple
fenómeno de fuerza.

La Soberanía queda limitada a la esfera de
competencia del poder estatal. La soberanía no es un
derecho del estado, sino un atributo de su esencia.

La legitimidad,
Razón de Estado y Justificación del
Estado

En Ciencia Política es el concepto con el que se
enjuicia la capacidad de un poder para obtener obediencia sin
necesidad de recurrir a la coacción que supone la amenaza
de la fuerza, de tal forma que un Estado es legítimo si
existe un consenso entre los miembros de la comunidad
política para aceptar la autoridad vigente. En este
sentido el término tiene sus orígenes en el derecho
privado sucesorio y aparece vinculado a la política en
relación con la restauración monárquica tras
la Revolución francesa. Esta apelación inicial a
criterios tradicionales como justificación ética
del ejercicio personal del poder es aceptada por Max Weber como
uno de los tres tipos de legitimidad junto con la
legitimación carismática (los subordinados aceptan
el poder basándose en la santidad, heroísmo o
ejemplaridad de quien lo ejerce) y la legitimación
racional (los subordinados aceptan el poder de acuerdo con
motivaciones objetivas e impersonales); convirtiéndola
prácticamente en sinónimo de legalidad.2

La legitimidad se funda sobre una convicción
íntima y, por eso, puede cambiar según las
personas. Se podría pensar que la existencia de un sistema
de valores común a los ciudadanos de una nación los
induce a compartir la misma concepción del derecho
natural, al menos en sus grandes líneas. De manera
general, las concepciones del derecho natural están mucho
más impregnadas de preocupaciones legítimas y del
sentido de lo "justo" que el derecho positivo es fundado sobre la
ley y las diferentes fuentes del derecho.

La legitimidad es la vida, la vida hecha materia, es la
posibilidad de transformar, es la esperanza del que se levanta
día a día para entrar en contradicción con
la realidad, Realidad que es contradictoria, colectiva, que cree
en la otredad, procesual, móvil, del devenir, de la
totalidad, esa realidad del oprimido, que no es estéril,
por que es histórica, esa realidad que nos enfrenta y nos
hace luchar, ser revolucionarios, porque constantemente estamos
re-evolucionando lo existente, por que no nos sirve y
necesitamos, exigimos que nos sirva, porque para algo
existió en algún momento y fue para que lo
transformáramos constantemente, no es estática, es
por ello, que en el transcurrir del tiempo, hemos conquistado
espacios diferentes, porque además creemos en la
diversidad y la pluralidad.

La legitimidad exige, más allá de la
legalidad, el consenso o la aceptación de los
participantes afectados. Para alcanzar un acuerdo válido
es necesario que todos los afectados hayan podido participar
simétricamente, con razones y no con violencia, y hayan
llegado a aprobar algo que gane la aceptación de todos (o
al menos de una mayoría determinante). Si la
aplicación injusta de la ley (por un juez injusto) o una
institución que ha perdido aceptación (por ejemplo
el poder del virrey para Hidalgo) se impone a alguien que no ha
sido convencido de que la interpretación de la ley y su
aplicación al caso concreto es justa, el tal acto puede
denominarse superficialmente de legal, pero no de
legítimo. La legitimidad agrega al cumplimiento objetivo
de la ley la convicción subjetiva a las razones aducidas
en su aplicación. Forzar coactivamente una
interpretación o una aplicación dudosa de la ley
ante un pueblo no convencido, que no adhiere al consenso que
pretende el juez (y ese pueblo no acepta al juez por razones
objetivas que le permiten suponer que se trata de una
aplicación injusta), podrá llenarse la boca de que
es legal, que tiene "legalidad" y que hay que "respetar a las
instituciones", siendo que en verdad no puede alcanzar la
plenitud de la "legitimidad" por su inocultable
injusticia.

