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Inmigración Italiana en Argentina



Partes: 1, 2, 3

  1. Prefacio
  2. Introducción
  3. Estadios prehistóricos de cultura
  4. Surgimiento del Imperio Romano – Fundación de Roma
  5. De las siete colinas al orbe romano
  6. Las guerras de Italia. Un esfuerzo por la hegemonía política
  7. El surgimiento del Estado italiano. La República italiana
  8. Nacimiento, auge y metamorfosis de la emigración italiana
  9. Los derroteros de Génova en el mundo, en América y en el Río de la Plata
  10. Aparecen y se consolidan los italianos en el Plata
  11. Las causas económicas de la emigración italiana entre los siglos XIX y XX
  12. Ciclo y estructura
  13. Pauperismo, asistencia, criminalidad
  14. La presión demográfica
  15. Las penurias monetarias de la campaña
  16. Pequeña propiedad y agricultura de montaña
  17. Oficios artesanales y manufactura rural
  18. Desocupación, salarios y contratos agrarios
  19. El mercado internacional del trabajo
  20. La cadena migratoria de los italianos a la Argentina
  21. Características regionales, demográficas y ocupaciones de la inmigración Italia. (1880-1930)
  22. Sexo, edad y acompañamiento familiar
  23. Grupo ocupacional
  24. La integración de los inmigrantes italianos en la Argentina
  25. Emigración italiana: reconsideración de los eslabones de la cadena migratoria
  26. Área local y espacio social
  27. Las cadenas migratorias italianas: el caso argentino
  28. Las interacciones entre la sociedad argentina y la cadena migratoria italiana
  29. El Inmigrante (Diario
    "La Tribuna Nacional" – Día 13 de Diciembre de 1885, día
    en que llegó el buque Matteo Bruzzo, que trajo a Angelo Colombassi)

Prefacio

Genealogía proviene del latín y significa génea, generación y logos tratado, es decir la ciencia o el tratado que estudia la serie de progenitores y ascendientes de cada individuo. Estudia los antepasados de cada individuo y cuyo objetivo es el estudio de las raíces familiares en cuanto a la determinación de orígenes, legados y vinculaciones de parentesco.- Es una ciencia por la cual los antepasados viven gracias al interés que inspiran sus recuerdos; ancestros de ayer, de cientos de años atrás, de distintas procedencias; que nos llevan a la Europa Medieval, o quizá a otras culturas; personalidades fuertes y arriesgadas cuya sangre nos enorgullece y enriquece pues sigue viva en nosotros y seguirá viva en las generaciones futuras en la medida en que nos preocupemos por recopilar y transmitir ese importante legado histórico.

Las motivaciones que me llevaron a realizar esta investigación fue ese filosofar infantil que todos tenemos de empezar a preguntarnos ¿de dónde venimos?, ¿quienes somos?, ¿que función cumplimos en esta vida?, ¿quienes son nuestros progenitores? (generalmente alcanzamos a conocer a nuestros progenitores en línea ascendiente hasta el segundo grado, padres y abuelos, pero nunca más allá), ¿quienes fuimos en la vida anterior y quienes seremos en la próxima?. Todas estas preguntas o incógnitas están en cada ser humano, y tiene que ver con el filosofar de la vida. Desde pequeños permanentemente nos estamos preguntando: ¿y por qué?, que a veces a los adultos les resulta tan pesado o molesto porque no sabemos qué responder.

Creo, en mi inconsciente, sigue estando ese niño adentro, motivándome a investigar sobre mis antepasados; pero no resulta ser una tarea fácil, porque lamentablemente no contamos con fuentes de información suficiente. La mejor forma de recabar información, es a través de familiares longevos (padres, abuelos, tíos, tíos abuelos, etc), que cuentan con una rica fuente de sabiduría. Existen, además, fuentes escritas como los certificados de nacimientos, matrimonios y defunciones, en las Iglesias Católicas hasta 1898 y a partir de esa fecha los Registros Civiles. Todos estos documentos en algunas oportunidades resultan arduos de leer a causa de la antigüedad de los mismos y las muchas veces ilegibles escrituras de los sacerdotes registradores, dificultan la tarea investigativa. El factor tiempo, juega un papel preponderante para recolectar información, y muchas veces no se cuenta con las horas necesarias de dedicación. Tampoco deja rédito económico, sólo deja una recompensa interior afectiva de reencontrarse con nuestros antepasados. En el momento actual que vivimos, todo cuesta dinero y tiempo, desde una simple partida de nacimiento sacada del Registro Civil, como así también, los viajes a los diferentes lugares donde nuestros abuelos nacieron, se casaron o fallecieron. Pero a pesar de todo… ¡vale la pena!. Esto para mí resultó ser un entretenimiento, en cuanto tengo tiempo para investigar, agarro mi bicicleta, mis cosas y muchas veces pasan horas, sin darme cuenta, sentado frente a la pantalla de una microfilmadora[1]o de mi computadora conectada a Internet, tratando de encontrar algún apellido o dato acerca de mis ascendientes y es un legado que se deja a familiares y descendientes que tal vez le interese saber sus orígenes, pero que por diversas circunstancias no han podido hacerlo.

