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Trastornos Psicosomáticos. Revisión Bibliográfica



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Desarrollo
  3. Teorías Psicosomáticas
    Clásicas
  4. Tendencias actuales en el análisis de
    los trastornos psicosomáticos
  5. Evidencias de la interacción entre el
    Sistema Inmune y el Sistema Nervioso Central
    (SNC)
  6. Un
    acercamiento al proceso salud-enfermedad
  7. Trastornos asociados al sistema
    inmune
  8. Factores psicológicos e
    inmunocompetencia
  9. Conclusiones
  10. Bibliografía

Introducción

Actualmente la problemática de la enfermedad
física es bastante diferente a lo que era en tres o cuatro
décadas atrás, dentro de este tipo es muy frecuente
oír hablar del cáncer, las enfermedades coronarias,
las cerebrovasculares y la diabetes. Estudios
epidemiológicos recientes han demostrado que los factores
psicológicos pueden desempeñar un papel esencial en
la historia natural de este tipo de enfermedades, dentro de los
mismos se pueden ubicar estresares ambientales, las estrategias
de afrontamiento, las conductas relacionadas con la salud, las
características personales y los modos de reacción
al estrés, entre otros. Es por ello, que abordar los
problemas médicos con un enfoque psicológico,
especialmente centrándose en aquellos factores que
pudieran estar implicados en el desarrollo y evolución de
la enfermedad es una prioridad de las ciencias
psicológicas actuales.

El término psicosomático ha sido en
ocasiones criticado desde el campo de la psicología
clínica, y no pocas veces se ha sugerido su
sustitución por otros con menor amalgama de contenidos
médicos. Sin embargo la científica internacional ha
mantenido la postura de nombrarlos de ese modo, primeramente
porque es un término que ya está enraizado y
asimilado por la cultura occidental y de manera general se
comprende cuando se está hablando del temas, además
de que no se ha encontrado sustituto válido, ampliamente
aceptado y libre de problemas teóricos y prácticos
que justifiquen sin dificultad su reemplazo.

A la hora de estudiar los trastornos
psicosomáticos es imprescindible que se haga desde una
perspectiva holística, pues no se puede hablar de los
fenómenos físicos como algo separado de lo
psíquico y viceversa, pues la evidencia científica
actual apunta a que cualquier trastorno denominado físico
puede implicar igualmente y a distintos niveles alteraciones
psicológicos y viceversa y que incluso en cualquier
problema médico puede existir problemas
psicológicos o psicosociales que han podido contribuir a
su desarrollo y/o pueden alterar el curso de la
enfermedad.

Actualmente el DSM (Diagnostic and Statical manual of
Mental Disorders) expone un abordaje interesante de los
trastornos psicosomáticos refiriéndose a estos como
factores psicológicos que afectan el estado
psíquico o la condición médica, por lo que
se puede asumir que cualquier trastorno físico puede estar
asociado a fenómenos psicológicos. Partiendo de
este punto de vista resulta imposible abordar toda clase de estos
trastornos, por lo que sólo nos detendremos en algunas
condiciones y trastornos que actualmente presentan un especial
interés social y científico, por una parte porque
en muchos de estos existe una gran evidencia que apoya la
relevancia de los aportes de la psicología o porque su
estudio desde la perspectiva psicosomática implicada
atender nuevos problemas a abrir nuevos campos de estudio y
aplicación clínica de indudable valor para la
praxis profesional.

Desarrollo

Un momento importante de esta revisión lo
constituye el análisis del concepto psicosomático
que tan controvertido ha resultado. Según Margetts (1950),
el término psicosomáticos fue utilizado por primera
vez en 1818 por el psiquiatra de origen alemán Johann C.
Heirroth al referir que el origen del insomnio es de origen
psicosomático. Dicho término no fue tratado en la
literatura médica y no médica del siglo XIX, y fue
para el siglo XX, ya un tanto avanzado este, cuando se comienza a
utilizar de manera formal (Lipowski, 1986). En 1922, se introduce
el término medicina psicosomática por Félix
Deutsch y en 1935 se publica la obra Emotions and bodily changes
por Flanders Dumbar, constituyéndose ambos en un hito
importante para la posterior consolidación del concepto
psicosomático.

Posteriormente el desarrollo de este concepto ocurre
dentro de la medicina psicosomática, por lo que resulta
analizar que se enviden por esta. La medicina
psicosomática surge como un enfoque médico de la
enfermedad que se opone a la tradicional orientación
dualista sobre el ser humano, proponiendo la idea de
inseparabilidad entre lo psíquico y lo somático, un
paso importante en la consolidación de este nuevo enfoque
médico fue la proclamación de los objetivos de la
nueva disciplina a raíz de la fundación en 1939 de
la American Psychosomatic Society y la posterior
publicación en este mismo año del primer
número de la revista Psychosomatic Medicine, de este modo
quedaron definidos los objetos del modo siguiente:

  • Su objetivo es estudiar en su interrelación
    los aspectos psicológicos y fisiológicos de
    todas las funciones corporales normales y anómalas, y
    por consiguiente, integrar la terapia somática y la
    psicoterapia (Lipowski, 1986, p. 21).

