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La composición textual. Énfasis en el proceso y no en el producto



  1. La
    Planificación Textual
  2. La
    Textualización
  3. La
    Revisión Textual
  4. Referencias

En nuestro país en el caso de la escritura se ha
concedido mayor importancia al producto final del acto de
escribir, en perjuicio del proceso. De hecho, tal idea (o tal
práctica) ha estado muy arraigada en la llamada escuela
tradicional, en la que el docente corrige los aspectos formales
de ese producto o texto que el alumno realiza, los aspectos
ortográficos en primer lugar. No debe soslayarse en modo
alguno el hecho de que durante muchas décadas
enseñar lengua consistía prácticamente en
enseñar gramática.

Mata (1997) reafirma lo planteado en el párrafo
anterior. Sostiene que acerca de la composición escrita se
han adoptado distintas perspectivas, una de las cuales se basa en
la evaluación de las composiciones, quizás la
perspectiva más antigua y desarrollada. Desde esta
visión, lo más importante es el producto y dicha
evaluación se realiza sobre la base de dos aspectos: la
microestructura y la macroestructura.

En el aspecto microestructural, el texto se considera un
símbolo escrito, en consecuencia se analizan los aspectos
formales del mismo: ortografía, formación de signos
(letras, palabras), emergencia de mensajes escritos. En el
aspecto macroestructural, por su parte, se analiza la estructura
textual desde la óptica de la cohesión, entendida
ésta como una de las propiedades textuales más
importantes sustentada en la relación de significados de
un texto.

Ahora bien, si lo que se busca es formar un escritor
verdaderamente competente, consciente de la necesidad de tener
conocimiento del mundo, de la lengua y del contexto para
comprender y producir un texto tal como lo establece
Sánchez (1994), capaz de reflexionar acerca de lo que va a
escribir y de cómo lo va a organizar, tomando en cuenta a
la audiencia de ese texto y la función comunicativa del
mismo, hay que darle la vuelta a este asunto, enfatizando en el
proceso (en los procesos psicológicos implicados en la
composición) y no en ese producto final que no permite un
conocimiento real del proceso.

Para Fraca (2003), el proceso de la composición
textual representa una actividad intelectual estratégica
que se efectúa o realiza a través de un instrumento
que sirve para registrar y comunicar al otro o a los otros una
visión particular del mundo (un sistema de valores y
creencias) y que se produce en textos con fines
específicos, textos que a su vez se corresponden con
contextos particulares, allí está el caso del
contexto académico, por ejemplo. Se define como una
actividad intelectual estratégica porque necesariamente
implica la manifestación de ideas y el uso de estrategias
cognoscitivas de distintos niveles de complejidad.

Según Díaz (2004), otro autor consultado,
la producción escrita es un proceso cognitivo de una
altísima complejidad mediante el cual la persona traduce
sus distintas representaciones mentales: ideas, pensamientos,
sentimientos e impresiones en un discurso coherente. De igual
forma, destaca que un docente competente tanto en la lectura como
en la escritura, puede disponer de mayores y mejores recursos
culturales, verbales, cognitivos e intelectuales, lo cual
tendrá un impacto en el ámbito de la
enseñanza.

Como se sabe, una de las acepciones del término
"proceso", se relaciona con un conjunto de fases sucesivas de un
fenómeno natural o de una operación artificial.
Así se manifiesta en el Diccionario de la Lengua
Española, de la Real Academia Española de la Lengua
(2001) Esta acepción resulta interesante porque implica
gradación, desarrollo paulatino y progresivo, es decir, ir
de menos a más. Por tanto, si concebimos que la escritura
(o la redacción o el acto de escribir o la
composición textual) es un proceso, necesariamente se
deben considerar las fases (o etapas) que lo
conforman.

