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Inmigración Italiana en Argentina (página 3)



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En lo que hace a su vinculación con la emigración, la demanda de moneda no era por cierto un hecho nuevo en la experiencia de la campaña europea: Kautsky recuerda que con las ganancias de los emigrados se pagaban los arriendos agrícolas en Irlanda y los impuestos territoriales en Alemania. Las penurias monetarias que atormentaban a la campaña Italia y que estuvieron en el origen de muchas decisiones de expatriación o de emigración interna, para ir a buscar allí donde se encontraba aquel dinero que no llegaba a pasar por las manos campesinas, se llamaban, en términos precisos, impuestos territoriales, de registro y de sucesión, deuda hipotecaria y de colonato, usura, gastos varios de sucesión. Detrás de estas apariencias monetarias se escondía, obviamente, una crónica insuficiencia y variabilidad de la ganancia. Se trata de un proceso de lejanos orígenes, que ya en el siglo XVIII empujaba a braceros y pequeños propietarios a descender a las maremme y al Agro "… para procurarse el alimento y lucrar para pagar los impuestos y sus otras deudas". En algunas comunas de emigración estacional de la zona de Cuneo, por ejemplo, la pequeña propiedad debía afrontar, durante las primeras décadas post-unitarias, una duplicación de los impuestos territoriales, el incremento de los gastos judiciales, dados los frecuentes litigios en materia de propiedad, y de los impuestos sucesorios, una pesada deuda hipotecaria y la espada de Samocles de una venta con cláusula de rescate, que en realidad disimulaba vínculos crediticios semi-usurarios.

La usura explícita y aquella, apenas disimulada, de las ayudas, los intereses sobre anticipos y sobre deudas de colonato consolidadas, son los pesos que gravan una gran parte de la campaña italiana, sobre todo en torno al cúmulo de pequeños arrendamientos, parcelas en colonato y medierías desnaturalizadas que asumen caracteres específicos en cada una de las regiones de Italia. Estos pesos son una versión moderna, puesta al día de acuerdo al standard de los vínculos jurídico-sociales del Código Civil, de una antigua relación de servidumbre. No por causalidad los propietarios, en la fase inicial de la gran emigración, se lanzaron simultáneamente contra quienes partían dejando deudas impagas y contra la atmósfera de insubordinación que se respiraba en las tierras atacadas por la fiebre del éxodo. Un campesino de Cúneo, partiendo hacia América, dice a Agostino Bertani, que lo interroga en los muelles del puerto de Génova: "…no conviene atormentarse para quedar atrapado por las deudas".

En Calabria un tomolo anticipado por el propietario durante el invierno era restituido en la época de la cosecha aumentando en la mitad, es decir con un interés Anual de más del 100%, mientras los impuestos se llevaban en promedio el 25% de la ganancia. En Basilicata el interés sobre las semillas, sobre las ayudas y sobre el arriendo atrasado podía fijarse en alrededor del 25%, pero también por pocos meses, y en el 60% Anual, un repatriado que había vuelto con 20.000 liras de ahorros, empleó 10.000 para saldar las deudas de la familia, mientras que los pequeños propietarios asistidos por las remesas de dinero del exterior comenzaban por primera vez a pagar los impuestos con puntualidad.

En el Véneto la oposición clerical acertaba al calificar
al régimen Fiscal del Estado unitario como un instrumento destructor
de la pequeña propiedad: en los remates por insolvencia hacia el fisco
hubo lotes estimados en 10 liras; en el alto Polesine, una pesada deuda hipotecaria
se acompañaba con estimaciones catastrales que se habían elevado
a causa de un efecto de rebote, sobre los valores inmobiliarios de la zona,
de las obras de bonificación vecinas.

Pequeña propiedad y agricultura de montaña

Se trataba de micro-formaciones económicos-sociales que opusieron una extremada resistencia a la proletarización, sacudidas, muchas veces, por tensiones y conflictos internos.

Esta área social de la campaña italiana debía buscar trabajo fuera de los límites de la propiedad familiar. En una localidad del Polesine la emigración de los pequeños propietarios se inició cuando una gran propiedad, a la muerte del patrón, pasó de la explotación directa a un sistema de pequeños arrendamientos, cuyos titulares evitaban cuidadosamente el recurrir al mercado de trabajo ocasional y jornalero alimentado justamente por la pequeña propiedad.

La elevada conflictualidad de las cuestiones relativas a la propiedad y la íntima inestabilidad y amoralidad del grupo familiar productor (autoexplotación, celibato forzoso), testimonian en qué medida aquél estaba cercano incluso al límite social a la ruptura. En las áreas caracterizadas por la pequeña propiedad campesina, el camino de la emigración era abierto o más intensamente recorrida por los llamados figli di familia (jóvenes hijos varones privados de perspectivas inmediatas para la emancipación económica y familiar). Ellos a menudo transformaban un tradicional flujo de emigración temporaria en expatriación definitiva o elocuentemente, se casaban antes de partir para el exterior. Ponían en claro así el distanciamiento de la vieja empresa familiar de origen, alrededor de la cual se entrecruzaban a menudo ciclos familiares y ciclos emigratorios (expatriación del padre, luego del hijo mayor, retorno del padre, expatriación del hijo menor), y teniendo en la esposa en su pueblo al más confiable depositario de las remesas.

La pequeña propiedad de las áreas de montaña, empujada hacia cotas altimétricas cada vez más elevadas por la presión demográfica y a través del mecanismo de la tala de bosques/industria de la madera y el apoderamiento de las tierras comunales, debía afrontar dificultades adicionales respecto de la del área de colinas: una tierra inadecuada para los cultivos de sembradío y con bajos rendimientos; períodos invernales durante los cuales la nieve detenía el trabajo agrícola. En al montaña, la emigración estacional era connatural a su constitución agraria, como en las zonas alpinas de las provincias de Cuneo, Novara y Turín. Algunos datos relativos al Véneto y al Friuli muestran cómo la masiva emigración temporaria de las zonas de Belluno y Udine estaba estrechamente ligada a la relevante presencia de pequeñísimas propiedades territoriales escasamente remunerativas.

