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Trastornos Psicosomáticos. Revisión Bibliográfica (página 2)



Partes: 1, 2

Los tipos de evidencia para la interacción del
SNC, algunos de los cuales se han mencionado incluyen:
evidencia directa (lesiones) de la región del cerebro que
controla la inmunidad y de inervación de órganos
inmunes; psicológica (rasgo y estado) por factores en el
inicio y curso de enfermedades de resistencia inmunológica
(infecciosas y neoplásicas) y enfermedades mediadas
(alergias y autoinmunes); las influencias de las hormonas de
estrés en la inmunidad; los efectos de los
neurotransmisores y neuropéptidos en la inmunidad; los
efectos experimentados del estrés en la inmunidad en los
animales; los efectos de estrés y ejercicios en la vida
naturalista y experimental en la inmunidad en los humanos y las
modificaciones conductuales de efectos de estrés en la
inmunidad en los animales y humanos; los efectos de drogas
psicoactivas en la inmunidad; la correlación de
diferencias psicológicas individuales con la inmunidad en
los animales y el hombre; la ocurrencia de anormalidades
inmunológicas junto con las enfermedades mentales (la
depresión y esquizofrenia); la influencia de productos del
sistema inmunológico sobre el SNC, incluyendo las
conductas inmunológicamente inducidas y la
alteración por la intervención psicológica y
el ejercicio de la inmunidad y el curso de las enfermedades
relacionadas inmunológicamente.

  • Mecanismo de conexión de ambos
    sistemas.

Según Ader, hay una infinidad de modos en que el
sistema nervioso central y sistema inmunológico se
comunican: sendas biológicas que hacen que la mente, las
emociones y el cuerpo no están separados sino
íntimamente interrelacionados.

Luego de diversos estudios, David Felten concluyó
que sin las terminaciones nerviosas el sistema
inmunológico no responde como debería al
desafío de las bacterias y los virus invasores. En
resumen, el sistema nervioso no sólo se conecta con el
sistema inmunológico, sino que es esencial para la
función inmunológica adecuada.

Podemos citar la existencia de enervación
específica de fibras nerviosas simpáticas, a los
órganos linfoides como bazo, timo, ganglios, y otros, en
los cuales se comprobó el contacto "sináptico"
directo de las terminaciones nerviosas. Lesionando estructuras
cerebrales como el hipotálamo anterior, se suprime la
respuesta inmune.

Las células del sistema inmune producen
sustancias llamadas inmunotrasmisores, que tienen efecto sobre la
respuesta inmune y sobre el SNC. Las células del sistema
inmune presentan receptores para una gran variedad de
neuropéptidos, hormonas y neurotransmisores. Al igual que
las neuronas, los dos sistemas tienen aprendizaje y memoria. Las
células del sistema inmune pueden producir hormonas,
neuropéptidos y neurotransmisores.

Las neuronas del hipotálamo disparan
espacialmente y de manera secuencial después de la
administración del antígeno, y el eje HPA se activa
por el antígeno y por citokinas pro-inflamatorias en un
estado semejante al estrés. Los órganos inmunes,
incluso el timo, el bazo y la médula ósea, reciben
la inervación simpática con sinapsis de las uniones
entre las terminales nerviosas y los inmunocitos. La inmunidad es
regulada cerebrocortical y lateralmente de forma
específica en la corteza cerebral izquierda, con la
influencia de la maduración y función de
células T.

Los factores emocionales en el inicio y curso de las
enfermedades autoinmunes incluyen las demandas de
rasgo/adaptación y estado, que predisponen factores como
tensión e inseguridad, timidez, dificultad para expresar
sentimientos, personalidades tipo "mártir" y de
características masoquistas, y sensibilidad para enojarse
con otros. Los factores del estado psicológico incluyen
pérdidas/duelos y depresión y factores
circunstanciales como la pérdida de modos previamente
exitosos de adaptación.

Las hormonas que responden al estrés, incluyendo
pero no limitado a la adrenalina, a corticoesteroides y a
catecolaminas, tienen una miríada de efectos de varios
aspectos de la respuesta inmune en ambos sentidos de
regulación. Frecuentemente estas hormonas afectan la
inmunidad en un solo sentido (una "U invertida") de forma
supresiva, en valores anormales altos o bajos. El eje HPA como
fue mencionado, se activa inmunológicamente así
como por eventos psicológicos, es inmuno-regulador, y
suelta ambos factores, corticotrofina (CRF) y la hormona
adrenocorticotrofa (ACTH) y tiene efectos directos en la
inmunidad además de aquellas vías de
inducción de descarga de cortisol.

