Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Bajo las alas del águila (José Rodríguez Cerna)




Enviado por Ariel Batres V.



Partes: 1, 2, 3

  1. Resumen
  2. Algunos rasgos
    biográficos
  3. Producción literaria (ensayo y
    crónicas)
  4. Reseña de Bajo las alas del
    águila (1942)
  5. Fuentes consultadas

Monografias.com

Resumen

El guatemalteco José Rodríguez Cerna,
publicó Bajo las alas del águila
(Guatemala : Tipografía Nacional, 1942. 249 p. ; 20 cm.).
Entretenida colección de 68 crónicas, de dos a
cuatro páginas de extensión cada una, escritas por
el autor a partir de reminiscencias de lo que observó y
vivió durante su estancia en los Estados Unidos,
particularmente en California y en ésta dentro de la
ciudad de San Francisco.

Bajo las alas del águila (1942), debe su
nombre a que del total de narraciones personales que incluye, 67
de las mismas fueron redactadas en los Estados Unidos -en
ciudades como San Francisco y Los Ángeles-, a
excepción de una ("Con todos los respetos") que fuera
elaborada en Madrid (página 212). Obviamente que el
águila es una evidente referencia al
águila calva que como ave nacional figura en los emblemas
de dicha nación, como por ejemplo "las monedas en que el
águila impera, poderosa y rapaz" ("La bofetada que vale un
millón"; página 203), donde el calificativo de
rapaz se aplica a muchos ciudadanos y capitalistas de dicha
nación: usureros, codiciosos o avarientos, que
sinónimos hay muchos para describir "sentimientos"
alrededor del becerro de oro que es el dinero.

Para fines de exposición, en las páginas
que siguen se presenta la temática relacionada con algunos
rasgos biográficos de José Rodríguez Cerna
(1885-1952), su producción literaria que abarca ensayos,
crónicas y cuentos; y, finalmente, la reseña de
Bajo las alas del águila (1942).

Monografias.com

José Rodríguez Cerna
[1]

Algunos rasgos
biográficos

El abogado, escritor, periodista y diplomático
guatemalteco José Rodríguez Cerna nació en
San Luis Jilotepeque (Jalapa), el 18 de septiembre de 1885 y
falleció en la capital de Guatemala el 20 de julio de
1952.

Fueron sus padres el general José Natividad
Rodríguez y doña Carmen Cerna; su hermano el
Licenciado Carlos Rodríguez Cerna también fue
calificado de "recio periodista y magnífico poeta".
[2]Efectuó estudios en el Colegio de
Infantes de Guatemala, de bachillerato en El Salvador y de
abogado y notario en Guatemala, en la Universidad de San Carlos,
de la que como representante estudiantil asistió al Primer
Congreso de Estudiantes Universitarios de Centro América
celebrado en Managua en 1903; se graduó el 14 de noviembre
de 1905 con la tesis "La profesión de Abogado".
[3]Contrajo matrimonio con Elvira Sandoval,
procreando 3 hijos y una hija.

Desde su juventud publicó artículos en
revistas y periódicos de Guatemala. Fue Director adjunto
del diario "La República" en 1908 y Director del mismo en
1909, siendo a la vez Director de la revista "Electra" en este
último año; Secretario de la Oficina Internacional
Centroamericana y al mismo tiempo director de la revista "Centro
América" publicada por dicha Oficina, de 1913 a 1918;
[4]redactor del periódico "El Imparcial" en
1922; redactor en el Diario de Centroamérica en 1919 y
Director del mismo a partir de 1922 hasta 1930. Co-Fundador de la
Asociación de Abogados de Guatemala en octubre de 1922;
firman el acta original 108 abogados.
[5]

En 1924 la Sociedad de Geografía e Historia de
Guatemala (fundada en octubre de 1923), lo acepta en calidad de
miembro, ofreciendo como trabajo de ingreso el sencillo
opúsculo escrito en dos páginas, La sin ventura
doña Beatriz de la Cueva
, el cual leyera en
alocución dirigida a los socios. [6]El
presidente de la Junta directiva de la Sociedad (que en 1979
cambió su nombre por el de Academia), lo era el licenciado
Antonio Batres Jáuregui, con quien tenía fuerte
amistad y experiencias conjuntas de trabajo en la
redacción del periódico de la conocida como
"Convención Nacional" en 1917.

Se desempeñó como Cónsul de
Guatemala en San Francisco, California. Posteriormente, estando
en España, a partir de 1930 como Cónsul de
Guatemala en Madrid, continuó su labor publicando en dicho
país dos de sus obras y escribiendo crónicas en el
periódico "La Libertad" de Madrid. Al regresar a
Guatemala, en 1932 continuó su labor periodística
en "El Imparcial", diario del cual fue asiduo colaborador hasta
su muerte, y en "El Liberal Progresista", semioficial.
Artículos suyos fueron publicados también en
algunos periódicos salvadoreños, hondureños
y en el "Diario de Costa Rica". Sufrió un derrame cerebral
que le provocó parálisis, de la cual
adoleció durante los últimos años su vida,
que le obligó a conducirse por medio de silla de ruedas.
Sin embargo, tal deficiencia física no le impidió
seguir escribiendo y a la vez desempeñar un último
cargo público: Presidente del Tribunal de lo
Contencioso-Administrativo. [7]