La legalidad y legitimidad son algo muy diferente.
Alguien puede cumplir la ley formalmente, fríamente, no
respetando su "espíritu" (y aun siendo objetivamente
injusto, como en el caso de los jueces de Sócrates), y por
ello podría ser legal, pero, sin embargo, no
alcanzaría la "legitimidad". El puro cumplimiento de la
ley, la legalidad, no tiene la fuerza de la
legitimidad

LEGITIMIDAD DEL PODER CONSTITUYENTE: El poder
constituyente se considera legítimo cuando proviene de la
capacidad política que tiene el pueblo para ejercer la
función constituyente siempre y cuando esa
expresión sea genuina, espontánea y libre del
sentir colectivo. No es cuestión
jurídica

El concepto de la Razón de Estado tiene
relaciones con un conjunto muy importante de conceptos
jurídicos y políticos.

Se puede afirmar que de los numerosos vínculos
entre el mundo de lo jurídico y el de lo político,
el más característico es el del problema de la
legitimidad, o para hacer un uso técnico del vocabulario
el problema de la justificación del Estado.

Hay que distinguir claramente, como enseña el
jurista y politólogo alemán Hermann Heller, entre
las respuestas a la cuestión del sentido o fin del Estado
y la problemática de la justificación del mismo, ya
que una cosa es explicar el origen del Estado como
institución y otra distinta es preguntarse por qué
debe existir el Estado; toda explicación se refiere al
pasado, mientras que la justificación se proyecta al
futuro. Heller agrega que, para justificar al estado hay que
partir de relacionar la función social del Estado con la
función jurídica.

Para buscar la respuesta al sentido del Estado se puede
acudir al método histórico; en cambio para analizar
lo relativo a su justificación hay que acudir al
método filosófico, más precisamente a la
Filosofía del derecho.

H. Heller (en su Teoría del Estado) presenta una
innovadora síntesis dialéctica que combina lo
realmente útil del derecho natural, ya sea de raigambre
teológica como racionalista, con el positivismo
jurídico; al postular que los principios jurídicos
tienen fuerza moral pero carecen de certeza de contenido y de
aplicación, en tanto que los preceptos jurídicos
positivos creados por un legislador solo nos pueden ofrecer una
pauta de legalidad pero que nada dicen de la justicia del
derecho.

El Estado se justifica, solamente, por ser la
institución que brinda seguridad jurídica. Pero no
hay que interpretar la afirmación en un sentido
restringido, ya que cuando se piensa en una institución
para la seguridad jurídica, quieresé decir normas
jurídicas generales y abstractas que tengan certidumbre de
contenido y ejecución con un claro marco de referencia
moral (o suprapositivo). Así mismo hay que distinguir la
justificación del estado, de la justificación de la
autoridad política (cuestión que Heller reserva
para la ideología)

Foucault al analizar la Razón de Estado como un
poder del gobierno del Estado, actualiza la terminología a
punto tal de confundir la razón de Estado con la
justificación del mismo, al plantear "la razón de
estado no es el imperativo en nombre del cual se puede o se debe
atropellar otras reglas, sino que es una nueva matriz de
racionalidad". Las conclusiones de Foucault son válidas,
en tanto no pretendan ser una teoría de la
justificación del estado, basándose unilateralmente
en una especie de racionalidad metafísica.

En todo caso, deberemos ver en la justificación
del Estado los límites actuales del concepto de la
razón de Estado, o sea que no se alteren las bases de su
legitimación.

Razón de
Estado,
Estado de Derecho y soberanía

A partir de la edad contemporánea, a tono con el
movimiento antiabsolutista, el pensamiento político
engendró nuevas formas de instituciones políticas,
que fueron relativizando los conceptos -como el de Razón
de Estado- que habían sido necesarios en la edad
moderna.

El concepto de Estado de Derecho se remonta al jurista
alemán Robert Von Mohl (Das Rechtstaat, 1830).
Posteriormente se abrió la puerta del debate respecto a
las relaciones entre la forma de gobierno y que debía
entenderse por estado de derecho.

Hans Kelsen identifica, generalmente, estado y derecho,
e iguala a la Autocracia con la Democracia en el sentido que
ambos son Estado de Derecho, ya que el derecho no es un elemento
del Estado, y mucho menos un elemento del estado de Derecho, sino
una cualidad de todo Estado. Afirma Kelsen (en Allgemaine
Staatslehere): "negar el carácter jurídico a un
régimen despótico no es sino una
ingenuidad".