Antes de explicar en qué consisten dichas fases o
etapas, resulta importante señalar que la visión de
la escritura como un proceso fue propuesta por los
psicólogos estadounidenses Flower y Hayes (1996). Dicha
propuesta data de la década de los años "70, cuando
en los Estados Unidos se empezaron a realizar investigaciones
sobre la producción escrita. En estas investigaciones, se
estudió lo que hacían los escritores antes, durante
y después de producir un texto. Se trataba, en suma, de
analizar cada uno de los pasos que acomete el escritor durante la
composición de un texto, en virtud de la cantidad de
estrategias o habilidades cognitivas que están presentes
en la escritura.

En este sentido, para Mata (1997), los modelos
cognitivos –y allí está incluido el de Flower
y Hayes- son los que explican más adecuadamente el proceso
de composición textual y, fundamentalmente, los que mejor
ponen de manifiesto los componentes cognitivos del
proceso.

En lo atinente al modelo de Flower y Hayes (1996) la
composición textual se asume como un proceso de
resolución de problemas, en cuyo desarrollo quien escribe
pone en práctica procedimientos de planificación,
análisis e inferencia. Además, en la misma
estructura de este modelo se diferencian tres unidades claramente
establecidas: la memoria a largo plazo, el contexto o ambiente de
la tarea y los procesos de pensamiento que configuran el proceso
de escritura. En esta última unidad se incluyen las fases
del proceso: planificación, textualización y
revisión, etapas susceptibles de recibir distintas
denominaciones.

La memoria a largo plazo se concibe como una especie de
almacén, de depósito de conocimientos que el
escritor recupera y trae al momento presente al componer un
texto. Tales conocimientos se relacionan con contenidos
inherentes a tópicos específicos, con los
diferentes tipos de textos existentes que quien escribe conoce y
con el destinatario o la audiencia de lo que se
escribe.

El contexto o ambiente que rodea la tarea, como su mismo
nombre lo indica, condiciona lo que se escribe. Piénsese,
por ejemplo, en el examen de desarrollo escrito propio de los
denominados contextos académicos, el cual está
limitado espacial y temporalmente, aspectos que deben ser tomados
en consideración por quien presenta una prueba de este
tipo. Mata (1997) estima que el contexto que rodea la tarea
plantea al escritor distintos problemas: la intención del
escritor, el destinatario o los destinatarios a los que se
dirige, el tema tratado y el mismo texto producido.

Volviendo al tema de la escritura como proceso, es
posible estructurarlo en tres fases (o etapas):
planificación (preescritura), textualización
(escritura o traducción) y revisión (reescritura).
Pero hay que aclarar que no se trata de un proceso exclusivamente
lineal. Ahondemos un poco a este respecto.

Los autores de la presente investigación destacan
que quien planifica un texto bien sea a través de un
esquema o haciendo una lista de las ideas más relevantes
que éste debe contener, está textualizando y
paralelamente también revisa. Luego, al pasar a la segunda
fase o etapa del proceso, lo que se busca es ejecutar el plan
realizado, pero se pueden incorporar nuevos elementos, lo que
indica que se ha evaluado o revisado lo que se tenía
escrito hasta el momento. Y, finalmente, al llegar a la
revisión del texto, se coteja si lo redactado se
corresponde con lo que se planificó en un primer momento,
si se ha dicho lo que se quiso decir.

De manera tal que a través de esta sencilla
explicación, queda claro que no se trata de un proceso
estrictamente lineal, sino que muy por el contrario sus fases o
etapas se relacionan entre sí. En este orden de ideas,
Creme y Lea (2003) atinan al puntualizar que escribir equivale a
moverse generalmente en círculos, ya que siempre se
está regresando al origen, al punto de partida del
texto.

En palabras de Prado (2004), se trata de fases o etapas
interactivas y recursivas, puesto que una de ellas puede poner en
marcha o hasta modificar a otra fase o etapa del proceso. Esto se
evidencia en el gráfico siguiente.