Vivir en Capital Federal, facilita la tarea de investigación porque Buenos Aires concentra toda información, debido a la diversidad de Bibliotecas (Nacional, del Congreso Nacional, de la Prensa, Dante Alighieri, etc.), además, existen Oficinas Públicas como Migraciones, Archivo General de la Nación, CEMLA[2]Prefectura Naval Argentina, Colegio Electoral, Ministerio del Interior, Embajada y Consulado de Italia[3]Estudiar derecho en la Universidad de Buenos Aires hizo factible adquirir conocimiento en Derecho Romano (la evolución del derecho de familia romano); Derecho comparado, Derecho de Familia y haber cursado materias de la Carrera de Sociología como Metodología de la Investigación social, Historia Antigua, Moderna y Contemporánea, Filosofía, etc., hizo todo esto posible.

Como descendiente de inmigrantes italianos, me interesé por averiguar cuales fueron las razones familiares, sociales, políticas y económicas de la inmigración italiana en la República Argentina, es decir, en un ámbito general u objetivo de este fenómeno inmigratorio, no desconociendo causales individuales motivadoras de la emigración a la Argentina que ocurrieron a partir del siglo pasado.

Cuando partí hacia Europa uno de los objetivos que me había propuesto era conocer Italia de punta a punta. Entré por primera vez por Menton-Ventimiglia (frontera Franco-italiana) Venía de un largo viaje de dos meses y medio, en bicicleta recorriendo la costa sur española y francesa. Fue un sueño hecho realidad por los maravillosos lugares que recorrí y conocí, porque a pesar de que viajar en bicicleta es un poco sacrificado (es necesario una preparación y entrenamiento físico y mental), te da la posibilidad de andar muy despacio, sin ruido de motores, detenerse en un lugar que gusta y hablar con la gente.

Cuando iba llegando a la frontera con Italia tuve muchas emociones y una de ellas era de regresar al lugar que mucho tiempo antes había vivido (a través de mis antepasados).

Previamente había pasado por el Estrecho de Gibraltar (el lugar más cercano entre el continente Africano y Europeo) pudiéndose avistar la costa africana. Es el paso obligado de todos los barcos que partían de los puertos europeos del mar mediterráneo hacia el océano atlántico con destino a América. Aquí también imaginé ver pasar el Nordamérica (barco que trajo a América a mi abuelo Matteo Boscoscuro) y el Matteo Bruzzo (transportó a mi abuelo Ángelo Colombassi). Percibir el agotador viaje hacia Argentina y ¿cuántas cosas pasarían por sus cabezas, sus tristezas de dejar sus familias, sus afectos en Italia y cuales eran las expectativas que tendrían de venir hacia la Argentina?. ¿Cuánto de locura? ¿Cuánto de aventura? ¿Cuánto de necesidad? ¿Cuántas cosas?…¿nó?

Al estar llegando a esa frontera era como que regresaba junto a mis abuelos, les estaba haciendo realidad ese deseo que nunca habían podido concretar porque la muerte los sorprendió en Argentina. Era parte de esos deseos, de esa historia, de esos deseos no cumplidos, de muchas cosas que pasaban por mi cabeza en ese momento y también por la cabeza de mis abuelos que trataba de interpretar.

Cuando llegué al cruce fronterizo me emocioné muchísimo, sentí la sensación de estar tocando el cielo con las manos. Había cumplido mi sueño y sentí haber entrado a mi país, a mi casa, todo me pareció conocido, era volver a hablar el idioma que estaba metido en mi inconsciente colectivo. Era escuchar a mi madre que cuando era chico me hablaba algunas palabras en italiano que le había transmitido su abuelo. Era ingresar al desorden al cual estamos acostumbrados los argentinos porque culturalmente lo heredamos de los italianos. Era encontrar carteles de negocios con apellidos conocidos en Salto como Bernasconi, o pueblitos como Noli, Romano, Lavagna, Chiari, etc., era como estar en Salto, en Argentina, como en mi casa.

A medida que lo fui recorriendo llegué a la conclusión de que somos los argentinos una parte de Italia, de España, somos iguales, las costumbres, las tradiciones, la religión, la idiosincrasia, los defectos, las manías, la forma de pensar y de sentir emocionalmente las cosas. Somos latinos y nuestros sentimientos son muy emotivos, somos un montón de nervios acumulados, somos gritones, afectuosos, cascarrabias, de vivir intensamente la vida, de vinculo familiar fuerte (esa cosa de la parentela), de creernos piolas, de saberla toda, muy gestuales, de no esconder nada, de largar todas esas cosas que sentimos por adentro, de amar y odiar al mismo tiempo. Cuando conocí Nápoles, Sicilia, Calabria no encontré diferencias entre un porteño de Buenos Aires y un Napolitano, Calabrés o Siciliano, son la misma cosa, la forma de expresarse, el tono de voz canchero. Es algo inolvidable, estar en Italia es estar en Argentina, culturalmente somos parte de ese Milano, de esa Roma, de esa Nápoles, de ese Palermo, de esa Génova, de esa Venecia, de esa Florencia. Por supuesto, que hago referencia sólo a la cultura, porque después nos diferenciamos en otras cosas como: Argentina desde el punto de vista geográfico, de estar en América es maravillosamente mucho mas bella, tiene unos paisajes naturales que creo que en ninguna parte del mundo se encuentran, solo aquí, somos un país privilegiado de tener un territorio extenso, de tener paisajes naturales que son maravillas en el mundo, reconocidos por la UN como "Patrimonio Universal de la Humanidad, y como ejemplo puedo nombrar dos lugares que tengo el orgullo de haber conocido: " Los Hielos Continentales" y "Parque Ischigualasto o Valle de la Luna", declarado Parque Nacional y Patrimonio Universal de la Humanidad este año 2000. etc.