Resumiendo: un estado constituido legalmente, apegado a
los principios generales del derecho y que aspire a la
justicia… es un Estado de Derecho tanto para los
positivistas como para los iusnaturalistas (en sus variaciones:
teológica y racionalista). Ahora bien si se tiene un
estado constituido legalmente pero inadecuado a los principios
jurídicos y por lo tanto injusto… para los
positivistas es Estado de Derecho, aunque para los
iusnaturalistas no.

Ya en el siglo XX, el concepto de Estado sigue un
proceso evolutivo (lo que hay que tener en cuenta para llegar al
concepto de Razón de Estado). El concepto norteamericano
de Estado de Derecho a partir de las primeras décadas del
siglo pasado es el del Welfare State, que amplía los
horizontes de significado adaptándolo a nuevas realidades
y dotándolo de nuevos roles. Con la Constitución
mexicana de Querétaro en 1917 y la de Weimar (Alemania) de
1919, comenzó a generalizarse el término Estado
Social de Derecho. No es el propósito de este trabajo
analizar las transformaciones en el rol del Estado, sino tan solo
su evolución conceptual, en especial las
características que vinculan a lo político con lo
jurídico.

De esta forma llegamos a lo que el pensador
alemán Georg Jellinek presenta como el mejor concepto de
Estado de Derecho, con garantías para los gobernados y un
estricto apego a las facultades en las que el Estado se limita a
sus funciones conferidas por la ley, por lo tanto se afirma "la
sumisión del estado al Derecho".

Una de las manifestaciones más críticas de
los conflictos entre lo jurídico y lo político es
cuando la Razón de Estado es utilizada en forma de actos
que implican la soberanía del Estado.

Se puede definir a la soberanía como el poder
supremo del Estado, sobre el cual no existe ningún otro
poder.

Es decir que la soberanía es un poder relativo a
las cosas del Estado, por lo tanto el límite de la
soberanía viene dado por el sentido o fin del
Estado.

Al postular que un poder es supremo, se presupone que
los hay subordinados, una noción de jerarquía, y
esa jerarquía de las ordenes está determinada por
la jerarquía de los fines.

El bienestar de la comunidad tiene generalmente un rango
superior al bien particular o individual; de esta forma el bien
público contiene en potencia la idea de
soberanía.

La institución que tiene a su cargo la
obtención de la paz y la tranquilidad, la creación
y el cumplimiento de las leyes, etc. Debe poseer un poder tal que
le permita imponer de manera obligatoria sus decisiones. Esto no
equivale a decir que se trate de un poder absoluto,
omnímodo; en el Estado de Derecho contemporáneo la
soberanía es un poder legítimo, es decir que
actúa dentro de la juridicidad.

Conclusiones provisorias: "Razón de Humanidad" o
la Razón de Estado frente a la
globalización

Si intentamos ser estrictos en el uso del vocabulario
técnico del Derecho Político, en Maquiavelo
más que una Razón de Estado, lo que se propone es
lo que se podría denominar razón de gobierno,
razón del poder o razón política. Ya que,
como se señaló, no debe ser llamada Razón de
estado cualquier argucia o método que persigue un fin
distinto al fin del propio Estado.

El término Razón de Estado ha sido
manipulado, incluso se han postulado presuntas distinciones entre
Buena o Mala Razón de Estado. En conclusión la
denominada mala Razón de Estado no es Razón de
Estado; la que algunos llamaron "buena" es la única que
puede en la actualidad aceptarse conceptualmente como
Razón de Estado. El concepto mala razón de estado
es intrínsecamente contradictorio; como sería
contradictorio hablar de mala justicia, se habla directamente de
justicia.