Junto a este modelo de emigración temporaria, característico de la propiedad agrícola de montaña, tenía lugar un proceso de crisis y éxodo definitivo, sobre todo en el caso de las relaciones de producción agrícola distintas de la pequeña propiedad y para las áreas, como el Mezzogiorno, donde la integración laboral con la llanura y con otros sectores productivos extra-agrícolas era más débil y encontraba especiales dificultades. El asentamiento permanente, a través de la expansión de las pasturas, el crecimiento del número de animales, la recomposición de la propiedad y la disminución de los sembradíos: lo que conducía a una necesidad estructuralmente más baja de fuerza de trabajo. Se trató de una reducción histórica de las posibilidades de la empresa marginal, de un retroceso del ordenamiento de los cultivos y de la densidad de instalación en los terrenos altimétricamente más elevados. Fueron así puestas fuera del mercado de tierras, cultivos, técnicas, niveles de remuneración del trabajo y un modo de producción depredatorio que, después de las talas de bosques y de la intensificación de los cultivos, explotaba los altos rendimientos iniciales de la transformación de las tierras en sembradíos, para desembocar rápidamente en el agotamiento, en el punto de crisis donde se hacía evidente el haber vivido (mal) del capital antes que de la renta.

En la crisis agrícola de la montaña se insertaban, a veces, rupturas casi físicas del antiguo equilibrio entre monte y llanura. La intensificación capitalista y mercantil de la producción del Agro Romano, por ejemplo, excluyendo el pastoreo, arruinaban a una lejana empresa agropastoril trashumante del bajo Molise y de los Apeninos de Umbría, Las Marcas y los Abruzos.

Oficios artesanales y manufactura rural

Entre los muchos aspectos que la caracterizan, la emigración italiana entre la unidad y el período de entre guerras fue también un recurso con el cual una generación de artesanos agotó una capacidad profesional que era cada vez menos solicitada en su mercado de trabajo local. Estos buscaban, a través de la emigración, evitar una costosa reconversión ocupacional a través de: a) ampliar el radio geográfico de acción para hacer frente a una demanda decreciente para este tipo de prestación de trabajo; b) dirigirse hacia economías más atrasadas, como las zonas agrícolas de frontera de los continentes, donde se reproducía una estructura productiva extra-agrícola de tipo tradicional y substancialmente autárquica; C) aprovechar algunas rigieses del mercado de trabajo de los países económicamente más avanzados, inventando una profesionalidad muy específica, lo cual a menudo implicaba una descalificación y limitaba peligrosamente con los oficios vergonzosos.

El artesano, en el momento de la primera expatriación a menudo precede al campesino, y su crisis del tejido económico circundante, que él advierte primero, tal vez más bruscamente antes de que lleguen las mercancías capitalistas, nacionales y de importación.

A partir de los años ochenta se iba alterando en muchas zonas del país un delicado equilibrio en la distribución de la fuerza de trabajo rural entre las varias ocupaciones, a causa de la caída de la manufactura doméstica campesina.

La manufactura doméstica campesina permaneció en el estadio elemental del autoconsumo y de la circulación local.

Desde el punto de vista del modelo de acumulación, en el precoz ocaso de la industria campesina encontramos una de las primeras huellas de una opción general que iba madurando en el campo de la estrategia del desarrollo a favor de una acumulación centralizada institucionalmente, dado que el Estado y una aristocracia bancaria y del dinero fueron sus agentes fundamentales. Las pocas áreas urbano-industriales nacientes no consiguieron hacer frente con su demanda de trabajo a una campaña desguarnecida, de la cual provinieron, como en Lombardía, Piamonte y Liguria, tanto uno de los primeros masivos movimientos emigratorios como la concomitante crisis de la industria rural. Centralizada sectorialmente, como lo demuestran los. Precoces y elevados índices de concentración capitalista registrados en los sectores industriales sucesivamente afectados por la acumulación (siderurgia, química, electricidad), aún a costa de crear recurrentes excedentes de capacidad productiva instalada.

En síntesis, se trató de un mecanismo de acumulación particularmente desinteresado por el derroche y la subutilización cuantitativa y cualitativa del factor trabajo, en la certeza de que de la creación de un desmesurado reservorio de sobrepoblación latente y estancada, de dimensiones muy superiores a lo necesario, no podía derivar en nada que no fuera conveniente.

Desocupación, salarios y contratos agrarios

Entre los siglos XIX y XX, se indica como causa general de expatriación un bajo nivel de salario agrícola, a menudo unido a un bajo número de jornadas trabajadas en un año, dos cantidades ligadas entre sí por una relación inversa.

En la Polesine, durante los años ochenta y noventa, la desocupación crónica golpea a los trabajadores ocasionales y es causada tanto por el paso de un régimen de explotación directa a un pequeño arrendamiento (o peor, subarrendamiento) que ahorraba trabajo asalariado, como por la finalización delos trabajos de bonificación que habían ocupado a amplias masas de carretilleros y excavadores: a partir de aquí se inicia una fuerte emigración. Entre fines del XIX y principios del XX, las jornadas trabajadas en promedio en un año por un asalariado agrícola son 120 en Pignola (Potenza), 160 en Celico (Calabria), 138 en Argenta, 145 en Bondeno, 163 en Copparo y 160 en Portomaggiore, 100 en Foggia. En la zona de Ravenna las transformaciones en los cultivos y la superpoblación de medieros, causada por el fin del fraccionamiento, habían llevado, en los años noventa, el promedio de días trabajados en un año a 60-70, concentradas por lo demás en restringidos períodos de tiempo.

