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Al lado del hiperactivo. Una mirada desde la familia, el aula y la sociedad (página 2)



Partes: 1, 2, 3

-. Ha sido tal su conducta con los compañeros, que uno de ellos se retiró del colegio porque no pudo soportar más que Pepe lo estuviera maltratando.

Para el siguiente año, con los padres se concertó un seguimiento estricto del comportamiento del muchacho, pero eso permitió constatar que cada vez más éste se iba saliendo de sus manos: Evitaban establecerle controles y consecuencias para no sentirse desautorizados, toleraban sus excesos con las otras personas y no lograron motivarlo para asistir a los tratamientos que requería, ni ellos se vincularon para ser asesorados.

Los compañeros se encargaron de aislarlo y lo rechazaban cuando trataba de interactuar con ellos, porque sabían que terminaría humillándolos creyéndose mejor, y los profesores resaltaban en él su actitud prepotente, decían que era cruel cuando quería humillar, también era irreverente e irrespetuoso.

A los tres meses de su segundo año en el colegio, en una reunión de integración con el grupo, se negó totalmente a participar en las actividades, se concentró en escuchar música en una grabadora y cuando la profesora le reconvino, la trató mal, le cuestionó el manejo del dinero para la actividad y le hizo sentir que no sabía dirigir el grupo. Por esa razón fue necesario suspender la integración y amenazó a sus compañeros con maltratarlos si llegaban a comentar en el colegio cuál había sido su comportamiento.

Cuando se citó para realizar el proceso disciplinario, insultó a la rectora y le encaró la forma como administraba la institución.

Debido a estos últimos hechos y ante la falta total de compromiso de los padres por realizar el seguimiento adecuado, se le canceló la matrícula y se les recomendó iniciar tratamiento psiquiátrico, resaltando sus conductas de mentir desmedidamente, desconocer la autoridad y el límite del respeto hacia los demás, la actitud amenazante y la ausencia total de autocontrol.

Pepe, además de presentar TDAH, tiene asociado el trastorno negativista desafiante (oposicional), que se caracteriza por manifestar frecuentemente un comportamiento hostil y de desobediencia hacia las figuras de autoridad.

Los comportamientos que definen este trastorno son:

  • ? Tienen accesos de cólera frecuentes.

  • ? Discuten con los adultos

  • ? Desafían abiertamente

  • ? Se niegan a cumplir demandas o normas de los adultos

  • ? Molestan deliberadamente a los demás, con la intención de sacarlos de casillas

  • ? Acusan a otros de sus propios errores o problemas de comportamiento

  • ? Se sienten fácilmente molestados por otros.

  • ? Se muestran iracundos y resentidos

  • ? Son rencorosos y con deseos de venganza

Si cumplen por lo menos con 4 de estos comportamientos en forma frecuente, es posible que presente el trastorno negativista-desafiante, el cual, con alguna frecuencia se presenta en chicos con TDAH del subtipo combinado e hiperactivo-impulsivo.

"Por las características de la persona negativista–desafiante, se afectan seriamente las relaciones familiares y sociales, son rechazados por sus compañeros o chicos de la misma edad debido a su prepotencia, sus burlas, comentarios hirientes e irritabilidad".

Las relaciones con los adultos son bastante difíciles por su estilo provocador, su irreverencia y actitud desafiante frente a la cual, el adulto adopta alguna de las siguientes posiciones: Se involucra en una discusión fuerte con él para demostrar su autoridad o trata de no contrariarlo para evitar enfrentamientos.

Esta última fue la actitud de los padres de Pepe, por la cual se agravó el trastorno, ya que perdió las figuras de autoridad que establecieran consecuencias y las hicieran cumplir sin temor a la reacción del muchacho.

Con respecto al manejo disciplinario empleado con estos chicos, los dos extremos son nocivos: Padres permisivos que no establecen normas y consecuencias o que las establecen pero no las cumplen, o padres exigentes en extremo con exceso de normas y castigos, frente a las cuales se rebelan los chicos, dando lugar a conductas mucho más graves.

Un factor de riesgo importante para el desarrollo del trastorno es que el joven, desde la más temprana edad, haya demostrado un temperamento difícil: llanto permanente e inconsolable, con dificultades para comer, dormir y aceptar cambios o bebés asustadizos. Estas actitudes llegan a ser agobiantes para los padres por lo que se afectan sus relaciones con el bebé. Es importante que en estos casos, los padres busquen ayuda profesional para el manejo de su hijo difícil, con el fin de prevenir el desarrollo del trastorno negativista desafiante, como ocurrió con Pepe.

En los casos en que este trastorno está asociado con el TDAH, es imprescindible, tanto el tratamiento psicológico como la ayuda farmacológica que permita reducir los altos niveles de impulsividad y facilite su manejo. Desafortunadamente la familia de Pepe tampoco utilizó estos recursos y se agravaron los comportamientos del chico.

MONCHO: HIPERACTIVIDAD Y TRASTORNO DE CONDUCTA

Moncho era el segundo hijo de Lucía, madre soltera y joven. Los padres de ella, personas sin preparación escolar que habían hecho fortuna en el comercio, por su dedicación exclusiva al trabajo, no tenían ni capacidad ni autoridad para orientar adecuadamente a sus seis hijos. Lucía, estando soltera quedó embarazada. Fue rechazada por su familia y tuvo que refugiarse en un hogar para madres solteras hasta que fue recibida en su casa de nuevo. Continuó sus estudios, pero cuando estaba en el último año, volvió a quedar embarazada de otro muchacho. Tuvo que afrontar de nuevo el rechazo de la familia y después de tener a su segundo hijo en otro hogar para madres solteras, quiso organizar su vida, pero esa relación no duró mucho. Finalmente volvió a casa de sus padres en donde permaneció con sus dos hijos.

Estos eran criados con los hermanos menores de Lucía con quienes discutían constantemente, se insultaban y en ocasiones se agredían físicamente. La infancia de Moncho y su hermano estuvo llena de maltratos. Era un ambiente pesado para ellos pues no había una clara figura paterna, no había una madre con autoridad plena y los demás miembros de la familia mandaban sobre ellos. En la casa en que vivían con sus tíos y abuelos, los trataban mal, los insultaban, les pegaban y con frecuencia había total ausencia de Lucía, quien continuó su vida como si no existieran para ella sus hijos..

Desde pequeño Moncho llamaba la atención por su necedad e inquietud; tiraba piedras, molestaba en el colegio, no atendía a clase, con frecuencia tenían que ir sus acudientes al colegio a recibir informes de su mal comportamiento; incluso fue acusado en el 2º grado de tomar las cosas de los compañeros y quedarse con ellas.

A los 10 años fue trasladado al colegio, en donde se destacaba por sus grandes capacidades intelectuales, pero no tenía ningún autocontrol; unas veces le pegaba a un compañero, empujaba a otro, utilizaba vocabulario soez; fue suspendido del colegio por altanería y maltrato a los compañeros. Cuando se citaba a la familia, no se presentaba un acudiente permanente: unas veces iba un tío, otras, la abuela o la madre, aunque estas últimas viajaban durante largos períodos y con mucha frecuencia. A pesar de estas dificultades, se logró que le realizaran una evaluación neurológica que determinó la presencia de hiperactividad y le recomendaron el uso del medicamento, lo que no se logró durante su permanencia en la institución.

Cuando tenía 13 años, los abuelos se enteraron por información de las directivas del colegio, que estaba comprometido en problemas callejeros con compañías nada recomendables y ya lo tenían identificado por romper vidrieras, hacer pequeños actos de raterismo y tratar mal a las personas que pasaban por la calle.

Cuando se le trataba con cariño y estímulos positivos, respondía, pero el ambiente fuera del colegio no le favorecía, pues hubo poco control y en el hogar no había claridad de quién ejercía la autoridad. Cualquiera de los tíos mayores lo corregía con violencia y agresividad. Además existía constante contradicción en las órdenes.

Lucía se había ido a vivir fuera de la ciudad con otro hombre, con el cual tuvo otros dos hijos. Moncho, decidió entonces irse a vivir con su madre, además porque la familia estaba convencida de que en esa ciudad habría un ambiente de más control y coherencia con su forma de ser. A pesar de esto, allí siguió presentando problemas de comportamiento tanto en la escuela como en la calle.

Continuó frecuentando amigos poco recomendables y se vio involucrado en líos callejeros por lo que en dos ocasiones fue detenido, pero por ser menor de edad fácilmente volvía a la calle. A los 14 años de edad, en confusos hechos Moncho recibió un tiro que acabó con su vida.

El TDAH puede estar asociado, como en el caso de Moncho, al trastorno disocial o de conducta, cuyo criterio es presentar de manera persistente tres de los siguientes síntomas durante un año y al menos uno adicional en los últimos seis meses:

  • ? Agredir a las personas o a los animales.

  • ? Intimidar o amenazar a otras personas

  • ? Iniciar peleas o agredir físicamente a otros

  • ? Utilizar armas u objetos que puedan causar lesiones.

  • ? Ser cruel con otras personas y disfrutar cuando las ve sufrir.

  • ? Ser cruel con los animales y disfrutar con hacerlos sufrir.

  • ? Robar o atracar usando armas, o amenazar, extorsionar o secuestrar

  • ? Forzar o amenazar a alguien para tener relaciones sexuales.

  • ? Destruir la propiedad y cometer actos de vandalismo.

  • ? Provocar de manera intencional incendios para causar daños graves.

  • ? Destruir a propósito cosas de valor de otras personas.

  • ? Robar y hurtar.