Aspectos generales a tener en cuenta:

a) Debe ser RAZON

La palabra razón debe ser tenida como
sinónimo de motivo o causa. Es decir, la Razón de
Estado debe estar supeditada al motivo y causa del Estado (lo que
implica el fin y la justificación).

así mismo la Razón de Estado no puede
ignorar ni ir en contra de la razón humana; debe ser por
tanto, razonada y razonable, y respetar los principios
lógicos de la razón, como el principio de no
contradicción, el uso de premisas correctas y verdaderas
para su validez, tanto jurídica como moral -o supra
jurídica-

En efecto, es que aduciendo a razones superiores o
anteriores a la ley, el órgano o la autoridad
política, puede (e incluso, excepcionalmente, debe)
contravenir el derecho positivo. Siempre y cuando ordene sus
acciones a los motivos y las razones del Estado en su
totalidad.

b) Debe ser ESTADO

Es decir que el objeto de estudio debe ajustarse a los
postulados que doctrinariamente se aceptan como elementos
existenciales. Con la Razón de Estado no se puede ir en
contra del hombre, dado que el territorio, el gobierno con
soberanía y la ley como atributo de esa soberanía,
están allí para servir al hombre y no al
revés. Tal contrasentido sería opuesto a toda
razón y al fin del estado.

Finalmente, ante el escenario de la tan mentada
globalización, se afirma con Yehezekel Dror y
también con Ulrich Beck, que por primera vez en la
historia de la humanidad, la acción humana tiene capacidad
para ejercer influencia sobre fenómenos globales
críticos para la supervivencia humana.

Hay realidades inevitables: el Estado ya no se basta a
si mismo. El mundo entero es cada día más una
sociedad de sociedades, con actores conocidos y otros totalmente
nuevos. Por lo que Dror plantea la necesidad de la
búsqueda de una nueva Razón de Estado, que denomina
Razón de Humanidad.

No parece probable dar marcha atrás a la
globalización, está aquí para quedarse. La
cuestión es cómo hacerla funcionar.

La sociedad internacionalizada exige por su propia
naturaleza la existencia de instituciones y reglas que logren un
orden verdadero (y justo).

El Estado no está por desaparecer, como plantean
algunos, pero está mutando… y la Razón de
Estado cambia cuando el estado cambia su forma.

Es urgente: hay que plantear una Razón de Estado
Solidaria, para acompañar las evoluciones que los siglos
XX y XXI han representado (y representan) a los conceptos
Razón y Estado.

El gobernante del presente y del futuro debe aprender a
ver en la Razón de Humanidad o Razón de Estado
Solidaria un instrumento decidido en la búsqueda cotidiana
del bien común y la paz, y un recurso legítimo y
dotado de fuerza soberana en la defensa de los bienes de la
sociedad humana

Situación
del Estado actual en la Globalización

El neoliberalismo

Antecedentes

Es tan legítimo afirmar hoy que el liberalismo es
la ola del futuro como lo era hace un par de décadas
decirlo del socialismo. De hecho, bajo formas benignas o
malignas, el socialismo prevaleció en el mundo hasta bien
entrados los años Setenta. Luego, vino la
desilusión. ¿No podría ocurrir algo similar
con el Neoliberalismo? Todo buen liberal tendría que
preguntárselo.

La preocupación surge al recordar que en el siglo
XIX hubo también una oleada de libertad. No existe
latinoamericano que no pueda señalar alguna etapa, larga
por lo general, cuando su país funcionó bajo el
amparo de una constitución liberal, nuestro país,
no es excepción

A América latina no le iba mal con el primer
liberalismo que acogió en el siglo XIX. Pero un día
lo abandonó. Lo aplicaba. Lo aprovechaba. Nunca
creyó del todo en él. En una hora de prueba, cuando
estalló la crisis económica de 1929, retrocedimos
hacia la zona autoritaria de los golpes militares, hacia la zona
regresiva del paternalismo económico.

"Los valores de los latinoamericanos, ¿son ahora
liberales? ¿O tomaremos otra vez el camino liberal por
curiosidad, por frivolidad, por ofuscación?…Cuando venga
el liberalismo, no nos dará nada. Nos invitará,
sí, a arriesgarlo todo. Recibirlo como una solución
que cae, como el maná, de arriba y de afuera".

El Neoliberalismo se origina en el período
posterior a la Segunda Guerra Mundial, éste, es heredero
de las teorías neoclásicas de finales del siglo
XIX; pero es en los años setenta cuando comienza su auge a
nivel internacional al iniciarse la crisis en la teoría
Keynesiana, que no pudo encontrar respuestas a diferentes
problemas que han angustiado al mundo en las últimas
décadas.