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Gráfico 1. Relaciones
establecidas entre las fases (o etapas) del proceso de
composición textual
. (Figueroa y Simón,
2009)

La
Planificación Textual

En cuanto a la primera fase de dicho proceso, la
planificación (o preescritura) es concebida por
Montolío (2002) como un acto de reflexión que
ocurre antes de que el individuo proceda a escribir el texto y
que muchas veces es omitida por los llamados escritores novatos o
inexpertos al estimarla innecesaria, debido a la tendencia
generalizada y extendida según la cual los escritos se
redactan casi en una sola sentada y de una sola vez.

De hecho Figueroa y Simón (2007), en una
investigación anterior, encontraron que de los
conocimientos requeridos para la comprensión y la
producción textuales (del mundo o del tema, de la lengua y
del contexto), el que menos atención parece recibir por
parte de los estudiantes es el contextual, orientado
fundamentalmente a establecer el por qué, el para
qué y el para quién (el destinatario, la audiencia)
de lo que se escribe, justamente aspectos que se deben contemplar
a la hora de planificar un texto. No extraña, entonces,
que esta primera fase del proceso de composición textual
sea omitida por quien redacta un escrito. Seguidamente se
presenta un gráfico en el cual se muestran los
conocimientos que un usuario de la lengua requiere para la
comprensión y la producción textual (CNPC y
PT).

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Gráfico 2.
Conocimientos necesarios para la comprensión y la
producción textual.

(Figueroa y Simón
2009)

Prosigue Montolío (2002) destacando que en el
marco de la planificación, quien vaya a escribir debe
considerar los objetivos del escrito, para qué se escribe
el texto, qué circunstancias rodean la producción
del texto y cuáles son las características de la
situación comunicativa (el contexto) en la que se escribe.
Otros elementos que se deben tomar en cuenta al momento de hacer
una planificación son los siguientes:
características de la audiencia, del destinatario de ese
texto: sus conocimientos, su edad, sus intereses, su
ideología o sistema de creencias, entre otros
aspectos.

Por su parte, para Pérez (1999) la
planificación posibilita anticiparse a los acontecimientos
y a las circunstancias, implica la posibilidad de prever todos
los recursos pues se trata prácticamente de un
método para actuar sobre la realidad que se emplea en casi
todas las instancias de la vida.

Sin embargo, en el caso concreto de la
composición de un texto, para redactar hay que planificar
el contenido del texto escrito, hacer un esbozo o esquema (una
especie de borrador) de ese contenido, de los distintos aspectos
a tratar, o lo que es lo mismo en palabras de la autora,
estructurar el texto.

En consecuencia, para la planificación debe
dominarse el tema, conocer sus alcances y limitaciones, saber
seleccionar y organizar el material, las ideas, los hechos, las
observaciones con el que reconstruirá o compondrá
el texto, para luego decidir qué elementos se
utilizarán y en qué orden. Se cumple así la
fase o etapa de qué decir.

Estas opiniones resultan, al menos interesantes, pues
parece que desde esta perspectiva la planificación
sólo tiene que ver con el contenido del texto que se va a
elaborar, sin tomar en cuenta la estructura del mismo. Tal
afirmación coincide con los planteamientos de
Sánchez (2002), quien afirma que cuando se está
redactando un texto, la atención del escritor tiende a
centrarse en el contenido (en el llamado conocimiento del mundo o
del tema por denominarlo de algún modo), descuidando la
forma y la estructura.

Los señalamientos de Pérez (1999)
disienten de los de Montolío (2002), para quien los
géneros textuales constituyen un aspecto a ser tomado muy
en cuenta por aquel que va a planificar un texto, pues un examen,
un taller o un informe monográfico, por sólo citar
algunos casos de textos producidos en entornos académicos,
representan unidades textuales muy diferentes. En este sentido,
los autores de la presente investigación consideran que
quien planifica un texto debería atender
simultáneamente tanto al contenido como a la estructura
del mismo.

