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El nacionalismo español (página 2)



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La Dictadura ha sido un poder omnímodo y sin
límites, que no sólo ha operado sin ley ni
responsabilidad, sin norma no ya establecida, pero ni aun
conocida, sino que no se ha circunscrito a la órbita de lo
público, antes bien ha penetrado en el orden
privadísimo brutal y soezmente. Colmo de todo ello es que
no se ha contentado con mandar a pleno y frenético
arbitrio, «sino que aún le ha sobrado holgura de
Poder para insultar líricamente a personas y cosas
colectivas e individuales. No hay punto de la vida
española en que la Dictadura no haya puesto su innoble
mano de sayón. Esa mano ha hecho saltar las puertas de las
cajas de los Bancos, y esa misma mano, de paso, se ha entretenido
en escribir todo género de opiniones estultísimas,
hasta sobre la literatura que los poetas españoles. Claro
que esto último no es de importancia sustantiva, entre
otras cosas porque a los poetas los traían sin cuidado las
opiniones literarias de los dictadores y sus criados; pero lo
cito precisamente como un colmo para que conste y recuerde y
simbolice la abracadabrante y sin par situación por que
hemos pasado. Yo ahora no pretendo agitar la opinión,
sino, al contrario, definir y razonar, que es mi primario deber y
oficio. Por eso eludo recordar aquí, con sus espeluznantes
pelos y señales, los actos más graves de la
Dictadura. Quiero, muy deliberadamente, evitar lo
patético. Aspiro hoy a persuadir y no a conmover. Pero he
tenido que evocar con un mínimum de evidencia lo que la
Dictadura fue. Hoy parece un cuento. Yo necesitaba recordar que
no es un cuento, sino que fue un hecho. Y que a ese hecho
responde el Régimen con el Gobierno Berenguer, cuya
política significa: volvamos tranquilamente a la
normalidad por los medios más normales, hagamos
«como si» aquí no hubiese pasado nada
radicalmente nuevo, sustancialmente anormal. Eso, eso es todo lo
que el Régimen puede ofrecer, en este momento tan
difícil para Europa entera, a los veinte millones de
hombres ya maltraídos de antiguo, después de
haberlos vejado, pisoteado, envilecido y esquilmado durante siete
años. Y, no obstante, pretende, impávido, seguir al
frente de los destinos históricos de esos españoles
y de esta España. Pero no es eso lo peor. Lo peor son los
motivos por los que cree poderse contentar con ofrecer tan
insolente ficción. El Estado tradicional, es decir, la
Monarquía, se ha ido formando un surtido de ideas sobre el
modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que
moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en
política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y
lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los
deberes civiles, que son informales, que a las cuestiones de
derecho y, en general, públicas, presentan una epidermis
córnea. Como mi única misión en esta vida es
decir lo que creo verdad, -y, por supuesto, desdecirme tan pronto
como alguien me demuestre que padecía
equivocación-, no puedo ocultar que esas ideas
sociológicas sobre el español tenidas por su Estado
son, en dosis considerable, ciertas. Bien está, pues, que
la Monarquía piense eso, que lo sepa y cuente con ello;
pero es intolerable que se prevalga de ello. Cuanta mayor verdad
sean, razón de más para que la Monarquía,
responsable ante el Altísimo de nuestros últimos
destinos históricos, se hubiese extenuado, hora por hora,
en corregir tales defectos, excitando la vitalidad
política persiguiendo cuanto fomentase su modorra moral y
su propensión lanuda. No obstante, ha hecho todo lo
contrario. Desde Sagunto, la Monarquía no ha hecho
más que especular sobre los vicios españoles, y su
política ha consistido en aprovecharlos para su exclusiva
comodidad. La frase que en los edificios del Estado
español se ha repetido más veces ésta:
«¡En España no pasa nada!» La cosa es
repugnante, repugnante como para vomitar entera la historia
española de los últimos sesenta años; pero
nadie honradamente podrá negar que la frecuencia de esa
frase es un hecho. He aquí los motivos por los cuales el
Régimen ha creído posible también en esta
ocasión superlativa responder, no más que
decretando esta ficción: Aquí no ha pasado nada.
Esta ficción es el Gobierno Berenguer. Pero esta vez se ha
equivocado. Se trataba de dar largas. Se contaba con que pocos
meses de gobierno emoliente bastarían para hacer olvidar a
la amnesia celtíbera de los siete años de
Dictadura. Por otra parte, del anuncio de elecciones se esperaba
mucho. Entre las ideas sociológicas, nada equivocadas, que
sobre España posee el Régimen actual, está
esa de que los españoles se compran con actas. Por eso ha
usado siempre los comicios –función suprema y como
sacramental de la convivencia civil- con instintos
simonianos

Desde que mi generación asiste a la vida
pública no ha visto en el Estado otro comportamiento que
esa especulación sobre los vicios nacionales. Ese
comportamiento se llama en latín y en buen castellano:
indecencia, indecoro. El Estado en vez de ser inexorable educador
de nuestra raza desmoralizada, no ha hecho más que
arrellanarse en la indecencia nacional. Pero esta vez se ha
equivocado. Este es el error Berenguer. Al cabo de diez meses, la
opinión pública está menos resuelta que
nunca a olvidar la «gran vilt`» que fue la Dictadura.
El Régimen sigue solitario, acordonado como leproso en
lazareto. No hay un hombre hábil que quiera acercarse a
él; actas, carteras, promesas -las cuentas de vidrio
perpetuas-, no han servido esta vez de nada. Al contrario: esta
última ficción colma el vaso. La reacción
indignada de España empieza ahora, precisamente ahora, y
no hace diez meses. España se toma siempre tiempo, el
suyo. Y no vale oponer a lo dicho que el advenimiento de la
Dictadura fue inevitable y, en consecuencia, irresponsable. No
discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de
ellas otro día, porque, en verdad, está aún
hoy el asunto aproximadamente intacto. Para el razonamiento
presentado antes la cuestión es indiferente. Supongamos un
instante que el advenimiento de la dictadura fue inevitable. Pero
esto, ni que decir tiene, no vela lo más mínimo el
hecho de que sus actos después de advenir fueron una
creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa
historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto,
si el Régimen la aceptó obligado, razón de
más para que al terminar se hubiese dicho: Hemos padecido
una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la
unión civil de los españoles se ha roto. La
continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el
Estado español. ¡Españoles: reconstruid
vuestro Estado! Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con
la desastrosa situación, sino todo lo contrario. Quiere
una vez más salir del paso, como si los veinte millones de
españoles estuviésemos ahí para que
él saliese del paso. Busca a alguien que se encargue de la
ficción, que realice la política del
«aquí no ha pasado nada». Encuentra
sólo un general amnistiado".

El régimen autoritario del General Francisco
Franco Bahamonde.[44]

.- Introducción

Monografias.com

En el proceso hacía la guerra, la
Eskerra contribuyó destacadamente a la
radicalización revolucionaria, el PNV colaboró a
ella desde la derecha, y la Lliga, cada vez menos nacionalista,
participó de los esfuerzos y la impotencia de la derecha
para frenar la revolución.[45]

La guerra, a punto de estallar, o, más bien de
recomenzar, tras el asesinato de Calvo Sotelo, iba a tener rasgos
muy complejos. Sería, en primer lugar, una lucha entre
revolución y contrarrevolución, entre una izquierda
mayoritariamente totalitaria y una derecha que había
llegado a ser autoritaria. Sería, asi mismo una guerra
religiosa por la presión exterminadora contra la Iglesia
Católica y porque muchos izquierdistas entendían su
ideología en términos pararreligiosos.
También incluiría una guerra entre las propias
izquierdas, mal sofocada por la lucha contra un enemigo
común. Y sería, en fin, y según Pio Moa, una
pugna entre varias concepciones de España, en la que los
nacionalismos Vasco y Catalán iban a desempeñar un
papel secundario, pero de ningún modo
irrelevante.

Por lo que se refiere a los nacionalismos, han solido
presentar la guerra como un conflicto entre el nacionalismo
español y los nacionalismos vasco y catalán, como
una guerra contra "Catalunya y Euskadi". Ello concuerda con las
doctrinas nacionalistas, pero no con las pruebas
históricas. Ni Cataluña ni Vasconia lucharon como
tales contra el resto de España, sino como parte de uno u
otro bando enfrentados. Y ni aún así los vascos o
catalanes defendieron una política, pues se hallaban tan
divididos como el resto de los españoles.

