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La escultura costarricense



  1. Los
    inicios
  2. La
    nueva sensibilidad
  3. Los
    nuevos rumbos
  4. La
    contemporaneidad
  5. A
    manera de conclusión
  6. Notas
  7. Bibliografía

El erudito investigador Luis Ferrero Acosta aseveraba
que "en arte el pueblo costarricense es tímido y perezoso,
en términos generales" (Ferrero, 1973: 195). Seguramente
don Luis aludía al hecho de una baja autoestima en los
pueblos latinoamericanos debido a su historia plagada de
colonialidad y dependencia de los centros hegemónicos de
occidente, o a la ausencia generalizada de una educación
artística consistente y, por tanto, a la escasez de
horizontes ideo-estéticos.

La pregunta que nos lanzaba el maestro Ferrero en su
estudio La Escultura en Costa Rica (1973) era la
siguiente: "¿Existen en nuestra patria,
extendámoslo a América, líneas de
pensamiento que nos indiquen el rumbo seguido y proyectado por
nuestros artistas?" En principio la respuesta es negativa.
Pareciera que los alcances del arte costarricense y americano en
general, se deben a esfuerzos propios de los mismos artistas y de
algunas agrupaciones amparadas a reformas
político/sociales, pero no a proyectos coherentes e
integrales de largo plazo.

Sin embargo, este breve ensayo de presentación no
pretende responder la compleja cuestión que nos
hacía el estudioso costarricense. Más bien intenta
señalar algunas líneas del panorama
histórico de la escultura costarricense para comprender
sus actuales procesos y logros. Me apresuro a subrayar que la
escultura es el arte que ha tenido más bríos
creadores en Costa Rica, y en ello coincidimos con don Luis
Ferrero y otros investigadores. Por lo demás, desde la
imaginería religiosa colonial, el arte escultórico
ha convocado a cientos de costarricenses. Para 1991, Luis Ferrero
en sus ficheros contabilizaba a 326 escultores, la mayoría
del valle central (Ferrero, 1991). Es de suponer que
había, y hay, mucho más personas dedicadas al arte
tridimensional en el territorio nacional.

Los
inicios

Como ya se ha señalado, el arte
escultórico costarricense no ha seguido un desarrollo
uniforme sino que ha crecido por empellones, especialmente por
estímulos provenientes del exterior. Sin embargo, dentro
del arte precolombino, o prehispánico, se advierte ya una
nutrida expresión artística como la
cerámica; la lapidaria en jade y piedra; la metalurgia, el
vaciado y el fundido en oro; y el tallado en piedra (Ferrero,
2000: 215-372). No obstante, esa inmensa y rica variedad de
aesthesis (1) no ha sido suficientemente estudiada
(exceptuando los avances de Luis Ferrero, patrocinador
bibliográfico principal de este ensayo) ni incorporada al
canon artístico nacional. Aunque, como se verá
más adelante, esa tradición americana precolombina
ha sido recuperada por algunos escultores de lo que entonces se
denominó como la nueva sensibilidad, y potenciada
por algunos creadores contemporáneos

La expresión americana prehispánica fue
sepultada e invisibilizada por la cultura española
impuesta, de donde va surgir la imaginería religiosa con
tintes barrocos. Sin embargo, en Costa Rica durante el
período colonial no van a surgir escultores reconocidos.
No es sino hasta finales del siglo XIX donde van a aparecer dos
precursores de la escultura moderna: Fadrique Gutiérrez
(1841-1897) y Juan Mora González
(¿1860?-¿?).

El primero fue, además de escultor, arquitecto,
militar y político; construyó El
Fortín
de la ciudad de Heredia. En sus primeras obras
utilizó el granito, ligándose con la estatuaria
indígena que los españoles habían sustituido
por la madera policromada. Sus imágenes se encuentran en
la Parroquia de la Inmaculada Concepción y las
Iglesias del Carmen y San Pablo en Heredia. El
mayor aporte fue el conjunto que decoraba los Tanques
Municipales de Heredia
: el tema lo extrajo de la
mitología antigua griega: Venus y
Neptuno. Su punto de referencia era el escultor italiano
del siglo XVII Lorenzo Bernini.