La situación de bajos salarios agrícolas era una verdad válida en general, y que se agravaba ulteriormente al fracturarse en una infinidad de condiciones salariales, síntoma de una conexión todavía débil entre los varios mercados zonales y regionales del trabajo. Las 6 – 7 – 15 liras por jornada de trabajo de ocho horas que se ganaban en los Estados Unidos o la ganancia mensual en Argentina, similar a la Anual de un asalariado agrícola meridional, eran un poderoso punto de referencia para esta mano de obra que recibía 0,60 – 2,60 liras por jornada larga de trabajo.

En la Italia septentrional el crecimiento de la desocupación rural o semirural era el resultado de una inserción de las cíclicas crisis industriales en las latentes dificultades de la agricultura. Deben interpretarse por lo tanto como ulteriores impulsos a la expatriación de depresión de la seda de 1876-77, la crisis general de los años 1888-96, que expulsaba de las ciudades piamontesas a los campesinos apenas urbanizados, la crisis de desocupación industrial y agrícola que estalló en 1912-13 y que dio el impulso al más grande boom emigratorio Anual de la historia italiana.

Una causa menos coyuntural para explicar el momento de inicio de los grandes flujos de emigración del país es el agotamiento. Hacia fines de los ochenta, de una fase de grandes obras públicas y privadas (ferrocarriles, saneamientos urbanos y grandes ciclos edilicios postunitarios, bonificación de tierras). Estos habían sido uno de los principales amortizadores de la desocupación endémica del proletariado semiagrícola.

El tema de la emigración como válvula de seguridad, cuyo funcionamiento es puntualmente verificable, tanto como alternativa directa a la protesta colectiva y a la lucha político-sindical, cuanto como instrumento de canalización del reflujo después de fases de insurgencia y represión. A nivel Nacional, los primeros modestos pero significativos saltos cualitativos del número de expatriaciones anuales, coinciden con las fases de más agudas dinámicas de clase: después de 1866, e coincidencia con agitaciones y huelgas contra los impuestos y el costo de la vida; con el pico emigratorio de 1869, el año de los motines contra el impuesto a la molienda; con el otro pico emigratorio de 1873, año en el cual se registraron 103 huelgas. En el norte los casos más notorios son los de la zona de Mantua, donde, después del ocaso y la reabsorción de las luchas agrarias de 1873, tiene comienzo un gran éxodo transoceánico, y el del Polesine, donde la emigración. Iniciada después de las inundaciones de 1882, se había detenido súbitamente en ocasión de las obras públicas y del gran período de luchas agrarias del valle del Po de la boje (1884-85), para reiniciarse con fuerza con los grandes éxodos transoceánicos de 1888 y 1891, que sonaron como una explícita respuesta a la represión patronal y gubernamental.

La combatividad campesina se mantiene en cierto modo como alternativa a la emigración agrícola hasta 1885 y después de 1908. Entre estas dos fechas, en cambio, las luchas agrarias asumen un movimiento claramente paralelo al de las expatriaciones; una señal muy eficaz, ésta, para marcar la coexistencia de dos mundos sociales y de dos diferentes y contemporáneos modos de responder al descontento por parte de las clases rurales: el del proletariado de braceros, que lucha, y el de semiproletariado campesino que emigra. Para la industria el paralelismo se observa en algunos años del período 1886-1893, 1901-1908 y 1912-1914, pero, en este caso, la relación es en general menos estrecha y hace pensar, más bien, en una cierta osmosis alternativa entre emigración y lucha de clases.

La inmediata postguerra ofrece otra ocasión para verificar el vínculo, ya subterráneo, ya explícito, entre emigración y dinámica de clases, un vínculo que reemergía a veces de manera imprevista, como en el caso de la oleada de retornos de 1919-20 en el Mezzogiorno, para participar en el movimiento de ocupación de las tierras, rápidamente seguido por una oleada de reflujo de expatriaciones, más difundida regionalmente a comienzos de los años 20, después que maduraron graves derrotas sindicales (ocupación de las fábricas y de las tierras) y políticas (advenimiento de fascismo).

El mercado internacional del trabajo

Las condiciones generales de demanda internacional de trabajo migrante que entre los siglos XIX y XX hicieron posible la gran emigración europea, ni a la instrumentación técnica que efectivizó esta demanda en Italia en los lugares de partida (navegación, costos de transporte, agentes de emigración, pasajes gratuitos para América Latina y otros sistemas de financiación de la expatriación, etc.). Nos interesa, en cambio, subrayar los caracteres específicos que permitieron a la emigración italiana ir describiendo su parábola, ganando paulatinamente, desde mediados del siglo XIX hasta los años veinte, puestos cada vez más elevados en la gradación de los países de emigración. Estos caracteres se pueden esquematizar así:

a) La emigración italiana cubrió en forma creciente la fase final de un largo ciclo de crecimiento extensivo de la economía mundial, que se cierra con la Primera Guerra Mundial. El emigrante italiano se mostró particularmente apto para hacer frente a la demanda de trabajo que nacía del advenimiento de la "gran depresión (1873), en función estabilizadora de los salarios y de sustitución de fuerzas de trabajo Nacionales o de trabajadores pertenecientes a otros grupos étnicos que habían inmigrado precedentemente. Estaba dispuesto a aceptar al menos en una primera fase, las nuevas condiciones de trabajo impuestas por los procesos de reestructuración técnico-económica, entre los cuales las finalidades explícitamente anti-sindicales aparecían a menudo en primer plano. No debe olvidarse que después de 1870 una gran parte de la burguesía del mundo occidental y de sus apéndices coloniales persiguió el sueño de tener clase obrera sin tener movimiento obrero.

b) Los emigrantes italianos, dispuestos a expatriarse por muchos años pero también a retornar a la patria desde ultramar, cubrieron picos históricos excepcionalmente elevados de demanda de trabajo, como la oleada de obras públicas (edilicias, ferrocarriles) que parte de mediados del siglo XIX, demostrándose particularmente aptos para responder a esta demanda en sus bruscas variaciones temporales y geográficas (del Canal de Suez, a los ferrocarriles de Europa Oriental y a los de Norteamérica). La emigración italiana se especializó también en sectores de características cíclicas más elevadas que la media (carbón, edificación). En esto cumplió también una función política, consintiendo a los países que utilizaban esta oferta de trabajo el no crear demasiada clase obrera.