El estrés en la vida humana y naturalmente en
casos exhaustivos de evaluación y cuidados
crónicos, afecta adversamente una serie de medidas
inmunológicas. Estas incluyen: la función de
células T, la actividad de células NK, la respuesta
del anticuerpo a la inmunización, la función de los
macrófagos y la activación de virus
latentes.

Un acercamiento
al
proceso salud-enfermedad

A lo largo de la historia se han elaborado varios
modelos para explicar el proceso salud-enfermedad. Uno de estos
lo constituye el modelo amplio y holista denominado modelo
biopsicosocial. Este modelo fue elaborado por Engel (1977), con
la intención de integrar conocimientos procedentes de
distintos campos mediante procesos interactivos. Desde este punto
de vista la enfermedad física puede estar causada por la
interacción de múltiples factores como los
sociales, los psicológicos y los biológicos. Esta
aproximación representa un cambio con respecto a las
posiciones reduccionistas biomédicas, además de que
ha puesto especial énfasis en el concepto de salud, como
complementario al de enfermedad, aunque posiciones más
recientes apuntan a concebir el proceso salud enfermedad como
elementos intrínsecos.

Muy relacionado con la comprensión de la
salud-enfermedad, está el concepto de medicina conductual
que se ha planteado sus semejanzas con el de medicina
psicosomática, el primero fue elaborado formalmente en la
conferencia de Yale en 1977 y se ha definido como:

……el campo relacionado con el desarrollo
del conocimiento de la ciencia conductual y con las
técnicas relevantes para el conocimiento de la salud
física y de la enfermedad, y para la aplicación de
este conocimiento y estas técnicas al diagnóstico,
prevención, tratamiento, y rehabilitación(Schwartz
y Weiss, 1977).

Los conceptos de salud-enfermedad han sido comprendidos
como dos procesos cualitativamente diferentes. Para otros, es
más una cuestión de grado a través de un
continuo en cuyos extremos se encuentran la salud y la
enfermedad. La Organización Mundial para la Salud (OMS;
1986) define la salud como un completo estado de bienestar
físico y mental que resulta cuando la persona libre de
enfermedad vive en armonía con su entorno y los
demás. La definición incluye la dimensión
biopsicosocial y aunque ha sido tachada de ser convencional y de
escasa utilidad, pues se plantea que no es útil para
determinar el estado de la enfermedad, ni para evaluar los
resultados del tratamiento, ni para la prevención y la
investigación en salud.

Omita además la forma en que varios procesos y
funciones de la vida toman parte en el organismo humano,
focalizándose en el resultado final o manifestaciones de
estos procesos y funciones y en su experiencia subjetiva. Por
otra parte, los estados subjetivos como bienestar o felicidad
pueden ser experimentados por sujetos enfermos y viceversa. Las
personas sanas pueden sufrir diversos grados de malestar
físico y mental.

Por tanto, la salud debe considerarse como un estado
más complejo, que incluye cierto grado de capacidad del
organismo de mantener la armonía y el equilibrio entre las
manifestaciones vitales, tanto en el propio organismo como con
respecto a su ambiente. Es por ello que se considera como la
manifestación básica de la salud el funcionamiento
de todas las manifestaciones vitales que contribuyan tanto a
mantener como a desarrollar su existencia en los ámbitos,
psicológicos y social.

El término saludable no debe incluir solamente
para describir un diagnóstico inmediato, sino que debe
considerarse el posible riesgo de desarrollar una enfermedad. La
salud se considera entonces como un proceso de la vida que
asegura su mantenimiento, extensión y funcionamiento
óptimo, así como la interacción del
organismo con el medio ambiente. En la actualidad se emplean
varios términos psicológicos que son
sinónimo del concepto de salud, dentro de estos se pueden
ubicar la conducta de salud, conducta protectora de salud,
conducta relacionada con la salud, conducta promotora de salud,
conducta que incrementa la salud, entre otras.

Por otra parte la enfermedad se ha definido como un
proceso que altera el curso de la salid de un organismo que
daña los procesos y funciones vitales e interfiere con la
capacidad del organismo para interactuar con el ambiente. La
enfermedad puede significar un estado de alteración
objetiva en el organismo, pero también puede denotar un
estado subjetivo en cuyo caso se refiere a las personas que se
sienten enfermos. Generalmente la enfermedad subjetiva y objetiva
coinciden, aunque hay personas que poseen síntomas son
alteración objetivable y viceversa existen enfermedad
médicas sin sintomatología previa.

