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Producción de Programas de Radio



  1. Consideraciones iniciales
  2. ¿Qué tengo para
    decir?
  3. ¿Cómo lo
    diré?
  4. Otros
    consejos al momento de hacer un programa de
    radio
  5. Consideraciones finales
  6. Cortesía
    Telefónica

Consideraciones
iniciales

En primer lugar debemos mencionar que no existe una sola
manera correcta de hacer radio, ni un solo tipo de programa, ni
una única e infalible manera de producir programas. Por lo
tanto, los consejos y sugerencias vertidas en este texto deben
ser tomados como tales, sugerencias, que lo orientarán
hacia la producción de programas de radio. De
ningún modo pretenden ser inequívocas, y pueden ser
adaptadas a la realidad y circunstancias de cada momento y
lugar.

Antes de empezar:

Lo primero que diremos al respecto es, sin dudas, lo
más importante. Antes de empezar a trabajar en la
producción de un programa radio, sugerimos orar con
sinceridad pidiendo sabiduría y la dirección de
Dios en la tarea que vamos a emprender.

Luego, es muy orientador poder responder a las
siguientes preguntas:

1. ¿Qué tengo para decir?, o sea,
¿de qué tema voy a hablar en mi
programa?

2. ¿A quienes se lo quiero comunicar, quienes
quiero que me escuchen?, o sea, pienso en mi
audiencia.

3. ¿Cómo lo
diré?

Sobre estas tres preguntas cimentaremos el resto
de esta guía

¿Qué tengo para
decir?

Responder a esta pregunta nos lleva al tema del
programa.

Posibles temas a tratar en programas de radios
cristianas pueden ser:

-temas espirituales (devocionales, temáticos,
consejería, etc.)

-temas de salud física

-temas de salud mental

-temas de educación

-temas de familia

-temas infantiles

-temas juveniles

-temas culturales/científicos o de
interés general.

-temas informativos

-etc.

¿A quienes se lo quiero
comunicar?

Responder a esta pregunta nos hace pensar en nuestra
audiencia.

Antes de seguir en este punto aclararemos el concepto
radial de "audiencia modelo": Es el oyente tipo de mi
programa, la persona a la cual le quiero hablar, quien quiero que
escuche mi programa. Ese es mi oyente tipo, o audiencia
modelo.

Hay diferentes formas de clasificar a nuestra audiencia
y todas ellas pueden ser igualmente válidas. La más
común es segmentar por edad y condición
socioeconómica.

Ejemplo:

Edad:

-Infantil

-Juvenil

-Adulta

-Ancianos

Condición
socioeconómica:

-Alto

-Medio

-Bajo

-Todos los niveles socioeconómicos

Mi audiencia modelo será:

-mayormente secular

-mayormente religiosa

De la respuesta a esta consideración
dependerá el perfil que le daremos a nuestro programa, el
tratamiento que daremos a los contenidos, las palabras que
utilizaremos y otras consideraciones que veremos en la respuesta
a las pregunta ¿Cómo lo diré?

Pero recordemos que ya hemos respondido a la primera
pregunta (¿Qué tengo para decir?), de modo que la
respuesta a la primera pregunta ya condiciona mi respuesta a esta
pregunta (¿A quienes se lo quiero comunicar?).

Por ejemplo, si voy a realizar un programa
cristiano/espiritual en tono devocional, ya sé que
difícilmente me oigan personas con otros intereses, pero
de todos modos debo preparar el contenido del programa de modo
tal que sea igualmente audible y comprensible para cualquier
potencial oyente.

Si estamos hablando un vocabulario que no le es
familiar, o si es muy evidente que nuestro programa persigue un
interés sectorial, difícilmente se quede en nuestra
sintonía.

Respondiendo a la pregunta entonces sobre la audiencia
secular/religiosa, diremos lo siguiente, aclarando que es nuestra
opinión y respetamos la diversidad de opiniones que hay
sobre este punto:

Una emisora cristiana podrá orientar su
programación hacia personas de cualquier
denominación, ya sean católicas o protestantes, sin
descuidar a posibles oyentes seculares.