C) La emigración italiana, a pesar de las perturbaciones del ciclo económico, estuvo en condiciones de crecer casi siempre porque operó sobre al menos tres distintos mercados mundiales de trabajo: los países industrialmente consolidados de Europa; el gran mercado norteamericano del take off industrial; los nuevos territorios agrícolas y productores de materias primas de América Latina, Australia, África del Norte. Estos tres mercados estaban ligados por un sistema de integración económica internacional (comercio exterior, movimientos de capital, movimientos de fuerza de trabajo), que permitió en cada fase coyuntural y al menos a uno de ellos a tirar hacia adelante. Como ejemplo significativo obsérvese el comportamiento de la inmigración italiana en los países de América del Sur: su crecimiento es tanto más veloz cuanto más amplio es el deterioro de los terms of trade del comercio exterior de esta área del globo.

D) La suerte de la emigración italiana, sobre todo de aquella que se dirigía hacia los nuevos territorios, parece jugarse sobre el filo de algunas grandes compatibilidades jurídico raciales que la explosión de los movimientos migratorios mundiales del siglo XIX terminaba por poner en discusión: corte de la inmigración de coolies chinos en los Estados Unidos y América latina; detención de la inmigración japonesa y de las migraciones internas negras en los Estados Unidos; abolición de la esclavitud en brasil, corte de la inmigración asiática y melanesiana de Australia. Todos estos procesos tuvieron una respuesta puntual en el inmediato y sucesivo salto hacia adelante de la inmigración italiana.

e) Otra especialidad de la emigración italiana, aún más allá de toda retórica sobre las bondades del trabajo italiano en el exterior, fue su elevada calidad "preindustrial", su elevado nivel de profesionalidad tradicional, aún agrícola. Esta calidad sub-remunerada permitió a menudo a los emigrados italianos ocupar algunas zonas vacías, o que se habían descubierto, del tejido económico de países en vías de rápida industrialización (agricultura europea; sector de distribución y de servicios varios; artesanado; etc.) o de países afectados por veloces procesos de transformación agraria y puesta en producción de nuevas tierras (América Latina).

La cadena migratoria de los italianos a la Argentina

La migración en cadena es "aquel movimiento por el cual los presuntos emigrantes se enteran de las oportunidades, son provistos de transporte y obtienen su inicial ubicación y empleo, por medio de relaciones sociales primarias con emigrantes anteriores. Opone esto a la emigración organizada impersonalmente, a la que define como "un movimiento basado en el reclutamiento y la asistencia impersonal. Hay, según Mc. Donald, tres tipos de cadenas. En primer lugar, una cadena de inmigrantes recién establecidos, incluyendo algunos padroni que animan a otros de su pueblo o zona a emigrar; en segundo lugar, una emigración en serie de trabajadores; y en tercer lugar, una emigración de sus familias.

Charles A. Price ofrece una más amplia formulación del concepto. Identifica cinco etapas en el proceso migratorio. La primera es la llegada del pionero a su nuevo destino, cuya elección muchas veces es determinada por accidente. En la segunda, el pionero persuade a otros hombres del mismo pueblo o región a unírsele. Durante la tercera, el grupo establecido, que ha formado ya una colonia estable, manda a buscar a sus esposas, hijos y novias. En este período, los miembros de la comunidad comienzan a experimentar la movilidad geográfica y laboral, manifestada en la vinculación secundaria con la sociedad receptora. La cuarta y quinta etapa se definen por la aparición de una segunda y tercera generación con continuada movilidad ocupacional y geográfica y crecientes tensiones generacionales.

Frank Sturino amplía el concepto, para él son dos los conceptos que proveen la base operativa, de la cadena: espacio social y parentesco. En su estudio del área de Rende de Cosenza, Sturino encontró que "existía una unidad de interacción socioeconómica, a menudo cara a cara, aproximadamente limitada a un radio de diez kilómetros desde Rende" que incorporaba a las ocho comunas circundantes. La interacción a nivel económico-social entre los individuos dentro de esta área constituía el "espacio social" de los habitantes. En lo que respecta al parentesco, Sturino rechaza el enfoque de Banfield en "los estrechos intereses de la familia nuclear", y en cambio, explora "la coherencia de una parentela más amplia, la importancia de los amigos y vecinos y el intrincado sistema de deberes y obligaciones que unen a los individuos entre sí". Los conceptos de espacio social y parentesco nos permiten determinar quien es integrante probable de la cadena y quien nó.

