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Un análisis sobre la desigualdad de los ingresos (ganadores y perdedores de la crisis financiera mundial) (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"Bienvenida clase media"

"Bienvenida, clase media", saluda un cartel a la entrada
de uno de los barrios más miserables de Buenos Aires. Un
sarcasmo muy argentino y una venganza por los años de
olvido y desprecio padecidos por los que siempre vivieron del
lado malo de las vías del tren.

¿Qué pasó en las últimas
décadas con gran parte de nuestra clase media?, se
preguntan Alberto Minujin y Gabriel Kessler, en su Ensayo "La
nueva pobreza en la Argentina", editorial Temas de Hoy, 1995. La
primera respuesta que surge es: ha desaparecido. Y sin embargo
esto no es cierto. La clase media no desapareció: una
parte pequeña se ha mantenido en su lugar sin perder nada;
otra porción, escasa ha mejorado su posición y la
gran mayoría se ha empobrecido. Es que la sociedad en su
conjunto ha perdido casi un 40 por ciento de sus ingresos entre
1980 y 1990. Los empleados públicos, un 41 por ciento; los
cuentapropistas, un 45 por ciento; los trabajadores de la
construcción, un 49 por ciento, y así el
resto"…

Atrapados en la trampa del pánico

La clase media europea sigue viviendo en estado de
impostura, fingiendo que cumple las leyes y que cree en ellas, y
simulando tener más de lo que tiene; pero nunca le
resultó tan difícil cumplir con esta abnegada
tradición. Está la clase media asfixiada por las
deudas y paralizada por el pánico, y en el pánico
cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de
caer: pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las
cosas, pánico de no llegar a tener lo que se debe tener
para llegar a ser. Así y todo, continúa defendiendo
el orden establecido como si fuera su propietaria, aunque no es
más que una inquilina agobiada por el precio del alquiler
y la amenaza del desalojo. El miedo del miedo.

Con la caída económica europea cae un
valor central de su imaginario: la creencia en el progreso.
¿Qué lugar queda entonces para la esperanza?
¿Qué futuros nos esperan?

Anexo III –

La cohesión
social en los países desarrollados: conceptos e
indicadores CEPAL – Serie Estudios estadísticos y
prospectivos No 55 – 2007

A. La experiencia de la Unión
Europea

… Según el Consejo de Europa (2005), la
cohesión social consiste en la capacidad de la sociedad de
asegurar el bienestar de todos sus miembros, incluyendo el acceso
equitativo a los recursos disponibles, el respeto por la dignidad
humana, la diversidad, la autonomía personal y colectiva,
la participación responsable y la reducción al
mínimo de las disparidades sociales y económicas
con el objetivo de evitar la polarización. Una sociedad
cohesionada es una comunidad de apoyo mutuo compuesta por
individuos libres que persiguen metas comunes por medios
democráticos (Comité Europeo para la
Cohesión Social, 2004). Éste es un concepto que
permite, en la perspectiva del Consejo de Europa, superar los
enfoques funcionales de la cohesión, evitar la
consideración de la cohesión desde una
aproximación negativa y visualizar las políticas de
cohesión como objetivo/proceso y
descripción/prescripción.

Desde esta lógica, la
cohesión social no constituye un recuerdo
nostálgico de la armonía social perdida, sino que
incluye los aspectos claves de una estrategia para alcanzar una
sociedad moderna basada en el reconocimiento de los derechos, la
libertad y dignidad humana y en el desarrollo sustentable. Las
visiones tradicionales de la cohesión, que la definen en
términos del grado en que los miembros de un sistema
social comparten valores, exhiben sentido pertenencia o
manifiestan la capacidad de trabajar juntos, no responden las
preguntas sobre la pluralidad de intereses e identidades
existentes en las sociedades. El uso de una aproximación
funcional a la cohesión puede conducir a que ésta
sea entendida como la ausencia de diferencias, a olvidar la
dimensión del actor y a concebir a una sociedad
cohesionada como un sistema totalmente armónico (Consejo
de Europa, 2005).

En la visión del Consejo de Europa, ninguna
sociedad es completamente cohesionada, y por tanto, la
cohesión social es más bien un ideal que una meta a
ser alcanzada. En rigor, todas las sociedades deben hacer frente
a problemas causados por las disparidades económicas y
sociales: cuando las asimetrías se hacen excesivas, la
cohesión social está en riesgo. De este modo, una
estrategia de cohesión social debe buscar los equilibrios
que permitan a las sociedades adaptarse a los cambios en los
ambientes económicos y sociales, en la tecnología y
en los sistemas políticos nacionales e internacionales.
Una sociedad cohesionada es aquella que ha desarrollado maneras
satisfactorias de enfrentamiento de presiones y conflictos, en
una manera abierta y democrática, y que ha logrado reducir
significativamente las inequidades económicas, sociales y
culturales (Comité Europeo para la Cohesión Social,
2004).

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El concepto de cohesión del Consejo de Europa
constituye una aproximación positiva a la cohesión,
porque considera las políticas de inclusión y de
acceso a derechos básicos, otorga primacía a los
procesos que conducen a la construcción de vínculos
en las sociedades y se aboca a los aspectos más profundos
de la vida social (actitudes, valores) y su incidencia en la
cohesión. Las aproximaciones negativas se limitan a los
problemas que se cree tienen un rol en la obtención de
resultados inadecuados de cohesión, lo cual conduce a la
priorización de los atributos más visibles,
particularmente los observados en los grupos más
vulnerables, los cuales sirven como indicadores de alarma con
respecto al grado de patología de una sociedad y funcionan
como insumos para el diseño de respuestas asistenciales
(Thirion, 2004:49-68). Así, las políticas de
cohesión social no solamente deben abocarse a la lucha
contra la exclusión social y la pobreza, sino que deben
orientarse a la creación de solidaridad y a la
prevención de la exclusión (Comité Europeo
para la Cohesión Social, 2004).

El Consejo de Europa (2005) entiende a
la cohesión tanto desde un punto de vista prescriptivo
como descriptivo. En cuanto a lo primero, se alude a un estado
ideal de cohesión, que implica la construcción de
sociedades democráticas estables, en las cuales se
promuevan los distintos aspectos que componen el bienestar humano
(dignidad y reconocimiento, participación y compromiso,
autonomía y desarrollo personal, equidad y no
discriminación). En tanto descripción, la
aproximación del Consejo de Europa permite caracterizar el
estado de cohesión de una sociedad en tres componentes:
(i) la calidad de vida de los individuos y grupos sociales; (ii)
las diferentes áreas de vida (actores implicados, los
mercados y las esferas privada y ciudadana) y, (iii) los
ingredientes básicos de la vida o componentes invisibles
(mundo de vida, relaciones de confianza, valores, emociones,
conocimientos compartidos, etc.).

Sobre la base de los componentes y elementos claves de
la cohesión social, el Consejo de Europa procedió
al diseño de una Guía Metodológica, que
propone un marco de la referencia para generar una estrategia que
fomente una sociedad cohesionada e identificar las áreas
donde se requiere acción y desarrollo de conocimiento. La
Guía Metodológica también se orienta a la
armonización de los indicadores y la
homogeneización de metodologías, reconociendo la
heterogeneidad de los países miembros, e incluye
indicadores cualitativos y cuantitativos provenientes de
diferentes fuentes de datos (encuestas de hogares,
estadísticas periódicas, fuentes ad-hoc, encuestas
de opinión, investigaciones específicas, datos
administrativos, etc.). En esta aproximación a la
cohesión social se proponen indicadores para los
siguientes niveles de análisis:

Nivel 1:

Evaluación de las tendencias de
la cohesión social, lo cual incluye establecer el estado
de la provisión de los derechos sociales. En este nivel se
plantean preguntas relativas a las dimensiones del bienestar como
la equidad en el acceso a derechos, el reconocimiento de la
dignidad, la autonomía/desarrollo personal y la
participación y se definen indicadores para el seguimiento
de las responsabilidades institucionales compartidas y los
componentes básicos de la vida (confianza, lazos sociales,
valores, conocimientos y percepciones).

Nivel 2:

Evaluación de la cohesión
social como un todo. En este nivel se analiza la eficacia de las
acciones públicas igualadoras de derechos (iniciativas de
regulación o de compensación) con respecto a las
diferentes dimensiones del bienestar. Los ámbitos
específicos de monitoreo son las capacidades de la
sociedad para asegurar: (a) la equidad en la satisfacción
de los derechos, (b) la dignidad y el reconocimiento de la
diversidad, (c) la autonomía y el desarrollo personal y,
(d) la participación y el compromiso ciudadano.

Nivel 3:

Evaluación de la cohesión
social por áreas de la vida o condiciones garantes de la
indivisibilidad del sistema de derechos. Estas áreas
constituyen ámbitos que las políticas de
cohesión social deberían cubrir obligatoriamente, y
son el empleo, la salud, la educación, la cultura, los
ingresos y la capacidad de consumo, la vivienda, la salud y la
nutrición.

Nivel 4:

Evaluación de la cohesión
social de acuerdo a la situación de los grupos más
vulnerables (migrantes, niños, personas mayores,
discapacitados y mujeres).