La denominada conducta de enfermedad se asocia a la
enfermedad subjetiva y consiste en actividades que reflejan el
estado de enfermedad y/o la búsqueda de algún
remedio. Bajo estas circusntancias el individuo asume el rol de
enfermo, sobre todo si se ve reforzado por la familia, los amigos
y el médico (Sandín, 1993).

La investigación científica en este campo
no debe centrarse únicamente a conocer los mecanismos
biopsicosociales de la enfermedad, sino que resulta importante
determinar los mecanismos relacionados con la salud. Esta
orientación de promoción de la salud se instaura en
1982 mediante la creación de la APA de la División
38 denominada Psicología de la Salud. Previamente,
Catarrazo (1980) había definido la psicología de la
salud como el conjunto de:

Contribuciones de tipo educativo, científico y
profesional de la disciplina de la psicología para la
promoción y mantenimiento de la salud, la
prevención y tratamiento de la enfermedad, la
identificación de los correlatos etiológicos y
diagnósticos de la salud, la enfermedad y las disfunciones
relacionadas y para la mejora del sistema de la asistencia y
formación en política de salud. Surge entonces la
Psicología de la Salud como una disciplina que intenta
explicar desde su perspectiva el proceso
salud-enfermedad.

En este mismo sentido resulta imprescindible mostrar
varios trastornos que se corresponden con la clasificación
de psicosomáticos y que han sido tratados por la ciencia
psicológica como tal, lo que nos puede brindar una
visión actualizada del fenómeno en cuestión.
Por ahora, serán expuestos los más frecuentes,
porque describirlos en su totalidad sería una
ambición muy elevada.

Trastornos
asociados al sistema inmune

La implicación de los factores psicosociales
sobre la regulación y funcionamiento de la respuesta
inmune se ha venido consolidando paulatinamente. Las obras
publicadas por Ader y Cohen (1993) han demostrado que la
actividad inmunológica humoral y celular, al igual que
algunos parámetro psicológicos, pueden ser
modificados por procesos de condicionamiento clásico, las
investigaciones psicoinmunológicas han demostrado que el
estrés puede alterar algunos parámetros
específicos del funcionamiento inmunológico humano,
siendo esta de índole inmunosupresora. Es por ello que
resulta necesario apuntar que los trastornos vinculados
directamente con la actividad del sistema inmune podrían
explicarse por los efectos nocivos del estrés.

El sistema inmune es el complejo más importante
que posee el cuerpo humano para defenderse de las enfermedades
adquiridas y su función principal está asociada a
identificar y eliminar las sustancias extrañas que entran
en contacto con el organismo. Las células que conforman el
sistema inmune se originan en la médula ósea,
posteriormente se van madurándose y se concentran en
órganos específicos tales como el timo,
órganos linfáticos periféricos, el bazo y
los ganglios linfáticos. Dentro de este tipo de
células las más importantes son los leucocitos y se
plantea que existen tres categorías de estas los
granulocitos, los monocitos, y los linfocitos. Las dos primeras
forman parte de la inmunidad innata o no específica que
proporciona la primera línea de defensa con los
antígenos. Estos tres tipos de células poseen una
función específica de fagocitosis, cuya principal
función es ingerir y destruir los agentes extraños
potencialmente peligrosos. El reconocimiento de los
antígenos es llevado a cabo a través de los
macrófagos, que producen la interleucina-1 que estimula la
producción de linfocitos- T.

La tercera variedad de leucocitos, son los linfocitos
que resultan particularmente importantes en la destrucción
de los antígenos. Los linfocitos se agrupan en linfocitos
B y linfocitos T. Los primeros maduran en la médula y se
responsabilizan de la producción y secreción de
anticuerpos. A partir de estos se constituye la inmunidad
humoral, que protege al organismo de las infecciones bacterianas.
Por su parte, las segundas están implicadas en la
constitución de la inmunidad celular, la cual interviene
en la protección contra virus, neoplasias y hongos. Se
habla de la existencia de tres subtipos de células T,
denominadas células T colaboradoras, células T
asesinas, y células T supresoras. Las células T
colaboradoras son esenciales para la inmunidad humoral,
favoreciendo el crecimiento de los linfocitos B y estimulan la
síntesis de anticuerpos. Las células t
citotóxicas secretan sustancias tóxicas para los
antígenos produciendo una acción lesiva sobre
estos.