Para ir finalizando, les quiero decir que esta idea de investigar la inmigración italiana surgió hace mucho tiempo, pero empecé a escribir el día 5 de agosto de 1997, han pasado tres años ya y todavía está en veremos, porque cada vez que lo leo se me ocurren cosas nuevas o lo voy modificando, no es fácil, porque los dichos deben de ser veraces y trato de verificar las fuentes, datos, pero de a poco se va terminando, fue una experiencia muy linda. Primero quiero empezar por una breve introducción de nuestro inicio como raza humana, cuanto tiempo tenemos de existencia en esta tierra. Trato de brindar una información antropológica amplia del origen del hombre, cómo fue evolucionando social y culturalmente. También un poco del desarrollo de la historia antigua para dar un salto brusco y llegar hacia el siglo XIX que da nacimiento a la inmigración italiana en la argentina desarrollando cuáles fueron sus causas políticas, económicas, sociales, culturales para la emigración de grandes masas y contingentes de europeos que venían a "hacer la América", a este continente con tanto territorio y tan rico en recursos naturales.

Seguramente faltará agregar muchos datos e información que los iré desarrollando a medida que los vaya encontrando porque pienso que este humilde compendio culminará junto a la existencia de mi vida que algún día llegará; pero mi intención es dejar a las generaciones venideras de familiares más jóvenes y que vendrán, una breve síntesis de sus orígenes familiares para que puedan conocer su propia identidad.

Introducción

EL ORIGEN DEL HOMBRE

Cuando uno se pone a divagar sobre el pasado o pensar sobre la historia de la humanidad, los cristianos creemos que la vida del hombre comienza en 0 de la Era Cristiana, porque lo relacionamos con el año en que estamos viviendo 2000. También para los musulmanes en su calendario es el año 1379, o el año de los judíos es 5762, o el de los mayas 5114. Sin embargo, la vida del hombre tiene millones y miles de millones de años, siglos, que prácticamente resulta incalculable, que muchas veces la mente humana no ha llegado a procesar y la ciencia aún hoy sigue investigando y recolectando datos para vislumbrar cronológicamente cuando comienza la vida del hombre en este planeta tierra.

Según la ciencia antropológica, la existencia del hombre comienza aproximadamente en el año 11.000 a 9.000 a. C., con la aparición de la escritura jeroglífica, que marca el nacimiento del período de la civilización -así lo denominan los evolucionistas que dividen la historia de la humanidad en tres períodos Salvajismo-Barbarie-Civilización-; pero la prehistoria, es decir la etapa anterior a la historia, finaliza en la misma época en que comienza la historia, desconociéndose su origen, que lo podríamos calcular aproximadamente 60.000.000 a 45.000.000 años, de acuerdo a presunciones realizadas por medio de científicos paleontólogos, biólogos, antropólogos, etc., que iniciaron a través del hallazgo de rocas, utensillos y restos fósiles prehistóricos que fueron y ciertamente analizados.

El primer antepasado humano, o el más antiguo antecesor de todos, encontrado hasta este momento es el Ramapithecus, que tiene aproximadamente de doce a nueve millones de años aproximadamente, el Ramapithecus no era una criatura confinada: vivía en lo que ahora es África, Asia y Europa, aparentemente el Ramapithecus se diversificó dé forma que diese origen a los miembros de la familia homínida.

Desde los nueve millones de años hasta los cinco a cuatro millones de años, hay un vacío fósil, no hay nada lo bastante semejante a fósiles homínidos. Recién entre el período que va entre los 3 y 4 millones de años aproximadamente vivía ya otro género de homínidos denominados como el Austrolapithecus Africanus en primer lugar de aparición y en segundo el Australopithecus Robustus o Boisei, estos austrolopitecinos caminaban habitualmente en posición erguida, y no existe ninguna prueba que avale la sugerencia de que marchasen de vez en cuando en cuatro patas, al modo como lo hacen los gorilas; eran también fabricantes de utensillos de un tipo determinado, creando la clase de culturas de la piedra que sabemos existieron hace dos millones de años. Junto a estas dos categorías de antepasados humanos, aparece otro género, dividido en cuatro clases. El primero de ellos es el Homo Habilis, que era evidente que por su tamaño y forma se trataba de un homínido muy avanzado, que había vivido en éste período y era uno de los primeros miembros del linaje humano y era contemporáneo a los australopitecinos. El hallazgo de los restos fósiles del Homo Hábilis confirmó que puesto que la historia del Homo se retrotrae tanto, esto significa que estos individuos vivían en la misma época que algunos de los primeros australopitecinos, siendo, pues, improbable que nuestros directos antecesores fueran descendientes evolutivos de los austropitecinos: primos, sí; pero descendientes nó. Hasta aquél momento, los que se afanaban en este campo creían que, aún cuando el robusto Australopithecus podría ser una ramificación de la senda principal de la evolución humana, su primo más liviano, el Australopithecus Africanus, marchaba ciertamente por la ruta principal, para terminar dando origen al linaje homo.