En la Guía Metodológica del Consejo de
Europa se propone un conjunto de indicadores para cada uno los
niveles, componentes y dimensiones del bienestar y la
cohesión social. Dada la gran cantidad de indicadores que
se sugieren en la guía, en el cuadro 4 se presentan, a
modo de muestra, los indicadores planteados para el nivel
1:

Una de las diferencias de la Guía
Metodológica del Consejo de Europa, con la
aproximación seguida en el Portafolio de Laeken es la
inclusión de los aspectos institucionales y subjetivos de
la cohesión. Los indicadores subjetivos permiten contar
con información sobre las percepciones y actitudes que
sustentan los ciudadanos en torno a los diferentes procesos que
fortalecen la cohesión social (redes sociales, la
participación ciudadana, la solidaridad, el sentido de
pertenencia, la tolerancia y el respeto por la diversidad)
(Consejo de Europa, 2005). En todo caso, la integración de
indicadores subjetivos de cohesión no está exenta
de dificultades, por las complejidades implicadas en la
obtención de medidas de los aspectos subjetivos que sean
válidas, confiables y comparables entre los diferentes
países y regiones.

Se debe tener en cuenta que la adopción por parte
de los países de las orientaciones y de los indicadores de
la cohesión social propuestos en la Guía
Metodológica es voluntaria. En rigor, este documento fue
concebido como un recurso pedagógico para el planteamiento
de preguntas y el desarrollo de indicadores, los cuales sirven a
su vez como un marco para el diseño e
implementación de políticas de cohesión
social. De este modo, el Consejo de Europa busca que cada entidad
o institución utilice la guía para satisfacer sus
propias necesidades de información, en niveles nacionales,
regionales y locales. En la actualidad, la guía
está siendo implementada a nivel local en la ciudad
francesa de Mulhouse (región de
Alsacia)…

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La economía del malestar

Si uno le pregunta a una persona común y
corriente cuáles son los principales problemas que el
mundo enfrenta en la actualidad, es probable que una de las
primeras cosas que mencione sea la -desigualdad y la pobreza.
Existe la preocupación generalizada de que el crecimiento
económico no se está compartiendo en forma
equitativa. Una encuesta realizada por la BBC en febrero del 2008
indica que aproximadamente dos terceras partes de la
población de 34 países pensaba que -el desarrollo
económico de los últimos años no se ha
compartido de manera equitativa. En Corea, Portugal, Italia,
Japón y Turquía, más del 80% de los
encuestados estuvieron de acuerdo con esa aseveración.
Existen muchos otros estudios y encuestas que indican lo
mismo.

¿Así que la gente tiene razón al
pensar que "los ricos se enriquecieron más y los pobres se
empobrecieron más"?

Aspectos que caracterizan la distribución del
ingreso familiar en los países de la OCDE

  • Algunos países tienen una distribución
    del ingreso mucho más desigual que otros;
    independientemente de la forma en que se mida la
    desigualdad.

  • Los países con una distribución del
    ingreso más amplia también tienen una pobreza
    de ingresos relativa mayor, con sólo unas cuantas
    excepciones.

  • Tanto la desigualdad en los ingresos como el
    recuento de la pobreza (basados en un umbral de mediana de
    ingresos del 50%) han aumentado durante los dos
    últimos decenios. El aumento es bastante generalizado,
    afecta a dos tercios de todos los países. El aumento
    es moderado pero importante (promedia alrededor de 2 puntos
    para el coeficiente Gini y 1.5 puntos para el recuento de la
    pobreza).

  • La desigualdad en los ingresos ha aumentado
    considerablemente desde el año 2000 en Canadá,
    Alemania, Noruega, Estados Unidos, Italia y Finlandia; y ha
    disminuido en el Reino Unido, México, Grecia y
    Australia.

  • En forma general, la desigualdad ha aumentado porque
    a las familias ricas les ha ido particularmente bien
    comparadas con las de la clase media y con las que se ubican
    en la parte inferior de la distribución del
    ingreso.

  • La pobreza de ingresos entre los ancianos ha seguido
    bajando; mientras que la pobreza entre los adultos
    jóvenes y las familias con niños ha
    aumentado.

  • La gente pobre en países con un alto ingreso
    medio y una distribución del ingreso amplia (como
    Estados Unidos) pueden tener un nivel de vida inferior al de
    la gente pobre de países con un ingreso medio
    más bajo pero con distribuciones más estrechas
    (Suecia). A la inversa, la gente rica de países con
    bajos ingresos medios y distribuciones amplias (Italia)
    pueden tener un nivel de vida más alto que la gente
    rica de países donde el ingreso medio es más
    alto pero la distribución del ingreso es más
    estrecha (Alemania).

Factores que han impulsado los cambios en la desigualdad
en los ingresos y en la pobreza a lo largo del tiempo

  • Los cambios en la estructura de la población
    son una de las causas de mayor desigualdad. Sin embargo, eso
    se refleja principalmente en el crecimiento de la cantidad de
    adultos que viven solos y no en el envejecimiento
    demográfico en sí.

  • Los ingresos de los trabajadores de tiempo completo
    se han vuelto más desiguales en casi todos los
    países de la OCDE. Eso se debe a que quienes ganan
    mucho están ganando aun más. Es probable que la
    globalización, el cambio tecnológico que
    favorece las habilidades y las políticas e
    instituciones del mercado laboral en conjunto hayan
    contribuido a ese resultado.

  • El efecto de las discrepancias salariales más
    amplias en la desigualdad en los ingresos se ha compensado
    con mayor empleo. Sin embargo, las tasas de empleo entre la
    gente con menos estudios han bajado y la cesantía de
    las familias sigue siendo alta.

  • Los ingresos de capital y los ingresos por trabajo
    autónomo se han distribuido con mucha desigualdad y
    más aun durante el último decenio. Estas
    tendencias son una causa muy importante de las desigualdades
    más amplias en el ingreso.

  • El trabajo es muy eficaz para atacar la pobreza. Las
    tasas de pobreza entre las familias desempleadas son casi
    seis veces más altas que las de las familias con
    trabajo.

  • Sin embargo, el trabajo no basta para evitar la
    pobreza. Más de la mitad de toda la gente pobre
    pertenece a familias con algunos ingresos, debido a una
    combinación de pocas horas trabajadas durante el
    año y a los bajos salarios o a ambos factores. Reducir
    la pobreza laboral a menudo requiere beneficios laborales que
    completen los ingresos.

Al momento de redactar este Apartado (febrero de 2011),
los primeros problemas sociales (Túnez, Egipto…) se
están empezando a ver: los riesgos geopolíticos no
van a dejar de crecer en los próximos meses. Eso, a fin de
cuentas, es lo que suele ocurrir históricamente cuando a
una crisis financiera se le suma una crisis económica de
estas dimensiones, especialmente en zonas geográficas
donde además hay carencias de todo tipo y, sobre todo,
grandes desigualdades. Atentos a las desigualdades porque van a
dar tremendos quebraderos de cabeza.

Los problemas derivados del altísimo
endeudamiento público y privado no van a desaparecer
rápidamente, las dificultades devenidas de la
montaña de deuda acumulada están aquí para
quedarse durante mucho tiempo. Gobiernos y mercados están
mirando a 2011, pero lo realmente preocupante no es este
año sino el próximo lustro, prácticamente la
próxima década: algunos países van a tener
que hacer algo, y pronto, para que no veamos graves problemas o
al menos un larguísimo estancamiento. Va a haber muchos
periodos de volatilidad, porque así son las poscrisis con
alto endeudamiento: los shocks pequeños se amplifican. Eso
para los países desarrollados. Para los emergentes,
ahí está de nuevo la inflación y el fantasma
de una nueva burbuja. Y para todo el mundo, tal vez la mayor
amenaza son las tensiones políticas, las crisis sociales,
de las que hemos visto sólo el principio. Los beneficios
de las multinacionales están creciendo y la
participación de los trabajadores en el reparto de la
riqueza ha estado cayendo: ése es un problema
global.

En toda Europa, Asia y América, las corporaciones
nadan en efectivo, mientras su implacable búsqueda de
eficiencia sigue generando enormes ganancias. Sin embargo, la
porción de la torta que les corresponde a los trabajadores
se está reduciendo, gracias al alto desempleo, a las
jornadas reducidas de trabajo y a los salarios
estancados.

Paradójicamente, la realidad es que las
mediciones de desigualdad de ingresos y riqueza entre
países están cayendo, gracias a un crecimiento
robusto constante en los mercados emergentes. Pero a la
mayoría de la gente le importa más lo bien que le
va en relación a sus vecinos que a ciudadanos de tierras
lejanas.

A los ricos les está yendo esencialmente bien.
Los mercados bursátiles globales se recuperaron. Muchos
países son testigos de un crecimiento vigoroso de los
precios de la vivienda, de las propiedades comerciales o de
ambos. Los renacientes precios de las materias primas
están creando enormes ingresos para los dueños de
minas y pozos petroleros, incluso a pesar de que las subas de
precios de los alimentos básicos están desatando
disturbios, si no completas revoluciones, en el mundo en
desarrollo. Internet y el sector financiero siguen desovando
nuevos millonarios y hasta multimillonarios a un ritmo
asombroso.

Las causas de la creciente desigualdad en el interior de
los países son bien entendibles, y ya han sido desgranadas
aquí. Vivimos en una época en la que la
globalización expande el mercado para los individuos ultra
talentosos, pero hace que la competencia deje afuera a los
empleados comunes. La competencia entre países por
individuos calificados e industrias rentables, a su vez, limita
la capacidad de los gobiernos de mantener impuestos elevados a
los ricos. La movilidad social está aún más
afectada porque los ricos les brindan a sus hijos una
educación privada y ayuda post-escolar, mientras que los
más pobres en muchos países no pueden permitirse ni
siquiera que sus hijos sigan yendo a la escuela.

