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Infiltraciones en el hombro (página 2)




Enviado por CARLOS EYZAGUIRRE



Partes: 1, 2

  

Aguja de 0,8 x 40 mm (verde,
intramuscular).

Jeringas de 5 ml.

Corticoide depot: 2 ml.

  • Parametasona 40 mg/2 ml
    (Cortidenedepot®)

  • Triancinolona 40 mg/1 ml
    (Trigondepot®)

  • Betametasona 12 mg/2 ml
    (CelestoneCronodose®)

Anestésico local,
Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor: 2
ml.

Vías de acceso:

Vías posteriores:

La interlinea articular se localiza 1cm por
debajo del borde externo de la espina de la escápula en la
cara posterior y se dirige de forma perpendicular al plano
cutáneo en dirección a la apófisis
coracoides.

Vía anterior:

Con el paciente colocado en posición
neutra se puede localizar la articulación gleno-humeral
colocando uno de los dedos entre la apófisis coracoides y
la cabeza humeral. A medida que el brazo se desplaza en
rotación interna, puede apreciarse que la cabeza humeral
gira hacia dentro identificándose el espacio articular en
forma de un surco inmediatamente por fuera de la
coracoides.

El abordaje anterior tiene la dificultad de
que hay que evitar la arteria acromio-torácica que
transcurre por la cara interna de la coracoides y el nervio
circunflejo, por lo que se suele preferir la vía
posterior.

Vía lateral:

El punto de entrada se localiza en el
espacio entre el acrómion y la cabeza humeral, con la
aguja perpendicular al plano cutáneo.

En el caso de la tendinitis del manguito de
los rotadores y en la bursitis subacromial se usará
principalmente la vía lateral.

En el caso de una capsulitis adhesiva o de
una artritis gleno-humeral se utilizará la vía
posterior o anterior.

Articulación
acromial clavicular

Con el brazo en posición neutra se
localiza la interlínea articular mediante la
palpación de los bordes articulares.

Material

  

Aguja de 0,5 x 16 mm (Naranja,
subcutánea).

Jeringas de 2 ó de 5
ml.

Corticoide depot: 1 ml.

  • Parametasona 40 mg/2 ml
    (Cortidenedepot®)

  • Triancinolona 40 mg/1 ml
    (Trigondepot®)

  • Betametasona 12 mg/2 ml
    (CelestoneCronodose®)

Anestésico local,
Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor: 1
ml.

Tendinitis
Bicipital

Con el brazo en abducción y ligera
rotación externa se localiza el tendón en la
corredera bicipital.

Material

 

  • Aguja de 0,5 x 16 mm (Naranja,
    subcutánea).

  • Jeringas de 2 ó de 5
    ml.

  • Corticoide depot: 1
    ml.

  • Parametasona 40 mg/2 ml
    (Cortidenedepot®)

  • Triancinolona 40 mg/1 ml
    (Trigondepot®)

  • Betametasona 12 mg/2 ml
    (CelestoneCronodose®)

  • Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    1 ml.

Infiltraciones en el
codo

 Anatomía
básica

En la parte distal del húmero se
localizan dos eminencias óseas laterales:

El epicóndilo (eminencia ósea
externa) y

La epitróclea (eminencia ósea
interna).

En el epicóndilo se inserta el
músculo extensor común de los dedos y los
músculos supinadores.

En la epitróclea se insertan el
pronador redondo y los músculos flexores de la
muñeca.

Objetivos

Existen tres tipos, principales, de
patologías del denominado codo doloroso que pueden mejorar
con la aplicación de técnicas de
infiltración:

La Epicondilitis.

La Epitrocleítis, y

La bursitis olecraniana.

Metodología

Antes de infiltrar se deberá
confirmar el diagnóstico con la exploración y la
palpación de la zona.

La sensibilidad dolorosa a la
presión proporciona los datos más interesantes y
precisos, lo mismo ocurre con la tumefacción articular y
la limitación de los movimientos que la
acompañan.

La acentuación del dolor con los
movimientos pasivos y no en los de contra resistencia suele
indicar una patología intraarticular, mientras que si
ocurriese al contrario suele deberse a una patología
tendino-muscular.

 Epicondilitis

En la epicondilitis o codo de tenista, el
dolor, que es muy intenso, se sitúa siempre justo por
debajo del epicóndilo. Suele afectar al brazo dominante
(actualmente el dolor se presenta en personas que realizan
trabajos de alto esfuerzo con sus brazos), con una frecuencia del
1 a 3 % de la población general.

Clínica:

El dolor se incrementa con la
extensión de la muñeca y con la supinación
del antebrazo.

La supinación resistida del codo y
vencer resistencias de la dorsiflexión de la muñeca
con el codo en extensión y por la extensión
resistida del dedo medio produce dolor, debido, normalmente, a
una lesión tendino-musculosa sobre el extensor
común de los dedos.

Cuando el dolor es de intensidad
leve-moderada se debería iniciar el tratamiento con
antiinflamatorios. Ante la persistencia del dolor
optaríamos por la infiltración con
anestésicos y corticoides, que cuanto más precoz
sea mejorará él pronostico.

La técnica de infiltración se
realizará sobre el punto de máxima sensibilidad
dolorosa hallado a la palpación, normalmente situado un
poco por debajo del epicóndilo. Se apoya el dedo sobre
parte de la cabeza radial haciendo rotar el antebrazo del
paciente. Se marca el punto de infiltración, frotando con
antiséptico y se practica la inyección alrededor
del tendón de inserción, lo más cercano al
hueso posible.

Existen dos vías de abordaje
posibles, la anterior y la posterior. Actualmente la más
recomendada es la vía posterior. La infiltración se
debe realizar iniciando desde un ángulo 0º
(horizontal al plano del antebrazo) y posteriormente abriendo la
infiltración en abanico a 45º y 90º.

La cantidad necesaria puede oscilar entre 3
y 5 ml, que aunque parece excesiva suele ser indispensable para
asegurar un éxito terapéutico completo.

