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Al lado del hiperactivo. Una mirada desde la familia, el aula y la sociedad



Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Pablo: síntomas y conceptualización actual
  3. Pocho: subtipo inatención
  4. Fito: hiperactividad e impulsividad
  5. Lalo: inatención, hiperactividad e impulsividad
  6. Pepe: hiperactividad y trastorno oposicional
  7. Moncho: hiperactividad y trastorno de conducta
  8. Tato: hiperactividad y trastornos del aprendizaje
  9. Funcionamiento cognitivo del niño hiperactivo
  10. Leo: hiperactividad y problemas neurológicos
  11. Nino: diagnostico errado: la depresión
  12. René: evolución en la adolescencia
  13. Lino: comportamientos similares al TDAH por crianza inadecuada
  14. Chano: dificultad para aceptar el trastorno – sobreprotección
  15. Toni: padres poco disponibles. Drogadicción e hiperactividad
  16. Paco: padres comprometidos
  17. Roco: familia obstaculizadora vs facilitadora
  18. Maira: tratamiento integral
  19. Mona: tratamiento tardío, voz de aliento
  20. Pipe: una metodología adecuada favorece el desempeño
  21. Tina: al lado del hiperactivo
  22. Chucho: padres y colegio: un equipo
  23. Beto: padres vs colegio: desgaste total
  24. Milo: dificultades para acceder al tratamiento
  25. Glosario

INTRODUCCION

Podríamos preguntarnos: ¿En la época de los años cincuenta, o de los sesenta y por qué no los setenta, había hiperactivos? ¿Qué pasaba con los chicos que manifestaban los síntomas y los comportamientos por déficit de atención y/o hiperactividad de los que hoy se habla? ¿Qué hacían los padres o los educadores con respecto a estos síntomas y/o comportamientos de los muchachos?. Y, ¿Qué pasa ahora con los muchachos con características similares y cuál es la respuesta de: padres, educadores y comunidad?

Son preguntas que nos hacemos y que hicimos a varias personas, hoy, respetables padres y hasta venerables abuelos, ayer los necios inaguantables en sus hogares, en el colegio o en el vecindario.

En 1953, por ejemplo, en la libreta de calificaciones de una niña hiperactiva decía: "Es desatenta, desordenada, desobediente y desaplicada", con frecuencia tenía calificaciones bajas por mala conducta (en aquella época la disciplina se calificaba como conducta). Esta mujer hoy nos comenta que el tipo de profesora que le tocaba en cada grado y en cada colegio, era decisivo para que ganara o perdiera el año y para que pudiera continuar o la expulsaran. Así fue como, hasta el segundo año de bachillerato (hoy séptimo grado) hizo en un colegio distinto cada uno de los grados anteriores, dependiendo siempre de la capacidad de tolerancia de sus profesores.

Aunque los jóvenes de aquella época eran necios y distraídos, a diferencia de los muchachos de la actualidad, había autoridad y máximo respeto a sus padres y a sus maestros. Difícilmente respondían de mala manera y por ello eran más tolerados en las instituciones educativas.

También nos comenta nuestra amiga, que se consideraba bastante desordenada, que todos sus cuadernos tenían diferentes colores de tinta y con manchones. En general, estaban atrasados o con espacios en blanco por tareas no realizadas.

Eran frecuentes las discusiones entre los padres, sobre a quién le correspondería ir al colegio a recibir las quejas de turno, como por ejemplo, por pelear con una compañera, por no llevar bien el uniforme, por llegar tarde, y así, una y otra vez. Pero eso no ocurría solo con ella en esa casa. Entre sus otros doce hermanos también había quejas en el colegio de 4 o 5 de ellos, por motivos similares.

Cuando ingresó al primer grado de bachillerato las cosas aún no habían cambiado, tanto que una profesora la describía repitiendo el siguiente estribillo: "Entra, sale, sube, baja, no está quieta, ¿quién será?". De nuevo ese año tuvo que salir de ese colegio y perdió el segundo de bachillerato con notas inferiores a 3.0 en 7 materias. Ya sus distracciones eran diferentes; le gustaba ser amiga de todo el mundo y el tiempo no le alcanzaba para andar en la calle y conversar con sus amistades.

Finalmente, se logró estabilizar en un colegio oficial que en aquella época tenía una excelente calidad educativa y donde supieron encauzarle y tolerarle su inquietud aunque en muchas ocasiones tuvo problemas por mala conducta (indisciplina), la cual se calificaba cuantitativamente como una materia más, y sus notas no pasaban de 3.0 ó 3.5 si no era que perdía. Ella misma considera que fue mala estudiante, casi siempre recuperaba los años en los exámenes finales puesto que éstos valían un 40% de la nota final y era en la única época en que se dedicaba a estudiar con empeño, aunque generalmente debía "habilitar" dos y hasta tres materias si se podía.

Como en el caso descrito, los muchachos necios, con las características del hiperactivo de hoy, pasaban por 4 ó 5 instituciones educativas, repetían 3 ó 4 veces un año y lograban llegar hasta primero o segundo de bachillerato y en muchos casos, los padres decidían al final retirarlos del colegio, porque los consideraba "brutos" y los ponían a trabajar. En esa época era fácil conseguir un buen trabajo si se hacía un curso de comercio o cualquier otro oficio que se podía aprender sin necesidad de la escolaridad.