En el siglo XIX, Karl Marx observó
maravillosamente las tendencias de desigualdad en sus días
y concluyó que el capitalismo no podía sustentarse
políticamente de manera indefinida. Llegado el caso, los
trabajadores se levantarían y derrocarían el
sistema. Transcurrida la primera década del siglo XXI,
aún se espera que llegue el caso… Mientras, fuera
de Cuba, Corea del Norte y unas pocas universidades de izquierda
en todo el mundo, ya nadie se toma en serio a Marx.

Sin embargo, en un momento en que la desigualdad alcanza
niveles similares a los de hace 100 años, el statu quo
tiene que ser vulnerable. La inestabilidad puede expresarse en
cualquier parte. Fue apenas hace poco más de cuatro
décadas que los disturbios urbanos y las manifestaciones
masivas sacudieron al mundo desarrollado, catalizando en
definitiva reformas sociales y políticas de amplio
alcance.

Anexo IV –

¿Crecimiento
desigual?: distribución del ingreso y pobreza en los
países de la OCDE – OCDE 2008

(Resumen en español)

¿La desigualdad en los ingresos
ha aumentado con el tiempo? ¿Quién ha ganado y
quién ha perdido en este proceso? ¿Este proceso ha
afectado a todos los países de la OCDE de manera uniforme?
¿En qué grado las desigualdades más amplias
se deben a las mayores diferencias en los ingresos personales
entre los trabajadores, y cómo se ven afectadas por otros
factores? Por último, ¿cómo afecta a estas
tendencias la redistribución gubernamental mediante el
sistema de beneficios fiscales?

Éstas son algunas de las interrogantes que se
plantean en este informe; y las respuestas sorprenderán a
muchos lectores. Este informe proporciona datos sobre un aumento
bastante generalizado en la desigualdad en los ingresos durante
los dos últimos decenios en toda la OCDE, pero el momento,
la intensidad y las causas de ese aumento discrepan de lo que
habitualmente indican los medios de
comunicación.

¿Crecimiento desigual? reúne una serie de
análisis sobre la distribución de los recursos
económicos en los países de la OCDE. Los datos de
la distribución del ingreso y de la pobreza abarcan, por
vez primera, a todos los 30 países de la OCDE a mediados
del siglo xx; mientras que la información sobre las
tendencias que se extienden hasta mediados de la década de
1980 se proporciona para aproximadamente dos terceras partes de
los países. Este informe también describe las
desigualdades en una serie de campos (como patrimonio familiar,
patrones de consumo, servicios públicos en especie) que
normalmente se excluyen del análisis convencional sobre la
distribución de los recursos económicos entre los
individuos y las familias. Precisamente cuánta desigualdad
existe en una sociedad no se determina de manera aleatoria, ni
trasciende el poder de los gobiernos para cambiar, siempre que
tomen nota del tipo de datos actualizados incluidos en este
informe.

Si uno le pregunta a una persona
común y corriente cuáles son los principales
problemas que el mundo enfrenta en la actualidad, es probable que
una de las primeras cosas que mencione sea la -desigualdad y la
pobreza. Existe la preocupación generalizada de que el
crecimiento económico no se está compartiendo en
forma equitativa. Una encuesta realizada por la BBC en febrero
del 2008 indica que aproximadamente dos terceras partes de la
población de 34 países pensaba que -el desarrollo
económico de los últimos años no se ha
compartido de manera equitativa. En Corea, Portugal, Italia,
Japón y Turquía, más del 80% de los
encuestados estuvieron de acuerdo con esa aseveración.
Existen muchos otros estudios y encuestas que indican lo
mismo.

¿Así que la gente tiene
razón al pensar que "los ricos se enriquecieron más
y los pobres se empobrecieron más?" Como sucede a menudo
con preguntas sencillas, dar respuestas de la misma índole
es mucho más difícil. Es indudable que los
países más ricos se han enriquecido más y
que a algunos de los países más pobres les ha ido
relativamente mal. Por otra parte, el rápido crecimiento
del ingreso en China y en la India ha sacado a millones y
millones de personas de la pobreza. Así que si uno es
optimista o pesimista sobre lo que está sucediendo en el
mundo respecto a la desigualdad en los ingresos y a la pobreza
depende de si uno piensa en un vaso medio lleno o en uno medio
vacío. Ambas visiones son ciertas.

Incluso si coincidiéramos en que
el mundo está volviéndose más desigual,
quizá no sólo se deba a la globalización.
Existen otras explicaciones posibles: el cambio
tecnológico que favorece las habilidades (así
quienes saben cómo aprovechar la Internet ganan, y quienes
no saben pierden; por ejemplo) o los cambios en el estilo
normativo (entonces los sindicatos son más débiles
y los trabajadores están menos protegidos que antes) son
otras razones de por qué podría estar creciendo la
desigualdad. Todas estas teorías tienen defensores
académicos muy respetados. Es muy probable que todos estos
factores ejerzan una función.

Este informe examina a los 30
países desarrollados de la OCDE. Muestra que ha habido un
aumento de la desigualdad en los ingresos que ha ocurrido
mínimo desde mediados de los años ochenta y
probablemente desde mediados de los setenta. El aumento ha
afectado a la mayoría de los países (pero no a
todos), con fuertes aumentos recientemente en Canadá y en
Alemania, por ejemplo, pero con disminuciones en México,
Grecia y en el Reino Unido.

Pero el aumento de la desigualdad,
aunque generalizado e importante, no ha sido tan espectacular
como la mayoría de la gente probablemente piensa que ha
sido. De hecho, durante esos 20 años, el aumento promedio
ha sido aproximadamente de 2 puntos Gini (el coeficiente de Gini
es la mejor medida de la desigualdad en los ingresos).
Éste es el mismo que la actual diferencia en la
desigualdad entre Alemania y Canadá; una diferencia
evidente, pero no una que justifique hablar del desmoronamiento
de la sociedad. Esta diferencia entre lo que los datos demuestran
y lo que la gente piensa sin duda refleja parcialmente el llamado
?efecto de la revista Hola; leemos sobre los ultra
ricos, que se han enriquecido mucho más y, por
consiguiente, han atraído una desmesurada atención
de los medios. El ingreso de los ultra ricos no está
considerado en este informe, ya que no puede medirse de manera
adecuada mediante las fuentes de datos habituales sobre la
distribución del ingreso. Eso no significa que los
ingresos de los ultra ricos sean poco importantes; una de las
principales razones por las que a la gente le preocupa la
desigualdad es la equidad; y muchas personas consideran que el
ingreso de algunos individuos es grotescamente
injusto.

El aumento moderado de la desigualdad
registrado durante los dos últimos decenios oculta una
tendencia implícita más extensa. En los
países desarrollados, los gobiernos han estado exigiendo
más impuestos y gastando más para compensar la
tendencia hacia más desigualdad; hoy en día, gastan
más en políticas sociales que en cualquier
época de la historia. Claro, deben gastar más por
el rápido envejecimiento de la población en los
países desarrollados; se necesita más gasto en
servicio médico y en pensiones. El efecto redistributivo
del gasto de los gobiernos desalentó el crecimiento de la
pobreza en el decenio de mediados de los años ochenta a
mediados de los años noventa; pero se intensificó
en el decenio subsiguiente, ya que los beneficios se dirigieron
menos hacia los pobres. Si los gobiernos dejan de intentar
compensar las desigualdades ya sea gastando menos en beneficios
sociales o haciendo que los impuestos y los beneficios se dirijan
menos a los pobres, entonces el crecimiento de la desigualdad
será mucho más rápido.

El estudio muestra que a algunos grupos
de la sociedad les ha ido mejor que a otros. Los que rondan la
edad de jubilación -55 a 75 años- han visto los
aumentos de ingresos más cuantiosos durante los
últimos 20 años, y la pobreza de los jubilados, es
más, ha disminuido de manera muy rápida en muchos
países; de suerte que ahora es menor al promedio que para
la población de la OCDE en conjunto. En cambio, la pobreza
infantil ha aumentado; y ya está por encima del promedio
para la población en su totalidad. Esto es a pesar de las
crecientes pruebas de que el bienestar infantil es un factor
determinante clave de qué tan bien le irá a alguien
como adulto; cuánto ganarán, que tan sanos
serán y así sucesivamente. El aumento de la pobreza
infantil merece más atención política de la
que actualmente recibe en muchos países. Se debe prestar
más atención a los problemas del desarrollo
infantil para garantizar (como la reciente legislación
norteamericana lo estipula) que ningún niño se
rezague.

Confiar en exigir más impuestos y
en gastar más como una respuesta para la desigualdad
sólo puede ser una medida provisional. La única
forma viable de reducir la desigualdad es detener el aumento
implícito de salarios y de ingresos del capital. En
particular, debemos asegurarnos de que la gente sea capaz de
tener un empleo y de devengar un salario que los mantengan a
ellos y a sus familias fuera de la pobreza. Eso significa que los
países desarrollados deben mejorar mucho para que la gente
se acostumbre a trabajar en vez de que dependa de los subsidios
por desempleo, las prestaciones por invalidez y los beneficios de
la jubilación anticipada, al mantenerla en un trabajo y al
ofrecer buenas perspectivas profesionales.