¿Cuántas veces
deberíamos infiltrar una epicondilitis?:

El número de tentativas debe
limitarse a dos o tres, normalmente espaciadas por 2-4 semanas y
si el dolor persiste o reaparece en un breve intervalo de tiempo
deberá buscarse otra explicación.

Existe un porcentaje del 10 % de pacientes
resistentes a las infiltraciones en los que puede ser necesaria
la cirugía.

Precauciones:

Lo más frecuente es la
reacción temporal provocada por la sensibilidad a
sustancias químicas.

Técnica de
infiltración:
(Tanto en el caso de epicondilitis o de
la epitrocleítis)

La posición del brazo es con
el codo apoyado sobre una superficie dura y en ángulo
recto.

Material

Aguja de 0,5 x 16 mm (Naranja,
subcutánea).

Jeringas de 2 ó de 5
ml.

Corticoide depot: 1 ml.

  • Parametasona 40 mg/2 ml
    (Cortidenedepot®)

  • Triancinolona 40 mg/1 ml
    (Trigondepot®)

  • Betametasona 12 mg/2 ml
    (CelestoneCronodose®)

Anestésico local,
Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor: 1
ml.

 Epitrocleítis

En la epitrocleítis o codo de golf,
el dolor se localiza en el borde interno de la epitróclea.
Se debe, principalmente, a la afectación del tendón
del flexor común de los dedos en su inserción a
este nivel.

Clínica:

El dolor es más difuso que el de la
epicondilitis y se suele localizar en la zona transicional
músculo tendinosa del tendón proximal.

La exploración se ve confirmada por
el incremento del dolor con la flexión contra resistencia
de la muñeca con el codo en extensión y la
pronación del antebrazo.

Cuando el dolor es de intensidad
leve-moderada se debería iniciar el tratamiento con
antinflamatorios. Ante la persistencia del dolor
optaríamos por la infiltración con
anestésicos y corticoides, que cuanto más precoz
sea mejorará él pronostico.

La cantidad de fármaco a infiltrar
es menor que en el caso de la epicondilitis y oscilará
entre 1 a 3 ml.

El abordaje deberá de tener en
cuenta que el nervio cubital discurre por el canal situado por
detrás de la epitróclea; hay que tener mucho
cuidado en localizarlo para evitar tocar el tronco nervioso. Por
lo tanto la mejor vía de abordaje es la posterior
(Bloqueando el canal del cubital con el primer dedo para
orientacion y protección). La infiltración se debe
realizar iniciando desde un ángulo 0º (horizontal al
plano del antebrazo) y posteriormente abriendo la
infiltración en abanico hasta 45º (evitar la
infiltración por encima de los 45º para evitar el
tronco del cubital).

¿Cuántas veces
deberíamos infiltrar una
epitrocleítis?

El número de tentativas debe
limitarse a dos o tres, normalmente espaciadas por 2-4 semanas y
si el dolor persiste o reaparece en un breve intervalo de tiempo
deberá buscarse otra explicación.

Precauciones:

Lo más frecuente es la
reacción temporal provocada por la sensibilidad a
sustancias químicas y la afectación del tronco del
cubital, por las variantes anatómicas, alrededor del
2%.

Técnica de
infiltración:
(Tanto en el caso de epicondilitis o de
la epitrocleítis)

La posición del brazo es con
el codo apoyado sobre una superficie dura y en ángulo
recto.

Material

Aguja de 0,5 x 16 mm (Naranja,
subcutánea).

Jeringas de 2 ó de 5
ml.

Corticoide depot: 1 ml.

  • Parametasona 40 mg/2 ml
    (Cortidenedepot®)

  • Triancinolona 40 mg/1 ml
    (Trigondepot®)

  • Betametasona 12 mg/2 ml
    (CelestoneCronodose®)

Anestésico local,
Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor: 1
ml.

 Bursitis
olecraniana

La fricción o los golpes sobre la
zona posterior del codo puede dar lugar a la inflamación
de la bolsa olecraniana.

La clínica más frecuente es
la inflamación de la zona con tumefacción visible
que no impide los movimientos activos o contra resistencia del
codo, pero que impide su apoyo o que dificulta la movilidad por
roce con la ropa.

Tratamiento

Se realiza aspiración del contenido
de la bolsa por punción, para posteriormente, una vez
descartado la existencia de contenido infeccioso de la bolsa,
infiltrar corticoides en su interior.

En el caso de las bursitis
traumáticas, la evacuación del contenido, incluso
sin infiltración posterior es el tratamiento de
elección.

Técnica de
infiltración

  • Posición: Codo
    suspendido, sujetado con la otra mano.

  • Acceso: El abordaje
    deberá ser lateral y posterior.  Se introduce la
    aguja por la zona lateroposterior dirigida hacia el centro de
    la bolsa.

  • Evacuar el contenido completamente,
    rompiendo tabiques por presión o con movimiento de la
    aguja.

  • Cambiar la jeringa e inyectar 2 ml de
    la mezcla del corticoide y del anestésico.

  • Inmovilizar la bolsa con vendaje
    compresivo durante las primeras 24 horas.

    • Aguja de 0,8 x 40 mm (verde,
      intramuscular)

    • Jeringas de 10 ml.

    • Corticoide depot: 1-2
      ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    • Anestésico local,
      Mepivacaína 1% ó 2% sin
      vasoconstrictor: 1 ml.

    Infiltraciones en
    la mano

     Exploración
    básica de la mano

    Anamnesis,

    Inspección,

    Medición,

    Palpación,

    Percusión,

    Movilidad,

    Determinación de grupos
    motores: pruebas musculares,

    Determinación de la
    sensibilidad,

    Determinación de la
    fuerza,

    Pruebas de estabilidad: maniobra
    de sobrecarga o estrés.

    La mano está compuesta por los
    huesos de las falanges, de los metacarpianos, del carpo, con
    sus correspondientes articulaciones, tendones, ligamentos,
    músculos y piel.

    Una de los objetivos principales en la
    muñeca es conocer los huesos del carpo y sus
    relaciones.  En la muñeca hay 8 huesos del
    área radial (externa) hacia el área cubital
    (interna) encontramos:

    Huesos de la mano: el carpo

    En la fila proximal

    Escafoides, Semilunar,
    Piramidal y Pisiforme.

    En la fila distal

    Trapecio, Trapezoide, Grande y
    Ganchoso.

    La infiltración deberá
    realizarse siempre, en un ambiente relajado, con el paciente
    y el médico sentados cómodamente a una mesa,
    utilizando la esquina de esta, y siempre sobre el punto de
    máximo dolor.

     Principales
    patologías para infiltrar

    Valoramos las principales
    patologías en las que podemos utilizar como recurso
    terapéutico la infiltración. Cada una de ellas
    es la más representativa de diferentes tipos de
    patologías que podemos encontrar en la
    mano:

    Tenosinovitisestenosante: Tenosinovitis
    de Dequervain

    Neuropatía por
    compresión: Síndrome del túnel
    carpiano

    Artrosis: Rizartrosis

     Tenosinovitis de
    Dequervain

    Es la inflamación de la vaina
    común del extensor corto y abductor largo del pulgar a
    su paso por la estiloides radial.

    Es frecuente en mujeres entre los 30-50
    años y en personas que realizan movimientos
    repetitivos de la muñeca, aunque a veces aparece de
    forma espontánea.

    Cursa con dolor selectivo en la
    tabaquera anatómica y ocasionalmente se irradia a
    antebrazo. El paciente se queja de dolor al movilizar el
    pulgar o al realizar la pinza con la mano.

    A la exploración destaca dolor
    con la desviación cubital pasiva de la muñeca o
    a la presión sobre la apófisis estiloides
    radial. También se desencadena dolor con la
    abducción y extensión resistida del pulgar. Es
    típica la prueba de Finkelstein positiva, es decir,
    dolor cuando hacemos la desviación cubital de la
    muñeca del paciente con la mano empuñada y el
    pulgar bajo los otros dedos (Foto 1). En ocasiones la
    región está visiblemente tumefacta. En los
    casos más severos puede existir una crepitación
    perceptible del tendón al mover el pulgar.

    Técnica de
    infiltración

    La posición: mano en
    pronosupinación media del antebrazo, sujetando el
    pulgar. Localización de los tendones afectados
    realizando extensión y abducción resistida del
    pulgar. Palpación del punto de máximo
    dolor.

    Punto de entrada: en la zona de
    mayor dolor en el trayecto de los músculos abductor
    largo y extensor corto del pulgar.

    La dirección de la aguja
    casi paralela al plano cutáneo, en dirección al
    antebrazo. Si tenemos dudas acerca de la exactitud del lugar
    de inyección, separar la jeringa de la aguja y pedirle
    al paciente que mueva el pulgar. Si la punta de la aguja
    está demasiado hundida en el tendón se
    desplazará con los movimientos del pulgar.

    Cuidado con la arteria
    radial.

    Se emplea aguja naranja
    (subcutánea) inyectando una cantidad aproximada de 1-2
    ml.

    Material

    Aguja de 0,5 x 16 mm (naranja,
    subcutánea).

    Jeringas de 2 ó 5
    ml.

    Corticoide depot: 0.5 a 1
    ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    0.5 a 1 ml.

    Si la evolución de la
    tenosinovitis es de más de 6 meses suele ser rebelde a
    las infiltraciones locales y requiere una solución
    quirúrgica.

     Síndrome del Túnel
    Carpiano

    Es la neuropatía de
    compresión más frecuente. Se produce por la
    compresión del nervio mediano a su paso por el canal
    del carpo. Es frecuente en mujeres y la edad media de
    presentación es 40-60 años. En el 95% de los
    casos es bilateral.

    La mayoría de los casos son
    idiopáticos, pero hay una variedad de condiciones que
    pueden predisponer a padecer este síndrome como
    aquellas causas que aumentan el volumen del canal o que
    disminuyen el espacio del mismo, o la realización de
    movimientos de flexo-extensión repetidos de la
    muñeca.

    Cursa con dolor y parestesias en el
    territorio de distribución sensitiva del nervio
    mediano, es decir, en el primer, segundo, tercero y parte
    radial del cuarto dedo de la mano. El dolor puede irradiar a
    antebrazo, hombro y cuello. Es típico el dolor
    nocturno y de característica paroxísticas. En
    la progresión del cuadro puede existir una
    pérdida total de la sensibilidad y atrofia de la
    eminencia tenar.

    Exploración:

    El diagnóstico se hace al
    reproducir el dolor en la zona de distribución del
    nervio mediano a través de la
    exploración:

    Signo de Tinel: golpeando
    ligeramente sobre el túnel del carpo se produce dolor,
    entumecimiento y disestesias en la zona inervada por el
    mediano. Es positivo en el 60-70% de los casos.

    Test de Phalen: la
    hiperflexión de ambas muñecas durante 60
    segundos produce adormecimiento y disestesias en la zona
    inervada por el mediano. Es positivo en el 80% de los casos
    (Foto 2).

    Test de compresión
    carpal:
    los síntomas se manifiestan cuando el
    examinador presiona sus pulgares sobre el túnel del
    carpo del paciente durante 30 segundos. Positivo hasta en el
    90% de los casos.

    Test de Flick:
    ¿qué hace usted con las manos cuando los
    síntomas empeoran? El paciente hace el movimiento
    habitual que se ejecuta para bajar la temperatura de un
    termómetro. Es muy sensible y
    específico.

    El diagnóstico se hace por la
    clínica, la exploración y la EMG, aunque la
    prueba diagnóstica más fiable no es la
    electromiografia sino el gran alivio producido por las
    infiltraciones locales adecuadas.

    Técnica de
    infiltración

    La posición: mano en
    semiflexión dorsal con la palma hacia arriba. 
    Localizar el músculo palmar mayor en la línea
    media de la muñeca.  Localizar las dos
    líneas cutáneas de flexión de la
    muñeca. 

    Punto de entrada:  se
    introduce la aguja entre las dos líneas,
    aproximadamente a 1 cm del pliegue distal de flexión
    de la muñeca, en el lado cubital del tendón del
    palmar mayor, en dirección oblicua hacia la palma
    (45-60º). Introducción de la aguja de
    aproximadamente 1 cm.

    Se emplea aguja naranja
    (subcutánea) inyectando una cantidad aproximada de 1-2
    ml.

    Material

    Aguja de 0,5 x 16 mm (naranja,
    subcutánea).

    Jeringas de 2 ó 5
    ml.

    Corticoide depot: 0.5 a 1
    ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    0.5 a 1 ml.

    Cuidado con las parestesias. El efecto
    secundario más frecuente es el entumecimiento pasajero
    del pulgar, el índice y la mitad del anular. Es
    pasajero y no tiene ninguna gravedad (aunque debemos de
    informar al paciente).

     Rizartrosis

    Artrosis de la articulación
    trapeciometacarpiana, que afecta sobre todo a mujeres y
    mayores de 50 años, y que con frecuencia se asocia a
    artrosis en otras articulaciones (interfalángicas
    distales). Se ha considerado una enfermedad de
    transmisión genética agravada por la
    sobreutilización de la articulación, aunque
    esto último no se puede confirmar.

    Esta articulación es una de las
    pocas que constituye una indicación de infltraciones
    cuando se trata de artrosis y no de artropatía
    inflamatoria.

    Cursa con dolor de
    características mecánicas en la zona de la
    articulación, de intensidad variable, desde formas
    asintomáticas a otras con derrame articular y marcada
    limitación funcional. Mejora con el reposo y empeora
    con la movilidad activa del pulgar.

    En la exploración destaca el
    aspecto de mano cuadrada por la subluxación radial de
    la base del primer metacarpiano que condiciona que la base
    del primer dedo se esconda bajo la palma. Se produce dolor a
    la presión en la cara anterior de la
    articulación trapecio-metacarpiana y al empujar hacia
    atrás el pulgar en abducción. El movimiento
    contra-resistencia del pulgar y la muñeca no es
    doloroso al no ser una tenosinovitis. Crepitantes y crujidos
    asociados a movimientos.

    El diagnóstico es clínico
    y radiológico.

    Técnica de
    infiltración

    La posición:  mano en
    pronosupinación media del antebrazo traccionando el
    pulgar.

    Punto de entrada: se localiza en el
    punto de máxima sensibilidad dolorosa en la zona del
    vértice que forman la estiloides radial y el
    tendón extensor largo del pulgar, en la tabaquera
    anatómica.

    La dirección de la aguja es
    ligeramente oblícua y medial, hasta encontrar la
    interlínea

    Aguja naranja, subcutánea
    (16/5).

    material

    Aguja de 0,5 x 16 mm (Naranja,
    subcutánea).

    Jeringas de 2 ó 5
    ml.

    Corticoide depot: 0.5 a 1
    ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    0.5 a 1 ml

     Otras
    articulaciones

    • La articulación
      radiocarpiana (afectada mas frecuentemente por la
      artritis reumatoide).  El sitio de
      infiltración es el hueco en forma de T entre la
      extremidad radial, el semilunar y el escafoides.
      Infiltración en ángulo de 60 grados
      dirigida hacia el radio con aguja subcutánea
      (naranja).   Aplicar férula durante 24
      horas para limitar los movimientos de la
      muñeca.

    • La articulación radiocubital
      distal (afectación mas frecuente, la artritis
      reumatoide).

    • Las pequeñas articulaciones
      de los dedos.  Suele ser necesaria la
      infiltración en las poliartritis reumatoides con
      mala respuesta a tratamientos convencionales.  La
      técnica de infiltración es similar para
      todas las articulaciones, se flexiona la mano, a 45
      grados, se localiza la línea interarticular, con
      la otra mano se separa el dedo del paciente y con la otra
      se pondrá la inyección a lo largo de la
      línea articular, tangencialmente a la
      articulación.  Posteriormente utilizar una
      férula para inmovilizar la articulación
      durante 24 horas.  No aplicar demasiadas inyecciones
      de una sola vez.  Se utiliza una aguja
      subcutánea (naranja).

     Quistes de la
    muñeca

    Las vainas tendinosas de la
    muñeca y las articulaciones vecinas pueden presentar
    estructuras quísticas, llenas de sustancia
    transparente y gelatinosa, que es ácido hialuronico,
    que queda tras ser absorbido el resto del contenido
    líquido del quiste.  Suele ser prolongaciones
    bursiformes de las estructuras sinoviales con una
    válvula de comunicación, lo que no hace
    interesante infiltrarlos, ya que volverán a
    salir.  Como máximo se pueden aspirar, con una
    aguja gruesa, para reducir presión.  La
    solución definitiva es
    quirúrgica.

    Infiltraciones en
    la rodilla

    La rodilla es una articulación
    de gran tamaño, compleja, superficial y accesible,
    características que hacen de ella una
    articulación expresiva.

    Su anatomía comprende una parte
    ósea: extremo distal del fémur, proximal de la
    tibia y la rótula; una fibrocartilaginosa: meniscos; y
    unas partes blandas: cápsula, bolsas, ligamentos
    colaterales y cruzados, músculos y sus
    tendones.

     Anamnesis

    La primera aproximación a la
    rodilla la haremos a través de lo que el paciente nos
    cuente de ella: duele, desde cuándo, con ritmo
    mecánico o inflamatorio, en alguna localización
    especial, en alguna postura,  hubo traumatismos previos,
    antiguos o recientes,…  Como siempre, una buena
    anamnesis será clave para el abordaje del
    problema.

     Exploración

    Inspección:

    Trastornos de la
    alineación:
    varo, valgo, recurvatum y flexum. Los
    ejes del muslo y de la pierna forman un ángulo de
    175º abierto hacia afuera; su alteración favorece
    el desarrollo de la artrosis.

    Atrofias: la del cuadriceps
    nos indica inestabilidad articular.

    Tumefacciónes: difusas,
    o localizadas como en la bursitis prepatelar o en el quiste
    de Baker.

    Deformidades: como el
    Osgood-Schlatter en el que hace una prominencia la
    tuberosidad anterior de la tibia.

    Aspecto de la piel:
    coloración, presencia de heridas, enfermedades
    dermatológicas.

    Puntos dolorosos: debemos
    palpar toda la articulación, fijándonos en la
    interlínea y en las zonas de inserción de
    tendones como los que forman la pata de ganso. Un punto
    doloroso debe ser comparado con su simétrico en la
    otra rodilla. El dolor puede aparecer además de
    palpando, movilizando: de este modo el dolor a la
    presión en un punto de la interlínea que cambia
    de posición, haciéndose más posterior al
    flexionar la pierna apunta a una lesión meniscal
    (signo de Steimann II).

    Derrames: La rodilla deja ver
    y tocar los derrames con facilidad. Cuando son abundantes se
    aprecian por el signo del peloteo rotuliano (la rótula
    rebota contra la articulación al empujarla con un
    dedo); esto se hace mas patente si desplazamos el liquido
    existente en la bolsa o receso suprapatelar al ejercer
    presión con una mano en dirección craneocaudal
    desde el extremo distal del muslo en su cara anterior hasta
    el polo superior de la rótula, ya que con ello
    conseguiremos aumentar la cantidad de liquido localizado
    debajo de la patelar con lo que el peloteo será
    más evidente. Cuando el derrame es de escasa
    cuantía, resulta preferible la colocación de
    una mano de modo que el pulgar contacte con el borde medial
    de la rótula y el 2º y 3º dedos con el borde
    lateral de la misma; mientras con la otra mano la presionamos
    por lo que la existencia de derrame se notará como
    presión o desplazamiento en los dedos situados junto a
    la rótula. Los derrames pueden ser localizados con lo
    que estaremos ante diferentes bursitis.

    Movilidad:

    Amplitud de los movimientos:

    • Flexión: activa
      0º-130º, pasiva 0º-145º.

    • Extensión: activa
      0º, pasiva –10º.

    • Rotaciones:
      10º.

    Estabilidad y
    función:
    Se examina en decúbito supino
    y vienen dadas por la integridad de sus ligamentos: ligamento
    colateral medial (LCM), ligamento colateral lateral (LCL),
    ligamento cruzado anterior (LCA) y ligamento cruzado
    posterior (LCP). Las siguientes maniobras sirven para valorar
    la integridad de los mismos.

    Cajones:

    • Cajón anterior o Prueba
      de Lachmann anterior:
      paciente decubito supino
      rodilla 25º de flexión. Se sujeta muslo con
      una mano y con la otra se tracciona la pierna en sentido
      posteroanterior. La evidencia de desplazamiento indica
      insuficiencia de LCA.

    • Cajón posterior o prueba
      de Lachmann posterior:
      flexión de 90º.
      Se aplica una fuerza sobre la pierna, sentido
      anteroposterior valorando el desplazamiento de la misma,
      que será evidente en la lesión del
      LCP.

    Bostezos o pruebas de
    abduciónaddución:
    Varo y valgo
    forzados con la rodilla a 0º y a 30º de
    flexión. Se fija el muslo con una mano y se aplica
    fuerza en sentido contrario en la pierna con la otra mano
    valorando la abertura de la interlínea.

    Al efectuar el valgo se se produce
    valgo de tibia sobre el fémur, pensaremos en
    lesión de LCM, concretamente en rotura del mismo ya
    que se trata de principal agente estabilizador;
    produciéndose dolor sin desplazamiento en la rotura
    parcial.

    Con el varo forzado obtendremos datos
    de la integridad del LCL.

    Los resultados de estas maniobras
    exploratorias de ligamentos deben interpretarse con cautela
    en pacientes cuyas rodillas presenten cambio degenerativos ya
    que no es inhabitual la laxitud ligamentosa. La
    confirmación diagnóstica vendrá dada por
    la RMN. La patología ligamentosa no es susceptible de
    tratamiento mediante infiltración con corticoides,
    recurriéndose a los aines y la fisioterapia en las
    lesiones leves y a la cirugía en las más graves
    o aquellas que vengan determinadas por la actividad que
    desarrolle el individuo.

    Meniscos:

    La patología meniscal es la
    más frecuente dentro de las patologías
    mecánicas de la rodilla y su expresión
    clínica es el bloqueo, que se acompaña de dolor
    en la interlinea articular y que en los casos agudos se puede
    acompañar de derrame.

    Existen múltiples maniobras para
    explorar los meniscos ( ya se mencionó anteriormente
    la conocida como signo de Steimann II); a efectos
    prácticos conviene familiarizarse con una o dos de
    manera se que comprendan y manejen bien:

    Maniobra de Cabot:
    aparición de dolor al comprimir los meniscos. Menisco
    interno: una mano en la rodilla totalmente flexionada y la
    otra en el talón imprimiéndole una
    rotación externa y aducción forzada. Menisco
    externo: pasar de la anterior posición
    rápidamente a una rotación interna y
    abducción con posterior extensión de la
    rodilla.

    Maniobra de McMurray: cadera y
    rodilla totalmente flexionadas, una mano sujeta la rodilla y
    la otra el talón, se efectúa una
    rotación externa o interna del muslo y posteriormente
    se extiende la rodilla 90º. La aparición de dolor
    al extender en rotación externa indica lesión
    de menisco interno; en rotación interna lesión
    del menisco externo. En lesiones antiguas puede no aparecer
    dolor.