Varios de sus artículos y crónicas
publicadas en los periódicos, están firmados con
los seudónimos: Hernani, Barba Azul,
Martín Paz, Casa Roja y Juan
Chapín
. [8]

De su paso por el diario "La República" como
Director en 1909, Rodríguez Cerna le entra a las memorias
en una de sus crónicas, "Recuerdo personal" incluida en
Interiores (Semblanzas y Paisajes) cuya primera
edición data de 1942, donde a la par de contar los
avatares acerca de cómo y por qué llegó a
hacerse cargo de la dirección, apoyado por el poeta
Joaquín Méndez, cantor de Estrada Cabrera, y de
paso reconocer que era prácticamente un "mil usos", de
paso describe el ambiente cultural y político de la
época, donde los periódicos eran por demás
anodinos y había que rellenarlos con antologías
literarias a falta de información noticiosa, como por
ejemplo un inocente concurso acerca de la mujer soñada, en
el cual participó el poeta José Santos Chocano,
preferido del dictador porque también le cantaba bonitas
alabanzas a su emporcamiento, y él se las creía, o
bien otra "discusión" respecto a si Juana la loca en
verdad lo fue tal. En cierto modo, el país era una
cárcel y para escapar la gente se refugiaba en la
literatura. A pesar que el diario era pequeño en su
extensión, de tan solo cuatro páginas, la tarea de
siete oficios lo dejó extenuado:

"Hace mucho tiempo ¿cuánto? Me fue
propuesta intempestivamente la dirección del diario "La
República", en el cual yo gastaba mis primeros
fósforos de colaboración ocasional y gratuita.
Porque entonces el que le publicaran a uno algo suponía
honra y no remuneración. Y aun había que rogar para
la admisión de los primeros ensayos. Mi antecesor y
siempre amigo el poeta Pío M. Riépele, era de
benévola manga ancha para los nuevos, que no nos
contábamos por generaciones, y con tal que no fuesen
modernistas, pues en su impermeable clasicismo les tenía
jurado más odio que Tertuliano a los paganos o San
Agustín a los maniqueos.

[…]

La mencionada dirección no era canonjía,
ni mucho menos. Mas mi bigotito negro se erguía por el
inesperado honor, el cual no se me hacía por mis dudosos
méritos, sino porque la empresa naufragante no encontraba
otro palo en qué ahorcarse. Mi ajada vanidad supo
después que yo había sido escogido como una especie
de pararrayos para evitar su clausura. Se me eligió, no
por mi amistad con el imperante, que no la hubo sino en los
últimos días de su ocaso y por muy especiales
razones de gratitud, sino con el indiscutiblemente más
talentoso, culto y hábil de sus ministros: don
Joaquín Méndez, de tan fina y alta aristocracia
literaria y cuya vejez anacreóntica estoy contemplando con
cariño sin menguante.

Sucedía que el suspicaz don Manuel Estrada
Cabrera le había puesto proa de persecutorias
desconfianzas a don Marcial García Salas, propietario del
periódico y muy listo y hábil abogado, el cual,
como le acontecía con frecuencia, estaba entonces
escondido de los lebreles oficiales. Era matemático:
cuando don Marcial no caía preso, andaba huyendo.
Parecía cosa de folletín por entregas. Y era
más angustiosa la situación, porque en esos
días le fue arrebatado el servicio cablegráfico a
"La República", que era como privarla de la voz, las manos
y los pies, ya que era lo único interesante que
traía dentro del obligado y mortal anodinismo de la
prensa. Sin la información exterior, de la que
tenía la exclusiva, el periódico no valía
dos pitos, a pesar de su tradición.

Méndez, con quien consulté el caso, pues
no era asunto de meterme tontamente en la boca del lobo, me dijo:
"Lo buscan a usted porque saben que su amistad conmigo es
salvaguardia para ellos. Acepte y no tenga cuidado". Y así
me encontré al frente de un diario de cuatro
páginas, sin cablegramas ni redactores que me ayudasen.
[…]

[…] este estilista, como me llaman
burlándose de mí, lo hacía todo en calidad
de agobiado sieteoficios: algunos editoriales, la sección
social, el manejo de tijeras y la corrección de
pruebas.

Las tales tijeras suplían tal cual los
cablegramas, que pasaron forcivoluntariamente al Diario de Centro
América. Para los rellenos acudí, en busca de
algún descanso, a impensado y fácil procedimiento:
llenar la primera página con tres folletines […]
Pero las suscripciones bajaron, y en uno de sus entreactos de
libertad, don Marcial me llamó al orden, con lo cual "La
República" dejó de ser mera antología y se
varió un poco más; entre otras cosas, con cierto
famoso y pueril concurso sobre la mujer soñada, que
cayó como piedra en soñoliento charco,
encendió críticas, enfureció vanidades y
estuvo a punto de ocasionar un duelo entre don Pedro Milla, mi
sucesor, y Chocano. Este último distribuyó
violencias con motivo de esa inocentada, se ganó odios y
arremolinó tempestades.