Con esta nueva teoría de los orígenes del hombre es posible predecir que la teoría consiste en que hace unos cinco o seis millones de años el Ramapithecus súbitamente se diversificó en varios linajes diferentes, debido probablemente a que cambios climatológicos u otras alteraciones ambientales formaron nuevos hábitat para su exploración.

La segunda clase de homos es el Homo Erectus, que se supone vivió alrededor del millón y medio millón de años a. c., éste había adquirido la posición erecta del homínido, es decir caminaba en dos patas, mejorando y desarrollando el sentido de la vista lo cual le permitió caminar largas distancias e incorporar en su dieta porciones muchos mayores de carnes, ya que, nuestros antecesores aprendieron muy probablemente numerosas técnicas de caza, y ocasionalmente las emplearon para abatir animales muy grandes. Algunos científicos sostienen que los aspectos sociales y psicológicos de la caza organizada fueron los primitivos motores de la evolución humana. Aunque estos factores desempeñaron ciertamente un papel importante en el proceso de moldear a la humanidad, se juzgan secundarios con respecto al primer móvil de nuestra emergencia de un tronco homínido más primitivo, a saber, la práctica de compartir los alimentos dentro de unos grupos sociales organizado. Fue el legado biológico de una economía basada en el reparto de los alimentos y en la organización social lo que equipó a nuestros antecesores hace un millón y medio de años aproximadamente, para el viaje a Europa y Asia.

África fue la cuna de la Humanidad. Cuando el Homo Erectus apareció, nuestros antepasados estaban equipados para explorar el resto del mundo.

Las bandas de nuestros antecesores, Homo Erectus, que hace un millón de años, aproximadamente, se abrieron paso a través de la angosta franja de árida tierra que une el continente africano con Asia eran la vanguardia del definitivo dominio de la humanidad sobre la tierra.

La propagación del Homo Erectus por los continentes nórdicos fue consecuencia ineludible del ímpetu evolutivo, de una organización social y de comportamiento basada en el único rasgo humano del reparto de alimentos. Esta gente estaba ya mental y tecnológicamente preparadas para enfrentarse con cualquier reto que pudiera lanzarles su mundo. Y ¿Quién puede negar que, en aquél entonces, ya se había encendido en la mente humana un espíritu de aventura, una genuina curiosidad por el mundo que los rodeaba?. Este nuevo y emergente factor de humanidad debió de combinarse con la búsqueda constante de nuevas fuentes de alimentación para producir una explotación moderada y sin prisas de nuevas tierras. Ciertamente, no hubo ningún cambio climatológico que atrajese hacia el norte a las poblaciones ancestrales. En realidad, el mundo estaba experimentando entonces uno de los períodos más turbulentos de su historia climatológica, caracterizado por frecuentes avances y retrocesos de la gran extensión de hielo nórdico. Las bandas de Homo Erectus aprovecharon, indudablemente, cualquier oportunidad favorable que les ofrecía el entorno, pero la razón fundamental de su éxito como trotamundos estaba en ellos mismos.

El Homo Erectus era especial. Después de todo las fuerzas evolutivas lo estaban empujando rápidamente hacia esa notable estructura que está en cabeza de todos nosotros: El cerebro del Homo Sapiens Sapiens. Pero, aún cuando nuestros antepasados, al observar en las diversas estaciones la llegada y la partida de grandes de bandadas de aves migratorias, debieron de preguntarse de donde venían y adonde iban, y especularían respecto a qué habría al otro lado de las lejanas montañas, casi con toda seguridad no se embarcaron en grandes expediciones migratorias. Bien pudieron escalar las distantes montañas para satisfacer su curiosidad, y, quizá gustándoles lo que vieron, establecieron allí su nuevo campamento. Sin embargo, su emigración, como tal, fue un asunto despacioso, y las poblaciones no se desplazaron más de unas decenas de kilómetros en una generación.

Entre la época en que nació el linaje Homo junto con sus primos austropitecinos en África, hace cinco o seis millones de años, y el momento en que, por las razones que fuera, bandas de Homo Erectus empezaron a extenderse por el resto del mundo, la Prehistoria humana ha sido una cuestión de fuerzas evolutivas que han dado forma y moldeado a la estructura física de las criaturas prehumanas. A partir de hace un millón de años, y particularmente en lo que concierne a los últimos trescientos mil años, el centro del interés cambia: ahora solamente atrae la atención la cabeza.