Las células T supresoras bloquean la
producción de celular B y T cuando éstas no son
necesarias, poniendo fin a la respuesta inmunológica. Al
margen de las células señaladas anteriormente se
presentan dos variedades más: las células asesinas
y las células asesinas naturales. Las primeras en
contraste con las células T asesinas sólo pueden
atacar al antígeno después de que esta haya sido
impregnada de anticuerpos. Las células asesinas naturales
son capaces de destruir antígenos son ayuda del resto del
sistema inmune, desempeñando un papel relevante en la
destrucción de las células infectadas por virus,
así como la eliminación de células
tumorales.

Finalmente el término inmunocompetnecia hace
referencia al grado en que el sistema inmune es activo y efectivo
para evitar el desarrollo de enfermedades inducidas por
diferentes agentes patógenos. Enfermedades comunes como la
artritis reumatoide, lupus, y la esclerosisis múltiple
parecen asociarse a un incremento en la proporción de los
dos tipos de linfocitos T.

En este mismo sentido se ha demostrado la
relación existente entre el sistema neuroendocrino y el
sistema inmune. Esta acción se lleva a cabo a
través de los neurotransmisores, que median la actividad
inmunológicamente directamente. Se plantea que la
seretonina, la dopamina, noradrenalina y la adrenalina tienen un
papel importante en las actividades defensivas
inmunológicas, al igual que el nivel de catecolamina se
asocia al incremento de las enfermedades respiratorias.
Actualmente suele asumirse que la respuesta inmunológica
está mediada por la actividad del sistema
hipotálamo-hipófiso-suprarrenal y las hormonas
asociadas a este sistema como los glucocorticoides y la hormona
hipofisiaria.

Factores
psicológicos e inmunocompetencia

Las variables psicosociales modifican de manera
importante la función inmunológica. La evidencia
surgida en este tópico ha estado relacionada con el
contexto del estrés psicosocial y de la influencia de los
estados emocionales negativos, especialmente de la
presión, como elementos moduladores del sistema inmune. Se
plantea que las situaciones estresantes son muy diversas, en
espacial los eventos relacionados con pérdidas, desempleo,
estrés académico, divorcio, separación, son
las que han recibido mayor atención y que son capaces de
producir decrementos en la inmunocompetencia, manifestadas a
través de cambios cualitativos y cuantitativos en las
células asesinas naturales y en los linfocitos T y B. Se
plantea además que en situaciones de estrés agudo
se observa un incremento de cortisol, así como la
asociación entre la depresión y el efecto
inmunosupresivo.

La relación entre el estrés y el sistema
inmune fue estudiada en 1993 por Herbert y Cohen. La
función inmunológica estudiada fue la respuesta de
proliferación de linfocitos a la estimulación con
antígenos PHA y Con 4 y la actividad de las células
asesinas naturales. Las categorías de variables de
estrés incluidas en el estudio fueron las
siguientes:

  • a. Sucesos. Incluye eventos de pérdida,
    divorcio, estrés por atender a alguien,
    exámenes, desempleo y vivir cerca de zonas de riesgo
    radioactivo.

  • b. Estrés a largo plazo. Estresares
    naturales por más de un mes de
    duración.

  • c. Estrés a corto plazo. Estresares
    naturales de corta duración.

  • d. Estrés interpersonal.

  • e. Estrés no social.

  • f. Autoinforme de estrés.

Los resultados arrojaron una disminución de la
competencia inmunológica asociada al estrés, se ha
contemplado además la posibilidad de incrementar la
función inmune mediante las estrategias de
intervención focalizadas en la reducción del
estrés. Una de las consecuencias mayores es la
aparición de ansiedad y depresión. En este sentido
la relación entre los trastornos afectivos y la inmunidad
ha sido revisada en numerosas publicaciones. A
continuación se hará una revisión de los
trastornos más frecuentes en el sistema inmune.