Ese paréntesis demuestra que el alma nacional
buscaba respiraderos y escapes para manifestarse de alguna manera
por cualquier resquicio. También comenzó a llamar
la atención y concluyó por aburrir, una eterna
discusión que sostuve con Milla sobre si estuvo o no loca
doña Juana, la viuda de don Felipe el Hermoso. El
sostenía que sí y yo la tesis contraria, que
todavía me parece la verdadera. […]

En el fondo, estuve a punto de dejar los huesos en
aquella pesadísima tarea, posible generadora de
neurastenia y desequilibrios posteriores y que sostenían
mis no muy ingentes hombros de Atlante. Fatigaban y
aburrían además las calles de horribles hoyos y
piedras, los soldados y policías malévolos,
mugrientos y pedigüeños, la falta de estímulos
del exterior (salvo las tiples de opereta u ópera) y la
insalvable reja de los días prisioneros. Quizá ese
pesado ambiente contribuía a que hubiese tanto ingenuo
entusiasmo por la literatura.

Uno se escapaba de uno mismo como podía, cortando
orgiásticas rosas, que luego se putrescían en las
sienes y las manos. La guerra europea trajo los primeros grandes
vientos emocionales de sensacionalismo, [9]bien
aprovechado por el instinto periodístico de Virgilio
Rodríguez Beteta. [10]

Se desconocían o desdeñaban modernismos
literarios que en otras partes hasta habían fenecido ya, y
pesados escritores españoles era casi únicos
modelos, no tanto por artistas como por castizos. Un "que"
galicado era digno de excomunión mayor y garrote vil.
Había fieros mastines del idioma, considerándolo
como fin en sí mismos y no como medio; y cerrábamos
puertas (no todos…) a las luces nuevas que devoraban ya en
incendio leguas de viejos pensares, preparando terrenos para
gozosas cosechas.

Después de todo, aquellos tristes días
estaban compuestos de horas simpáticas y alegres."
[11]

Y si un "que" galicado o afrancesado era motivo para
lograr la excomunión que ordenaban algunos puristas del
idioma castellano, no lo fue así para todos, caso del
poeta Joaquín Méndez, adulador de Estrada Cabrera y
su representante en la embajada de Guatemala en Estados Unidos de
1911 a 1920, y quien antes de aprender el español siendo
niño, ya sabía francés, pensaba en
francés y vivió en París varios años.
Rodríguez Cerna lo recuerda con cariño en una
elegía escrita después de la muerte del cantor al
dictador de los 22 años; fue Méndez quien en 1905
describió maravillas de Estrada Cabrera como las
siguientes:

"Es cultísimo. Con esa cultura que para el
observador, parte del centro á la periferia." "El frac y
la corbata blanca acentuados por la banda presidencial, sirven de
base á aquella cabeza á la vez altiva y modesta,
que guarda un perfecto equilibrio entre la conciencia de lo que
se vale y lo que se debe en miramiento a los demás."
"Verdadero intelectual tiene una lógica sana,
clarísima, inflexible. Spencer y Stuart Mill le hubiera
colocado á la cabeza de sus alumnos más
aventajados. Cuando se debate un asunto de gobierno y diversas
opiniones se encuentran y chocan, él escucha las ideas de
todos, y de pronto expresa la suya, la más práctica
de todas. Y piensa con tal profundidad como fácil es su
lenguaje. Estudia, medita, sondea, pesa el pro y la contra de
todo, y cuando se decide por un extremo, indudablemente lo tiene
perfectamente conocido" [12]

Sin embargo, Rodríguez Cerna recuerda a
Joaquín Méndez como amigo durante 30 años,
quien le prestó dinero cuando lo necesitó, lo
libró de la cárcel gracias a sus influencias con el
gobernante y le enseñó a conocer a los autores
griegos, franceses y alemanes, y cuándo éste
falleció a la edad de 80 el cronista pasa revista a lo que
pudo hacer por las letras guatemaltecas, donde impulsó el
modernismo junto con Domingo Estrada y Rubén
Darío:

"Él y sus sincrónicos hermanos suprimieron
golas, desentumecieron rigideces, quitaron vendas, destrozaron
acordeones que jadeaban asmas retóricas. Dulces vinos de
Francia se fueron cantando por el asombro de las venas. Tuvo
entre los dedos un tacto distinto y en el espíritu otra
sensibilidad. Trajo mensajes, encontró rutas, dio a las
letras -con Rubén y Estrada- un sentido de finura y
delicadeza, con trinares matinales hacia el alba
naciente.

Francia le dio la agilidad, el tacto, la armonía
y la hondura clara: vale decir las alas. A ella le debió
el don del vuelo. Y sé que en él había
pulsación arterial francesa; y es que en las rodillas
maternales supo el francés antes que el español, y
en París encontró el primer camino de sus
iniciaciones.

[…]

En los tiempos en que nuestra política se hizo
curialesca, untuosa y cruel, supo darle el acento de
distinción de que carecía, ennobleciéndola a
ratos, embelleciéndola siempre. Y en lo eterno e
invisible, la fraternidad de Petronio.