El segundo, de cuya vida se conoce poco, fue un
imaginero también, curiosamente, de la ciudad Heredia. Era
un hábil escultor de pasitos (nacimientos
religiosos) que incursionó en el retrato en el cual
conserva la costumbre de aplicar color y utilizar ojos de vidrio
para ofrecer mayor realismo como en Petronila González
de Fonseca
. Pero en la talla directa, en algunas ocasiones,
dejaba la madera en su color natural, como en el retrato de
Trinidad Cabezas.

Lo significativo de estos dos precursores es el hecho de
que la escultura costarricense contemporánea nace en los
talleres imagineros y no en la academia: en 1897 se había
creado la Escuela de Bellas Artes. Tal vez porque en
dicha escuela, dirigida por el pintor de origen español
Tomás Povedano (1847-1943), la atención se
concentra en la pintura y la escultura sufre un total abandono.
La riqueza escultórica indígena pasa desapercibida
para la academia pues se prefería lo europeo. De tal
manera que la práctica artística se bifurcó
en dos grandes bloques: por un lado el "arte oficial" regentado
por Povedano, y por el otro los artistas
independientes.

No obstante lo anterior, en el cambio del siglo XIX al
XX surgen dos artistas procedentes, en cierto sentido, de la
academia, quienes van a dar un gran impulso a la escultura
nacional: Juan Ramón Bonilla (1882-1944) y Juan Rafael
Chacón (1894-1982). Ambos comparten el hecho de haber
viajado a Europa becados por el gobierno costarricense. El
primero viajó a Italia donde se formó en las
técnicas de la talla en mármol y la
fundición en bronce. Fue el primer escultor costarricense
que expuso en Europa. El segundo viajó a España,
pero las principales escuelas de arte se encontraban cerradas
debido a la I Guerra Mundial, entonces se dedicó a
estudiar las obras de diferentes artistas en los
museos.

Lastimosamente Juan Ramón Bonilla no logró
concretar todos sus proyectos de arte público pues la
ejecución en mármol, o la fundición en
bronce, exigían costos muy elevados para la realidad
socioeconómica de la época. De sus trabajos de
mayor dimensión quedan las maquetas en arcilla de lo que
serían obras fundidas en bronce y obras de pequeño
formato como el busto del Presbítero Cecilio
Umaña
. En mármol la celebrada Los
héroes de la miseria
, obra creada en Italia en 1908 y
luego traída a Costa Rica; se encuentra en el
vestíbulo del Teatro Nacional.

Juan Rafael Chacón, a su regreso al país,
continuó sus estudios en forma autodidáctica
desarrollando una extensa obra de temática variada:
retratos por encargo, composiciones sustentadas en la literatura,
animalística y mucha figura humana, especialmente
femenina. Uno de sus más célebres retratos es el
del científico Clodomiro Picado, conocido como el Dr.
Clorito Picado
. La maternidad es una de sus temas
preferidos; Espera o Gravidez,
Maternidad o La Leona, son logros dentro de esa
temática. La obra Desesperanza o
Desesperada, talla directa en madera, es una de sus
piezas más reconocidas.

La obra de Juan Ramón Bonilla y de Juan Rafael
Chacón es el entronque, o la transición, con la
escultura que se desarrollará en los años 30 del
siglo pasado. Sobre todo la de Chacón, por su vastedad,
amplia temática y búsqueda expresiva,
difícil de encasillar estéticamente, es una obra
que vincula el "realismo académico con las innovaciones
contemporáneas" (Ferrero, 1973: 62).

La nueva
sensibilidad

El sentimiento nacionalista que se empieza a desarrollar
con la nueva intelectualidad de principios de siglo
(Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge,
Omar Dengo, José María "Billo" Zeledón,
entre otros) y las luchas sociales de la época (Morales,
1994) ofrece un marco idóneo a los jóvenes artistas
que inician su trabajo en la década de 1930. Entre estos
jóvenes se encuentran Max Jiménez Huete
(1900-1947), Juan Manuel "El indio" Sánchez (1907-1990),
Francisco "Paco" Zúñiga (1912-1998) y Néstor
Zeledón Varela (1903-2000).