    Prueba de tracción y
    presión de Apley:
    Decúbito prono y
    flexión rodilla 90º. Fijamos el muslo con nuestra
    rodilla, le rotamos la rodilla del paciente
    traccionándola y presionando. Dolor con
    rotación y tracción: alteración de la
    cápsula y ligamentos. Dolor con presión y
    rotación: en rotación interna lesión de
    menisco externo y ligamentos laterales, en rotación
    externa lesión menisco interno y ligamentos
    mediales.

    Signo de Steimann I: Mano
    izquierda en la rodilla flexionada y con la derecha se sujeta
    la pierna y se efectúan movimientos rápidos
    giratorios. Dolor en interlinea con rotación externa
    sugiere trastorno de menisco interno, y con la
    rotación interna lesión en el menisco externo.
    Dolor en la interlinea articular y positividad de maniobras
    referidas son sugestivas de lesión meniscal. El
    diagnóstico se completa con técnicas de imagen,
    de las cuales la de elección es la RMN; cuya
    resolución diagnóstica alcanza del 70 al 95%; y
    / o con técnicas invasivas como la artroscopia la cual
    se puede usar además con fines
    terapéuticos.

    Rótula:

    Causa frecuente de dolor de rodilla
    sobre todo en jóvenes. Al contrario que las lesiones
    ligamentosas o meniscales, las de la rotula no se asocian
    generalmente con traumatismos previos.

    El llamado síndrome rotuliano se
    caracteriza por dolor al agacharse, correr saltar y tras
    periodos de inmovilidad con la rodilla en flexión,
    así como dificultad para bajar escaleras, mas que para
    subirlas.

    En la exploración se aprecia
    crepitación, signo del mal alineamiento
    femoropatelar,; no suele haber derrame y la movilidad pasiva
    está conservada.

     Diagnóstico

    Llegamos al diagnóstico, que
    corroboraremos, si es necesario, con pruebas
    complementarias.

    De toda la patología de la
    rodilla nos quedamos con aquella susceptible de ser
    infiltrada y que dividiremos en dos grandes
    grupos:

    Patología
    intraarticular:

    Artritis reumatoide: la
    infiltración puede mejorar el dolor durante más
    de doce meses, y su eficacia fue demostrada en estudios
    controlados.

    Artritis crónica
    juvenil:
    de elección en formas oligoarticulares
    teniendo un efecto prolongado.

    Gota y Pseudogota: responden
    rápidamente a la infiltración.

    Artrosis: aunque en estudios
    controlados con placebo la infiltración sólo
    fue superior a éste en las 3 primeras semanas, se
    puede recurrir a ella cuando el tratamiento
    farmacológico oral falla, sin que se empeore el curso
    natural de la enfermedad.

    Patología
    extraarticular:

    Bursitis prepatelar: entidad
    frecuente, asociada a actividades que obligan a estar
    arrodillado durante largo tiempo (rodilla de beata). Se
    produce tumefacción en cara anterior, generalmente
    poco dolorosa. Si existe gran componente inflamatorio con
    fiebre, consideraremos infección transcutánea y
    buscaremos la puerta de entrada. En este caso es obligada la
    punción con fines diagnósticos e iniciar
    antibioterapia sistémica.

    Bursitis anserina: localizada
    en la inserción distal de los músculos
    semitendinoso, semimembranoso y sartorio; produce intenso
    dolor en la cara interna de la rodilla, ligeramente por
    debajo de la interlínea. Se asocia frecuentemente con
    la artrosis, alteraciones del eje fémorotibial y la
    obesidad. Los pacientes suelen relatar una historia de dolor
    y cojera de meses de evolucion con mala respuesta a los
    aines. Se aprecia punto doloroso muy selectivo en la
    región descrita que generalmente está
    tumefacta, aumentando el dolor con la flexión y
    rotación interna resistida.

    Bursitis innominada: es la
    bolsa del ligamento colateral interno. Se origina un cuadro
    de dolor muy similar al de la anserina. El punto doloroso
    está sobre la interlínea y el bostezo medial y
    doloroso. Es necesario excluir la necrosis avascular del
    cóndilo femoral externo y la
    meniscopatía.

     Técnicas de infiltración
    – Vías de acceso

    Infiltración intraarticular –
    Artrocentesis:

    La extracción de
    líquido articular
    podemos hacerla con fines
    diagnósticos, terapéuticos o ambos. La
    punción se hará en decúbito supino y
    extensión y en condiciones de asepsia. El abordaje se
    puede hacer desde diferentes puntos o vías, debiendo
    utilizarse aquel con el que el clínico se encuentre
    más familiarizado, cómodo y seguro. El paciente
    en decúbito supino con rodilla en
    extensión.

    Vía suprapatelar
    lateral:
    el punto de abordaje resulta de la
    intersección de dos líneas; una perpendicular
    al eje del muslo y situada a 1 cm. del polo superior de
    la rótula y la otra paralela al borde externo de la
    rótula separada de este también por 1 cm. de
    distancia. Marcado el punto de cruce de ambas líneas
    introducimos la aguja (40/8 verde)  perpendicular a la
    piel y paralela al plano de la camilla. Con esta vía
    accedemos al receso  o bolsa suprapatelar, sin
    posibilidad de impactar contra la rótula.

    Vía lateral
    subrotuliana:
    se empuja la rótula hacia la cara
    externa de la rodilla, al tiempo que se presiona la bolsa
    suprarotuliana. El punto de entrada se localiza por debajo
    del alerón externo de la rótula a nivel de la
    interlinea femorotibial, siendo la dirección de la
    aguja perpendicular a la piel y paralela a la rótula e
    introduciéndola en su totalidad.