Cuando decimos, "sin descuidar a posibles oyentes
seculares", nos referimos a que nuestro lenguaje no debe resultar
extraño y/o sectorial, sino que siempre debemos usar
palabras por todos conocidas, abordar temas explicándolos
o comentándolos de modo tal que pueda ser entendido por
nuestra audiencia cristiana pero también por un posible
oyente secular no cristiano que nos esté
escuchando.

¿Cómo lo
diré?

Una vez resueltas las cuestiones concernientes al tema
de nuestro programa y nuestra audiencia modelo, nos queda
responder a esta última pregunta, cuya respuesta
terminará por darle una forma o formato a nuestro
programa.

Para empezar a responder esta pregunta es vital decidir
el factor tiempo, ¿de cuánto tiempo dispongo para
decirlo?

La clasificación en este sentido nos orienta
hacia:

-microprogramas de 3 a 5 minutos de duración,
también llamados "pastillas".

-microprogramas de 10 a 15 minutos de
duración.

-programa corto: 30 minutos.

-programa medio: 60 minutos.

-programa largo: 120 minutos.

-programa ómnibus: 3, 4, 5 o más
horas.

Si bien la producción de cada programa puede
variar de acuerdo a la duración del mismo, vamos a brindar
un tipo de estructura que bien puede ser común a todos. La
llamaremos la "estructura del bloque modelo"

Esta estructura de programa nos dice que, más
allá de cuánto dure el programa de principio a fin,
siguiendo un patrón modelo para cada bloque, sólo
tendremos que sumar o quitar "bloques" de acuerdo a la
duración del programa.

Para un mejor aprovechamiento del medio radial, y en
especial en programas que son transmitidos por la
mañana especialmente, cuando nuestro oyente puede estar
realizando más de una actividad a la vez y prestarnos una
atención muy dispersa, lo más conveniente
será utilizar bloques cortos y dinámicos

donde podamos presentar las ideas de forma clara, con un lenguaje
familiar, repitiendo conceptos cuando es necesario hacerlo (para
lograr el efecto del énfasis, por ejemplo) y presentando
una conclusión o enganche para lo que sigue antes de
finalizar el bloque. Una vez finalizado el bloque, se puede
separar entre uno y otro con música o jingles. Se
recomienda en la mañana bloques con invitados y abriendo
la posibilidad de la participación de la audiencia a
través de llamadas telefónicas, mensajes de texto,
email o mensajes de texto.

La música, que además de servir como
separador, si está bien seleccionada, puede reforzar la
idea de la cual se viene hablando.

Utilizando esta estructura de bloques como base,
podremos completar el guión u hoja guía del
programa y de atenernos a él, la realización de la
emisión nos resultará mucho más organizada y
sencilla.

Cuando el programa es emitido en horas de la siesta o
noche
, donde consideramos que nuestro oyente está
más tranquilo y posiblemente escuchando el programa con
dedicación exclusiva, la duración de los bloques
puede ser mayor y el locutor puede ser más pausado, y
reflexivo.

Ahora bien, ¿cómo hablaremos,
qué lenguaje utilizaremos para hablar en
radio?

Respecto a este punto, los catedráticos del tema
afirman por unanimidad que la manera de hablar en radio, llamado
el "lenguaje radial" debe ser un lenguaje familiar, agradable de
ser escuchado, de fácil comprensión y por sobre
todo, objetivo.

Ahora bien, debido a que estas afirmaciones muchas veces
se han interpretado en términos de que la manera de hablar
en radio debe ser similar al lenguaje de la calle, y en virtud de
la generalizada pérdida de calidad y riqueza del lenguaje
hablado actual, hemos de afirmar en estas líneas que de
ningún modo estamos sugiriendo que el lenguaje radial deba
ser vulgar, bajo o empobrecido, con el pretexto de estar
así alcanzando a las masas. Todo lo contrario, hemos de
hablar en radio de una manera familiar y agradable, pero haciendo
un correcto y vasto uso del vocabulario de nuestra
lengua.