Fraca (2003) se pregunta cómo se realiza el
proceso de composición textual, es decir, cómo una
persona escribe y organiza sus textos. Para dar respuesta a este
interrogante, la autora antes citada habla de un total de siete
etapas. Una de ellas se corresponde con la planificación
del texto, la cual tiene por objetivo final la elaboración
del plan o esquema del mismo. Este plan o esquema textual
debería contener tanto la superestructura (esquema general
del texto) como la macroestructura (contenido del
texto).

Antes de la planificación textual, Fraca (2003)
habla de la determinación del propósito de la
escritura (porqué y para qué se escribe) y de la
toma de conciencia de la audiencia (para quién se
escribe).

Se contemplarán ahora los señalamientos
hechos por Mata (1997). De acuerdo con este autor, en la fase o
etapa de planificación se distinguen los siguientes
sub-procesos: génesis de las ideas vinculadas con lo que
se va a escribir, organización de dichas ideas en un plan
que regulará u orientará la fase o etapa de
textualización o traducción y el establecimiento de
los objetivos de la escritura.

De igual modo, destaca que existen dos tipos de planes:
una planificación referida a lo procesual, es decir, a la
forma de realizar el proceso (hay personas que planifican
haciendo un esquema y hay otras que lo que hacen es registrar las
ideas más importantes que deben encontrarse en el texto) y
una planificación de contenido, según la cual se
transforman las ideas contempladas en un primer momento en texto
escrito.

Como puede apreciarse, palabras más, palabras
menos, hay consenso entre los autores consultados en cuanto a la
relevancia de la fase o etapa de la planificación textual.
De su puesta en práctica depende, casi, el éxito
del proceso.

La
Textualización

En lo atinente a esta segunda fase del proceso de
composición textual, García (2006), sostiene que en
la misma se realiza el plan elaborado en la etapa anterior,
así como la representación jerárquica de
ideas y objetivos. Consiste en dar cuerpo al escrito, quien
escribe o textualiza pone en práctica sus competencias
lingüística y pragmática: el escritor tiene
que atender a la coherencia temática del escrito, a la
armonía estilística, a la ortografía, a la
puntuación, a la sintaxis impecable, a los vocablos
precisos, a los títulos adecuados, a las reglas de
concordancia y a la estructuración del texto y de los
mismos párrafos.

Como puede verse, la autora mencionada expresa que en la
textualización se realiza y se ejecuta el plan o esquema
diseñado en la planificación. No obstante, los
autores de la presente investigación estiman conveniente
introducir ciertos matices, pues consideran que el texto
producido en la segunda fase del proceso, puede no reflejar del
todo la planificación realizada, en virtud de que se le
pueden introducir modificaciones producto de su revisión y
relectura. Por tanto, lo que se quiere significar es que, en modo
alguno, el esquema o plan de trabajo producto de esta primera
etapa puede tener un carácter absolutamente inflexible o
rígido. Ya se ha manifestado con antelación que se
trata de fases o etapas no lineales, sino más bien de
carácter recurrente.

Por su parte, en cuanto a la redacción, Fraca
(2003) estima que quien escribe va leyendo y comprobando con lo
que se ha planificado previamente y tratando de relacionar o
vincular lo que se ha escrito con lo que viene. Además, al
redactar se recurre a estrategias y recursos de apoyo, tales
como: diccionarios, el mismo profesor si se está haciendo
un ejercicio determinado en clase, por ejemplo,
gramáticas, listas de preposiciones y conectores, entre
otras posibilidades. Precisamente, ésta es una
característica muy relevante presente en el perfil del
escritor competente (Cassany y otros, 1994).