Tras unos cuarenta años de empeñada labor,
ambos nacionalismos habían creado un ambiente popular
propicio, aunque bastante superficial y alejado de sus
aspiraciones, según siempre este autor. La mayoría
de los votantes del PNV y de Ezkerra no asumían ni
conocían siquiera las doctrinas partidistas. Más
bien expresaban un sentimiento de orgullo por pertenecer a una
Región concreta muy abonado por dichos partidos con el
combinado típico de narcisismo y victimismo, al modo como
el obrerismo comunista o socialista arrastraba a muchos obreros
desconocedores o desinteresados de las doctrinas marxistas, pero
persuadidos de que tales partidos defendían sus intereses
inmediatos y su dignidad personal. Como habían demostrado
los hechos de octubre, el grupo de Companys y la vasta
mayoría de los catalanes tenían ideas muy dispares
sobre Cataluña. Y los motivos de los votantes del PNV iban
desde la religión hasta el separatismo racista, pasando
por el simple recelo ante posibles abusos
centralistas.

Llama la atención, en otro sentido y según
Pio Moa, el casi nulo esfuerzo de sabinianos y pratistas por
desarrollar, no digamos criticar, las doctrinas de sus
fundadores. Sus adeptos las consideraban cuerpos doctrinales
cerrados limitándose a acentuar tal o cual punto de ellos
según la oportunidad. Así, también, los
marxistas y anarquistas hispanos, que no aportaron nada a sus
teorías; si bien no precisa comentario la distancia
intelectual entre un Marx y hasta un Bakunin, y un Arana o un
Prat de la Riba.

Tampoco dichos creyentes habían tenido que
trabajar mucho rebatiendo a un nacionalismo español de
líneas poco definidas. Les bastaba con la permanente
desvalorización y el desprecio a España o a
Castilla, porque el nacionalismo español tuvo
manifestaciones variadas y hasta opuestas, bastante alejadas del
cuerpo doctrinal como el sabiniano o el pratense. Se ha
señalado a menudo, la escasez de estudios sobre el
nacionalismo español, cosa explicable en parte por esa
razón.

Hay otra obviedad no tenida en cuenta: los nacionalismos
de Arana y Prat debieron inventar o reinventar el pasado, desde
las "glorias patrias" o el "crimen" del compromiso de
Caspe[46]hasta la supuesta servidumbre bajo el
yugo español o el castellano; pero el nacionalismo hispano
del siglo XIX, tanto en su versión tradicional carlista
como en la moderna liberal, apenas tenía esa necesidad,
más allá de españolizar a Viriato y a
Trajano, o de proyectar hacía la eternidad las esencias
Patrias. Nadie cuestionaba las dos grandes etapas formadoras de
España, la Reconquista contra Al Ándalus, y el
Siglo de Oro.

Al revés que "las glorias patrias" de Arana y de
Prat, no se trataba de hechos dudosos, y los esfuerzos por
reactivarlos o negarlos parecían abocados a fracasar por
sí solos.

Tampoco ofrecía duda la realidad de la
expansión cultural e imperial de España en los
siglos XVI y XVII.

En el siglo XIX no hubo una elaboración
canónica del nacionalismo español, ni siquiera por
parte liberal, pero en el siglo XX las presiones y retos de otras
teorizaciones y políticas obligaron a formular algo
parecido a una doctrina al efecto.

Para no alargar esta parte del epígrafe, cabe
concluir con que el patriotismo de los nacionales se alzaba en
primer lugar contra el internacionalismo revolucionario, pero
también, evidentemente, contra los secesionismos
regionales. No era incompatible con los regionalismos e incluso
con las autonomías, precisamente por sus raíces y
nostalgias del Antiguo Régimen, pero la experiencia habida
al respecto le inclinaba hacia el centralismo liberal.

En el bando contrario existía un nacionalismo
regeneracionista parecido al catalán o al vasco, y en
rivalidad con ellos. Su visión negativa del pasado
español lo debilitaba ante los secesionismos e
internacionalismos, pero no hay que dudar del denso sentimiento
español de personajes como Azaña, muchas veces
expuesto en sus escritos; y seguramente él, en su
jacobinismo, veía los movimientos obreristas o la Eskerra,
no digamos al PNV, como males a sobrellevar, confiando en
integrarlos con promesas de arreglo futuro y de grandeza
común.

.- Una dura posguerra

Tanto la Generalitat como el Gobierno del PNV, se
habían ocupado de situar el dinero en el exterior. De ello
sigue sin saberse mucho, pero se encuentran indicios dispersos,
como en las memorias del anarquista García
Oliver[47]Durante el período del
Comité de Milicias, los ácratas habían
expoliado ingentes sumas, por lo que los militantes en el exilio
protestaban de la escasísima ayuda recibida. Pero la mayor
parte de esos bienes habían pasado a la Generalitat cuando
la CNT tuvo la flaqueza de renunciar a sus principios. Perdida la
guerra, explica García, "nos convenía explorar las
intenciones del que había sido el Gobierno de la
Generalitat (…) pues nos enteramos de que Tarradellas
disponía de fondos destinados, se decía, a la ayuda
económica de las personalidades catalanas. A mi me
pareció que la explicación dada por Tarradellas
sobre los tesoros confiados en depósito a la Generalitat
de Cataluña era un subterfugio alejado de la
verdad(…)."

De todas formas los recursos pasados a Francia por
ácratas y nacionalistas se mostraron insuficientes, entre
la apropiación de parte de ellos por diversos responsables
y las necesidades de miles de refugiados. Uno que rechazó
el dinero fue el expresidente de la República
Alcalá-Zamora, pese a sufrir grandes apuros
económicos.

El caso del PNV se conoce algo mejor. Ante el derrumbe
del Frente Popular creyó ya inútil colaborar con
él, y se ausentó de las "instituciones
republicanas", pero su anhelo de independencia, tras fracasar su
intento de apropiarse del Vita, chocaba con el problema
de "los garbanzos", y el bien probado realismo de sus
líderes combinaba mal con los gestos heroicos. Antes, los
sabinianos, habían manejado en su interés exclusivo
la tesorería del Gobierno Vasco, suscitando las protestas
de los socialistas, pero ya en el exilio el dinero se agotaba con
rapidez, mientras los republicanos lo seguían teniendo en
abundancia. A Aguirre le daba "repugnancia todo esto
español (…). Pero cuando me pongo a hablar de dinero no
sé qué hacer". Hubo disputas internas.

Al principio hubo fuertes tensiones entre Negrín
y los peneuvistas. El primero pensaba repartir por igual entre
vascos y no vascos. Negrín rompió las relaciones,
después de pedir cuentas de su gestión
económica al Gobierno Vasco.

Para finalizar, según Pio Moa, la gran masa de la
población Vasca y Catalana acogió el franquismo
entre la simpatía y la indiferencia, suministrando una
parte importante de los dirigentes políticos y
económicos de un régimen acaudillado por un
gallego.

Muy pocos vascos y catalanes rechazaron el nuevo estado
de cosas, o prestaron respaldo a los izquierdistas y
nacionalistas en sus escasos conatos de lucha.

No solo en aquellos años, sino durante todo el
franquismo, la oposición de los nacionalismos
tendría escaso relieve, con la muy tardía
excepción de ETA.

.- Revolución en la Iglesia.

Quizá la actuación más
significativa de los nacionalismos, ya en los años 60, fue
un documento firmado por 339 sacerdotes vascos y presentado en el
vaticano. Con el estilo clásico de Sabino Arana, los curas
denunciaban "la persecución de las características
étnicas, lingüísticas y sociales que nos dio
Dios a los vascos", así como el nombramiento de obispos no
vascos y otras manifestaciones de lo que llamaban genocidio, para
emparentarlo emocionalmente con los exterminios nazis. Un grupo
del clero vasco se había radicalizado en un sentido
sabiniano.

El clero nacional-progresista vasco montó en los
años 60 una red de "escuelas sociales", donde, mediante
conferencias, charlas, seminarios etc., difundía ideas
"avanzadas" y de un nacionalismo radical. Su carácter
legal o no ilegal y el prestigio del clero, atrajeron a numerosos
jóvenes a aquellos centros, llamados por algunos
"universidades populares" las cuales tomaron enseguida
carácter de adoctrinamiento político. Para la ETA
supusieron un salto en su capacidad organizativa e influencia,
pues fue ella, como veremos posteriormente, quien más
ampliamente y mejor supo explotar tales escuelas para formar
grupos de simpatizantes y militantes por buena parte de la
región.[48]

El clero nacionalista catalán prefería un
estilo de oposición más disimulado pero más
efectivo, como indican unas declaraciones del arzobispo de
Tarragona, Arriba y Castro, ya en 1957: "Voy a Roma a manifestar
al Papa que la situación en Cataluña por causa de
la actuación del clero catalán que procede y
actúa en separatista, es para mí inestable y de muy
difícil aguante. Si S.S., no corrige, o no puede, la
actuación política de esta fracción del
clero catalán le voy a pedir que me releve de mi
diócesis".

.- El terrorismo de ETA

Como paso importante en la vida de esta
organización, es necesario señalar que fue en 1965
cuando la ETA celebró su IV asamblea, comenzada en la casa
de ejercicios espirituales de los jesuitas de Azpeitia, los
cuales sabían a quiénes cobijaban. La
reunión consagró los objetivos simultáneos
de secesión y socialismo en un sentido cada vez más
abiertamente marxista e incluso marxista-leninista, y la
táctica de las
acción-represión-acción como forma de
desatar una espiral de lucha.