Estas personas, que no eran "brutas" sino desatentas, en ocasiones lograban una autosuperación y, así no hubieran cursado una carrera profesional, escalaban altas posiciones en su trabajo, o terminaban creando pequeñas empresas familiares.

La diferencia con el hiperactivo de hoy, radica en que el ambiente que les tocó vivir en esa época era relativamente sano, el vicio del momento era el cigarrillo y generalmente a escondidas de los padres y el control para el acceso a sitios públicos en donde se expendía licor era más estricto.

Así mismo, aunque los padres tuvieran buenos recursos económicos, limitaban la cantidad de dinero semanal que entregaban a sus hijos e imponían estrictos horarios para llegar a la casa. Es importante resaltar que en el hogar, generalmente estaba la madre que recibía a sus hijos, constataba el tiempo de salida del colegio, se encargaba de alimentarlos bien y supervigilaba los deberes escolares para que no faltaran con las tareas. Por parte de las instituciones educativas no había lugar para el ocio, porque el horario era de doble jornada y por la tarde se salía a las 5:00.

Actualmente, nuestra amiga es una próspera empresaria, con excelentes aciertos, pero también con no muy pocos desaciertos, producto de su impulsividad y de no medir las consecuencias de sus actos.

Cuando se le observa en su trabajo, es dispersa, atiende varios asuntos a la vez y en muchas ocasiones interrumpe a quien está hablando para dar su opinión. Quiere que los demás le sigan su ritmo de hacer y hacer. Su impulsividad hace que a veces se torne fuerte en el trato con las demás personas. Su mente y su pensamiento son ágiles, pero demasiado dispersos. Es desordenada y en su escritorio se pueden ver toda clase de papeles en pilas caóticas.

Por su autocontrol y sólida formación recibida, ha logrado claridad en sus criterios, alta tolerancia a la frustración y persistencia hasta alcanzar lo que se propone.

Observando a otros adultos que han sido hiperactivos, encontramos que predominan características similares, que incluyen además la necesidad de estar en continuo movimiento, atendiendo a varias cosas a la vez y de estar ocupados permanentemente, lo que los hace trabajadores incansables, personas productivas y exitosas en muchos casos.

Otros, que no lograron canalizar sus niveles de inquietud, inatención e impulsividad que les permitiera cultivarse intelectualmente y realizarse en los niveles personal y profesional, refieren una vida con muchas dificultades y frustraciones, no sólo experimentadas por ellos mismos, sino por las personas cercanas.

Es un hecho; el trastorno por déficit de atención – hiperactividad (TDAH) existe desde hace muchos años (ya se hablaba de él en 1900), aunque en la actualidad ha tenido mayor divulgación como consecuencia del aumento de conocimiento sobre el mismo. Es así como queremos compartir nuestra experiencia educativa de 15 años con niños y jóvenes que padecen el trastorno, las satisfacciones y frustraciones que hemos vivido al lado de ellos, sus familias y los grandes aprendizajes que hemos logrado a través de la permanente convivencia. Esta experiencia y vivencia constituyen la singularidad de la historia del Colegio Integrado Laureles.

PABLO: SÍNTOMAS Y CONCEPTUALIZACIÓN ACTUAL

-. Otra vez nos llamaron del colegio, Jorge. Parece que Pablito le pegó a uno de sus amiguitos y le dijo una palabrota al profesor de educación física porque lo expulsó de un partido de fútbol.- Le decía Martha a su esposo llamándolo por teléfono a la oficina.

-. ¡Qué problema! ¡Parece que en ese colegio no saben más sino molestarle a uno la vida!. – ¡Como si yo tuviera tiempo para estar a todo momento corriendo a ver qué pasa con el muchacho.- Malo si no hace nada, porque es un perezoso y malo si se exalta en el calor de un juego y le pega a su compañero.- Y ahora como salieron con el cuento de que es hiperactivo, no nos vamos a quitar de encima a las directivas del colegio!.

-. Pero eso no es todo- volvió a decir Martha. -. Aquí en la unidad, el administrador ya se vino a quejar porque dizque Pablito, rompió varios vidrios a piedra en uno de los apartamentos del primer piso, porque los niños que viven ahí no le quisieron prestar la patineta. ¡Dijo que si no le poníamos atención a eso, iba a tener que poner una denuncia en una inspección de Policía! ¿Te imaginas?, ¿Pablito arrestado por una cosa de esas?.

-. ¡Mejor ni hablar!, Ya me estoy cansando de que todo el mundo me diga que Pablito esto, Pablito lo otro. ¿Para qué lo pusimos en ese colegio?, ¿No dizque allá saben cómo tratar esos casos? ¡Como que estamos perdiendo nuestro dinero, porque allá no han hecho nada, sólo quitarnos tiempo y mortificarnos a cada rato! ¡Para eso está la psicóloga del colegio!. ¡Que ella encuentre el remedio!.