En función de esta nueva definición se
plantearon una serie de factores positivos asociados a esta nueva
disciplina. La medicina psicosomática consiste en una
aproximación psicológica a la medicina general y
todas sus subespecialidades, se interesa especialmente en las
interrelaciones entre la vida emocional y todos los procesos
corporales, basándose en la premisa de que no existe una
distinción lógica entre la mente y el cuerpo lo que
implica investigar la correlación entre los procesos
psicológicos y los fisiológicos en el ser
humano.

Desde este mismo momento quedó claro
también lo que no constituía la medicina
psicosomática. Desde esta perspectiva, esta no equivale a
la psiquiatría ni a cualquier otra especialidad de la
medicina o área de la patología médica
específica, y no se trata de una nueva especialidad
médica, sino de una concepción de la medicina. A
partir de análisis realizados en la historia de la
medicina psicosomática las principales críticas se
han acentuado en la ambigüedad y la falta de consenso
asociados al uso del término, en base de que este ha
incorporado dos concepciones antiguas, la holista y la
psicógenas y que en ocasiones no se han diferenciado con
claridad.

La concepción holista implica un sentido de
totalidad en el ser humano, donde son inseparables lo
psíquico de lo somático. Durante los primeros
treinta años del pasado siglo XX, las concepciones
holistas fueron propagadas y elaboradas por las corrientes
psicobiológicas de la psiquiatría,
básicamente por A. Meyer. La premisa central sobre la cual
se basaba esta corriente es que la mente y el cuerpo no
constituyen entidades separadas, sino que están
íntimamente interrelacionados actuando una sobre la otras,
por lo que la enfermedad debía ser considerada como un
producto de esta interacción, lo que siempre implica
aspectos psicológicos y somáticos. Además de
la corriente psicobiológica jugaron un papel importante la
psicoanalítica y psicofisiológica las que
contribuyeron significativamente a la conformación del
carácter holista del enfoque psicosomático,
aportando importantes presupuestos teóricos relevantes
para la medicina psicosomática.

Por su parte, la concepción psicógena del
término psicosomático implica un concepto de
naturaleza etiológica, según la cual los factores
psicológicos juegan un papel esencial en la
determinación de las causas de la enfermedad. Es
importante señalar que la relevancia de los factores
psicológicos, tales como las emociones, fue sugerida por
autores tan antiguos como Hipócrates y Galeno. Las
posiciones psicógenas se mantuvieron en la literatura
médica durante siglos, y en el siglo XX, bien entrado, con
autores tan conocidos como S: Freíd. F. Alexander, W.B.
Cannon, H. Seyle e I. P. Pavlov, se establecieron los cimientos
psicogénicos de las diversos enfoques como elementos
central el concepto de psicosomáticos o bien principios de
la medicina psicosomática.

Los antiguos conceptos de psicógeno y holista
fueron los pilares sobre los que se sustentaron las concepciones
de la medicina psicosomática como una disciplina
científica organizada. La connotación actual de la
palabra psicosomática implica multicausalidad e
interrelación y por tanto es incompatible con la
noción de psicogénesis.

El término psicosomático, dice Lipowski,
no debería ser utilizado para denotar causalidad, sino
para referirse a relaciones recíprocas entre los factores
psicosociales y biológicos. Siguiendo la idea de este
autor, quien se basa en una concepción holista
biopsicosocial de la salud y la enfermedad y que lo expresa del
siguiente modo:

Medicina psicosomática se refiere a la disciplina
que trata sobre el estudio de las correlaciones de los
fenómenos psicológicos y sociales con las funciones
fisiológicas normales o patológicas y sobre la
interrelación de los factores biológicas y
psicosociales en el desarrollo, curso, y resultado de las
enfermedades, así como la defensa de una
aproximación holista o biopsicosocial al cuidado del
paciente y la aplicación de los métodos derivados
de las ciencias conductuales para la prevención y
tratamiento de la morbilidad humana.

Una vez que se ha definido el término
psicosomático, resulta más sencillo definir
qué se entiende por trastornos psicosomáticos. La
psicosomática tradicional, fundamentalmente de corte
psicoanalítico se ajustaba bastante a los trastornos
psicosomáticos establecidos por Alexander (1950). Este
autor definió la existencia de siete tipos de trastornos
psicosomáticos, siendo estos los auténticos
trastornos, ya que su origen y mecanismos de mantenimiento son de
índole psicógena.