Según las investigaciones de Mata (1997), la fase
o etapa de textualización, la cual recibe otras
denominaciones: traducción, transcripción,
consistiría en traducir ideas en un lenguaje visible
(forma lingüística). La textualización implica
pasar de una organización semántica jerarquizada
(en la mente, en el caso del escritor competente o con un alto
grado de "pericia" en lo referente a la comprensión y la
producción textuales) a una organización lineal (en
la hoja de papel o en la pantalla de un computador). Este hecho
requiere del cumplimiento de distintas exigencias
perceptivo-motoras (ejecución gráfica de las
letras) y cognitivo-lingüísticas (elección de
las palabras, formación de las oraciones,
etc.).

Parra (1999) y Prado (2004) coinciden con Mata (1997),
al afirmar que en esta etapa, la más compleja del proceso,
el escritor transforma ese esquema planificado en lenguaje
comprensible para el lector. De hecho, Prado (2004) habla de la
transformación del plan o esquema anterior en un discurso
verbal gráfico y lineal, el cual debe estar estructurado
sobre la base de un tipo de texto particular, que respete las
normas lingüísticas y gráficas, así
como las propiedades textuales que garanticen la comprensibilidad
de lo escrito (coherencia, cohesión, superestructura,
macroestructura, adecuación, entre otras).

La
Revisión Textual

Como ya se ha dicho, la tercera fase del proceso de
composición textual se denomina revisión. De
acuerdo con Pérez (1999), releer el texto constituye una
estrategia que ayuda al autor a conservar el sentido global de lo
que se escribe, a desarrollar y a expandir las ideas iniciales
que están presentes en el texto, a observar su
disposición o estructura y a definir el contenido final de
la redacción. Por consiguiente, revisar es evaluar, porque
facilita cotejar si las ideas expuestas concuerdan con el plan
que ha sido trazado o si se ha realizado algún tipo de
modificación. Según esta autora, entre los aspectos
que se deben tomar en cuenta a la hora de revisar el texto, se
encuentran los siguientes: la fluidez de las ideas, la
articulación de los párrafos, comprobar si el nivel
de lenguaje es el adecuado, entre otros.

Para García (2006), se revisa para estar seguro
de lo que se escribió, para tener la certeza de que se
está transmitiendo, con el texto, lo que se
pretendía comunicar. En otras palabras: para efectivamente
decir lo que se quiso decir. En la revisión del texto hay
que considerar los siguientes elementos: el contenido, la
pertinencia informativa, las ambigüedades, la
adecuación del contexto, los aspectos sintácticos,
la longitud de las frases y de los párrafos, los incisos,
los tiempos verbales y el léxico

En este orden de ideas, Fraca (2003) ubica a la
revisión como la última de las siete etapas que
establece como parte del proceso de composición textual.
En dicha etapa, hay una profunda interrelación entre el
escritor y el lector, el cual ha puesto en práctica con
anterioridad una serie de estrategias de metaescritura, con la
finalidad de verificar si el texto cumple con los requisitos
establecidos y con la planificación previa. Además,
afirma que lo que se persigue es una evaluación del texto
incluso en la medida en que éste se va
escribiendo.

Cabe destacar que para esta autora el conocimiento
reflexivo o metaescriturario es muy relevante para el proceso de
composición textual. La metaescritura tiene que ver con el
conocimiento y la habilidad para determinar el objetivo de la
escritura y establecer la audiencia, para observar y regular el
propio proceso de escribir y también para evaluar y
revisar el resultado final y saber si hay que dejar las cosas
así o si hay que implementar algún tipo de cambio o
modificación que amerite la reescritura del
texto.

Como puede observarse, para Fraca (2009) la
metaescritura forma parte de lo que ha denominado
"didáctica estratégica", entendida como el conjunto
de acciones que un docente pone en práctica en el
ámbito pedagógico para enseñar y aprender a
aprender de manera permanente y autónoma.

Volviendo al tema de la revisión, Sánchez
(2002) también reconoce la significación de esta
etapa, pues facilita detectar errores de todo tipo y posibilita
centrar la mirada en la forma y en la estructura del texto,
además del contenido. Habla del "hábito de someter
a examen la propia escritura" (p.6) y expresa que la
investigación psicolingüística de los
últimos años ha demostrado que los escritores
competentes revisan constantemente lo que redactan. En este
punto, hay concordancia con lo expresado por Cassany y otros
(1994) en el perfil del escritor competente.