La tercera clasificación que se hace de los Homínidos es el Homo Sapiens que se caracterizó por la elevación del cráneo en forma más grande, la reducción del tamaño de los molares y el avance de la mandíbula son básicamente los rasgos concretos a que se reduce esta última e importante de la evolución humana. Tal es la transición del Homo Erectus a través del Homo Sapiens, hasta desembocar en el ser humano plenamente moderno: el Homo Sapiens Sapiens (cuarta clasificación. El tamaño del cerebro en las poblaciones Erectus, en el curso del tiempo, abarca desde unos 775 cm3 hasta 1.300 cm3. Comparándose esto con la variación en los seres humanos modernos, que va desde 1.000 hasta 2.000 cm3, con un promedio de unos 1.400 cm3. Por consiguiente, algunos individuos Homo Erectus tenían un cerebro más grande que algunas personas vivas actualmente. Sin embargo, el tamaño total del cerebro no es absolutamente importante en función de la inteligencia. Personas que tienen una cabeza más voluminosa no son necesariamente más inteligentes ni poseen recursos intelectuales que otras con la cabeza más pequeña. Una tendencia permanente en la evolución ha sido, ciertamente, el aumento del tamaño del cerebro; pero otra cosa igualmente importante es la reorganización interna que hizo posible nuevos y mejores centros cerebrales y redes nerviosas. Aquí está la clave de las fases finales de nuestra evolución.

Aplicando una escala cronológicamente aproximativa, podemos decir que el paso del Erectus al Sapiens se dio hace alrededor de medio millón de años, y el muy refinado Homo Sapiens, hace quizá cincuenta mil años. Estas transiciones debieron de ocurrir no solo una vez, a través de una especie de predestinación omnisciente, sino muchas veces y en muchos lugares, según el ímpetu evolutivo empujaba al Erectus hacia el Sapiens de un modo biológicamente imparable. Desde luego que, en el proceso de desarrollo evolutivo, algunas poblaciones aisladas de Homo Erectus debieron de quedarse rezagadas. Y, de vez en cuando, también algunas poblaciones Sapiens parece ser que se desviaron por aciagos caminos evolutivos de los cuales no pudieron retroceder; el achaparrado y adaptado al hielo del tipo Neanderthal llamado Homo Sapiens Neardenthalensis, de Europa occidental.

Nuestros antepasados en Europa, Asia y África representaron un patrimonio de genes humanos que, reunidos y vueltos a reunir en combinaciones cada vez mejores, terminarían por producir a la Humanidad que hoy conocemos. El paso del desarrollo humano, tanto biológico como cultural, en el curso de estas últimas fases de la evolución humana, es vertiginoso comparado con el avance relativamente sosegado de los tres a cuatro millones anteriores. Y no cabe duda de que el más tajante y espectacular cambio de velocidad en el progreso de nuestros antepasados por el camino de la evolución humana fue la invención de la agricultura hace diez mil años. Aquel cambio de una existencia esencialmente móvil, dedicada a la caza y a la recolección, a una economía agrícola esencialmente sedentaria, destruyó el modo de vida que había surgido tres millones de años antes, por lo menos, y fue responsable de la creación de las bases de la Humanidad tal y como hoy las conocemos.

La invención de la agricultura fue, el acontecimiento más importante de la historia de la Humanidad.[4]

Cuando el Homo Erectus emprendió desde África el camino que terminaría por desembocar en la revolución agrícola, lo hizo para penetrar en un mundo desprovisto de otros homínidos desarrollados.

No hay respuesta válida para la pregunta de por qué el Ramapithecus dio origen al Homo y a los australopitecinos en África, aparentemente alguna clase de cambio ecológico ofreció nuevas áreas ecológicas que fueron descubiertas por criaturas semejantes a los homínidos. Se puede pensar que las condiciones ecológicas que se ofrecieron en África no surgieron en otras partes, y que ello tiene algo que ver con el equilibrio entre la selva y la sábana: la merma de selvas en África, abriendo mayores zonas de bosque abierto y sabana herbácea, puede haber sido el condicionante necesario para propiciar el surgimiento de una nueva familia homínida; y posiblemente este mismo cambio no se produjo, en la misma extensión, en Asia y Europa, continente igualmente poblados por el Ramapithecus.

Otros de los hechos significativos en la evolución de la Humanidad fue, sin lugar a dudas, la capacidad de transportar alimentos que eran esenciales para la economía mixta de caza y recolección centrada en una base hogareña. Viene desde el agua. Los animales dependen en grado sumo del agua, y los homínidos dependen aún más que la mayoría de ellos. Pero empleando grandes cascarones de huevos, calabazas o simplemente llevando consigo un suculento melón, podían aumentar considerablemente el radio de acción de la caza y la recolección. El agua transportable puede haber sido también un importante factor en la emigración paso a paso a través de la árida franja terrestre que une África con Asia.

El tercero de los elementos transportables es el fuego, un fenómeno casi mágico. Su sensual fascinación la experimenta la gente en el mundo entero, que debió de ser particularmente importante cuando nuestros antepasados lucharon contra los climas más fríos del norte de Europa. Finalmente tenemos la capacidad para transportar la experiencia misma, de individuo a individuo y de generación en generación.

El cuarto de los elementos fundamentales en la transición de Homo Erectus a Homo Sapiens Sapiens fue sin dudas el lenguaje que sirvió para entrelazar las estructuras sociales y culturales de las poblaciones que se mezclaban.

La independencia que posibilitaron estos cuatro elementos transportables es la clave de la notable emigración de nuestros antecesores desde el África tropical hasta los continentes flanqueados de nieve de Europa y Asia.

El Hombre de Neardenthal se ha fijado en la mente de nosotros como el arquetipo del antecesor humano.