Ese día Pablo había sido suspendido del Colegio, no sólo por su comportamiento altanero con el profesor, por haber golpeado a su compañero de equipo, sino que además había sido amonestado por no respetar las filas en el momento del descanso para comprar en la cafetería, abalanzándose sobre el grupo de los más pequeños y haciéndolos rodar por el suelo. Cuando la coordinadora de la primaria se enteró, con un suspiro dijo: -. ¿Otra vez Pablo?. No ha parado durante esta semana de hacer desmanes. Ayer tiró todos los implementos de trabajo en la clase de pintura, anteayer interrumpió la clase de biología cuando sacó una rana viva y asustó a las niñas de su grupo. Y pensó para sus adentros, "¿Qué hacer? ¿Si los padres están esquivando cada cual su responsabilidad a todo momento y ninguno de los dos es consciente de lo que se le ha diagnosticado al chico?

En efecto, debido al comportamiento desordenado y agresivo de Pablo, fue remitido al psicólogo, quien diagnosticó en Pablo el caso típico de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

A pesar de discutir con su esposa, al día siguiente ambos padres se hicieron presentes en el colegio, en donde la Directora de Grupo les comentó, casi como si estuviera repitiendo la misma historia de las citaciones pasadas, los casos de indisciplina y de faltas al reglamento del colegio, resaltando además que su altanería y forma de ser violento, estaba incrementándose a medida que el chico crecía.

-. Describamos cualquiera de las clases del grupo de Pablo. Decía la Directora. -. Después de llegar tarde al salón entre gritos y empujones a sus compañeros, se demora para sentarse en su puesto y buscar los útiles con qué trabajar….. cuando logra hacerlo, ya se encuentra atrasado con respecto a los demás y empieza a importunar para que le digan en qué van. Como sus compañeros tratan de concentrarse en su trabajo, no le prestan atención y Pablo, comienza a hurgarles las espaldas con el lapicero, o a golpearles la cabeza. Y hasta ahí llega el orden de la clase. El profesor tiene que parar y llamarle la atención al muchacho. Éste le responde de mala manera y cuando la suerte está del lado del profesor, se sienta a regañadientes pero decide no realizar la actividad en la que están. Hay que recordarle a cada momento las actividades que debe desarrollar en clase, pero a todo dice: "ya voy" ó "ahorita". En otros casos, cuando logra iniciar a tiempo, constantemente interrumpe para preguntar cosas que nada tienen que ver con el tema o para soltar uno de sus acostumbrados chistes que distraen y desconcentran a los demás de sus actividades. Se para continuamente de su puesto con el pretexto de tirar algo a la basura o pedir cosas prestadas a sus compañeros. No es raro que antes de terminar cada clase, el profesor tenga que pedirle a Pablo que se retire del salón y se presente ante el coordinador, con una anotación en su cuaderno de seguimiento.

– Igual pasa en casa- anotó Martha. ¡No hay forma de hacerlo entrar para que haga sus tareas o estudie, cada vez que lo llamo responde lo mismo, pero enojado: -."¡Ya voy!" o "¡ahorita!". -. Además, tengo que hacerme cargo de los otros dos hijos, uno mayor y la otra menor que Pablo, que son más juiciosos y ordenados, pero a los que tengo que controlar cada vez que Pablo se mete con ellos y les pega.

-. Es lamentable tener que llamarlos para comentarles todo esto.- decía la directora de Primaria. Si ustedes hubieran aceptado desde el principio el diagnóstico que el psicólogo hizo acerca del trastorno que sufre Pablo, habríamos iniciado cuanto antes un proceso de seguimiento y control, acompañado del tratamiento psicológico y seguramente ya estaríamos viendo los resultados. –Tengo que informarles que dada su renuencia a aceptar las sugerencias, el colegio se ha visto obligado, mediante una resolución escrita, a exigirles un mayor compromiso para asumir el tratamiento psicológico y neurológico que requiere Pablo. En la misma resolución se les hace tomar conciencia de las consecuencias tan serias que tendrá el chico, si no se responsabilizan y asumen un mayor compromiso en el seguimiento y acompañamiento.

El caso de Pablo es un ejemplo de la presencia del Trastorno por Déficit de Atención – hiperactividad (TDAH), caracterizado por niveles inapropiados de atención, hiperactividad e impulsividad.

Dentro de las manifestaciones de inatención en Pablo se observa:

– Dificultad para mantener la atención en tareas.

– Se distrae fácilmente con estímulos irrelevantes.

– Es olvidadizo en las actividades diarias.

– Dificultad para seguir instrucciones y terminar las actividades asignadas.

Evita tareas que requieran esfuerzo mental sostenido.

– Se le pierden sus cosas.

– Tiene dificultad para organizar sus tareas o actividades.

Además de las anteriores, otras manifestaciones de inatención son: El cometer errores por descuido y apariencia de no escuchar.

Dentro de las características de hiperactividad, en Pablo se manifiesta:

– El movimiento permanente de manos y pies.

– Dificultad para permanecer sentado.

– Dar la apariencia de "tener un motor por dentro"

– Hablar excesivamente.

– Correr o saltar en situaciones inapropiadas.

– Dificultad para dedicarse a actividades tranquilas calmadamente.

Un tercer componente alterado es el de impulsividad, esto es, fallas a nivel del pensamiento reflexivo y habilidades de autocontrol. En Pablo se manifiestan dos de los tres criterios del diagnóstico:

– Dificultad para esperar turno.

– Interrumpir las conversaciones o actividades de otros.

El criterio restante es el responder antes de que se le acaben de dar instrucciones.

