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La malnutrición, una enfermedad de índole social




Enviado por Madelin Cruz Valle



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Conceptos generales
  3. Algunos antecedentes históricos de la
    malnutrición
  4. La
    transición alimentaria y nutricional una paradoja que
    refleja la desigualdad económica y social y un reto
    para la salud en el siglo XXI
  5. Malnutrición y desarrollo, dos
    categorías que se influyen
    mutuamente
  6. ¿Qué hacer ante este
    problema?
  7. Conclusiones
  8. Referencias
    bibliográficas

Introducción

En las últimas décadas se ha producido un
incremento del interés por la tecnología y han
proliferado también las reflexiones históricas,
sociológicas y filosóficas sobre ella, las que
toman en cuenta sus fuertes interacciones con la ciencia y con la
sociedad.

Si bien la ciencia y la tecnología nos
proporcionan numerosos y positivos beneficios, también
traen consigo impactos negativos, de los cuales algunos son
imprevisibles, pero todos ellos reflejan los valores,
perspectivas y visiones de quienes están en condiciones de
tomar decisiones concernientes al conocimiento científico
y tecnológico.

Investigar sobre la ciencia, es un objetivo que
comparten disciplinas muy diversas como la Historia de la
Ciencia, la Sociología de la Ciencia, la Filosofía
de la ciencia, todas de larga tradición. En las
últimas décadas se ha producido un incremento del
interés por la tecnología y han proliferado
también las reflexiones históricas,
sociológicas y filosóficas sobre ella, las que
toman en cuenta sus fuertes interacciones con la ciencia y con la
sociedad (1).

El hombre, por su esencia social, posee rasgos
fundamentales y particularmente específicos que lo
diferencian radicalmente de los animales. Esto obliga a enfocar
la salud de las personas no sólo desde posiciones
biologicistas, sino tomando en consideración
también las características sociales y dentro de
éstas, las psicológicas y espirituales, por tanto
podemos considerar a la salud humana como un estado de equilibrio
entre los aspectos biológico, psicológico y social
del individuo. Si llevamos este concepto a la sociedad es
necesario señalar que la salud desde el punto de vista
social está determinada por las características
biológicas de los hombres, el ámbito
socio-cultural-económico en que estos se desarrollan, los
factores medioambientales que lo rodean y los factores
político-institucionales del país en
cuestión. Las características biológicas son
aquellas que tienen relación con la susceptibilidad
individual a adquirir determinadas enfermedades. El ámbito
socio-cultural-económico incluye elementos asociados con
la pobreza y equidad, escolaridad y pautas culturales, nivel de
empleo y de salarios, acceso a seguridad social y cobertura de
los programas asistenciales. Los factores medioambientales
definen el entorno en que vive un sujeto y su familia, incluyendo
los riesgos propios del medio ambiente natural y sus ciclos (como
las inundaciones, sequías, heladas, terremotos y otros) y
los producidos por el mismo ser humano, o entrópicos (como
la contaminación de las aguas, el aire y los alimentos,
expansión de la frontera agrícola, etc). Los
factores político-institucionales incluyen a las
políticas y los programas gubernamentales orientados a
resolver los problemas alimentario-nutricionales de la
población así como garantizar la accesibilidad de
todos a las instituciones de salud y a los adelantos de la
ciencia y la tecnología (2).

Las desigualdades económicas y sociales se
reflejan en la salud de la población y en los tiempos
actuales, donde la globalización ha tomado auge, esta
brecha se profundiza cada vez más.

La malnutrición es una de las enfermedades
más difundidas por el mundo entero, su prevención y
tratamiento es eficaz y barato y en ella se ponen de manifiesto
con mayor crudeza, como influyen las desigualdades
económicas y sociales en el estado de salud de una
población. Esta enfermedad ha acompañado al hombre
a lo largo de toda su historia, pero la forma de valorarla ha ido
evolucionando a través de las diferentes épocas.
Por concepto siempre se han incluido en ella las dos vertientes:
por defecto (desnutrición) y por exceso (sobrepeso y
obesidad). Durante mucho tiempo se le prestó
atención preferencial a la desnutrición por ser
esta la más frecuente y la que con mayor crudeza
demostraba todo el daño que ella puede causar, incluso en
ocasiones se llegó a utilizar ambos términos
(malnutrición y desnutrición) como
sinónimos. Durante los años 70 y 80 del pasado
siglo el problema alcanzó tal magnitud que llamó la
atención de la comunidad internacional y múltiples
instituciones elaboraron planes y estrategias para enfrentarla.
Estas estrategias daban prioridad fundamental al aspecto
económico del problema, subvalorando el papel del resto de
los factores (3).