Max Jiménez fue un artista polifacético,
polifónico (además de escultor, pintor, grabador,
dibujante, poeta, narrador, ensayista) y rebelde. Su larga
permanencia en París le imprimió la
insubordinación propia de las vanguardias
artísticas de cuyos principales exponentes fue
condiscípulo. De allí la descomposición de
las formas humanas en geométricas en una búsqueda
hacia el abstraccionismo: sintetiza las formas y condensa los
significados. Sus temas y figuras son principalmente tropicales y
su estilo, difícil de clasificar, podría
considerarse como vanguardista. Mujer (bronce), El
beso
(bronce), Maternidad (madera, talla directa),
Cabeza roja (piedra, talla directa), Cabeza
gris
(piedra, talla directa), Cabeza de negra
(piedra, talla directa) y Danaide o La Entrega
(piedra, talla directa), son piezas representativas de su
quehacer.

Procedente del taller imaginero de su padre don Manuel
María Zúñiga, sitio de reunión,
estudio y tertulia del grupo conocido como la
Generación de los Años Treinta o de La
nueva sensibilidad
, Francisco Zúñiga emerge
como el escultor más definido y universal de Costa Rica en
el siglo XX. Dicho grupo, integrado además por
Néstor Zeledón Varela y Juan Manuel Sánchez,
el gestor e ideólogo principal, va a dar un impulso
inusitado a la escultura costarricense, vinculándola a su
pasado prehispánico y lanzándola a la
búsqueda de nuevos lenguajes.

Una de las primeras obras de Francisco "Paco"
Zúñiga, Monumento a la madre o La
Maternidad
(granito, talla directa), de marcado acento
vanguardista, produjo escándalo y polémica por sus
formas atrevidas para la época. El público y la
crítica no comprendieron su potencial. Don "Paco" se
trasladó a México (1936) donde encontrará
una atmósfera propicia para desarrollar todo su talento,
tanto que hoy en ese país es considerado como uno de los
grandes artistas del siglo XX. Produjo una obra numerosa y de
gran calidad estética en pequeño y gran formato; la
segunda es pública y funcional en relación con la
arquitectura: arte para multitudes. La tradición
indígena le ofreció variedad de temas y formas
volumétricas.

Entre sus principales obras se encuentran:
Alegoría de la Tierra y las Comunicaciones
(piedra, friso de 7 metros de alto en el edificio de la
Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas;
SCOP, México D.F), Monumento a los Fundadores de Nuevo
Laredo
(bronce), Monumento al poeta Ramón
López Velarde
(bronce, Zacatecas, México),
La riqueza del mar (grupo en concreto 9 x 3 mts.
Veracruz, México), Monumento al agricultor
costarricense
(bronce, Alajuela, Costa Rica), Monumento
a la Libertad
(piedra, San Salvador, El Salvador),
Física nuclear (bronce, bosque de Chapultepec,
México, D.F.), Friso en el Banco de México
(piedra), Yalalteca (bronce), Mujer sentada
(mármol negro), Mujer sentada con rebozo
(bronce), Grupo de mujeres en pie (bronce), Mujer en
la puerta
(bronce), Frente al mar (bronce, grupo),
La familia (bronce), Coloquio (bronce), etc. En
jardines y parques de México, Japón, El Salvador,
Filipinas, Ecuador, Argentina, Estados Unidos y Costa Rica hay
monumentos suyos. La obra de Francisco Zúñiga
(quien también realizó grabado, dibujo,
litografía y hasta escribió poesía),
giró en torno al desnudo femenino, su indigenismo fue
síntesis de la condición humana.