I. Cáncer

Las primeras referencias que vincularon los factores
psicológicos con el cáncer aparecieron en siglo
XIX, cuando Show (1983; citado por Cooper, 1981) observó
que de un total de 250 historias clínicas de pacientes con
cáncer, en 156 habían precedentes de problemas
afectivos, relacionados específicamente con
pérdidas en la aparición del trastorno. A comienzos
del siglo XX en el libro de Evans (1926, citado por Cooper 1988)
sobre un estudio psicológico del cáncer se vuelve a
señalar que una de las causas de la enfermedad esta la
pérdida de un motivo de amor o de una reacción
emocional importante. Desde fechas pasadas, hasta la actualidad
se han hecho revisiones teóricas de importante valor,
aportando un amplio cúmulo de observaciones
clínicas y datos que han permitido corroborar la
implicación de los factores psicológicos y
conductuales de esta enfermedad.

Se proponen entonces dos vías complementarias a
través de las cuales los factores comportamentales y
psicosociales afectan al cáncer. Se plantea que
determinadas conductas específicas pueden incrementar
indirectamente el riesgo de padecer cáncer, al exponer a
los sujetos a cancerígenos potenciales o alterar la
supervivencia. Por otra parte, las variables emocionales, las
estrategias de afrontamiento y el estrés afectan
directamente al medio interno, influyendo sobre el riesgo y la
supervivencia.

Los efectos negativos del estrés en la
activación de los procesos cancerígenos, es de
probada evidencia en la actualidad, lo que si no cabe duda es que
los diferentes estresores pueden tener disímiles efectos
en la salud. En este sentido, el concepto de cronicidad del
estresor constituye una dimensión relevante a tener en
cuenta. Se ha analizado la incidencia de los acontecimientos
vitales estresantes en pacientes con cáncer,
demostrándose el aumento en la incidencia de estos
momentos previos en la aparición del cáncer. Se
plantea además que el cáncer se relaciona con
factores que facilitan el desarrollo de reacciones de
indefensión y desesperanza, ausencia de control, y en
general formas pasivas de afrontamiento.

La idea de que ciertos características
psicológicas pueden jugar un papel relevante en el
desarrollo del cáncer ha sido abordad desde la
época de Galeno y se ha constatado que tiende a
presentarse en individuos opacados, no agresivos e incapaces de
expresar sus emociones adecuadamente. En 1985, el Dr. Wilfred
Parker refirió que la aflicción aparece en especial
frecuencia en el historial de pacientes con cáncer de
mama. En este sentido existirían entonces dos tipos de
características psicológicas precursoras del
cáncer. La inhibición, represión y
negación de las reacciones emocionales, especialmente la
inhibición de la ira y las expresiones agresivas. Este
tipo de variables contribuyó al desarrollo del constructo
denominado personalidad tipo C como patrón contrapuesto al
de tipo A y diferente al de tipo B. la otra característica
se ha centrado en la dificultad para hacer frente de forma activa
a situaciones de estrés, vinculadas a sentimientos de
indefensión, desesperanza, estas últimas variables
se han asociado al fenómeno de progresión o curso
del cáncer.

Otras hipótesis apuntan al papel del apoyo social
en la progresión y curso de la enfermedad, lo que puede
operar cognitivamente modulando y reforzando soluciones activas
de afrontamiento sobre las fases de la enfermedad, las
estrategias exitosas de afrontamiento incrementan la autoestima,
reducen la depresión y a su vez las concomitantes
fisiológicas de estrés permiten que las funciones
inmunes y endocrinas retomen el balance homeostático.
Así mismo, si el poyo social permite un afrontamiento del
estrés más eficaz esto podría ayudar al
sujeto a evitar las consecuencias emocionales y cognitivas
negativas, permitiendo una resolución adecuada de las
mismas, incrementando la adherencia al tratamiento, y
disminuyéndose la recurrencia del trastorno.

Otro elemento importante es el hecho de que el sistema
inmune constituye un elemento crucial para el control del
cáncer, ya que por una parte es capaz de identificar y
destruir los agentes cancerígenos antes de que invadan el
organismo, así como identificar y destruir los tejidos
cancerosos antes de que el ritmo de reproducción celular
se acelere desmesuradamente.

La relación del sistema inmune y los procesos
implicados en el cáncer se explica a partir de la
teoría sobre la vigilancia inmunológica. La misma
postula que las células neoplásicas que se forman
regularmente en el organismo son eliminadas a través de
ciertos mecanismos inmunológicos. La importancia evolutiva
de la vigilancia inmunológica estriba en prevenir el
desarrollo de células mutantes malignas. Los mecanismos de
vigilancia se han identificado como un sistema de inmunidad
celular natural, que implicando a los linfocitos T, a los
macrófagos y a las células asesinas naturales,
especializadas en destruir las células
tumorales.