En la última década del pasado siglo hubo
regiones donde se evidenciaron avances en la lucha contra la
desnutrición pero hubo otras donde el problema se
incrementó. De forma general se evidenció a nivel
mundial un marcado incremento de la otra vertiente del problema,
la obesidad, muchas veces coincidiendo ambas formas (por exceso y
por defecto) en los mismos hogares. Para algunos este hecho es
una muestra de los cambios en los hábitos de
alimentación de la población, para otros una
evidencia del mejoramiento de la economía mundial con
incremento del poder adquisitivo de la población, pero
para la mayoría es un dato alarmante y una clara evidencia
de la necesidad de algo más que puras mejoras
económicas como arma para la lucha contra este flagelo
(4).

Estos cambios ocurridos en el estado nutricional de la
población no pueden ser vistos como hechos aislados, sino
como una muestra de que cada vez se hace más evidente la
interrelación existente entre la pobreza, la salud y el
desarrollo social. La primera es causa del deterioro de la salud
y ésta, a su vez, es elemento fundamental en el
mantenimiento del estado de pobreza. El desarrollo social se
explica como la única alternativa que tiene la humanidad
de sobrevivir ante la difícil situación por la que
atraviesa. Es el elemento capaz de romper el ciclo
pobreza-salud-pobreza y es de vital importancia señalar la
no necesidad de recursos económicos adicionales para ir
solucionando esta situación, sino la redistribución
justa de la riqueza existente (5).

En Octubre del 2008, en alocución ante el Segundo
Simposio de Alto Nivel de la OMS, la Dra. Margaret Chan,
Directora General de esta organización reconocía:
"Cuando algo tan fundamental para la vida como son los
alimentos alcanza precios que quedan fuera del alcance de los
pobres, tenemos que reconocer que hay algo que se ha hecho mal,
muy mal
". Evidentemente la comunidad internacional
está "despertando" a la realidad y se está dando
cuenta que nunca seremos capaces de encontrar la solución
al gran problema que representa la malnutrición en tanto
no seamos capaces de analizarlo en toda su dimensión y ver
la estrecha vinculación entre este, el desarrollo
económico y el desarrollo social (6).

El objetivo de este trabajo es demostrar que la
malnutrición constituye una enfermedad de índole
social por lo que se hace necesario, a la hora de erradicarla,
tomar en consideración los aspectos socio
económicos que la sustentan.

DESARROLLO

Conceptos
generales

La ciencia es el conjunto de conocimientos
sistemáticamente estructurados obtenidos mediante la
observación de patrones regulares, de razonamientos y de
experimentación en ámbitos específicos, de
los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis,
se deducen principios y se elaboran leyes generales y esquemas
metódicamente organizados(7).

Salud. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) define este concepto como el perfecto estado de bienestar
físico, mental y social. No es solo la ausencia de
afecciones o enfermedades. Si aceptamos que la buena salud es la
capacidad de funcionar al más alto nivel desde el punto de
vista físico, mental y social, cabe considerar en segundo
término los factores que la permiten, lo que nos lleva a
valorar en forma lógica las necesidades humanas
básicas (8).

El estado nutricional se puede definir desde el
punto de vista fenoménico, como la resultante de la
interacción dinámica, en tiempo y espacio, entre
alimentación y utilización de energía y
nutrimentos contenidos en la dieta en el metabolismo de los
diferentes tejidos y órganos del cuerpo. Esta
interacción puede estar influida por múltiples
factores, desde los genéticos que determinan en gran
medida la estructura metabólica del individuo, hasta
factores propios del entorno, tanto de naturaleza física
como química y biológica, así como de
índole social. En la actualidad se considera el estado
nutricional como un signo vital, posiblemente el más
importante de todos (9).

