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La cultura cubana en la revolución (1971-1980) (página 3)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



Partes: 1, 2, 3, 4

Embajadores de la cultura popular el Conjunto
Folklórico Nacional se convierte en la cara de la Cuba
marginada y ahora triunfante con la voz increíble de
Lázaro Ros, sin la cual no se conciben los cantos negros
de nuestra nación, los tambores ancestrales que fueron
luego colocándose en el pentagrama musical de la isla y de
la latinidad americana; sus bailarines y bailarinas, Zenaida
Armentero y Nieves Fresneda, por mencionar solo dos, sentidoras
de aquella energía que le llegaba desde muy lejos y desde
muy hondo y el paciente trabajo de Argelier León, Fernando
Ortiz, Rogelio Martínez Furé, Lidia Cabrera y cada
practicante que defendió esta cultura, cuya punta del
iceberg fue el Conjunto, pero que era mucho más que
espectáculo, algo que estaba por entenderse en estos
difíciles y contradictorios años.

El Conjunto Folklórico Nacional de Cuba ha
ofrecido funciones a lo largo y ancho de nuestro país y en
más de 60 giras internacionales por países de
Europa, América, Asia y África donde los
públicos más disímiles han ovacionado a
colectivo danzario. Los más prestigiosos escenarios del
mundo desde París a Moscú o desde Lima a Tokio,
desde Angola a New York, han vibrado con los encendidos ritmos de
los tambores y los cantos y danzas tradicionales creados por el
pueblo cubano.

Del movimiento de artistas aficionados sobresalen un
buen grupo de conjuntos y agrupaciones danzarias fundamentalmente
de bailes afro-cubano, afro-caribeños y de tradiciones
campesinas. De ellos sobresalen grupos como, el Conjunto
Folklórico de la Universidad de La Habana, el Conjunto XX
Aniversario de Ciego de Ávila, el Conjunto
Folklórico de Trinidad, la Tumba Francesa Carabalí
Izuama, de Santiago de Cuba y el Grupo Folklórico de Nueva
Gerona con sus bailes caimaneros, entre los muchos que daban
impulso al estudio y conservación de las tradiciones
populares en la danza.

La música
popular en crisis

Hablar de música popular en Cuba es referirse al
más representativo de los modos de la música y la
cultura de la isla, por su arraigo en la población, la
variedad de sus géneros y sus aportes al acervo
melódico universal. Este período del decenio de los
70s muestra en el panorama de la música popular un
estancamiento, dado por el aislamiento generalizado que la
confrontación con los Estados Unidos y la digna actitud de
los cubanos frente a las agresiones de todo tipo que tuvo que
padecer el país.

Al triunfo de la Revolución la música
popular cubana era ya reconocida en los grandes centros
culturales del mundo, con una gran difusión propiciada por
las grandes compañías del disco, casi todas
norteamericanas, que tenía en ella un rico filón
económico.

Las disqueras extranjeras cortaron el vínculo
para la difusión de la música que se seguía
haciendo en la isla y por los artistas y agrupaciones que
permanecieron en la isla. Junto a esto en los primeros
años de la Revolución la producción disquera
nacional se deprimió mucho y el mercado interno igualmente
y para completar estos factores de estancamiento de la
música popular, el mercado tradicional de esta
música, fuera de Cuba, América Latina, el Caribe y
los Estados Unidos, quedó vedado por las medidas de
bloqueo comercial y cultural que se le impusieron a la isla por
parte de los gobernantes de los Estados Unidos.

En lo interno fueron desapareciendo poco a poco las
áreas bailables, que siempre permitieron confrontar al
músico y su obra con el bailador, lo que trajo por
resultado la pérdida de la tradición, motivado por
el prejuicio de que los bailes populares eran lugares de
reunión de elementos marginales y que por lo general se
generaban desordenes públicos.

Junto a esto se eternizaron las plantillas de las
orquestas y conjuntos establecidos, dejando poco margen para la
entrada de elementos nuevos y renovadores en la música
popular. A nombre de la "tradición" muchos músicos
y agrupaciones bailables siguieron tocando prácticamente
lo mismo, convirtiendo esa música en "música de
viejos", en tanto se cerraban los ojos y se negaba lo que
hacía de nuevo en estos géneros nuestros por otras
latitudes.

A finales de los 60s entra en el escenario sonoro cubano
la avalancha de música pop y beat, que trae por resultado
un movimiento de "música para la juventud" que
potenció la balada, la canción ligera, las
agrupaciones de rock y los "combos" (batería, organeta,
guitarra prima y bajo) de pequeño formato para tocar y
cantar este tipo de música, relegando casi por completo lo
instrumentos de la música cubana y los géneros de
la misma. Solo el "feling" con su modo de interpretar, sus
grandes compositores e interpretes, lograron mantener un nivel de
difusión aceptable.

"La música popular cubana tenía una
crisis notable en ese momento porque no había incentivos
ni había difusión objetiva de esas cosas, no
había una línea. Simplemente había
difusión de los elementos que podían coincidir con
el elemento de "agit-trop" (agitación
política)"[51]

A fines de los 60s comienzan a surgir sonoridades nuevas
en algunas agrupaciones musicales tanto en Cuba como en el
ambiente latino de Nueva York, casi de modo simultáneo,
pero independiente.

Charlie Palmieri es uno de los primeros innovadores en
este mundo sonoro latino, experimentando a partir del formato de
la charanga e introduciendo el trombón lo que le agrega
una sonoridad distinta a la base sonera que caracterizaba a estas
agrupaciones y dando lugar a lo que ellos llamaron
"salsa".

La "salsa" surge como necesidad, a partir de que los
conflictos políticos entre Cuba y los Estados Unidos,
cortaron el vínculo entre la música que se
hacía en la isla y sus seguidores en el área de
influencia tradicional de la misma. La música bailable
cubana quedó dividida y siguió dos caminos
paralelos, los músicos cubanos desde Cuba, buscando la
renovación por un lado, en confluencia con el rock y el
beat y los músicos cubanos en el exterior, junto a los
músicos del Caribe renovando a partir de la fusión
de ritmos de todas estas tierras, pero manteniendo al son en la
base rítmica. Fue un momento interesante e enriquecedor
para la música popular del Caribe.

El apogeo de la "salsa" se da a mediados de los 70s con
el boom comercial propiciado por la disquera "Fania", que
extendió el ritmo por el caribe, las comunidades latinas
de los Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Notables
figuras de la "salsa" en esta década fueron, Johnny
Pacheco, Willie Colón, Rubén Blades, celia Cruz y
Mario Bauzá, entre otros.

La reacción en Cuba fue más
política que cultural: negar el fenómeno salsero,
hablar de plagio y desconocer los valores que para la
difusión y desarrollo de la música bailable
tenía.

Juan Formell fue el iniciador de las más
profundas transformaciones en la música bailable cubana.
Partiendo de la charanga francesa, introduce el bajo y la
guitarra eléctrica, amplifica los violines y el cello; le
dio tratamiento rítmico a las cuerdas, mezcla el timbre de
la flauta y la guitarra eléctrica; pone a los cantantes a
interpretar a tres voces, experimenta con el contrabajo e
introduce el trombón. Toda una revolución musical
que ha tenido como mayor cualidad la actualización
constante de las sonoridades lo que ha hecho de su orquesta "Los
Van Van" (1970), la gran favorita del bailador cubano.

Formell logra en los 70s la renovación del son,
creado el estilo "songo", fusión del son con la
música yoruba y la beat. Si orquesta se caracteriza por la
limpieza en la ejecución, lo que permite distinguir
nítidamente cada sección de la misma, con
relevantes aportes en los arreglos contemporáneos de su
director y de otros músicos de la orquesta.

En cuanto a las composiciones musicales Juan Formell se
caracteriza por el tono picaresco, propio del humor criollo en
temas donde se hace crónica social de su tiempo, todo
dentro del inconfundible timbre de "Los Van-Van".

Sin hacer variaciones en el formato de charanga la
orquesta "Ritmo Oriental" alcanza una gran popularidad entre los
bailadores de esta etapa con números que fueron muy
demandados dentro de los géneros propios de la
música cubana, danzones, guarachas, boleros y congas: "Mi
socio Manolo", "Se baila así", "La gorda" y "Yo bailo de
todo" fueron éxitos en las temporadas carnavalescas y
festivas de estos años.

"La Original de Manzanillo" dirigida por "Pachi" Naranjo
comienza su trayectoria de éxitos desde su Manzanillo
natal, donde se han mantenido todos estos años, haciendo
la música cubana sobre la base rítmica sonera, sin
olvidar ningún género cubano pero consolidando su
quehacer con arreglos muy buenos y la inconfundible voz de manolo
del Valle, que fue el timbre de esta orquesta durante estos
años.

Elio Revé con su orquesta siguió apostando
a la renovación después de la salida de Juan
Formell, aunque no con la audacia de este mantiene a su
agrupación como abanderada de una música bailable
basada en el changüí guantanamero y su "paila" bien
sonora.

Otras orquestas charangueras se mantienen con más
o menos éxito, sostenidas por el apoyo oficial y la
calidad ganada en muchos años de oficio, la "Orquesta
Aragón" de Rafael Lay, orquesta eterna y conservadora de
sus sonoridades cubanísimas, Enrique Jarrín y su
orquesta contando con la voz del danzón Barbarito Diez;
conjunto como el "Rumbabana" con voces versátiles para el
bolero y el bailable, el de "Roberto Faz" y sus mosaicos de
boleros de gran aceptación entre los cubanos, "Los
Latinos", que incorporan la merenguera tambora dominicana y la
voz inconfundible de "Ricardito" y otros muchos, que mantuvieron
bailando a este pueblo pese a todas las adversidades, aunque la
repercusión internacional de este quehacer era muy
limitada.

En 1978 Adalberto Álvarez con el apoyo de las
autoridades culturales y política de Santiago de Cuba
organiza el conjunto "Son 14" que desde su primera
presentación resultó un éxito entre los
bailadores y seguidores de la música cubana. Su rotundo
triunfo en el "Concurso de Música Popular Adolfo
Guzmán" de 1979 con el tema "A Bayamo en coche", de
Adalberto Álvarez fue el inicio de una cadena de
éxito, no conocido por ningún otro grupo en el
período revolucionario, giras por países de
América Latina, versiones de sus números realizadas
por otra agrupaciones soneras o salseras del Caribe y la
consagración de Adalberto Álvarez como el
continuador más genuino del son cubano. En 1984 Adalberto
se separa del grupo que aún mantiene su sello con la voz
líder de Eduardo "Tiburón" Morales.

A fines de 1972 se presenta en el Teatro Amadeo
Roldán una singular agrupación musical que
tenía como líder al pianista Jesús "Chucho"
Valdés, provenían de la Orquesta Cubana de
Música Moderna, aquella leyenda musical de los finales del
60 que tenía por objetivos la actualización de la
música que se hacía en Cuba. Como continuadores de
estos afanes la banda de Chucho graba por eso día dos
temas que serían antológicos: "Bacalao con pan" y
"Danza Ñáñiga". El grupo aún no
tenía nombre, hasta su siguiente presentación
pública en abril de 1973 en Santiago de Cuba, nacía
Irakere, la superbanda que rompería el aislamiento musical
de Cuba y demostraría la autenticidad de la música
que se estaba haciendo en la isla por aquellos años,
suficiente para entrar en contrapunteo con las principales
corrientes rítmica internacionales sin perder su
identidad.

La música de "Irakere" va desde el jazz a los
sones, de la timba callejera, a las resonancias barrocas; de la
rumba a los elaborados ritmos armónicos. Sobresale el
trabajo de Chucho Valdés con la música afrocubana,
acudiendo no solo a las sonoridades ya incorporadas a la
sonoridad de la música popular cubana, sino a la
música ritual de origen yoruba, carabalí o
arará, de menor integración en esta música
popular que se había nutrido principalmente de la
percusión bantú.

La integración de estos ritmos requirió la
incorporación a la banda de los tambores batá, de
origen yoruba; del chequeré y otros instrumentos, que
junto a los electroacústicos y la virtuosidad de los
músicos, hicieron de Irakere un fenómeno
único.

En 1978 fueron los primeros músicos cubanos en
presentarse en los Estados Unidos después de 1959, al ser
invitárseles al festival de Jazz de Newport y tocar en el
mítico Carnige Hall de New York, concierto grabado por la
disquera Columbia y difundido en un disco titulado "Misa Negra",
galardonado con un premio Grammy en 1980.

Otro renovador musical de este período lo fue el
trombonista Juan Pablo Torres director de grupo "Algo Nuevo",
quien basa su trabajo en el son, alterando a veces sus
células rítmicas y empleando instrumentos
electroacústicos, en especial el sintetizador, lo que le
brinda grandes posibilidades sonoras.

El grupo "Síntesis", dirigido por Gerardo
Alfonso, tiene como base un excelente cuarteto vocal respaldado
por una banda de rock, en este período realizan un
novedoso trabajo vocal en fusión con la música
afrocubana y la colaboración del cantante
folklórico Lázaro Ross

Los 70s fue la etapa de florecimiento de cantantes y
agrupaciones de pequeño formato que siguen los patrones de
la música internacional de moda: Maggi Carlé, Mirta
Medina, Annia Linares, Fara María, Alfredo
Rodríguez, Héctor Téllez, Raúl
Gómez, Lourdes Torres con Los Modernistas; Los 5-U-4
dirigidos por Osvaldo Rodríguez, Los Dadas y otros muchos
que coparon el gusto nacional en la radiodifusión nacional
con un quehacer que tomaba por patrón la música pop
internacional versionada o composiciones originales bajo estos
patrones internacionales.

Las sonoridades del jazz latino tiene sus continuadores
con un grupo de jóvenes músicos graduados en la
escuela Nacional de Artes (ENA), Emiliano Salvador, Juan Pablo
Torres, Enrique Pla, Pedro Andrés Justiz, Gonzalitos
Rubalcavar y otros que continuaron una tradición y
renovaron con sus propuestas, menos difundidos pero muy
interesantes, de esa inquietudes surgieron grupos como Opus 13,
Afrocuba, dirigido por "Oriente" López y Algo Nuevo, en
los que se experimentaba con la fusión de los ritmos
cubanos y las sonoridades jazzísticas y de otras
latitudes.

El rock continuó una oscura etapa de desarrollo
cultivado por jóvenes músicos, muchos de ellos
aficionados, que tenían que improvisar sus instrumentos y
chocar con los prejuicios culturales que consideraron a esa
música como expresión marginal, extranjerizante y
nociva para las nuevas generaciones. A pesar de eso en todo el
país abundaron las bandas de rock, muchas imitando los
patrones foráneos y algunas (las menos) intentando
fusionar esos sonidos con la música del patio. Algunos de
estos intento fueron, el de "Los Magnéticos" con un
arreglo para una composición de Raúl Gómez,
en el que se utilizan las tonadas campesinas, "Variaciones sobre
un zapateo" del grupo "Síntesis", "Punto para un guajiro"
del grupo "Arte Vivo" y el grupo "Gens" con "La
Quimera".[52]

En 1972 se funda el Movimiento de la Nueva Trova
auspiciado por la Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC), en este movimiento se juntan jóvenes trovadores que
en sentido general hacían música de
reflexión, compromiso y sentido crítico. Lo
encabezaba Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel
Nicola, a los que se unen otras voces no menos importantes como
Vicente Feliu, Sara González, Fredi Laborí, Augusto
Blanca, Lázaro García y otros muchos jóvenes
de menor edad que hicieron de la Nueva Trova, uno de los
acontecimientos culturales de la década. La Nueva Trova es
un movimiento heterogéneo en el que se hicieron sentir
muchas influencias, rock, beat y música latinoamericana,
además de los ritmos cubanos que fueron utilizados de
forma creativa y en constante combinación con los otros
elementos.

Un hecho importante para explicarse el desarrollo
cualitativo de la Nueva Trova fue el trabajo que
desarrolló el Grupo de Experimentación Sonora(GES)
del ICAIC, fundado en 1969 y en el que convergen músicos
de la valía de Leo Brower (director), Eduardo Ramos, Pablo
Menéndez, Emiliano Salvador, Leonardo Acosta y cantantes
como Silvio Pablo, Sara y Noel.

"Como hay una tergiversación histórica
tan grande de todo, vuelvo a repetir, una vez más, que la
Nueva trova es resultado de la influencia que provocó en
la juventud este GES del ICAIC y sus figuras más
representativas"[53]

El GES concebido en principio para musicalizar
películas cubanas comienza a hacer apariciones en
público y grabar canciones, con lo que se hacen de una
sólida popularidad entre los jóvenes, que los
reconocen como las voces de su tiempo. Su primera
presentación pública ocurrió el primero de
octubre de 1971 en Casa de las Américas acompañando
a la cantante chilena Isabel Parra, como grupo se mantuvieron
unidos hasta 1978.

La priorización del conocimiento y
difusión de la música latinoamericana por el
Congreso de Educación y Cultura trajo en esta
década la proliferación de muchos grupos en todo el
país, la mayoría aficionados que hacían este
tipo de música, de ese momento quedarán como mejor
expresión los grupos "Manguaré",
"Mayohuacán" (1972), "Guicán" y "Moncada", que
llenan la segunda década de los 70s y buena parte de los
80s, haciendo esta música.

A finales de la década de los 70s se va abriendo
paso una nueva generación de trovadores (canta-autores)
que se inclina hacia otras búsquedas formales, que
enriquecen el movimiento pero le hacen perder cohesión.
Sobresalen en esta nueva hornada, Donato Poveda, Amaury
Pérez Vidal y Santiago Feliu.

La década presenta un activo movimiento
sinfónico y coral estimulado por el talento de
músicos graduados en Conservatorios de Cuba y de los
países socialistas de Europa, que une a lo aprendido una
tradición musical de raíces
múltiples.

La Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por
Manuel Dúchense Cuzán recibe a los primeros
egresados de las escuelas cubanas creadas por la
Revolución y completa su plantilla con profesionales
invitados de países socialistas, lo que daba un alto nivel
a la orquesta, aunque sin concretar la tan necesaria unidad
estilística. Tenían un programa de concierto
semanal y se organizaban giras nacionales todos los años,
a más de otros compromisos culturales y
sociales.

Las orquestas sinfónicas en Santiago de Cuba,
Camaguey, Santa Clara y Matanzas, tenían un amplio
repertorio y una sostenida programación en sus
provincias.

El movimiento coral cubano tuvo una lenta
evolución en la década del 70, el auge utilitario
que había tenido esta música en la década
anterior ahora decae, aunque se mantiene la tradición
coral en plazas fuertes del mismo como lo fue Santiago de Cuba y
un meritorio trabajo en el movimiento de aficionados. La
actualización en la dirección coral vendría
de la mano de los recién graduados en dirección
coral en la República Democrática Alemana (RDA),
reforzando el trabajo que en la ENA realizan los profesores Oscar
Vargas y la húngara Agnes Kralososky, base para una
reanimación de la enseñanza de la música
coral, que tuvo su primeros frutos con el premio que
recibió el Coro de Cámara de la ENA dirigido por la
joven profesora Alina Urraca ganadora del II Premio del Octavo
Festival de Jóvenes Músicos y Artes
Escénicas en Viena (1979).

En cuanto a la composición, la década de
los 70s es la de maduración de la primera
generación de la Revolución, en cuanto a la
música sinfónica: Héctor Ángulo, que
estudio en Cuba y en el "Manhattan School of Music" de Nueva
York, Roberto Varela, José Angulo y Calixto
Álvarez, graduados en la escuela Superior de Música
de Varsovia; Sergio Fernández Barroso, egresado del
Conservatorio de Praga y Jorge Luis Marín que
estudió en el Conservatorio de Leningrado (San
Petersburgo). Algunos de ellos fueron profesores del
ISA.[54]

Ya avanzada la década comienza a destacarse otro
grupo de compositores más jóvenes, como Armando
Rodríguez, Juan Piñeras, Carlos Malcoln,
José María Vitier, Efraín Amador, Jorge
Garciaporrúa, entre otros.

La enseñaza musical en Cuba se incrementa y
perfecciona con la creación del Instituto Superior de Arte
(ISA) (1976), en la que están presente los estudios
superiores en dirección coral, canto y los diversos
instrumentos musicales, con un claustro que incluye a
prestigiosos artistas y profesores, muchos de ellos extranjeros
de los países socialistas europeos que colaboraban con
Cuba en la formación de sus artistas.

Los programas daban a los egresados una sólida
formación clásica que le permite interpretar el
repertorio musical universal, pero no le enseñaban la
interpretación de la música popular cubana. Los
egresados técnicamente inmejorables, tenían que
conocer los géneros cubanos de forma
empírica.

Fruto de esta enseñanza resultó el premio
obtenido por el joven pianista Jorge Luis Prats, discípulo
de Frank Fernández, quien en 1977, con 20 años
ganó el exigente concurso internacional de piano
"Margaritte Long-Thibaud" celebrado en París,
adjudicándose además el premio a la mejor
interpretación de Ravel y de la mejor ejecución en
el recital.

Cine
cubano

La gran suerte del cine cubano es haber tenido una
institución propia para la creación y fomento del
cine nacional, sin tener que ver, al menos directamente con las
autoridades de cultura del país, esto hizo posible que
pese a las difíciles circunstancias que rodearon a la
creación en general durante la década del 70, el
balance creativo para el ICAIC y la cinematografía cubana
es positivo.

"El ICAIC mantuvo siempre una posición
consecuente, pero no podía escapar de esas condicionantes,
ni destronar por sí solo el populismo que hacía ola
en aquellos años"[55]

Esta posición hizo posible que el ICAIC bajo la
dirección de Alfredo Guevara, acogiera a figuras
"incómodas" por sus posiciones críticas o
diferentes ante los acontecimientos que estaban sucediendo en el
país, Víctor Casaus, Luis Rogelio Nogueras,
Jesús Díaz o los músicos que conformaron el
grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.

"Al cine concretamente el
Congreso[56]pidió literalmente "la
continuación e incremento de películas y
documentales cubanos de carácter histórico como
medio de eslabonar el presente con el pasado y plantear
diferentes formas de divulgación y educación
cinematográfica para que todo nuestro pueblo esté
en condiciones de ser cada vez más un espectador activo y
analítico ante las diversas manifestaciones de este
importante medio de
comunicación""[57]

Las directivas del Congreso de Educación y
Cultura influyeron en el empobrecimiento paulatino del cine de
esa década, primero con una disminución del ritmo
de producción de películas y luego con la
aceptación a priori del encargo social que deja poco
margen a la creación artística y el
debate.[58]

Se hace un cine en el que predominan los filmes de temas
históricos: "Una pelea cubana contra los demonios" , "Los
días del agua" "El extraño caso de Rachel K , "El
otro Francisco", "Cantata de Chile" , "Mella", "Mina viento de
libertad", "Rancheador", "La tierra y el cielo" , "La
última cena" "El hombre de Maisinucú", "Ustedes
tiene la palabra", "El Brigadista", Patty Candela" y "Río
Negro". "En ese período lo básico era
(…) rescatar la historia, rescatar nombres, hechos
situaciones que no habían tenido jamás una
presencia en imagen"[59]

El cine de autor siguió marcando la pauta de
calidad de la cinematografía cubana fundamentalmente por
la presencia creativa de figura como Tomás
Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Sergio Giral,
Octavio Cortazar así como Santiago Álvarez en el
capítulo de los documentales y de los noticieros
Latinoamericanos ICAIC, quienes produjeron obras de gran calidad
y que tenían a la sociedad cubana como su protagonista y a
la historia como tema.[60]

Tomás Gutiérrez Alea filma en esta
década obras como, "Una pelea cubana contra los demonios"
(1971), "La última cena" (1976) y "Los sobrevivientes"
(1979) piezas que siguen la línea de la temática
histórica, pero sin concesión al panfleto y al
facilismo y con la maestría de conducción de
actores. Que siempre le caracterizó.

"Una pelea cubana…" es una película hecha
en circunstancias muy difíciles, "(…) una de las
más audaces películas cubanas en cuanto al
lenguaje, puesta en escena, dirección de actores,
concepción plástica (…) una de las
películas que define mejor la realidad cubana
todavía hoy (…)"[61]

Humberto Solás abre este período con una
película filmada en 1969, pero que no fue vista hasta una
década después, "Un día de noviembre", filme
de reflexión sobre la contemporaneidad cubana que
llegó en medio de la parálisis de ortodoxia y el
síndrome de la conveniencia o no conveniencia de la obra
de arte para el "momento histórico". La película no
era cuestionadora pero sí demasiado amarga para el clima
triunfalista que se vivía. "La muerte de Esteban era una
alegoría sobre la caducidad y desaparición de un
mundo (…)"[62]. Otra obras suyas en esta
década fue, "Cantata de Chile" (1975) basada en la lucha
de los mineros salitreros de Iquique.

Aunque algunos críticos señalen el poco
acercamiento a la contemporaneidad cubana de los cineastas de
esta época, la realidad es que se hicieron pocos pero muy
significativos filmes con esta temática. Tal vez la
más mencionada y revelador sea, "De cierta
manera"
filmada por Sara Gómez y editado por
Tomás Gutiérrez Alea e Iván Arocha, por la
repentina muerte de su directora. La obra insiste en un tema que
inquietaba a Sara Gómez, las relaciones humanas en las
difíciles circunstancias de los cambios sociales que vive
el país, tocando elementos como la marginalidad, la crisis
ética del individuo y su apego a costumbres ancestrales.
"Ustedes tiene la palabra" (1974) con dirección de Manuel
Octavio Gómez y guión de Jesús Díaz,
hace un importante acercamiento crítico a la realidad, al
poner ante el espectador un drama cotidiano en el que un
colectivo de trabajo hace un juicio crítico de su realidad
ante un hecho delictivo y "Retrato de Teresa" (1979) de
Pastor Vega rastreando otra zona de la realidad cubana del
momento, la búsqueda de la mujer de un lugar en la nueva
sociedad cubana, con actuaciones memorables de Deisy Granado y
Adolfo Llauradó.

La documentalística cubana gana en estas dos
primeras décadas de Revolución un alto prestigio en
el mundo, tanto por ser cronista de los cambios sociales que se
producen en Cuba y las luchas de los pueblos por su
liberación nacional, sino por su estética
innovadora, apego al compromiso social y a la mirada
crítica de sus creadores, así como capacidad para
trasmitir ideas de permanente vigencia. Es algo reconocido que
creando documentales se formaron muchos de los mejores directores
de cine cubano y que algunos continuaron incursionando en esta
temática, como fueron los casos de Tomás
Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Octavio Cortazar y
Enrique Pineda Barnet, entre otros.

Pero el magisterio en el documental cubano de esta
época lo desarrolla el maestro Santiago Álvarez,
hombre que hace de este género un modo de hacer arte
militante, comprometido con la causa de los pobres de la
tierra.

La década del 70 será testigo de su
quehacer de madurez, primero en el Noticiero ICAIC, reconocido
hoy en su conjunto como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
y también con sus crónicas documentales sobre los
acontecimientos de más trascendencia de la década,
en Cuba y en el mundo: "Cómo, por qué y para
qué se asesina a un general" (1971), sobre el asesinato
del General Pratt por la derecha chilena; "De América soy
hijo y a ella me debo" (1971), sobre el periplo de Fidel por
Chile, Perú y Ecuador; "Y el cielo fue tomado por asalto",
con Fidel como protagonista en su vuaje por países de
África y la Europa del Este;" Los cuatro puentes" (1973)
en el que queda reflejada la visita de Fidel al frente de guerra
en Vietnam del Sur; "Abril de Vietnam en el año del Gato"
(1975), sobre la guerra de liberación en ese país
asiático; en 1976 filma los documentales, "Nadie
impedirá la lluvia", "Luanda ya no es de San Pablo" y
"Maputo, Meridiano Novo", los tres dedicados a la
descolonización de los territorios portugueses en
África. Otro conflicto que no dejó de reflejar en
sus documentales fue la llegada al poder del "khemer rojo" en
Cambodia y sus barbaries cometidas contra sus vecinos y su propio
pueblo, de esa tragedia queda su impactante obra, "Experimento
macabro" (1979).

Un documental de fuerte impacto en la sociedad cubana
del momento lo fue "55 hermanos" (1978) obras dirigida a reflejar
la visita del primer grupo de jóvenes cubano-americanos y
que muestra con objetividad y belleza el impacto emocional, tanto
en ellos como en el pueblo cubano de este encuentro de
carácter realmente histórico y con fuerte
influencia en acontecimiento posteriores en el
país.

En 1972 el ICAIC se propone enfatizar en la
producción de dibujos animados infantiles cubanos cuya
presencia era minoritaria en el cine y la televisión del
país. Las propuestas partían de una encuesta de
gustos y preferencias del niño cubano y de un trabajo por
llevar temas educativos, históricos, culturales y de
asuntos generales, con amenidad y calidad estética. En
esta primera etapa sobresalen los trabajos de Mario Rivas
("Feucha" (1978), Tulio Raggi ("El pájaro prieto" (1976) y
"Cocuyo ciego" (1979) y Juan Padrón que da a conocer los
primeros cortos de Elpidio Valdés, "Una aventura de
Elpidio Valdés" (1974) y "Elpidio Valdés contra el
tren militar" (1974).

Estos primeros animados sobre Elpidio Valdés
tuvieron una gran aceptación no solo en el público
infantil, sino en toda la población que vio en el
personaje las virtudes patrióticas y revolucionarias de
todo un pueblo, no solo en la lucha contra el colonialismo
español, sino en las que a diario emprendía. Tal
fue la aceptación que en 1979 se realizó el primer
largometraje cubano de animado con "Elpidio
Valdés"
y sus amigos como protagonistas y ganador del
Gran Premio Coral del Primer Festival del Nuevo Cine
Latinoamericano, así como otros muchos reconocimientos
nacionales e internacionales.

En 1979 se crea el laboratorio a color del ICAIC, un
anhelo de muchos años que abarata los costos y facilita la
producción de películas, en 3 de diciembre de ese
mismo año se inaugura la Primera Edición del
Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano, el evento
que marcará pauta por la calidad de sus propuestas y la
pasividad de la participación popular.

La década del 70 conoció de la
consolidación de los Estudios Cinematográficos y de
Televisión de las FAR (ECIFAR) también conocidos
como "Estudios Granma", institución que consolidó
un prestigio en la producción de documentales de corte
didácticos, militares y culturales, así como la
edición de noticieros, revistas miliares y los programas
FAR Visión que llenaron un momento
histórico importante del país, exaltando las
glorias combativas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en las
misiones internacionalistas que llenaron toda esta década.
Entre los realizadores más importantes de estos estudios
están, Eduardo de la Torre, "Provocación desde la
Base Naval" (1979); Belkis Vega, "Líbano la guerra
interminable" (1980) y Jorge Fuentes, "La Gran Rebelión" y
"Cabinda".

La continuidad de
la tradición plástica cubana

La década de los 70s fue fecunda para la
creación plástica cubana, no solo por la
continuidad al lado de la Revolución de los principales
exponentes cubanos, sino por las primera hornada de la Escuela
Nacional de Arte que des finales de los 60 comenzó a
graduar a jóvenes artistas discípulos de los
principales pintores cubanos que estaban en Cuba.

En un primer momento muchos de estos egresados
continuaron la línea de sus maestros. Compartiendo la
apoyatura figurativa y la temática social-nacional, propia
de estos años.[63]

Nelson Domínguez (1947), es uno de los
principales talentos dentro de este grupo, con un dibujo de
líneas fluidas, figuras llenas de movimientos en
función de la épica revolucionaria con la impronta
de la poesía. Sus grupos humanos se apoyan en el dibujo y
el color para dar lo esencial en la estructura del cuadro, en
busca de reflejar la realidad cubana. Ejemplo de ello es su
cuadro, "Preludio a un rapto guajiro", "Contadores de
caña" y "A golpe de Pilón".

Pedro Pablo Oliva (1949) se acerca a las formas
expresionistas, con predominio de los temas oníricos y de
la fantasía. La poética de su pintura está
en dominar la composición en función de la
fantasía, como ocurre en sus cuadros, "Teresa" y "El
sueño", ambas de 1975.

Otros pintores jóvenes que se mueven dentro de
estas tendencias figurativas fueron, Ever Fonseca y Manuel
Mendive, con una indagación folklorista de influencia
naif; Juan Moreira (1938) y su "realismo mágico" que lo
lleva a una pintura que mezcla elementos de la cultura y la
historia de Latinoamérica con su naturaleza, todo basado
en un dibujo con clara influencia de las historietas (comic),
pero logrado con frescura e ingenio. Fue muy conocida su serie
sobre "Don Quijote de la Mancha" (1973)

Roberto Fabelo, creador de una gran fantasía,
dueño de un dibujo impecable, que no deja de tocar los
temas nacionales; Carlos Alfonso y sus experimentaciones con la
textura de los cuadros moviéndose en los límites
con la escultura. Isabel Gimeno atraída por el paisaje
urbano; Flora Fong y Zaida del Río, recreadoras de los
mitos populares.

Esta es la década de la aparición del
"hiperrealismo", que tienen a la fotografía como base y
trata de competir con ella en eso de atrapar la realidad. Entre
los jóvenes pintores que incursionan en este movimiento
están, César Leal, uno de los iniciadores de esta
tendencia en Cuba; Flavio Garciandía, Rogelio López
Marín (Gory), Aldo Menéndez, Aldo Soler,
Nélida López y Gilberto Frómeta, para los
hiperrealistas cubanos su tema pasaba por el reflejo de la
realidad de la isla, sus éxitos deportivos, el paisaje
urbano y el natural.

En diciembre de 1977 se organiza un grupo de pintores
que se proponen revitalizar el paisaje como temática
dentro de la plástica cubana, su alcance se amplia para
plasmar en los cuadros la imagen ambiental de la isla, tanto
natural como humano. El grupo era heterogéneo en estilos y
tendencias pero unidos por el deseo de plasmar el entorno humano
y natural de la Cuba post-revolucionaria.

El grupo lo encabeza Víctor Gómez y de
él forman parte, figuras como Héctor Catá,
José Cid, Raimundo García, Isabel Jimeno, Felipe
López, Julio Pérez, Tomás Sánchez y
Orestes Vergel. La primera exposición del grupo se
organizó en la Galería L, "Ocho versiones del
paisaje" con 35 obras expuestas.

El grupo se hizo muy activo a finales de los 70s con
encuentros y exposiciones en Nueva Gerona, Isla de la Juventud y
La Habana, presentaciones en centros laborales y un intento por
ganar un espacio para el paisaje. En octubre de 1978 se presenta
en el Museo Nacional de Bellas Artes una exposición
colectiva del grupo y una última en la plaza de La
Catedral en diciembre.

De este grupo de paisajista el más destacado fue
Tomás Sánchez (1950), en sus inicios incursiona por
el expresionismo figurativo derivando luego hacía un
realismo que expresará a través de sus paisajes, de
una fidelidad casi fotográfica, con influencia del
hiperrealismo, al cual supera por su capacidad de atrapar el
ambiente de la naturaleza y por la síntesis que logra
entre la composición, el espacio, la luz y el color. El
Premio Juan Miró de 1980, lo redescubre para el
público y la crítica nacional.

Con un sentido de autenticidad identitaria Arnaldo
Rodríguez Larrinaga (1948) busca un camino que exprese sus
inquietudes como artista negro y caribeño, rasgos que van
a caracterizar su obra de este período. "Su pintura
está influenciada por el expresionismo y el abstracionismo
predominante en la pintura cubana de los sesenta y setenta. Sus
imágenes observan una imprecisa y casi inapreciable
distancia o función entre lo abstracto y lo
figurativo"[64]

Larrinaga formó parte del Grupo
Antillano
creado a finales de la década del 70 y en
el que no solo se nuclearon artistas plásticos, como
Rogelio Cobas, Ever Fonseca, Pablo Toscano, Esteban Ayala, Manuel
Cruceiro, Manuel Mendive, sino investigadores como José
Luciano Franco, Rogelio Martínez Furé, Isaac
Barreal, entre otros; todos interesados en indagar y reflejar la
identidad afrocaribeña del cubano, basados en el legado de
Fernando Ortiz.[65]

El abstraccionismo sin ser una de las corrientes
predominantes en la pintura cubana, tuvo cultivadores
importantes. A la vital obra de Sandú Darié,
Salvador Corratgé, Antonio Vidal y Pedro de Oráa,
se unen los jóvenes Raúl Santos Serpa, Juan
Vázquez Martín y Carlos Trillo, cultivadores del
arte abstracto en ambientes urbanos, incluyendo esculturas
cinegéticas.

A finales de los 70s surgió entre los
jóvenes pintores del país, una preocupación
por el "arte kitch"[66], que derivará en
una mirada crítica a la cultura y la sociedad cubana del
momento y que alcanzará un mayor desarrollo en los
primeros años de los 80s. Este grupo puente tendrá
como principales figuras a Ludovico, Rubén Pérez
Llorca y sobre todo a Flavio Garciandía.

De los pintores consagrados sobresalen en esta etapa
Raúl Martínez, Mariano Rodríguez y Cervando
Cabrera. Martínez se acerca a una iconografía
social en la que mezcla los símbolos, a la ya lograda
galería de héroes, todas siguiendo la línea
del pop-art. Su cuadro "La gran familia" (1978) constituye el
momento culminante de sus experimentaciones mezclando figuras de
héroes, con personas de pueblo, destacando a los primeros
con colores planos y brillantes.

El compromiso social guía la obra de Mariano
Rodríguez, pintor de reconocido trabajo desde la
década del 40 del siglo XX y que en 1977 presenta su serie
"Masas", en la que funde lo abstracto y los figurativo como
resumen de su experiencia dentro de la Revolución. En
estas "masas" se pueden distinguir elementos de figuraciones
individuales unidas por las masas de colores que lo funden todo.
A diferencia de Raúl Martínez, que crea un rostro
para este pueblo, base del todo, Mariano lo homogeneiza con el
color y el dibujo difuso.

Cervando Cabreras Morenos sorprende por su
colección de "Torsos acoplados", expresión de la
madurez artística de este pintor que venía de
representar la épica de los primeros años de la
Revolución.

Con estos "Torsos acoplados", los esplendidos
músculos de los milicianos y campesinos que llenaron toda
una etapa del arte revolucionario, se desnudan para ofrecer una
poética sincera del cuerpo humano, cuerpos
anónimos, despojados de rostros, de identificación,
pero sin negar la virilidad de la tensión en momentos de
íntima entrega.

Monografias.com

Los "Torsos…" de Cervando son su respuesta, su
modo de oponerse a la rigidez escolástica del realismo
socialista, su épica erótica que muestra su yo
interno y sincero, momento de giro en la plástica cubana
que no dejó de inquietar a los funcionarios de la
cultura.

La década del 70 se caracterizó por un
animado y amplio movimiento de concursos, salones, exposiciones y
acciones plásticas de masiva participación, en los
que predominan obras de compulsión política y
social, muchas de muy elaboradas técnicas y oficio entre
los creadores, pero viciadas por el desgate de temas casi
oficiales que dan una sensación de estancamiento
generalizado.

En 1971 se organiza el "Salón Juvenil de Artes
Plásticas" organizada por la UJC para artistas no mayores
de 35 años, el mismo se mantuvo pero su importancia se
diluyó con la creación de otros salones y concursos
como el "Concurso 26 de Julio de las FAR" y el "Salón de
profesores e instructores de artes plásticas". En 1976 y
1977 se convocan los salones permanentes de artes
plásticas juveniles en el Museo Nacional en el que hay un
mayor rigor de admisión y selección de las
obras.

El desarrollo de la escultura no tuvo la misma
dinámica que la pintura, la escultura de salón se
estanca en la representación folklorista y maniqueista de
lo nacional, desfasada de lo que estaba ocurriendo en el mundo,
mientras el resto de los jóvenes escultores se unen al
movimiento de esculturas monumentales y ambientales que se inicia
en esta década, en principio lideradas por los
arquitectos.

Desde finales de los 60s la principal
preocupación de los escultores fue la demanda de salir a
la calle con sus obras para enriquecer los espacios
públicos, objetivo que comienza a hacerse realidad con el
proyecto desarrollado en Santiago de Cuba, a raíz del XX
Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada (1973). Este proyecto
abarcó la creación de 30 monumentos, 26 de ellos en
la carretera de Siboney hasta el cuartel Moncada y que
recordarían a los caídos en esa gesta. El conjunto
fue erigido por un equipo interdisciplinario dirigido por el
arquitecto Augusto Rivero, uno de los principales impulsores de
la escultura ambiental en Cuba.

A partir de este primer proyecto la idea se expande,
pese a las limitaciones materiales del país, por lo que el
Partido convoca en 1975 a once escultores para desarrollar la
escultura monumentaria "como instrumento de formación
ideológica", en base a este trabajo se crea en 1980 la
Comisión para el Desarrollo de la escultura Monumentaria
(CODEMA), presidida por Rita Longa.

Otro importante paso en el desarrollo de la escultura
ambiental lo fue el III Encuentro de Escultura celebrado en la
ciudad de Las Tunas en 1977, cuyas autoridades locales acogen las
inquietudes de los creadores y convierten a esta población
en sede de un animado movimiento de creación
escultórica que hasta 1980 había dejado en las
áreas urbanas tuneras más de 20 esculturas
monumentarias, entre las que sobresale, "La fuente de las
Antillas" de Rita Longa; el "Monumento al Trabajo" de José
Antonio Díaz Peláez y el "Cacique de
Maniabón" de José Antonio Fuentes. También
se emplazaron obras de Sergio Martínez, Pedro Vega, Silvio
Iñigo y Rafael Ferreiro, entre otros. Completando el
interés de esta ciudad por las esculturas se
inauguró la Galería permanente de pequeñas
esculturas.

Sobresalen en esta década los trabajos realizados
por el escultor José Delarra (1938), quien desarrolla una
monumentaria por encargo oficial siguiendo los presupuestos
ambientalistas y de trabajo en equipos interdisciplinario. Un
ejemplo es el Monumento a José Martí en la ciudad
de Cancún, México, como parte de un equipo dirigido
por el arquitecto Fernando Salinas.

La década es testigo del desarrollo del trabajo
escultórico de algunos artistas que experimentan con las
figuras en movimiento y en muchos casos acompañadas de
sonidos. El pionero entre nosotros es Sandú Dirié,
artista de origen rumano, quien continúa en esta
década sus experimentaciones con estructuras luminosas y
performáticas. "Como-Luz D70" (1970), "Rumbos" (1974) y su
proyecto estructural para la reanimación de la
intersección de Cuatro Caminos (1977)

Osneldo García quien se da a conocer en 1977 con
la exposición "Cinética de Osneldo García",
Galería Habana, "(…) en la que derrochó
ingenio y humor en mecanismos escultóricos móviles
que traían nuevos aires a la inamovilidad y
estática expresión artística
nacional"
[67] . Fueron muy conocidas las
grandes esculturas cinéticas a la entrada del Teatro
Nacional, en La Habana (1979) y el famoso "Colibrí" (1980)
a la entrada del Palacio de Pioneros del parque Lenin.

José Antonio Díaz Peláez
experimenta con técnicas y materiales, interesado en crear
esculturas monumentales de alto contenido estético, hizo
mucho por acortar la distancia entre la escultura de salón
y la escultura ambiental.[68]

Antonia Eiriz es muy reconocida por sus trabajos de
caballete pero casi desconocida por otros trabajos de artes
plásticas en los cuales incursionó, uno de ellos
fue le uso del papel maché para la creación de
máscaras, muñecos y obras de mayor
pretensión artística, pero fueron muy atendibles
sus "ensamblajes" que ella hacía utilizando materiales de
desecho para crear una escultura de los marginales, la gente sin
historia que tanto le interesó en su arte., aún se
recuerda su "Vendedor de periódicos de la calle Obispo"
ejemplo de arte pobre de gran sugerencia.

En este tema del uso de lo desechable, del material
reciclable para hacer escultura, es de mencionar Reinaldo
González Fonticiella creador de esculturas con fibra
vegetal, alambre oxidado, pedazos de madera, clavos, barro,
mechones de cabellos, todo para crear sus "Cristos" y
"Decapitados".[69]

Una nueva hornada de escultores graduados en la ENA fue
proponiendo a fines de los 70s una nueva forma de hacer,
principalmente en la escultura monumentaria a la cual se
integran, no llevan el dinamismo de sus contemporáneos en
la pintura, pero arriban a hallazgos propios que los distinguen.
La vanguardia en este grupo la llevan Enrique Angulo, José
Villa Somerón, Evelio Licour y Juan Ricardo
Amaya.

Continuando la tradición de los 60s, en la que
los mejores pintores incursionaban en el grabado, en los 70s
muchos jóvenes pintores llegaron a los talleres de
grabado. Nombres como los de Nelson Domínguez, Eduardo
Roca, Raimundo Orozco, Roberto Fabelo, Diana Balboa, Rafael
Paneca, José O. Torres, Ernesto G. Peña y Lilian
Cuenca, incursionan con más o menos éxito por este
género.

En Santiago de Cuba y la Isla de la Juventud aparecen
nuevos talleres de grabadores; el de Santiago tiene a Oscar
Carballo como figura principal, en tanto el de la Isla (1978)
surge bajo el influjo del taller de la plaza de Catedral de La
Habana.

El Taller de la plaza de la catedral sigue siendo el
más importante, allí se experimenta, no solo con la
litografía, sino con el trabajo en madera, metal,
linóleo y en combinaciones de materiales muy
novedosas.

Los temas de los grabados suelen ser los mismos que
trabajan sus autores en la pintura, la épica
revolucionaria, temas nacionales y folklóricos, paisaje
urbano y rural, el grafismo pop-art y el
abstraccionismo.[70]

Tres consagrados dibujantes realizan el trabajo
más aportador por la experimentación partiendo de
la fotografía: José Gómez Frezquet (Fremez),
manipula las fotografía de revistas comerciales
capitalistas para mostrar el contraste de la sociedad capitalista
en la serie, "Burgueses" (1976); Félix Beltrán hace
lo mismo con la serie "Favelas" (1975) al igual que José
Luis Posada, este último basándose en
fotografías históricas del combatiente moncadista
José Luis Tasende, para mostrar más allá de
la foto el sacrificio de una generación y la crueldad de
la dictadura.

En 1973 se convocó al I Salón Nacional de
Grabados en Santiago de Cuba y a un II Salón en La Habana
en 1975, con mayor participación y calidad en las obras;
la Dirección Política de las FAR convoca al grabado
desde 1973 en su Concurso 26 de Julio, la Dirección de
Enseñaza Artística convocó durante tres
años (1973-1975) al Salón Nacional de Profesores
con destaque para el grabado y la UNEAC convocó al
Salón de Gráfica UNEAC, 1977 y a la Trienal de
Grabado Víctor Manuel, 1979. Pese a los esfuerzos por
promoverlo, el grabado siguió siendo un género
menor tal vez por la escasez de materiales para trabajarlo, la
necesidad de talleres y su mayor divulgación.

Alfredo Sosabravo realizó en 1978 una
exposición en la que muestra cerámica y
litografías, estas últimas con imágenes de
flores, animales y artefactos, unidos a textos
añadidos.

Sosabravo es el ceramista más importante del
período, proveniente del Taller de cerámica de
Cubanacán, en 1973 realizó el mural cerámico
, "Carro de la Revolución" en el Hotel Habana Libre y
más tarde logra reconocimientos importantes en la Bienal
de Cerámica de Arte de Vallauris, Francia y en el Concurso
de Artes Contemporáneas de Faenza, Italia, ambos en 1976.
Con su trabajo Sosabravo hace de la cerámica un arte mayor
al introducir el ensamblaje de piezas, como posibilidad
expresiva, ganando sus piezas un sentido
escultórico.[71]

En la cerámica artística sobresalen
también, Mirta García Buch, pionera de la
cerámica artística en Cuba, con su obra rebasa los
límites del plato, la vajilla o la joyería en
cerámica;[72] Julia González desde
el Taller Amelia Peláez desarrolla un importante trabajo
de reproducción de cerámica artística de
mucha calidad, Reynaldo Calvo, José Rodríguez y
José R. Fuster.

En 1972 se creó un Taller de cerámica en
el parque Lenin en el que trabajaron Julio Velázquez
Vigil, Berta Arencibia, Silvia Sánchez y algunos otros,
con una producción de calidad.

De los egresados de la ENA, tres de ellos incursionan en
la cerámica: Evelio Licour de forma permanente con sus
figuras de búhos, envoltorios, "Isadoras" y "Victorias".
Zaida del Río y Nelson Domínguez acuden a la
cerámica de forma esporádica, utilizando piezas de
barro para pintar sus temas, como la ya lo habían hecho
artistas cubanos en la década del 50.

Son muchos los creadores que trabajan la cerámica
artística en diferentes condiciones, el resultado
será el Salón de Cerámica de 1976 al que
acudieron por primera vez 25 de ellos. Allí expusieron
artistas consagrados como René Portocarrero, Amelia
Peláez, Fuster y Sosabravo, junto a jóvenes
ceramistas como Hugo Rubio, René Martínez y Sergio
Moreno. Posteriormente la cerámica fue convocada como
género independiente en los diversos concursos y salones
nacionales que existían en el país.

Influenciado por los maestros de la fotografía de
los años 60, surge un grupo de jóvenes
fotógrafos, entre los que están, Iván
Cañas, José A. Figueroa, Ramón Grandal,
Pirolé, Mayda Martínez, Rogelio López
(Gory), María Eugenia Haya (Marucha), Rigoberto Romero y
Leovigildo González. Ellos continúan con la
temática social, reflejo de su mundo cotidiano, sin mucha
o ninguna experimentación formal.

El trabajo de estos jóvenes va dirigido a
reflejar, "la vida de un pueblo construyendo el socialismo" con
un sello romántico desproblematizado y una "mirada" bella
y parcial de su realidad. La fotografía había
perdido el espacio convocatorio y de barricada de los años
60, para hacerse más convencional.

A finales de la década se reanima un poco el
quehacer fotográfico cubano, reaparecen algunas muestras
de fotos, se presentan muestras fotográficas en el
exterior y la "Casa de las Américas" convoca un evento que
revaloriza el género como arte.

El cartel cubano reafirma en los primeros años de
la década el prestigio y calidad alcanzado en los 60s, la
tendencia era a la especialización de los
diseñadores, aspecto en los que se distinguieron los
carteles culturales, principalmente los de cine y
teatro.

Dentro del cartel cultural surge el afiche editorial que
servía para promover libros y autores. En esta
línea trabajan Francisco Masvidal, Oscar Hurtado, Oscar
Herrera, Ernesto Joan, Darío Mora, Luis Gómez
Fresquet y Canet. Ellos utilizan diversas soluciones
técnicas, como temperas, acuarelas, dibujos,
fotografía y grabados para lograr sus objetivos. El
trabajo de este equipo se hace extensiva a las carátulas
de libros y discos, temas en lo que también colaboran
Raúl Martínez y Esteban Ayala.

Umberto Peña desde Casa de las Américas
irradia su influencia en el diseño de libros y revistas en
este período. Desde la década del 60 Peña
basa su trabajo en el uso de muchos recursos gráficos:
comics, grabados antiguos, banderas, arte, mapas y cuantos
recursos visuales encuentra y pone en una acertada armonía
para hacer de las colecciones de Casa de las Américas algo
único y a él un precursor.

Francisco Mavisdal desarrolla un trabajo destacado en el
diseño de carátulas, basado en el grafismo pop, con
el uso de dibujos distorsionados, colores brillantes y una
tipografía de vanguardia para los libros de la Editorial
Ciencias Sociales.[73]

René Azcuy sobresale en el equipo gráfico
del ICAIC por sus carteles de alta carga de significado y su
diseño de vanguardia.

El cartel político comenzó a repetir
ciertos esquemas que hacían caer la calidad de este medio
de propaganda, se simplificó el diseño y se
cayó en las fórmulas. La entrada a la
redacción de la revista OCLAE[74]de un
grupo de egresados de la ENA revitalizó al cartel
político: Modesto Braulio Florez, Pablo Labañino y
Víctor M. Navarrete, introdujeron elementos nuevos en el
cartel, uso de la fotografía, junto a símbolos y
signos contemporáneos. Este enriquecimiento del cartel
político en cuanto a las formas y lo comunicativo, no
influyó en el diseño del cartel cultural de estos
años que se estanca en los logros alcanzados en la
década pasada,[75] aunque a fines de la
década del 70 el cartel cultural retoma su lugar por la
calidad de su diseño.

A partir de 1974 en La Habana comenzaron a aparecer
elementos artísticos de carácter medio-ambiental,
la supergrafías, que buscaban dar un cambio rápido
al entorno urbano en aquellos lugares donde el deterioro era
evidente. Su gran tamaño, lo rápido de hacer, su
bajo costo y su calidad estética las puso de moda en breve
tiempo. La supergrafía se caracteriza por el uso de
colores muy vivos, empleados en franjas y elementos
geométricos, junto con figuras seriadas y de gran impacto
visual.

Sobresalió por su calidad artística la
supergrafía creada en la conocida esquina de Cuatro
Caminos (Belascoaín y Monte, La Habana), realizada por
Sandú Darié, quien combinó la gigantesca
tipografía con el nombre del lugar y un esquemático
arco iris, junto a pequeñas plazas, fuente y
escultura.

Una novedosa experiencia para Cuba fue el desarrollo de
una producción masiva de prendas de vestir con
diseños realizados por artistas de la plástica con
motivo de los Encuentros de Plástica Latinoamericana
convocados en los primeros años de los 70s por Casa de las
Américas. Diez pintores cubanos hicieron en 1974
diseños para pañuelos confeccionados en la
textilera Ariguanabo, estos diseños se repitieron en 1978
con motivo del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes,
al siguiente año con motivo de la celebración del
26 de julio se confeccionaron pullovers con diseños
creados por pintores cubanos. Algunos de los artistas cubanos que
crearon sus diseños fueron Mariano Rodríguez,
René Portocarrero, Jorge Alberto Carol y Lesbia Vent
Dumois.

El dibujo humorístico, de gran tradición
en Cuba, vive un buen momento, con un nuevo grupo de
caricaturistas y dibujantes que siguen la tradición pero
sin dejar de hacer una mirada crítica para la sociedad,
aunque abunda el humor blanco, de doble sentido, atacando las
malas costumbres sociales y los males arraigados como la falta de
calidad en los servicios y el burocratismo. Para el humor
político queda la caricatura editorial y de barricada a
veces desgastada en su discurso.

Esta nueva generación se agrupa alrededor del
semanario DDT de Juventud Rebelde, Tomás Rodríguez
(Tomy), Juan Padrón, Carlucho, Ajubel, José Luis,
Osmani, Áres y el grupo del semanario villaclareño,
"Melaíto".

En el semanario humorístico "Palante" se hace
buen humor revolucionario, también apegado al costumbrismo
y la agudeza de señalar lo mal hecho. Allí
están los veteranos Blanco, Wilson, Evora, Cardi, entre
otros.

En el periódico Granma, René de la Nuez
hace la caricatura editorial, creador del personaje del
Barbudo, heredero del Liborio, el Bobo
y el Loquito, para dar no solo la opinión del
autor sino la de todo el pueblo.

En 1979 se inaugura la Primera Bienal Internacional del
Humor en la ciudad de San Antonio de los Baños, provincia
Mayabeque, evento que ha contribuido ampliamente a la
divulgación del dibujo humorístico
cubano.

Juan Padrón crea en 1970 el personaje de
Elpidio Valdés, primero como un personaje
secundario que devendrá en el personaje de historieta
más famoso y conocido de la cultura nacional. En 1972 el
carismático mambí pasa de las páginas de la
prensa a su primer cortometraje, medio en el que alcanzará
una identificación masiva con los niños y el pueblo
de Cuba.

En 1973 se funda la revista latinoamericana de estudios
de historietas "C-Líneas" dirigida por el dibujante
historietista Fidel Morales. El propósito de esta
publicación es promover las historietas cubanas,
dignificar el género y de cierta forma enfrentar al comic
norteamericano. A través de esta publicación se
editaron historietas cubanas en varios países de
América Latina y los Estados Unidos, en lo que Fidel
Morales llamó los "anti-comics". Vieron la luz historietas
de Samuel Calderilla y Roberto Alfonso, "Toro Sentado" y
"Recuerdo de Chamaco"; de Virgilio Martínez y Pedro
Morales, "La desconocida aventura de Diego Grillo";"Romín,
el samuráis errante" de Luis Lorenzo; y las tiras
cómicas de Juan Padrón, "Los piojos".

La historieta o "muñequitos", tal y como son
conocidas en Cuba gozan de una popularidad y un público en
Cuba, por lo que no dejaron de editarse, aunque sus ejemplares
siempre fueron menos que sus demandantes. El Departamento de
Orientación Revolucionaria (DOR) del Partido alentó
la aparición de varias de estas historietas con un
contenido humorístico, didáctico y revolucionario.
Se pueden citar, "Siete samuráis del 70" del dibujante
Francisco Blanco y textos de Betán; "Matilda y sus amigos"
del propio Blanquito y Juan M. Betancourt; "Guarapito y Don
Canuto" de Virgilio Martínez y "Santana y Limundoux",
hermosa historieta en décima escritas por el poeta
Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí) y dibujos de
Virgilio; en la que a través de una típica
controversia guajira, se explican algunas concepciones sobre el
origen del mundo.[76]

También se publican historietas en la revista
"Mar y Pesca", bajo el título de "Grandes Aventuras del
Mar", dibujadas por Virgilio Martínez, Felipe
García(Felgar), Cecilio Avilés, Mario Ponce y
Vicente Sánchez y guiones de Fidel Morales, Martha Cruz,
Manolo Pérez, etc.

En 1976 se publica la revista de historietas
"Pásalo", con diversas colaboraciones de historietistas
cubanos.

La paradoja de la
arquitectura de los 70: necesidad versus
belleza

Los años 70s fueron de auge constructivo en Cuba,
como parte de las transformaciones que la Revolución
introducía en la sociedad cubana: escuela de todos los
niveles de enseñanza, círculos infantiles, plantas
fabriles, instalaciones deportivas y edificios de viviendas
fueron levantados en todas las provincias del país. La
nación crecía y la necesidad de crear
infraestructura en poco tiempo hacía necesario aplicar
métodos constructivos económicos y rápidos
por lo que se introdujeron los diversos sistemas de
pre-fabricados que caracterizaron las construcciones cubanas de
las décadas de los 70s y los 80s.

A principios de la década un equipo de
profesionales de la construcción conformado por el
ingeniero Aníbal Rodríguez y los arquitectos
Josefina Rebellón, José Cortiña, Ludy
Abrahantes, Armando Galquera y Carlos Montelongo, estudian un
sistema de elementos prefabricados que fuera multiuso y
respondiera a la necesidad constructiva del momento, crean el
sistema GIRÓN cuya difusión marca el paisaje urbano
y rural cubano desde la década del 70.

Para remarcar el gran salto constructivo cubano aparece
en 1972 el libro de arquitecto cubano Germán Bode,
"Hacia la industrialización del sector de la
construcción"
en el que sostiene que para vencer al
subdesarrollo había que pasar de las técnicas
artesanales a la industrialización, realidad que
precisó de un mayor estudio para responder a la necesaria
integración de la mejor técnica artesanal de la
tradición constructiva del país a las nuevas y
modulares tecnología de la construcción.

Este uso masivo del pre-fabricado se inició con
el programa de construcción de escuelas iniciado en 1971,
concretamente la edificación de Escuelas Secundarias
Básicas en el Campo (ESBEC) hechas con el sistema
GIRÓN de patente cubana. Las escuelas seguían un
diseño homogéneo, que dada la ligereza de las
piezas y su funcionabilidad, permitía adaptarse al terreno
y cierta flexibilidad para introducir algunos cambios
individuales, lo que no impidió el parecido entre una
escuela y otra, con el consiguiente empobrecimiento
estético del paisaje. Durante la década se acelera
el uso de este sistema constructivo para crear nuevos hospitales,
policlínicos, hoteles, círculos infantiles,
viviendas, etc.

La estandarización invadió la
edificación de viviendas, verdaderos cajones
caracterizados, en barrios homogéneos como Alamar, San
Agustín o El Eléctrico, todo en La Habana, aunque
igual de empobrecedor eran los nuevos repartos en ciudades y
pueblos del interior.

En estos "barrios" se han utilizado distintos sistemas
constructivos, provenientes en su mayoría del Campo
Socialista europeo y con leves modificaciones en Cuba, E-14, Gran
Panel, GP-70 y SP-79, con ellos se levantaron áreas
urbanas donde se pierde la retícula urbana y la
monotonía se enseñorea y ni siquiera se mitiga con
el diseño de arbolados, parques y jardines.

La necesidad se imponía a la estética
ambiental. La arquitectura como arte sufre un estancamiento
notable durante este período, convirtiéndose
solamente en un elemento técnico constructivo.

"Se ha perdido el interés por la arquitectura
porque todo es igual: tengo que hacer la misma cosa porque dicen
que tiene que ser económica. No hay cosa más
económica que atender a la cultura del pueblo, porque el
valor de la cultura es inconmensurable en términos
económicos y cuando no se tiene una profunda conciencia de
la importancia de la cultura es que se cae en esos
errores"[77]

Con la masificación del pre-fabricado se rompe la
continuidad histórica de la arquitectura cubana,
prácticamente se parte de cero, al no tener antecedentes
de esta construcciones masivas, pero se desecha la
tradición acumulada en este terreno por los arquitectos y
maestros de obras cubanos.

"Se habló de que el proyecto típico
permitiría construir más, al final se
sacrificó la belleza y no se resolvieron los problemas de
vivienda"[78]

Pese a todas estas críticas señaladas al
uso masivo del prefabricado, los especialistas señalan
algunos ejemplos arquitectónicos creados con el sistema
Girón y que se distinguen por su calidad estética,
son los casos de la Escuela Vocacional Máximo Gómez
de Camaguey del arquitecto Reynaldo Tagores, quien logra
imprimirle un carácter urbano al conjunto, conjugando
equilibradamente los espacios cerrados y abiertos; la Escuela
Vocacional José Martí de Holguín del
arquitecto Eduardo Suero; la Escuela de Iniciación
Deportiva(EIDE) de Santiago de Cuba del arquitecto Alberto
Díaz Serpa y algunas otras obras creadas bajo este modelo
en las provincias orientales. En La Habana sobresalen por su
calidad la Escuela Vocacional Vladimir I. Lenin y el Palacio
Central de los Pioneros Ernesto Guevara[79]del
Parque Lenin, en tanto en Artemisa se levantó el Mausoleo
a los Mártires de Artemisa, con similar sistema
constructivo.

Durante este período se inicia el paciente
trabajo de restauración del centro histórico de La
Habana. Este se lleva adelante por dos vías principales,
la reconstrucción fiel de la imagen de las edificaciones,
hasta en sus menores detalles y por otro lado la
remodelación de los componentes esenciales de otras
edificaciones para asumir nuevas funciones.

Dentro de la arquitectura artística el trabajo
más interesante lo realizan los arquitectos de experiencia
y renombre a los que se le encarga obras puntuales y de
relevancia. Uno de ellos es Antonio Quintana, quien
continúa su trabajo destacado en obra de alta
tecnología y gran contenido expresivo. Sus obras
están unidas por la reiteración de la estructura
suspendida con mínimo apoyo, como ocurre en el Hotel Las
Brujas (1972) en Santiago de Cuba, suspendido entre los
elevaciones; la Casa de los Cosmonautas (1974) en Varadero,
levantada sobre vigas y en la que se utilizan elementos de la
arquitectura colonial cubana, con el uso de tejas y
carpintería criolla.

Su obra más importante es el Palacio de
Convenciones de La Habana (1979), realizado por un sistema de
volúmenes horizontales articulados en torno a un patio,
sobresaliendo el Gran Salón plenario para 2 200 butacas,
cinco salas menores, un restaurante y las infraestructuras
necesarias. Levantado en El Laguito. Municipio Playa, La Habana,
mantiene la característica suspensión sobre pilotes
y el uso de elementos de la arquitectura
vernácula.[80]

Quintana también dirigió el proyecto
general del Parque Lenin[81]y de todo el sistema
de parques forestales del sur de La Habana, que incluyó el
Jardín Botánico y el Zoológico
Nacional.

En el fomento del Parque Lenin participaron otros
arquitectos cubanos (Mario Girona, Juan Tosca, Selma Soto y
Joaquín Galván, entre otros) que mantuvieron el
principio de diálogo con la naturaleza sin agredir el
paisaje. Bajo este principio se destacan en el Parque Lenin, el
restaurante La Faralla, de Juan Tosca; el Acuarium, de Telma
Ascanio; la cafetería Galápago de Oro, de Mario
Girona; el Anfiteatro Natural, de Hugo Dacosta y Mercedes
Álvarez y el restaurante Las Ruinas, de Joaquín
Galván.

El restaurante Las Ruinas, de Galván, sobresale
por el hermoso contrapunteo que establece entre las ruinas
centenaria de una casona del siglo XIX y el presente representado
por grandes módulos de prefabricados, que junto a los
hermosísimos vitrales de René Portocarrero y la
presencia de la naturaleza, regalan un conjunto de armonía
y creatividad único.

El proyecto del Zoológico Nacional fue encargado
a Mario Girona, destacándose por el diseño del foso
de los leones, en una antigua cantera, con su mirador.

El Jardín Botánico es obra de un equipo
formado los arquitectos, Luis Lápidus, Sergio Ferro y
Estrella Fuentes, en este conjunto sobresale el Pabellón
de las lianas.

Fernando Salinas proyecta la embajada de Cuba en
México(1976), obra en la que logra insertarse en el
entramado urbano de la capital azteca, al tiempo que da una
imagen de Cuba y su cultura, a través de los
símbolos y el uso de vitrales y pinturas
cubanas.

La radio y la
televisión cubana en los 70

Desde la década anterior todos los medios de
comunicación masiva estaban en manos del estado
revolucionario puestos en función del servicio
público y la defensa de la Revolución Cubana.
Caracterizan a los medios radiales y televisivos del país
su partidismo ideológico, la información
pública, los servicios noticiosos centralizados, programas
didácticos y culturales, incluyendo los especializados en
teatro, danza, música y otros géneros; los
dramatizados, novelas y aventuras, para niños y adultos,
que son del gusto de la mayoría de la
población.

Para rectoriar la actividad concerniente a la Radio y la
Televisión se creó en 1962 el ICR (Instituto Cubano
de Radiodifusión), nombre que en 1975 se cambia por el de
ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión)

El país cuenta en aquellos momentos con tres
canales de televisión: Canal 6 y Canal 2, desde La Habana,
en tanto Tele Rebelde trasmite desde Santiago de Cuba para la
zona oriental y cinco emisoras nacionales (Radio Rebelde, Radio
Progreso, Radio Liberación (CMQ), Radio Reloj, CMBF Radio
Musical Nacional) y Radio Habana Cuba que trasmite por onda corta
para el mundo: estas emisoras junto a una amplia cadena de
emisoras regionales y municipales, completan el circuito de
radiodifusión cubano.

La Radio era el medio más expandido por todo el
país, la facilidad de su recepción, el esfuerzo del
estado cubano por hacer posible su escucha en todo el
archipiélago y la tradicional calidad de su
programación, así como el servicio social que
presta, lo hacen un medio imprescindible en esta
década.

La música es el elemento predominante en la
mayoría de las programaciones radiales cubanas,
excepción hecha de Radio Reloj, por su peculiar forma de
dar la hora e informaciones noticiosas y generales. Ninguna
emisora de esta época deja de tener sus espacios para la
difusión de la música, teniendo Radio Progreso los
dos programas de este género de más popularidad: la
"Discoteca Popular", en las tardes y "Nocturno" en la noche. La
Discoteca… era conducida por el maestro Eduardo Rosillo y
estaba dirigida básicamente a la música popular
cubana, aunque se escucha música internacional del
momento. "Nocturno" es un suceso, el programa más popular
en esta década, tenía las primicias de
presentación de la música pop, rock y ligera
internacional y nacional, siendo una realidad que las noches se
planificaban después que acabara "Nocturno", que tuvo en
la voz de Julio Capote, su primer conductor y luego Pastor
Felipe, desde mediados de la década del 70. La escala de
"Nocturno" era un medidor de popularidad en Cuba.

No faltaban los espacios musicales especializados en
música méxicana, argentina, española o
más específica de géneros, como el
danzón, grupos como Los Cinco Latinos, Los Zafiros,
espacios para la música campesina y del recuerdo, con la
música que hacía agrupaciones soneras y bailables
cubanas.

"Alegría de Sobremesa", trasmitidos a
mediodía y en la tarde noche por Radio Progreso, no solo
es el decano de los programas musicales y costumbristas en Cuba,
sino que utilizaba música en vivo con las orquestas
más populares del país, encabezadas por la orquesta
"Aragón", la conducción de Rosillo, los libretos de
Alberto Luberta y la plantilla de actores que hacen el sketch,
convirtieron este espacio en otro de los clásicos de la
radio en Cuba.

La difusión de la música en sentido
general era bastante amplia, limitada a los músicos y
cantantes que se había quedado en Cuba, los que se
radicaron en los Estados Unidos y otros países de
América, fueron silenciados en las emisoras cubanas
durante esta década y posterior. En cuanto a la
música internacional el criterio del "diversionismo
ideológico" extendió la censura sobre agrupaciones
y cantantes con determinada posición política, con
conductas extravagantes o cualquier otro criterio a veces
superficial, que nos impidió por algunos años
disfrutar de la música de los Beatles, Camilo Sexto,
José Feliciano, Julio Iglesia y otros y otros y
otros.

La radio-novela ocupa un espacio importante en la
programación de algunas emisoras siendo Radio Progreso la
que lleva el peso del dramatizado radial, con las novelas que
ocupan los horarios de la tarde, después del noticiero
(1:30 a 3:00 pm), aunque también la tiene en parrilla en
el horario de la mañana. Los guiones van desde los temas
contemporáneos de la cotidianidad, quizás el
más difícil de enfocar dada la censuras a
determinados argumentos y zonas de nuestra realidad; hasta los
tramas de época situados en otros países,
extemporáneos o en la Cuba pasada, muy acudida por
desproblematizada y esquemática para los guionistas y
productores, también se acude a las adaptaciones radiales
de obras de la literatura cubana e internacional.

Se unen a los dramatizados "las aventuras", que
tradicionalmente ocupaba los horarios del mediodía y en la
tarde, porque eran dirigidas al público infantil y
juvenil. Las tres cadenas nacionales mantienen alguno de estos
espacios, donde el protagonismo sigue estando en una figura
impecable de cualidades humanas, que lucha contra la injusticia y
la maldad en algún lugar supuesto del mundo
radiofónico, "Leonardo Moncada", "Nguyen Sum", "La
Capitana de la Aurora", fueron series que llegaron o nacieron en
esta década. Otras ocasiones se hacían adaptaciones
de novelas de aventuras, que mostraban toda su calidad a
través de las voces de reconocidas figuras del medio. El
desarrollo técnico de la TV y la consolidación del
espacio "Aventuras" del Canal 6 trajeron una decadencia del
género, en esta época.

Las trasmisiones deportivas gozaban de gran arraigo y
aceptación en el público, principalmente los juegos
de beisbol que fueron ganando una personalidad propia por su
originalidad, inmediatez y la consolidación de una dubla
radial estrella: Juan Antonio Salamanca(Boby) y Roberto Pacheco,
gente de radio que le dieron a las trasmisiones del Beisbol un
carácter muy cubano, tanto por el estilo de cada uno,
sobretodo Salamanca y sus neologismos beisboleros que ha dejado
registrado para la historia de la cultura cubana su
célebre frase: "¡Azúcar abanicando!, y sus
variantes, para referirse a determinadas situaciones del juego de
pelota.

Las trasmisiones de los eventos múltiples en los
que participa Cuba en la arena internacional, tienen en la radio
un apoyo que mucho a contribuido a esta cultura deportiva del
cubano, señalemos en este período, Juegos
Centroamericanos, Panamericanos y los Juegos Olímpicos,
los mundiales de beisbol y el 1er Campeonato Mundial de Boxeo,
eventos todos en los que la Radio Cubana y en particular el
equipo de Radio Rebelde nos lo trajeron hasta la casa, en una
época en que era insipiente el uso de las trasmisiones
vía satélite.

La televisión cubana se mantuvo al margen durante
este tiempo de los adelantos técnicos que ocurrían
en el medio y se quedó obsoleta desde el punto de vista
técnico, al seguirse haciendo en estudio casi todos los
programas, muchos de ellos en vivo y sobre todo en blanco y negro
hasta 1976 en que se introduce el color en la televisión
cubana y por estos mismos años se introduce el video-tape,
que amplia las posibilidades de filmar fuera de estudios de modo
más económico, a la vez que se elaboran mejor los
programas que se graban previamente. Estos cambios fueron el
inicio de la reconversión tecnológica de la TV
cubana que continuó paulatinamente en la década
posterior. Durante esta década del 70 la
programación se limitaba a unas 8 horas diarias limitadas
a las tardes noches con un breve espacio de mediodía para
el Noticiero Nacional y un informativo cultural.

Para el cubano medio la televisión debía y
tenía básicamente un espacio infantil en las
primeras horas de la tarde-noche, con una tanda de dibujos
animados (casi todos foráneos), espacios para cuentos, las
Aventuras (7:30 p.m.) con una gran teleaudiencia muy grande en
todo el país, luego el Noticiero Estelar (8:00) y luego un
programa humorístico costumbrista, espacios para
dramatizados seriados, novelas, cuentos, teatro y el cierre con
una película, casi siempre norteamericana, que no dejaron
de ponerse en la parrilla de la televisión nacional, poco
antes de las doce el Canal 6, salía del aire. Añada
a esto la transmisión de actos políticos,
culturales, los programas de interés públicos,
unidos a los anuncios promociónales de actos,
campañas político-ideológicas,
efemérides, y promociones de bien
público.

En el espacio Aventuras se pone la serie "Los comandos
del silencio" (1972), un homenaje a las guerrillas Tupamaros de
Uruguay, dirigida por Eduardo Moya, filmada en exteriores, una
novedad en la televisión cubana, con música de
Silvio Rodríguez.

Las telenovelas nacionales mantienen un interés
muy elevado en la población con una producción que
podía clasificarse en tres tendencias que se hicieron
más evidente en esta década; una pretendía
tener la "forma" y mantener el "contenido", ejemplificado con los
guiones de Maité Vera extraídos de la realidad
social del momento; una segunda tendencia persigue "dramatizar"
solo las grandes obras de la literatura universal, con los
más notables ejemplo en María Bachs y Roberto
Garriga y una tercera tendencia que quería nuevas "formas"
para los nuevos contenidos, representado por un grupo de
jóvenes creadores que tuvieron que enfrentar la estructura
burocrática de la TV.[82]

Se destacan, la adaptación hecha de la novela
"Ramona" (1978) de J.H. Jackson dirigida por Severino Puentes y
los protagónicos de Yolanda Ruiz y Fidel Pérez
Michel, muy recordada por los televidentes cubanos. Se repone la
novela"Doña Bárbara" (1978) del venezolano
Rómulo Gallego, dirigida por Roberto Garriga y los
protagónicos de Raquel Revuelta y Manuel Gómez y el
memorable desempeño de Daniel García como Juan
Primito.

En 1979 se pone en pantalla "En silencio ha tenido que
ser", tele-serie dedicada al trabajo de los órganos de la
Seguridad del Estado en lucha contra los enemigos internos y
externos de la Revolución. Dirigido por ( ) y la
actuación de destacadas figuras de la televisión y
el teatro cubano, Sergio Corrieri, Mario Balmaceda, René
de la Cruz, Reynaldo Miravalle, Enrique Satiesteban, Paco
Alfonso, Consuelo Vidal y otros muchos grandes actores
cubanos.

Como una saga de "En silencio…" se produjo
"Julito el pescador", con prácticamente el miso elenco
pero con el protagónico en René de la Cruz (Julito)
un pescador devenido agente de la seguridad cubana infiltrado en
los EE. UU.

En esta década aparecen "Sector 40" y
"Móvil 8" seriados destinados a destacar el enfrentamiento
al delito y la contrarrevolución por los oficiales y
agentes del Ministerio del Interior.

El magnifico trabajo de conjunto (guión,
música, dirección, actuación, etc.)
realizado para estas series, dedicadas al enfrentamiento de la
Revolución con sus enemigos, hace que podamos ver en ellas
un punto de giro del dramatizado televisivo cubano.

Partes: 1, 2, 3, 4
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