Agregaremos además que lo ideal es saber
redactar para radio, y ¿cómo se hace esto? No es
algo difícil o complicado como pueda
parecer.

En primer lugar recordaremos la diferencia entre la
"lengua" y el "habla". La "lengua" es nuestro idioma, un sistema
de signos que aprendemos y retenemos en nuestra memoria, es de
uso social.

El "habla" en cambio, es de uso individual, es el uso
particular que cada persona hace de la lengua. En
lingüística, se conoce como "habla" a la
selección asociativa entre imágenes
acústicas y conceptos que tiene acuñados un
hablante en su cerebro y el acto voluntario de
fono-articulación que se llevará a cabo para
iniciar el recorrido de la lengua.

Vemos, entonces, que la "lengua" es por decirlo de
algún modo, la misma para todos, en cambio el "habla"
puede variar de un individuo a otro, como así
también de una comunidad a otra.

Para redactar un texto radiofónico, entonces,
haremos uso de nuestro "habla". En radio escribimos como
hablamos, afirman los especialistas, y tienen razón. O al
menos deberían tenerla.

Un buen ejercicio para poner en práctica lo que
venimos diciendo es el poder "adaptar" un texto literario a
lenguaje radial. Unos buenos consejos para hacerlo de una manera
eficaz son estos:

-Lea todo el texto, compréndalo, y conozca
bien cuál es el mensaje a transmitir.

-Lea las oraciones e intente decirlas con sus
propias palabras.

-Si hay palabras difíciles o poco usuales en
su habla, reemplázalas por otras que le sean
familiares.

-Al reescribir el texto para ser leído en
radio, use frases cortas (son más fáciles de leer
en radio que largas oraciones y le darán las pausas
necesarias para la respiración), no separe en silabas,
utilice palabras que usted conozca y sean de fácil
pronunciación.

-Dependiendo del texto que estemos adaptando y la
información que se esté difundiendo, no olvide
citar las fuentes de información.

-Repita las palabras o frases claves del texto
(así se enfatiza el mensaje, no hay que temerle a la
repetición en radio, siempre que no sea redundante o
demasiado abundante. Recuerde que el oyente no tiene la
posibilidad de "volver a leer" o retroceder y volver a
escucharlo. Repita lo esencial sin miedo y con
claridad).

Otros consejos al
momento de hacer un programa de radio

-Piense en su oyente de manera personalizada. No piense
en "sus oyentes", en plural, como si fuesen una gran masa de
personas (aunque su programa sea oído por miles de
personas). Háblele a "su oyente", como si fuera uno solo.
Porque, en definitiva, así todos y cada uno de los oyentes
sentirán que usted le está hablando a él
mismo, de modo personal, y la comunicación será
mucho más eficaz.

Además, eso permite que el oyente genere un
vínculo con el programa, que refuerza el mensaje, y crea
pertenencia.

-Empatía con el oyente: la empatía es la
identificación mental y afectiva de un sujeto con el
estado de ánimo de otro. Póngase en lugar de su
oyente, entable un "diálogo" con él (aunque usted
esté monologando), de modo que el oyente pueda sentirse
incluido, sentirse parte del programa, y también
identificarse con usted.

-Procure presentar sus temas de una manera atrayente,
busque crear interés en el oyente. Busque generar
expectativas, en especial antes de las pausas, para que el oyente
permanezca en la sintonía (aunque el comportamiento del
oyente en las pausas de radio difiere mucho a la
televisión y no hay tanto riesgo de zapping). ¡Pero
atención, cumpla lo que promete! No es correcto generar
una falsa expectativa y luego desilusionar al oyente.

-Defina qué grado de participación le
dará al oyente, ¿tendrá éste la
posibilidad de salir al aire vía telefónica, o de
correo electrónico, o mensaje de texto? Al respecto de las
dos últimas posibilidades (el correo y el mensaje de
texto), son las más seguras al momento de evitar
situaciones indeseables, ya que es usted quien puede seleccionar
los mensajes que verán aire en el programa. La
participación telefónica del oyente en vivo puede
ser muy beneficiosa, pero conlleva siempre un grado de riesgo.
Darle aire y micrófono a un oyente para que se exprese y
forme parte del programa es una gran responsabilidad. Si no se
siente capacitado para afrontar un comentario infeliz, o corregir
un dialogo incorrecto, será mejor no brindar esa
posibilidad. Recuerde que tampoco es deseable discutir o pelear
con el oyente, y menos hacerlo al aire.

Consideraciones
finales

Como mencionamos al iniciar este texto, no existe una
única manera correcta de hacer radio. Pero sí
existen lineamientos o consejos, que surgen tanto del estudio de
los libros que se han escrito al respecto como de la experiencia
acumulada por quienes hacen programas de radio, que le
serán útiles al momento de adaptarlos a sus
circunstancias específicas y su manera personal de abordar
la radio.

Cortesía
Telefónica

El teléfono, nuestro aliado

La radio tiene la particularidad de enviar mensajes al
aire y no saber quien o quienes son los receptores del mismo.
Nuestra única manera de saberlo es motivar al oyente para
que al escuchar el mensaje se comunique son nosotros.

Cada vez que un oyente se comunica –por cualquier
motivo que lo haga- debe recibir una imagen que impacte
positivamente. Aún ni ha llamado por algo que
escuchó y no le ha gustado, debemos aprovechar la
oportunidad que se nos da para revertir esa
situación.

El teléfono es un instrumento fundamental para la
radio. Nos permite entablar una comunicación diferente con
nuestros oyentes:

a) permite crear vínculos

b) permite saber quién nos
escucha

c) permite revertir situaciones no
gratas

d) permite dialogar e informar en forma
personalizada

Esta poderosa herramienta, no está carente de
riesgos, por lo que se hace necesario contar con personal
preparado y no descuidar detalles para proporcionar una adecuada
prestación. Recuerde: "No hay una segunda oportunidad para
causar una buena primera impresión".

Algunos consejos prácticos y el conocimiento de
ciertas técnicas para los casos de llamadas por
situaciones críticas permitirán mejorar
considerablemente el rendimiento y la calidad de nuestra
relación con la audiencia.

Mientras nuestros oyentes se sientan bien atendidos
seguirán llamándonos y seguiremos teniendo la
oportunidad de hablarles de Jesús. Por eso debemos ser
cordiales y estar siempre dispuestos a escuchar al oyente. En
caso contrario podemos ahuyentar diariamente a quienes estamos
tratando de atraer hacia Jesús.

Por tal motivo, brindamos 5 prácticos consejos
para utilizar este valioso elemento: el
teléfono:

  • 1. Toda llamada entrante no debería
    repicar más de 3 veces.

  • 2. Si se utiliza un mensaje grabado para
    las llamadas entrantes, éste debe ser claro, cordial y
    breve.

3. Si el llamado es atendido por un telefonista u
operador en turno, la recepción debe ser cordial y
agradable al oído (es bueno sonreír al hablar) y
establecer con objetividad y claridad el nombre de quien recibe
la llamada (quien atiende). Identificarse es la primera regla de
cortesía y es el primer paso para establecer
vínculos perdurables. Y antes de hablar, es sumamente
importante ESCUCHAR!

Debemos recordar siempre el nombre de la persona que
nos llama. Anotarlo para no olvidarlo si es necesario, y llamarlo
siempre por su nombre.

4. Al término de cada llamada, el oyente debe
quedar satisfecho por las respuestas o trato recibido, más
allá de cuáles eran sus expectativas iniciales.
Esto genera que se grabe en su mente una imagen de calidad y
eficiencia. Cada llamada es una prueba a superar, máximo
si es una llamada de alguien que se ha enojado por alguna cosa. Y
otro buen consejo más: al despedirse, quien recibe la
llamada debe ser el último en cortar.

5. Cada llamada atendida, debe quedar registrada. De
esta forma, podemos llevar la estadística de quienes
llamaron, cuándo, por qué motivos y qué
respuesta se le dio.

 

 

Autor:

Wolfgang Streich

 

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