Los Neardenthales llevaron una existencia compleja, razonable y sensible, sobreviviendo en las condiciones extremadamente duras de una Europa invadida por el hielo. Pero también podemos estar seguros de que aquellas gentes no fueron antecesores directos de los modernos seres humanos. El patrimonio genético que terminaría por producir al hombre moderno produjo así mismo al pueblo de Neanderthal. Especialistas en vérselas con el frío sucumbieron finalmente ante la trampa evolutiva de especializarse demasiado. Cuando los glaciares empezaron a retroceder al término de la última glaciación estas gentes estaban demasiado aferradas a sus modos de vivir, tanto desde el punto de vista biológico como de comportamiento, para adaptarse a los tiempos más cálidos que se avecinaban. Aquél clima más cálido habla de explotarlo de manera más eficaz el tronco humano no más general que finalmente emergió como Homo Sapiens Sapiens.

Cuando las poblaciones de Neanderthal se eclipsaron hace unos treinta mil años, ya llevaban establecidos firmemente seres humanos verdaderamente modernos desde hacia vente mil años, por lo menos, pero no existe ninguna prueba convincente para sugerir que oleadas de hombres modernos arrasaron el territorio de Neanderthal, violando, pillando y asesinando todo lo que encontraban a su paso. Bolsas de Neanderthales, biológicamente muy adentradas en un callejón sin salida evolutivo, habrían permanecido separados de los recién llegados hasta que se extinguieron en la competencia económica. Pero otros genéticamente menos distantes de las poblaciones Sapiens en desarrollo pudieron ser absorbidos por entrecruzamiento.

Durante las Edades de Hielo, ya existían varias especies de hombres contemporáneos del mamut: ellos cazaron estas bestias y dibujaron sus imágenes en las cavernas. Pero no heredaron abrigos de pieles, ni desarrollaron cosa alguna semejante para hacer frente a la crisis; algunos de los pobladores humanos de Europa, durante la Edad de Hielo, pasarían actualmente inadvertidos dentro de una muchedumbre. En lugar de someterse a los lentos cambios físicos que acabaron por hacer capaces a los mamuts de resistir el frío, nuestros ancestros descubrieron la manera de controlar el fuego de modo de hacer abrigos de pieles. Así fueron capaces de enfrentarse al frío con tan buenos resultados como los mamuts.

Desde luego, mientras las crías de mamut nacían con la tendencia a tener un abrigo de pelo, y éste crecía ineludiblemente al mismo tiempo que la cría, las crías del hombre no nacían ya afectas al fuego o la hechura de abrigos a su progenie, por herencia. Cada generación de hombres, en cambio, tenía que aprender por entero el arte de mantener el fuego, lo mismo que el de hacer abrigos, desde sus rudimentos mismos. El arte era transmitido de padres a hijos, sólo por medio de la enseñanza y el ejemplo. Se trataba de una "característica adquirida"; y, de acuerdo con los zoólogos, las características adquiridas no son hereditarias. Un niño, por sí solo, el día de su nacimiento es tan afecto al fuego como lo era el hombre hace medio millón de años, cuando comenzó a alimentar las llamas, en vez de huir de ellas como hacían las otras bestias.

La especie Homo Sapiens fue capaz de sobrevivir en el mismo medio ambiente, mejorando su cultura material. Tanto la evolución como el cambio cultural, pueden ser consideradas como adaptaciones al medio ambiente. Desde luego, el medio ambiente significa el conjunto de la situación en la cual tiene que vivir una criatura: no abarca únicamente el clima (calor, frío, humedad, vientos) y las características fisiológicas, como las montañas, mares, ríos y pantanos, sino también factores tales como la provisión de alimentos, enemigos animales y, en el caso del hombre, aún las tradiciones, costumbres y leyes sociales, la posición económica y las creencias religiosas.

Tanto el hombre como el mamut, se adaptaron con éxito al medio ambiente de las Edades de Hielo. Ambos florecieron y se multiplicaron en esas condiciones climáticas peculiares. No obstante, su historia diverge al final. El hombre ha sobrevivido. El mamut se había adaptado demasiado bien a un conjunto de condiciones en particular; estaba especializado en exceso. Cuando, con la aparición de condiciones más cálidas, los bosques cubrieron las extensas tundras en las cuales había vagado el mamut, y la vegetación templada substituyó a la desmedrada vegetación ártica por la cual ramoneaba el mamut, entonces, la bestia se encontró desvalida. Todos los caracteres corpóreos que lo habían capacitado para prosperar en las Edades de Hielo -abrigo en el pelo, el aparato digestivo adaptado para alimentarse con musgo y sauces enanos, las pezuñas y la trompa constituidas para osar en la nieve-, se convirtieron en otras tantas desventajas, dentro de los climas destemplados. El hombre, por su parte, se encontraba en libertad de abandonar su abrigo, si sentía demasiado calor, de inventar otras herramientas y de optar por la carne de vaca, en lugar de la de mamut.

A la larga, la adaptación exclusiva a un medio ambiente peculiar no resulta provechosa. Ella impone restricciones rigurosas y tal vez sean fatales, a las posibilidades de vivir y de multiplicarse. Dentro de una perspectiva amplia, lo que es más ventajoso es la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes. Tal adaptabilidad obliga al desarrollo de un sistema nervioso y, por último, de un cerebro.