El viejo nacionalismo sabiniano no se acomodaba al
revolucionarismo marxista, ni el terrorismo con la acción
de masas del proletariado. Un sector privilegiaba al nacionalismo
y otro el socialismo. El primero optaba por el terrorismo, y el
segundo por la acción sindical y "popular".

La pugna entre las dos líneas, se saldó
con la victoria del ala nacionalista-socialista en la V
Asamblea[49]El sector sindical-popular
sería expulsado pasaría a llamarse ETA-berri
(nueva) y el vencedor ETA-zarra (vieja), hasta que la primera
cambió su nombre por el de Movimiento Comunista de
España (MCE), recuperando los otros el de ETA sin
adiciones y organizándose en cuatro frentes: militar,
político, económico (sindical) y cultural, imitando
un esquema del comunismo vietnamita.

La V Asamblea comenzó en la casa parroquial de
Gaztelu, en Guipúzcoa, y terminó en la casa de
ejercicios espirituales de los jesuitas de Guetaria, pasando la
organización a realizar pequeños atentados contra
lápidas y símbolos fascistas.

El 7 de junio de 1968, con la muerte de un Guardia Civil
cerca de Tolosa, se inicia la escalada de terror de la
organización que llega hasta nuestros días. El
autor de los disparos, Javier Echevarrieta, Txabi, y su
acompañante se refugiaron en casa de un cura. El Guardia
Civil, Jose Antonio Pardines, gallego, fue el ejemplo de los
futuros atentados de esta
organización.[50]

La ETA, el PNV, el clero nacionalista y la
oposición antifranquista transformaron este episodio de
muerte en un relato, entre heroico y martirial, de lucha por la
libertad y venganza represiva.[51]

.- Ultimos años del Franquismo

Existe la idea equivocada de que los últimos
años del regimen las crecientes movilizaciones lo
ponían en serio peligro, pero no había tal. Las
manifestaciones por el juicio de Burgos no llegaron a concentrar
mas allá de 2000 personas en Barcelona y, el resto, no
supero algunos cientos de manifestantes.

1970 fue el año del Acuerdo Comercial
Preferencial con la Comunidad Económica Europea, muy
favorable a España y de los Acuerdos de Amistad y
Cooperación con USA. Una Ley General de Educación
buscaba mejorar algunos aspectos de la misma y la economía
marchaba óptimamente.

El propio Caudillo había tomado las necesarias
previsiones sucesorias en 1969, nombrando al príncipe Juan
Carlos su sucesor, lo que significaba un corte con la
monarquía liberal fracasada en 1931, a juicio de la
derecha, o en 1923, a juicio de la izquierda.

Todas las fracturas del régimen fueron de
carácter menor si tenemos en cuenta la que
supondría la de la Iglesia. También hombres del
Opus Dei sostenían periódicos tan críticos
como el diario "Madrid", que terminaría siendo cerrado en
1971, después de atacar directamente a Franco.

A pesar de todo ello, muy pocos en la oposición
creían en el posible derrumbe del régimen, o
siquiera cambiarlo de alguna manera, antes de la muerte del
General.

Ninguno de los partidos tradicionales a excepción
del PCE, tenía presencia real en la vida del
País.

.- Ruptura contra reforma.

A la muerte de Franco, la situación recordaba en
muchos aspectos a la de 1930, tras la dimisión de Primo de
Rivera. Había sido imposible institucionalizar un
régimen duradero, por lo que se planteaba un problema
político de primer orden: ¿cómo pasar de la
excepcionalidad del régimen personalista del
Generalísimo Franco a la normalidad
constitucional?.

A diferencia de 1930, la república no era
prioritaria para casi nadie, aceptándose por lo general
una monarquía, siempre que estuviera liberada de todo
idealismo franquista y como régimen de transición
hacia una nueva república.

La oposición de 1975 descartaba imponerse
mediante un golpe de fuerza como el intentado por los
republicanos de 1930. En aquellos años el Ejército
estaba dividido, mientras en 1975 permanecía unido y
disciplinado, y los ligeros síntomas de corrosión
ofrecían pocas esperanzas a los opositores. Era imposible
una revolución de los claveles en España, lo que se
tradujo en una amargura de la oposición y a un recelo
hacia sus Fuerzas Armadas que, como poder fáctico, les
obligaba a una prudencia mayor de la que habrían exhibido
por propio impulso.

Juan Carlos ya estaba convencido de la necesidad de
realizar una reforma, que se realizó ejemplarmente con el
apoyo de un elemento esencial para poderla llevar a cabo: el
propio Ejército.

La aparición de nuevos grupos terroristas como
los GRAPO, no contó con la simpatía y
comprensión hacia el terrorismo por parte de la
oposición que sintió muy poco placer ante la
irrupción del GRAPO., que ponía en peligro lo
conseguido hasta ese momento.

Suárez y Fernández Miranda aceleraron el
proceso y, la maniobra clave fue la autodisolución de las
Cortes y el referéndum que permitiera al pueblo decidir
sobre el nuevo régimen, asegurando así la
transición "de la ley a la ley". Con esta empresa audaz el
franquismo, su sector más fuerte, tomaba decidida y
decisivamente la iniciativa política, intensificando los
contactos con la oposición y haciendo posible la
reforma.

Conclusiones

– Hemos visto a lo largo de todo este artículo
algunas de las orientaciones y factores que se pueden aplicar al
estudio de los nacionalismos en España aún sabiendo
que se pueden encontrar muchas otras. La elección del
método Histórico- estadístico nos permite y
nos obliga a percibir la sociedad española, ante todo como
un fenómeno histórico que completaremos en los
siguientes artículos con la aplicación de otras
disciplinas para encontrar las causas del conflicto objeto de
estudio. El paciente lector habrá observado,
quizás, alguna reiteración, solo fruto de la
repetición de los mismos sucesos causales del conflicto a
lo largo del tiempo. Por ello hemos querido mostrar la variedad
de formas y procesos, estructuras y comportamientos, tanto en el
espacio como en el tiempo.

El examen específico de las tres regiones
comparadas nos ha llevado a buscar los nexos y las diferencias
históricas de cada una de ellas pretendiendo encontrar y
mostrar las causas que han originado la erosión de nuestra
identidad nacional en el presente.

Sin prescindir de mi condición de militar voy a
enumerar las conclusiones que, en mi opinión, emanan de
este humilde análisis histórico, siguiendo el
guión que hemos trazado:

– Es claro, por tanto, y después de analizar las
tasas y saldos de migración desde los años 1960 a
2000, que se analizan en los cuadros que se han mostrado a lo
largo de este trabajo, y de los mapas histórico
geográficos posteriores, que existe una conciencia
psicológica nacional de pertenencia a una cultura nacional
a través de una identidad nacional española en todo
el territorio, fomentado por el intercambio de información
y formas de las distintas Comunidades y Provincias donde se han
producido estas migraciones; no considerándose
individualmente que exista una emigración a otro
País o Nación que no fuera España en el
interior del territorio de la misma.

– Los mapas histórico-geográficos de
divisiones administrativas a lo largo de la Historia y desde la
prehistoria no indican que existiera nunca una división
administrativa que pueda dar origen a nacionalidades distintas de
la española basándose en una presunta Historia
diferente a la misma.

– "El mayor localismo de España no depende de una
realidad multiforme, étnico-geográfica, sino al
contrario, de una condición psicológica uniforme;
depende de la conformidad del carácter apartadizo
ibérico, ya notado por los autores de la antigüedad
mucho antes que afluyesen a la Península la mitad de las
razas enumeradas por Hume como causantes de las tendencias
dispersivas. Que las realidades étnico-geográficas
de la Península no comportan ninguna fuerza especial
fragmentadora, se muestra en la diversidad dialectal de
España, mucho menor que la de Francia o la de
Italia."

– Al revés de lo que inventan hoy los
nacionalistas, la guerra de Sucesión no supuso el
enfrentamiento entre Cataluña- Austria y España (o
Castilla)-Francia. Ciudades y comarcas pertenecientes al antiguo
reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle
de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y
Valencia, Calatayud o Tarazona, fueron partidarias de Felipe V,
el rey Borbón. Y lugares como Madrid, Alcalá o
Toledo se declararon fieles al aspirante austriaco, el archiduque
Carlos. El enfrentamiento interterritorial de 1714 es otra
patraña más inventada por el nacionalismo para
negar el carácter de guerra civil que tuvo aquella
sucesión al trono.

– El carlismo, un movimiento sociopolítico de
carácter antiliberal y antirrevolucionario nacido a
finales del Antiguo Régimen y que, pese a su marginalidad,
sobrevive todavía en nuestros días, constituye uno
de los principales protagonistas de la historia
contemporánea de España.