Hay varias objeciones que la gente podría hacer
en respuesta a los párrafos anteriores. Por ejemplo,
podrían señalar los siguientes factores:

? Lo que importa no es sólo el ingreso. Los
servicios públicos como la educación y la salud
pueden ser instrumentos eficaces para reducir la
desigualdad.

? A pesar de que algunas personas tienen ingresos bajos
poseen muchos bienes, por lo que no se les debe considerar
pobres.

? No debemos preocuparnos demasiado por la pobreza en un
punto en el tiempo; sólo si la gente tiene ingresos bajos
durante un periodo prolongado tiene probabilidades de pasar
privaciones en serio.

? Una mejor forma de estudiar la desigualdad es ver si
la gente está privada de bienes y de servicios
fundamentales, como no tener suficiente comida para alimentarse o
poder adquirir una televisión o una lavadora.

? Una sociedad en la que el ingreso se distribuyera en
forma perfectamente equitativa tampoco sería un lugar
deseable. La gente que trabaja de manera más ardua o es
más talentosa que otra debe tener más ingresos. Lo
que importa, de hecho, es la igualdad de oportunidad, no
la igualdad de resultados.

Este estudio consigna todos estos temas de manera
directa; o, para ser más precisos, considera las pruebas
empíricas para cada uno de los enunciados, no los
problemas normativos de lo que es y de lo que no es una -buena?
sociedad. En suma, los datos comparativos en este informe revelan
varios -hechos estilizados que atañen a: i) los
aspectos generales que caracterizan la distribución del
ingreso familiar y de su evolución; ii) los
factores que han contribuido a los cambios en la pobreza y en la
desigualdad en los ingresos; y iii) lo que puede
aprenderse al estudiar medidas más explícitas de
recursos domésticos.

Aspectos que caracterizan la distribución del
ingreso familiar en los países de la OCDE

? Algunos países tienen una distribución
del ingreso mucho más desigual que otros;
independientemente de la forma en que se mida la desigualdad. Los
cambios en la medida de desigualdad usada generalmente tienen
poco efecto en las clasificaciones de los
países.

? Los países con una distribución del
ingreso más amplia también tienen una pobreza de
ingresos relativa mayor, con sólo unas cuantas
excepciones. Eso es aplicable independientemente de si la pobreza
relativa se define como tener ingresos inferiores al 40, 50 o 60%
de la mediana de ingresos.

? Tanto la desigualdad en los ingresos como el recuento
de la pobreza (basados en un umbral de mediana de ingresos del
50%) han aumentado durante los dos últimos decenios. El
aumento es bastante generalizado; afecta a dos tercios de todos
los países. El aumento es moderado pero importante
(promedia alrededor de 2 puntos para el coeficiente Gini y 1.5
puntos para el recuento de la pobreza). Sin embargo, es mucho
menos espectacular de lo que a menudo se describe en los medios
de comunicación.

? La desigualdad en los ingresos ha aumentado
considerablemente desde el año 2000 en Canadá,
Alemania, Noruega, Estados Unidos, Italia y Finlandia; y ha
disminuido en el Reino Unido, México, Grecia y
Australia.

? En forma general, la desigualdad ha aumentado porque a
las familias ricas les ha ido particularmente bien comparadas con
las de la clase media y con las que se ubican en la parte
inferior de la distribución del ingreso.

? La pobreza de ingresos entre los ancianos ha seguido
bajando; mientras que la pobreza entre los adultos jóvenes
y las familias con niños ha aumentado.

? La gente pobre en países con un alto ingreso
medio y una distribución del ingreso amplia (como Estados
Unidos) pueden tener un nivel de vida inferior al de la gente
pobre de países con un ingreso medio más bajo pero
con distribuciones más estrechas (Suecia). A la inversa,
la gente rica de países con bajos ingresos medios y
distribuciones amplias (Italia) pueden tener un nivel de vida
más alto que la gente rica de países donde el
ingreso medio es más alto pero la distribución del
ingreso es más estrecha (Alemania).

Factores que han impulsado los cambios en la desigualdad
en los ingresos y en la pobreza a lo largo del tiempo

? Los cambios en la estructura de la población
son una de las causas de mayor desigualdad. Sin embargo, eso se
refleja principalmente en el crecimiento de la cantidad de
adultos que viven solos y no en el envejecimiento
demográfico en sí.

? Los ingresos de los trabajadores de tiempo completo se
han vuelto más desiguales en casi todos los países
de la OCDE. Eso se debe a que quienes ganan mucho están
ganando aun más. Es probable que la globalización,
el cambio tecnológico que favorece las habilidades y las
políticas e instituciones del mercado laboral en conjunto
hayan contribuido a ese resultado.

? El efecto de las discrepancias salariales más
amplias en la desigualdad en los ingresos se ha compensado con
mayor empleo. Sin embargo, las tasas de empleo entre la gente con
menos estudios han bajado y la cesantía de las familias
sigue siendo alta.

? Los ingresos de capital y los ingresos por trabajo
autónomo se han distribuido con mucha desigualdad y
más aun durante el último decenio. Estas tendencias
son una causa muy importante de las desigualdades más
amplias en el ingreso.

? El trabajo es muy eficaz para atacar la pobreza. Las
tasas de pobreza entre las familias desempleadas son casi seis
veces más altas que las de las familias con
trabajo.

? Sin embargo, el trabajo no basta para evitar la
pobreza. Más de la mitad de toda la gente pobre pertenece
a familias con algunos ingresos, debido a una combinación
de pocas horas trabajadas durante el año y a los bajos
salarios o a ambos factores. Reducir la pobreza laboral a menudo
requiere beneficios laborales que completen los
ingresos.

Lecciones aprendidas al estudiar medidas más
explícitas de pobreza y de desigualdad

? Los servicios públicos como la educación
y la salud se distribuyen de manera más equitativa que el
ingreso; así que al incluirlos en un concepto más
amplio de recursos económicos se reduce la desigualdad,
aunque con pocos cambios en la clasificación de los
países.

? Al tomar en cuenta los impuestos al consumo se
amplía la desigualdad, aunque no tanto como la
reducción causada por tomar en cuenta los servicios
públicos.

? El patrimonio familiar se distribuye de manera mucho
más desigual que el ingreso, con algunos países con
desigualdad en los ingresos inferior que reportan mayor
desigualdad en el patrimonio. Sin embargo, esta conclusión
depende de la medida usada, del diseño de la encuesta y de
la exclusión de algunos tipos de bienes (cuya importancia
varía en todos los países) para mejorar la
equivalencia.

? En todos los individuos, el ingreso y el patrimonio
están muy correlacionados. La gente con malos ingresos
tiene menos bienes que el resto de la población, con un
patrimonio que se aproxima generalmente a menos de la mitad del
de la población en su totalidad.

? La carencia material es mayor en los países con
pobreza de ingresos relativa alta pero también en los que
tienen ingreso medio bajo. Eso implica que la pobreza de ingresos
desestima las penurias en los segundos países.

? La gente de edad tiene mayor patrimonio y menos
carencia material que los que son más jóvenes. Eso
implica que las cifras estimadas de pobreza en la vejez que se
basan sólo en el ingreso en efectivo exageran el grado de
las penurias de ese grupo.

? La cantidad de personas que son
sistemáticamente pobres durante tres años
consecutivos es bastante menor en casi todos los países;
pero más gente tiene ingresos bajos en algún
momento de ese periodo. A los países con tasas de pobreza
altas que se basan en el ingreso anual les va peor teniendo en
cuenta el porcentaje de gente que es sistemáticamente
pobre o que es pobre en algún momento del
tiempo.

? Caer en la pobreza generalmente refleja hechos que
guardan relación con la familia o con el trabajo. Los
acontecimientos familiares (como divorcios, nacimientos,
etcétera) son muy importantes para los
momentáneamente pobres, mientras que una reducción
en el ingreso por transferencias (por ejemplo, debida a cambios
en las condiciones que determinan el derecho a beneficios) son
más importantes para quienes son pobres durante dos
años consecutivos.

? La movilidad social generalmente es mayor en los
países con menor desigualdad en los ingresos y viceversa.
Eso implica que, en la práctica, lograr mayor igualdad de
oportunidad va junto con resultados más
equitativos.

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El informe deja muchas preguntas sin
contestar. No considera si es inevitable que haya más
desigualdad en el futuro. Ni contesta preguntas sobre la
importancia relativa de las diversas causas del crecimiento de la
desigualdad. Incluso tampoco responde en forma alguna la pregunta
de qué deben hacer los países desarrollados para
atacar la desigualdad. Pero sí muestra que algunos
países han tenido aumentos más pequeños -o
incluso disminuciones- en la desigualdad que otros. Demuestra que
la razón de las diferencias en todos los países se
debe, al menos en parte, a distintas políticas
gubernamentales, ya sea mediante una redistribución
más eficaz o mediante una mejor inversión en las
aptitudes de la población para mantenerse ellas mismas. El
mensaje normativo fundamental de este informe es que
-independientemente de si es la globalización o alguna
otra razón por la que la desigualdad ha estado aumentando-
no hay motivo para sentirse impotente: una buena política
gubernamental puede lograr el cambio.