[…]

Darse plenamente, vivir en selección
íntima y externa, fue secreto de euforia que mantuvo
savias en su tronco senecto. Soy ejemplo de ello, a través
de amistad fortificada por más de treinta años. Y
siempre me agradeció el haberme servido en tantas
múltiples formas. Me inició en los sagrados
secretos griegos, haciendo que acerca a ellos los trémulos
labios, y en los antiguos y modernos de las literaturas francesa
y alemana. Una vez me libró de ir a la cárcel
deshaciendo rápidamente la intriga de un ministro de
Relaciones Exteriores sádico e imbécil. Otra me dio
diez veces más de lo que le solicitara en ocasión
de penuria, y jamás quiso saber de qué le hablaba
cuando quise reintegrarle. Y me hizo la merced de dejarme el
manuscrito de sus Memorias, que me empeñaré en
publicar." [13]

Cosa curiosa: en varias de sus crónicas de
prensa, Rodríguez Cerna ofreció algunas lisonjas a
Manuel Estrada Cabrera, exaltándolo como gobernante
distinguido y preclaro, así como por las obras materiales,
muy escasas por cierto, que se le pueden reconocer, agregando que
en lo referente a educación todo estaba muy bien; las
famosas "Fiestas de Minerva o Minervalias" que se realizaban
desde 1899 por iniciativa de Rafael Spínola,
[14]como que lo tenían obnubilado. De igual
forma, en 1915 formó parte del "Club de Intelectuales" que
dirigió un Manifiesto público al mandatario a
través del cual le dicen que:

"[…] en esta hora solemne se oirá nuestra
voz vibrante que proclama muy alto el nombre ilustre del eminente
jurisconsulto y expertísimo estadista , señor
licenciado don Manuel Estrada Cabrera, Benemérito de la
Patria, como el ciudadano que por sus indiscutibles
méritos, brillantes antecedentes e infatigable labor, es
el llamado a continuar impulsando a Guatemala, con el
beneplácito de todos, por el sendero del progreso y del
engrandecimiento, y en quien reconocemos mayores aptitudes para
salvar con habilidad e inteligencia los escollos y tropiezos
[…] os proclamamos nuestro candidato para ejercer la
Presidencia de la República durante el próximo
período constitucional" [15]

Cabe anotar que entre los firmantes del desafortunado
"Manifiesto" aparecen: Antonio Batres Jáuregui, Salvador
Falla, Máximo Soto Hall, Alberto Mencos, Virgilio
Rodríguez Beteta y Adrián Recinos, en su calidad de
miembros de la junta directiva del "Club de Intelectuales", a los
que se agregan los nombres, entre otros, de: Arturo Ubico (padre
de Jorge Ubico), José María Reina Andrade, Enrique
Arís, Félix Calderón Ávila,
José Santos Chocano, Rubén Darío, Flavio
Herrera, José María Orellana, José y su
hermano Carlos Rodríguez Cerna, Magdalena Spínola,
Jaime Sabartés, Adrián Vidaurre, Miguel Larreinaga,
Carlos Wyld Ospina y Pedro Zamora Castellanos.

En ese mismo año de 1915, existió lo que
se llamó la "Convención Nacional" que tenía
como órgano de difusión un periódico cuyo
director lo era Antonio Batres Jáuregui, actuando en
calidad de redactores: José Rodríguez Cerna,
Máximo Soto Hall, Félix Calderón
Ávila y Miguel Larreinaga, en cuyas páginas se
reclamaba la reelección de Estrada Cabrera.

No es de extrañar que Rodríguez Cerna
perteneciera a más de un club político de
adhesión a la reelección de Estrada Cabrera. La
investigadora Catherine Rendón estima que en dicho
año existían más de 500 organizaciones de
tal índole en todo el país, así como por lo
menos 200 publicaciones (revisas, periódicos, pasquines)
de igual talante, y todo mundo era forzado a inscribirse en el
club liberal de su respectiva localidad, so pena de ser
encarcelado y perder el trabajo por no hacerlo. Muchos
intelectuales cedieron su pluma para exaltar la figura del
Benemérito solicitándole que por favor aceptara la
reelección, entre los cuales Enrique Gómez Carrillo
y el decano de la Facultad de Derecho, Carlos Salazar, quien fue
repudiado por los estudiantes. [16]

Si solamente José Rodríguez Cerna hubiera
cantado prosas poéticas al dictador, bueno hubiera estado
que se le endilgara servilismo, pero ocurrió que
intelectuales de mayor talla también se vieron obligados a
hacerlo. Varios de los nombres referidos en el "Manifiesto"
comentado aparecen en otras listas, como por ejemplo la que
proporciona el historiador Ernesto Chinchilla Aguilar:

"La intelectualidad de Guatemala sucumbió ante el
atractivo de las fiestas a la diosa sabiduría y era
frecuente la participación en ellas de renombrados
escritores como J. Joaquín Palma, Alberto Mencos,
Máximo Soto Hall, Manuel Valle, Joaquín
Méndez, Francisco Castañeda, José Flamenco,
José Rodríguez Cerna, Pío M. Riépele,
Salvador Falla, Valero Pujol, Natalia Gorriz V. de Morales,
Virgilio Rodríguez Beteta y en general lo más
granado de la sociedad de entonces. El Presidente hacía
gala de su mecenazgo de las letras así como de la
educación; y en su tiempo vivieron en Guatemala ilustres
escritores americanos como Rubén Darío, Porfirio
Jacob, José Santos Chocano, y otros."
[17]