Entre sus principales exponentes
tenemos:

En Europa Occidental: los economistas Ludwig Von Mises,
Wilhem Roepke y Frederik Von Hayek; los filósofos Karl
Popper y Raymond Aron y el periodista Jean Francois
Revel.

En Estados Unidos: los economistas Milton Friedman, Paul
Samuelson y Jefri Sachs.

En América Latina: el periodista Carlos Rangel,
el economista Luis Pazos.

El Neoliberalismo como
ideología

El modo más sutil que puede arbitrar una
ideología para imponerse y perdurar es proclamar la muerte
de las ideologías y mostrarse bajo otro semblante, por
ejemplo, la ciencia. Es lo que sucedió por casi un siglo
con el positivismo. La ciencia positiva hace las veces de la
política, la filosofía y la teología, y
siempre como evidencia apodíctica y sagrada. Y así,
disentir razonablemente de una hipótesis
científica, pasa a ser un sacrilegio y una
rebelión; y el que se atreve a tanto no merece el honor de
una respuesta científica sino la marginación
condescendiente o brutal: ha perdido la contemporaneidad y no
tiene sentido dirigirle la palabra.

Eso pasa hoy con el Neoliberalismo. Es un modo de
practicar la economía política que está
alcanzando vigencia planetaria. Pero el que esta práctica
haya logrado imponerse no significa la convalidación de
sus postulados; sólo atestigua la contundencia de los
medios (tanto políticos como
económicos).

"Se ha demostrado que los organismos de decisión
política o administrativa no obedecen al tipo de
comportamiento altruista que postuló, con cierta
ingenuidad, el intervencionismo económico del siglo
XX".

El Neoliberalismo como ideología
Política:

El postulado principal del Neoliberalismo es que la
competencia pone a funcionar hasta el tope las energías
latentes en los individuos que conforman el todo social, y
así la extrema movilidad que se genera, tras una etapa
dolorosa de ajustes, provoca una sociedad de bienestar. Para que
este postulado se realice, el Estado no puede sobre proteger al
pueblo: el populismo o la planificación central mantienen
al pueblo en perpetua minoridad; al atrofiarle la iniciativa y la
responsabilidad lo mantienen no sólo improductivo para la
sociedad sino débil y carente de valor a sus propios
ojos.

"El liberalismo económico defiende el mercado
como instrumento productivo: para asignar los recursos escasos de
la sociedad a sus usos o empleos alternativos a través de
los precios libre, porque se respeta de ésta manera las
prioridades de la gente en esas asignaciones, y no se imponen las
de los elencos políticos y burocracia.

Como los precios (libres) de los productos finales son
espejo en el cual los criterios de valorización de la
gente se reflejan de manera directa e inmediata, el liberalismo
económico defiende también en principio al mercado
como instrumento distributivo del producto social; porque es
menos imperfecto que los instrumentos estatales. También
sus criterios de distribución reflejan – aunque
indirectamente – las preferencias, valorizaciones y prioridades
de la gente: los precios de los bienes y servicios finales
determinan los precios de los factores – entre ellos el trabajo
-; y estos a su vez determinan sus ingresos, que constituyen la
vía de distribución del mercado. Los instrumentos
estatales de distribución del ingreso en cambio se prestan
– no siempre inevitablemente – a diferentes formas de
distorsión y corrupción. Entre ellas, la de ser
distribuidos o negados en función de criterios
discriminatorios".

Igual que la nación tiene que salir al mercado
del mundo, el pueblo debe salir también al mercado
nacional pagando los servicios y el consumo en su valor real y
sometiéndose todos al mercado de trabajo. Tampoco el
Estado puede sobreprotegerse a sí mismo y entrar en el
mercado como si fuera una corporación privada. El Estado
es público; su función sería crear
condiciones para que funcione el mercado y velar porque no se
alteren. Su finalidad es velar por el bien común, no
realizarlo. Ese bien lo realizan los ciudadanos a través
de las organizaciones económicas en la concurrencia del
mercado.

El Neoliberalismo como propuesta
económica:

El Neoliberalismo es una doctrina filosófica que
tiene ramificaciones en todos los campos de las ciencias
sociales. Los neoliberales se dedican a ensalzar la competencia
capitalista, afirmando que el mecanismo de esta última
garantiza automáticamente las mejores condiciones para la
evolución de las fuerzas productivas.