Por su parte, Lardone y Andruetto (2003) estiman que
después de escribir el texto la revisión puede
ocasionar la reescritura del mismo. Destacan que al revisar se
comprueba si la palabra escrita expresa con precisión lo
que el pensamiento desea.

Según Mata (1997) la revisión incluye dos
aspectos: la evaluación del resultado, en función
de los objetivos de la comunicación determinados al
planificar, y de la coherencia del contenido, según el
esquema retórico establecido en un principio (si la
planificación ha sido montada sobre la base de un
esquema). Igualmente, en la revisión se debe corregir (o
reescribir) lo producido, si los resultados de la
evaluación de la cual se habló anteriormente no son
satisfactorios o los esperados. Abiertamente se reconoce que dado
el carácter recursivo del modelo de Flower y Hayes (1996),
la revisión no constituye una fase o etapa final del
proceso de composición textual, sino que se encuentra en
todas las fases y niveles de organización del mismo, tal
como se muestra en el primer gráfico presentado. En
consecuencia, un escritor verdaderamente competente evalúa
su escrito durante y al final del proceso.

Se culmina el apartado de la revisión,
presentando dos citas provenientes del mundo de la literatura,
pero que bien pueden extenderse al asunto aquí tratado. En
primer lugar, el novelista peruano Alonso Cueto le confiesa al
periodista E. Sánchez (2007), que el escritor siempre debe
escribir acompañado, ya que escribir es una actividad muy
solitaria y de alguna forma se tiene que hacer con otros.
Prosigue el autor de El susurro de la mujer ballena
destacando que esa relación del que escribe con otras
personas es sumamente útil, puesto que se obtienen otras
miradas sobre el trabajo, aunque al final las mismas se puedan
aceptar o desechar.

En segundo lugar, se quiere resaltar el comentario de
Rómulo Gallegos aparecido en una carta de la novela
Falke, cuyo autor es Federico Vegas y que data del
año 2005. Según las impresiones del novelista
venezolano, se debe dejar pasar un tiempo antes de hacer una
segunda lectura de un texto, pues se trata de una práctica
que conviene a toda escritura. Esta segunda lectura
permitiría descubrir terribles errores de sintaxis,
así como páginas enteras que parecen escritas por
alguien que puede resultar hasta ajeno. Remata recomendando que
hay que revisar los textos con calma, sin prisa y sin
rencor.

Los autores de la presente investigación
suscriben lo expuesto en la literatura especializada, ya que la
fase de revisión es susceptible de ser implementada
durante el mismo proceso de composición y una vez que
éste concluye. De igual modo, dicha fase puede ser llevada
a cabo por la misma persona que redactó el texto o por
algún "revisor externo", un tanto ajeno al proceso de
composición. El "revisor externo" es lo que Creme y Lea
(2003) y Fraca (2009) denominan el "amigo crítico" y el
"lector corrector" respectivamente.

En relación con lo afirmado en el párrafo
anterior, siguiendo a Serafini (1993), se considera que el
distanciamiento del texto, tanto de carácter temporal como
del mismo autor, reviste gran importancia, pues contribuye a la
realización de una evaluación mucho más
objetiva, rigurosa y reposada del producto de la escritura, tanto
en el aspecto del contenido como en el de la forma. No se
recomienda, por tanto, revisar o evaluar el texto inmediatamente
después de que éste ha sido escrito, a veces
resulta apropiado dejar "reposar" dicho texto, con todo lo que
ello implica.

Asimismo, en ocasiones, hay que solicitar que otras
personas sometan a prueba y evalúen el texto escrito, pues
quien lo ha redactado lo ha leído en tantas oportunidades,
que ya no está en capacidad de detectar en él
algún tipo de error o insuficiencia que pueda afectar su
contenido o estructura. Estas informaciones se condensan en el
siguiente gráfico.