A pesar de que sólo se hayan determinado hasta el momento tres criterios de impulsividad, hay otras manifestaciones del mismo que afectan significativamente la convivencia y adaptación social. En Pablo son evidentes:

– Su baja tolerancia a frustraciones, frente a las cuales responde con agresión física o verbal.

– Dificultad para acatar normas y anticipar las consecuencias de sus actos.

Además de las características enunciadas, Pablo cumple con lo otros requerimientos que indican la presencia del Trastorno:

– Se presenta antes de los 7 años de edad.

– Es evidente en dos o más ambientes (casa, colegio, situaciones sociales).

– Interfiere con su desempeño académico y social.

– Los comportamientos no son explicables por problema neurológico, psicológico o psiquiátrico.

A pesar de que Pablo tiene manifestaciones y síntomas de los tres componentes, es posible hallar tres formas de expresión del trastorno:

– Cuando predomina la inatención (subtipo inatento).

– Cuando predomina la hiperactividad – impulsividad (subtipo hiperactivo – impulsivo).

– Cuando hay alteración en los tres componentes (subtipo combinado o mixto), siendo éste el caso de Pablo.

¿Por qué Pablo se comporta así?. ¿Será que es un malcriado, al que le ha faltado disciplina?. ¿Será que disfruta con causar disgusto a los demás?. ¿Será que carece de fuerza de voluntad para controlarse?. No. Pablo presenta un trastorno de origen neurobiológico, una condición con la cual nació y lo acompañará durante toda su vida con algunas variaciones. No es que él no quiera ser mejor y dejar de causar problemas, sino que tiene una alteración en sus funciones ejecutivas, las cuales son las encargadas del autocontrol, de los mecanismos de inhibición y control del comportamiento.

Las funciones ejecutivas se realizan en el lóbulo frontal del cerebro y son como el ejecutivo de una empresa, se encargan de planear, organizar, controlar, evaluar, e ir modificando estrategias…… y en estos chicos, no funcionan bien.

¡Imagínese una empresa sin jefe!. Caos total. Sin mecanismos de planificación y control….. algo similar ocurre con las personas que tienen el trastorno que generalmente es hereditario en el 80% de los casos. El 20% restante, posiblemente tuvo problemas durante el embarazo, parto o primeros años de vida, tales como enfermedades o accidentes graves que ahora alteran su funcionamiento cerebral.

¿Está condenado Pablo a seguir así el resto de su vida?. No. Se debe realizar un proceso de evaluación que haga el diagnóstico y posterior a ello, incluir tanto a la familia como a Pablo en un tratamiento que les permita a los padres optimizar su estilo de crianza y convertirse en apoyo de su hijo, y en Pablo, para que afiance y aplique sus habilidades de autocontrol, de manera que pueda regular su atención, sus movimientos y sus impulsos.

En muchos de los casos se benefician del apoyo farmacológico, consistente en un medicamento que les ayuda a controlar los componentes alterados.

Es necesario que el colegio esté involucrado en el proceso y se constituya igualmente en un mecanismo de soporte y control a sus dificultades. Al formar un equipo entre el colegio, los padres y el niño, la evolución del trastorno es positiva y permiten que en un futuro, Pablo sea una persona adaptada, exitosa y feliz.

POCHO: SUBTIPO INATENCION

-. Pocho, por favor, ¿qué pasó con la circular que enviamos para que la firmaran tus padres?- preguntó el Director de Grupo.

-. Se me olvidó, profe. – contestó Pocho, casi como sacándose de la boca las palabras para poderlas decir.

-. Siempre lo mismo, ¿verdad?. Desde que te conozco en este colegio, todas las veces ha sido igual, se te olvidan las tareas, se te olvidan los trabajos, las circulares. ¿Por qué no pones un poco más de tu parte, para que no tenga que repetirte lo mismo todos los días?.

Pero ya no había otra respuesta por parte de Pocho, porque estaba distraído mortificando al compañero que tenía adelante, hurgando sus espaldas con un lápiz.

-. ¡Pocho! ¡Deja en paz a tus compañeros! ¡Ellos están tratando de hacer su trabajo y no los estás dejando!-

-. ¡Pero profe! Sólo estoy jugando, ¿verdad Camilo?- decía sonriendo y con una palmada en el hombro de Camilo, le demostraba al profesor que era muy amigo de sus compañeros.

Cuando se le llamaba la atención, Pocho obedecía inmediatamente y dejaba de hacer aquello que molestara al maestro o a sus compañeros, pero inmediatamente entraba en otra situación de distracción con cualquier evento que en ese momento se llegase a presentar.

El maestro, contrariado por su actitud, le pidió el cuaderno de comportamiento e hizo una anotación, como otras tantas que había hecho durante el año, con la amarga certeza de que los padres de Pocho ni siquiera se iban a tomar el trabajo de leer y mucho menos firmar dicha anotación.

Ya había perdido la cuenta de cuántas veces en el año y en los años anteriores, había citado a los padres para hablarles de las grandes dificultades que Pocho presentaba en su desempeño escolar.

-. ¿Pero qué más se puede esperar de Pocho?- decía su padre- ¡si yo mismo fui así cuando estaba en el colegio!. Llegué a repetir hasta 5 veces el grado sexto y aquí me ve. No tuve que hacer una carrera universitaria para tener lo que tengo en este momento. -. ¿Entonces para qué vamos a obligar al muchacho?. Él sólo ha repetido dos años – Dejemos que termine su estudio que ya veremos qué se va a hacer con Pocho.