Claro está, a Rodríguez Cerna el ofrecer
ditirambos al dictador y apoyar su reelección, le atrajo
lógicas enemistades después que éste fue
derribado del poder en abril de 1920. Esto dio lugar a que muchos
de los directos colaboradores del "amigo de la juventud
estudiosa" tuviesen que salir al auto exilio, entre los cuales el
cronista, quien se trasladó a México con la llegada
al poder del Partido Unionista y el nuevo Presidente, Carlos
Herrera. Sin embargo, éste también es depuesto por
un triunvirato militar dirigido por el General don José
María Orellana. La caída de Herrera se veía
venir desde meses antes; después de largos 22 años
de prisión, el pueblo se animó a exigir; pero, las
heridas de los terremotos de 1917-1918 aún no
habían cicatrizado, el hambre y la miseria
persistían y las fuentes de trabajo eran escasas. Sobre
"los escombros de este desastre, cuya imagen más viviente
es el terremoto, don Carlos Herrera, el ciudadano suave y
bondadoso, pero sin la experiencia dolorosa del gobierno de una
democracia, entró a regir los destinos de la
nación, que, en medio de su desastre, pedía pan,
derechos, libertades y reivindicaciones." [18]Para
el 5 de diciembre de 1921 tales heridas y exigencias
habían aumentado. Ocurre el cuartelazo y José
Rodríguez Cerna regresa de México, siendo nombrado
Secretario de la Presidencia ¡y también diputado!
Pero, en la mente de sus detractores seguía pesando el
recuerdo por los cumplidos que escribió a favor de Estrada
Cabrera.

Una muestra de la malquerencia se observó cuando
el poeta Rafael Arévalo Martínez (1884-1975)
propuso a la Academia Guatemalteca de la Lengua (fundada en
1888), correspondiente de la española, siendo presidente
de la misma el poeta italiano Pío Mássimo
Riépele Pretto (1872-1948), que el cronista fuese aceptado
como nuevo miembro. No se tiene certeza acerca de la fecha en que
lo hizo, aunque es de suponer que fue poco después de la
reapertura de sus actividades en 1930, toda vez que llevaba
años sin funcionar. En su alocución, Arévalo
expresó: "Me da vergüenza ser académico
mientras que no lo sea también Rodríguez Cerna.
Él lo merece más que todos los que estamos
aquí." Hubo oposición por parte de algunos,
incluyendo el Secretario de la misma que lo consideraba su
enemigo, y por los artículos que escribiera favorables al
ex dictador lo reputaba carente de facultades como para ser socio
de una institución donde todos eran amigos. Arévalo
defendió su propuesta, diciendo que la Academia no era un
círculo de amistades sino una sociedad cuyo principal fin
era estudiar la lengua española en forma permanente, a
efecto de lograr su depuración. Al llegar a las
votaciones, pues había otro candidato competidor,
ganó la elección José Rodríguez
Cerna, lo cual dio lugar a que el Secretario anunciara que
dimitía en ese mismo momento, pues no podría
sentarse a la par de quien él consideraba no calificado
para pertenecer a tan selecto grupo. Esto hizo que se repitiera
la votación y resultó ganador, el otro aspirante.
En suma, se "valoró" la posición política
que en su momento asumió Rodríguez Cerna y no sus
cualidades. [19]

Y hablando de dictadores, cabe recordar que la
impresión de la primera edición de Un pueblo en
marcha : Guatemala (Geografía física, comercial y
económica, leyes, historia y literatura)
(1931),
efectuada en España, fue financiada parcialmente por el
gobierno del dictador de los 14 años, Jorge Ubico, quien
precisamente en febrero de 1931 inició su primer mandato
(los otros dos, por reelección, fueron viciados). En dicha
obra, incluye una "Reseña histórica" del
país, y cuando llega al año en cuestión
describe:

"Reyna Andrade convocó a elecciones, y el
sufragio favoreció con sus votos al general Jorge Ubico,
candidato de la coalición liberal-progresista, quien
tomó posesión el 16 de febrero próximo
pasado. El general Ubico inicia sus labores con enérgico
programa de progreso, justicia y rígida honradez
administrativa. Su período termina en 1937."
[20]

Observe el amable lector que Rodríguez Cerna se
apresura a valorar el recién instalado régimen de
Ubico como enérgico, de progreso, amén de justo y
honrado. Según el colofón, Un pueblo en
marcha
se publica en agosto de 1931, de tal suerte que el
gobernante apenas tenía 6 meses de actuar como Presidente,
como para valorar adecuadamente su obra. Seguramente el autor
tenía en mente los antecedentes de la "fiera del
trópico" como titula Rafael Arévalo Martínez
uno de sus cuentos, donde la fiera es precisamente Ubico, mote
que le venía desde 1908 cuando se desempeñaba como
Gobernador del departamento de Retalhuleu, donde cobró
fama de enérgico por sus actuaciones, de impartir
"justicia" a su modo y en forma inmediata, al extremo que en tal
circunscripción geográfica se decía que no
existían ladrones pues a quienes capturaba los
sometía a la ley fuga; de probidad y eficiencia
administrativa, ni hablar: dejó una buena estela en dicho
lugar, la que se acrecentó cuando le correspondió
atender y combatir la fiebre amarilla en el departamento de
Escuintla en 1919, a cuya población sometió a un
régimen dictatorial para que hiciera caso a las medidas
higiénicas recomendadas por los médicos que
él mismo supervisaba. Lacónicamente
Rodríguez Cerna concluye el párrafo
señalando que el régimen de Ubico concluiría
en 1937; lejos estaba de saber que éste se
reeligiría dos veces más, mediante una
amañada reforma en 1935 al artículo 66 de la
Constitución que prohibía tal extremo, y cuyos
opositores a tal medida fueron encarcelados, acusados de
sedición y fusilados 12 de ellos, en tanto que otros
corrieron mejor suerte pues se les "autorizó" salir al
auto exilio: "encierro, entierro o destierro" era la
consigna.