Como ya señalamos, Juan Manuel "el Indio"
Sánchez fue el "ideólogo" del grupo de la nueva
sensibilidad. Este artista (notable dibujante y grabador
también), igual que sus compañeros de viaje, fue un
autodidacta y un aplicado investigador del arte
contemporáneo. Lo característico de su obra es la
animalística, sin embargo sus temas fueron muy variados.
Los religiosos poseen una influencia medieval/gótica y
fueron realizados en formatos rectangulares y verticales como el
Cristo (talla en madera). También dedicó
tiempo al retrato, de su esposa Berta realizó
varios de ellos, especialmente en piedra, talla directa, y en
latón "a la manera de Gargallo" (Berta a la manera de
Gargallo
, 1936). Sus piezas más importantes son:
Maternidad (madera, talla directa), Amantes
(madera, talla directa), Dolor, conocida como
Pietá (madera/cedro dulce, talla directa),
San Francisco de Asís (granito, talla directa),
Pecarí (granito, talla directa). Lo destacable es
su intento de continuación del pasado indígena
proyectándolo en el presente sin perder su carácter
americanista.

Néstor Zeledón Varela se preocupó
porque el trabajo en piedra, a la manera antigua, no
desapareciera. Al igual que Zúñiga y
Sánchez, sus compañeros de ideas, procede del
humilde taller imaginero. Su obra más importante es de
tema religioso realizada en bulto o en relieve como la que se
encuentra en la Iglesia de Guadalupe. Sin embargo, la
mayoría de sus trabajos, como Sánchez, se
concentraron en la animalística. La fauna nacional fue
tema permanente, se destaca Puma (talla en madera), el
felino americano capturado magistralmente al acecho.
También podemos mencionar el Monumento al
sabanero
(piedra artificial, Liberia, Guanacaste), la
Leona María (madera, talla directa, destruida),
Toro echado (madera, talla directa) y el Oso
hormiguero
(madera, talla directa, desaparecida).

El aporte de la Nueva sensibilidad o la
Generación de los Treinta es fundamental para el
desarrollo ulterior de la escultura costarricense. Estos
artistas, autodidactas todos, se preocuparon por captar la
esencia americana y nacional acudiendo a un eclecticismo de
estilos para superar el anquilosamiento académico y la
estrechez aldeana del país. Enlazaron su trabajo con la
aesthesis prehispánica y con las innovaciones
formales de las vanguardias.

Los nuevos
rumbos

Durante la segunda guerra mundial (1939-1945) y en sus
años posteriores, las artes visuales acusaron un
período de poca actividad. No es sino hasta los
años 60 que la modorra del ambiente es sacudida por la
introducción del arte abstracto. La abstracción
hacía 60 años se había instalado en Europa,
pero a nuestro país llegó tarde, como casi todo lo
que dictan las metrópolis. La protesta de un
público poco avisado no se hace esperar, especialmente en
el terreno de la pintura.

Bajo esta influencia el pintor Manuel de la Cruz
González (1909-1986) realiza en relieve un Mural
abstracto en la pared este del entonces Banco Anglo, hoy
Ministerio de Hacienda. Anteriormente, en el segundo
piso del entonces Aeropuerto Internacional de La Sabana,
hoy Museo de Arte Costarricense, diseñado por el
arquitecto José María Barrantes (1890-1966), el
escultor y diseñador de joyas francés asentado en
Costa Rica, Louis Feron (1901-1998), ejecuta un Mural
alegórico (relieve en estuco) de la historia de Costa Rica
en sus cuatro paredes, conocido como el Salón
Dorado
por su pátina. También realiza un
bajorrelieve en la Iglesia del Carmen en la ciudad de
Cartago.

En esta década surge el grupo de Los
ocho
, fundamental para el despegue del arte nacional. El
grupo, que pretendía "llevar el arte al pueblo" y procurar
"un proceso más intelectual en la obra de arte" (Ferrero,
1973: 137), estuvo integrado por seis pintores (Luis Daell,
Harold Fonseca, Rafael Ángel García, Manuel de la
Cruz González, Guillermo Jiménez y César
Valverde) y dos escultores, Néstor Zeledón
Guzmán (1933) y Hernán González (1918-1987),
aunque el reconocido arquitecto y pintor Rafael Ángel
"Felo" García (1928) también ha producido
escultura, así como, ya vimos, Manuel de la Cruz
González.