Para ratificar lo dicho por su padre, el chico estaba afuera en el patio del colegio, mostrando a sus compañeros muy ufano, el nuevo automóvil que le habían regalado en su último cumpleaños, a pesar de ser aún menor de edad.

También el maestro recordaba cuántas veces le decomisó los juegos electrónicos portátiles, el "walkman" o los juguetes de moda del momento, que salían de su maleta como si fuese una lámpara de Aladino, porque eran innumerables. Sabía que sólo bastaba que abriera la boca en su hogar, para que los padres le dieran dinero con el cual satisfacer cualquiera de sus caprichos.

No se podía esperar más de la actitud de ellos, pues como personas poco instruidas que han dedicado toda la vida a sacar adelante una pequeña empresa familiar, decidieron que sería el colegio el que se debía encargar del todo de la educación de su hijo. Además en su familia, entre sus tíos y primos hay varios hiperactivos. La mayoría han demostrado poco interés por el estudio en general y son pequeños empresarios con buena solvencia económica

Tampoco se podía culpar sólo a Pocho de esa actitud pues de acuerdo a la evaluación de un psicólogo, desde el principio se le diagnosticó déficit de atención. Siempre se le vio como si no tuviera energías para realizar cualquier actividad académica, sin ninguna motivación para trabajar y a pesar de demostrar una inteligencia normal, su inatención y lentitud lo hacían parecer como si tuviera pocas capacidades. Generalmente recuperaba los logros escolares cuando estaba terminando el período lectivo, bajo la supervisión de un profesor que le contrataban fuera del colegio o con un adulto que permanentemente supervisara su trabajo.

En la actualidad Pocho ya fuma, cada vez se desentiende más de sus responsabilidades escolares y sólo piensa en lo que hará apenas salga del colegio. No muestra aspiraciones ni interés por alguna actividad que le llegare a beneficiar en el futuro.

Este caso es un ejemplo del TDAH del subtipo inatención, en el cual se evidencia su dificultad para iniciar, mantenerse y concluir las asignaciones, además de olvidos frecuentes.

Son igualmente características del subtipo: la poca actividad que tienen, y contrario a los que presentan alteración en los componentes de hiperactividad- impulsividad, se les ve faltos de energía y con tendencia a la hipoactividad.

牓on personas calladas, aisladas e inhibidas, por lo que no alteran el ambiente en el aula de clase y pueden pasar desapercibidos en el ámbito escolar, por lo tanto no son remitidos a evaluación a pesar del bajo rendimiento académico.

牌a velocidad para procesar la información es también lenta, requieren largos periodos para pensar y dar respuesta a lo que se les pide o para entender lo que se les explica, lo que hace dudar de su capacidad intelectual, que generalmente es normal, por lo que son tildados de lentos y perezosos con respecto al trabajo académico. A pesar de lo anterior tienen destellos de "lucidez" y dan respuestas acertadas.

En el caso de Pocho, la familia se constituye en un obstáculo en la evolución positiva del trastorno, ya que no brinda la estructura y supervisión que estos chicos requieren debido a la alteración en sus funciones ejecutivas (habilidades para planear, organizar, controlar, evaluar). De la misma manera, el padre es un modelo inadecuado con respecto a las expectativas académicas, ya que sin considerar las demandas de la época, abiertamente expresa que el estudio no es necesario para lograr el éxito laboral.

La poca valoración hacia las implicaciones y consecuencias del trastorno, y la falta de compromiso de la familia en seguir adecuadamente el tratamiento, hacen que el pronóstico de Pocho no sea bueno. Posiblemente no llegará al punto de convertirse en delincuente o drogadicto, pero tampoco logrará alcanzar satisfactoriamente metas académicas.

Desde nuestra visión como institución educativa, hemos constatado que en esta época es ardua la labor de ser padres y con algunos de ellos es difícil hacerlos tomar conciencia de la necesidad de prepararse para ese trabajo, pues demuestran poco interés. A las escuelas de padres casi siempre acuden los mismos y precisamente son aquellos que menos necesitan porque por su formación y apertura tienen claridad sobre cómo educar a sus hijos. Pero son precisamente quienes más lo necesitan, los que menos acuden, o no asisten. Estos son el tipo de padres despreocupados.

Hay otro buen número de padres que siendo convocados y conscientes de la problemática de su hijo con TDAH, muestran buena voluntad para seguir un tratamiento y unas orientaciones, pero cuando ven mejoras en el chico se despreocupan y es así como dejan de cumplir las recomendaciones, tanto de tratamiento psicológico como de darle el medicamento, por lo que es necesario citarlos al colegio ya que el chico puede sufrir una recaída, volver a mostrarse inestable y a no rendir en el estudio.

¿Por qué razones los padres actúan así?. Puede ser porque no han reconocido ni dimensionado las implicaciones del trastorno y la necesidad de seguir consistentemente las recomendaciones, creyendo que es una situación temporal o pasajera. Otra razón es que muchos de ellos también son hiperactivos, inatentos, olvidadizos e impulsivos, lo que determina que sean inconstantes en el seguimiento de las recomendaciones.