La nutrición adecuada durante la infancia y
niñez tempranas es fundamental para el pleno desarrollo
del potencial humano de cada niño. Es bien reconocido que
el periodo entre el nacimiento y los dos años de edad es
una "ventana de tiempo crítica" para la promoción
del crecimiento, la salud y el desarrollo óptimos. Las
consecuencias inmediatas de la malnutrición durante estos
años formativos incluyen una morbimortalidad significativa
y un desarrollo mental y motor retrasado. A largo plazo, las
dificultades en la nutrición en esta temprana etapa
están ligadas a impedimentos en el rendimiento
intelectual, capacidad de trabajo, la salud reproductiva, y la
salud general durante la adolescencia y la edad adulta, por lo
que todas las acciones que se realicen en esa etapa
redundarán en un adolescente y un adulto más o
menos sano. Varias investigaciones han comprobado que la
malnutrición a temprana edad disminuye el potencial
físico y cognitivo de los niños, pero
también afecta sus rasgos no cognitivos, tales como la
motivación y la perseverancia, con el consiguiente
perjuicio para su salud, rendimiento educativo y éxito
socioeconómico futuros.

La malnutrición es una condición
física que se caracteriza por un desorden nutricional
producido como resultado del desequilibrio entre las necesidades
del organismo y la ingesta de nutrientes, lo que puede conducir
tres vertientes fundamentales: la malnutrición por defecto
(desnutrición), la malnutrición por exceso
(sobrepeso u obesidad) y la deficiencia dietética (falta
en la dieta de determinados micronutrientes esenciales, como
minerales y vitaminas). La hiponutrición puede ser
resultado de ingesta insuficiente, malabsorción,
pérdida sistémica anormal de nutrientes debida a
diarrea, hemorragia, insuficiencia renal o sudoración
excesiva, infección o adicción a fármacos.
La hipernutrición puede ser consecuencia de comer en
exceso, insuficiencia de ejercicio, prescripción excesiva
de dietas terapéuticas. La malnutrición
(hiponutrición e hipernutrición) se desarrolla en
etapas, lo cual suele requerir mucho tiempo. En primer lugar se
alteran los niveles de nutrientes en sangre y/o tejidos, seguido
por cambios intracelulares en las funciones y la estructura
bioquímicas. Con el tiempo se presentan signos y
síntomas que se traducen en diferentes enfermedades que
varían en dependencia de la vertiente en cuestión
(por defecto o por exceso), así tenemos que la
desnutrición, a corto plazo, favorece las infecciones
(fundamentalmente respiratorias y diarreicas) y a mediano y largo
plazo conduce a un desarrollo psicomotor más lento, poco
aprovechamiento docente, desarrollo mental insuficiente, entre
otros; mientras que el sobrepeso conduce a problemas
psicológicos y de adaptación en la niñez,
adolescencia y adultez y mayor predisposición de algunas
enfermedades crónicas en la adultez como la Diabetes
Mellitus, la hipertensión arterial, las hiperlipidemias,
accidentes cerebro-vasculares, problemas ortopédicos y
algunos tipos de cáncer(10).

La deficiencia nutricional, se presenta (incluso si el
consumo de calorías y proteínas es satisfactorio)
cuando existe un insuficiente consumo de determinados
micronutrientes esenciales, como minerales vitales, vitaminas y,
a menudo, también ácidos grasos esenciales, lo que
puede ocasionar diferentes patologías. Entre las
principales, la falta de hierro ocasiona anemia, la de yodo
origina el bocio y el cretinismo, y la de vitamina A puede dar
lugar a la xeroftalmia, desencadenante de la ceguera y una de las
principales enfermedades motivada por carencia nutricional
durante las hambrunas. La carencia de dicha vitamina A,
además, incrementa la susceptibilidad a enfermedades
infecciosas como las diarreas, el sarampión o infecciones
del aparato respiratorio (11).

Algunos
antecedentes históricos de la
malnutrición

Por ser la nutrición una necesidad que concierne
a los seres vivos, es lógico pensar que los problemas de
exceso o deficiencia de nutrientes han acompañado al
hombre en su proceso evolutivo. Cabe pensar que desde la
antigüedad ha habido seres humanos en los que el exceso o la
deficiencia en la alimentación se han expresado en
enfermedades identificadas como obesidad y desnutrición,
respectivamente.

En la historia de la humanidad hay información
acerca de las consecuencias de los brotes epidémicos de
hambre insatisfecha en grupos humanos implicados en conflictos
bélicos y en catástrofes climáticas. La
asociación entre el hambre crónica y la
desnutrición era un nexo conocido desde tiempos
bíblicos, así en la santa Biblia se expone la
revelación profética del fin del hombre y se dice
que uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis es el hambre.
Aún más, cinco siglos antes de que fuese escrito el
nuevo testamento, Hipócrates mencionaba ya que "el
vigor del hambre puede influir violentamente en la
constitución del hombre debilitándolo,
haciéndolo enfermar e incluso, sucumbir
"(12).

¿Cómo ha llegado el mundo a esa
pobreza-malnutrición que existe en la actualidad?

El triunfo de la Revolución Francesa fue el
principal acontecimiento del siglo XVIII y trajo al mundo la
irradiación de las ideas burguesas, con su hermoso lema
de: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Lamentablemente, la
burguesía, en su incontrolable afán de obtener cada
día mayores ganancias, a cualquier precio, fue dejando en
el camino parte de su hermoso ideario. Lo primero que se
perdió fue la fraternidad, incluso entre los propios
burgueses. La irrefrenable competencia la consideraba un gran
obstáculo. Más tarde, se perdían las ideas
de igualdad entre todos los hombres. Finalmente, la libertad ha
sido sólo un privilegio de la burguesía en el
poder, estando así las cosas hacia finales del siglo XIX,
en Nueva York, Gran Bretaña o Suecia la tasa de mortalidad
infantil era de más de 100 niños por cada 1000
recién nacidos vivos, similar a lo que ocurre ahora en
regiones subdesarrolladas e, incluso, por las mismas
causas.

La caída de la tasa de mortalidad infantil en
Europa y América del Norte en el XIX fue debida al
descenso de enfermedades infecciosas a su vez debida a los
adelantos en nutrición y condiciones de vida y de trabajo
de la clase obrera y éstas a su vez consecuencia de la
Revolución Agrícola del siglo XVIII y la
Revolución Industrial de 1750-1850 con la
aprobación de leyes de Salud Pública y
universalización de la educación. No se puede
olvidar que Estados Unidos y estos países de Europa
recibían una gran entrada de riquezas y recursos
provenientes del saqueo de las colonias y neocolonias que
tenían fundamentalmente en América, África y
Asia.

Estos cambios que sufrió Europa no pueden ser
aplicados a los países subdesarrollados pues la
situación socio política de estos países es
bien distinta.

La historia se inició con la colonización
y los correspondientes abusos de mano de obra hasta el punto de
comprar millones de esclavos, importación de sus materias
primas y exportación del excedente de capital bajo
relaciones comerciales injustas; a esto se sumó el
complejo problema de la deuda externa, cuando los países
ricos invirtieron a bajos intereses en los países pobres.
Además, la recesión económica provocó
tal aumento en los intereses a pagar por esos países, que
hoy en día todo el dinero que reciben de ayuda lo tienen
que devolver. Los países del Tercer Mundo quedaron
atrapados y con ello los programas sociales básicos y de
supervivencia infantil.

Para evitar que los deudores dejaran de pagar, El Banco
Mundial y el FMI les ofrecieron créditos blandos con la
condición de que "ajustaran" la estructura de sus
economías para seguir pagando su deuda. Para ello han
tenido que recortar drásticamente los programas sociales y
hacer cambios en su economía para producir
exportación y no consumo interior. Estos fueron los
llamados "Programas de Ajuste Estructural".

Hasta nuestros días, el modelo económico
neoliberal, y sus "políticas sanitarias", caracterizadas
cada vez más por las inequidades, no han contribuido al
mejoramiento de las condiciones de vida y de salud de las grandes
masas de las poblaciones tercermundistas. En los más altos
niveles de la dirección política de estos
países cada vez más se desentienden de esta
cuestión y se preconiza que la salud es una
responsabilidad absolutamente individual. Por tal motivo, se
privatizan los servicios de atención secundaria y el
Seguro Médico protege cada vez un número menor de
personas. Mientras esto sucede la atención primaria es
enfocada con el tradicional paradigma biologista y le dejan a los
epidemiólogos la tarea de luchar sólo contra los
agentes biológicos, sin tomar en consideración los
factores psicosociales que determinan el estado de salud de la
población.

En un intento de la comunidad internacional por revertir
esta caótica situación, en Septiembre del 2000,
representantes de 189 países, entre ellos 147 jefes de
Estado, se dieron cita en Nueva York en la Cumbre del Milenio
para adoptar la Declaración del Milenio de las Naciones
Unidas, donde se enunciaban los principios y valores que
debían regir las relaciones internacionales en el siglo
XXI. Los dirigentes de los distintos países asumieron
compromisos en siete esferas: la paz, la seguridad y el desarme;
el desarrollo y la erradicación de la pobreza; la
protección del entorno común; los derechos humanos,
la democracia y el buen gobierno; la protección de las
personas vulnerables; la atención a las necesidades
especiales de África; y el fortalecimiento de las Naciones
Unidas.

La Guía general para la aplicación de la
Declaración del Milenio, elaborada después de la
Cumbre, establecía las metas y objetivos que deben
alcanzarse para 2015 en cada una de las siete áreas. Los
objetivos del área de desarrollo y erradicación de
la pobreza, que se ha dado en denominar Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM), sitúan la salud en el corazón
del desarrollo y representan los compromisos contraídos
por gobiernos del mundo entero para redoblar los esfuerzos
encaminados a reducir la pobreza y el hambre y dar respuesta a
problemas como la mala salud, las desigualdades por razón
de sexo, la falta de educación, la falta de acceso a agua
salubre y la degradación ambiental. Los ODM también
incluyen compromisos para reducir la deuda, fomentar la
transferencia de tecnología y establecer nuevas alianzas
en pro del desarrollo. Tres de los ocho objetivos están
directamente relacionados con la salud, y todos los demás
tienen importantes efectos indirectos en ella (13).

A pesar de todos estos acuerdos, solo se han visto
mejorías en algunos países, pero en sentido general
la situación a nivel mundial empeora cada día
más. Recientemente, en el mes de Junio del 2008, en la
Cumbre Mundial de la FAO, el director mundial de esta
organización, Jacques Diouf, expresaba en su informe que
en el 2006 el mundo gastó 1.6 billones de dólares
en armamentos, se desperdició comida por valor de 100000
millones de dólares y el exceso de consumo por parte de
los obesos ascendió a 20000 millones de dólares,
sin embargo no es posible encontrar los 30000 millones de
dólares al año que permitan alimentar a los 862
millones de personas hambrientas que hay en el mundo. Más
adelante señalaba…"nadie entiende como en los
países desarrollados puede crearse un mercado para las
emisiones de carbono por valor de 64000 millones de
dólares, pero no se encuentran fondos para prevenir que
cada año la deforestación destruya 13 millones de
hectáreas
", y concluía "el problema de la
inseguridad alimentaria es político. Es una
cuestión de prioridades de cara a una de las más
fundamentales necesidades humanas y son los Gobiernos con sus
decisiones los que determinan el reparto de los recursos
"
(14).

La
transición alimentaria y nutricional una paradoja que
refleja la desigualdad económica y social y un reto para
la salud en el siglo XXI

Los profundos cambios que han enfrentado los
países de todo el mundo en las dos últimas
décadas como consecuencia de la globalización e
internacionalización de la economía, han
traído como consecuencia el aumento de las desigualdades
sociales, económicas, culturales y políticas, entre
los países y entre los pobladores de un mismo país,
así como incremento de la pobreza y el hambre. Entre los
efectos fundamentales de estas desigualdades se presenta la
paradoja de la malnutrición; por un lado, la
desnutrición y, por otro, la obesidad, caras éstas
de una misma moneda, que tienen que ver, en última
instancia, con el concepto de seguridad alimentaria.

De los 815 millones de personas que padecen hambre en el
mundo, 780 millones están en los países menos
desarrollados; pero, según la revista digital loquesomos,
los datos presentados por el Worldwatch Institute pusieron en
entredicho el pensamiento clásico: por primera vez en la
historia, el número de personas sobrealimentadas en el
mundo iguala la cifra de las subalimentadas. Los países en
vías desarrollo han engrosado las filas de los
países que afrontan el problema de la obesidad. En Togo,
donde casi el 10% de la población presenta un peso
inferior al normal, cuenta con casi un 20 % de habitantes con
exceso de peso. Igual que en Ghana, con unos porcentajes del 20%
en ambos casos. En China, el número de personas
sobrealimentadas aumentó desde casi el 10% al 15% en tres
años. En Brasil y Colombia, la cifra es de alrededor del
40%, nivel comparable con el de diversos países europeos.
Incluso en el África subsahariana la obesidad está
aumentando, sobre todo entre la población urbana femenina
(15).

Según revelan varios estudios, la pobreza, no los
malos hábitos, es la causante de obesidad. No es que la
gente no sepa qué comer, sino que no tiene el dinero para
hacerlo bien.

Para el investigador Alejandro Cerda García no
hay duda de que a "mayor pobreza, mayor obesidad". Los estudios
son contundentes: "los gordos mantienen la llamada "dieta del
pobre" basada en comida chatarra". En los pobres la obesidad se
relaciona a episodios de desnutrición en edades tempranas
incluso durante la vida intrauterina, estas carencias generan una
respuesta de adaptación al escaso aporte que, en sucesivas
etapas de mejor ingesta dan como resultado un aumento de peso. La
obesidad en estos pacientes se relaciona con sobre ingesta pero
se acompaña de deficiencias nutricionales por consumo de
alimentos con elevada densidad energética pero bajo poder
nutricional. Es una concepción errada la de aquellos que
analizan este fenómeno de forma superficial y plantean que
la disminución de la prevalencia de desnutrición
aguda y el aumento de la obesidad es un indicador de opulencia.
La obesidad y la desnutrición coexisten en niños de
las mismas regiones y estratos sociales, en las mismas familias
pueden encontrarse madres obesas e hijos desnutridos, incluso en
el mismo individuo pueden coincidir la obesidad con el retraso
crónico del crecimiento y deficiencias de micronutrientes.
Considerar, entonces la desnutrición y la obesidad como
condiciones opuestas es una concepción errónea del
problema en cuestión pues ambas son dos caras del mismo
asunto.

Por otra parte la capacidad de información en los
países empobrecidos es limitada por lo que no pueden
acceder a los datos necesarios para valorar en su justa medida el
peligro del aumento de la obesidad y de las enfermedades
crónicas asociadas a ella. A esto hay que sumarle, como
señala el comandante Fidel Castro en el discurso
pronunciado en el acto con motivo de la primera graduación
de la Escuela Latinoamericana de Medicina, el escandaloso
"éxodo de cerebros" que se produce desde los países
pobres a los ricos, la fuga de ese personal significa que los
países pobres subsidian cada año a los ricos por
ese hecho en 500 millones de dólares y dejan desprotegidos
a sus coterráneos que tanto los necesitan. Lo cierto es
que cada vez con mayor frecuencia coexisten desnutrición y
obesidad en los hogares pobres, cada día aumenta la
cantidad de personas que mueren por enfermedades relacionadas con
ambas vertientes del mismo problema y esto ocasiona cada vez
mayor injusticia social (16).

Malnutrición y desarrollo, dos
categorías que se influyen mutuamente

Durante mucho tiempo, para gran parte de los estudiosos
del tema, el concepto de desarrollo estaba muy estrechamente
ligado con el crecimiento económico. Por mucho tiempo se
pensó que la consolidación económica era la
forma de alcanzar el desarrollo de los pueblos, se consideraba
que los beneficios se revertirían sobre los sectores menos
favorecidos y en situación de pobreza; hoy día no
es un secreto que países con buen índice de
crecimiento económico y tecnológico, presentan en
su interior grandes desajustes sociales que hacen dudar del
alcance de las metas del desarrollo y, por otro lado, algunas
sociedades, con ingreso relativamente modestos, lograron niveles
de bienestar humano ciertamente satisfactorios. La realidad ha
demostrado que la perspectiva económica sola no da
respuesta a los problemas globales del desarrollo, el crecimiento
económico no es suficiente para mejorar las condiciones de
pobreza y bienestar de los pueblos; para que el crecimiento
económico se revierta en bienestar colectivo, es necesario
integrar la dimensión de desarrollo social, vista desde la
temática central del capital humano y social. La India es
un vivo ejemplo de esto, en el año 2007, el Producto
Interior Bruto (PIB) de este país creció un 9.2%, y
en el 2008 lo hizo en una cifra no oficial del 7% (no olvidemos
que la mayoría de los países occidentales tuvieron
crecimientos negativos o cercanos a cero); sin embargo, en el mes
de Junio del 2008, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF) alertó que la desnutrición en la India
estaba alcanzando al 80% de la población infantil. La
portavoz en Ginebra, Sara Crowe, subrayó que "la India
tiene la tasa de desnutrición infantil más alta en
el mundo, más incluso que en el África
subsahariana
".

La salud es el punto más visible y el más
sensible del desarrollo de un país. La asociación
entre salud, nutrición y desarrollo han sido ampliamente
reconocidas e invertir en nutrición y salud no es
sólo una necesidad en sí misma, sino también
una condición indispensable para el desarrollo. Priorizar
salud y nutrición es una responsabilidad de los estados y
está vinculada al cumplimiento de los Derechos reconocidos
por diferentes pactos y convenciones internacionales,
también es una condición indispensable para
garantizar el avance del conjunto de la sociedad y el
cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En el
ámbito de la salud, es particularmente visible y sensible
el tema de la salud de los niños y de la madre. La pobreza
y los daños a la salud desde la concepción y en los
primeros años de la vida, tienen repercusiones, a menudo
irreversibles, sobre el futuro desarrollo del adolescente y del
adulto.

Una proporción importante de los daños a
la salud, en términos de muerte y enfermedad se asocian a
una mala nutrición, siendo este un indicador muy elocuente
que sintetiza toda una historia de deprivación. La
malnutrición constituye la resultante de una pluralidad de
factores que actúan de forma sinérgica y
condicionamientos mutuos muy poderosos cuyos efectos pueden
surgir desde la concepción, y mientras más temprano
surjan, mayor será la dificultad para revertirlos. La
perpetuación de la malnutrición a través de
generaciones es común: madres malnutridas promueven hijos
malnutridos, estableciéndose un círculo vicioso de
graves consecuencias. Para romper este círculo vicioso no
se puede ignorar la influencia que sobre este aspecto tienen,
además de los ingresos económicos, otros elementos
esenciales como la educación, el empleo, la
planificación familiar ejercida sin coacciones, el acceso
a servicios de salud de calidad, el ambiente físico y
social adecuados.

El doctor Ricardo Uauy, en el discurso pronunciado al
recibir el premio Horwitz de liderazgo en salud en las
américas, decía: "Las poblaciones bien
alimentadas son más sanas, presentan tasas de fertilidad y
mortalidad más bajas, tienen un mejor desarrollo mental y
mejor capacidad cognoscitiva, mayor productividad y son mas
proclives a invertir en mejorar sus habilidades para sí
mismos como en la educación de sus hijos; redundando en
mejores ingresos permanentes, mayores tasas de ahorro y una
inversión nacional más alta. Las mejoras en la
nutrición y la salud de las poblaciones son claves para
alcanzar una reducción verdadera de la pobreza, en
contraste con estrategias enfocadas en forma exclusiva al aumento
del Producto Interno Bruto (PBI) per capita"(17).

Desde hace mucho tiempo se sabe que la
malnutrición dificulta el crecimiento económico y
perpetúa la pobreza. El rendimiento de la inversión
en nutrición es muy alto. La malnutrición
desacelera el crecimiento económico y perpetúa la
pobreza por tres vías: pérdidas directas de
productividad derivadas del mal estado de salud; pérdidas
indirectas resultantes del deterioro de las funciones cognitivas
y la falta de escolaridad, y pérdidas originadas en el
aumento de los costos de la atención de salud. El Banco
Mundial en informe realizado en el 2006 reconoce que los costos
económicos de la malnutrición son considerables: se
estima que las pérdidas de productividad superan el 10% de
los ingresos que una persona obtendría a lo largo de su
vida, y debido a la malnutrición se puede llegar a perder
hasta el 2% ó el 3% del producto interno bruto (PIB). Por
ende, mejorar la nutrición es una cuestión que
concierne a la economía tanto como al bienestar social, la
protección social y los derechos humanos. Los efectos
más perniciosos de la desnutrición se producen
durante el embarazo y los primeros años de vida, y las
consecuencias de esos daños tempranos para la salud, el
desarrollo cerebral, la inteligencia, las posibilidades de
beneficiarse de la educación y la productividad son, en
gran medida, irreversibles.

Por otra parte hay que tener en cuenta que en la
actualidad la biodiversidad mundial está en peligro y ello
podría comprometer seriamente a la seguridad alimentaria
mundial, por lo tanto, la reducción del consumo y el
consecuente acrecentamiento de la masa de insumos alimentarios
disponibles harían mucho bien a todos, puesto que
contribuirían notablemente a la Seguridad Alimentaria
Hogareña, al Desarrollo Sustentable, al Desarrollo Humano,
a la Calidad de Vida y a la Seguridad Humana. Ya lo
reconoció Jacques Diouf, director mundial de la FAO,
cuando planteó: "Si no tomamos rápidamente las
valientes decisiones que las circunstancias actuales imponen, las
medidas restrictivas adoptadas por los países productores
para hacer frente a las necesidades legítimas de su
población, las repercusiones del cambio climático y
la especulación en el mercado de futuros pondrán al
mundo en una situación peligrosa. A pesar de la
importancia de sus reservas monetarias, ciertos países
corren el riesgo de no encontrar alimentos para comprar
".
Más adelante agrega "Nadie entiende que unas
subvenciones de 11 000 a 12 000 millones de dólares en
2006, así como las políticas arancelarias
proteccionistas, hayan tenido el efecto de desviar del consumo
humano 100 millones de toneladas de cereales, en concreto para
aplacar la sed de combustible de los
vehículos
…. Son recursos de este orden de
magnitud los que permitirán descartar definitivamente el
espectro de los conflictos debidos a los alimentos que se
perfilan en el horizonte"(14
).