Cuando confundir la
correlación en los datos con el factor causa-efecto
permite sacar una conclusión positiva

El Informe sobre Desarrollo Humano (PNUD –
2010), en su parte introductoria (Perspectiva General),
señala:

La evolución del bienestar no ha
sido igual para todos

"En pocas palabras, puede decirse que hoy
el mundo es un lugar mucho mejor que en 1990, o en 1970. Desde
entonces, la población del planeta ha experimentado
considerables avances en los aspectos más importantes de
su vida. En general, las personas hoy son más saludables,
más educadas y más ricas que nunca antes en la
historia, y tienen más capacidad para elegir a sus
líderes y exigirles responsabilidad por sus actos. Un
ejemplo claro es el incremento de nuestra medida global de
desarrollo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que
resume los datos sobre esperanza de vida, matriculación
escolar e ingreso en un solo indicador compuesto. Desde 1990, el
IDH mundial promedio ha aumentado 18% (y 41% desde 1970). Esto
refleja el progreso obtenido en cuanto a esperanza de vida,
matriculación escolar, alfabetización e ingresos.
Sin embargo, la variabilidad y la volatilidad son muy agudas en
algunos casos, y las abordaremos en detalle más
adelante.

Este avance ha beneficiado a casi todos los
países. De 135 países de la muestra de 1970-2010,
donde vive el 92% de la población mundial, sólo en
3 –la República Democrática del Congo, Zambia y
Zimbabwe- el IDH es menor hoy que en 1970.

En general, los países pobres se van acercando al
IDH de los países ricos. Esta convergencia presenta un
escenario mucho más optimista que la perspectiva que
sólo observa las tendencias de ingreso, donde predomina la
divergencia. Sin embargo, no todos los países han avanzado
con igual rapidez y la variabilidad es notable. Los que avanzan
más lentamente en desarrollo humano son los países
afectados por la epidemia del sida en África Subsahariana
y los que conformaban la ex Unión Soviética, donde
la mortalidad de adultos va en aumento.

Entre los países que más han avanzado en
el IDH se encuentran los conocidos por la naturaleza "milagrosa"
de su crecimiento económico: China, Indonesia y Corea del
Sur. Pero también hay otros, como Nepal, Omán y
Túnez, cuyo progreso en las dimensiones no relacionadas
con el ingreso ha sido igualmente destacable. Sorprende que
varios de los países ubicados en los primeros 10 puestos
no suelan incluirse entre aquellos de mejor
rendimiento.

En el puesto número 11 está
Etiopía, y antes del lugar 25 aparecen otros tres
países de África Subsahariana (Botswana,
Benín y Burkina Faso). Esto demuestra que la perspectiva
de desarrollo humano ofrece una evaluación del
desempeño que dista mucho de la que presenta, por ejemplo,
la Comisión Spence para el Crecimiento y el Desarrollo.
Esta perspectiva revela que los avances en salud y
educación sí impulsan el desarrollo humano. De
hecho, siete países llegaron a los primeros 10 puestos
gracias a sus logros en dichos ámbitos y, en muchos casos,
en un contexto de crecimiento normal.

Pero no todos los países han progresado con igual
rapidez y la variabilidad es considerable. En los últimos
40 años, el IDH de una cuarta parte de las naciones en
desarrollo aumentó menos de 20% y, en otra cuarta parte,
más de 65%. En algunos casos, estas diferencias se deben a
que los países tienen distintos puntos de partida. Los
países menos desarrollados avanzan en general más
rápido en salud y educación que los más
desarrollados. No obstante, la mitad de la variabilidad en el
desempeño del IDH no se explica por el IDH inicial y
algunos países con puntos de partida similares evolucionan
de manera diferente. Esto sugiere que otros factores, como las
políticas vigentes, las instituciones nacionales y la
geografía, también juegan un papel
importante.

En términos de ingreso, el desempeño es
mucho más diverso. A diferencia de los indicadores de
salud y educación, y a pesar del progreso observado en los
indicadores agregados, los ingresos no tienden a converger. Esto
se debe a que, en los últimos 40 años, los
países ricos han crecido más rápido que los
más pobres. Así, la brecha entre países
desarrollados y en desarrollo se mantiene. Un pequeño
grupo de países se ubica en la cima de la
distribución mundial del ingreso y sólo un
puñado de países que eran pobres ha logrado entrar
en el grupo de los países ricos.

En resumen, los avances han sido significativos pero los
cambios de las últimas dos décadas no son del todo
positivos. Algunos países han retrocedido, especialmente
en salud, y han borrado en pocos años los logros obtenidos
tras décadas de esfuerzo. Por su parte, el crecimiento
económico es extremadamente desigual, tanto en los
países que crecen rápido como entre los grupos
sociales que se benefician de él. Asimismo, la brecha en
desarrollo humano, si bien ha disminuido, sigue siendo
enorme"…

En el Capítulo 4 del Informe sobre Desarrollo
Humano (Desigualdad), se destaca:

Las cosas buenas no siempre vienen juntas

"El desarrollo humano no puede sustentarse en la
explotación de algunos grupos por otros o en el mayor
acceso a los recursos y el poder por parte de algunos. El
desarrollo desigual no es desarrollo humano.

La equidad y el IDH están relacionados
sistemáticamente: los países que tienen buen IDH
suelen ser más equitativos. Este resultado coincide con
las investigaciones que indican cómo la reducción
de la desigualdad, tanto en la población en su conjunto
como entre géneros y otros grupos sociales, puede mejorar
los resultados generales en salud, educación y crecimiento
económico.

Al interior de los países, el aumento de la
desigualdad de ingreso es la norma: ahora hay más
países con un coeficiente de Gini alto que en la
década de 1980. Por cada país donde la desigualdad
ha disminuido en los últimos 20 a 30 años,
aumentó en más de dos.

Para la mayoría de los habitantes del mundo, los
componentes más importantes del ingreso son los salarios y
las ganancias. Los ingresos provenientes del capital, por el
contrario, a menudo se concentran entre los más ricos. La
participación relativa de los ingresos del trabajo y del
capital es un punto que atañe a cualquier análisis
sobre desigualdad. Las investigaciones llevadas a cabo para este
Informe arrojan una caída de la participación del
trabajo en 65 de 110 países (casi 60%) en las
últimas dos décadas, contrariamente a los supuestos
relativos a una participación del trabajo estable en el
tiempo. Algunos países de gran tamaño, en
particular Estados Unidos, la Federación de Rusia e India,
han registrado descensos considerables, de hasta 5 puntos
porcentuales entre 1990 y 2008, lo que impulsó una
caída de 2 puntos porcentuales en la participación
mundial promedio del trabajo.

Dichos descensos coinciden con la menor
sindicalización y la mayor apertura comercial y financiera
en buena parte de los países desarrollados desde 1970. En
algunos casos, la caída en la participación de
trabajadores sindicalizados frente al total ha sido considerable:
de 22% a 8% en Francia y de 63% a 35% en Austria.

Sin embargo, la participación de trabajadores
cubiertos por contratos colectivos es mucho más alta: 95%
en Francia y 80%-95% en casi toda Europa Occidental, excepto en
Alemania (63%) y el Reino Unido (35%).

La desigualdad también surge como fenómeno
relevante al examinar la justicia distributiva si se considera al
mundo como un todo, una postura tradicional de los Informes. Las
proyecciones mundiales de desigualdad de ingresos son, a la vez,
contradictorias y polémicas. Una estimación
demuestra un descenso considerable en la desigualdad en los
ingresos, ya que el coeficiente mundial de Gini pasa de 0,68 a
0,61 entre 1970 y 2006, impulsado principalmente por China. Pero
los cálculos aplicados a períodos distintos
muestran otras tendencias. Según un estudio, el
coeficiente mundial de Gini aumentó desde 1988 y
actualmente es de 0,71.

En los países desarrollados, las condiciones
desfavorables afectan a algunos grupos de inmigrantes, así
como a minorías específicas y a pueblos
indígenas. En la Unión Europea, los inmigrantes
representan cerca de un octavo de la población en edad
laboral y a menudo son contratados para trabajos de bajos
salarios que no aprovechan sus aptitudes. Pertenecer a la etnia
"equivocada" también puede socavar las perspectivas
laborales. Un estudio muestra que el 68% de los postulantes que
tenían nombres británicos tradicionales
obtenían una entrevista, frente a sólo 39% de los
que tenían nombres asociados a grupos étnicos
minoritarios. Algunas minorías tienen menos suerte que
otras: los afroamericanos en Estados Unidos viven 13 años
menos que los asiático-americanos; los nativos americanos
de Dakota del Sur tienen una esperanza de vida más corta
que la que tenía un ciudadano estadounidense promedio hace
más de 50 años…

En el contexto del desarrollo humano, la vulnerabilidad
se asocia con la posibilidad de deterioro del desarrollo humano.
Los países y los individuos son vulnerables en el sentido
que su desarrollo humano está amenazado por diversos
riesgos (crisis que afectan a la sociedad como un todo o a
determinadas personas).

La integración económica y social ha
aumentado la probabilidad de ocurrencia de crisis globales, pero
algunas conservan su carácter local.

La vulnerabilidad se relaciona estrechamente con la
sostenibilidad. La sostenibilidad implica que las mejoras en el
desarrollo humano puedan mantenerse en el tiempo. En 1987, la
Comisión Brundtland definió el desarrollo
sostenible como "el desarrollo que asegura las necesidades del
presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones
para afrontar sus propias necesidades". Cuando se comprometen las
necesidades venideras debido a la forma en que satisfacemos las
necesidades del presente, las próximas generaciones quedan
expuestas a perder, de manera posiblemente catastrófica,
los avances alcanzados en desarrollo humano.