El tipo de padres inconstantes es menos dañino que el tipo despreocupado, pero cuando se les identifica, debe ser la institución educativa la que les haga exigencias concretas y les esté haciendo un mayor acompañamiento y seguimiento respecto al tratamiento de su hijo.

Los chicos van al vaivén de sus padres. Cuando las relaciones han sido buenas y el hogar ha sido estable, a pesar de la inconsistencia, es posible que al estar redirigiendo a los padres, se logre un chico autocontrolado y con buen desempeño.

FITO: HIPERACTIVIDAD E IMPULSIVIDAD

Fito ha sido uno de los casos clásicos de hiperactividad que ha pasado por la institución y en el que se ha demostrado cómo un buen apoyo, seguimiento y compromiso de los padres lograron superar el trastorno en su etapa de educación básica y media. En su ficha de seguimiento no quedaron espacios en blanco por todas las anotaciones que durante ese tiempo se le hicieron. Por eso no es difícil describir su caso.

Cursó 8 años en el colegio; llegó con diagnóstico de hiperactividad a 4º de primaria. Desde ese primer año se mostró como un muchacho díscolo. Parecía no poder estarse quieto, en todo momento tenía que estarse moviendo. Tenía una gran capacidad verbal; hablaba constantemente y en voz alta, con frecuencia se metía en problemas y creaba conflictos por lo más mínimo.

Entre sus aspectos positivos, sobresalía su interés por el estudio y se destacaba de manera especial en todo lo que exigiera esfuerzo físico, como la educación física y los deportes, en especial el fútbol.

Al terminar el primer año, fueron notables las anotaciones respecto a hablar a destiempo e interrumpir las actividades de los otros, pues era a él a quien tenían que escuchar.

Quinto grado: Se siguió destacando positivamente en la parte académica, pero le gustaba poner quejas y aunque estuviera involucrado en el problema, no reconocía que él también había actuado incorrectamente; con frecuencia se mostraba desordenado y discutía por todo. Igualmente, se le llamaba la atención ya que frecuentemente se levantaba del asiento como si tuviera un resorte.

Sus padres, pareja unida y acorde con las normas del colegio, eran activos y estaban dispuestos a seguir concienzudamente el tratamiento. Estaban prontos a escuchar y aplicar las sugerencias que se les hiciera sobre su hijo, entre ellas, la que él asumiera las consecuencias de sus faltas.

Sexto grado: Siendo un alumno hiperactivo fue encauzando un poco sus energías, colaboraba dentro el grupo, con frecuencia hacía de monitor y ayudaba a poner orden cuando había indisciplina entre sus compañeros. Académicamente, terminaba rápido las tareas que se le asignaran, pero no siempre las hacía bien, pues la letra era poco legible y escribía de cualquier manera por terminar primero que todos. Continuó tomando dos pastillas de Ritalina al día durante dos años más, lo que le ayudó a concentrarse y a estar bien durante el trabajo de clase. A pesar de ello, en ocasiones causaba desorden, como en una oportunidad en la que se celebraba el día del hombre y participó en una guerra de tortas con otros compañeros.

Séptimo grado: Este cuarto año fue uno de los más difíciles, pues Fito estaba en todo el apogeo de su adolescencia, entre los 14 y 15 años. A veces se mostraba responsable, respetuoso y asumía con juicio sus deberes, no obstante, también hablaba a los gritos y era inestable. A mediados del año, se mostró indiferente con sus tareas, hacía las cosas por salir del paso, su letra continuó siendo ilegible, no aceptaba que se le contradijera, era llevado de su parecer, superficial en sus apreciaciones y hablaba en forma atropellada. Estuvo en peligro de perder el año, terminó con calificaciones muy regulares y con muchos compromisos.

Octavo grado: Se notó poca mejoría respecto al año anterior. Era muy disperso, hablaba en clase e interrumpía; se le dificultaba esperar a que le concedieran el uso de la palabra y el turno, tenía que ser escuchado o de lo contrario se ofuscaba y renegaba, se creía el poseedor de la verdad y se mostraba oposicional sin dar la razón a los demás. Se dejaba influenciar fácilmente por algunos de sus compañeros que también presentaban problemas disciplinarios.

En varias oportunidades se habló con los padres y se les exigió ayuda psicológica, pues Fito debía aprender a controlar sus impulsos; cumplidos estos requisitos, al final del año fue evaluado como un alumno más receptivo, que había mejorado notablemente, trataba de controlarse, ser más respetuoso y amable con los otros; académicamente también fue alcanzando logros positivos.

Sus dos últimos grados del bachillerato, en términos generales, los pasó bien, demostrando mayor control, aunque con altibajos en lo académico. Le ayudaba a encauzar sus energías el pertenecer al grupo "scout" y ser un muchacho deportista. Si por él fuera, se la pasaría jugando fútbol.

En su último año se destacó por ser un joven alegre, extrovertido, colaborador, muy líder, hasta el punto que se postuló para ser el personero del colegio, cargo con el cual terminó el año. De grandes sentimientos y con actitudes respetuosas, todo un caballero, sincero y sin doblez.

La presencia de los padres en el colegio siempre fue destacada, aun en actividades extra-escolares, como por ejemplo en la organización de campamentos scout.

Actualmente está en la universidad.