El DSM-II (APA, 1968) amplió significativamente
el abanico de posibles trastornos al clasificarlos en base a
nueve sistemas somatofisiológicos. Este clasificatorio
incluía un grupo de trastornos psicofisiológicos
tal y como eran llamados en esa época. Los mismos eran
definidos en base a la presencia de síntomas
físicos asociados a un sólo sistema y causados por
factores emocionales. Los síntomas orgánicos
implicados normalmente tenían una fuerte
vinculación con el sistema nervioso
autónomo.

Un criterio diagnóstico central era la presencia
de causas emocionales tanto en el inicio como en el mantenimiento
del trastorno. Esta categorización, si bien reflejaba un
intento de separar ciertas condiciones médicas de acuerdo
a su etiología psicológica, evidenció que se
trataba de un enfoque inadecuado. Dentro de ellos se puede
apuntar que se realiza un diagnóstico a partir de una
causa lineal, cuando la causalidad de las enfermedades son de
origen multifactorial e interrelacionadas además de que en
ocasiones resultaba difícil difenrenciar un trastorno
psicofisiológico de una histeria de
conversión.

Entre 1980 y 1987 se suprime este grupo de trastornos
por parte de la APA; y en la actualidad el DSM-IV tampoco lo
contempla en su clasificación. Por su parte el DSM-III,
asume implícitamente las ideas biopsicosociales,
expresando que cualquier trastorno orgánico puede ser
psicosomático, al introducir la categoría: Factores
psicológicos que afectan a la condición
física.

Esta categoría según la American
Psychiatric, puede ser aplicada a cualquier condición
física en la cual se considere que los factores
psicológicos contribuyen de forma relevante, así
como describir los trastornos que en el pasado han sido referidas
como psicosomáticos o psicofisiológicos. Por tanto
el DSM-II tampoco define una categoría específica
de trastornos psicosomáticos.

El DSM-IV (APA, 1994) mantiene la idea de que los
factores psicológicos pueden influir significativamente
sobre el inicio y curso de cualquier trastorno orgánico.
Bajo la condición de Factores psicológicos que
afectan a la condición médica, esta nueva
edición hace referencia a la existencia de factores
psicológicos o conductuales específicos que afectan
negativamente a alguna condición médica en
general.

En primer lugar se hace referencia a la existencia de
una condición médica general, la misma se entiendo
como un estado físico que implica una patología
orgánica demostrable, o bien un proceso
patofisiológico conocido.

La separación entre trastorno mental y
condición médica en general no implica que existe
una distinción fundamental entre ambos, que los trastornos
mentales no estén relacionados con los procesos
físicos y biológicos o que las condiciones
médicas generales carezcan de relación entre los
factores o procesos conductuales o psicológicos (APA,
1994).

El DSM-IV establece que los factores psicológicos
pueden afectar adversamente a una condición médica
a través de las siguientes vías:

  • 1. Alterando el curso de una
    enfermedad.

  • 2. Interfiriendo con tratamiento de la
    condición médica general.

  • 3. Constituyendo un factor de riesgo adicional
    para la salud del individuo.

  • 4. Precipitando o exacerbando los
    síntomas de una condición médica general
    a través de respuestas fisiológicas asociadas
    al estrés.

Así mismo, establece seis tipos de factores
psicológicos que pueden influir mediante alguna de las
direcciones señaladas anteriormente:

  • 1. Trastornos mentales. Un trastorno mental
    específico del eje I o al eje II, puede afectar
    considerablemente al curso o tratamiento de una
    condición médica general.

  • 2. Síntomas psicológicos.
    Síntomas que sin constituir un trastorno afectan el
    curso o tratamiento de la condición médica
    general.

  • 3. Rasgos de la personalidad y estilos de
    afrontamiento.

  • 4. Conductas desadaptativas relacionadas con la
    salud.

  • 5. Respuestas psicofisiológicas
    asociadas al estrés, afectando tanto al curso como al
    tratamiento de la condición médica.

  • 6. Otros factores no especificados, que pueden
    inducir efectos adversos sobre el curso o tratamiento de la
    condición médica general.

Se observa en esta nueva edición de la APA(1994)
mantiene la idea de que cualquier enfermedad médica puede
ser psicosomática, señalando los principales
factores psicológicos implicados en la enfermedad,
así como las vías a través de las cuales
pueden ejercer sus efectos. Se debe aclarar que una
condición médica implica la existencia de una
patología orgánica demostrable, lo que no debe
confundirse con un trastorno somatomorfo. Este último se
caracteriza por la presencia de factores psicológicos y
síntomas físicos, pero no existe una
condición médica general a partir de la cual pueden
explicarse completamente tales síntomas físicos. En
nuestro análisis sobre los trastornos
psicosomáticos se entiende que cualquier que cualquier
enfermedad o trastorno médico puede ser potencialmente
categorizado como trastorno psicosomático.