La mayor parte de la población depende de su
trabajo para la propia subsistencia y la de su familia. Para
muchos, perder el empleo es por excelencia el suceso más
importante (además de la muerte) que puede reducir su
desarrollo humano. La situación laboral también
afecta la sensación subjetiva de bienestar de la
población. Cualquier análisis sobre la
vulnerabilidad debe, entonces, estudiar detenidamente la
inseguridad laboral y las fuentes de inestabilidad
económica, de particular importancia ahora que la
economía mundial lucha por salir de la recesión
más profunda que haya sufrido en decenios y enfrentar la
pérdida de millones de empleos.

El aumento brusco del desempleo normalmente obedece a
crisis macroeconómicas, ya sean financieras o cambiarias.
Tal es el caso de la crisis financiera mundial, que ha generado
un marcado incremento de los despidos y el desempleo, sobre todo
en países desarrollados y en Europa y Asia
Central.

La crisis financiera mundial se precipitó por el
estallido de la burbuja de precios del mercado inmobiliario y el
derrumbe bancario en Estados Unidos; ésta se
propagó rápidamente por el resto del mundo. Se
trata de la peor crisis financiera desde la Gran
Depresión, al menos en los países desarrollados, y
ciertamente no será la última.

El desempleo y la pobreza recrudecieron: 34 millones de
individuos perdieron su empleo y 64 millones más cayeron
bajo la línea de pobreza de US$ 1,25 diarios. Esto se suma
a los entre 160 millones y 200 millones que se convirtieron en
pobres a raíz del aumento del precio de los productos
básicos en años anteriores. En 2010, la tasa de
desempleo rondó la media de 9% en los países
desarrollados, alcanzó el 10% en Estados Unidos y se
empinó sobre el 20% en España.

La reactivación comenzó en 2009, pero no
está de ningún modo garantizada: el riesgo de
recesión doble persiste y la plena recuperación
podría tardar años.

Las consecuencias de las crisis pueden perdurar incluso
después de recuperar el crecimiento, ya que el mercado
laboral suele tener rezagos con respecto a la producción
cuando ocurre la recuperación. La OIT prevé que 43
millones de individuos que perdieron su empleo durante la crisis
financiera mundial hasta 2009 están en riesgo de pasar a
ser desempleados de largo plazo. Otros podrían
decepcionarse y abandonar completamente el mercado laboral. Puede
repetirse el fenómeno observado tras la crisis de Asia
Oriental de fines de la década de 1990, cuando los
índices de participación en la fuerza laboral nunca
se recuperaron.

Los grandes aumentos en los niveles de pobreza son
frecuentes en las crisis financieras. La que afectó a Asia
Oriental a fines de la década de 1990 dejó a 19
millones de indonesios y a 1,1 millones de tailandeses en la
pobreza. La crisis financiera de Argentina en 2001
incrementó los índices de pobreza nacional en 15
puntos porcentuales, mientras que la de 1998 en Ecuador
aumentó la pobreza en 13 puntos porcentuales.

El impacto de una crisis en los ingresos depende de la
existencia de planes adecuados de desempleo. La
preocupación por la seguridad laboral y la pérdida
de empleos ha llevado a la mayoría de los gobiernos a
abordar el problema, si bien la cobertura y los beneficios son a
menudo, parciales e insuficientes. Cuando no hay
protección social, quienes pierden el trabajo deben
transitar a la economía informal, donde los salarios son
más bajos y la vulnerabilidad es mayor.

Los efectos de las crisis en el desarrollo humano van
evidentemente más allá de los ingresos y pueden
tener mayor duración. Por ejemplo, las familias pobres
pueden decidir sacar a sus hijos de la escuela, en desmedro de
sus oportunidades futuras. Las crisis también aumentan la
mortalidad infantil y la desnutrición; el retraso del
crecimiento impone un alto costo cuyas consecuencias perduran en
el tiempo.

Otros efectos negativos incluyen el aumento del
número de niños de la calle y de las tasas de
suicidio y delincuencia, así como el recrudecimiento del
maltrato y la violencia doméstica, y también de las
tensiones étnicas. Datos recientes sugieren que el aumento
del desempleo durará más que la caída en la
producción.

Mientras millones han perdido su empleo, otros, como
algunos inversionistas, están protegidos por seguros a los
depósitos o se benefician con los rescates financieros.
Quienes ganan -en términos relativos y en ocasiones
absolutos- son generalmente los que tienen más bienes,
mejor información y mayor agilidad financiera y, por
supuesto, aquellos con influencia.

Al menos para los países desarrollados, fue la
peor crisis desde la Gran Depresión"…

Los anteriores, son algunos párrafos sueltos del
Informe sobre Desarrollo Humano 2010 (luego en el Anexo se
transcribe el Capítulo 4 completo), para que los lectores
con poco tiempo puedan descubrir la triste realidad que ciertos
números disimulan.

En una "economía onanística" el mundo
desarrollado ha sufrido un amplio proceso de "deflación
interna". La voracidad insaciable de los "amos del universo" ha
provocado una "era de austeridad asimétrica", donde no
todos los sueldos son una mierda y ciertas jubilaciones tampoco.
En consecuencia la mayoría de la población del
mundo desarrollado se ha transformado en los tontos del universo
para que los "elegidos" puedan continuar adorando al dios
Mammón.

En lo referente a los sueldos de los "elegidos", la "ley
de la gravedad de Wall Street" ha vuelto a imponerse con toda su
fuerza: lo que baja debe volver a subir.

"En 2010, la remuneración y beneficios
totales en los bancos y firmas de valores de Wall Street que
cotizan en bolsa batieron un récord de US$ 135.000
millones, según un análisis de The Wall Street
Journal. Esto representa un alza de 5,7% frente a los US$ 128.000
millones en remuneraciones y beneficios combinados de las mismas
compañías en 2009"…
Los sueldos en Wall
Street vuelven a la estratósfera (The Wall Street Journal
3/2/11)

El aumento fue alimentado por un repunte en los
ingresos, a medida que la crisis financiera queda en el olvido.
En 25 grandes firmas financieras que reportaron sus resultados
para todo el año, la facturación subió a US$
417.000 millones, una nueva marca, aunque el incremento de 1% del
año pasado fue apenas una fracción del salto en los
ingresos en la industria que se vio entre 2008 y 2009, conforme
la banca de inversión y el corretaje volvieron a la
vida.

"Las cosas están regresando a donde estaban
antes", dijo J. Robert Brown, un profesor de derecho de la
Universidad de Denver que estudia la remuneración y los
temas de gobierno corporativo.

Los ingresos son un factor clave en las decisiones de
remuneración: 25 empresas dedicaron en torno a un tercio
de sus ingresos totales a los salarios de sus empleados. Este
porcentaje, conocido como ratio salarial, escaló a 32,5%
el año pasado frente a 31,1% en 2009. El sueldo promedio
por empleado creció 3% a unos US$ 141.000, aunque esta
cifra varía ampliamente de compañía a
compañía.

"De momento, el mayor bonus de Wall Street ha ido a
parar a manos del director de mercados globales de Bank of
America Merrill Lynch, Thomas Montag, según consta en los
registros de la SEC, el regulador bursátil de Estados
Unidos. Y eso en el año en el que se ha batido el
récord en primas, según The Wall Street
Journal"…
Y el mayor bonus para un banquero de
inversión es para… (El Confidencial –
4/2/11)

A sus 54 años de edad ha recibido 15 millones de
dólares de bonus en 2010, de los cuales 14,3 millones son
en acciones y 900.000 dólares en activos especiales
convertibles en efectivo el año que viene. Además
tiene un salario base que ha pasado de los 50.000 dólares
a los 850.000 dólares. Montag ha obtenido más bonus
incluso que su jefe. El CEO de Bank of America, Brian Moynihan
tuvo un bonus de 9,05 millones de dólares, todo en
acciones restringidas, y no ha tenido ningún aumento de su
sueldo, en los 950.000 dólares.

Tampoco en "la City" las cosas han ido del todo mal (al
menos, para los que no practican "la contención" en la
paga de bonus).

"Los bancos del Reino Unido repartirán entre
sus directivos primas por un valor aproximado de 6.000 millones
de libras -unos 7.110 millones de euros- según el
periódico The Sunday Times. La medida contrasta con las
palabras del ministro de Economía, George Osborne, que
había reclamado contención en la paga de
bonus"…
La banca dará 7.100 millones en primas en
el Reino Unido (Cinco Días – 7/2/11)

Anexo V – Informe sobre Desarrollo Humano 2010 –
PNUD

Desigualdad (del Capítulo 4 – Las cosas buenas
no siempre vienen juntas)

El desarrollo humano no puede
sustentarse en la explotación de algunos grupos por otros
o en el mayor acceso a los recursos y el poder por parte de
algunos. El desarrollo desigual no es desarrollo
humano.

Desde sus inicios, los Informes sobre Desarrollo Humano
han tratado ampliamente los temas de la privación y la
desigualdad. Los primeros Informes ajustaban la dimensión
de los ingresos del IDH por la desigualdad. Los Informes de 1997
y 1998 incluyeron por primera vez los índices de pobreza
humana. El Informe de 2005 exploró las desigualdades en el
desarrollo humano. Muchos informes nacionales como los de la
Federación de Rusia (1998) y Mongolia (2007) analizaron
los temas de la pobreza y la desigualdad en el plano
local.