El sociólogo guatemalteco Carlos Figueroa Ibarra
examina la obra Un pueblo en marcha (1931) y en cuanto a
la visión de Rodríguez Cerna la cuestiona
acremente:

"A mediados de 1931, José Rodríguez Cerna,
ilustrado hombre vinculado a los medios oligárquicos de
Guatemala, escribía un libro hecho especialmente para
promover la inversión extranjera, la inmigración y
la colonización. El autor vivía los primeros meses
de la dictadura de Ubico […] Independientemente de que
debe agradecérsele a Rodríguez Cerna el precioso
legado de información que nos dejó al escribir su
monografía, uno no puede sino deslindarse de la
idílica visión que tenía de la sociedad en
la que vivía.

[…]

Ni lo que había sucedido en los once años
anteriores, ni lo que sucedería en los seis meses
posteriores a su escrito, justificaron el optimismo de nuestro
autor. Porque Centroamérica, era ya en aquellos
años tierra de volcanes en erupción."
[21]

En la "Crítica literaria" publicada en el
periódico "La Libertad" de Madrid, edición del 19
de octubre de 1930, que efectúa el español Rafael
Cansinos Assens (1882-1964) para Tierra de sol y de
montaña
, después que leyera la primera
edición de la obra a cargo de Editorial B. Bauzá de
Barcelona en dicho año, se refiere a Rodríguez
Cerna en forma por demás encomiable, insertando parte de
la recomendación hacia dicha obra emitida en forma
tripartita por el gallego residente en Guatemala, el padre
Antonio Rey Soto (1879-1966), autor del libro de poemas Nido
de Áspides
(1911), el poeta y novelista Rafael
Arévalo Martínez y el periodista y poeta
César Brañas (1899-1976). Cansinos
señala:

"[…] Cronista de aspectos americanos, le ha
faltado hasta aquí a Rodríguez Cerna el viaje a
Europa y, sobre todo, a la metrópoli de su idioma, que al
fin ha realizado con la garantía de estabilidad que
representa el cargo de cónsul general en Madrid con que el
Gobierno de su nación premia sus méritos
literarios. Desde primeros de este año, Rodríguez
Cerna se encuentra entre nosotros y en Barcelona se ha impreso
este libro Tierra de sol y de montaña, al que han
de seguir otros que ya se anuncian: El viajero
inmóvil, Bajo las alas del águila
y
España ante mis ojos. De esta suerte, la tierra
madre actuará de madrina de su genio criollo.
[…]

[…] atesora una gran riqueza de lecturas, y
tiene, finalmente, un gran temperamento de escritor, que
construye su estilo sobre la nota lírica del poeta
-quizá por eso ha elegido la crónica-, y que vibra
emotivo a cualquier impresión con una sensibilidad que le
ha puesto un poquito cardíaco. […]

Valido de que yo ignoraba su obra, quiso mixtificarme.
"¡Periodista nada más! ¡Cronista, si usted
quiere!. Inútil recurso, pues yo ya había formado
mi juicio. ¿Es preciso ver la palabra impresa para
discernirla? ¿No se conoce mejor al pájaro en el
vuelo? Después, unas crónicas suyas en "La
Libertad" lo descubrieron. Y ahora este libro Tierra de sol y
de montaña
, deja ya a la intemperie su personalidad
de escritor. Su misma modestia le ha perdido. Pues deseoso de
justificarse ante unos lectores que lo desconocen, ha acudido
para que a él lo presenten a tres colegas, uno de los
cuales, Antonio Rey Soto, tiene entre nosotros la prerrogativa
del espaldarazo. Rodríguez Cerna reproduce al frente de su
libro -que se edita, en cierto modo, bajo los auspicios
oficiales- el dictamen que acerca de su valor literario
dirigieron al ministro de Instrucción Pública de
Guatemala el poeta de Nido de Áspides, Rafael
Arévalo Martínez y César Brañas,
escritores de indiscutido prestigio en el país. Y ese
ilustre triunvirato participa al ministro que "Leída
atentamente dicha producción la han encontrado, en cuanto
a la forma, verdaderamente lapidaria y única, pudiendo
decirse de ella que muy pocas páginas en la literatura
castellana la igualan y ninguna la supera. Cualquier
capítulo de ellas es digno de figurar en las más
depuradas antologías". Calificación que, si pudiera
parecer exagerada, siempre resultaría un encarnecimiento
sobre un fondo de excelencias. Sobre una base mediocre no se
puede erigir el superlativo de lo óptimo.