Teorías
Psicosomáticas Clásicas

La primera fase de la psicosomática estuvo
representada por investigaciones de casos por modelos
específicos. Sobre todo bajo la influencia de A. Meyer, se
fue imponiendo una orientación holista en la forma de
entender la relación entre la mente y el cuerpo, como
más tarde apuntaría David J. Graham, los
términos psicológicos y somático no indican
diferentes fenómenos sino de formas de hablar del mismo
fenómeno. En esta fase se consideró que los
problemas emocionales constituyen los principales factores
etiológicos de la enfermedad.

En esta primera fase del desarrollo de la
psicosomática, la teoría dinámica ejerce un
dominio preponderante, siendo su representante, F. Alexander,
quien desarrolla una teoría basada en la existencia de
conflictos específicos existentes. De forma paralela se
van plasmando otras orientaciones de proyecciones
psicosomáticas, tales como la homeostática de W. B.
Cannon, quien resaltó la interacción entre el
sistema nervioso autónomo y las reacciones emocionales o
la formulación de la teoría sobre el
síndrome general de adaptación de Hans
Selye.

Las aportaciones de Selye y Cannon, tendrán su
mayor proyección en la segunda mitad del siglo XX, ya que
al tratarse de enfoques generales no eran apropiadas para la
tendencia de la época, centrada básicamente en la
búsqueda de explicaciones específicas, buscando
qué causas psicológicas se asocian
específicamente a qué enfermedades. En coherencia
con ello surgen toda una serie de teorías apoyadas en
principios de especificidad que pretenden explicar
diferencialmente muchos de los trastornos
orgánicos.

Teoría de Especificidad
Estímulo-Respuesta

Las hipótesis basad en la especificidad
estímulo-respuesta asumen que un determinado
estímulo, o complejo estimular, induce determinadas
respuestas fisiológicas y por consecuencia, una
determinada enfermedad en diferentes personas. Aquí las
relaciones de predecibilidad entre estímulos y respuestas
fisiológicas son los mimos independientemente de la
persona.

En la especificidad situación-respuesta se
enfatiza la especificidad estimular, ya que es la
constelación estimular lo que determina diferencialmente
las reacciones fisiológicas. A raíz de varias
investigaciones se ha constatado que los tipos de respuestas
fisiológicas de estrés se asociaban a
características de la propia situación. Más
adelante, Wolf y Wollf, en 1947, mediante un caso de estudio
arribaron a la conclusión que determinados
estímulos producen reacciones específicas en el
organismo. Las hipótesis de especificidad estimular,
aunque constituye una posibilidad teórica no ha sido
tomada en cuenta por la comunidad científica, y aunque no
se han elaborado teorías psicopatológicas sobre la
especificidad estímulo respuesta, existe evidencia de la
viabilidad de este tipo de especificidad.

Teoría de Especificidad
Individuo-Respuesta

El concepto de especificidad individuo-respuesta supone
que un mismo sujeto tiende a responder fisiológicamente de
manera similar a diferentes estímulos estresantes. En la
especificidad estímulo respuesta, un determinado
estímulo produce una jerarquía estable de
respuestas fisiológicas en distintos sujetos, mientras que
en las especificidad individuo-respuesta, un único
individuo emite una jerarquía estable de respuestas a
diferentes estímulos.

Ambos tipos de especificidad parecen mutuamente
contradictorias. Sin embargo se trata de dos enfoques
independientes que focalizan el efecto de la invarianza en la
situación o en el individuo. La especificidad
individuo-respuesta ha sido postulada por diferentes autores en
términos más o menos equivalentes, el aspecto
común de todas estas concepciones es la noción de
que el individuo tiende a responder al estímulo estresante
con hiperreactividad de alguna modalidad fisiológica que
puede ser cardiaca, respiratoria, gastrointestinal.

La aplicación de esta especificidad ha adoptado
diferentes formas, una de las modalidades más simples es
la teoría de la debilidad del órgano. De acuerdo
con esta, una persona tiene una parte de su cuerpo predispuesta
para enfermar, independiente del tipo de estresor. El tipo de
enfermedad está determinada por el eslabón
más débil dentro de su sistema funcional
orgánico. Dicha debilidad puede estar determinada por
múltiples factores (Maher, 1970).

La teoría de debilidad de órgano,
entendida como predisposición genética, ha sido
apoyada recientemente por varios trabajos experimentales,
especialmente las relacionadas con la determinación
hereditaria de la reactividad cardiovascular a las situaciones
inductoras de estrés experimental. Esta hipótesis
ha sido muy aceptada en psicosomática, congruente con el
modelo de diátesis-estrés. El concepto de
diátesis se refiere a ka predisposición individual,
mientras que el de estrés hace referencia a los factores
externos, estresares. De este modo la enfermedad se explica en
base a la interacción entre estos dos factores, ante unas
mismas condiciones estresantes, un individuo es más
vulnerable por constitución personal y es más
probable que desarrolle un trastorno que otro individuo con menor
disposición.