La equidad y el IDH están
relacionados sistemáticamente: los países que
tienen buen IDH suelen ser más equitativos. Este resultado
coincide con las investigaciones que indican cómo la
reducción de la desigualdad, tanto en la población
en su conjunto como entre géneros y otros grupos sociales,
puede mejorar los resultados generales en salud, educación
y crecimiento económico.

Sin embargo, sigue habiendo una variabilidad
considerable en la relación entre IDH y desigualdad, sobre
todo en países con niveles de IDH bajo y medio. Por
ejemplo, la desigualdad en Namibia es casi tres veces mayor que
en Kirguistán, aun cuando ambos países tienen un
IDH de 0,642. Además, la correlación de dos
variables en un momento dado no garantiza que los avances siempre
ocurran en conjunto. De hecho, los datos sobre la
dimensión de ingresos -pese a ser más incompletos
que los de las demás dimensiones- indican que las
desigualdades se han acentuado al interior de los
países.

Aumento de la desigualdad de ingresos

Debido a que los ingresos promedio pueden inducir a
errores, especialmente al haber un alto grado de desigualdad, la
Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi recomendó usar la
mediana como indicador de la situación del individuo
"típico".

En Estados Unidos, por ejemplo, la media de los ingresos
es casi un tercio más alta que la mediana. Esta brecha
sigue en aumento, situación que se debate tanto entre los
formuladores de políticas como en círculos
académicos.

Otros países desarrollados como Italia y Nueva
Zelandia tienen brechas similares. Esta diferencia suele ser
mayor en los países en desarrollo: más de 50% en
Côte d"Ivoire y 60% en Liberia y Zambia.

Sin embargo, la brecha entre la media y
la mediana de ingresos no es la mejor manera de medir la
desigualdad en el conjunto de la población, ya que no
muestra cómo se concentran los ingresos en distintos
puntos dentro de la distribución.

Por ello, el indicador más usado
es el coeficiente de Gini. Al interior de los países, el
aumento de la desigualdad de ingreso es la norma: ahora hay
más países con un coeficiente de Gini alto que en
la década de 1980. Por cada país donde la
desigualdad ha disminuido en los últimos 20 a 30
años, aumentó en más de dos.

El incremento de la desigualdad es más
pronunciado en países que pertenecieron a la ex
Unión Soviética, donde los coeficientes de Gini
siguen siendo relativamente bajos, debido a que comenzaron con
una baja desigualdad.

La transición minó las garantías
laborales y terminó con el extendido empleo estatal. Antes
de la caída del Muro de Berlín, nueve de cada 10
habitantes de los países socialistas eran empleados
estatales, en contraste con dos de cada 10 en las
economías de la Organización de Cooperación
y Desarrollo Económicos. Si bien la elite privilegiada (la
nomenklatura) a menudo alcanzaba mayor bienestar
económico, la diferencia en los ingresos era
pequeña.

La desigualdad en el ingreso también se ha
profundizado en la mayoría de los países de Asia
Oriental y el Pacífico con respecto a algunas
décadas atrás. Esto se explica en parte por la
creciente brecha entre zonas urbanas y rurales, producto del
rápido crecimiento industrial; aunque también han
contribuido el bajo ritmo de crecimiento de la agricultura y los
retornos crecientes a los mayores niveles de
escolaridad.

En las ex economías centralmente planificadas,
como China y Viet Nam, las tendencias también reflejan un
aumento, al comparar con los niveles observados durante la
planificación central. No obstante, Mongolia demuestra que
la transición hacia la economía de mercado no
siempre tiene que ir acompañada de mayor disparidad del
ingreso.

En términos generales, la desigualdad
aumentó en África Subsahariana durante la
difícil década de 1980, para luego disminuir
considerablemente a lo largo del período de crecimiento de
fines de la década de 1990 y los años 2000. En
América Latina y el Caribe, la elevada desigualdad
histórica ha estado vinculada a una desigual
distribución de la tierra y la educación, e
ingresos más altos para los trabajadores calificados,
altas tasas de fecundidad en los hogares más pobres y
gasto público regresivo.

Sin embargo, algunos países como Brasil, Ecuador
y Paraguay han comenzado a poner freno a la desigualdad con
buenos resultados. Desde fines de la década de 1990, las
políticas progresivas parecen haber generado un incremento
en los salarios de las personas de menor educación,
así como de las transferencias, mediante políticas
sociales focalizadas. En muchos países desarrollados, la
desigualdad en los ingresos antes de impuestos se ha visto
compensada por la redistribución estatal.

Para la mayoría de los habitantes
del mundo, los componentes más importantes del ingreso son
los salarios y las ganancias. Los ingresos provenientes del
capital, por el contrario, a menudo se concentran entre los
más ricos. La participación relativa de los
ingresos del trabajo y del capital es un punto que atañe a
cualquier análisis sobre desigualdad. Las investigaciones
llevadas a cabo para este Informe arrojan una caída de la
participación del trabajo en 65 de 110 países (casi
60%) en las últimas dos décadas, contrariamente a
los supuestos relativos a una participación del trabajo
estable en el tiempo. Algunos países de gran
tamaño, en particular Estados Unidos, la Federación
de Rusia e India, han registrado descensos considerables, de
hasta 5 puntos porcentuales entre 1990 y 2008, lo que
impulsó una caída de 2 puntos porcentuales en la
participación mundial promedio del trabajo.

Dichos descensos coinciden con la menor
sindicalización y la mayor apertura comercial y financiera
en buena parte de los países desarrollados desde 1970. En
algunos casos, la caída en la participación de
trabajadores sindicalizados frente al total ha sido considerable:
de 22% a 8% en Francia y de 63% a 35% en Austria.

Sin embargo, la participación de trabajadores
cubiertos por contratos colectivos es mucho más alta: 95%
en Francia y 80%–95% en casi toda Europa Occidental,
excepto en Alemania (63%) y el Reino Unido (35%).

La desigualdad también surge como
fenómeno relevante al examinar la justicia distributiva si
se considera al mundo como un todo, una postura tradicional de
los Informes. Las proyecciones mundiales de desigualdad de
ingresos son, a la vez, contradictorias y polémicas. Una
estimación demuestra un descenso considerable en la
desigualdad en los ingresos, ya que el coeficiente mundial de
Gini pasa de 0,68 a 0,61 entre 1970 y 2006, impulsado
principalmente por China. Pero los cálculos aplicados a
períodos distintos muestran otras tendencias. Según
un estudio, el coeficiente mundial de Gini aumentó desde
1988 y actualmente es de 0,71.

Sin embargo, otros estudios arrojan que la
disminución o el aumento de la desigualdad mundial en los
ingresos dependen de los distintos métodos de
análisis y las series de datos. Es difícil obtener
una idea clara a partir de hallazgos tan contradictorios, aunque
todos coinciden en un punto fundamental: la desigualdad de
ingresos entre la población mundial es muy
alta.

Superposición y disparidades
sistémicas

Las desigualdades pueden
retroalimentarse. Después de todo, las sociedades
desiguales -democráticas o no- son sociedades donde el
poder está más concentrado en las elites, por lo
que no sorprende que sean favorecidas por las instituciones
económicas y políticas. Un estudio de actitudes
hacia la educación entre elites brasileñas durante
la década de 1990 muestra que a menudo éstas eran
renuentes a ampliar las oportunidades de educación con el
argumento de que los trabajadores educados serían
más difíciles de manejar. Por su parte, a los
encargados de las políticas del gobierno les preocupaba
que una fuerza laboral más cara redujera las ventajas
comparativas del país en la producción de bienes
intensivos en mano de obra. Tales ideas frenan el desarrollo
humano ya que inhiben la inversión en capital humano y en
bienes públicos, limitan la redistribución y
generan inestabilidad política.

Las privaciones conjuntas se generan
cuando la desigualdad en salud y educación coincide con la
desigualdad de ingresos, lo que a su vez puede superponerse con
la etnia y el género. La mejor calidad de los datos sobre
países en desarrollo ha facilitado la comprensión
de las privaciones conjuntas, mientras que el análisis de
los países desarrollados arroja patrones similares, a
pesar de que, en general, hay mayor acceso a servicios
públicos.

El acceso a servicios públicos,
de acuerdo con la posición que ocupa una persona en la
distribución de los ingresos, refleja las múltiples
privaciones de los hogares que se ubican en el extremo inferior
de la escala. Los datos sobre tendencias de la desigualdad en
dimensiones no relacionadas con los ingresos son escasos, pero
ofrecen patrones generales indicativos. Un aspecto positivo que
se hace patente es que el mayor acceso a educación ha
beneficiado sostenidamente a los grupos menos favorecidos. Sin
embargo, los hijos de aquellos sectores todavía son
más propensos a morir a temprana edad y a tener peor salud
y menos educación y acceso a servicios básicos.
Además, la calidad de los servicios que pueden costear los
pobres, o que brinda el sector público, son de peor
calidad que los que están a disposición de los
más favorecidos.

En cuanto a la salud, las tendencias son
contradictorias. Un estudio de 24 países en desarrollo
señala que las brechas en la mortalidad infantil se
estaban acentuando entre los extremos de la distribución
de la riqueza en 11 países; mientras que sólo tres
mostraron mejoras y en el resto no hubo variación. En los
países desarrollados, los recientes aumentos en la
esperanza de vida han beneficiado a los mayores, los más
ricos y los más educados, debido, en parte, al incremento
de la eficacia de las intervenciones en atención sanitaria
y a conductas más saludables, como fumar menos y hacer
más ejercicio.