Tomadas en conjunto estas diferencias formulaciones proporcionan el perfil esencial de la idea de cadena migratoria. Aunque estos tres estudiosos y otros enfatizan diferentes aspectos del concepto, sin embargo los tres autores coinciden que los contactos personales, comunicaciones y favores entre familias, amigos y paesani en ambas sociedades, emisora y receptora, fueron los factores fundamentales para determinar quien emigraba, como elegían su destino, donde se establecían, cómo obtenían trabajo y con quién se relacionaban socialmente. El segundo punto deriva del anterior. El proceso migratorio puede ser mejor estudiado en pequeña escala, en el ámbito de individuos, familias, redes de parentescos y aldeas o conglomerados de aldeas. El tercer punto también se desprende del primero aunque hay menos acuerdo ante los estudiosos acerca de su importancia. Y es que la inmigración se conoce mejor en su totalidad, incluyendo el marco de referencia del viejo mundo así como la evolución de la situación en la nueva sociedad. Una importante ventaja en la idea de cadena migratoria es que subraya la complejidad y variedad de resultados posibles en el proceso migratorio, y el peligro de emplear tipologías y secuencias amplias para su estudio.

Características regionales, demográficas y ocupaciones de la inmigración Italia.

(1880-1930)

LAS REGIONES DE ORIGEN.

La República Argentina constituyó junto con los Estados Unidos y Brasil uno de los puntos principales de atracción de la inmigración Italia hacia América.

En el período de análisis de las distintas regiones italianas de origen tuvieron un aporte diferenciado en los países de destino mencionados e incluso cambiantes en cada uno de ellos.

Del conjunto de italianos que emigraron hacia cualquier destino entre 1880 y 1929 – 16.986.924-, del norte occidental eran el 22,5%, del norte oriental y central el 37.9% y del sur el 39.6%, solamente en el primer quinquenio, es decir entre 1880 y 1884, existió predominio de las regiones del norte. Resulta evidente que estas regiones, las de mayor desarrollo industrial, proveyeron los contingentes de la emigración continental y que perdieron magnitud relativa (ya que aumentaron sus valores absolutos) cuando se hace masiva la emigración a países de ultramar. En efecto, Estados Unidos y Brasil no recibieron un volumen considerable de italianos del norte; aunque, en cambio, la República Argentina si recibió aportes mucho más importantes de estas regiones.

Por otro lado, a fines del período de la emigración italiana proveniente del sur comienza a ceder frente al resto de regiones. Esta caída se debe a que el principal receptor de la emigración meridional eran los Estados Unidos y es a partir de esa época en que se limita la inmigración a ese país.

Las regiones de origen de los italianos que llegaron al país estuvieron relativamente más distribuidas. Existió a lo largo del período de peso estable de los que prevenían de Italia Nordoriental y central y que osciló alrededor del 20%. Las dos grandes regiones restantes tuvieron predominio alternante en distintos momentos.

Hacia 1895 las regiones de mayor peso fueron las del norte; a partir de esa fecha se revierte la tendencia y el mayor número proviene del área meridional esto equivale a un aporte numérico general mayor a estas regiones, en la medida que se produce cuando la migración italiana fue más voluminosa.

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En el cuadro Nº 2 se observa en forma individual cada una de las regiones que suministraron el mayor número de emigrantes, fueron pocas las que tuvieron pesos realmente significativos. En primer lugar pueden descartarse a Umbría, Lacio y Sardegna como efectoras de emigrantes a la Argentina dado que, salvo excepciones, no llegan a contar con u el 1% de la emigración ala Argentina en ningún período.

Dentro de Italia Noroccidental el hecho más sobresaliente lo constituye Piemonte ya que es la única región que mantiene un alto porcentaje – aunque por supuesto descendente- a lo largo de todos los quinquenios y como región aislada la que más emigrantes aportó. Del total de emigrantes italianos llegados a la Argentina entre 1880 y 1930 que suman 2.3.325.005, el 16.3% provenía de esta región, constituyendo el más alto porcentaje de todas las regiones. Sigue en importancia Calabria con el 13.6% y Sicilia con el 11.3%

Al contrario en Piemonte, Lombardía luego de los altos valores que presenta en la primera década, desciende continuamente su peso. Liguria tuvo características particulares por ser la emigración italiana más antigua de nuestro país, de allí el alto porcentaje que aún detenta entre 1880 y 1884.

Puede afirmarse que fueron los ligures los que promovieron las relaciones comerciales entre Italia y Argentina, Argentina es convertida en uno de los principales puntos de atracción por el antecedente de esta emigración. Nótese que si bien en su aporte relativo los inmigrantes provenientes de la Liguria disminuyen enseguida su importancia, el número absoluto se mantiene bastante constante hasta 1914. Año en que sí desciende abruptamente.

Respecto a Piemonte y Lombardía, la facilidad de acceso a los países vecinos las convierte en la emigración temporaria más antigua y es esta tradición migratoria la que parece haber facilitado la emigración transoceánica pionera de carácter masiva.

Dentro de Italia Nordoriental y Central, son Veneto y Marche las regiones que más aportan a la emigración hacia la Argentina. Veneto alcanza cifras relativas de importancia hasta 1900, disminuye en forma abierta y vuelve a cobrar impulso a partir de 1920.

En cambio Marche comienza con u caudal migratorio de poca importancia, pero que va aumentando a partir de 1895 y se mantiene con alrededor del 10% de la emigración hasta 1925.

En Italia meridional son Campania, Calabria y Sicilia las regiones que aportan las mayores proporciones de emigrantes. Mientras Campania adquiere envergadura sólo entre 1885 y 1905, Calabria desde el comienzo del período presenta porcentajes de peso y que presentan tendencia al aumento a través de los períodos siguientes. Sicilia es un fenómeno bastante particular porque toma importancia súbitamente y en forma muy acentuada a partir de 1905. Desde esta fecha entre Calabria y Sicilia reúnen alrededor del 30% de la emigración italiana a Argentina. En el período más álgido de la emigración italiana -1905/1909-, Sicilia alcanza el modo de la emigración por región, con 81.622 sicilianos que ingresan a la Argentina; le sigue el Piemonte con 67.944 y Calabria con 62.103, o sea que en estas tres regiones se concentra el 48% de la emigración de dicho período.