La teoría de balance autónomo de Wenger
(Wenger y Cullen, 1972), establece la hipótesis de que las
personas poseen un determinado balance
simpático-parasimpático al responder
fisiológicamente a los estímulos estresantes. Hay
personas en la que predomina el sistema simpático, en
algunas parasimpático y en otras existe un equilibrio
entre ambos sistemas. Los autores plantearon la existencia de
ciertos patrones de predisposición a enfermar en
función de los tipos de funcionamiento autónomo.
Las principales críticas que se le han hecho a esta
teoría es que es una teoría psicofisiológica
más que una teoría psicosomática.

Retomando la especificidad individuo-respuesta, esta no
tiene por qué implicar únicamente a la respuesta
fisiológica del individuo, puede referirse a patrones
específicos del individuo, que a su vez, se relacionan con
formas de enfermar. Una de las más conocidas que coincide
con esta posición es la teoría de Rumbar
(1947).

Según esta autora los trastornos
psicosomáticos se asocian a determinados tipos
específicos de personalidad, relacionando ocho tipos de
personalidad diferentes con los ocho trastornos
siguientes:

  • 1. Hipertensión.

  • 2. Enfermedad coronaria.

  • 3. Angina de pecho.

  • 4. Arritmias cardíacas.

  • 5. Diabetes.

  • 6. Artritis reumatoide.

  • 7. Fracturas.

En esta modalidad se asocia algún atributo de la
persona con tendencia a reaccionar de una forma estereotipada. En
otras ocasiones la especificidad de respuestas se incorpora a la
psicosomática mediante formulaciones más
sofisticadas, incluyendo connotaciones en las respuestas no
sólo de orden fisiológico sino también
psicológico.

La hipótesis sobre especificidad del
síntoma (Malmo y Shagass, 1949), plantea la idea de la
especificidad de respuesta somática, como tendencia a
reaccionar al estrés con el mismo sistema
somatofisiológico, introduciendo la idea de especificidad
sintomática, donde evidentemente se incluyen componentes
subjetivos, pues los síntomas se asocian de forma
específica a determinadas reacciones fisiológicas.
Estos mismos autores constataron que los pacientes
psiquiátricos que sufrían varios síntomas
somáticos tienden a responder a los estímulos
mediante un sistema somatofisiológico
idiosincrásico. Estas respuesta-síntoma
específicas bajo condiciones de estrés pueden
mantener y exacerbar los síntomas
clínicos.

La especificidad de respuesta se ha formalizado
también a partir de hipótesis centradas en la
consideración del organismo humano como un sistema que se
autorregula mediante mecanismos de feedback. En este sentido,
Sterbanch (1966) sugiere que la especificidad de respuesta lleva
una activación mantenida de un mismo subsistema
fisiológico durante el estrés, que conduce a la
ruptura de la regulación homeostática del
subsistema afectado. Esta disrregulación podría
mantener los síntomas y la alteración del
subsistema fisiológico por largo tiempo. Enfatiza
también que la evaluación cognitiva que el sujeto
hace sobre la situación mediatiza las respuestas
fisiológicas u conductuales asociadas al estrés.
Tanto el concepto de sistema, como la implicación de la
evaluación cognitiva constituyen pilares básicos en
los actuales enfoques de los trastornos
psicosomáticos.

Teoría de Especificidad
Psicológica-Física

Las dos formas de especificidad que han sido descritas
anteriormente, no son las únicas posibles. Otro tipo que
penas se ha manejado como tal, es que el se focaliza en la
formulación de las relaciones específicas entre
componentes psicológicos y físicos de la respuesta
(Graham, 1972). Este tipo de relación puede darse junto o
con independencia de la especificidad estímulo-respuestas
e individuo-respuesta o de ambos. La especificidad
psicológica-física se refiere a una
asociación entre las descripciones psicológicas y
físicas de la respuesta. No se trata de descripciones de
eventos idénticos, sino de dos conjuntos de eventos
diferentes, cada uno de los cuales se considera parte de la
respuesta total. Se plantea que cualquier formulación que
se asocie a una emoción específica con una
enfermedad determinada es un ejemplo de este tipo de
especificidad, al relacionar un conjunto de variables
psicológicas con variables físicas.

Las dos primeras teorías clásicas basadas
en este enfoque son:

La teoría del conflicto, denominada a veces
teoría de la emoción específica establecida
por Alexander (1950). El aspecto central de este modelo consiste
en la activación de conflictos inconscientes
específicos, inductores de reacciones fisiológicas
causantes del desarrollo o exacerbación de la enfermedad.
Esta teoría no ha sido demostrada suficientemente de
manera experimental, ni empírica.