En general, las brechas en salud entre
grupos de ingresos altos y bajos suelen ser grandes, sobre todo
en países en desarrollo. La mortalidad infantil, por
ejemplo, es mucho más frecuente en los hogares más
pobres de todas las regiones. En los Estados Árabes y las
regiones de Asia Oriental y el Pacífico y América
Latina y el Caribe, la mortalidad infantil casi se duplica en el
último quintil de la distribución de ingresos
(figura 4.4). En Indonesia y Nicaragua, la mortalidad infantil
del quintil inferior es tres veces mayor que la del quintil
más rico

Un estudio sobre los datos de encuestas
demográficas y de salud de 55 países de todas las
regiones con países en desarrollo refleja que sólo
dos quintas partes de los niños de hogares pobres han
recibido todas las vacunas frente a casi dos tercios de los
niños de hogares pertenecientes al extremo superior de la
distribución. Otro estudio reciente realizado con datos de
45 países arrojó grandes desigualdades en la
atención sanitaria materna e infantil entre los grupos de
ingresos y entre las zonas rurales y urbanas. Por ejemplo, en
Bolivia y Perú, el quintil más rico tiene acceso
prácticamente universal a la atención de un
profesional en el parto, mientras que ello sólo
está disponible a entre 10% y 15% del quintil más
pobre. Alrededor de dos terceras partes de los partos
desatendidos fueron de mujeres rurales pobres.

Monografias.com

En la mayoría de los
países en desarrollo, las mejoras educacionales han
ampliado el acceso a niños que de otra forma no
habrían asistido a la escuela, lo que sugiere menor
desigualdad a largo plazo. En Egipto, entre 1995 y 2000, la
participación escolar aumentó 18 puntos
porcentuales entre las niñas del quintil más pobre
de la distribución de ingresos y sólo 5 puntos
porcentuales entre las niñas del quintil más rico.
En cinco años, las ganancias fueron 8 y 4 puntos
porcentuales más altas en Nepal y Viet Nam,
respectivamente, para los del quintil más bajo en la
distribución de ingresos. Esta tendencia hacia menos
desigualdad se ve reflejada en el coeficiente de Gini promedio en
educación, que bajó de 0,46 en 1960 a 0,31 en 2000,
además de mostrar una reducción constante en todas
las regiones desde 1970 (pese al estancamiento observado en Asia
Oriental y el Pacífico durante la década de
1990).

Para investigar las diferencias entre grupos de ingresos
de manera más sistemática, un estudio para este
Informe estimó el IDH de los hogares de 15 países.
La distribución entre deciles de ingresos muestra el
comportamiento esperado: el 10% superior tiene un IDH mucho
más alto que el inferior y va desde 20% más en
Armenia hasta 160% en Nigeria.

Cuando se calcula el IDH de distintos
grupos de la población, surgen algunos patrones
claros:

• Los hogares rurales y aquellos con poca
educación tienen un IDH sistemáticamente más
bajo que sus contrapartes urbanas y con mayor educación.
Las diferencias no obedecen simplemente a que la educación
sea parte del IDH: los índices de ingreso y esperanza de
vida también muestran un sesgo contra las familias de bajo
nivel de instrucción.

• Burkina Faso, Etiopía y Senegal son
países con IDH promedio bajo, pero además muestran
un IDH entre 33% y 40 % más bajo en las zonas rurales que
en las urbanas.

• Sorprende, de cierta manera, la ausencia de un
patrón distributivo claro entre hogares encabezados por
hombres y por mujeres. En algunos países, los resultados
son más altos en hogares encabezados por mujeres
(Etiopía), mientras que en otros, son los hogares
encabezados por hombres los que se encuentran en mejor
situación (Egipto).

Este análisis también
consideró una comparación internacional entre los
IDH de diferentes grupos. En más de la mitad de los
países analizados, la diferencia entre los hogares con
mejor educación y aquellos sin escolaridad es superior a
50% -y casi 90% en Burkina Faso- brecha que equivaldría a
40 puestos en la clasificación internacional del IDH. Las
diferencias son menores en los antiguos países del bloque
comunista como Armenia y Kirguistán y mayores en algunos
países de América Latina y el Caribe -Bolivia,
Nicaragua y Perú- y en África
Subsahariana.

Los grupos identificados por
ubicación geográfica, etnia, género y otras
características a menudo enfrentan condiciones
desfavorables sistemáticas que señalan diferencias
de oportunidades entre grupos de personas que deberían
tener las mismas posibilidades. Esto también se conoce
como desigualdades horizontales.

Los ejemplos de grupos desfavorecidos son abundantes. El
IDH de los romaníes en Rumania está muy por debajo
del promedio nacional y es similar al de Botswana, pese a que
Rumania está clasificado casi 50 puestos más arriba
que Botswana en el IDH. El ingreso de los romaníes
equivale a un tercio del promedio nacional y su tasa de
mortalidad infantil es tres veces más alta. En
Pakistán, más de 50% de los jóvenes
hablantes de baluchi o seraiki tienen menos de cuatro años
de escolaridad; mientras que entre los jóvenes hablantes
de urdu, este grupo corresponde a sólo 10%. Los pueblos
indígenas también van a la zaga en la
mayoría de los indicadores de desarrollo humano, incluso
en países ricos.

En los países desarrollados, las
condiciones desfavorables afectan a algunos grupos de
inmigrantes, así como a minorías específicas
y a pueblos indígenas. En la Unión Europea, los
inmigrantes representan cerca de un octavo de la población
en edad laboral y a menudo son contratados para trabajos de bajos
salarios que no aprovechan sus aptitudes. Pertenecer a la etnia
"equivocada" también puede socavar las perspectivas
laborales. Un estudio muestra que el 68% de los postulantes que
tenían nombres británicos tradicionales
obtenían una entrevista, frente a sólo 39% de los
que tenían nombres asociados a grupos étnicos
minoritarios. Algunas minorías tienen menos suerte que
otras: los afroamericanos en Estados Unidos viven 13 años
menos que los asiático-americanos; los nativos americanos
de Dakota del Sur tienen una esperanza de vida más corta
que la que tenía un ciudadano estadounidense promedio hace
más de 50 años…

Vulnerabilidad y sostenibilidad

La palabra vulnerabilidad tiene significados diferentes
para distintas personas y además, cambia según el
contexto. Vulnerare, la raíz latina de vulnerabilidad,
significa "herir" y la asociación conceptual básica
entre vulnerabilidad y herida, entendida como un deterioro del
bienestar, se mantiene. En el contexto del desarrollo humano, la
vulnerabilidad se asocia con la posibilidad de deterioro del
desarrollo humano. Los países y los individuos son
vulnerables en el sentido que su desarrollo humano está
amenazado por diversos riesgos (crisis que afectan a la sociedad
como un todo o a determinadas personas).

Las crisis tienen orígenes diversos: crisis
económicas, desastres naturales o antropogénicos,
enfermedades o accidentes. Sequías, inundaciones y
terremotos nos han amenazado desde tiempos inmemoriales -la
Epopeya de Gilgamesh, uno de los escritos más antiguos,
describe una gran inundación y las consiguientes penurias
en la antigua Mesopotamia– y las crisis financieras han sucedido
durante siglos.

La integración económica y
social ha aumentado la probabilidad de ocurrencia de crisis
globales, pero algunas conservan su carácter local. Los
riesgos más ubicuos y frecuentes son aquellos que amenazan
a individuos y familias. Se ha utilizado una tipología
básica para comprender el riesgo y la vulnerabilidad: los
que pueden afectar a los individuos, como la pérdida de la
vida, el empleo de quien sostiene económicamente a la
familia o una discapacidad repentina; los que sobrevienen a las
comunidades, como los desastres naturales; y a los países,
como las crisis financieras o macroeconómicas.

La vulnerabilidad se relaciona
estrechamente con la sostenibilidad. La sostenibilidad implica
que las mejoras en el desarrollo humano puedan mantenerse en el
tiempo. En 1987, la Comisión Brundtland definió el
desarrollo sostenible como "el desarrollo que asegura las
necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
futuras generaciones para afrontar sus propias necesidades".
Cuando se comprometen las necesidades venideras debido a la forma
en que satisfacemos las necesidades del presente, las
próximas generaciones quedan expuestas a perder, de manera
posiblemente catastrófica, los avances alcanzados en
desarrollo humano.

No podemos extendernos sobre la vulnerabilidad y la
sostenibilidad; se requiere un trabajo mucho más detallado
que proponemos desarrollar en el próximo Informe. La
atención en esta sección se limita a dos aspectos
de suma importancia -la inseguridad económica y el cambio
climático- y cómo han evolucionado
recientemente.

Inseguridad y desplome laboral

La mayor parte de la población
depende de su trabajo para la propia subsistencia y la de su
familia. Para muchos, perder el empleo es por excelencia el
suceso más importante (además de la muerte) que
puede reducir su desarrollo humano. La situación laboral
también afecta la sensación subjetiva de bienestar
de la población. Cualquier análisis sobre la
vulnerabilidad debe, entonces, estudiar detenidamente la
inseguridad laboral y las fuentes de inestabilidad
económica, de particular importancia ahora que la
economía mundial lucha por salir de la recesión
más profunda que haya sufrido en decenios y enfrentar la
pérdida de millones de empleos.

La crisis financiera mundial

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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