    Vía medial
    subrotuliana:
    el punto de entrada se localiza por debajo
    del alerón interno de la rotula a nivel de la
    unión de los dos tercios inferior con el tercio
    superior de la misma. La dirección de la aguja es
    perpendicular a la piel y paralela a la cara posterior de la
    rótula. La presión sobre el receso suprapatelar
    facilitará la extracción del
    liquido.

    Aprovechando esta punción y, una
    vez evacuado el derrame, podemos administrar de 1 a 2 ml de
    corticoide y 2 ml de anestésico, sin retirar la aguja
    con la  que estemos haciendo una infiltración
    intraaticular.

    Material

    Aguja de 0,8 x 40 mm (verde,
    intramuscular).

    Jeringas de 2 ó de 5
    ml.

    Corticoide depot: 1 ó 2
    ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    2 ml.

    Infiltración
    extraarticular:

    • Bursitis prepatelar:
      Decúbito supino, extensión, asepsia.
      Abordaje: cara anterior rótula, porción
      externa por fuera del tendón del cuadriceps, con
      la aguja ligeramente oblicua al plano cutáneo y en
      sentido medial. Aguja 16/5 (naranja o verde corta). 1ml
      de anestésico y 1 ml de corticoide. Infiltrar en
      abanico ya que tiende a tabicarse.

    • Bursitis anserina:
      Decúbito supino, flexión 60º, asepsia.
      Abordaje: cara superointerna extremo próximal de
      tibia, punto tumefacto y doloroso, con la aguja
      perpendicular a la piel y en abanico. Aguja naranja o
      verde corta.  1ml de anestésico y 1 ml de
      corticoide.

    Material

    • Aguja de 0,5 x 16 mm
      (Naranja, subcutánea).

    • Jeringas de 2 ó de
      5 ml.

    • Corticoide depot: 1
      ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    • Anestésico local,
      Mepivacaína 1% ó 2% sin
      vasoconstrictor: 1 ml.

    Infiltraciones en
    el pie

     Espolón
    calcáneo

    Es una exostosis ósea secundaria
    a calcificaciones de inserciones que pueden estar a nivel
    subcalcáneo o retrocalcáneo
    posterior.

    La lesión provoca dolor a nivel
    del talón, sobre todo al apoyar el mismo en el suelo,
    siendo habitual su aparición insidiosa e ir
    incrementándose con el paso del tiempo.

    Suele ser más frecuente en
    verano debido al uso de calzado indebido.

    El dolor obliga al enfermo a evitar
    cargar el peso sobre el talón y camina apoyando el
    metatarso (cojea).

    El dolor es atribuido a una
    inflamación del periostio, a una bursitis e
    irritación de los filetes nerviosos
    vecinos.

    Se debe recordar que no existe
    correspondencia clínico-radiológica: el
    hallazgo radiológico de un espolón no es
    indicativo de patología pues la mayoría de
    ellos no son dolorosos.

    El espolón se encuentra en cerca
    del 50% de las talalgias.

    Exploración:

    Dolor a la palpación profunda
    sobre el calcáneo dependiendo del punto donde asiente
    la lesión (la más frecuente espolón
    antero-inferior).

    En ocasiones la presión en la
    región latero-interna puede desencadenar dolor de
    forma más difusa, apreciándose tensión
    plantar.

    Diagnóstico:

    Se debe realizar mediante
    radiografías (lateral) de ambos pies, por la
    frecuencia de simetrías. De esta manera confirmaremos
    el diagnóstico diferencial con la fascitis
    plantar.

    Tratamiento:

    Los AINEs, el reposo y medidas
    ortopédicas como el uso de calzado adecuado con
    plantillas de descarga (taloneras) suelen resolver el
    proceso. Si ello fracasa, se debe intentar la
    infiltración local con glucocorticoides.

    Si persisten las molestias se puede
    intentar el tratamiento quirúrgico, con limpieza de la
    zona.

    Técnica de
    infiltración (del espolón y fascitis
    plantar)

    La posición: Paciente
    en decúbito supino, con el pie a infiltrar cruzado
    sobre la otra pierna. También se puede poner al
    paciente en decúbito prono y con la rodilla a
    90º, lo que ofrece toda la planta del pie relajada y
    paralela a la camilla.

    Punto de entrada: borde
    anterointerno del talón próximo a la zona de
    apoyo, sobre la piel fina. Como referencia práctica se
    puede utilizar el ancho del talón. Dicha medida se
    aplica sobre el borde posteroinferior del pie y nos ofrece la
    línea, que en sentido proximal, por el borde
    anterointerno del talón, será el punto de
    inyección, una vez llegados a la piel fina.

    La dirección de la
    aguja
    es paralela al plano de apoyo hasta el centro del
    talón, en ángulo aproximado de 45° respecto
    al borde interno del pie.

    Infiltrar lentamente para no
    producir dolor al distender la inserción de la
    aponeurosis.

    Se emplea aguja verde (i.m.) inyectando
    una cantidad aproximada de 1-2 ml.

    Material

    Aguja de 0,8 x 40 mm (verde,
    intramuscular).

    Jeringas de 2 ó 5
    ml.

    Corticoide depot: 1
    ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    1 ml.

     Fascitis
    plantar

    Es la causa más frecuente de
    talalgia. La fascia plantar (aponeurosis plantaris) se
    origina en la tuberosidad medial del calcáneo,
    subyacente al tejido celular subcutáneo, se extiende
    por la planta del pie, ensanchándose en forma
    triangular hasta insertarse por medio de las cintillas
    pretendinosas en la base de la 1ª falange de los 5
    dedos. En su porción media es gruesa y con sus fibras
    bien estructuradas en sentido longitudinal.

    Su función es mantener de forma
    estática la forma de la bóveda
    plantar.

    Personas obesas, pies con arco
    longitudinal acentuado o cuando la permanencia de pie se
    mantiene durante tiempo prolongado, son condiciones en las
    cuales la fascia sufre mayores situaciones de estrés,
    produciéndose una sobredistensión de sus fibras
    colágenas con irritación de terminaciones
    nerviosas, sobre todo a nivel de las inserciones junto al
    hueso calcáneo. Todo ello provoca dolor a nivel del
    talón, sobre todo con la marcha (fase de ataque del
    talón) cuando impacta el mismo contra el
    suelo.

    Exploración:

    A la inspección no se objetiva
    inflamación ni rubor a nivel del
    talón.

    En la palpación
    comparándola con el otro pie se aprecia una cierta
    tensión plantar, así como dolor en el borde
    interno y centro del talón (entre 1/3 medio y 1/3
    posterior de la planta del pie) cuando ejercemos
    presión profunda.

    A veces suele desencadenarse dolor en
    el tercio posterior del pie afecto con la
    hiperextensión pasiva de los dedos.

    Tratamiento:

    Los AINEs, el reposo, la
    rehabilitación (masaje transverso profundo) y el uso
    de calzado adecuado con plantillas de descarga (taloneras),
    suelen resolver el proceso. Si ello fracasa se debe intentar
    la infiltración local con glucocorticoides.

    Si persisten las molestias se puede
    intentar el tratamiento quirúrgico, con
    resección y desinserción de la aponeurosis
    plantar.

    Técnica de
    infiltración (del espolón y fascitis
    plantar)

    La posición: Paciente
    en decúbito supino, con el pie a infiltrar cruzado
    sobre la otra pierna. También se puede poner al
    paciente en decúbito prono y con la rodilla a
    90º, lo que ofrece toda la planta del pie relajada y
    paralela a la camilla.

    Punto de entrada: borde
    anterointerno del talón próximo a la zona de
    apoyo, sobre la piel fina. Como referencia práctica se
    puede utilizar el ancho del talón. Dicha medida se
    aplica sobre el borde posteroinferior del pie y nos ofrece la
    línea, que en sentido proximal, por el borde
    anterointerno del talón, será el punto de
    inyección, una vez llegados a la piel fina.

    La dirección de la
    aguja
    es paralela al plano de apoyo hasta el centro del
    talón, en ángulo aproximado de 45° respecto
    al borde interno del pie.

    Infiltrar lentamente para no
    producir dolor al distender la inserción de la
    aponeurosis.

    Se emplea aguja verde (i.m.) inyectando
    una cantidad aproximada de 1-2 ml.

    Material

    Aguja de 0,8 x 40 mm (verde,
    intramuscular).

    Jeringas de 2 ó 5
    ml.

    Corticoide depot: 1
    ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    Anestésico local,
    Mepivacaína 1% ó 2% sin vasoconstrictor:
    1 ml.

     Metatarsalgia (Neurinoma de
    Morton)

    La neuralgia de Morton es una
    neuropatía por atrapamiento del nervio que discurre
    por el tercer espacio intermetatarsiano (menos frecuente del
    2º) ocasionando una fibrosis perineural. Dicho nervio
    suele quedar atrapado por el ligamento metatarsiano
    transverso, que produce fibrosis perineural.

    Aparece habitualmente como consecuencia
    del uso prolongado de un calzado puntiagudo y con
    tacón alto que comprime el antepie. Afecta al sexo
    femenino entre los 25 y 50 años, generalmente de forma
    unilateral.

    La clínica se caracteriza por
    dolor lancinante entre el 3º y 4º dedo en
    relación con la marcha, acompañándose de
    parestesias, disestesias e incluso anestesia de los dedos
    contiguos, y que obliga al paciente a detenerse, descalzarse
    y tras un ligero masaje en el pie reemprender la marcha
    aunque con cierta dificultad.

    Exploración:

    En la inspección no se observa
    ningún signo de afectación articular ni
    lesión cutánea aparente.

    La palpación de cada espacio
    intermetatarsiano permite apreciar en ocasiones una
    tumoración blanda (neurinoma) entre las cabezas de los
    metatarsianos que, al comprimir lateralmente las cabezas
    metatarsianas entre sí, o bien con la
    compresión dorsoplantar del espacio interdigital
    correspondiente, reproduce la clínica referida por la
    paciente (dolor lancinante característico).

    También se provoca dolor a nivel
    del neurinoma cuando se comprime el pie transversalmente
    (abarcando con una mano el pie entre las cabezas del 1º
    y 5º metatarsiano).

    La electromiografía en
    ocasiones, la ecografía y, en último caso la
    RMN, confirman el diagnóstico.

    Tratamiento:

    Es importante reducir la sobrecarga del
    antepie (usando un calzado más ancho, con tacón
    más bajo), evitar el sobrepeso y con frecuencia,
    añadir una plantilla con apoyo retrocapital que
    reduzca la presión que se ejerce sobre la cabeza de
    los metatarsianos. En algunas ocasiones está indicada
    la realización de infiltraciones locales con
    glucocorticoides, y rara vez la exéresis
    quirúrgica.

    Técnica de
    infiltración

    • La posición:
      Paciente en decúbito supino con la rodilla
      flexionada y el pie en flexión y apoyo
      plantar.

    • Punto de entrada: a
      través del 3º espacio
      intermetatarsiano.

    • Se emplea aguja naranja,
      introduciéndose perpendicular al plano
      cutáneo hasta encontrar el punto de parestesia
      (calambrazo), retirándose entonces unos mm.e
      inyectando una cantidad aproximada de 1 ml.

    Material

    • Aguja de 0,5 x 16 mm
      (Naranja, subcutánea).

    • Jeringas de 2 ó 5
      ml.

    • Corticoide depot: 1
      ml.

    • Parametasona 40 mg/2 ml
      (Cortidenedepot®)

    • Triancinolona 40 mg/1 ml
      (Trigondepot®)

    • Betametasona 12 mg/2 ml
      (CelestoneCronodose®)

    • Anestésico local,
      Mepivacaína 1% ó 2% sin
      vasoconstrictor: 1 ml

     

     

    Autor:

    Dr Dario Eyzaguirre

Partes: 1, 2
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