Gráfico 3. La
importancia del distanciamiento en la fase de
revisión
. (Figueroa y Simón
2009)

En definitiva, la revisión es tan relevante y
necesaria como las otras fases del proceso de composición
textual, pues permite evidenciar excesos o vacíos de
contenido, confirmar su adecuación con la
información que en realidad se desea transmitir,
así como la intencionalidad y la audiencia para la cual va
destinado el mensaje.

Referencias

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Enseñar lengua. España: Editorial
Graó.

Cassany, D. (1999). Construir la escritura.
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Creme, P. y Lea, M. (2003). Escribir en la
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Libertador.

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experiencia con estudiantes del Instituto Pedagógico de
Caracas acerca de los conocimientos necesarios para la
comprensión y la producción textual.
Ponencia
presentada en el V Congreso Nacional de Investigaciones
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Perú.

Flower, L. y Hayes, J. (1996). Teoría de la
redacción como proceso cognitivo
. Textos en contexto.
Buenos Aires-Argentina.

Fraca, L. (2003). Pedagogía integradora en el
aula. Teoría, práctica y evaluación de
estrategias de adquisición de competencias cognitivas y
lingüísticas para el empleo efectivo de la lengua
materna oral y escrita
. Caracas: Los Libros de El
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Fraca, L. (2009). Discurso de incorporación como
individuo de número de Doña Lucía Fraca de
Barrera a la Academia Venezolana de la Lengua.
Contestación del académico Don Horacio Biord
Castillo. Caracas: Academia Venezolana de la Lengua.

García, R. (2006). La construcción de
reseñas mediante la aplicación de estrategias de
composición en estudiantes de Educación Integral
del Instituto Universitario Pedagógico "Monseñor
Rafael Arias Blanco".
Trabajo de grado de
especialización no publicado, Instituto Pedagógico
de Caracas, Caracas.

Lardone, L. y Andruetto, M. (2003). La
construcción del taller de escritura: En la escuela, en la
biblioteca, en el club
. Rosario, Argentina: Homo Sapiens
Ediciones.

Mata, F. (1997). Dificultades en el aprendizaje de
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didáctica
. Málaga: Editorial
Aljibe.

Montolío, E. (2002). Manual práctico
de escritura académica. Volúmenes II y III
.
Barcelona: Ariel.

Parra, M. (1999). Cómo se produce el texto
escrito
. Cooperativa Editorial Magisterio.

Pérez, E. (1999). El arte de escribir.
Caracas: Editorial Ateproca.

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literatura para educar en el siglo XXI.
Madrid: Editorial La
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. Tomo 8. (22ª.ed.).
España: Autor.

Sánchez, E. (2007). Escribir contra la
muerte. Encuentro con Alonso Cueto
. En: El Dominical.
Revista del diario El Comercio. Págs. 6 y 7.
(05/08/07).

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enseña a redactar.
En: Estudios de
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. (César Villegas Compilador).
Caracas: Asovele.

Sánchez, I. (2002). Prácticas de
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. Caracas: Fedupel.

Serafini, M. (1993). Cómo redactar un
tema
. Didáctica de la escritura. Barcelona:
Paidós.

Vegas, F. (2005). Falke. Caracas:
Mondadori.

 

 

Autor:

José Rafael
Simón

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL
LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO DE
CARACAS

[1] Material tomado del trabajo de ascenso
presentado por los profesores Rosa Aura Figueroa y José
Rafael Simón para ascender a la Categoría de
Agregado en el Instituto Pedagógico de Caracas. Dicho
trabajo lleva por título La planificación, la
textualización y la revisión como
metodología para la composición escrita. Una
experiencia con estudiantes del Instituto Pedagógico de
Caracas y fue presentado, defendido y aprobado en el año
2009.

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