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Resultará interesan analizar ahora qué ocurre con los retornos,
lo que nos dará una idea del grado de atracción que ejerce la
región de origen sobre la repatriación del emigrado italiano.
Pero, antes se ha calculado el porcentaje de retorno total de la inmigración
italiana según las fuentes argentinas:

Período

% de retorno

1880-1884

14,3

1885-1889

14,6

1890-1894

97,7

1895-1899

37,8

1900-1904

38,7

1905-1909

44,8

1910-1914

71

1915-1919

35,8

1920-1924

28,6

1925-1929

46,3

1880-1929

16,8

Es claro que dentro del marco general de una gran expulsión de población también resalta el hecho de un fuerte retorno, lo que atenúa en parte el efecto de dicha expulsión. Efectivamente, el saldo de italianos que quedan en Argentina durante el período de 1880-1930 alcanza el 53.2% del total de la emigración italiana en dicho período, es decir 1.375.807 italianos. Esto nos habla de la fuerza que ha tenido el movimiento de retorno, hecho no debidamente acentuada en nuestros estudios sobre el impacto migratorio.

Los porcentajes nos indican un escaso retorno en la primera década; es decir, al iniciarse, la migración asumiría un carácter permanente, escasamente afectado en la eventualidad por movimientos estacionales o golondrinas. Esta tendencia revela estar afectada por la crisis y sus efectos que estalla en Argentina en 1890. Después se observa una tendencia a la elevación del porcentaje de retorno, oscilando alrededor del 40%. El período correspondiente a la Primera Guerra Mundial marca el punto de máximo de retorno.

Sexo, edad y acompañamiento familiar

La composición por sexo de los emigrantes italianos hacia Argentina, medida a través del índice de masculinidad, señala una notoria predominancia masculina, siendo su valor para todo el período en estudio de 264 hombres cada 100 mujeres.

Entre 1895 y 1929, se manifiestan los índices de masculinidad más altos y crecientes. Esto contradice supuestos manejados respecto a que en sus inicios las corrientes migratorias internacionales son fundamentalmente de hombres solos y que luego va aumentando el número de familias. En el caso de los emigrantes italianos hacia Argentina se presenta el fenómeno inverso, como lo muestra la evolución de la proporción de emigrantes sin familia.

La proporción de emigrantes sin familia la que se encuentra en continuo aumento y que ello es mucho más acentuado en los últimos quinquenios. Entre 1893 y 1900 donde representan más de la mitad, la tendencia es que la predominancia masculina y de individuos solos es cada vez mayor.

Además el dato del número medio de personas por familia -de alrededor de 3 personas y que también es decreciente- estaría indicando una emigración de núcleos matrimoniales jóvenes con pocos hijos o de personas emparentadas, padres, hijos, hermanos, etc., pero que no constituían familia nuclear completa.

Si se analiza la variable edad teniendo sólo en cuenta la proporción de menores de 10 años, se ve que los mismos constituyen una proporción relativamente constante hasta 1910 y que se reduce en forma notoria a partir de 1920. Evidentemente esta reducción tiene estrecha relación con el aumento de migrantes sin familia.

En resumen, la población italiana que retorna a su patria, muestra, respecto a la que emigró en el mismo período, una mayor presencia de hombres y una estructura por edad más envejecida.

Grupo ocupacional

Con la combinación de las fuentes argentinas e italianas se pudo reconstruir una serie completa de la ocupación de los emigrantes italianos hacia Argentina durante este período. Se formaron siete grandes categorías ocupacionales que permitieran analizar el dato homogéneamente a lo largo del período; las mismas son: Agricultores, Jornaleros, Artesanos, Comerciantes, Profesiones liberales, Varios y Sin Profesión.

De este modo quedaron caracterizados los distintos grupos ocupacionales "manuales" y "no manuales". Todos aquellos que emigraban lo hacían respaldándose en un oficio, resulta extraño que nadie fuese económicamente inactivo; por lo cual es más aceptable suponer que no se declaraban en esa condición por tenemos a no ser aceptados en el país. Recién a partir de este siglo comienzan a aparecer con valores cada vez más grandes contingentes sin ocupación y que en años particulares como los de la guerra o del fascismo alcanzaban aproximadamente un 20%.

La gran mayoría de emigrantes estaba en condiciones de ejercer una actividad económica en el país receptor y con una tasa de actividad muy diferencial respecto a la población activa.

Se sabe que la inmensa mayoría de la emigración italiana estuvo constituida por campesinos, deseosos de acceder a la propiedad de la tierra. El hecho objetivo es que en un primer momento se facilitó su adquisición, pero que posteriormente los intereses latifundistas la convirtieron en un bien codiciado y caro, permitiendo sólo el trabajo de arrendatarios o peón rural. Por lo cual los contingentes de extranjeros comienza a volcarse hacia áreas del litoral argentino.

Entre 1876 y 1891 el 83% de los emigrantes italianos se declaraban agricultores, un 10% jornales y el resto se distribuye en tres las categorías restantes. A partir del 90 comienza a cambiar la situación, tomando caracteres más irreversibles. La proporción de agricultores desciende a ritmo veloz y salvo excepcionalmente, a partir de 1907 no llegan a concentrar a la mitad de los emigrantes italianos activos. Su contrapartida es el aumento en la proporción de jornaleros, que por su imprecisa denominación no puede atribuirse con seguridad a una rama económica, pero que coincide con la mayor preponderancia de las regiones del sur en la emigración italiana hacia Argentina. También a partir de principios de siglo se nota un claro incremento de los artesanos, que de constituir un 2% alrededor de 1890, en los últimos años oscilan alrededor del 20%. También los comerciantes presentan tendencia a aumentar, pero con participación modesta. Este grupo y el de profesionales incrementan su caudal relativo en épocas de crisis, en particular entre 1914 y 1918¸ o sea que los grupos no manuales, en situaciones de reflujo de la emigración, en términos relativos disminuyen menos su aporte.