Esta teoría jugó un importante rol
histórico para diferenciación entre los trastornos
psicosomáticos y los somatomorfos. Rechazó este
autor la idea respecto a que los trastornos psicosomáticos
consisten en transformaciones de símbolos inconscientes en
síntomas. Sugirió además que los
síntomas psicosomáticos sólo ocurren en
órganos inervados por sistema nerviosos autónomo y
no poseían significados específicos como en los
trastornos somatomorfos.

La teoría de actitudes específicas
(Graham, 1972) parte de que las diferentes enfermedades o
síntomas se asocian a actitudes específicas
expresadas por el paciente hacia la situación,
estímulo psicológico que evocó la
enfermedad. La actitud se define en base a dos componentes
siguientes: qué siente la persona que le está
ocurriendo y qué desea hacer acerca de ello. Se han
referido una serie de actitudes vinculadas de forma
específica a distintas enfermedades. Ejemplo de ello son
los pacientes con hipertensión esencial que sienten la
amenaza de un daño y necesitan estar preparados para algo,
por su parte los individuos con urticarias se sienten derrotados
y no pueden hacer nada al respecto.

Tendencias
actuales en el análisis de los trastornos
psicosomáticos

Actualmente el campo de los trastornos
psicosomáticos resulta ser muy amplio y complejo. Dos de
los principios que guían este tipo de investigación
en la actualidad son la multifactorialidad y la
multidisciplinariedad. El primero hace referencia a que las
causas y el mantenimiento de la enfermedad física dependen
de múltiples factores (biológicos,
psicológicos y sociales). El segundo apunta a la necesidad
de abordar el problema de los trastornos psicosomáticos
desde diferentes disciplinas, no exclusivamente de la
psiquiatría o la psicología.

Se plantea que los trastornos psicosomáticos son
fenómenos multifactoriales, y el hecho de que cada
trastorno sea así, más que estrictamente
psicógeno ha implicado la búsqueda de
teorías asociadas a trastornos específicos,
más que a la búsqueda de modelos capaces de
explicar grupos amplios de condiciones médicas. La
connotación de este nuevo enfoque se ha ido plasmando en
nuevos enfoques e innovaciones que han mantenido de su mayor
desarrollo durante la última década del pasado
siglo. Se pueden hacer referencia a algunos de ellos.

  • 1. Aplicación al campo de la
    somática de los principios del aprendizaje
    instrumental de respuestas autónomas.

  • 2. Desarrollo del modelo psicosocial del
    estrés basado en la relevancia que tiene los
    denominados sucesos vitales sobre la enfermedad, lo que no
    sólo ha supuesto incrementar la evidencia a favor de
    la influencia de los factores psicosociales sobre la
    salud.

  • 3. Énfasis en la interacción
    estímulo-cognición-emoción y en sus
    implicaciones sobre una nueva conceptuación de la
    conexión entre el estrés y la enfermedad,
    matizándose la particular relevancia de los procesos
    cognitivos y considerando el estrés no como algo
    focalizado en la situación o en la respuesta, sino
    como un proceso de interacción entre el individuo y la
    situación.

  • 4. Acentuación de la importancia que
    juegan los factores psicológicos moduladores,
    mediadores y de riesgo respecto a la enfermedad
    física, tales como los estilos personales de
    reacción al estrés, las estrategias de
    afrontamiento, el apoyo social, los hábitos de
    conducta.

  • 5. Otra característica es la
    expansión en el campo del estudio, abordándose
    distintos tipos de trastornos. Se ha caracterizado
    además por el acceso al campo de los problemas
    físicos asociados al sistema inmunológico,
    experimentando un desarrollo vertiginoso la
    psiconeuroinmunología, donde se pone de relieve la
    interacción entre los fenómenos
    psicológicos y neuroinmunológicos, y que ha
    demostrado que las respuestas inmunológicas son
    bastantes sensibles al estrés psicológico y que
    pueden ser condicionadas mediante procedimientos de
    condicionamiento clásico.

En la actualidad existen diversas teorías que
intentan explicar los trastornos psicosomáticos. Muchas de
estas han retomado los principales resultados abordados con
anterioridad, y difieren de las posiciones clásicas, pues
el marco teórico sobre el que se sustentan se basan en una
concepción multifactorial y multidisciplinar. La mayor
parte estas teorías se centran en trastornos concretos
como el cáncer, diabetes, el dolor, la
hipertensión, etc.