"Una peculiaridad del Neoliberalismo es que combina la
exaltación de la libre competencia y de la
restauración automática del equilibrio con el
reconocimiento de la necesidad de la intromisión del
Estado en la economía. Lo peculiar de esta
argumentación reside en que la defensa de la
intervención del Estado en la economía se presenta
como una lucha por la libre competencia".

La argumentación del Neoliberalismo es que la
libre competencia es el estado ideal de la economía, pero
no siempre puede ponerse en vigor, porque los monopolios la
contrarrestan. Esta reacción puede ser superada y la libre
competencia puede ser restablecida tan sólo aplicando una
serie de medidas de política económica.

La teoría de los neoliberales se basa, en forma
enmascarada, en la idea del papel decisivo del Estado en la
economía, es decir, el rol del Estado debe ser el de
promover la libre competencia.

Características del Neoliberalismo
Económico

Según el escritor venezolano Fernando Salas
Falcón:

  • Defienden un mercado altamente
    competitivo.

  • Aceptan la intervención del Estado en la
    economía, como árbitro o promovedor de la libre
    competencia.

  • Se oponen al acaparamiento y a la
    especulación.

  • Se oponen a la formación de monopolios y
    oligopolios

  • Se oponen a la fijación compulsiva de
    salarios por el Estado.

  • Rechazan la regulación de precios por el
    Estado, ya que deben fijarse en base a la relación
    oferta/demanda.

  • Se oponen a la creación compulsiva de
    empleo.

  • Se oponen al gasto público
    burocrático.

  • Defienden el libre comercio
    internacional.

  • Defienden la libertad de contratación del
    trabajo y la libre movilidad de los factores de
    producción.

El Neoliberalismo como Propuesta
Antropológica

Detrás del objetivo de la sociedad de bienestar
hay una propuesta antropológica que está siendo
internalizada en los ambientes ganados por el Neoliberalismo. En
términos éticos suena así: "lo moralmente
bueno, lo que debe procurarse como bien para sí mismo y
para la sociedad es producir (aumentar la productividad,
cualificarse, rendir al máximo de las posibilidades),
consumir (comprar las marcas más prestigiosas, exigir
calidad, acceder según las preferencias a lo que se
propone como deseable) y exigir los propios derechos Lo
demás debe dejarse a los que gerencian la sociedad (el
Estado, los Medios de Comunicación Social…). Es
completamente disfuncional para la sociedad y desestabiliza y
frustra a la persona el que se preocupe del todo social, de la
suerte de los pobres. En todo caso, si a alguien le inquieta
esto, que se deje de elucubrar o pretender; que deje, pues, lo
que se llama política, y que se meta pues a cualquier
asociación benéfica, privada, por supuesto: se
sentirá bien, empleará su tiempo libre y no
causará problemas a su relación con el todo social
ni a la sociedad como todo".

En este esquema nada convoca personalmente a los
ciudadanos; estos no son llamados como cuerpo social a nada que
los trascienda. En rigor la sociedad no existe como campo
posibilitante de las preferencias de cada cual. La idea de la
humanidad como cuerpo social que se propone fines carece
totalmente de sentido. "De ahí el refugio en la familia
como pequeña tribu o el resurgimiento de lo étnico,
la tribu grande, como restos de sentido o lugares de
reunión". Pero este cultivo en las raíces, sin
proyección trascendente, amenaza con convertirse en un
egoísmo colectivo.

Lo que encubre el Neoliberalismo

Se tildó al Neoliberalismo de ideológico,
porque encubría lo que es: economía
política. Proclamar el fin de la política es su
modo de hacer política. Con esta consigna han conseguido
convencer a los políticos y tomar los Estados, y con ella
someten al pueblo al convencerle del carácter inexorable
de sus propuestas. El Neoliberalismo ha sido tremendamente
exitoso como proyecto político. Y la consecuencia de tomar
el Estado no ha sido disminuirlo, por el contrario, lo han
empleado a fondo para cambiar las estructuras, resistiendo
tremendas presiones.