Tres fases distinguen su desarrollo:

a.-En las seis décadas centrales del s. XIX, el
carlismo consiguió movilizar a millares de hombres e
implicar a otras tantas familias, provocando, en su permanente
enfrentamiento con el liberalismo, varias guerras en las que la
palabra "carlista" resulta a veces un eufemismo que parece
ocultar el sello fratricida. Pasó asimismo a formar parte
del imaginario de los españoles, generando temores y
miedos, creando mitos y memorias. El ochocientos
constituyó una prolongada guerra civil declarada, que
permitía, para expresarlo como lo hiciera Miguel de
Unamuno en un artículo publicado en 1933, "sentir la paz
como fundamento de la guerra y la guerra como fundamento de la
paz".

b.- Los años de protagonismo esencial dejaron
paso, desde finales de la década de los setenta, tras el
desenlace de la última carlistada, a otros en los que el
carlismo ocuparía una posición secundaria en el
escenario español, aunque más importante de lo que
su desconocimiento ha hecho pensar durante años. La Guerra
civil de 1936-1939 fue el momento álgido, a parte de la
conclusión de esta segunda fase.

c.- Desde entonces a la actualidad, el carlismo ha
vivido un proceso de marginalización, oscilante en
más de un momento, que, de todas formas, no ha desembocado
en una desaparición cien veces anunciada.

Las insurrecciones de la Vendeé y de los chouans
contra la Revolución francesa, el legitimismo de la
duquesa de Berry[52]y del conde de
Chambord[53]ya en el s. XIX, en Francia; el
miguelismo en Portugal, y las insurrecciones de Viva María
en Toscana y de los sanfedistas en la Italia meridional de fines
de setecientos, además del legitimismo napolitano de
Francisco II, presentan evidentes lazos de parentesco con el
carlismo del s. XIX.

Las conexiones entre unos movimientos
contrarrevolucionarios y otros fueron permanentes, poniendo las
bases para la existencia informal, en las décadas
centrales del ochocientos, de una especie de "Internacional
blanca".[54]

– El carlismo es un movimiento peculiar a causa de su
larga pervivencia, lo cual lo distingue de otros movimientos
españoles y europeos.[55] Pervivencia no
significa, de ningún modo, inmutabilidad. Aún
perviviendo defensores del carlismo más tradicional, se
puede afirmar que una gran parte de las masas carlistas han
nutrido los círculos nacionalistas a partir, sobre todo,
del desastre del 98.

– La dictadura de Primo de Rivera apareció en un
primer momento como una solución "a la romana, es decir,
como un remedio drástico, pero pasajero, a una
situación de crisis. Y de hecho resolvió con
bastante rapidez los problemas principales que habían
llevado el régimen liberal a la ruina: eliminó el
terrorismo anarquista, consiguió la colaboración de
los socialistas, cuya demagogia y golpismo tanto habían
perturbado el régimen anterior, redujo a la inoperancia
los separatismos, que poco antes se habían unido para
promover la lucha armada, y resolvió la sangría de
Marruecos.

– La tranquilidad resultante tuvo efectos casi
milagrosos: sus seis años de duración fueron
también los de mayor crecimiento económico que
hubiera experimentado España desde principios del siglo
XIX. Por primera vez empezó a cerrarse la brecha con los
países europeos ricos. Recordemos que durante el primer
ciclo histórico, concluido en la I República, la
inestabilidad política había hecho perder al
país la Revolución Industrial, y la renta per
cápita española se había estancado, mientras
en la Europa industrializada subía con rapidez. Al
comenzar el segundo ciclo, el de la Restauración, la renta
española salió del marasmo para crecer con cierta
rapidez, inferior sin embargo a la media europea (a la media de
los países ricos, insistamos, una minoría dentro de
Europa: Gran Bretaña, Francia, Alemania y algunos
países de su entorno). Es con la dictadura de Primo cuando
el desarrollo económico español comienza a
aproximarse a dicha media.

Podrían citarse muchos datos significativos, como
que el número de universitarios aumentó en casi un
30% y el de alumnos de enseñanza primaria pasó de
1.700.000 a 2.150.000, y por primera vez se prestó
atención continuada a la enseñanza profesional y de
especialización obrera; el analfabetismo femenino
bajó de un 50% a un 39% (a 32% el general), y se
duplicó la presencia femenina en la
universidad.[56]

– Con Primo de Rivera se perdió la primera
oportunidad de conciliar las corrientes nacionalistas con el
resto de las corrientes político-sociales de la
Nación Española.

– Respaldar a Primo de Rivera suponía para el rey
una apuesta muy arriesgada, pero lo hizo. Tenía
difícil elección. Se ha dicho que este respaldo
supuso el fin de la monarquía, pero más suicida y
desacertado habría sido sostener un régimen
desprestigiado, corroído por casi todas las fuerzas
políticas y falto de defensores de valía. El rey
intentó pues salvar lo salvable, ante el inminente
derrumbe de un sistema parlamentario socavado en todos sus
cimientos. Los dos partidos dinásticos estaban en
bancarrota, divididos en facciones sin prestigio ni
líderes populares, incluido un Maura timorato ya con 70
años. Los nacionalistas moderados de la Lliga
sufrían una profunda crisis, y su táctica de
golpear y apuntalar alternativamente al régimen
había causado estragos en su electorado. Las demás
fuerzas eran casi todas antisistema, empeñadas en una obra
de demolición cada día más eficaz. Mantener
una situación a la que nadie veía salida
suponía avanzar hacia un derrumbe revolucionario, una
repetición agravada de la crisis de 1917,y sin
ningún Dato del que echar mano. El régimen
respondía a la definición de Joaquín Costa:
una necrocracia.

Ante el pronunciamiento el gobierno hizo ademán
de resistencia, sin convicción alguna. El propio
García Prieto agradecería a Primo de Rivera que le
hubiera relevado de la pesadilla de gobernar. Alfonso XIII tuvo
la tentación de asumir personalmente el poder, pero Primo
de Rivera le advirtió que no lo aceptaría. Por lo
que el rey respaldó la dictadura.

– Sorprendente resulta la ausencia de oposición
en los revolucionarios y separatistas: en las semanas y meses
siguientes asistieron con desconcertada mansedumbre a la clausura
de sus centros y parte de su prensa, y a la detención de
algunos de sus líderes. Se comportaron como si ellos
creyesen también en la putrefacción imparable del
régimen.

– Dado que la dictadura y la República fracasaron
sucesivamente en su intento de consolidarse como nuevas formas de
convivencia política, y por tanto de abrir un nuevo ciclo
histórico tras el hundimiento de la Restauración,
debemos considerarlas como sucesivos derrumbamientos a partir de
otro principal, el de la propia Restauración. Y, por
tanto, como partes del mismo ciclo, comenzado en 1874 con una
exitosa reorganización política liberal,
progresivamente socavada por fuerzas de carácter
mesiánico o totalitario, hasta provocar su
caída.[57]

– Hay otra obviedad no tenida en cuenta: los
nacionalismos de Arana y Prat debieron inventar o reinventar el
pasado, desde las "glorias patrias" o el "crimen" del compromiso
de Caspe hasta la supuesta servidumbre bajo el yugo
español o el castellano.

– En 1931 Macia proclamó el Estado Catalán
dentro de la República Federal Española
traicionando el Pacto de San Sebastian. Tras una serie de
negociaciones, aceptó transformar el Gobierno de
Cataluña en Gobierno de la Generalidad de Cataluña
y elaborar un estatuto de autonomía. Elegido presidente de
la Generalidad en 1932, se esforzó en reflejar el ideario
autonómico de su partido desde su acción de
gobierno, que concluiría con la derrota electoral del
mismo, noviembre de 1933. Durante este corto espacio de tiempo
aprovechó la oportunidad de dirigir el Gobierno
Catalán para infiltrar dentro de la estructura de las
Instituciones a personajes adictos a sus tesis en conformidad con
la teoría de sistemas que condicionaría el
funcionamiento de estas durante los años posteriores y
cuya estrategia pudiera ser copiada por los partidos
nacionalistas a partir de las reformas emprendidas en la
organización regional adoptada por España a partir
de la aprobación de la Constitución que dio lugar a
la reforma del Régimen personalista del General Franco en
los Años 70 y a partir de su muerte.

– El patriotismo de los nacionales, 1936, se alzaba en
primer lugar contra el internacionalismo revolucionario, pero
también, evidentemente, contra los secesionismos
regionales.

– En el bando contrario existía un nacionalismo
regeneracionista parecido al catalán o al vasco, y en
rivalidad con ellos. Su visión negativa del pasado
español lo debilitaba ante los secesionismos e
internacionalismos, pero no hay que dudar del denso sentimiento
español de algunos de sus personajes más
importantes.

– Un sector de la Iglesia tuvo un lugar destacado en
todas las guerras civiles carlistas del siglo XIX y XX y en los
movimientos nacionalistas Catalán y Vasco a partir de
1960.

– En los años 60 del siglo XX, surge en
España un nuevo movimiento de izquierda y nacionalista con
rasgos históricamente inéditos, principalmente la
hegemonía comunista, mientras casi se esfumaban fuerzas
tan definitorias como los republicanos, anarquistas, socialistas
o los viejos partidos nacionalistas. Al lado de este
fenómeno, aparece un terrorismo nacionalista
también nuevo, en Vascongadas.

– El rasgo clave de esta época del siglo XX fue
sin duda el cambio en la Iglesia, su parcial pero muy nutrida
incorporación al antifranquismo creando un ambiente social
propicio a las libertades y a un cambio social moderado, pero al
mismo tiempo favoreció de modo no menos importante el
despertar de movimientos totalitarios, secesionistas y hasta
terroristas. Institución que aún continuaba y
continúa, desde Roma, santificando victimas que perecieron
a manos de los que en estos años defendía esa parte
del clero español.

– El uso y abuso de los símbolos y herencia de la
historia de los RRCC y de la época Imperial de los
Austrias, junto con el catolicismo integrista propio del
tradicionalismo más excluyente induce a parte de la
población a alejarse de una idea de pertenencia a una
Nación que olvidaba parte de su historia y, por tanto,
rechazaba a todo aquel que no se identificara con los "valores
patrios".

– Al igual que Primo de Rivera, el General Franco,
perdió la oportunidad de conciliar a todos los
españoles, que si bien podía ser una postura
natural derivada de los horrores de la guerra en los primeros
años del regimen, no lo es a lo largo de todo su extenso
gobierno.

– La utilización partidista de las Fuerzas
Armadas como medio de adoctrinamiento tras la guerra civil de la
población, produce la identificación de estas con
el régimen, lo que se manifiesta en los años
siguientes a su muerte en un rechazo a las mismas y a los valores
que representan. Todo ello a pesar de haber sufrido entre sus
filas una de las mayores sangrías soportadas por cualquier
Ejército en el mundo occidental a manos del terrorismo
revolucionario.

– Franco fue el personaje político español
más destacado del siglo XX: libró a España
de una revolución y, por tanto, de una dictadura
más totalitaria, la libró de un proceso de
disgregación, evitó su entrada en la II Guerra
Mundial y presidió la época más prolongada
de paz y prosperidad que haya vivido el País desde
principios del siglo XIX. A su muerte España estaba
más cerca del grupo de países opulentos de Europa
que nunca en estos dos siglos, y sólo muy recientemente
han vuelto a recuperarse los niveles de convergencia de
1975.

– Parece oportuno hacer referencia a algunas citas de
Sánchez Albornoz en El drama de la
formación de España y los españoles

(1973) como elementos que nos den la pauta de lo que puede ser
admisible para no alterar el signo de la historia, y como
homenaje a quienes han sufrido persecución o muerte por
defender la libertad o la verdad de nuestro pasado colectivo: "Si
no olvidamos la furia enemiga con la que los españoles
combatieron entre sí de 1936 a 1939 y la furia homicida
con la que se mataron durante muchos meses en las dos
retaguardias, podremos añadir una nueva prueba de la
renovada resurrección de nuestro primitivo estilo de vida
cada vez que se rompían los diques del encantamiento de la
fecunda convivencia. Al forjar la España futura no deben
olvidarse otras realidades. Vasconia y Cataluña han
ordeñado y siguen ordeñando a su placer la vaca
española. Galicia no ha sido oprimida por Castilla sino
por sus caciques locales. Y ellos y políticos de todo el
cuadrante geográfico hispano: gallegos, asturianos,
vascos, catalanes, mallorquines, levantinos, andaluces,
extremeños… han gobernado a España y, en primer
lugar a Castilla. En un siglo, sólo tres o cuatro
castellanos han ejercido muy pasajera acción sobre la vida
política nacional española. Podrán idearse
fórmulas de convivencia muy distintas para articular la
España del futuro. Pero, que no se sueñe en volver
a hacer a Castilla la cenicienta de la Península.
Hermandad política sí, pero, con igualdad fiscal
para todos los que quieran seguir siendo españoles. Y
punto final al ordeñamiento de la vaca
española".

– "Hay que poner fin al monopolio nacionalista del
espacio público; a la obligación de abrazar el
credo catalanista, y vasquista digo yo, para poder hacer
política sin ser agredido, insultado o calumniado; al
encubrimiento sistemático de la corrupción bajo el
velo del patriotismo".

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http://libros.libertaddigital.com

http://www.pensamientocritico.org; ponencia
publicada en: Manuel Calvo-García y William L. F.
Festiner, coord., Federalismo/Federalism, Dykinson, 2004, pp.
189-219.

 

 

Autor:

Enrique Area Sacristán

Doctor por la Universidad de Salamanca. Comandante de
Infantería. Escuela de Guerra del Ejército de
Tierra. Departamento de Estrategia y
Organización

[1] En Javier Villanueva,
http://www.pensamientocritico.org; ponencia publicada en:
Manuel Calvo-García y William L. F. Festiner, coord.,
Federalismo/Federalism, Dykinson, 2004, pp. 189-219.

[2] Uso esta expresión cuando entiendo
que todas sus distintas ramas y familias coinciden en algo.

[3] José Luis de la Granja (2001):
“La idea de España en el nacionalismo
vasco”. En Antonio Morales Moya, coordinador. (2001):
Nacionalismos e imagen de España. Sociedad Estatal
España Nuevo Milenio. Página, 39.

[4] Este concepto de cuarta nación
también está muy extendido en las corrientes de
izquierda más abiertas al reconocimiento de los
problemas nacionales en el estado español. A modo de
ejemplo, su presencia en la obra del filósofo Manuel
Sacristán, quien se refería frecuentemente a ella
como “la pequeña España”.

[5] No estoy de acuerdo en esta
denominación de estos territorios, aunque he de
reconocer que quedan contemplados en la
Constitución.

[6] Por la misma razón se
debería añadir, en rigor, que Francia y lo
francés son otro componente sustancial de la
nación vasca en su totalidad.

[7] El deterioro del orden público en
Barcelona que lo vivió de primera mano el General.

[8] González Calleja, E., “La
España de Primo de Rivera”, Alianza, Madrid, 2005,
p. 17.

[9] González Calbet, T y Portuondo,
E., “Aproximaciónal estudio de las élites
políticas en la Dictadura de Primo de Rivera”,
Cuadernos económicos de I.C.E, 1979, nº 10;
“La Dictadura de Primo de Rivera. El Directorio
Militar”, Madrid, Eds., El Arquero; “La Asamblea
Nacional Consultiva: poder económico y poder
político en la Dictadura de Primo de Rivera”,
Estudios de Historia Social, nº 14, julio-septiembre,
1980.

[10] (1859-1938) Jurisconsulto y
político español, n. en Astorga y m. en San
Sebastián. Miembro del Partido Liberal, llegó a
diputado en 1888. En 1905 fue ministro de la Gobernación
con su suegro, Montero Ríos, y de Gracia y Justicia con
Moret, y en 1906 ocupó la cartera de Fomento con
López Domínguez. Como ministro de Estado con
Canalejas negoció un tratado hispano-marroquí con
el Mokri y otro con Francia, que le valieron el marquesado de
Alhucemas, un título de grandeza y el cargo de senador
vitalicio. Al fallecer Canalejas y escindirse el Partido
Liberal, se puso al frente de la facción
demócrata. Como presidente del Consejo formó
gobierno en 1917, 1918 y 1922; pero fue obligado a dimitir
(1923) por el golpe de estado de Primo de Rivera. Aún
formó parte del ministerio Aznar, último de la
monarquía.

[11] (o Abd-al-Krim) Dirigente de la
resistencia contra la dominación colonial
española en el norte de Marruecos (Tafersit, 1882 – El
Cairo, 1963). Perteneciente a la tribu rifeña de Beni
Urriaguel, era hijo de un cadí; tras recibir una
educación en Túnez y Fez, sirvió a la
administración colonial española en diversos
puestos. Sus primeras actividades contra la penetración
colonial le llevaron a la cárcel en 1915. Pero fue en
1921, convertido ya en el máximo dirigente anticolonial
de Marruecos, cuando organizó la sublevación
general del Rif; las tropas españolas, derrotadas en
Annual, hubieron de replegarse, mientras Abd-el-Krim se
erigía en emir de un territorio independiente. Al
extender sus ambiciones a la parte de Marruecos bajo dominio
francés, provocó el entendimiento contra
él entre las dos metrópolis europeas. La
contraofensiva hispano-francesa, a partir del desembarco de
Alhucemas (1925), llevó a la derrota de los
rifeños en 1926. Viéndose próximo a caer
en manos de los españoles, se entregó a los
franceses tras ejecutar a todos los prisioneros de aquella
nacionalidad; este último acto de guerra no hizo sino
acrecentar la imagen de Abd-el-Krim como hombre cruel y
sanguinario, imagen basada en las formas de lucha propias de
las tribus rifeñas, pero exagerada en España por
el odio al enemigo y por el secular desprecio hacia las
poblaciones norteafricanas.

[12] (Fernando de los Ríos Urruti,
1879-1949) Político y escritor español, n. en
Ronda (Mál.) y m. en Nueva York. Doctorado en derecho
por la Central, practicó con su tío Francisco
Giner de los Ríos y amplió estudios en la
Sorbona. Ocupó la cátedra de derecho
político en la Universidad de Madrid (1911), pero
renunció a ella por sus discrepancias con la Dictadura.
Afiliado al socialismo (1919), en su obra Mi viaje a la Rusia
Soviética (1921) se opuso a la unión del
socialismo español con el comunismo. Como miembro del
Comité Revolucionario y redactor del estatuto
jurídico republicano, estuvo encarcelado (1930-31). Con
la República fue ministro de Gracia y Justicia y de
Instrucción Pública, y embajador en Estados
Unidos (1936). Escribió La filosofía
política de Platón (1910), La filosofía
del Derecho en Don Francisco Giner de los Ríos (1916),
El sentimiento humanista del socialismo (1926), su obra
capital, etc. ¿A dónde va el estado? se
publicó póstumamente.

[13] Político socialista
español (Oviedo, 1883 – México, 1962).
Vivió desde su infancia en Bilbao, donde trabajó
como periodista en el diario El Liberal, entrando en contacto
con los círculos republicanos (en 1932 llegaría a
convertirse en propietario del periódico). Sus
preferencias políticas le orientaron hacia el
socialismo, integrándose desde joven en las filas del
PSOE. Se erigió en líder de la corriente
reformista del partido que defendía la alianza con los
republicanos y la vía socialdemócrata que
representaba la permanencia en la Segunda Internacional (frente
a la escisión comunista). En 1918 fue elegido diputado
por Bilbao, y en 1921, miembro de la Comisión Ejecutiva
del PSOE. Rechazó la dictadura Primo de Rivera
(1923-30), en contra de la opinión colaboracionista de
Besteiro y Largo Caballero, que fue la que se impuso en el
partido y en el sindicato socialista UGT. En consecuencia,
permaneció retirado hasta que cayó la dictadura,
y participó a título personal en el Pacto de San
Sebastián (1930), encaminado a derrocar a la
Monarquía. Exiliado en Francia, regresó al
proclamarse la Segunda República (1931) y
participó en representación del PSOE en el primer
gobierno provisional republicano como ministro de Hacienda.
Más tarde desempeñó el recién
creado Ministerio de Obras Públicas en el gobierno
presidido por Azaña (1931-33); pero no consiguió
el apoyo de su partido para ocuparse de presidir él
mismo un gobierno, como le había encargado el presidente
de la República, Alcalá Zamora, en 1933. Bajo el
posterior gobierno de la derecha, Prieto colaboró en la
preparación de la fallida Revolución de 1934, a
pesar de su oposición a la corriente revolucionaria
mayoritaria en el socialismo español, que encarnaba
Largo Caballero. Hubo de exiliarse de nuevo en Francia, desde
donde impulsó la formación de una nueva
coalición con los republicanos para desbancar a la
derecha en las elecciones; así se formó el Frente
Popular, que consiguió la victoria en 1936.

[14] (Lada, Langreo, 1879-Mieres, 1930)
Dirigente socialista español. Militante del PSOE y de la
UGT, fundó y dirigió el sindicato minero.
Participó en la organización de la huelga general
de agosto de 1917 en Asturias y fue alcalde de Mieres y
diputado por Oviedo (1923). Tras el golpe de estado de Primo de
Rivera, colaboró con la Dictadura en defensa de los
intereses de los mineros.

[15] (Madrid, 1869-París, 1946)
Político y dirigente socialista español. En 1890
se afilió a la UGT y 1894 al PSOE. En 1905 fue elegido
concejal en Madrid. Miembro de la Comisión Ejecutiva de
la UGT, fue detenido en 1909 acusado de preparar la huelga
contra la guerra de Marruecos. En 1914 fue elegido
vicepresidente de la UGT y en 1915 entró en el
Comité Nacional del PSOE. Durante la huelga
revolucionaria de 1917, estuvo en el comité de huelga,
por lo que fue condenado a 30 años de prisión,
pero quedó libre al ser elegido diputado (1918). Ese
mismo año se convirtió en secretario general de
la UGT. En 1920 se opuso a la adhesión del partido a la
III Internacional. Vicepresidente del PSOE en 1928, tras
proclamarse la República fue ministro de Trabajo, cargo
que volvió a ocupar en el Gobierno de Azaña
(1931-1933). Con la victoria de la derecha en las elecciones,
dejó las posturas moderadas y propugnó un frente
unido de los trabajadores. Detenido a raíz del
movimiento de octubre de 1934, en 1936 fue elegido diputado por
el Frente Popular. Durante la guerra civil fue presidente del
Consejo de Ministros (1936-1937). Detenido en Francia por los
nazis, murió al poco tiempo de su liberación.

[16] Militar y político español
(San Juan de los Remedios, Cuba, 1873 – Madrid, 1953). General
desde su participación en la Guerra de Marruecos en
1909, fue ministro de la Guerra en el gobierno García
Prieto de 1918. Luego fue nombrado alto comisario
español en Marruecos; desde ese puesto planeó la
recuperación del territorio en manos de Abd el-Krim, que
empezó con la toma de Xauén (1920); pero
tropezó con el Desastre de Annual (1921). Procesado y
separado del servicio por sus responsabilidades, el golpe de
Estado de Primo de Rivera le salvó del castigo, pues el
Directorio Militar subsiguiente le amnistió y le
nombró jefe de la Casa Militar del rey Alfonso XIII
(1924). Tras la caída del dictador, el rey
encargó a Berenguer formar gobierno (1930), con la
difícil misión de dirigir la vuelta a la
normalidad. Pero su «dictablanda» se
enfrentó a una situación enormemente complicada:
los partidos tradicionales, desarticulados por siete
años de dictadura, no deseaban que se convocaran
elecciones a Cortes ordinarias inmediatamente como
quería Berenguer; el regreso sin cambios a la
situación constitucional anterior al golpe no resultaba
admisible para la opinión pública que se
inclinaba progresivamente hacia opciones republicanas.

[17] (1899-1930) Capitán de
Infantería español, de tendencias republicanas,
n. en San Fernando y m. en Huesca. Ingresó en la
Academia en 1915, sirvió en Marruecos y participó
en la conspiración de la Noche de San Juan contra la
dictadura de Primo de Rivera (1926), por lo que sufrió
prisión durante tres años en Montjuïc.
Amnistiado en 1930, dirigió, con el también
capitán García Hernández, la fracasada
sublevación antimonárquica de Jaca (12 diciembre
1930). Ambos fueron fusilados dos días después.
Expuso su ideario político y social en su libro Nueva
creación (1930).

[18] (?, 1900-Huesca, 1930) Militar
español. Participó en la sublevación de
Jaca de 1930 al lado del Capitán Galán. Fue
condenado a muerte y fusilado.

[19] (1860-1933) Marino y político
español, n. en Cádiz y m. en Madrid.
Ingresó en la marina de guerra y mandó en 1921 la
escuadra que actuó en la costa rifeña durante la
toma de Axdir. A principios de 1923 entró a formar parte
del gobierno presidido por García Prieto, como ministro
de Marina. Ascendió a almirante en 1925. A principios
del año 1931 fue llamado para reemplazar al general
Berenguer al frente de un gobierno que fue el último de
la Monarquía.

[20] González Calleja, E., “La
España de Primo de Rivera”, Alianza Editorial,
Madrid, 2005.

[21] Rama, C.Mª., “La crisis
española del siglo XX”, 3ª edición.,
Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1976.

[22] Raymond Carr, “Militares y
política en la España
contemporánea”, Historia 16, nº 2, junio de
1976, p. 43.

[23] Busquets, J., “Pronunciamientos y
golpes de estado en España”, Barcelona, Planeta,
1982; Cardona, G., “El problema militar en la
España contemporánea”, Madrid, Siglo
XXI,1983; Ballbé, M., “Orden público y
militarismo en la España constitucional (1812-1983),
Madrid, Alianza, 1983.

[24] (Karditsa, 1883-Atenas, 1953) Militar y
político griego. Partidario de Venizelos,
combatió en la guerra con Turquía (1920-1922) y
fue uno de los dirigentes de la revuelta que causó a la
abdicación de Constantino I (1922). Se opuso a
Metaxás. Primer ministro (1945), tuvo que dimitir ante
las denuncias sobre su pasividad durante la guerra. Fundador de
la Unión Nacional Progresista, a cuyo frente
volvió a presidir el Gobierno en 1950 y 1951-1952.