De manera general las teorías tratan de ofrecer
una explicación válida para cualquier tipo de
alteración psicosomática. Recientes investigaciones
epidemiológicas tienden a sugerir la existencia de un
estilo emocional negativo, definido por el predominio de un
complejo de variables emocionales como la ansiedad, la
depresión, la ira/hostilidad, que podría estar
implicado en el desarrollo de múltiples trastornos
físicos como la enfermedad coronaria, la HTA, el asma, las
úlceras gastrointestinales. Este tipo de evidencia sugiere
la posibilidad de que exista un tipo general de persona
predispuesta a la enfermedad caracterizada por la preponderancia
de un estado emocional negativo.

Se han mostrado evidencias con respecto al concepto de
afecto negativo, quienes plantean que en lugar de hablar de
persona predispuesta a la enfermedad habría que hablar de
persona predispuesta al distress. Según estos autores las
personas con mayor afecto negativo son más propensos a
exhibir conductas de enfermedad, pero sin que signifique que
presentan mayor grado de enfermedad objetiva (Watson y
Pennebaber, 1989). Otra teoría general la constituye la
teoría de disrregulación de Shwartz (1977) la misma
se enmarca en la consideración del organismo como un
sistema de autorregulación, lo que implica la presencia de
mecanismos de feedback, no sólo dentro del sistema
nervioso central, sino también en el cerebro y en el resto
del cuerpo. Asume principios básicos tales como la
homeostasis, la teoría de sistemas y el
biofeedback.

El proceso básico del modelo puede definirse del
modo siguiente. Cuando el individuo se enfrenta a demandas
ambientales inductoras de estrés, su cerebro
efectúa las regulaciones necesarias para conocerlas.
Dependiendo de estas ciertos sistemas corporales serán
activados, mientras que otros pueden ser simultáneamente
inhibidos. Sin embargo, cuando este proceso se mantiene hasta el
punto de que el tejido sufre deterioro o daño, los
circuitos de feedback negativo del mecanismo homeostático
se ponen en marcha, forzando al cerebro a modificar sus
directrices para ayudar al órgano afectado, lo que puede
causar el dolor.

Según Shwartz el trastorno psicosomático
ocurre cuando se produce la disrregulación, la misma puede
darse en cualquiera de las cuatro etapas:

  • 1. Etapa de demandas ambientales. Los
    estímulos del medio externo pueden forzar al cerebro a
    que ignore el feedback negativo procedente del órgano
    periférico.

  • 2. Etapa del procesamiento de la
    información del Sistema Nervioso Central. El cerebro
    puede estar programado, inicialmente por la herencia y luego
    por el aprendizaje, para responder inapropiadamente a los
    estímulos externos. Aunque el feedback negativo
    enviado por los órganos maltratados puede estar
    presente, el cerebro puede responder de manera inapropiada.
    El cerebro puede seleccionar y actuar ignorando el feedback
    negativo correctivo o responder a él inadecuadamente,
    deteriorando al órgano periférico.

  • 3. Etapa del órgano periférico.
    El propio órgano puede responder hipo e
    hiperactivamente a las señales provenientes del
    cerebro, esto es lo que en algunas teorías
    psicosomáticas se ha llamado debilidad del
    órgano. Lo que explica que en respuesta al mismo
    estrés ambiental, sólo ciertos órganos
    se alteren. Es posible que el cerebro no tenga la capacidad
    de establecer la regulación necesaria para compensar
    el feedback alterado, enviado por el órgano defectuoso
    o bien que aunque envíe las señales apropiadas,
    estas no son suficientes para modificar el funcionamiento del
    órgano enfermo.

  • 4. Etapa de feedback negativo. El feedback
    negativo enviado por el órgano periférico puede
    ser inapropiado. Schwartz sugiere que la etiología de
    la disrregulación puede ocurrir en cualquiera de las
    cuatro fases o en varias simultáneamente, aunque las
    consecuencias generales son las mismas sea cual sea la etapa
    de ocurrencia. Al no responder apropiadamente al feedback
    negativo el cerebro fracasa en mantener una regulación
    estable del órgano en cuestión y se establece
    la disrregulación.

Una de las tendencias más avanzada en la
actualidad lo constituye la psiconeuroinmunología, que ha
revolucionado la comprensión del proceso salud-enfermedad,
y a mostrado sustantivos avances que nos demuestran lo que se ha
logrado hasta hoy en este sentido.

El psicólogo Robert Ader propuso el
término Psiconeuroinmunología a fines de la
década del 70. Es comúnmente conocida como "PNI"
(psiconeuroinmunología). También se conoce con el
término neuroinmunomodulación y menos conocida como
neuroinmunoendocrinología o, inmunología
conductual.

Desde entonces se han propuesto diversos conceptos de
Psiconeuroinmunología, pero en todos se aprecia una
coincidencia respecto a los elementos esenciales del
término. A pesar de esto se considera que el concepto
abordado por el autor George F. Solomon, presenta una perspectiva
mucho más integral, definiendo a esta como el campo
científico transdisciplinario que investiga las
interacciones entre el cerebro (mente/conducta) y el sistema
inmune y sus consecuencias clínicas.