Y ni en el aspecto económico lo han disminuido;
han retirado los recursos de la subvención de servicios
para canalizarlos al capital financiero, a la reconversión
industrial y al mantenimiento del sistema. Tampoco se ha
abandonado el proteccionismo: la compra de importantes empresas o
más aun de grupos enteros por parte de transnacionales
extranjeras es en los países centrales una decisión
política, en el sentido estricto de que está en
manos del Estado, en tanto para nuestros países se predica
la apertura irrestricta, la completa
transnacionalización.

EL IMPERALISMO

El origen del imperialismo se remonta a la
antigüedad y ha adoptado distintos modelos a lo largo de la
historia, siendo algunos de ellos más frecuentes que otros
dentro de un periodo histórico concreto. En el mundo
antiguo la práctica del imperialismo daba como resultado
una serie de grandes imperios que surgían cuando un
pueblo, que generalmente representaba a una determinada
civilización y religión, intentaba dominar a todos
los demás creando un sistema de control unificado. El
imperio de Alejandro Magno y el Imperio romano son destacados
ejemplos de esta modalidad.

Por el contrario, el imperialismo europeo de comienzos
de la era moderna (1400-1750) se caracterizaba por ser una
expansión colonial en territorios de ultramar. No se
trataba de un país que intentaba unificar el mundo sino de
muchas naciones que competían por establecer su control
sobre el sur y sureste de Asia y el continente americano. Los
sistemas imperialistas se estructuraron de acuerdo con la
doctrina del mercantilismo: cada metrópoli procuraba
controlar el comercio de sus colonias para monopolizar los
beneficios obtenidos.

A mediados del siglo XIX apareció otra variante,
el imperialismo del librecambio. Esta modalidad perduró en
este periodo pese a que el mercantilismo y la creación de
imperios oficiales estaba disminuyendo de forma significativa. El
poder y la influencia de Europa, y sobre todo de Gran
Bretaña, se habían extendido de manera oficiosa,
esto es, haciendo uso de vías diplomáticas y medios
económicos, en lugar de seguir canales oficiales como la
creación de colonias. Sin embargo, el imperialismo basado
en el librecambio desapareció pronto: hacia finales del
siglo XIX las potencias europeas habían vuelto a practicar
el imperialismo consistente en la anexión territorial,
expandiéndose en África, Asia y el
Pacífico.

Desde que terminó la II Guerra Mundial y la
mayoría de los imperios reconocidos se disolvieron, ha
prevalecido lo que podríamos calificar como el moderno
imperialismo económico, donde el dominio no se manifiesta
de manera oficial. Por ejemplo, Estados Unidos ejerce un
considerable control sobre determinadas naciones del Tercer Mundo
debido a su poder económico y su influencia en algunas
organizaciones financieras internacionales, tales como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Del mismo modo,
las potencias europeas han seguido interviniendo de forma
significativa en la vida política y económica de
sus antiguas colonias, por lo que han sido acusadas de practicar
el neocolonialismo, que consiste en ejercer la soberanía
de una nación sin que exista un gobierno colonial
oficial.

Justificaciones del imperialismo

Las razones por las cuales los estados han aspirado a
crear imperios a lo largo de la historia son de diversa
índole, y podrían clasificarse, en términos
generales, dentro de tres grupos: económicas,
políticas e ideológicas. Asimismo, pueden
distinguirse diversas teorías en razón del elemento
al que se dé más relevancia.

Los móviles económicos

Los intereses económicos son los más
habituales cuando se trata de explicar este fenómeno. Los
defensores de esta concepción sostienen que las naciones
se ven impelidas a dominar a otras para expandir su
economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para
dar salida a los excedentes del capital y producción. La
teoría más notable que vincula el imperialismo con
el capitalismo es la de Karl Marx. Lenin, por ejemplo,
consideraba que la expansión europea del siglo XIX era la
consecuencia inevitable de la necesidad de las economías
capitalistas europeas de exportar su excedente de capital. Del
mismo modo, los marxistas contemporáneos explican la
expansión de Estados Unidos en el Tercer Mundo
basándose en imperativos económicos.

Los móviles políticos

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