Fito presenta TDAH del subtipo Hiperactividad-impulsividad, en el cual hay pocas alteraciones de atención y dificultades significativas en el control de movimientos e impulsos. Por tal razón, tiene la ventaja de que afecta en menor medida el rendimiento académico y la asimilación de conceptos. Sin embargo, debido a la impulsividad de pensamiento, manifestada en la falta de estrategias para organizar el mismo y de escasas habilidades de autoevaluación, es común que se observe un trabajo escolar poco cuidadoso y por lo tanto errático, lo que afecta el desempeño académico en el colegio.

En el subtipo hiperactivo-impulsivo, se observa gran dificultad para permanecer quieto o sentado y en el caso de Fito, el componente de impulsividad es alto:

  • ? Dificultad para aceptar opiniones de otros.

  • ? Dificultad para respetar turnos.

  • ? Hablar atropellada y apresuradamente.

  • ? Alegar y discutir acaloradamente.

Las anteriores manifestaciones pueden generar rechazo social y alterar la sana y armónica convivencia.

Hay varios factores a favor de la evolución de Fito:

– El consumo del medicamento, que le ayudó a controlar sus niveles de hiperactividad e impulsividad.

– La asistencia a tratamiento psicológico, que le permitiera desarrollar y afianzar habilidades de autocontrol.

– El sistema de crianza de sus padres, quienes brindaron un ambiente organizado y supervisión en el hogar. Su compromiso con el tratamiento psicológico y farmacológico, promovieron las áreas fuertes de Fito, como el deporte o su afición por el escultismo; junto con el acompañamiento permanente que le brindaron.

La excesiva actividad motora de Fito, en su caso se convierte en una fortaleza al ser canalizada a través de actividades deportivas, lo que le permite ponerla en función de su satisfacción personal. Igualmente, el grupo scout fue una manera adecuada de emplear su tiempo libre, de rodearse de compañías adecuadas, de exigirse a sí mismo de acuerdo a las normas y a las reglas de la filosofía scout, lo que contribuyó a afianzar y fortalecer su capacidad de control.

Todo lo anterior unido al seguimiento y frecuente comunicación de los padres con el establecimiento educativo ayudaron a Fito a culminar satisfactoriamente sus estudios básicos.

LALO: INATENCIÓN, HIPERACTIVIDAD E IMPULSIVIDAD

Lalo es el menor de dos hermanos. Sus padres conforman una familia estable que está pendiente de la buena formación de sus hijos, por ello organizan su tiempo de forma que puedan atender todo lo relacionado con su educación.

A los 9 años, a Lalo le diagnosticaron hiperactividad y le recomendaron cambiarlo a una institución que tuviera grupos pequeños y una atención y enseñanza más personalizadas. Al colegio ingresó a cursar el segundo grado. Al principio se mostraba alegre, entusiasta y colaborador; pero a medida que pasaba el tiempo, se notó su lentitud para asimilar y dificultad para retener los contenidos de las materias. Era inquieto, interrumpía, molestaba mucho y se paraba del puesto con frecuencia a importunar a los compañeros. Cuando se le llamaba la atención decía que le tenían bronca, quería que sus compañeros le hicieran las tareas y con frecuencia decía: "¡qué pereza!". Se creía muy gracioso y payaseaba continuamente, interrumpía a los compañeros cuando estaban exponiendo sus trabajos. Ante esta situación se solicitó a los padres que le iniciaran un tratamiento psicológico y neurológico los cuales efectivamente se realizaron y en este último, le recetaron el uso de la Ritalina para ayudarlo a controlar su comportamiento y su concentración.

Aunque los padres eran muy colaboradores y estaban atentos a las insinuaciones del colegio, no aceptaron de buen grado el uso del fármaco y se lo administraban de manera irregular. Cuando dejaba de tomar la Ritalina, Lalo se tornaba más inquieto, desatento e impulsivo, por lo que se hizo necesario concertar con sus padres en varias ocasiones para que reiniciaran la medicación regularmente, lo que efectivamente hicieron. Bajo su efecto se notaba el cambio; Lalo era más controlado y centrado en su trabajo escolar.

Lalo presenta TDAH del subtipo combinado, en el cual hay problemas en los tres componentes: atención, hiperactividad e impulsividad. Debido a esto, se afecta el desempeño académico y social y crea interferencia en el aula de clase.

En este subtipo, también puede haber dificultades de convivencia, debido a que el niño requiere de la repetición de órdenes para que cumpla con las actividades de rutina (ocurre en todos los subtipos) y acate las normas. Igualmente se dificultan y hasta se deterioran las relaciones de familia, especialmente con los hermanos, para quienes es difícil tolerar los comportamientos impulsivos de su hermano con TDAH.

En el subtipo combinado, en muchos casos es necesaria la vinculación a un tratamiento psicológico y en la gran mayoría ser apoyados por el uso del fármaco. La medicación más utilizada es la Ritalina, perteneciente a la familia de los estimulantes y que ha demostrado alta eficacia para mejorar la atención, reducir la hiperactividad y aumentar el control de los impulsos mientras están bajo su efecto, el cual dura alrededor de las primeras cuatro horas después de ser ingerida. Por esta razón, en muchos casos se debe dar otra dosis en el colegio con el fin de que esté cubierto durante toda la jornada escolar.