  • ? Violentar casas o vehículos con el fin de robar.

  • ? Engañar a otras personas para quitarles dinero u objetos.

  • ? Robar cosas de valor cuando se tiene la oportunidad.

  • ? Quebrantar seriamente las reglas o normas.

  • ? Quedarse fuera de la casa en la noche sin permiso.

  • ? Fugarse o escaparse de la casa por más de 24 horas.

  • ? Fugarse del colegio para dedicarse a la vagancia.

En síntesis, se puede considerar que los síntomas están agrupados en:

  • ? Agresión a personas y animales

  • ? Fraudulencia o robo

  • ? Destrucción a la propiedad.

  • ? Violaciones graves a las normas.

Categorías con las cuales Moncho cumplía.

El inicio de este trastorno puede darse hacia los 5 ó 6 años, pero usualmente se observa al final de la infancia o al inicio de la adolescencia y suele asociarse con una entrada precoz a la actividad sexual, a beber, fumar, consumir sustancias prohibidas e incurrir en actos ilegales, temerarios y peligrosos.

En el caso de Moncho, la familia jugó un papel definitivo en el desarrollo del trastorno disocial: El ambiente caótico, fluctuante entre la agresión, permisividad y falta de control, unido a la ausencia de la madre como figura de afecto, propiciaron el desajuste comportamental que fue agravado por el tipo de amigos con los que se involucró.

Los niños con TDAH, tienen alteraciones y problemas de autocontrol, esto es, se les dificulta pensar antes de actuar si con su comportamiento violan las normas y cómo se van a sentir y/o a reaccionar los otros. Igualmente tienen dificultades para contenerse y esperar para actuar, para posponer consecuencias inmediatas que son placenteras, por lo que actúan de acuerdo al momento sin importar el incumplimiento de las normas o responsabilidades y sin considerar las consecuencias.

Se les dificulta evaluar su comportamiento, aprender de las experiencias y aconsejarse a sí mismos, por lo que son reincidentes en sus faltas.

Todas estas fallas de autocontrol evidencian que si el muchacho no puede manejarse a sí mismo, necesita que otros lo conduzcan y guíen, le pongan límites, le anticipen qué puede suceder si actúa de determinada forma y le indiquen cómo se está comportando, en fin, todas las labores de control y supervisión que deben ejercer los padres y educadores. Cuando la persona con TDAH no tiene a su alrededor personas que lo ayuden a controlarse, fácilmente caen en excesos, como le ocurrió a Moncho.

El papel del colegio en este tipo de casos es irrelevante, por más compromiso que haya por parte de los educadores, no se lograrán resultados. Es necesario que en el hogar haya un sistema disciplinario eficiente, es decir, con rutinas y normas claras que se hagan cumplir siempre y con consecuencias establecidas que sean efectivas, de manera que el joven logre anticipar las consecuencias de sus actos. Los sistemas permisivos en los que no hay normas ni consecuencias o en los que se justifican o toleran las faltas bajo la excusa de que sufren el TDAH, empeoran su evolución y trastornan su calidad de vida y la de su familia.

Se empeora el pronóstico, aún más, cuando el ambiente familiar es caótico de forma que la autoridad es ejercida por diferentes personas sin que haya acuerdo entre ellas y donde predomina el desamor y la violencia, como en este caso.

Cada vez va siendo mayor el número de chicos y chicas que por diferentes motivos, son criados por sus abuelos. Estos son los casos de hijos de madre soltera, padre o padres fallecidos, ausencia de uno de los dos, por separación o por estar en otra ciudad. Otras veces se da el abandono completo, cuando cada uno decide volver a organizarse con otra pareja y el hijo(a) no cabe en ese nuevo medio. Todas estas circunstancias hacen que sean los abuelos o los tíos los que se encarguen de la crianza del chico

A pesar de que muchas veces este sistema no es tan nocivo como en el caso de Moncho, generalmente es una crianza difícil por la tendencia a caer en alguno de los dos extremos disciplinarios: Excesiva exigencia, "cantaleta" e intolerancia; o demasiada permisividad donde prevalece exclusivamente el afecto, pero no hay normas establecidas ni consecuencias claras.

Cada caso, además tiene sus particularidades, esto es, cuando hay muchas personas de la familia viviendo bajo el mismo techo, como tíos y primos. En este tipo de crianza se presenta otra problemática complicada, pues va desde la lástima hasta la ausencia de autoridad, o peor aún, todos son autoridad porque cualquiera se siente con derecho a ordenar, corregir o encubrir y el chico no sabe a quien obedecer; hecho que en ocasiones lleva a serios problemas de comportamiento. Es común encontrar que entre abuelos, tíos y padres no hay consenso con respecto a los niveles de exigencia ni al manejo que se hace del chico, por lo que muchas veces se contradicen o desautorizan delante de él, circunstancias que son aprovechadas para sacar partido de la situación, o experimenta estados de angustia y ansiedad por la tensión familiar que se genera y por ser incapaz de predecir las reacciones de quienes le rodean.

Se requiere reunir a toda la familia para unificar criterios y que cada uno asuma su rol adecuadamente, pues de otra forma los perjuicios serán grandes, ya que el chico se vuelve manipulador y a cada uno le demandará la atención según sea el caso; en ocasiones pide a uno el permiso que el otro le negó y en otros casos usa el chantaje emocional. Igualmente frente a los abuelos; hay quienes ya cumplieron su ciclo y no son aptos para educar un niño o un adolescente; otros no tienen la paciencia necesaria y chocan con el muchacho y unos pocos casos en los que encontrará abuelos abiertos, cariñosos y dispuestos a sacar adelante a su "hijo". Casi podríamos decir que esta es la excepción.

Es importante ubicarse también en la posición de los abuelos, quienes ya concluyeron su labor de crianza con sus propios hijos y tienen otras expectativas para la vida, que en algunos casos son simplemente vivir una vejez tranquila…. y sin embargo, sin pensarlo, planearlo o desearlo, se convierten en los responsables de su nieto, a quien pueden amar profundamente, pero que implica para ellos una serie de obligaciones de las que ya estaban liberados y por lo tanto reaccionan con intolerancia e irritabilidad. Los otros, los abuelos mimosos y permisivos, son a quienes por el contrario, es el nieto quien ha enriquecido sus vidas. Por lo tanto no quieren someterlo a frustraciones ni a exigencias y por lo tanto no ejercen la debida función de autoridad.

Ambas posiciones son comprensibles y evidencian que la labor de los abuelos es importantísima como sistema de apoyo a la crianza y no como responsables de ella. Para concluir el caso de Moncho, es importante tener presente que la disciplina no es suficiente, es necesario también que el hogar tenga un ambiente cálido que le permita a la persona con TDAH sentirse amada, aceptada, que se comparta tiempo especial con ella, que la relación no se limite a recriminaciones y regaños sino que puedan disfrutar del estar juntos, que se le apruebe con frecuencia, se reconozcan sus logros y esfuerzos, es decir, que llene sus necesidades emocionales. Si se tiene un sistema familiar que equilibra el aspecto disciplinario y afectivo, la evolución de la persona con TDAH es positiva.

TATO: HIPERACTIVIDAD Y TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE

Es el primero de dos hijos de un padre también hiperactivo. Desde el preescolar Tato llamaba la atención porque tenía que tocar todo, no se podía estar quieto en el pupitre y daba manotazos a diestra y siniestra, tanto que en el pueblo donde vivían tuvieron que ingresarlo a un preescolar privado en donde pudieron tolerarlo.

Cuando ingresó a la escuela, tuvo una educadora intolerante y poco preparada para manejar su problema, pues era una señora de más de 60 años. Casi siempre lo sacaba del salón por su mal comportamiento: Le cogía el borrador a uno, al otro le tiraba el cuaderno, les botaba los lápices y no se podía estar sentado en el puesto; los profesores le llegaron a pegar porque su comportamiento los sacaba de casillas.

Tato lloraba de pensar que tenía que ir a la escuela. Ante esas dificultades, fue evaluado por un neurólogo quien diagnosticó TDAH y recetó el uso de la Ritalina, la cual tomó desde que estaba cursando el tercer grado. Debido al diagnóstico y a la necesidad de buscar un colegio más especializado, la familia se trasladó del pueblo a la ciudad, y así fue como Tato ingresó a nuestra institución a cursar desde tercer grado hasta séptimo.

En el colegio se observó que en Tato, además de su comportamiento difícil, era preocupante su desempeño académico: Presentaba mucha dificultad en el manejo del espacio, su letra era particularmente grande e ilegible, no respetaba los renglones, invertía las letras b – d, p – q y algunas palabras. En matemáticas, se le dificultaba ubicar los números para sumar o restar y seguir las secuencias en los procedimientos. Debido a esto, se solicitó una evaluación, en la que a Tato le identificaron problemas de aprendizaje (en la escritura), ya que su desempeño no correspondía a su capacidad intelectual, la cual era normal. Por esta razón, tanto en el colegio como en la casa, se realizaban actividades para ayudarle a Tato en su escritura.

Durante estos años en el colegio, su inquietud era más moderada o se le encauzó mejor. A los padres se les citaba con menor frecuencia, pero en el séptimo grado se descuidó, poco estudiaba, se distraía en clase y se dedicó a las amistades de la calle, que le desfavorecían.

Ese año que estaba en toda su adolescencia, lo perdió y decidió dejar de estudiar. La familia determinó regresar al pueblo y allí ingresó a un colegio oficial, masificado y con un método tradicional. Esa época fue de total descontrol porque se relacionó con los más necios del grupo, no estudiaba y sus padres continuamente recibían quejas de él porque incumplía con las tareas y se quedaba fuera de las clases. En su tiempo libre permanecía en la calle; se dedicó a montar en moto como un loco desaforado sin medir consecuencias y a altas velocidades. Se retiró del liceo a los 4 meses, pues su aprovechamiento era mínimo.

En el año siguiente empezó a estudiar semiescolarizado y terminó el bachillerato de 19 años de edad. Se negó a seguir estudios superiores, por lo que sus padres lo involucraron en su negocio familiar y allí empezó a trabajar.

Después del trabajo se iba a recorrer las calles del pueblo y aunque no hubo evidencias de que consumiera sustancias psicoactivas, frecuentaba la compañía de amigos que sí lo hacían.

Tato estuvo en tratamiento hasta los 15 años. Durante ese tiempo recibió la medicación y el apoyo profesional, que comprendía ejercicios de concentración y nivelación. A medida que pasaron los años, su comportamiento se hizo más estable, aunque se destacaba un problema serio de autoestima; poco se valoraba y era manipulado fácilmente por la gente.

Estableció relaciones afectivas con una mujer mayor que él, quien le colaboró mucho, pero le creó a Tato una fuerte dependencia. Esa relación, en cierto sentido fue positiva, porque ella le exigió y lo volvió juicioso y trabajador.

Cuando ella quedó en embarazo se casaron y vivieron bien los primeros 8 meses. Pero su esposa era demasiado celosa y absorbente por lo que le limitaba sus amistades; ello llevó a que se diera una separación temporal y Tato cayó en una fuerte depresión. Actualmente Tato está en tratamiento psicológico, vive de nuevo con su esposa e hijo, se independizó de sus padres y logró estabilidad en su trabajo.

La madre de Tato manifiesta que le faltó más preparación y conocimiento para tratar y manejar a un niño hiperactivo y con problemas de aprendizaje; considera que es muy importante que los padres conozcan y se documenten al máximo sobre el problema.

Si ella hubiera tenido una buena preparación al respecto, posiblemente el rumbo del manejo habría sido diferente; no obstante, fueron padres que estuvieron todo el tiempo pendientes de brindarle lo mejor a su hijo, de darle un buen acompañamiento, cariño e interesarse por él.

Tato, además de presentar el TDAH, tiene asociado un problema de aprendizaje. Es importante resaltar que para que se diagnostiquen problemas de aprendizaje, es requisito fundamental que la persona tenga capacidad intelectual normal, la cual debe ser medida a través de una prueba de inteligencia, aplicada por una persona experta (no es suficiente con que "aparente" ser inteligente). Cuando se manifiestan dificultades para aprender, pero hay capacidad intelectual por debajo de lo normal, las dificultades se explican por esto último y se hablaría de retardo mental, no de problemas de aprendizaje.

En la actualidad, de acuerdo al DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, designado, así, por sus siglas en inglés), existen tres problemas específicos de aprendizaje: De la lectura, de la escritura y el cálculo. En el caso de Tato sólo se diagnosticó el de la escritura debido a que las dificultades eran significativamente mayores a las que generalmente los chicos con TDAH presentan en esa área. Es común observar en ellos omisiones e inversiones al escribir, al leer, espacios en blanco en el cuaderno, que son errores por descuido debido al déficit de atención. Algo similar ocurre en el área de las matemáticas: Olvidan el número que llevan al sumar, olvidan descontar el que prestó al restar, ubican los números en forma incorrecta, se les olvidan pasos al multiplicar o dividir debido a las dificultades para seguir secuencias y realizar tareas que contienen varios procesos, lo que igualmente está incluido en la categoría de errores por descuido.

¿Cómo diferenciar si se trata de un problema específico de aprendizaje, o de una característica del TDAH?. La clave está en si el chico al revisar, cae en cuenta del error y lo corrige (problema de atención) o si por el contrario, a pesar de mostrárselo, resaltárselo e indicarle la forma correcta, no logra asimilarlo.

Los problemas de aprendizaje asociados al TDAH, deben ser también intervenidos. No es suficiente con el tratamiento psicológico y farmacológico. Es necesario trabajar también desde el punto de vista del aprendizaje para enseñarle estrategias que le permitan superar la dificultad. Lo mismo ocurre con el déficit de atención: En muchos casos, los chicos son vinculados a programas de nivelación o tienen un tutor particular en su casa, con el fin de ayudarles a asimilar los conceptos trabajados en el colegio, lo que logran hacer temporalmente. Sin embargo, al no enseñarle estrategias para regular su atención, filtrar distractores y organizar su pensamiento, nuevamente se "desconectan" en el salón de clase, se pierden, y es así como se la pasan en nivelación permanente. De lo anterior, se concluye que tanto el déficit de atención, como los problemas específicos de aprendizaje, deben ser trabajados sistemáticamente, ya que en caso contrario se aumentará la desmotivación hacia el estudio, propiciando la deserción escolar, como consecuencia de la baja autoestima.

La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos con respecto a nuestros conocimientos, capacidades y actitudes. Se va formando a partir de nuestras experiencias de éxito o fracaso y de lo que los demás digan y opinen de nosotros. Es así como las personas que se sienten poco competentes en muchas áreas, y que al comparar su desempeño con el de los demás se sienten en desventaja, con frecuencia obtienen resultados insuficientes; y si son criticados constantemente, señalados o rechazados, van a tener alteraciones en su autoestima, a desconfiar de sus capacidades y por lo tanto van a perder la motivación para enfrentar nuevos retos, como le ocurrió a Tato con respecto al estudio.

Por otra parte, es importante retomar lo que la madre de Tato expresa en la actualidad, después de evaluar la evolución de su hijo, con respecto a la necesidad de que los padres sean conocedores del trastorno y su manejo: Es imprescindible que los padres lean, se actualicen, se asesoren, asistan a cursos o charlas y se capaciten en lo relacionado con el trastorno. Lo anterior les permitirá ejercer sus funciones de crianza reflexivamente, evaluando las estrategias implementadas y los resultados obtenidos a favor de la evolución de su hijo.

También se requiere un educador con una preparación especial, que conozca sobre el manejo de éstos niños, ya que un trato inadecuado desde pequeño puede empeorar el problema y causar traumas irreparables, como desmotivación por el estudio.

Es conveniente que padres y educadores no sólo conozcan la metodología que se debe seguir con estos chicos, sino también el funcionamiento cognitivo del niño con TDAH, que describe Isabel Orjales Villar en su libro Déficit de Atención con Hiperactividad: Manual para Padres y Educadores y que consideramos conveniente sintetizar en este caso.

FUNCIONAMIENTO COGNITIVO DEL NIÑO HIPERACTIVO

Orjales, dice que la conducta desatenta del niño hiperactivo tiene un origen cognitivo y señala que la atención es necesaria porque, procesar la información que reciben del entorno es un proceso lento, secuencial y que requiere esfuerzo.

Las dificultades de atención que con mayor frecuencia se observan en los niños con TDAH son:

1. Dificultad en la atención controlada frente a la automática.

Cuando una tarea es nueva o no ha sido bien aprendida, se realiza un procesamiento controlado, se concentra en realizar la tarea y ello requiere esfuerzo; en cambio la función es automática cuando la tarea es conocida y no requiere esfuerzo. Por ejemplo, en el caso de un conductor novato al compararlo con un conductor con experiencia, éste último puede atender a varias cosas a la vez y conduce automáticamente, en cambio al novato ni siquiera se le debe hablar, pues ello nada más sería causa de distracción. (Orjales 1991). "El niño hiperactivo parece tener más dificultades en adaptar una tarea a nuevas consignas y mantener un buen rendimiento cuando la tarea es compleja"

2. Dificultad en procesar varios estímulos en forma simultánea.

A este proceso se le llama "atención focalizada" y obliga al niño a seleccionar de entre los distintos estímulos que recibe, los que son más relevantes para realizar la tarea. Es importante, al diseñar el trabajo escolar, no colocar muchos estímulos irrelevantes porque pueden volverse distractores, el material pedagógico debe ser motivante, pero sin exceso de estímulos.

3. Dificultad en distinguir los estímulos relevantes de los irrelevantes.

Cuando una tarea presenta estímulos irrelevantes, es decir, distractores, al niño hiperactivo se le dificulta llevarla a cabo satisfactoriamente y comete muchos errores. No distingue lo irrelevante y esto lo desvía del objeto de la tarea.

4. Dificultad para mantener la atención de forma continuada.

El niño hiperactivo tiene peor rendimiento en las pruebas largas. Cuando se trata de concentrar su atención en tareas simples no tiene dificultad, pero sí cuando debe mantenerla durante largos períodos de tiempo. Este hecho se refiere a dificultades en los procesos de alerta y vigilia y en la incapacidad para superar la distracción en las tareas que requieren un procesamiento continuado, por lo cual, cometen más errores y tardan más en responder cuando la prueba, aunque sea sencilla, es larga.

5. Dificultad en aprender y recordar lo aprendido cuando se ha procesado la información de forma más superficial.

Se aprende y se recuerda más fácilmente la información si ésta ha sido procesada durante un largo período de tiempo (se debe estudiar y repetir más veces). Pero si se ha aprendido superficialmente, de memoria y en forma rápida y desorganizada, se almacena en la memoria inmediata y se olvida fácilmente; de ahí la importancia de repetir con frecuencia lo enseñado y verificar si se ha almacenado bien en la memoria. Así mismo, si ha habido una buena comprensión. Igualmente es necesario revaluar la forma como se organiza el trabajo y se utiliza la información en el tablero.

6. Son más sensibles a los cambios del contexto o del ambiente de trabajo.

El variar con frecuencia el entorno, lleva a que el niño hiperactivo se disperse más fácilmente y cometa un mayor número de errores.

El comportamiento y el rendimiento del niño con TDAH son mejores, si el maestro está siempre presente en el aula, comete menos errores si está cara a la pared y no frente a otros niños y se acelera más si el ambiente es estresante, con demasiado ruido, con mucho colorido y con objetos en movimiento.

La estabilidad emocional del hogar o del aula de clase, influye permanentemente en la estabilidad emocional del niño con TDAH.

7. Predominio del procesamiento impulsivo sobre el procesamiento reflexivo.

El niño hiperactivo tiende a ser poco analítico e irreflexivo; hay pobreza en los procesos de percepción cuando se enfrenta a tareas complejas. Por ejemplo, observa con menor detenimiento un dibujo, por lo que recoge menos información y por consiguiente realiza pocas composiciones. De ahí la necesidad de desarrollar las habilidades del pensamiento y verificar que cada proceso se haya afianzado adecuadamente.

8. Dificultad para organizar la información.

Además de la dificultad en discriminar lo relevante de lo secundario, el niño tiene dificultad para organizar la información. Esto hace que tome decisiones en función de datos pobres, por lo que su pensamiento puede parecer caótico y desordenado. Se hace necesario entonces, incrementar las pautas de organización del exterior y un seguimiento y refuerzo continuados.

9. Dificultades del aprendizaje.

No todo hiperactivo tiene dificultades de aprendizaje, pero el problema de atención, unido a la hiperactividad y a la impulsividad hace que el aprendizaje se dificulte más.

Es común encontrar en el niño hiperactivo un rendimiento escolar insatisfactorio, hecho que se ve manifestando más a partir del tercer año de primaria, cuando la exigencia se va acrecentando. El problema se acentúa, aún más, cuando la tarea requiere el sostenimiento de la atención, la repetición y la memoria.

10. Dificultades en la comprensión y fluidez lectora.

Además de los problemas de atención, puede haber dificultad en la integración del lenguaje. El niño comete frecuentes omisiones, se "come" las palabras o algunas letras y sustituyen unas letras por otras.

Su comprensión lectora se dificulta especialmente en textos largos. Debido a su impulsividad e inatención, omite palabras e interpreta mal el contenido de las lecturas.

11. Dificultad en el cálculo y en la resolución de problemas matemáticos.

Aunque su nivel intelectual sea bueno, al niño que manifiesta TDAH se le dificulta la concentración cuando realiza cuentas con varias cifras, sobre todo si hay que "llevar". Cuando el cálculo es mecánico o realiza operaciones con cifras sencillas, suele no presentar alguna dificultad. Igualmente se les va haciendo más difícil cuando se pasa del conocimiento concreto al abstracto, situación que se evidencia a partir del sexto grado. Por ello, se le debe enseñar a representar gráficamente los problemas matemáticos, para que pueda operar con datos concretos visuales o táctiles.

Hay niños que a pesar de ser hiperactivos, tienen muy buena capacidad de abstracción, pero cometen errores debido a su impulsividad; leen demasiado rápido la información saltando datos relevantes para la comprensión del problema.

En algunos niños hiperactivos, la relativa facilidad para realizar operaciones de cálculo automático puede hacer que pasen desapercibidas sus dificultades en la comprensión lógica de las operaciones matemáticas más simples durante los primeros años de escolaridad. El niño puede sacar buenas notas en matemáticas en los dos primeros cursos de primaria cuando las operaciones de cálculo matemático se basan principalmente en la memoria y la automatización y los problemas matemáticos son sencillos de representar mentalmente.

12. Dificultades de escritura y coordinación.

Un niño con TDAH suele tener problemas visomotores, necesita más tiempo para responder a nivel motriz ante un estímulo, suele tener más dificultades en actividades de psicomotricidad fina y se le dificultan algunas actividades como: ensartar, modelar con plastilina, colorear, revolver la leche sin derramarla, etc.

Escribe con dificultad, generalmente tiene mala letra, excesivamente grande o demasiado pequeña y frecuentemente desorganizada. Presiona con fuerza el instrumento de escritura (lápiz o bolígrafo) por lo que se cansa de escribir y termina trabajando con desgano, sumado esto a que su pensamiento va más rápido que su mano, lo que contribuye a empeorar la situación. También comete más errores en función de la longitud de las tareas de copia.

13. Dificultad para seguir instrucciones y mantener la motivación.

Orjales señala los siguientes datos más relevantes sobre investigaciones dirigidas a mejorar el rendimiento académico de los niños hiperactivos:

  • ? Los niños hiperactivos mejoran el rendimiento académico si la presentación de la información se realiza de forma rápida (Conte y col., 1987)..

  • ? Tienen más dificultades en completar tareas cuando la información que se les da al principio y es detallada, que cuando es global (Zentall y Gohs, 1984)

  • ? Rinden mejor en actividades novedosas y libres de detalles irrelevantes (Shroyer y Zentall, 1986).

  • ? Su rendimiento es mejor si se le permite responder a la tarea con movimiento y no sólo de forma verbal y estática.

  • ? Su rendimiento mejora con la sola presencia de un adulto en la habitación aunque éste no esté prestando atención a la tarea que está realizando el niño (Van der Meere y col., 1995).

LEO: HIPERACTIVIDAD Y PROBLEMAS NEUROLOGICOS

-. Debemos confesarles que Leo en realidad tiene muchos problemas de comportamiento, pero no académicos pues él es muy buen estudiante. Por eso hemos decidido traerlo a este colegio, pues sabemos del interés que aquí tienen por brindar apoyo a jóvenes como nuestro hijo y la forma como se exige el respeto a la individualidad. Decía el padre de Leo en la entrevista para obtener un cupo.

-. Cuando tenía 9 años sufrió un fuerte golpe en el cráneo y desde ese momento lo han aquejado frecuentes dolores de cabeza y mareos, en un examen que se le practicó, le diagnosticaron una forma de epilepsia y desde entonces, tenemos que controlarlo permanentemente, porque a veces, sin ningún motivo le tira con lo que encuentre a la mano a las personas que están cerca.

-. En una ocasión tuvo un altercado con un niño, vecino de la urbanización y se fueron a los golpes. Leo, enceguecido por la ira, le enterró una llave en la cara causándole una herida. Por haberlo recriminado fuertemente, encontró como única alternativa el suicidio. Afortunadamente logramos verlo a tiempo y pudimos evitarlo.

-. En el colegio de donde viene, lo insultaban, los compañeros eran muy crueles y le gritaban loco. Los vecinos de la urbanización hacen lo mismo y a veces le dicen que se vaya para un manicomio, que él es un asesino y por supuesto, Leo reacciona violentamente y arremete contra ellos.

-. En otra ocasión cuando uno de sus compañeros lo comenzó a tratar mal, Leo se le abalanzó con un compás y cuando lo estaba persiguiendo, desafortunadamente se atravesó otro muchacho que recibió una herida la cual tuvo que ser intervenida quirúrgicamente, por eso fue desescolarizado durante el resto del año.

-. Leo constantemente es supervisado por el neurólogo y ha estado acudiendo a donde el psicólogo. Consideramos que es lo mejor para que reciba apoyo en sus momentos de crisis.

-. Esta es en resumen, la situación de nuestro hijo y por eso acudimos a ustedes, con el compromiso de que pondremos todo de nuestra parte para que pueda terminar satisfactoriamente su educación. Terminó diciendo el padre de Leo.

Una vez enterados de los antecedentes, se aceptó su ingreso para el grado octavo con la exigencia de que se continuara rigurosamente con el tratamiento psicológico.

En el colegio se observó que los problemas de Leo se presentaban generalmente en las horas de deportes o en los descansos. Se descubrió que cuando sufría ausencias en ese breve lapso de tiempo, tiraba con lo que tuviera a la mano o le pegaba al que estuviera cerca. Conociendo la situación, la psicóloga del colegio habló con los compañeros de Leo y éstos fueron entendiendo el problema, se volvieron más sensibles y comenzaron a colaborarle cuando presentaba las crisis. Además, le recomendó a Leo, que cuando no pudiera tolerar o que se sintiera incapaz de controlarse, mejor se retirara del sitio y fuera a verla al consultorio.

De esta manera mejoraron sustancialmente las relaciones con sus compañeros y las reacciones agresivas fueron disminuyendo gradualmente. En la urbanización sucedió lo mismo y no volvió a tener problemas.

Leo terminó satisfactoriamente el bachillerato sin presentar episodios de agresividad. Actualmente está estudiando una carrera universitaria.

Leo considera que la colaboración de las directivas, de los profesores, el acompañamiento de la psicóloga del plantel y la comprensión de sus compañeros han sido decisivos para la superación de su problemática; no obstante aún tiene crisis de ausencias y en ocasiones fuertes dolores de cabeza.

El TDAH puede ser secundario a otros problemas neurológicos como la epilepsia de Leo. Es decir, las secuelas de la epilepsia son las manifestaciones de hiperactividad e impulsividad.

Existen varios tipos de epilepsia y la de Leo es conocida como crisis de ausencia o pequeño mal, en la que no hay convulsiones propiamente dichas (movimientos involuntarios y descontrolados de todo el cuerpo), sino que hay una desconexión total de todo el entorno; la persona fija su mirada y no responde a diferentes estímulos. Cuando recobra la conciencia, no recuerda lo que sucedió en ese lapso de tiempo. A diferencia de ésta, en la inatención característica del TDAH, la persona se centra fácilmente al hablarle, llamarlo o tocarlo.

La epilepsia debe ser tratada con medicación con el objetivo de evitar que se presenten las crisis. Sin embargo, puede tener un efecto negativo como el aumento de la impulsividad que en Leo se manifestaba en los episodios de agresión. Dicho descontrol generaba reacciones negativas de sus padres y compañeros, que ayudaban a deteriorar la autoestima del joven y lo volvían más defensivo frente a las críticas, respondiendo con más agresión.

En estos casos, es necesario recurrir al tratamiento psicológico que permita romper el circulo vicioso a través del fortalecimiento de las habilidades de autocontrol de la persona, enseñándole estrategias para contenerse y prevenir las explosiones de ira, lo que finalmente Leo logró.

En su evolución positiva, hubo dos factores determinantes: La aceptación por parte de los padres de las dificultades de su hijo, quienes tomaron conciencia a partir del intento de suicidio y enfocaron sus esfuerzos en ayudarlo sin sobreprotegerlo, motivándolo hacia el cambio, siendo su soporte en momentos difíciles, pero a la vez, haciéndole asumir las consecuencias de sus actos. El otro factor a favor, fue el apoyo brindado por la comunidad educativa, que entendió la naturaleza de las dificultades y con su actitud pudo atenuar y prevenir las reacciones impulsivas.

Para el grupo de compañeros no fue fácil entender las dificultades de Leo, ya que por la intensidad de sus explosiones lo percibían como una persona fuera de lo común. Sin embargo, tanto la psicóloga como los educadores les explicaron lo que ocurría, continuamente les recordaban el por qué se presentaban y los llevaban a situarse en el lugar de él, lo que permitió que lo aceptaran y le ayudaran en su búsqueda de autocontrol.

Es preocupante la crueldad y crudeza con que muchos niños y jóvenes resaltan los defectos de sus compañeros, con apodos y burlas, sin medir las consecuencias que conlleva esta actitud, empobreciendo su autoestima hasta el punto de tener niños violentos o inhibidos que pueden llegar al mutismo o al aislamiento total.

NINO: DIAGNOSTICO ERRADO: LA DEPRESIÓN

Cuando Nino llegó al colegio tenía 13 años, era el mayor de tres hermanos de una pareja separada e iba a repetir el sexto grado. El informe del colegio de procedencia reportaba que se le había diagnosticado hiperactividad y la presencia de demasiados problemas de carácter disciplinario.

Sus padres, profesionales universitarios, estaban separados, pero ambos compartían la responsabilidad en su educación.

El primer año se mostró indisciplinado, rebelde, conflictivo, poco respetuoso y completamente desmotivado hacia el trabajo académico. Se involucraba fácilmente en peleas con los compañeros y era poco receptivo a las sugerencias. Fue citado en varias ocasiones al departamento de Psicología y allí descubrieron que su comportamiento obedecía al rechazo hacia la separación de sus padres, hecho que lo afectaba notablemente y que era incapaz de asimilar.

La mamá acudió varias veces a hablar con la psicóloga y con el coordinador. Allí le recomendaron la vinculación a un tratamiento psicológico para que Nino aprendiera a enfrentar el problema familiar. Se orientó a la madre en el manejo del joven y se comprometió a acudir y pedir semanalmente informes sobre el chico; a su vez, los profesores utilizaron estímulos positivos y se comprometieron a hacer un mayor seguimiento académico y disciplinario.

Con el tratamiento psicológico y el seguimiento por parte de la madre y los educadores, poco a poco fue logrando un mayor autocontrol e interés por estudiar y fue recuperando las materias. Terminó el año con dos asignaturas pendientes y logró los objetivos. Al año siguiente aún presentaba problemas de disciplina y académicos, pero estos ya eran mucho menores. Se siguió con el tratamiento psicológico y en el segundo semestre había recuperado todas las materias, era más disciplinado y controlado en el estudio.

En el grado Octavo, al tercer año, se mostró como un chico responsable, realizaba bien las actividades, atendía de buena manera las observaciones que se le hacían, tuvo algunas llamadas de atención por realizar otra actividad en clase, por charlar con compañeros y por incumplir con los deberes, pero en general trabajó tan bien que las directivas lo felicitaron por ser responsable, respetuoso y amable.

En los dos últimos años logró un buen autocontrol, era una persona muy diferente al chico que llegó al colegio, con frecuencia recibió mención de honor por destacarse como caballero, serio, abierto y maduro.

Fue muy aceptado por sus compañeros y manejaba buenas relaciones con ellos; en el hogar se mostraba estable y cariñoso con sus hermanos y su madre. Asumió definitivamente la separación de los padres. Terminó bien su bachillerato y se encuentra estudiando ingeniería civil.

Con Nino, como puede verse, hubo un diagnóstico errado de hiperactividad. Es posible que al momento de su evaluación no se hayan considerado dos criterios que se requieren para hacer el diagnóstico: Las manifestaciones deben estar presentes desde antes de los 7 años y no se explican por otros trastornos psicológicos.

Posiblemente, las manifestaciones de inquietud, inatención e impulsividad que llevaron a hacer el diagnóstico, eran más bien el reflejo de la depresión que Nino estaba experimentando debido a la separación de sus padres.

Algunas características de depresión en los niños son:

  • ? La irritabilidad (se disgustan o molestan fácilmente, aun por cosas sin importancia).

  • ? Constantemente se quejan de dolores físicos.

  • ? Prefieren estar solos.

  • ? Se muestran poco dispuestos a cooperar.

  • ? Se valoran poco.

  • ? Demuestran apatía y desinterés frente a la gran mayoría de actividades.

  • ? También presentan fatiga, actitud negativa, falta de apetito y problemas de sueño.

La capacidad para prestar atención se altera ya que se distraen con facilidad y se les dificulta iniciar y concluir las actividades. Se aumenta la sensación de desasosiego y la actividad motora; es como "si no se hallaran".

Estos comportamientos son similares a los que se presentan en el TDAH y para lograr diferenciar a cuál trastorno pertenecen, es necesario hacer un análisis exhaustivo de los siguientes factores:

– ¿A qué edad se presentan?

– ¿Desde cuándo?

– ¿Hay herencia de alguno de ellos?

– ¿Hubo algún acontecimiento a partir del cuál se empezaron a presentar?

– ¿Qué cambios ocurrieron en los niveles escolar, familiar o social, relacionados con el inicio de las manifestaciones?

– ¿Cómo es el ambiente familiar y escolar?

– ¿Ha sufrido la pérdida de alguien significativo en su vida?

Un buen proceso de evaluación y diagnóstico es vital, ya que de acuerdo a los resultados se implementa el tratamiento. Por tal razón, lo recomendable es que el profesional que haga el diagnóstico y tratamiento esté especializado en el campo del TDAH, sea gran conocedor del mismo y tenga una amplia experiencia en el área.

No es lo mismo un neurólogo general a uno infantil ya que este último ha tratado múltiples casos y está actualizado con respecto al trastorno. Lo mismo ocurre en el campo de la psicología, cuyo profesional puede tener una visión global de los diferentes problemas, pero no el manejo específico que requiere una persona con TDAH.

Algo similar ocurre con los profesores que van a atender a este tipo de niños; si no conocen sobre el trastorno y su manejo, en muchos casos se encargan de desorientar a las familias recomendándoles suspender la medicación o desconociendo las características del trastorno y sus implicaciones, de tal manera que explican las dificultades desde el punto de vista de que son "vagos" ó "perezosos", sin ahondar en el por qué de esa desmotivación o "pereza".

En el caso de Nino, la evolución fue muy positiva gracias al trabajo en equipo del psicólogo que orientó bien al joven y a la mamá, de los profesores que pudieron entender y manejar los comportamientos de Nino, y de la madre que supo buscar orientación para apoyarlo. De esta manera, Nino pudo elaborar el proceso de separación de sus padres y adaptarse a la situación.

Se ha constatado que los resultados de muchos casos como este, han sido exitosos debido al cuidadoso seguimiento que se hace de cada chico que presenta problemas similares.

Antes de ingresar a la institución, se analiza al aspirante desde su situación personal y familiar, acompañada de una completa evaluación si se requiere. Cuando son admitidos, se informa a los profesores y al director de grupo la condición de cada uno, con el fin de que colaboren en la detección de las dificultades para realizar un diagnóstico acertado, o reforzar el tratamiento si este caso ya ha sido clarificado. Mensualmente o de acuerdo a las necesidades, se reúne el equipo interdisciplinario para redirigir o reconsiderar el comportamiento y la evolución del tratamiento. Cuando el caso lo requiere, el psicólogo particular acude a la reunión para coordinar con éste el tratamiento a seguir.

A lo largo de los años, la experiencia nos ha hecho reevaluar la composición de los grupos de clase, siendo necesario limitar la cantidad de hiperactivos en cada aula, teniendo en cuenta el grado del trastorno y el compromiso de la familia. En cada caso, se toma la decisión de suspender o continuar el trabajo, pues sin unidad de criterios y sin el compromiso real de todas las partes, se origina un desgaste inoficioso de energía y de tiempo, sumado al daño que el joven sin tratamiento le puede ocasionar a los compañeros, al grupo y a la institución.

Agotados todos los pasos de requerimiento a la familia para exigir un compromiso real –en ocasiones bajo presión– si no hay una respuesta positiva, se excluye al estudiante al finalizar el año. Generalmente el chico es matriculado en otro colegio en donde la exigencia pueda ser menor tanto en lo académico, como en el compromiso de la familia.

Cuando ha existido compromiso total de los padres, a pesar de las dificultades que se van presentando en la evolución del trabajo, generalmente la culminación es exitosa y estos jóvenes están en total capacidad de adelantar estudios universitarios y quedar bien ubicados en su profesión.

Es importante resaltar que en el grupo debe primar el bien común sobre el bien particular, tomando como punto de partida el derecho que tienen todos a un buen ambiente de estudio. De ahí la necesidad de combinar muchos factores que redunden en beneficio de la totalidad del grupo. Por ello, se requiere en algunos casos, la exclusión de aquellos que después de los 13 ó 14 años aún no han logrado un buen autocontrol e interfieren significativamente en el grupo.

RENÉ: EVOLUCION EN LA ADOLESCENCIA

René ya es un hombre de más 20 años. Se fue a vivir solo a los Estados Unidos, en donde trabaja y estudia. Parece que esa decisión le hizo cambiar radicalmente su forma de vida. No se le han encontrado indicios de consumo de drogas o alcoholismo.

Desde los tres años, se manifestaba ya su trastorno. No paraba de tomar las cosas y arrojarlas al suelo destrozándolas en su casa o cuando lo llevaban a hacer visitas. Continuamente estaba demandando la atención de sus padres. Éstos, eran una pareja fuera de lo común, el padre, de avanzada edad, era separado de su primer matrimonio y había organizado de nuevo su familia con una mujer joven y atractiva. René tenía una hermana mayor que siempre se caracterizó por su inteligencia, tanto que se graduó en una carrera universitaria muy joven.

Como familia se podría decir que eran un modelo. Tenían ingresos económicos estables, eran muy trabajadores y a sus hijos no les faltó nada en su etapa de crecimiento, aunque el padre era un bebedor social, la esposa hizo todo lo posible por controlarlo y pudo superar esta situación. Ambos padres estaban vinculados a la crianza de sus hijos y estaban pendientes de ellos.

Los problemas se concentraron todos en René. Desde que comenzó su etapa escolar, se caracterizó por ser agresivo y cambió en cinco oportunidades de colegio, por indisciplina y falta de interés por el estudio.

René llegó al colegio a la edad de 13 años, después de ser evaluado por un neurólogo que le diagnosticó TDAH. Ya era un chico muy fornido, bastante grande para su edad y en relación con sus compañeros de grupo. El primer año en el colegio estuvo lleno de altibajos, en clase se mostraba demasiado disperso, hablaba incoherencias y no cesaba de molestar a sus compañeros, interrumpiendo frecuentemente el trabajo en clase. A pesar de todo mejoró su rendimiento académico y todavía era manejable por parte de sus padres, quienes aceptaron iniciar el tratamiento con Ritalina, recomendado por el especialista y acudir a tratamiento psicológico.

Posteriormente su comportamiento se fue tornando agresivo, por su tamaño se creía el grande del salón y amedrentaba a sus compañeros. En el estudio iba desmejorando paulatinamente y fueron insuficientes los esfuerzos de los profesores para que mejorara el rendimiento escolar.

A pesar de que el colegio se especializa en atender a estos jóvenes, el caso de René era excepcional; generalmente fue evaluado en lo disciplinario con anotaciones muy desfavorables y a pesar de ser matriculado con condiciones con respecto a su comportamiento, persistió en la agresividad y la falta de interés por el estudio. A eso se le sumó la irresponsabilidad en el cumplimiento de sus deberes escolares, pues prefería quedarse en casa oyendo música o salir a la calle con sus amigos. Era claro en manifestar que a él no le interesaba el estudio, sólo quería pasarla bien sin asumir responsabilidades. Tomaba por sí mismo las decisiones y una de ellas fue suspender el uso de la medicación sin contar con el consentimiento de sus padres. Ya, por ésta época habían dejado de asistir donde el psicólogo.

A medida que pasó el tiempo, su crecimiento le hacía sentirse con la capacidad de dominar a los demás y era muy brusco, trataba mal a sus compañeras y se aprovechaba de la debilidad de los compañeros varones. En clase se caracterizó por su vocabulario soez y las conversaciones con doble sentido. Esto hizo que sus compañeros lo rechazaran dentro del grupo.

Sus padres acudían cada vez que eran citados por las directivas del colegio para enterarse de los problemas en los que se involucraba el muchacho, pero fueron sintiéndose impotentes para controlarlo y se resignaron a que por lo menos terminara el bachillerato. Fue así como René se retiró del colegio y se matriculó en una institución de validación en donde la mayoría de sus compañeros eran mayores que él y tal vez más agresivos dada su baja condición socioeconómica. Allí logró terminar su bachillerato y fue elegido apto para prestar el servicio militar obligatorio.

En esta etapa, la disciplina militar se reflejaba en su comportamiento y a pesar de tener mejor control, en ocasiones fue castigado por sus actitudes, prohibiéndole salir a la casa o recibir visitas.

Al terminar su servicio en el ejército, viajó a los Estados Unidos en donde vive actualmente.

En el caso de René se puede observar una evolución excesivamente lenta (aunque favorable) considerando que el diagnóstico se hizo a temprana edad. Vale la pena resaltar la actitud de los padres quienes fueron persistentes como soporte de su hijo, pero inconsistentes en la continuidad del tratamiento psicológico y farmacológico. Lo anterior, retrasó la evolución de René en la medida en que no pudo afianzar sus habilidades para controlarse a sí mismo.

Este caso permite observar lo que ocurre en la adolescencia en chicos con TDAH:

El paso al bachillerato es un factor que marca esta etapa, ya que aumentan significativamente las demandas de independencia; deben aprender a manejar diferentes profesores y en algunos casos, cambios constantes de salón de clases. La dificultad en las tareas aumenta ya que exigen de un pensamiento más abstracto y analítico, al igual que mayores períodos de atención y trabajos a mediano plazo.

Igualmente padres y profesores disminuyen el control y la supervisión que ejercían en años anteriores, por considerar que ya no son niños y tienen sentido de responsabilidad. Esto es relativamente cierto, pero no para chicos con TDAH, quienes tienen dificultad para controlarse a sí mismos, para contenerse y pensar que primero deben cumplir con sus obligaciones y luego dedicarse a sus actividades preferidas, para organizar su pensamiento, establecer planes de trabajo y prioridades…. Así, los chicos con TDAH están sometidos a una alta exigencia que por sus dificultades no pueden cumplir, lo que es agravado por el retiro de los controles y la supervisión de los adultos.

Lo anterior, unido a los cambios propios de la adolescencia, hacen de ésta una etapa crítica, que propicia desajustes en la vida académica, familiar y social. En el caso de René, se evidencia cómo a los 13 años, cuando ingresa al colegio, aunque presentaba altos niveles de impulsividad, era receptivo a las recomendaciones y mostraba motivación hacia el trabajo académico. Paulatinamente, hacia los 14 y 15 años, se aumentan en forma significativa las manifestaciones de impulsividad, tornándose más agresivo, poco considerado con sus compañeros, tratando equivocadamente de lograr su aceptación a través de estos comportamientos y en general, rebelándose contra las normas.

El interés por el estudio disminuye, ya que le da mayor importancia a otras actividades como escuchar música o compartir con los amigos, quienes se convierten en esta etapa en el punto central de la vida de los adolescentes. Lo anterior ocurre en la gran mayoría de los muchachos a esa edad, pero en aquellos con TDAH, la diferencia está en el incremento de su comportamiento impulsivo que afecta sus relaciones sociales, la convivencia familiar y el rendimiento académico. Este período crítico va aproximadamente, hasta los 16 años, cuando empieza a disminuir un poco, aceptando el control a través de las normas y fijándose metas para su vida personal, como terminar su bachillerato.

A pesar de la renuencia de los adolescentes con TDAH para aceptar ayuda de sus padres, del psicólogo o del medicamento, es necesario que desde el hogar y el colegio se les haga tomar conciencia de la necesidad de estas; darles la posibilidad de comparar su desempeño y comportamiento cuando tienen estos apoyos y cuando no los tienen. Motivarlos hacia la obtención de logros, ayudarles a establecerse pequeñas metas y a evaluar su cumplimiento. Si cuentan con el acompañamiento de profesores y padres, se aumentarán las posibilidades de un mejor desempeño y adaptación al medio escolar y social, lo que hará de esta etapa un periodo menos crítico.

Igualmente, si la familia ha unificado las normas, fija las consecuencias del incumplimiento y las aplica estrictamente si no se cumplen, se hacen más evidentes los progresos tanto en el plano comportamental, como en el cumplimiento de los horarios, el trabajo en el colegio, en la casa y en el plano académico.

En la mayoría de los casos, una vez se ha terminado la etapa de la adolescencia, se ha superado la problemática. Tanto el joven como los otros miembros de la familia, han aprendido a manejar la situación logrando unidad de criterios en cuanto a fijar responsabilidades y asumir consecuencias, de acuerdo a cada caso.

LINO: COMPORTAMIENTOS SIMILARES AL TDAH POR CRIANZA INADECUADA

Cuando Lino tenía tres años y su hermano mayor cinco, su madre se separó de ellos debido a que se fue para el extranjero durante tres años. Durante esa época, fue el padre quien se encargó de su educación. Desafortunadamente en la familia de éste, se caracterizaban por ser superficiales e indisciplinados, por lo que no había normas claras ni valores a inculcar. Sin embargo, los reportes del colegio eran adecuados, tanto de lo académico, como de hábitos de trabajo, acatamiento de normas e interacciones sociales.

Cuando regresó la madre del extranjero, retomó la educación de sus hijos. Lino necesitaba ser supervisado para que estudiara; era ágil mentalmente, pero en el medio encontraba muchos distractores, no tenía modelos adecuados de disciplina, ni un buen ambiente de estudio.

Los padres se interesaban más por llevar un lujoso tren de vida, matricularon a sus hijos en uno de los mejores colegios de la ciudad, frecuentaban los lugares más elegantes y compraban propiedades suntuarias. Había más interés en la madre, pero en la pareja no existía apoyo ni unidad de criterios en el manejo de sus hijos.

Ya en esta época, Lino era un chico muy indisciplinado en el colegio. Frecuentemente citaban a los padres para informarles de su mal comportamiento por irrespeto a sus compañeros y sobre todo a las niñas; pero ellos le restaban importancia a la situación.

Cuando Lino tenía 9 años, sus padres se separaron en medio de muchos conflictos. Continuó con la indisciplina y en el colegio le negaron la renovación de matrícula, lo mismo que a su hermano quien mostraba los mismos rasgos de personalidad, aunque en él era menos notable su indisciplina.

Lino ingresó al colegio al grado séptimo. Trabajaba rápidamente en algunas de las clases y respondía bien académicamente, pero en otras era necesario llamarle la atención por realizar comentarios inoportunos que obstaculizaban el desarrollo normal del estudio.

Utilizaba un lenguaje vulgar y se burlaba de los defectos físicos de sus compañeros. Por esa razón fue remitido a la coordinación de disciplina en varias oportunidades.

Mientras esto sucedía, sus padres pugnaban por tener la potestad sobre los hijos y, continuamente estaban éstos de un lado para otro. Cuando estaban con la madre, ella se preocupaba por que estudiaran y se comportaran correctamente, pero cuando estaban con el padre, que ya se había organizado con otra mujer y con la cual tenían una hija, éste se involucraba muy poco o nada, y desatendía las continuas citaciones del colegio por problemas de disciplina.

No era un chico hiperactivo, porque cuando se lo proponía, se concentraba y su trabajo era bueno, pero presentaba todos los síntomas de TDAH por mal manejo, mala orientación y poca educación desde el hogar.

El segundo año inició con muchas condiciones disciplinarias, debido a la persistencia de su comportamiento inadecuado. Aunque los profesores destacaban que tenía buenas capacidades, Lino mostraba desinterés por el estudio, hacía las cosas a medias, o simplemente no trabajaba en clases.

Lino ignoraba las normas. Por ejemplo llevaba incorrectamente el uniforme, devolvía los comunicados y reportes sin firmar, y no entregaba a sus padres la información del colegio. Parecía que su único interés fuera estar en la calle y en la casa la anarquía era total. El padre, por congraciarse con sus hijos, les regaló a cada uno un carro y Lino, en uno de sus habituales actos de imprudencia, casi perece en un accidente ocasionado al salir del colegio.

En el tercer año, hubo ausencia total de los padres. La madre volvió a ausentarse y el padre dejó de sacar tiempo para dedicárselo a sus hijos. Así se perdió por completo la línea de autoridad.

A los 17 años, Lino en el colegio era más intolerante con respecto a las normas, se llegó a sospechar el consumo de drogas psicoactivas, se mostraba en ocasiones más irreverente, más superficial y demasiado pasivo. Tuvo que ser suspendido en varias oportunidades.

Los directivos del colegio lo confrontaron con respecto al consumo de estupefacientes, pero como en la mayoría de los casos, Lino lo negó rotundamente y ante las exigencias y el control disciplinario del colegio, decidió cambiarse de institución.

En el tercer colegio al que ingresó, encontró poca exigencia académica, continuó con la indisciplina y a pesar de que allá eran más tolerantes, se vieron obligados a suspenderlo en varias ocasiones, confirmando el consumo de estupefacientes. Tuvo que volver a cambiar de institución y finalmente terminó su bachillerato en un colegio de baja categoría.

Después de la ausencia de la madre, los dos hermanos se sumergieron en el mundo de la drogadicción y la familia de sus padres poco o nada han hecho para mejorar esa situación.

El caso de Lino demuestra que hay personas que sin tener TDAH, pueden presentar comportamientos similares, como la inatención, la inquietud e impulsividad. Lo anterior es producto de sistemas de crianza inadecuados, que en el caso de él se evidencian en:

牌a ausencia de la madre como figura de afecto y de control, que no fue sustituida por el padre durante los primeros años de vida. Esta es una etapa crítica en la cual el niño establece vínculos afectivos con los padres, adquiere hábitos e interioriza normas, lo que no se hizo en la vida de Lino.

牌a falta de exigencia por parte de los padres, el ambiente desorganizado, sin normas claras ni consecuencias, sin horarios y rutinas establecidas, obstaculizaron en Lino el desarrollo de habilidades para controlarse a sí mismo, exigirse e ir estableciendo metas personales.

牌os intereses personales de ambos padres, para quienes era más importante la vida personal de cada uno y el satisfacer sus preferencias materiales y las de sus hijos, sin inculcar en ellos la necesidad de luchar y de mostrar resultados para obtener privilegios. El tener lo que se desea sin que haya de por medio algún tipo de esfuerzo para alcanzarlo, genera un sistema de vida relajado, de escasas expectativas personales y de poca exigencia, ya que independientemente de lo que la persona haga va a lograr lo que desea sin que haya relación entre esfuerzo y resultado.

A pesar de que Lino presenta sintomatología similar al TDAH, hay varios factores que marcan la diferencia: antes de los siete años era un niño tranquilo, respetuoso, manejable, con nivel de actividad y lapsos de atención acordes a su edad. Igualmente, la habilidad para controlarse cuando lo deseaba difiere de los chicos con TDAH, para quienes a pesar del esfuerzo, con frecuencia no logran concentrarse, permanecer quietos y pensar antes de actuar.

Es claro que sistemas de crianza ineficientes como el de Lino, sin quien le establezca límites y controles, sin quién genere motivación frente a lo que hace y valore sus triunfos, son facilitadores del fracaso escolar y de la incursión de los chicos en el camino de la drogadicción.

Es frecuente encontrar casos de chicos que al presentar problemas, llaman a sus padres y no están, no pueden responder, ya que sus múltiples ocupaciones no les dejan tiempo para atender los requerimientos de sus hijos.

En algunas ocasiones debido a una agitada vida social, porque estaban en el club, en una fiesta o con los amigos; es como si para ellos no existieran los hijos. Generalmente son los papás "chequera" que creen que con satisfacer las necesidades materiales es suficiente para tener un buen hijo. En otros casos, porque la prioridad para ellos es el trabajo y se olvidan de sus responsabilidades con respecto a la crianza de sus hijos.

En una ocasión un niño de éstos le dijo a su profesora que él quería que le compraran unos papás que pudieran estar con él.

La pregunta es: ¿para qué tuvieron hijos?. Es tremendo cuando el día menos pensado, ese hijo aparece involucrado en problemas serios como la drogadicción, el robo, la prostitución y sólo en ese momento, cuando ya no hay mucho por hacer, abren los ojos y tratan de reaccionar; de allí la insistencia de que EL PRIMER NEGOCIO DE UN PADRE DEBE SER LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS.

CHANO: DIFICULTAD PARA ACEPTAR EL TRASTORNO – SOBREPROTECCIÓN

Aunque permaneció menos de un año en la Institución, vale la pena hacer alusión al caso, puesto que es típico respecto al daño que se le puede hacer al niño al permitir que los colegios lo vayan pasando, de grado en grado, sin bases ni conocimientos. Todo ello debido a la exagerada presión que ejercen los padres; quienes al no conseguir lo que desean, pasan al chico de colegio en colegio, trasladando y proyectando el problema a la institución sin reconocer, objetivamente, que la dificultad está en el muchacho y en la familia.

Al llegar a la Institución, Chano traía el diagnóstico de TDAH, pero no le estaban proporcionando ningún tratamiento. Presentaba grandes vacíos académicos que se llegaron a confundir con problemas de aprendizaje.

Chano llegó a cursar octavo grado a los 17 años sin terminar algunas áreas del grado anterior, y ya había pasado por 7 colegios y repetido 3 grados. Uno de nuestros objetivos es descubrir la raíz del problema para poder darle solución, nivelar bien y arrancar con el estudiante como debe ser, no obstante, desde el primer momento esto fue difícil pues el joven se destacaba por ser muy sociable y así parecía que hubiera llegado a una guardería para adultos; quería estar siempre fuera de clase interrumpiendo otras o sacando del salón a compañeros para hablar con ellos; difícilmente se concentraba diez minutos y tenía que estar conversando con otros; a este caso se le sumaba al déficit de atención, la hiperactividad y las pésimas bases académicas.

Su agitada vida social no le daba tiempo para realizar sus tareas, en ocasiones era irrespetuoso con sus compañeros, pues además, los varios grados que repitió, lo ubicaron como el estudiante más viejo del grupo.

Se resaltaba un aspecto positivo pero mal aprovechado; su facilidad para expresarse; don que utilizaba para alegar, discutir y quejarse constantemente en las diferentes materias; no llevaba cuaderno ni había continuidad si escribía algo e intentaba desarrollar alguno de los temas.

Con frecuencia se le exigió responder por las áreas que debía de años anteriores pero siempre tenía la justificación en los labios.

En el hogar no eran menos los problemas que ocasionaba pues se relacionaba a veces con compañías poco recomendables sin medir las consecuencias y las riesgosas situaciones en que se podía involucrar; hacía reuniones de amigos sin autorización de los padres aprovechando su ausencia.

Cuando el colegio citaba a los padres, acudían con buena disposición. Pero al evaluar el comportamiento y los resultados de Chano, en ocasiones apoyaban la visión del colegio pero en otras le recriminaban por exigirle demasiado o por lo contrario; falta de exigencia.

Como no se observaba mejoría en lo académico y se evidenciaba un retardo en el aprendizaje como consecuencia de su trastorno y de no llenar oportunamente los vacíos, se le informó a los padres y se exigió un tratamiento adecuado, además de una nivelación permanente hasta cumplir los logros en las diferentes áreas. Esto no fue acatado en su totalidad, peligrando de nuevo el año de Chano, pero los padres insistieron en que el joven ya era una persona adulta y que no le convendría repetir un año más, presión que por sistema habían ejercido en los colegios anteriores. Ante la negativa de acceder a sus intereses, una vez más salió Chano de una institución y en este caso, por ser mayor de edad, buscó solucionar erróneamente su problema acudiendo a un centro de enseñanza acelerada sin contar conque no tenía los elementos necesarios para lograr los objetivos.

Es de aclarar que, en el medio, han proliferado una serie de instituciones que ofrecen el servicio de un bachillerato acelerado sin mirar las condiciones particulares y los impedimentos de cada sujeto; lo importante para ellas es que paguen.

Chano estuvo durante dos años en un centro de éstos presentando validaciones en varias ocasiones, con resultados negativos. Por fin, al tercer año, decidió entrar de nuevo a una institución de educación formal en donde paso a paso y llenando los vacíos, fue logrando los objetivos de cada uno de los años que faltaban. Ya tiene 22 años de edad y está tratando de cursar los grados octavo y noveno de su bachillerato. Afortunadamente se ha conservado como un joven sano en cuanto al consumo de estupefacientes.

La evolución negativa de Chano se puede explicar desde lo que él es, y desde sus limitaciones; desde la actitud de sus padres y los sistemas escolares actuales.

Es posible que la capacidad intelectual de Chano fuese baja o inferior a lo normal, ya que el TDAH por sí solo no explica el pobre desempeño académico, aunque sí da cuenta de los vacíos que se pueden generar: En el ámbito escolar, lo que se vio en el grado anterior es básico para poder entender lo que se trabaja en el curso siguiente y si ese aprendizaje no quedó afianzado, muy probablemente no logre entender el concepto siguiente. Por lo tanto, si no se llena ese vacío académico, el aprendizaje se desarticula, quedan conocimientos aislados sin un todo coherente que lo enmarque, generándose así una dificultad para avanzar en el aprendizaje y por ende, un retraso escolar. Las personas con capacidad intelectual normal, con buenas habilidades para analizar la información, sintetizarla y deducirla, pueden compensar, en cierta forma, los vacíos académicos que les genera el trastorno, lo que no ocurrió con Chano y por lo tanto puede llevar a dudar de su capacidad intelectual.

A lo anterior se suma la actitud de los padres, caracterizada por la negación sistemática de las dificultades del hijo, fluctuante entre enojo, rechazo y duda de la existencia de las mismas Esto los lleva a tratar de probarse a sí mismos y a los demás que no hay nada malo con su hijo y así se ven forzados a intervenir sobre los resultados. Por tal razón, presionan a los colegios para que promuevan a Chano sin haber logrado los objetivos de cada grado y de esta manera se incrementan aún más sus dificultades.

La negativa a aceptar el diagnóstico y las dificultades del hijo obstaculizan enormemente la evolución del chico, aumenta su frustración y la de sus padres y no permite que, paso a paso, supere las limitaciones, porque no se trabaja por ello.

En este caso se conjugan, fuera de la problemática de un adulto sin tratar con constancia, unos padres dominantes y sobreprotectores, dispuestos a no permitir que se le exija mucho esfuerzo a su hijo, como si lo creyeran incapaz de obtener un logro positivo. Por todo esto y el TDAH de Chano, aún no se ha resuelto su problemática, que si ha sido superada o controlada en muchos jóvenes de su edad.

Los padres sobreprotectores tienen características comunes: Quieren que su hijo no vaya a sufrir cualquier tipo de problema que lo afecte y constantemente lo están supervigilando. Le allanan el camino, para que no encuentre obstáculos e incluso le resuelven situaciones mínimas en las que se vea involucrado. Estos padres se muestran ansiosos y llegan a inutilizar al hijo completamente, hasta el punto que él no resuelve nada por sí mismo. En el hogar no colabora; generalmente es la madre la que hace las cosas por él, como organizar sus cosas, sus juguetes o el cuarto, y cuando hay una empleada a la que según ellos: "para eso se le paga"; se les autoriza y tolera para que le exijan, le manden, le griten o la insulten si no son atendidos inmediatamente.

Igualmente son los típicos padres que trasladan y proyectan la culpa de la situación de su hijo al colegio; unas veces es el profesor que fue injusto por que el "niño" no llevó la tarea, en otras ocasiones les parecen tonterías las exigencias del colegio respecto a las normas y a la disciplina, por lo que, aunque la institución tenga claridad y sea explícita en su reglamento y normas, la madre, -por que son principalmente las madres- termina tratando mal al educador, al coordinador o a quien sea capaz de contrariar o responsabilizar a su hijo.

Cuando se trata de un niño o joven que además padece el TDAH, la situación se torna más difícil, pues la sobreprotección hace que la impulsividad se vaya acrecentando y en muchos casos la conducta desafiante del hijo se desborda al no encontrar freno en lo que debería ser la máxima autoridad y de donde deberían provenir las normas claras, la guía y modelo de comportamiento.

Se conocen muchos padres y chicos con éstas características, que después de un agotador proceso para hacerlos recapacitar, terminan saliendo de la institución y así empiezan a recorrer una y otra hasta que llegan a un lugar en el que no haya exigencia disciplinaria y académica y en donde, como una simple guardería, se tiene al chico porque paga.

Muchos de estos casos evolucionan mal. Se ha sabido de algunos que terminaron en la droga, otros como jaladores de carros, otros como parásitos, "hijos de papi y mami" que los tendrán así por mucho tiempo, pero vacíos y con poca formación.

En otros casos, los padres tardíamente han tomado conciencia y han comprendido la magnitud del problema, pero es difícil reparar el daño que se ha hecho.

Los sistemas escolares actuales también cumplen un papel fundamental. Con el método de promoción automática permiten que los chicos pasen de grado a grado, sin llenar los objetivos y los contenidos y logros establecidos, generando lo que en la actualidad se está viviendo: La llegada a la Universidad de bachilleres con un pobre nivel académico, de los cuales un alto porcentaje no logra terminar el primer semestre universitario.

TONI: PADRES POCO DISPONIBLES. DROGADICCIÓN E HIPERACTIVIDAD

-. ¡Toni! ¡Por favor, díganos la verdad, ¿ha estado consumiendo estupefacientes?, no lo puede negar!. Le decía el coordinador de disciplina al atolondrado joven.

-. ¡Se te nota en los ojos, los tienes rojos e irritados!. Le decía por otra parte su directora de grupo.

-. ¡No es cierto! ¡Lo que pasa es que soy asmático y me tengo que aplicar gotas!. Protestaba Toni, aunque muy débilmente.

-. ¡No tienes que seguir mintiendo, ya sabemos que quienes consumen drogas hacen lo mismo para que no los descubran! Además tenemos la evidencia y los testigos. Ya no hay porqué seguirlo ocultando.

De esa manera, por fin se confirmaban las sospechas de que Toni se estaba drogando y ya no era posible seguir sin informarle a los padres. Anteriormente, en el colegio se había optado por no llamarlos hasta tanto no se pudiera comprobar el hecho y aportar evidencias, porque en una ocasión que sucedió, la reacción de los padres fue airada y manifestaron que era una acusación temeraria y que se podría llegar a demandar a la institución por calumnia.

Los padres de Toni están separados. Inicialmente el chico estuvo viviendo con la madre, pero las relaciones eran muy tirantes, pues no acataba las normas de convivencia en el hogar. Cuando se presentaban los problemas, como un balón de fútbol, Toni se iba para la casa del papá, hasta que allí ocurría lo mismo y de nuevo regresaba a donde la mamá. Finalmente el padre se hizo cargo, pero por su trabajo se vio obligado a salir frecuentemente de la ciudad y Toni debía quedarse solo en casa.

Cuando se le dijo al padre de Toni, la respuesta fue contraria a lo que se esperaba y éste reclamó a las directivas el por qué no se le había informado desde el momento en que se comenzó a sospechar. En esta conversación, se supo que en la casa también tenía problemas con su comportamiento, estaba sustrayendo objetos y había hecho algunos daños.

En el colegio, Toni presentaba muchos problemas, motivo por el cual había sido evaluado y diagnosticado con TDAH. Con anterioridad había pasado por cuatro colegios, de donde había salido en dos ocasiones por perder al año y en otras dos por indisciplina.

El primer año en el colegio cursó el grado octavo. Cuando inició, se presentó muy motivado, culto y responsable; además estaba dispuesto a acatar las sugerencias. Pero a medida que fue transcurriendo el tiempo comenzó a cambiar su conducta; dejó de ser responsable con las tareas, comenzó a fomentar la indisciplina y a ignorar los llamados de atención.

Con gran inteligencia manipulaba a sus padres. Cuando se les enviaban notas por su comportamiento, no las presentaba y les hacía creer que todo estaba bien. Les decía que en el colegio asignaban pocas tareas y no había que estudiar tanto.

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