Sus aspectos clínicos se relacionan con el
entendimiento de los mecanismos biológicos subordinados
por la influencia de factores psicosociales, sobre el comienzo y
curso de las resistencias inmunológicas y el entendimiento
de la inmunología, generada en síntomas
psiquiátricos. Estos son básicamente los aspectos
científicos que involucra el entendimiento de la compleja
interacción de la neuroendocrinología y la
inmunología, generadora de redes para el mantenimiento de
la salud y la defensa de las enfermedades.

La Psiconeuroinmunología debe proveer
básicamente el conocimiento de la dinámica
biológica de la medicina humana y de alternativas o
técnicas médicas complementarias, y desarrollar
nuevos modelos no lineales de salud y enfermedad. Por su
singularidad, esta constituye un puente para disciplinas
tradicionales como la psiquiatría, la psicología,
la neurología, la endocrinología, la
inmunología, las neurociencias, la medicina interna,
incluyendo también la cirugía (cicatrización
de heridas). Por lo tanto la colaboración disciplinaria es
esencial e intrínseca para su
investigación.

La historia de la Psiconeuroinmunología no es tan
corta como, en un principio, podríamos sospechar. Ya en
los años veinte, los investigadores soviéticos
Metalnikov y Chorine, habían empezado a trabajar en el
condicionamiento de respuestas inmunológicas. Sin embargo,
esta ciencia no comenzó a ser conocida hasta los trabajos
de Ader y Cohen, en la década de los setenta, y la
publicación de una monografía sobre el tema por
parte de Ader, en 1981 [Ader, R., Psychoneuroimmunology,
New York Academic Press.

Posteriormente, el doctor Solomon y el inmunólogo
Alfred Amkrau, también pioneros en las investigaciones de
la psiconeuroinmunología, produjeron estrés en un
grupo de ratas mediante choques eléctricos, a las que
previamente se les habían implantado tumores, y observaron
los resultados. En un alto porcentaje de las ratas estresadas,
los tumores crecían con mayor rapidez que en las no
estresadas. Para probar su hipótesis, estos investigadores
destruyeron una parte muy importante del cerebro como lo es el
hipotálamo. El resultado fue que el sistema
inmunológico de las ratas con el hipotálamo
destruido se debilitaba en forma considerable.

Kiecolt-Glaser y sus colaboradores publicaron en 1985
los resultados de un experimento en el cual pudieron mejorar,
mediante intervención psicológica, las funciones
del sistema inmune de un grupo de ancianos. Asignaron, al azar, a
45 residentes de varias instituciones geriátricas a uno de
estos tres tratamientos:

1.- Adiestramiento en relajación
progresiva

2.- Contacto social

3.- Ninguna intervención

A los tres grupos se les extrajo sangre antes del
tratamiento, al finalizar el mes de tratamiento, y un mes
después de haber finalizado el mismo. Los resultados del
experimento mostraron un significativo aumento de la actividad de
los células K citotóxicas ("Killers") en los
individuos del primer grupo al terminar el mes de tratamiento, en
tanto que no se apreciaron cambios significativos en los
componentes de los otros dos grupos. En el primer grupo,
después de un mes sin practicar los ejercicios de
relajación, la actividad de las células K
volvió a su nivel basal.

Son muchos más los experimentos que, junto con un
sinfín de observaciones (aparición de enfermedades
inmunes asociadas a enfermedades mentales, mayor incidencia de
enfermedades en personas que padecen estrés o depresiones,
etc.), han llegado a demostrar que, tal y como propugna la
Psiconeuroinmunología, todas las enfermedades son el
resultado de la interacción entre múltiples
factores, que dependen tanto del agente agresor (bacteria, virus,
agente carcinógeno), como del organismo agredido
(genéticos, endocrinos, nerviosos, inmunológicos,
emocionales y comportamentales). Todos estos datos, y en
particular el experimento de Kiecolt-Glaser y colaboradores,
abren nuevos caminos en Medicina clínica, al ofrecer la
posibilidad de poder usar el tratamiento psicológico como
apoyo al tratamiento farmacológico, o incluso como
tratamiento preventivo de la enfermedad.

Evidencias de la
interacción entre el Sistema Inmune y el Sistema Nervioso
Central (SNC)

Tiene sentido que estos dos sistemas deben unirse. Ambos
relacionan al organismo con el mundo externo y evalúan sus
componentes como indemnes o peligrosos, ambas funciones sirven de
defensa y adaptación, ambos poseen memoria y aprenden por
la experiencia, ambos contribuyen a la homeostasis, los errores
en la defensa pueden producir enfermedad, por ejemplo
auto-inmunidad o alergias por un lado y fobias o pánico
por el otro.

Partes: 1, 2

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