[…] Rodríguez Cerna escribe como habla,
eyaculando la frase de calidad escultórica, que se
desmenuza en certeros y vibrantes impactos. Su estilo es de
estructura clásica; pero fluye con un ritmo moderno. Cerna
no es de los que minian la frase con paciente pluma. Su prosa
salta con el tecleo ligero de la máquina de escribir y con
la prisa de nuestro tiempo." [22]

Interesado en que el público tuviese un claro
conocimiento acerca de un viejo problema con Honduras,
publicó La Prensa de Guatemala y la cuestión de
límites con Honduras
(1932), impresa por
Tipografía "La Libertad" en julio de 1932. Es de advertir
que la edición no indica su nombre, aunque los conocedores
la atribuyen a Rodríguez Cerna tanto por su calidad de
periodista como a la vez funcionario del Ministerio de Relaciones
Exteriores. La obra incluye Prólogo escrito por él
(páginas 9 a 20), unas notas de divulgación y
comentario del abogado Eduardo Mayora dadas a conocer
originalmente en mayo de 1932 en "Nuestro Diario" (páginas
22 a 129), La cuestión de límites al alcance de
todos, estudio del diario "Liberal Progresista" (páginas
133 a 173), y varios editoriales de "Nuestro Diario"
correspondientes a sus ediciones de mayo y junio de 1932
(páginas178 a 214) y de "El Imparcial" publicados entre
marzo y junio (páginas 217 a 248).

En el prólogo de dicha recopilación, el
cronista desde el primer párrafo advierte el objeto de la
divulgación en forma de libro de diversos artículos
y editoriales publicados en los periódicos durante 1932, a
la vez de su interés por lograr que el público los
conociera pues por tratarse de un antiguo problema
limítrofe, era dable que haber dejado su discusión
solo para el juicio de expertos, la "opinión
pública", sin saber los entresijos del asunto, no solo no
se daba por enterada sino tampoco apoyara la causa nacional:
defender la frontera cuyas márgenes del río Motagua
querían ser obtenidas por Honduras, dadas las presiones
que ejercía la Cuyamel para ampliar sus áreas de
cultivo del banano. La solución se esperaba por la
vía pacífica, pero si no había de guardarse:
"siempre el ánimo entero para más alta
ocasión si fuere necesario".

"Durante mucho tiempo Guatemala no tuvo más que
escasísimas nociones de su disputa de límites con
Honduras. El hermetismo oficial, que se creyó prudente
cuando no era más que impolítico, hizo conocer en
algo la totalidad del asunto sin dar a luz los detalles, por lo
cual el público no pudo enterarse de su magnitud y
gravedad ni, por consiguiente, interesarse con plenitud en lo que
venía tratándose poco menos que en la sombra.
Además, el problema internacional no había
adquirido la aguda trascendencia de los últimos tiempos, y
de todos modos al silencio de los gobiernos respondía,
lógicamente, la indiferencia de la
nación.

[…]

El Ejecutivo está en el gobernalle, lleva la
dirección suprema y asume la inmensa responsabilidad. Pero
su actuación no es aislada, porque él y el
país son en estos instantes la misma cosa,
confundiéndose en la aspiración única, en la
convicción firme, en el anhelo unánime.
[…]

Las ideologías se han unido en un pensamiento
único: el de la pacífica defensa de la patria por
cauces jurídicos -guardando siempre el ánimo entero
para más alta ocasión si fuere necesario.
[…]

Guatemala, pues, en resumen, sabe ya que está
amenazada en el punto más vital de su organismo y que, por
consiguiente, esta cuestión de límites es para ella
de vida o muerte, en tanto que para Honduras no es sino de
expansión territorial, de un imperialismo para andar por
casa, pues en el vasto desenvolvimiento de sus costas
atlánticas no tiene necesidad de las cincuenta millas que
apenas poseemos nosotros." [23]

Posiblemente por su calidad de conocedor del asunto
limítrofe, zanjado por medio de una decisión
arbitral de Estados Unidos a favor de Guatemala, Rodríguez
Cerna en 1933 fue nombrado Secretario de la embajada de Guatemala
en Honduras, con sede en Tegucigalpa, según nombramiento
expedido por Ubico el 23 de febrero de dicho año, siendo
designado como Embajador (Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario) el licenciado Antonio Nájera Cabrera. A
su regreso al país, desempeñó otros puestos
en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

En 1946, recibió del gobierno de Juan José
Arévalo la "Orden del Quetzal" en reconocimiento a su
labor literaria, quien le otorgó también una
pensión vitalicia; obtuvieron igual galardón el
poeta y novelista Rafael Arévalo Martínez y el
filólogo Lisandro Sandoval Chinchilla (1862-1946).
[24]Al año siguiente se publica la
reseña (36 páginas) del acto así como un
resumen de la vida y obra de cada uno, en: Homenaje nacional
a tres escritores ilustres: Rafael Arévalo
Martínez, José Rodríguez Cerna, Lisandro
Sandoval (1946
). Ministerio de Educación
Pública, 1947. El ex presidente Arévalo recuerda
dicho acto:

"Los festejos del segundo aniversario de la
Revolución se desarrollaron dentro de un marco de
entusiasmo popular y de satisfacción gubernativa. A los
desfiles, a los banquetes y a los discursos, hubo que agregar una
novedad: la ceremonia de condecoración de los tres grandes
intelectuales que habían dado gloria a las letras
guatemaltecas: José Rodríguez Cerna, Rafael
Arévalo Martínez y Lisandro Sandoval. La ceremonia
se cumplió en el CineTeatro LUX el 19 de Octubre por la
noche, con el teatro atestado de escritores, periodistas,
universitarios, magisterio, misiones diplomáticas. El
Ministro de Educación pronunció un discurso de
saludo a los tres creadores de cultura. Cada uno de ellos
recibió un elogio literario a cargo de funcionarios muy
bien elegidos: Manuel Galich, Alberto Velásquez y Manuel
María Ávila Ayala. El Presidente de la
República, en persona, puso la joya de la Orden del
Quetzal en el pecho los galardonados. Una pensión
vitalicia de trescientos quetzales mensuales fue acordada en
sesión de Gabinete para estos viejos trabajadores de la
inteligencia." [25]

En el caso de Rodríguez Cerna, cómo no iba
a estar de acuerdo el Presidente Arévalo de otorgarle la
condecoración referida, siendo que para él
había sido su modelo a seguir para escribir en prosa
cuando era adolescente, según le comentó al
profesor Fedro Guillén (de la U.N.A.M.) en una entrevista
que le concedió en 1962 y que éste publicó
bajo el título: "Con el Doctor Juan José
Arévalo".

El 30 de noviembre de 1947, junto con Clemente
Marroquín Rojas, José María Bonilla Ruano
(1889-1957) [26]y el doctor Carlos Fletes
Sáenz (1920-1970, [27]el personaje objeto
de la presente biografía fue declarado "Hijo Ilustre de
Jalapa" por la Corporación Municipal de su pueblo natal,
Jalapa. [28]

Si en 1931 Rodríguez Cerna exaltó al
recién instalado gobierno de Jorge Ubico, al igual que
muchos, hubo de modificar la glorificación por la
crítica contundente. No obstante que en 1932
escribió de éste: "El Ejecutivo está en el
gobernalle, lleva la dirección suprema y asume la inmensa
responsabilidad" del asunto de límites con Honduras, que
en 1933 Ubico lo nombró como Secretario de la embajada de
Guatemala en Honduras, y de haber ocupado otros cargos
públicos en el Ministerio de Relaciones Exteriores,
institución donde lo conoció el escritor Marco
Antonio Flores mismo que se atrevió a decir de él
que era "admirador de la Alemania de Hitler, era un admirador de
Hitler, yo no podía calificarlo a él de pro nazi,
sería difícil, pero evidentemente él
simpatiza…", [29]el criterio de Rodríguez
Cerna respecto al gobernante cambió radicalmente. Los
hechos sangrientos y de vejámenes a la población
durante el régimen dictatorial obviamente que no
podían pasar desapercibidos a su pluma, razón por
la cual cuando efectúa la glosa en 1946 del libro de
Efraín de los Ríos, Ombres contra Hombres
(1945), [30]descarga su sentir examinándolo
después de su caída.

En el periódico "Mediodía"
Rodríguez Cerna escribía una columna de
opinión, principalmente literaria, llamada "Mensajes al
Viento"; en la edición del martes 23 de abril de 1946
comenta el libro de Efraín de los Ríos,
honrándolo, pero previo a ello describe lo que para
él significó el régimen de los 14
años, donde se aprecia todo un cambio de actitud con
relación a esa imagen que dio del Tatite
Presidente en 1931 y 1932. Ahora ya no le reconoce como
enérgico sino de tirano, de eficiencia administrativa no
queda nada pues las obras materiales que ordenó construir
fueron realizadas a sangre y lágrimas de los obreros
obligados a ello, y de justicia ni qué decir, era la de un
señor feudal; del gobernalle, mejor ni hablar. Como ya ha
pasado un año desde que tomó posesión como
Presidente Juan José Arévalo, el 15 de marzo de
1945, no vacila en referir: "Un grupo de universitarios,
encabezados por un notable maestro y doctor en filosofía y
letras, dirige el país". Léase a
continuación parte de su cuestionamiento al ex gobernante
y la crítica literaria hacia el autor de Ombres contra
Hombres
:

"Pasado inmediato: "Ombres contra Hombres"

¿Pasado inmediato? Más bien sería
el de casi toda nuestra vida independiente. Porque la
tiranía recién cancelada con el apéndice
imbécil de Ponce, no fue un fenómeno aislado, ni
mucho menos único. El látigo y el yugo se han
perpetuado aquí como sistemas de gobierno (salvo
días de excepción), y han dejado su huella
infamante en los flancos y el cuello de la República.
Jorge Ubico fue uno más. No perfeccionó
métodos sino que los siguió aplicando. Lo
único especial en él fueron dos
características que acaso pertenezcan a la
psiquiatría: una inmensa egolatría que creía
saberlo todo y una fundamental ingratitud. "Yo no tengo amigos
sino servidores" solía decir según quienes lo
oyeron. En fin, ya vendrá el análisis de su
personalidad y de su gobierno, si es que puede llamarse
personalidad la de un sádico y gobierno el hecho de
estrangular todas las libertades.

[…]

Partes: 1, 2, 3

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter