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Historia y leyenda de El Dorado (página 2)



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Pero no todos los intentos por encontrar El Dorado se limitaban a obstinados conquistadores que se adentraban temerariamente a las junglas en busca de riquezas: en 1580 un comerciante de la ciudad de Santa Fe de Bogotá llamado Antonio de Sepúlveda, decidió usar el ingenio y pensó en encontrar las riquezas del hombre dorado dragando las aguas del lago Guatavita, con la autorización y en nombre de su Majestad Felipe II, y recurriendo al auxilio de ocho mil trabajadores indígenas. La forma de hacerlo sería abriendo una enorme brecha en un borde, lo que en un principio pareció funcionar ya que logró hacer descender el nivel de las aguas en unos 18 m, pero inesperadamente, en una segunda etapa las paredes del canal se derrumbaron sepultando a una gran cantidad de trabajadores. Si bien esto supuso un fracaso para Sepúlveda,

pudo obtener riquezas por unos doce mil pesos en algunas piezas de oro como un pectoral y un bastón de oro y algunas piedras preciosas de considerable tamaño entre las que se destacó una inmensa esmeralda grande como un huevo, que le fueron entregadas al rey de España. Sepúlveda murió pobre y fue sepultado en la iglesia del pueblo de Guatavita sin haber encontrado las fabulosas riquezas del hombre de oro. En la actualidad, la brecha de Sepúlveda es perfectamente visible en un borde de la laguna Guatavita, y constituye una de las características del paisaje.

Seguramente teniendo en cuenta los constantes fracasos, los desastres sucedidos, y las tremendas sumas de dinero invertidas y perdidas, la búsqueda de El Dorado cesó, al menos en forma de importantes expediciones, ya que es probable que se mantuvieran siempre los intentos individuales más modestos de ilusionados aventureros y buscadores de tesoros cegados por su ambición. Pero en el año 1799, comienza de nuevo la actividad, aunque esta vez de carácter científico, cuando un grupo dirigido por el prestigioso investigador Alexander von Humboldt pasó 18 meses explorando el curso del río Orinoco en busca de alcanzar el mítico territorio del hombre dorado y concluyó, en un informe que dio a conocer al mundo, que El Dorado no existía. Pero von Humboldt, no resistió la tentación de volver a investigar sobre la antigua leyenda y regresó a Colombia en 1808 a realizar nuevos estudios, esta vez en las cercanías de Bogotá, luego de los cuales concluyó que el lecho del lago Guatavita guardaba un tesoro de unos 300 millones de dólares de la época. Aunque se trataba de un científico de enorme experiencia y prestigio, produjo esta conclusión, en forma un tanto temeraria y con poca rigurosidad científica, ya que sólo se basó en una especulación basada en números y sucesos históricos totalmente arbitrarios y sin suficiente sustento.

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Dibujo de la Laguna Guatavita hecho por Alexander Humboldt

Ante tal perspectiva, en los siguientes siglos, hubo otros numerosos intentos de dragar las aguas de Guatavita, entre los cuales podrían destacarse los del inglés Hartley Knowles en 1898, y la empresa europea que utilizó poderosas bombas de dragado a comienzos del siglo XX, pero ningún intento fue coronado con el éxito, ya que las pocas piezas de oro rescatadas, jamás fueron suficientes para cubrir mínimamente los esfuerzos y recursos invertidos. En el año 1965 el gobierno colombiano dio fin a los intentos de dragado prohibiendo definitivamente este tipo de actividad en la laguna.

Desde comienzos del siglo XX hasta el siglo XXI

Aunque parezca increíble, en pleno siglo XX, continuó la loca búsqueda de lo imposible, en diversas zonas de Sudamérica, y aún hoy no ha cesado.

En el año 1906, Percy Fawcett, un famosísimo inglés explorador y aventurero en el cual se habrían inspirado los creadores de Indiana Jones para crear el personaje cinematográfico, se encontraba haciendo trabajos cartográficos en la frontera entre Brasil y Bolivia, donde tomó contacto con la leyenda de El Dorado. Convencido de que podría hallar una ciudad perdida dorada, que podrían tratarse de vestigios de los habitantes de la Atlántida, jamás pudo olvidar todo aquello, y desde aquel día comenzó a preparar su regreso para buscar algún día la ciudad de oro. En los años 20 volvió con un ínfimo grupo expedicionario formado por su hijo y unos amigos, y se interno en el Mato Grosso del Brasil pero no se volvió a saber jamás de él, fue declarado desaparecido en 1925 y nunca lograron encontrar sus restos, a pesar de numerosos intentos en este sentido.

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Percy Fawcett

Muchos imaginaron que finalmente Fawcett llegó ciudad maravillosa y se quedó a residir en ella, pero los más escépticos seinclinaron por creerlo muerto en circunstancias trágicas.

En épocas más recientes, la búsqueda ha quedado ya definitivamente en manos de científicos, arqueólogos, historiadores, y antropólogos, y ha sido en la zona de los alrededores de El Manú, al este del Cusco, en Perú, donde se han concentrado los mayores esfuerzos por descubrir la ciudad de oro. Esto se debe a que la experiencia de cientos de años de búsquedas fallidas y diversas circunstancias han llevado a dejar de lado el convencimiento de poder encontrarla en zonas como Guatavita o las márgenes del Orinoco, al ser asociada la existencia de El Dorado a la ciudad mítica de Paitití, perteneciente a la civilización Inca.

Durante la segunda mitad del siglo XX, en más de una oportunidad se llevaron a cabo nuevas expediciones, y los organizadores de muchas de ellas llegaron a anunciar con bombos y platillos el descubrimiento de El Dorado en diversas zonas de América del Sur, aunque especialmente en las selvas peruanas, pero sin que ninguno de estos anuncios haya tenido una confirmación con bases científicas o notables hallazgos auríferos. Algunas también tuvieron finales trágicos como la realizada en 1970 que tuvo como resultado la desaparición de un grupo expedicionario franco- estadounidense guiado por el explorador Serge Debru, que probablemente fue exterminado por los indios huachipairi. y otra liderada por el antropólogo noruego Lars Hafksjold en 1997, quien desapareció en la zona del río Madidi, cerca del parque Nacional Manu y a quien se lo considera como el último desaparecido en la búsqueda de El Dorado.

En los años setenta el artista plástico y explorador chileno Roland Stevenson, residente en la ciudad de Manaus, Brasil, se embarcó en su propia investigación de El Dorado, basando sus estimaciones en diversas pinturas e ilustraciones de los indígenas Yanomani y siguiendo las huellas de Sir Walter Raleigh. Así, inició una exploración por las junglas amazónicas del Brasil que lo llevó a anunciar sugestivos descubrimientos como restos de construcciones de piedra, petroglifos con motivos andinos y caminos precolombinos de estilo incaico, por los cuales, de acuerdo con sus estimaciones y supuestas leyendas recogidas en la zona, se llevaban en la antigüedad enormes cargamentos de oro hasta el Cusco. En el año 1987 Stevenson anunció a la prensa que finalmente había descubierto El Dorado en la Isla de Maracá, estado de Roraima, Brasil, y al poco tiempo, la Royal Geographic Society de Londres, visitó la zona para instalarse a trabajar allí. Según lo manifestado por Stevenson, gran cantidad de cajas colmadas de extraordinarias piezas de gran valor histórico fueron sacadas de la zona y enviadas a Inglaterra, pero todo el asunto fue quedando en la nada.

Ya en el siglo XXI, en el mes de julio de 2002, se informó al mundo que finalmente se había descubierto El Dorado, y sus descubridores, un grupo de exploradores y científicos procedentes de Italia, Argentina, Polonia, Rusia y Perú, provistos de tecnología de radares y buscadores satelitales, liderados por el polaco Jacek Palkiewicz, asociaron esta legendaria denominación a la mítica ciudad inca de Paititi, ubicándola en las profundidades de la selva amazónica del sur del Perú, en las cercanías del parque nacional del Manu, entre los departamentos de Cusco y Madre de Dios. Esta expedición, trazó su itinerario en base a un manuscrito de mediados del siglo XVI del jesuita español Andrés López, encontrado en los archivos de El Vaticano por el arqueólogo italiano Mario Polia, residente en el Perú desde hace décadas, en la cual se relata un viaje 10 días de duración que los incas realizaban a pie entre Cuzco y Paititi.

En el año 2007 se produjo un hecho que fue difundido en la prensa internacional con titulares que destacaban que había sido descubierto El Dorado. La historiadora Maritza Villavicencio y el arqueólogo Wilmer Mondragón informaron que habían encontrado en las junglas peruanas, pero no al este del Cusco sino en la zona de la Amazonia peruana más hacia el norte, un enorme complejo de cerca de treinta ciudades de las civilizaciones inca y Chachapoyas cuya antigüedad va desde el 1200 al 1400 de nuestra era. El fabuloso hallazgo fue vinculado al mito de la ciudad dorada de esta forma: "Se ha despertado el mito de El Dorado por la cantidad de oro que a simple vista se ve, y no sólo por lo que ya fue extraído y saqueado por inescrupulosos saqueadores, sino por las vetas de oro», de acuerdo a lo manifestado por Villavicencio. El sitio arqueológico, que se denomina La Joya y está localizado a unos 3600 metros de altura en el distrito de Chuquibamba, «podría ser comparable, sino superior, a Machu Picchu por su monumentalidad y magnitud», manifestó Villavicencio. En la actualidad, las autoridades procuran mantener la zona protegida de saqueadores y buscadores de tesoros, con el fin de poner en cuanto sea posible los recursos necesarios para la puesta en valor del complejo, y así poder mostrar el mundo esta nueva joya del acervo cultural del Perú.

Han sido realizadas en los últimos años muchas otras expediciones con científicos de los más diversos orígenes, de los cuales probablemente el más famoso sea el llamado "Indiana Jones francés", Thierry Jamin, quien se encuentra prácticamente instalado en su casa del Cusco y en las junglas peruanas de El Manú, en el departamento de Madre de Dios, donde ha realizado importantes descubrimientos vinculados al mito de El Dorado.

Recientemente ha dado a conocer al mundo el descubrimiento de una monumental sucesión de petroglifos de treinta metros de largo por ocho de alto, conocida como Pusharo, así como algunos inmensos geoglifos que se encuentran en las cercanías. El expedicionario francés es sumamente popular debido a su modo mediático de comunicar su actividad y sus hallazgos, pero afirma que no le agrada que lo mencionen en los medios como el buscador de El Dorado, y lo manifiesta así: "Cuando uno menciona "El Dorado" en una conversación, todo se vuelve un drama. Inmediatamente todos piensan en metales preciosos", pero aclara que la riqueza que él y sus expedicionarios buscan es la riqueza del conocimiento inca. Su hipótesis es que en la zona de El Manú, se encuentra una gran ciudadela inca no descubierta que podría ser El Dorado, y que probablemente el petroglifo de Pusharo sea un mapa para descubrirla.

En los últimos años se han sumado a estas búsquedas numerosos grupos que asocian la existencia de El Dorado o Paitití a misteriosos orígenes vinculados a lo esotérico o extraterrestre, pero que no llegan a concitar mayor convocatoria ni a interferir con los estudios de carácter científico que realizan investigadores de todo el mundo, a menudo con apoyo de importantes instituciones y gobiernos, especialmente del Perú, que buscan dar una solución final sustentable al enigma de El Dorado.

El legado

El legado aurífero de las culturas sobre las cuales se fue construyendo la leyenda de El Dorado, puede verse en las piezas de oro labrado que pudieron salvarse de ser fundidas por los conquistadores, o no llegaron a ser alcanzadas por buscadores de tesoros, y demuestran el notable nivel del trabajo artístico de los orfebres que las realizaron.

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Estas piezas se encuentran exhibidas mayormente en diferentes museos de América latina y el mundo, y entre ellos se destaca el Museo del Oro de Bogotá, donde pueden verse objetos de oro pertenecientes especialmente a las culturas de las zonas de Cundinamarca, cuya tradición dio origen al mito del reino de oro. De entre todas estas piezas, seguramente destaca una, la famosa balsa Muisca, que se encuentra en el museo de Bogotá, y que sobresale no solamente por sus excepcionales cualidades artísticas, sino porque se la considera como la prueba de que la ceremonia del Zipa de oro de la laguna Guatavita no era una leyenda sino una realidad. Se trata de una pequeña figura ceremonial totalmente confeccionada en oro puro que representa una balsa con numerosos personajes, y que se ha tenido tradicionalmente como la representación de la ceremonia del hombre dorado. La pieza, que mide 19,5 centímetros de largo por 10,1 de ancho y 10,2 de alto, fue hallada dentro de una vasija de cerámica junto con otra pieza, a principios del año 1969 por tres campesinos en el interior de una cueva en el municipio de Pasca, al sur de la ciudad de Bogotá.

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Balsa muisca de oro exhibida en el Museo del oro de Bogotá, Colombia, que representaría la ceremonia del hombre dorado que se llevaba a cabo en Guatavita

Es esta quizá la pieza más apreciada del museo, si se tiene en cuenta que a pesar de que el Museo del oro de Bogotá ha llevado a cabo cientos de muestras itinerantes por todo el mundo, esta figura jamás fue sacada del país, aunque su presencia es permanentemente reclamada, debido a su fama internacional.

El Dorado en la cultura popular actual

El mito de El Dorado no sólo ha fascinado a conquistadores, exploradores, aventureros, soñadores y científicos, sino que también ha tenido el mismo efecto en la imaginación de todas las personas. Así la literatura y el cine se han ocupado a menudo del tema, con diferentes proyectos que obtuvieron dispar difusión, y persiguieron distintos objetivos.

En cuanto al cine, la primera producción cinematográfica internacional que ofreció una historia relacionada al tema fue El secreto de los incas (Secret of the incas), producción estadounidense del año 1954, dirigida por Jerry Hopper. Si bien no trató específicamente de la búsqueda de El Dorado, por distintos aspectos, puede citarse como un primer antecedente ya que sentó las bases para lo que después sería una cita recurrente en la cinematografía internacional: el argumento está basado en la búsqueda de un tesoro perdido de oro inca en el Perú, y su personaje principal es una especie de explorador aventurero, el cual según se dice habría inspirado a Steven Spielberg y George Lucas para la creación de su personaje de ficción Indiana Jones. Es un muy buen filme de aventuras protagonizado por Charlton Heston, que trató con mucha dedicación y respeto el tema y la cultura peruana. Esto resulta notable sólo teniendo en cuenta elementos como el haber sido casi íntegramente rodada en escenarios naturales del Perú, con bellas escenas de Cusco y estupendas tomas de la ciudadela de Machu Picchu filmadas en las ruinas cuando aún era un sitio prácticamente desconocido para el gran público internacional.

La primera vez que el cine comercial internacional se ocupó específicamente del tema de El Dorado fue con la película alemana de gran producción del año 1972 llamada Aguirre, la ira de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes), dirigida por el prestigioso realizador alemán Werner Herzog, y rodada íntegramente en escenarios naturales de la cuenca del Amazonas y otras zonas del Perú. El guión de este filme se centra en la figura de Lope de Aguirre, interpretado por Klaus Kinski, a quien retrata como a un desquiciado psicópata sediento de sangre, que no vacila ante ningún atropello o crimen que decida cometer. El relato es absolutamente libre, ya que en vez de basarse en la verdadera historia de los "marañones", el guión se basó en los relatos hechos por Gaspar de Carvajal, quien viajó por el Amazonas en una expedición en calidad de capellán, pero en realidad no en esta, sino en la iniciada por Gonzalo Pizarro, y terminada en la desembocadura del Amazonas con Francisco de Orellana, casi veinte años antes que la de Lope de Aguirre, iniciada por Pedro de Urzúa en 1560; incluso Carvajal es uno de los personajes principales de la película. Sin embargo esta producción fue bien recibida por la crítica, ofrece poderosas imágenes que sin duda conmueven al espectador, y se nota un gran esmero en el desarrollo del vestuario y la ambientación histórica.

En el año 1988 el cine volvió a ocuparse de la búsqueda de la ciudad de oro en el filme El Dorado, y nuevamente lo hizo a través de la figura de Lope de Aguirre, esta vez en una superproducción española dirigida por el afamado realizador Carlos Saura. En esta oportunidad, a diferencia de la película de Werner Herzog, el guión se desarrolló sobre la verdadera historia de los "marañones", y las escenas representan cada uno de los hechos más importantes que, de acuerdo a las crónicas históricas de Gaspar de Carvajal, se fueron sucediendo desde el inicio de la expedición de Pedro de Ursúa. Esta película fue una de las más ambiciosas de la historia del cine europeo, y fue rodada con un notable esfuerzo de producción en locaciones naturales de Costa Rica, aunque se constituyó en un rotundo fracaso comercial.

En los albores del siglo XXI, fue el turno del cine de animación a la hora de ocuparse del reino de oro, y lo hizo a través de la producción estadounidense del año 2000 El camino hacia El Dorado (Road to El Dorado), dirigida por Bibo Bergeron y Will Finn, y con las voces de estrellas cinematográficas internacionales de la talla de Kevin Kline y Kenneth Branagh. La historia relata las aventuras de dos pícaros timadores españoles del siglo XVI que por casualidad tienen acceso a un mapa que los guiará a El Dorado. Así, se las ingenian para llegar al nuevo mundo, y escapándose de Hernán Cortés logran alcanzar la dorada meta: encuentran un fabuloso reino pletórico de oro en las junglas de América central. La película trata con respeto el tema, aunque sin ahondar en demasiado rigor histórico y geográfico, por lo que podría considerarse un trabajo digno, consistente en no más que una fantasía inspirada en el mito de El Dorado, sin demasiadas pretensiones, pero que logra concitar el interés de un público infantojuvenil en una leyenda de la cual muchos, probablemente, ni siquiera habían oído hablar hasta su estreno.

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Recreación ideal de El Dorado realizada para el filme El camino hacia El Dorado

En el año 2008, se estrenó una nueva entrega de la saga del conocido personaje cinematográfico Indiana Jones, dirigida por Steven Spielberg llamada El imperio de las calaveras de cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull), que fue un gran éxito en todo el mundo. En este filme, el ya mítico personaje buscador de tesoros arqueológicos busca El Dorado aunque afirma que el verdadero nombre de la ciudad es Akator, y que El Dorado es su nombre en español. El guión relaciona además su trama con la figura de Francisco de Orellana, ya que el Dr. Jones espera encontrar el cadáver del conquistador para descubrir una clave en él que lo lleve a El Dorado.

Al margen del más ínfimo rigor histórico, el insostenible guión obviamente sólo busca lograr el entretenimiento del público valiéndose de todo tipo de elementos fantasiosos, históricos, geográficos y arqueológicos, y misturándolos arbitrariamente en un disparatado collage que mezcla las líneas de Nasca, con ruinas de civilizaciones de México, supuestas civilizaciones amazónicas extrañas, la famosa calavera de cristal hallada en Centroamérica, visitantes extraterrestres en inmensas naves espaciales y el cadáver de Francisco de Orellana (¡hallado momificado en una tumba en el subsuelo de un manicomio de Nasca junto a la calavera de cristal, custodiado por unos seres sumamente estrafalarios que luchan con artes marciales!) En fin, la película resulta un buen entretenimiento y fue en general muy bien recibida por el público y la crítica internacional, aunque no fue de mucha utilidad a los fines de contribuir con la difusión de la historia de la conquista y descubrimientos de América ni de la leyenda de El Dorado.

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El secreto de los incas

(Secret of the incas)

Aguirre, la ira de Dios

(Aguirre, der Zorn Gottes)

El Dorado

España (1988)

EEUU (1954)

Alemania (1972)

Otro caso destacable sobre el tema es el de la reciente película del año 2009, llamada El Dorado, protagonizada por la estrella de la televisión de los Estados Unidos Shane West. Se trata de una superproducción de Hollywood dirigida por Terry Cunningham, cuya trama se centra básicamente en la búsqueda de la ciudad dorada perdida de los incas que da título al filme, en una aventura que transcurre en tiempos actuales, llena de peligros, acción y romance, con persecuciones, helicópteros, explosiones, civilizaciones perdidas y villanos. La película fue rodada íntegramente en escenarios naturales de Perú, incluyendo ruinas incas y jungla amazónica.

A mediados de 2009, el astro cinematográfico de Hollywood Brad Pitt, arribó al Brasil para participar del rodaje de la película The lost city of Z, en la cual interpretará al desaparecido explorador británico Percy Fawcett, uno de los personajes destacados de la historia de El Dorado, quien, obsesionado con la búsqueda del país de oro, lugar que él denominó ciudad Z, llegó a la zona de El Pantanal, en el estado de Mato Grosso do Sul, Brasil, en el año 1925 e inició una loca búsqueda con un reducido grupo de exploradores, incluyendo a su hijo, quienes desaparecieron durante la expedición, y jamás se volvió a saber de ellos. El filme tiene estreno previsto para el año 2010

Consideraciones

No resulta difícil preguntarse luego de haber conocido toda esta historia, cómo es posible que semejante leyenda haya generado tantas expediciones, tanta desgracia, tanta muerte, a lo largo de los siglos, y lo que es quizá más incomprensible aún, ¿cómo es posible que incluso hoy en día, en pleno siglo XXI, se sigue hablando de El Dorado, y hasta existen quienes continúan buscándolo?

Es lógico que parezca algo inconcebible, y por ello quizá hay que tratar de entenderlo pensando que el ser humano se siente naturalmente atraído y fascinado por lo desconocido, y dentro de esto, qué puede atraerlo más que una ciudad perdida. Existen un sinnúmero de historias y leyendas de ciudades perdidas a lo largo de todo el mundo, y solamente un pequeño porcentaje de estas han sido descubiertas, pero hasta haberlo sido, también se llevaron consigo vidas, ilusiones y pasiones de numerosos exploradores, científicos y aventureros. Probablemente algún día alguien anunciará que encontró El Dorado en algún lugar de América del Sur y pueda probar que es la verdad, así como Heinrich Schliemann anunció que encontró Troya, o Hiram Bingham, dio a conocer al mundo su descubrimiento de Machu Picchu, pero si esto sucediera, seguramente nada cambiará, el ser humano continuará fascinado en la búsqueda de otras ciudades misteriosas, perdidas entre la nebulosa del tiempo, donde se misturan y se confunden la realidad y la leyenda.

Bibliografía

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Garcilazo de la Vega. Comentarios reales. 5ª edición, Vosgos Barcelona, 1979
Hemming, John. En busca de El Dorado. Ediciones del Serbal. Barcelona, 1984
Prescott, W. H., Historia de la conquista del Perú. Cía. Gral. De ediciones. México 1965
Ramos Pérez, Demetrio. El mito de El Dorado. Madrid. Ediciones Istmo, 1988
Soto Roland, Fernando. Ciudades y tesoros perdidos. www.edhistorica.com (WEB)
Vázquez, Francisco. El Dorado, crónica de la expedición de Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre. Alianza Editorial. Madrid, 1987
Westwood, Jennifer. Atlas de lugares misteriosos,. Editorial Debate. Madrid 1987 www.banrep.gov.co/museo/esp/home.htm
www.edhistorica.com(WEB) www.eldoradocolombia.com (WEB)

 

 

 

Autor:

Roque D. Favale

Partes: 1, 2
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