Cuando la persona está bajo el efecto de la medicación, se desempeña eficientemente en el ámbito académico, ya que por estar atenta y concentrada, logra iniciar fácilmente sus actividades, seguir las instrucciones de trabajo, filtrar los estímulos distractores y utilizar adecuadamente su tiempo.

Igualmente, la reducción de los niveles de actividad, le permite permanecer tranquilamente en su sitio, sin estarse parando de su asiento o en movimiento constante.

Los efectos de impulsividad se observan tanto en la forma de pensar, como en la de actuar. Así, pueden tomarse el tiempo necesario para organizar y estructurar su pensamiento antes de ejecutar las tareas y pueden establecer planes de acción frente a las mismas, lo que lleva a disminuir la cantidad de errores y equivocaciones, sintiéndose así más competentes.

En cuanto al comportamiento, ocurre algo similar; pueden pensar y evaluar las consecuencias antes de actuar, hay mayor tolerancia frente a las situaciones, al igual que mayor disponibilidad para acatar normas.

Lo anterior demuestra que se fortalece el pensamiento reflexivo y se controla la tendencia impulsiva, lo que beneficia significativamente su desempeño social en la medida en que les posibilita comportarse adecuadamente.

A pesar de los buenos resultados, el tratamiento con medicación genera gran controversia, ya que existe una corriente contraria a su uso. Ellos argumentan que la Ritalina puede causar atrofia cerebral, que genera dependencia o que predispone a la persona a la drogadicción, argumentos que no tienen soporte científico. Por el contrario, existen numerosos estudios que demuestran que lo anterior no ocurre y que por el contrario, protege al individuo de la drogadicción, debido a que es más reflexivo, así puede evaluar las consecuencias del consumo de sustancias prohibidas y evitarlo.

A pesar de las evidencias científicas a favor del uso de la Ritalina, la corriente en contra logra causar dudas y temores en algunos padres, quienes por este motivo, se la suspenden a sus hijos. Comienzan entonces a ensayar medicaciones y tratamientos alternativos, sin que estos demuestren su efectividad ni a corto ni a largo plazo, de acuerdo a nuestra experiencia educativa.

Es común que en las reuniones sociales en los corredores, o en encuentros casuales, la Ritalina sea tema de conversación; opina la madre, la vecina, la tía y todos quienes han escuchado algún comentario negativo, lo que lleva a causar dudas, desconfianza y hasta pánico en los padres hasta el punto de llevarlos a suspender su administración de inmediato, además de pensar que al neurólogo, que la recetó, le falta ética profesional y que está atentando contra la integridad de su hijo.

Es importante que el padre se informe de fuentes confiables y científicas, que ante el surgimiento de dudas recurra al neurólogo, que evalúe críticamente la literatura existente y los comentarios de las personas. Es necesario que la decisión de retirar la medicación sea tomada en conjunto con el profesional con base en los resultados obtenidos y no por simples rumores.

PEPE: HIPERACTIVIDAD Y TRASTORNO OPOSICIONAL

– ¡No profe! ¡Así no es! Saltó Pepe a refutar la explicación del profesor.

– ¡Ya comenzó Pepe a dar la clase!. Se mofaban sus compañeros. – ¡Se cree el sabelotodo y resulta que sólo dice bobadas!

El profesor, al frente de sus alumnos, debía esperar a que el muchacho dijera las majaderías que acostumbraba, en voz alta para que los demás se fijaran sólo en él, pero únicamente con el ánimo de hacer indisciplina.

– ¡No le haga caso profe! ¡Pepe está loco! – le decía otro de los estudiantes e inmediatamente se protegía porque sabía que con seguridad lo iba a golpear, no sin antes vociferarle algunas palabras soeces, sin importar ser sancionado por ello, porque Pepe confiaba en su inteligencia y astucia para manipular los hechos a su favor.

Los padres de Pepe lo llevaron al colegio a mitad de año, trasladado de otro en donde estaba repitiendo el grado sexto y cuando ya contaba con 14 años de edad. Tenían otro hijo. Eran personas bonachonas, de buena posición económica y soportaban en silencio el problema. Ya se han resignado a que su muchacho tuviera ese comportamiento y que no hubiera forma de hacerlo cambiar. Cuando eran citados para notificarles las faltas de disciplina, comentaban que en casa era igual.

-. Tenemos una empleada de servicio en nuestra casa y la trata peor que a una esclava. Decía la madre. -. La insulta, la grita y le da órdenes como si fuera el patrón.

-. ¡Pero peor que eso, es que no nos obedece!. Decía el padre. -. Le prohibimos salir por su mal comportamiento y fue como si no existiéramos. Igual se fue con sus amigos.

-. Ustedes saben que Pepe tiene el diagnóstico de TDAH, si se le hiciera un tratamiento psicológico, acompañado del neurólogico, podríamos lograr en él un cambio positivo. Les dijo la Rectora.

-. Pero si él mismo dice que es una estupidez ir a donde el psicólogo y no acepta tomar ningún tipo de medicamento.

-. Eso ratifica lo que dicen sus profesores. Contestó la Rectora. -. En clase se vanagloria de que él no necesita de ningún tratamiento, porque es más inteligente que todos y en ocasiones cuenta unas historias inverosímiles. -. Dice que ha cometido fechorías peores que las de un sicario, para imponerse respeto entre sus compañeros, sobre todo entre los más tímidos y callados.

Partes: 1, 2, 3

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