[25] (1878-1952) General y político
griego, n. en Salamís y m. en Atenas. Oficial de alta
graduación en la campaña de Macedonia (1914-18) y
jefe de Estado Mayor (1918-20), tomó parte en el
destronamiento del rey Constantino (1922) y
desempeñó los ministerios de Orden Público
y de la Guerra (1924). Erigido en dictador por un golpe de
estado incruento (1925), fue derrocado por el general Condylis
(1926) y estuvo detenido hasta 1928. Por dos veces se hizo
sospechoso de participar en intentos insurreccionales (1930,
1932) y estuvo sometido a arresto domiciliario (1936-41).
Acusado en 1944 de colaboracionismo con los ocupantes, nazis,
vivió alejado de la política hasta su muerte.

[26] Militar y político griego
(Ítaca, 1871 – Atenas, 1941). Nacido en una de las
familias más acomodadas de las islas Jónicas,
estudió en la Academia Militar de Berlín.
Participó en la Guerra Greco-Turca de 1897 y
llegó a ser jefe del Alto Estado Mayor griego durante
las Guerras de los Balcanes de 1913. De esa época data
su enfrentamiento con el primer ministro Venizelos, recrudecido
al estallar la Primera Guerra Mundial (1914-18): Metaxas
apoyaba la línea de neutralidad del rey Constantino I,
debido a la tendencia germanófila de ambos; pero
Venizelos deseaba entrar en la guerra de parte de los aliados,
para obtener ampliaciones territoriales a costa de Bulgaria y
del Imperio Otomano. Venizelos impuso su línea invitando
a los aliados a desembarcar en Salónica, comprometiendo
a Grecia en la contienda, haciendo abdicar a Constantino y
confinando a Metaxas en Córcega (1917). Regresó a
Grecia tras el fin de la guerra y la reposición de
Constantino (1920). Bajo el reinado de Jorge II llegó a
ser primer ministro en 1936. Cuatro meses después dio un
golpe de Estado e implantó una dictadura que mantuvo
hasta su muerte: liquidó los partidos y el Parlamento y
reprimió los movimientos sociales, aludiendo a la
necesidad de frenar la amenaza comunista. A pesar de su
simpatía ideológica hacia el fascismo de
Mussolini, buscó en la alianza con Gran Bretaña
la garantía frente a posibles agresiones (sobre todo
después de la invasión de la vecina Albania por
Italia en 1939); intentó mantener a Grecia neutral en la
Segunda Guerra Mundial (1939-45), pero la invasión
italiana (1940) no le dejó más alternativa que
luchar en defensa de la independencia griega.
Sorprendentemente, su ejército resistió a los
italianos en la frontera, lo cual obligó a Alemania a
posponer la invasión de la Unión Soviética
para acudir en apoyo de los italianos y ocupar Grecia (1941),
cuando el dictador ya había fallecido.

[27] (1859-1938) Militar y político
rumano, n. en Ismail y m. en Bucarest. Voluntario de la Guerra
Ruso-Turca (1877-78), ascendió a general, fue ministro
de la Guerra (1906-07), jefe de Estado Mayor en la II Guerra
Balcánica (1913) y comandante en jefe del
ejército rumano en la I Guerra Mundial. Derrotada
Rumania, fue designado primer ministro para llevar a cabo las
negociaciones de paz con las Potencias Centrales, pero
dimitió antes de aceptar las condiciones impuestas por
los alemanes vencedores. Volvió a asumir la jefatura del
Gobierno en 1920-21 y en 1926-27.

[28] (1867-1935) Mariscal y político
polaco, nacido en Zulow, cerca de Vilna (Lituania), y fallecido
en Varsovia. Fue expulsado de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Jarkov por sus actividades revolucionarias y
desterrado (1887-92) a Siberia por una supuesta
conspiración contra la vida del zar. A su vuelta a
Polonia, fundó el Partido Socialista Polaco y
editó un periódico clandestino, Robotnik (El
Trabajador). Acaudilló la campaña terrorista
polaca durante la primera Revolución Rusa (1904-05) y en
1905 dirigió un movimiento socialista encaminado a
conseguir la libertad por la guerra. Organizó e
instruyó un ejército de voluntarios en Galitzia y
en 1914 se puso al lado de Alemania y Austria en contra de
Rusia en la I Guerra Mundial, esperando conseguir de este modo
la independencia de su país. En 1916 resignó el
mando del ejército polaco como protesta por la
intervención de Austria y Alemania en Polonia. En 1917,
al reconocer el Gobierno provisional soviético la
independencia de Polonia, dimitió su cargo en el Consejo
de Estado, intervino por Alemania y Austria. Apresado y
recluido en Magdeburgo, fue liberado en noviembre de 1918 al
derrumbarse las Potencias Centrales. Volvió a Varsovia,
donde fue nombrado jefe de Estado y comandante en jefe del
Ejército de la República Polaca. En 1922,
aprobada la Constitución, se retiró a la vida
privada. Cuatro años más tarde preparó un
golpe de estado en Varsovia, colocó a Bartel en la
jefatura del Gobierno y se reservó el ministerio de la
Guerra. Oficialmente primer ministro y ministro de la Guerra
(1926-28, 1930-35), se erigió en árbitro de la
política interior y exterior de Polonia hasta su
muerte.

[29] Ben-Ami, S., “Las dictaduras de
los años veinte”, en Mercedes Cabrera, Santos
Juliá y Pablo Martín Aceña (comps),
“Europa en crisis (1919-1939)”, Madrid, Ed. Pablo
Iglesias, 1991, p. 49.

[30] González Calleja, E., Idem, p.
23.

[31] Otras iniciativas similares fueron la
Legión Nacional impulsada desde finales de 1922 y la
primavera de 1923 por el diario maurista “La
Acción”, la aparición de “La
Palabra” en Barcelona y la organización del grupo
semifascista “La Traza”.

[32] Perucho, A., “Catalunya sota la
Dictadura (Dades per a la Història), Barcelona, Proa,
1930.

[33] González Calleja, E., Idem, p.
100.

[34] Puig i Cadafalch declaró que
“entre un hecho extralegal y la corrupción del
sistema” la Lliga optaba por lo primero

[35] El polémico Decreto de
“Defensa de la Unidad Nacional” derogado el 28 de
Junio de 1930.

[36] Instituciones religiosas cerradas por
orden del Gobernador Civil Carlos Losada el 21 de setiembre de
1923.

[37] (1873-1946) Político,
jurisconsulto y escritor español, hijo del literato
Manuel Ossorio y Bernard, nacido en Madrid y fallecido en
Buenos Aires. Titulado en la Universidad Central, presidente de
la Academia de Jurisprudencia y del Ateneo de Madrid y decano
del Colegio de Abogados, fue uno de los más celebrados
abogados de la época. Su carrera política dentro
del Partido Conservador -gobernador de Barcelona (1909),
ministro de Fomento (1917)- quedó truncada por la
Dictadura de Primo de Rivera (1923-30), de la que fue enemigo
declarado, y acabó mostrándose partidario de la
abdicación de Alfonso XIII (1931) y apoyando con
decisión a la naciente II República. Durante
ésta ingresó en las Cortes Constituyentes (1931),
presidió la comisión jurídica encargada de
redactar el anteproyecto de la nueva Constitución y
representó a su país en Bélgica, Francia y
Argentina. Acabada la Guerra Civil (1936-39), afincó en
Buenos Aires, donde formó parte como ministro sin
cartera del Gobierno en el exilio de Giral (1945). Fecundo
escritor, particularmente en los últimos años de
su vida, publicó El alma de la toga, El divorcio en el
matrimonio civil, Cartas a una señora sobre temas de
derecho político y, en el exilio, Orígenes
próximos de la España actual, Anteproyecto del
Código Civil boliviano (1943), La reforma del
Código Civil argentino, Los fundamentos de la Democracia
Cristiana (1944), La gracia (1945), La España de mi
vida, Mis memorias (1946) y, póstumamente, Los derechos
del hombre, del ciudadano y del estado (1946) y Diálogos
femeninos (1947).

[38] (Madrid, 1897- id., 1986)
Político y escritor español. Catedrático
de las universidades de Oviedo y Madrid, fue diputado
monárquico en las Cortes constituyentes (1931) e
impulsó la creación del Bloque Nacional (1934).
Intervino en los momentos iniciales de la guerra civil como
enlace de Sanjurjo y en las relaciones con Italia. Ocupó
el cargo de ministro de Educación Nacional (1938-1939)
en el primer Gobierno de Franco, del que dimitió al
acabar la guerra por discrepancias con el régimen.
Marchó a Portugal como consejero de Juan de
Borbón y no regresó a España hasta 1969.
De su intensa labor de investigación destacan: Don
Bartolomé José Gallardo y la crítica
literaria de su tiempo (1921), La mística
española (1956) y Espiritualidad española (1961).
En 1978 publicó Testimonio y recuerdos, y en 1986,
Visión de España.

[39] González Calleja, E., Idem, p.
105.La reunión de 8/9 de enero de 1924 de miembros de la
UMN y otras “fuerzas vivas” con Barrera y Primo de
Rivera, Cit. Perucho, 1930

[40] González Calleja, E., Idem, p.
110.