Un descenso inmunológico en estos tres tipos de
células incrementa la vulnerabilidad del organismo al
desarrollo de células cancerígenas. Sin embargo,
Sandín (1993) concluye que sólo algunas
células neoplásicas son suficiente
antigénicas como para ser detectadas y eliminadas por el
sistema inmune, dado que las células naturales asesinas
pueden actuar sin necesidad de reconocer un antígeno
específico, es por ello que se le concede un papel central
en el posible sistema de vigilancia inmunológica. En
relación a esta teoría se han sugerido varias
críticas y se le cuestiona su operatividad para explicar
todos los tipos de tumores, si se tiene en cuenta que diferentes
cánceres pueden responder a distintas etiologías y
diferentes pronósticos.

II. Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida
(VIH)

En el momento actual los análisis que en torno al
SIDA se han hecho es si los sujetos portadores de VIH es parte de
la inevitable progresión de la enfermedad o depende de
factores externos que actúan como mecanismos elicitadores
del trastorno, ya que la presencia del virus es sólo una
condición necesaria, pero no suficiente para que aparezca
la enfermedad. Existe un acuerdo en señalar que las
variables de carácter psicosocial y en concreto los
factores estresantes, pueden reactivar la seropositividad
incrementándose la posibilidad de ocurrencia del SIDA al
originar una reducción en las respuestas
inmunológicas. Los estresores psicosociales, y las
variables emocionales negativas en combinación con
estímulos patógenos pueden estar en la base
etiológica de la enfermedad.

III. Alergias y problemas en la piel

En relación a estos trastornos existen pocas
investigaciones que demuestran la implicación de los
factores psicológicos en la aparición y desarrollo
de los mismos. Muchas de estas hipótesis han sido de corte
psicoanalítico, que recurren a explicaciones diversas.
Según estas teorías los trastornos alérgicos
se explican por una excesiva experiencia de dependencia infantil
asociada a una conducta de dominancia de la madre. Por otra
parte, algunas teorías han asociado el estrés con
la formación de un posible anticuerpo específico
alérgico y se ha demostrado la relación del
estrés y el brote o exacerbación de reacciones
alérgicas en personas predispuestas.

Los trastornos alérgicos y de la piel tienen un
componente hereditario, que se puede denominar vulnerabilidad
inmunológica, sobre esta vulnerabilidad los factores
estresantes pueden provocar cambios emocionales y de
afrontamiento que puede afectar la eficacia de la función
inmunológica. Se plantea que los trastornos de la piel
pueden alterarse a través de mecanismos directos inducidos
por la activación del sistema nervioso
autónomo.

IV. Artritis Reumatoide

La posible influencia de los factores
psicológicos en el comienzo de esta alteración
inmune se remonta a principios del siglo. Los primeros
planteamientos fueron hechos por Alexander en 1950, quien
incluyó esta enfermedad entre los siete trastornos
psicosomáticos más importantes. Se plantea que el
comienzo y el agravamiento de la enfermedad están
relacionados con la presencia de acontecimientos estresantes. Los
estresores menores predicen de forma más satisfactoria que
las mayores, las fluctuaciones observadas en la enfermedad,
aunque también existe consenso en que el comienzo de la
artritis puede predecirse desde otros factores diferentes y/o
adicionales al estrés.

V. Enfermedades infecciosas

Estas constituyen un grupo heterogéneo de
trastornos causados por virus, bacterias, y hongos. El papel que
ejercen los factores psicológicos para incrementar la
susceptibilidad del organismo ha sido planteado a través
de reiterados estudios. Se plantea que el estrés y su
relación con trastornos de tipo infecciosos se asemejan a
la relación entre estrés y funcionamiento
inmunológico.

La tuberculosis posee un fuerte componente
psicológico. Diversos estudios han asociado las
situaciones las situaciones psicológicas adversas con el
comienzo de infecciones respiratorias leves. El estudio de las
variables psicológicas asociadas a la mononucleosis y al
herpes simple, han arrojado resultados conflictivos y
contradictorios.

De manera general se ha elaborado una teoría para
explicar la relación del estrés con las
enfermedades infecciosas. La susceptibilidad a la
infección está mediatizada por la función
inmune predominantemente. Finalmente el desarrollo de la
enfermedad infecciosa puede ocurrir por exposición a
determinados agentes patógenos, en el que juegan un papel
importante las estrategias de afrontamiento social, se entiende
que el mayor número de interacciones sociales que el
individuo utiliza como amortiguador de los eventos estresantes
supondría un incremento en la interacción con otras
personas. En relación al curso de la enfermedad
infecciosa, se plantea que el estrés puede influir sobre
el curso y la severidad de las enfermedades infecciosas mediante
una acción directa sobre el tejido implicado en la
enfermedad.