El hombre no se encuentra, en la actualidad -y al parecer, tampoco lo estaba desde su primera aparición sobre la tierra-, adecuadamente adaptado para sobrevivir en un medio ambiente particular cualquiera. Sus defensas corpóreas para enfrentarse a un conjunto específico de condiciones cualesquiera, son inferiores a las que poseen la mayor parte de los animales. El hombre no tiene, y posiblemente nunca tuvo, un abrigo de piel semejante a la del oso polar, para conservar su calor de su cuerpo en un ambiente frío. Su cuerpo no está bien adaptado, particularmente, para la huida, la defensa propia o la cacería. No tiene, por ejemplo, una excepcional ligereza de pies, y sería dejado atrás, en una carrera, por una liebre o por un avestruz. No tiene un color que lo proteja, como el tigre o el leopardo moteado; ni una armadura corpórea, como la tortuga o el cangrejo. Tampoco posee alas para escapar y contar con ventaja para acechar y atrapar su presa. Carece de pico y de las garras del halcón, lo mismo que su vista penetrante. Para coger su presa y para defenderse, su fuerza muscular, su dentadura y sus uñas, son incomparablemente inferiores a las del tigre.

En su historia evolutiva relativamente corta, el hombre no ha mejorado sus aprestos hereditarios por cambios corpóreos que pueden descubrirse en su esqueleto. No obstante lo cual, ha sido capaz de a una variedad de ambientes mayor que casi todas las otras criaturas, de multiplicarse con más rapidez que cualquier otro de sus parientes entre los mamíferos superiores, y de vencer al oso polar, a la liebre, al halcón o al tigre, en sus habilidades específicas. Por medio de su control del fuego y de su habilidad de hacerse vestidos y habitaciones, el hombre puede, y de hecho lo realiza, vivir y prosperar desde los polos ártico o antártico hasta en el ecuador. Con los trenes y automóviles que construye, el hombre puede aventajar a una liebre o avestruz. En los aeroplanos, el hombre puede subir más alto que el águila y, con los telescopios, puede ver más lejos que el halcón. Con las armas de fuego, puede abatir animales a los que el tigre no se atreve a atacar.

Como sabemos el fuego, los vestidos, las casas, los trenes, los aeroplanos y las armas no son parte del cuerpo humano. El hombre puede cogerlos y dejarlos a voluntad. No son hereditarios en el sentido biológico, sino que la habilidad necesaria para producirlos y utilizarlos, forma parte de nuestra herencia social, siendo resultado de una tradición acumulada por muchas generaciones y que no se transmite por sangre, sino a través de la palabra hablada y escrita.

El hombre está dotado por la naturaleza de un cerebro grande en comparación con su cuerpo, y esta dote es la condición que habilita al hombre para hacer su propia cultura.

El mismo Darwin tenía perfecta conciencia del hecho de que el hombre se caracterizaba no sólo por sus atributos específicos físicos sino también por otros específicos psíquicos. Los más importantes que menciona son:

  • En proporción con la inteligencia superior, el comportamiento del hombre es más flexible, menos reflejo o instintivo.

  • El hombre comparte factores complejos como la curiosidad, la imitación, la atención, la memoria y la imaginación con otros animales relativamente adelantados, pero los tiene en grado superior y los aplica de modos más complicados.

  • Más que otros animales por lo menos, el hombre razona y mejora la índole adaptativa de su comportamiento por modos racionales.

  • El hombre tiene conciencia de sí mismo y reflexiona acerca de su pasado, su futuro, la vida y la muerte, y así sucesivamente.

  • El hombre es un animal cultural y social y ha creado culturas y sociedades únicas en su género y su complejidad.

Estadios prehistóricos de cultura

Vemos entonces que el hombre es un animal social, con un cierto grado de desarrollo cultural en constante evolución; con lo cual Morgan[5]fue el primero que con conocimiento de causa trató de introducir un orden preciso en la prehistoria de la humanidad. Divide tres épocas principales: Salvajismo, Barbarie y Civilización; y subdivide a cada Nación de estas épocas en estadios inferiores, medio y superior.

Salvajismo. Estadio inferior. Los hombres permanecían aún en los bosques tropicales y subtropicales y vivían, por lo menos, parcialmente en los árboles; ésta es la única explicación de que pudieran continuar existiendo entre las grandes fieras salvajes. Los frutos, las nueces y las raíces servían de alimento; el principal progreso es la formación del lenguaje articulado.

Estadio medio. Comienza con el empleo del pescado (crustáceos, moluscos, etc.) como alimento y con el uso del fuego. Ambos fenómenos van juntos, el pescado puede ser empleado plenamente como alimento gracias al fuego. Con este alimento los hombres se hicieron independientes al clima y de los lugares; siguiendo el curso de los ríos y las costas de los mares pudieron, aún en estado salvaje, extenderse por la mayor parte de la tierra. Los toscos instrumentos de piedra sin pulimentar de la primitiva Edad de Piedra, conocidos con el nombre de paleolítico, pertenecen todos o la mayoría a éste período y se encuentra desparramados por todos los continentes, siendo una prueba de esas emigraciones. La población de nuevos lugares y los nuevos descubrimientos, vinculados a la posesión del fuego, que se obtenía por frotamiento, condujeron al empleo, de nuevos alimentos, como las raíces y los tubérculos cocidos en la ceniza caliente o en hornos excavados en la tierra, y también la caza, que con la invención de las primeras armas – la maza y la lanza-, llegó a ser un alimento suplementario ocasional.