[41] Roig i Rosich,J. P,
“L´impacte en el mon cultural”,
L´Avenc, nº 72, Jun, pp 70-74. Cit. González
Calleja, E., Idem, p. 110.

[42] (Vilanova i la Geltrú,
1859-Barcelona, 1933) Político catalán. Se
integró en el movimiento Solidaritat Catalana y en 1907
fue elegido diputado nacional, por lo que hubo de renunciar a
su carrera militar. En 1922 creó el partido Estat
Català, destinado a agrupar el catalanismo radical y de
izquierdas. Exiliado durante el período en el que
dirigió el Gobierno el general Primo de Rivera, en 1926
intentó entrar en Cataluña al frente de una
partida para promover un levantamiento general, pero fue
detenido por la gendarmería francesa. Regresó a
Cataluña en 1931 e integró su partido en Esquerra
Republicana. En 1931 proclamó el Estado Catalán
dentro de la República Federal Española. Tras una
serie de negociaciones, aceptó transformar el Gobierno
de Cataluña en Gobierno de la Generalidad de
Cataluña y elaborar un estatuto de autonomía.
Elegido presidente de la Generalidad en 1932, se esforzó
en reflejar el ideario autonómico de su partido desde su
acción de gobierno, que concluiría con la derrota
electoral de su partido (noviembre de 1933).

[43] Escuadrones, grupos o pelotones.

[44] José Ortega y Gasset – El Sol, 15
de noviembre de 1930

[45] Nacido como Francisco Paulino
Hermenegildo Teódulo Franco y Bahamonde Salgado Pardo en
Ferrol (La Coruña), se graduó en la academia
militar de la ciudad de Toledo. A la edad de 23 años,
por méritos de guerra, se convirtió en el
comandante más joven en el ejército
español. Tras continuar su vertiginosa carrera militar,
plagada de éxitos en las campañas de Marruecos,
se convirtió en general de brigada en el año
1925, por nombramiento del Rey Alfonso XIII, siendo el
más joven en toda Europa con esa graduación.
Durante la Segunda República Española, en febrero
de 1933 es destinado, por el gobierno Azaña, a Baleares
como Comandante General. Tras el triunfo del centro-derecha en
las elecciones de noviembre de 1933 es ascendido a general de
división en marzo de 1934, permaneciendo en la
Comandancia de Baleares. Hallándose circunstancialmente
en Madrid cuando se produce la insurrección obrera en
Asturias, es encargado por el Ministerio de la Guerra de
dirigir, asesorando al ministro Diego Hidalgo, las operaciones
de represión de la revuelta, aunque el Jefe del Estado
Mayor era el general Masquelet. En 1935 cuando Gil-Robles asume
la cartera de Guerra, Franco es designado jefe del Estado Mayor
Central. Tras las elecciones de febrero de 1936, vuelve al
poder Manuel Azaña, al frente del recién creado
Frente Popular. Ese mismo año destituye a Franco de su
cargo como jefe del Estado Mayor y se le envía a Santa
Cruz de Tenerife como Comandante General de las islas Canarias.
Tras el asesinato de José Calvo Sotelo, líder de
la oposición, Franco se suma a los preparativos para la
sublevación militar que se estaba gestando por parte de
los generales Sanjurjo y Mola, iniciada el 17 de julio. El 18
de julio de 1936 se traslada desde Las Palmas de Gran Canaria a
Tetuán (Marruecos), donde llega a las siete de la
mañana del día 19, tras una larga escala en
Casablanca, para ponerse al frente de las tropas sublevadas del
Protectorado español de Marruecos. Este viaje lo realiza
a bordo de una aeronave De Havilland modelo Dragón
Rapide, alquilada en el aeropuerto de Croydon en Londres por el
corresponsal del diario ABC en aquella ciudad Luís
Bolín.( http://es.wikipedia.org)

[46] Moa, P., “Una Historia
Chocante”, Ediciones Encuentro, Madrid, 2004, pp. 339 y
ss.

[47] Al morir el rey Martín "el
humano" en 1412 sin descendencia, se inicia el período
denominado "Interregno". El llamado Compromiso de Caspe,
resolvió pacíficamente la situación de
vacío monárquico. La importancia de la Corona de
Aragón, que comprendía los territorios de
Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares,
Córcega, Cerdeña y Sicilia, hizo aparecer muchos
pretendientes al trono. En la primavera de aquel año, se
reúnen en la localidad de Caspe representantes de los
tres reinos principales de la Corona: tres compromisarios por
Aragón, tres por Cataluña y tres por Valencia y
por votación eligen como sucesor real al infante don
Fernando de Antequera, que pertenecía a la
dinastía castellana de los Trastámara.. Otros
grandes personajes históricos intercedieron en este
acontecimiento, Berenguer de Bardaxi, el Papa Luna o San
Vicente Ferrer. Fernando I reinaría en los territorios
de la Corona de Aragón entre 1412 y 1416. Este
Compromiso de Caspe evitó la guerra, fue una
solución pacífica al problema del derecho de
sucesión pactada con ecuanimidad, y en la memoria de los
aragoneses quedó como ejemplo histórico de
concordia y acierto político.

[48] (Reus, 1901-Guadalajara, México,
1980) Dirigente obrero español. Militó en la CNT
y fue miembro del grupo Los Solidarios. En la República
lideró la FAI y en 1932 preparó la
insurrección del Alto Llobregat. Durante la guerra civil
(1936-1939) fue ministro de Gracia y Justicia del Gobierno de
Largo Caballero y adoptó una postura conciliadora ante
los enfrentamientos de mayo de 1937 en Barcelona.

[49] Garmendia, J. M., “Historia”
p107., Cit. Moa. P., “Una Historia chocante”, Ed.
Encuentro, Madrid, 2004, p. 504.

[50] Realizada entre diciembre de 1966 y
marzo de 1967. Moa, P., “Una historia chocante”,
Encuentro, Madrid, 2004, p. 505.

[51] “El relato de Sarasqueta,
acompañante de Txabi, no hace concesiones a la
hagiografía. Echevarrieta disparó por la espalda
a un hombre agachado y lo remató cuando yacía en
el suelo, boca arriba. No fue un enfrentamiento (…), sino un
asesinato, como el del nazi que dispara sobre la nuca del
judío arrodillado(…): tiro por la espalda y, si es
posible, con la víctima maniatada.” Juaristi, J.,
“Sacra Némesis. Nuevas historias de nacionalistas
vascos”, Madrid, Espasa, pp. 114 y ss. Cit. Moa, P.,
“Una historia chocante”, Encuentro, Madrid, 2004,
p. 507.

[52] Txabi fue abatido por la Guardia Civil
poco después al salir de la casa del cura. Sarasqueta
cayó detenido algo más tarde y, condenado a
muerte, la sentencia le fue conmutada.

[53] (María Carolina de
Borbón-Sicilia, duquesa de Berry; Caserta, Italia,
1798-Brünssee, Austria, 1870) Princesa francesa.
Primogénita de Francisco I, rey de las Dos Sicilias,
casó con el duque Carlos Fernando de Berry (1816), del
que tuvo dos hijos, uno de ellos póstumo. Exiliada de
Francia en 1830, volvió al país en 1832, pero
fracasó en su intento de organizar una
sublevación contra Luis Felipe.

[54] (Enrique de Borbón, duque de
Burdeos, conde de Chambord; París, 1820-Frohsdorf,
Austria, 1883) Príncipe francés, hijo
póstumo del duque de Berry, segundo hijo de Carlos X. A
la muerte de éste (1836), se proclamó
pretendiente legitimista al trono de Francia con el nombre de
Enrique V. La Restauración y su ascenso al trono estuvo
a punto de producirse cuando Francia fue gobernada por una
Asamblea Nacional de mayoría monárquica (1871), e
incluso se llevó a cabo la fusión entre los
legitimistas y los orleanistas (1873). La actitud intransigente
del conde de Chambord, negándose a admitir cualquier
tipo de condiciones, frustró esta posibilidad. Con
él se extinguió la rama primogénita de los
Borbones.

[55] Fueron cuantiosas las ayudas
económicas recibidas y varios los legitimistas
extranjeros que lucharon en el bando carlista durante la guerra
de los Siete Años, como muchos fueron los carlistas
– sobresalen los nombres de Rafael Tristany, José
Borges o Francisco Savalls- que combatieron en Italia entre
1840 y 1872. El conde francés Henri de Chathelineau, en
particular, constituye un excelente ejemplo de la movilidad
blanca.

[56] El miguelismo fue marginado en el mapa
político portugués a mediados del s.XIX; la
unificación rompió la resistencia al ascenso del
liberalismo integrador italiano y, asimismo, el legitimismo
francés recibió un duro golpe como consecuencia
del grand refus de 1873 y, más adelante, con la muerte
del conde de Chambord, el pretendiente Enrique V,
adhiriéndose al conde de París o a los
“blancos de España” o, simplemente,
sucumbiendo a la desmovilización.

[57] Moa, P.,
http://libros.libertaddigital.com

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