¿Qué hacer ante este
problema?

La reducción de la malnutrición tiene un
efecto multiplicador, al contribuir al éxito de otros
Objetivos de Desarrollo del Milenio como la salud materna, la
mortalidad infantil y la educación. Múltiples
organismos internacionales, la Organización mundial de la
Salud (OMS), Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF), Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) junto a Organizaciones
no Gubernamentales (ONG), llevan a cabo esfuerzos con este fin
desde hace varias décadas, pero los resultados han sido
muy escasos, aislados y desalentadores, en términos
generales el problema ha ido en aumento. José Ramón
Machado Ventura, durante su intervención en la Cumbre de
la FAO, expresó "el hambre y la desnutrición no
pueden ser erradicadas con la adopción de medidas
paliativas. Tampoco con donativos simbólicos que no
cubrirán las necesidades ni serán sostenibles"
(26).

En este momento en que se está viviendo un
incremento en el precio de los alimentos y se está
produciendo la mayor crisis económica de los
últimos 50 años, lograr este objetivo
parecería una verdadera utopía. Cada vez se hace
más evidente que sólo con políticas
estatales que fomenten el desarrollo social y de salud se puede
lograr reducir la malnutrición y las graves consecuencias
que ella ocasiona para la salud individual y para la sociedad. No
bastan las condiciones económicas, ni el crecimiento que
en éste se tenga, el crecimiento económico, no es
una condición para determinados resultados sociales, ya
que con una reasignación de recursos puede alcanzarse; por
supuesto que se requiere de infraestructura
técnico-científica y de fuerzas productivas capaces
de generar riquezas, pero más que todo hace falta voluntad
política para ello. Aquí radica la clave para
alcanzar niveles de salud para todos. El hecho de que existan
personas pobres y malnutridas en los países desarrollados
es una prueba de ello. Cuba es otra prueba, porque ha demostrado
como la voluntad política es un factor determinante para
que un país subdesarrollado alcance índices de
desarrollo social en Salud, Educación,
participación social, equidad, etc., muchos de los cuales
son comparables con los del primer mundo. A pesar de ser un
país de pocos recursos económicos, Cuba ha logrado
mantener y mejorar sus índices de salud, es el
único país de Latinoamérica en cumplir la
estrategia de la OMS de salud para todos en el año 2000,
ha logrado reducir la malnutrición infantil a porcentajes
mínimos y es uno de los pocos países que
está en condiciones para lograr los Objetivos de
Desarrollo del Milenio (18).

La alimentación y la nutrición son piezas
esenciales y el primer paso para el logro desarrollo del capital
humano y de la reducción de la pobreza. Son esenciales
para el aprendizaje, el cuidado de la salud y la
estimulación psicosocial y aplicadas tempranamente
previenen la desnutrición y su efecto deletéreo
sobre la capacidad intelectual de los individuos. En el mundo de
hoy la inversión en nutrición es una necesidad, no
un lujo, da poder a los pueblos y al hacerlo, estimula el proceso
de desarrollo y conduce a una reducción de la pobreza.
Ahora es el momento de invertir en nutrición como una
herramienta para prevenir, mitigar y manejar las crisis porque
seres humanos bien nutridos retribuyen a la sociedad mayor
capacidad de aprendizaje, gastos más bajos en salud y una
mayor productividad social.

Conclusiones

  • A pesar de los grandes adelantos de la ciencia y la
    tecnología en la época contemporánea, la
    malnutrición continúa siendo un azote para la
    humanidad y una clara evidencia de las desigualdades
    económicas y sociales presentes en el mundo de
    hoy.

  • La transición alimentaria y nutricional hace
    mucho más evidente las desigualdades
    socio-económicas contemporáneas.

  • Solo con políticas estatales que fomenten el
    desarrollo social y de salud para todos los ciudadanos
    será posible la disminución y
    erradicación de este mal.

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