Estadio Superior. Comienza con la invención del arco y la flecha, gracias a los cuales llega la caza a ser un alimento regular, y el cazar, un de las ocupaciones normales. El arco, la cuerda y la flecha forman ya un instrumento muy complejo, cuya invención supone larga experiencia acumulada y facultades mentales desarrolladas. Encontramos ya algunos indicios de residencia en aldeas. El fuego y el haya de piedra produjeron la piragua formada de un solo tronco de árbol.

La barbarie. Estadio inferior. Empieza con la introducción de la alfarería, nació de la costumbre de recubrir con arcilla las vasijas de cestería o de madera para hacerlas refractarias al fuego. El rasgo característico del período de la barbarie es la domesticación y cría de animales y el cultivo de plantas.

Estadio medio. Comienza con la domesticación de animales y con el cultivo de hortalizas por medio de riego y con el empleo de adobes y de la piedra para la construcción.

La formación de rebaños llevó, en los lugares adecuados, a la vida pastoril; los semitas, en las praderas del Éufrates y del Tigris; los arios, en las de la India, del Oxus y el Jaxartes, del Don y el Dniéper.

Quizá la evolución superior de los arios y los semitas se deba a la abundancia de carne y de leche en su alimentación y, particularmente, a la benéfica influencia de estos alimentos, y particularmente y, particularmente, a la benéfica influencia de estos alimentos en el desarrollo de los niños.

En este estadio, desaparece poco a poco la antropofagia, que ya no sobrevive sino como un rito religioso.

Estadio Superior. Comienza con la fundición del mineral de hierro, y pasa al estadio de la civilización con el invento de la escritura alfabética y su empleo para la notación literaria. A este estadio pertenecen los griegos de la época heroica, las tribus itálas poco antes de la fundación de Roma, los germanos de Tácito, los Normandos del tiempo de los vikingos.

Encontramos aquí por primera vez el arado de hierro tirado por animales domésticos, lo que hace posible la roturación de la tierra a gran escala -la agricultura- y produce un aumento prácticamente casi ilimitado de los medios de subsistencia; se observa también la tala de los bosques y su transformación en tierras de labor. Todo ello motivó un rápido aumento de la población, que se instala densamente en pequeñas áreas.

La principal herencia que los griegos llevaron de la barbarie a la civilización la constituye instrumentos de hierros perfeccionados, los fuelles de fragua, el molino de brazo, la rueda de alfarero, la preparación del aceite y del vino, el labrado de los metales elevado a la categoría de arte, la carreta el carro de guerra, la construcción de barcos con tablones y vigas, los comienzos de la arquitectura como arte, las ciudades amuralladas con torres y almenas, las epopeyas homéricas y toda la mitología. Si comparamos con esto las descripciones hechas por Cesar, y hasta Tácito, de los germanos que se hallaban en el umbral del estadio de cultura del que los griegos Homero se disponían a pesar de un grado más alto, se verá cuan espléndido fue el desarrollo de la producción en los estadios superior de la barbarie, que dio origen a la actual época que estamos viviendo la civilización período en que el hombre sigue aprendiendo a elaborar los productos naturales, período de la industria, propiamente dicha, y del arte. La tecnología.

Surgimiento del Imperio Romano – Fundación de Roma

Una vez analizados los distintos estadios de la evolución de la sociedad humana voy a eludir el desarrollo histórico de quiero hacer una breve síntesis histórica del imperio romano y su evolución.

La historia de Roma se divide en tres partes; aunque otras divisiones tienen también alguna justificación: 1) época de los reyes o Monarquía Romana; 2) época de la República, 39 época del Imperio.

  • 1) Conforme a la tradición mas común, Roma fue fundada el año 753 a. c., y Taquino el Soberbio, el último de los reyes, fue expulsado en el año 510 a. c. Los relatos de este período, tal como nos han llegado, son en su mayoría leyendas, pero leyendas que contienen elementos históricos. Estos elementos se han ido aislando con la ayuda de la arqueología y el estudio comparado de los orígenes y el método de las "supervivencias". A nosotros esta época apenas nos concierne.

  • 2) La época de la República, desde el año 509 hasta el 27 a. c., es aquella en que Roma conquistó la supremacía en Italia primero y luego en el Mediterráneo; la época en que adquirió, entre éxitos y derrotas, su experiencia política y administrativa y asimiló la civilización de otros pueblos. El último siglo (desde el año 133 a. c.) es un siglo de desbarajuste político, de expansión comercial y financiera y de confusión moral. Durante estos años surgen nuevos problemas de gobierno central y provincial de defensa, de economía política y de distribución de las tierras, de caudillos militares que, apoyados por los ejércitos, desafían al Estado: del desarrollo de los grandes negocios, de la aparición de nuevas ideas filosóficas y religiosas, y de nuevas costumbres. En este siglo figuran los nombres que todo el mundo conoce: los Gracos, Sila, Pompeyo, Craso, Julio César, Antonio, Cicerón y otros. Los testimonios históricos de que disponemos para esta época son mas completos que los de los siglos anteriores.

  • Partes: 1, 2, 3

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