Néstor Zeledón Guzmán, quien
procede el taller imaginero de su padre, Néstor
Zeledón Varela, y Hernán González, sin
llegar a la abstracción, se aplican en la
experimentación formal y técnica. Su trabajo tiende
hacia la estilización de la figura humana tal y como se
percibe en Forma espacial II (madera, talla directa),
Los amantes (ensamble de láminas en bronce),
La sonrisa verde (madera talla directa) de
Zeledón Guzmán; y en El hombre caracol
(talla en granito), Agonía (madera, talla
directa) o El silbador (granito, talla directa) de
González. Zeledón Guzmán ha sido quien
más se ha movido en diferentes lenguajes: de lo figurativo
al expresionismo y de este al neorrealismo, o al arte no
figurativo: Maternidad (madera, talla directa),
Ondulación marina (madera, talla directa),
Monumento a Cleto González Víquez
(granito, talla directa). Hoy día sigue produciendo aunque
no muestra su trabajo; en su taller/museo se concentran cerca de
100 piezas, casi todas en madera, talla directa, fruto de su
denodado trabajo en los últimos treinta
años.

En este período aparece la obra de Olger Villegas
(1934) dentro de la tradición figurativa con marcada
influencia de Francisco Zúñiga y del realismo
social mexicano: Maternidad, Madre
indoamericana
, Maternidad negra (talla en piedra),
Monumento a las Garantías Sociales (grupo de
bronce). Igual la de Miguel Ángel Brenes (1943), Crisanto
Badilla (1941) y Carlo Magno Venegas (1946).

La
contemporaneidad

Luego de los años sesenta la escultura se abre a
una serie de estilos, búsquedas, lenguajes y materiales.
Sin embargo, la tradición de la talla en madera y piedra
va a mantener su predominio. En ese abanico se abren dos grandes
campos en la creación escultórica de nuestros
días: la naturalista/realista ligada a la talla en madera
y piedra, la cual se renueva constantemente tanto en su
temática como en su estilo; y otra que concede mayor
énfasis a la tendencia abstracta o
simbólico/metafísica. Por supuesto, entre ambos
terrenos hay un espectro de posibilidades casi imposible de
enumerar, incluidas las instalaciones y la "escultura virtual" o
"de la luz".

En el terreno naturalista y/o realista destacan,
además de Olger Villegas, Crisanto Badilla, ya
mencionados, Fernando Calvo, Mario Parra (1950) y Leda Astorga
(1957). Crisanto Badilla expresa, de cierta manera
"poética", la preocupación ecológica
(Madre tierra, talla en piedra). Calvo utiliza la figura
humana, generalmente en grupos (Los presentes,
fundición en bronce) y con predilección por la
femenina (Esperanza, fundición en bronce), para
realizar crítica social y transmitir la idea del tiempo.
Parra va más allá de la representación del
objeto real poniéndolo a interactuar con su entorno a
partir de una nueva significación como en
Columpio (talla en madera) o La banca (bronce).
Leda Astorga, con sus figuras obesas y policromas (Lula y
Olga
, concreto policromado) cargadas de humor y sarcasmo
recurre a la cotidianidad para celebrar la vida o amonestar sus
excesos y contradicciones (Cristo, resina polyester,
hierro y madera).

En el otro campo destaca José Sancho (1935) con
una obra abstracta pero también vinculada a la
animalística: Eclosión (madera, talla
directa), Fuga de peces (hierro ensamblado)
Puercoespín (mármol, talla),
Cardumen (mármol aphio de Turquía, talla).
Lo mismo Aquiles Jiménez (1954) con trabajos como
Maternidad (mármol rojo de Verona) y una obra
estilizada y renovada a partir de la talla directa en la
tradición esférica precolombina y su
cosmovisión: Flautista (mármol rosado de
Portugal), Sonador de caracol (granito rojo de Brasil),
Guerrero (mármol gris de Carrara),
Presagios (5 esculturas en andesita y
bronce).

En la anterior tendencia hay que ubicar a Edgar
Zúñiga (1950) especialmente con su
Columnas (tallas en madera y vaciados en bronce),
Marisel Jiménez (1947) con sus móviles e
instalaciones de madera, metal y otros materiales, Jorge
Jiménez Deredia (1954) entre lo
esférico/precolombino a partir de las búsquedas de
Aquiles Jiménez, o la figuración como en San
Marcelino de Champagnat
(talla en mármol), y Herberth
Zamora (1956) con una meditación acerca del material y sus
posibilidades entre lo geométrico y naturalista:
Semilla (ensamble de madera y metal). Igual se debe
mencionar a Franklin Zúñiga (1956), Luis Arias
(1947), Emilio Argüello (1947), Manuel Vargas (1952),
Domingo Ramos (1949), y Esteban Coto (1949).

A manera de
conclusión

La pregunta que nos lanzaba don Luis Ferrero en cuanto a
líneas de pensamiento en la creación
artística costarricense, escultórica en particular,
o acerca de una "escultura nacional" o "americana", es
difícil de responder. Quizás la veta abierta por
Francisco "Paco" Zúñiga de un arte monumental
vinculado a la arquitectura y anclado en la tradición
prehispánica con un énfasis en la figura femenina
indígena/mestiza y la cotidianidad de la vida social, sea
el aporte más significativo e influyente como
"línea de pensamiento". No hay duda de que la influencia
del maestro Zúñiga en artistas como Olger Villegas
o Mario Parra, para poner dos ejemplos, es más que
indicadora.

O la representación de la fauna y flora,
naturalista o geométrico/simbolista, expresada en la
animalística de Juan Manuel Sánchez y Néstor
Zeledón Varela y continuada por Hernán
González, José Sancho y otros. Tal vez las
búsquedas esencialistas de Aquiles Jiménez desde la
cosmovisión precolombina asociada a materiales más
luminosos y pulidos como el mármol, continuado por
Jiménez Deredia quien deriva hacia una figuración
antropomorfa (Monumento a Juan Pablo II, mármol
de Carrara). Acaso la línea sarcástica,
humorística y policromada, sin perder el efecto
social/cotidiano y la mirada crítica, encontrada y
desarrollada por Leda Astorga como "otra" forma de realizar
escultura sin escapar totalmente de la tradición
(Ppapi me va a llevar mae, Mariquita, concretos
policromados).

En todo caso es claro que la escultura costarricense
contemporánea transita por diversas poéticas y se
esfuerza por capturar la vida en diversidad de materiales y
estilos. La aparición de nuevas posibilidades
tecnológicas como el vaciado, el ensamble, o la
virtualidad, pasando por la instalación, sin que se pierda
el milenario oficio de la talla directa, le confiere a la
actividad escultórica un abanico casi infinito de
posibilidades. Su práctica continúa como una de las
ocupaciones artísticas más frecuentadas por las y
los costarricenses. Es de esperar que ese abanico se abra con
diferentes formas y concreciones en las nuevas generaciones de
artistas nacionales.

Notas

(1). Según Walter Mignolo la aeshtesis,
la cual podemos entender como naturaleza de los sentidos o de la
"percepción", de la "sensibilidad", fue apropiada por el
pensamiento imperial a partir del siglo XVIII y transformada en
aestética, estética: sentimiento de lo
bello y lo sublime. Con el correr del tiempo lo sublime
pasó a segundo plano y lo bello encadenó la
estética la cual quedó limitada al concepto
occidental de arte (Mignolo, 2009:12). Se utiliza,
entonces, el término aesthesis en un sentido
amplio y holístico.

Bibliografía

Barrionuevo, Floria y Guardia, María Enriqueta.
(2003) La Escultura en Costa Rica.

San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad
de Costa Rica.

Ferrero, Luis. (1973). La escultura en Costa
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. San José, Costa Rica: Editorial Costa
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Ferrero, Luis. (2001). Entre el pasado y el
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Ferrero, Luis. (1985). Cinco artistas
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Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a
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Mignolo, Walter. (2009). Desobediencia
epistémica: Retórica de la modernidad,
lógica de la colonialidad y gramática de la
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. Buenos Aires, Argentina: Ediciones del
signo.

Morales, Gerardo. (1994). Cultura, oligarquía
y nueva intelectualidad en Costa Rica:

1880-1914. Heredia, Costa Rica, EUNA.

 

 

Autor:

Adriano Corrales Arias*

*Escritor e investigador
costarricense
. Labora en el Instituto Tecnológico
de Costa Rica, Centro Académico de San
José
.

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