Trastornos cardiovasculares

I. Factores psicológicos y cardiopatía
coronaria

Los factores de riesgo cardiovascular no han sido
suficientemente para explicar el elevado porcentaje de muertes
producidas por las enfermedades coronarias. Por otra parte,
algunos de estos factores constituyen hábitos de conducta
relacionados con la salud e influidos por procesos
psicológicos que pueden servir al sujeto como estrategias
de afrontamiento del estrés o la ansiedad. Además
se ha venido destacando la particular importancia que
desempeñan los factores psicológicos relacionados
más o menos directamente con el estrés.

Se ha planteado que el estrés psicosocial, la
conducta tipo A, el complejo ira-hostilidad-agresión, y el
tipo de reacción interpersonal al estrés, se
plantean como factores de riesgo coronario que pueden ejercer su
efecto negativo.

Se ha demostrado que los individuos que han sido
afectados con infarto de miocardio o que han muerto
súbitamente por causas cardíacas, han experimentado
un exceso de sucesos vitales durante las semanas o meses
precedentes y existe una asociación entre la severidad del
problema cardíaco y el número de cambios vitales
(Theorell, 1982). Una de las críticas más
consistentes que se le ha hecho a este enfoque es que no se ha
establecido la diferenciación, según cada persona
del impacto de los sucesos vitales pertenecientes a áreas
diversas como el trabajo, la familia, finanzas, predicen la
ocurrencia de angina de pecho e infarto de miocardio.

Existen una serie de mecanismos psicofisiológicos
que influyen decisivamente en la aparición y desarrollo de
las enfermedades coronarias. Se plantea que el eje
hipotálamo-hipófiso-médula-suprarrenal ha
sido el principal nexo sobre el que se han formulado las
hipótesis que vinculan las variables psicológicas
de los trastornos cardiovasculares.

La médula suprarrenal secreta las hormonas
catecolaminas, la adrenalina es vasosupresora y aumenta la
presión arterial, estimula el músculo
cardíaco y aumenta el output y gasto del corazón.
La noradrenalina se libera como respuesta a la
hipotensión, siendo un importante vasosupresor. El
incremento de catecolaminas se asocia a la hipertensión
esencial, importante factor de riesgo de la enfermedad coronaria.
El incremento de estas hormonas puede incrementar o descompensar
una insuficiencia cardiaca o una isquemia en pacientes con
reserva cardiaca disminuida.

Distintos factores psicológicos pueden influir
por mediación del sistema nervioso autónomo, en
otros mecanismos patofisiológicos como arritmias, la
isquemia del miocardio, el tono muscular coronario y la
agregación plaquetaria que pueden ser importantes
precursores de la muerte súbita cardiaca. En
relación a la hostilidad esta pudiera explicarse a
través del aumento en la reactividad cardiovascular. Los
individuos hostiles experimentan la reactividad
fisiológica como respuesta a agentes estresantes,
propiciando activamente más frecuentes e intensas
condiciones de estrés en relación transaccional con
el entorno.

En la explicación de los diferentes mecanismos
psicofisiológicos involucrados en la génesis y
evolución de la enfermedad coronaria implica la
consideración de los factores hereditarios, de
personalidad, sociales, y psicosociales, interactuando entre
sí.

Trastornos Gastrointestinales

En la actualidad se está produciendo un renovado
interés por el estudio de los factores psicológicos
de los trastornos gastrointestinales. Se ha demostrado que este
sistema se relaciona de forma muy estrecha con los procesos
psicofisológicos asociados al estrés, mediado por
la activación del sistema nervioso autónomo. Se ha
retomado la idea de que los factores psicosociales juegan un
papel esencial en relación a los problemas que aquejan a
este sistema, tienen un papel importante en la etiología,
mantenimiento o remisión de la sintomatología.
Podemos encontrar los siguientes:

I. Ulcera péptica

Con relación a este trastorno se ha postulado que
los sucesos vitales estresantes pueden contribuir
significativamente a la etiología, particularmente en la
úlcera duodenal, asumiéndose que las reacciones
psicofisiológicas relacionadas con la respuesta de
estrés determinan el incremento de la secreción de
ácidos responsables del trastorno.