Quinquenio

Total

%

Agricultores

Jornaleros

Artesanos

Comerciantes

Prof. Liber

1876-91

536535

100%

82,2

10,2

2

0,9

1,3

1891-94

100965

100%

69,6

24,6

2,2

1,2

1

1895-99

224322

100%

18,8

7,7

2,1

2,1

1,5

1900

44640

100%

71

11,2

6,7

2

1

1907-09

233637

100%

49,6

14,9

18,9

3,5

1

1913-14

123862

100%

36,1

38,2

17,3

4,2

1

1915-19

17477

100%

23,4

27,2

19,8

8,9

3,4

1920-24

220725

100%

56,4

18,8

16,7

3,7

0,6

1925-29

171625

100%

45,3

22,7

25,6

2,3

1,4

En el censo de 1895 de cada 100 extranjeros de cada extranjeros sólo 34 tienen ocupaciones agrícola-ganaderas. En 1914 este porcentaje había descendido a 26. En cambio por cada 100 extranjeros había ubicado fuera de la rama primaria 66 en 1895 y 74 en 1914. Este porcentaje es lógicamente menor en las provincias que como Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos registraron una mayor expansión agrícola-ganadera.

La integración de los inmigrantes italianos en la Argentina

Es sugestivo que mientras en la Ciudad de Buenos Aires en su conjunto los italianos tenían el 32% de todas las propiedades urbanas, el porcentaje se reduce a 14% en la circunscripción 12 (la parte más vieja de centro) y el 13% en las circunscripciones 13 (área cercana al centro) y 20 (barrio residencial de la clase alta); pero 41% de los propietarios eran italianos en la circunscripción 1, un distrito inmenso y fangoso, zona de asentamiento reciente de clases bajas. Estas cifras revelan a la vez los evidentes logros de los inmigrantes italianos y sus severas limitaciones.

Lo mismo se verifica en el campo, pero aquí los riesgos son quizás mayores: después de todo, el 87% de las propiedades rurales eran de menor de 500 has. De extensión y, excepto en los distritos vitivinícolas, este tope era mucho menor de lo que permitiría a alguien acceder a un lugar, siquiera modesto, en la clase terrateniente. Las cifras globales sobre el número de terratenientes son, por lo tanto, muy poco informativas. Nuevamente aquí el censo podría proporcionar información más relevante si se aprovechara su inmensa riqueza en datos locales.

Los datos disponibles no apoyan totalmente la opinión de que una proporción extremadamente alta de italianos accedió a la propiedad de la tierra, ni siquiera en los distritos cerealeros, donde fueron especialmente exitosos. En Santa fe -donde los italianos habían ingresado en la actividad agrícola antes y en mayor número que en otras provincias-, sólo el 20% de los chacareros italianos cultivaba su propia tierra; esta cifra es más baja que los porcentajes para otros chacareros extranjeros (28%) y mucho menor que la de los argentinos nativos (43%). Es cierto que estas cifras son engañosas, en tanto y en cuanto subrayan las dificultades de los inmigrantes italianos del siglo XX, durante un boom sostenido de los precios de la tierra, y esconden parcialmente los logros de oleadas de inmigración más temprana, algunos de cuyos descendientes están incluidos, naturalmente, entre los propietarios nativos. Pero aún así, el último grupo es demasiado pequeño -menos de 9% del total- como para modificar substancialmente el paisaje social poco acogedor del distrito cerealero en que los italianos habían sido más afortunados.

Probablemente ya a la caída de Rosas en 1852 la mayoría de la población económicamente activa de la Ciudad de Buenos Aires era extranjera, y los extranjeros (especialmente los inmigrantes irlandeses y vascos) estaban estableciéndose en número considerable en la campaña. Algunos de ellos, así como numerosos grupos de comerciantes minoristas, artesanos, etc., en la Ciudad, prosperaban como un sector privilegiado dentro de los nuevos grupos medios que estaban cambiando rápidamente la fisonomía social de la región. Entre los italianos -en abrumadora mayoría genoveses- medraban en la navegación y el comercio y acaparaban el abastecimiento de hortalizas para Buenos Aires; crecía un vecindario genovés en La Boca, el puerto bonaerense para la navegación fluvial. La política matrimonial reflejaba ya la posición alcanzada por esos italianos. Cuando, después de su victoria sobre Rosas, el General Urquiza finalmente se decidió a casarse, eligió por esposa a la hija de un genovés. Demarchi, un boticario de Lugano y durante algún tiempo cónsul honorario de Cerdeña, se casó con la hija del General Facundo Quiroga.

El surgimiento del movimiento nacional-liberal en la península y del surgimiento político en la Argentina puso sobre el tapete las afinidades ideológicas entre esta elite -vehemente nacionalista, liberal y anticlerical, y sólo superficialmente, si acaso, reconciliada con la monarquía de Saboya- y la nueva conducción política Argentina.

Muy pronto el grupo inmigrante más antiguo abrumado por la masa de recién llegados; aún entonces y durante algunas décadas, su elite logró mantener el liderazgo indiscutido de la vasta comunidad italiana en la Argentina. Gracias a su superioridad económica y a los vínculos que había establecido con la nueva Italia y la nueva Argentina, esa elite conservaba un estrecho control sobre una red asociacional y periodística que impuso su orientación firmemente nacionalista y anticlerical a una colectividad integrada principalmente por campesinos profundamente católicos y sólo superficialmente nacionalistas.