II. Síndrome de Intestino
Irritable

Los síntomas originados por un aumento de la
respuesta matriz intestinal (colon), a estímulos que
afectan al tracto intestinal y/o por un aumento de la
sensibilidad visceral a estos estímulos vía sistema
nervioso central y autónomo. Respecto a los
síntomas se plantea que origina en los receptores
sensibles a la distensión provocada por la presencia de
gases, heces o contracciones espásticas del intestino en
la porción distal del colón. Se plantea que los
pacientes que sufren este síndrome tienen alteraciones en
la percepción del dolor o alteraciones en la
trasmisión del dolor visceral.

Este tipo de trastorno ha sido muy estudiado desde el
punto de vista psicológico, pues no se ha podido asociar a
trastornos orgánicos objetivables. Las
características de la morbilidad del síndrome hacen
que el paciente desarrolle una serie de comportamientos
relacionados con sus síntomas y que sin determinantes en
la manera en que cómo el paciente percibe, evalúa y
acepta los síntomas presentes. Estos comportamientos son
determinados por factores psicosociales, es por ello que las
implicaciones clínicas no bastan con la evaluación
y tratamiento de los síntomas fisiológicos, sino
que debe prestarse atención a la contribución de
estos factores.

Trastornos Respiratorios

I. Asma Bronquial

La respiración constituye un fenómeno
estrechamente relacionado con los fenómenos
psicológicos, en particular con aquellos que implican
activación autónoma. Los aspectos
psicológicos asociados al asma han sido tratados hace ya
algún tiempo al definida como una enfermedad
psicosomática. Esto conlleva al análisis desde dos
perspectivas, por una parte el estudio de las variables
psicológicas que favorecen la indicción de crisis
de asma y la segunda el estudio de ciertas variables
disposicionales como la ansiedad-rasgo y los estilos cognitivos o
bien trastornos tales como la ansiedad y la depresión que
ejercen una influencia notable en la evolución del
asma.

La presencia de disnea se explica a partir de la
presencia de factores cognitivos, tales como las creencias, las
expectativas, o bien por características
personológica, Con relación a los estudios que
pretenden determinar la existencia de relaciones entre
evolución y/o pronóstico del asma y las
disposiciones o rasgos de personalidad, normales o
patológicos.

Diabetes Mellitus

Aunque en un inicio la diabetes era considerada como un
trastorno endocrino, a finales de los años setenta y hasta
la fecha se ha venido constatando un marcado interés a
analizar este trastorno desde un punto de vista
psicológico. Lo que se vio justificada al concluir que los
niveles de glucosa en sangre, inducidos mediante la insulina,
eran susceptibles, al igual que los parámetros
inmunológicos mediante los mecanismos de condicionamiento
clásico. Más que analizar la influencia de estos
factores, se ha analizado la influencia del estrés sobre
dicha enfermedad. Se plantea que el estrés puede
incrementar los niveles de glucosa en sangre a través de
la secreción de hormonas. El estrés influye en el
agravamiento de la diabetes, alterando el metabolismo de la
glucosa asociada al incremento de eventos negativos.

Dolor Crónico

El dolor crónico representa uno de los mayores
problemas de salud en la actualidad. Constituye el principal
motivo de demanda de atención médica y en
términos económicos suponiendo altos costos. A esto
se debe sumar los costos sociales que se refieren a las
interferencias que el problema ocasiona en la vida de las
personas. Se plantea que el dolor disfuncional se caracteriza por
la presencia de un desajuste psicofisiológico, que puede
explicar su origen y funcionamiento.

Conclusiones

Una vez que hemos culminado la revisión sobre el
tema se ha llegado a la conclusión como se ha manejado
desde el principio, lo controvertido que resulta el tema desde
los resultados actuales de las investigaciones, las cuales cada
vez más nos arrojan resultados más confiables a la
hora de abordar el proceso salud-enfermedad, y asumir posiciones
teóricas que permitan avanzar en sus análisis. Lo
cierto es que todas las enfermedades físicas tienen en
sí un alto componente psicológico, y viceversa lo
que debe ser tomado en cuenta no sólo por loas
psicólogos sino por los profesionales de las ciencias
médicas, quienes tienen por delante un camino por avanzar
y descubrir en el complejo mundo que resulta el proceso
salud-enfermedad.

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Autor:

MsC. Vanessa Montiel
Castillo

 

Partes: 1, 2
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