En los años 80, mientras en lugares como Córdoba el cónsul italiano en su carácter de tal hablaba oficialmente en actos públicos de la facción política localmente dominante, evocando ideales compartidos, en otras partes comenzaban a evidenciarse signos de nuevas tensiones. En la década siguiente la dimensión política de la relación ítalo-argentina fue erosionada progresivamente por la reorientación conservadora de la elite política Argentina; su agotamiento fuer reconocido oficialmente en el nuevo siglo; cuando el 12 de octubre fue declarado festividad Nacional, no como día de colón, sino como Día de la Raza, brindando así el primer homenaje público a las raíces hispanas de la nacionalidad Argentina.

En 1852 Argentina había sido en muchos aspectos una comunidad y una sociedad colonial donde, de modo típico, los extranjeros eran más respetados que los nativos.

La elite que sucedió a Rosas, después de haber impuesto su dominio en el interior, presenciaba con horror la emergencia de las clases dangereuses en su propia capital. Temía a la vez a la movilidad ascendente de la clase media en crecimiento y al sombrío desasosiego de las clases populares, y detrás de ambos veía a las nuevas masas inmigrantes, ansiosas por heredar la tierra. Los cambios dentro de la elite socioeconómica eran igualmente importantes: los terratenientes habían hecho por fin fortuna; algunos de ellos se contaban entre los inmensamente ricos según parámetros mundiales -y no ya locales-, y hasta los menos opulentos podían permitirse una vida de ocio cosmopolita.

Para ese entonces la economía Argentina caía bajo la influencia de compañías comerciales y de transporte con base en el extranjero y pertenecientes a extranjeros, cuyo poder económico superaba sin duda el de los comerciantes importadores-exportadores que se habían establecido en Buenos Aires inmediatamente después de su apertura al comercio mundial, en 1809, y que habían sido líderes y habían marcado el paso de la comunidad europea, en cuyas filas no pocos italianos habían hallado un lugar respetable.

Todo esto vino a agravar el deterioro de la posición de los italianos en la Argentina. No era simplemente que ola tras incesante ola de nuevos inmigrantes confirmara la nueva imagen de los italianos como los más pobres entre los pobres. La elite italiana más antigua no pudo capear la transición con tanto éxito como algunos irlandeses y vascos que habían adquirido extensas bases territoriales. En 1850 los italianos tenían el dominio de la navegación fluvial, pero la expansión Argentina fue moldeada por los ferrocarriles.

Hacia 1890 los poquísimos italianos que de algún modo habían logrado llegar a la cumbre eran considerados, en el mejor de los casos, como excepciones, y con más frecuencia como irritantes advenedizos, la vanguardia de un asedio silencioso a las cumbres de la sociedad Argentina -un asedio que podía tener éxito- según se temía, en razón simplemente del número de plebeyos invasores de ultramar.

Las enigmáticas cifras del censo de 1914 reflejan este ambiguo desarrollo histórico, sobre el cual sabemos en realidad mucho menos de lo que sugiere este esbozo necesariamente esquemático, que nos permitiría averiguar no solamente cuán bien les fue a los italianos.

Emigración italiana: reconsideración de los eslabones de la cadena migratoria

LA CADENA MIGRATORIA Y EL PROBLEMA DE LA ESCALA.

En el estudio de la migración italiana al Nuevo Mundo, el concepto de "Cadena Migratoria" ha sido uno de los más fructíferos de los que se utilizaron para echar luz sobre la dinámica de dicho movimiento. Las investigaciones realizadas por estudiosos australianos deseosos de comprender el flujo posterior a la guerra de inmigrantes a su país, procedentes en su mayor parte del sur de Europa Elevaron la cadena migratoria de su condición de mera imagen a la de una útil herramienta analítica.

Puede definirse la cadena migratoria como el movimiento por el cual los migrantes futuros, toman conocimiento de las oportunidades laborales existentes, reciben los medios para trasladarse y resuelven su alojamiento y su empleo inicial, por medio de sus relaciones sociales primarias con migrantes anteriores.

Básicamente se distingue una secuencia de tres tipos de cadenas migratorias para el período comprendido entre 1880 y la Primera Guerra Mundial. La migración de varones a través de agentes laborales o "padroni"; la migración en serie de trabajadores merced a la ayuda de otros trabajadores aislados ya establecidos; y la migración con posterioridad de la familia, cuando la esposa e hijos se unían a sus maridos que habían partido primero en busca de trabajo.

La teoría de la cadena migratoria ha demostrado ser indispensable, por diversas razones. En primer lugar, suministra un modelo elegante que explica la selectividad de la migración italiana.

Los inmigrantes italianos no provenían por igual de toda la península, sino de localidades bastante determinadas, y a la vez se dirigían muy precisamente a un número limitado y específico de puntos de destino en el Nuevo Mundo. En segundo lugar, las funciones latentes de las redes informales triunfaron, en general, sobre las funciones manifiestas de las burocracias estatales. En otros términos, ella explica cómo lograron los emigrantes de origen campesino penetrar en los países de Nuevo Mundo pese a las restricciones cuando no la exclusión lisa y llana, que les impusieron los gobiernos, basándose en algún criterio de inconveniencia, racista en sus raíces, por más que se manifestase en términos culturales y económicos. En tercer lugar, al centrarse especialmente en la relación de los inmigrantes con el nuevo mundo, la teoría de la cadena migratoria contribuye a explicar los patrones de asentamiento.

Si bien resulta evidente que todo esto ha constituido una importante contribución ale estudio de la emigración italiana, y aunque en los últimos tiempos se llevaron a cabo algunos notables trabajos para reafirmar el concepto, subsisten considerables lagunas. El concepto de cadena sigue siendo más bien un jeroglífico que una herramienta de análisis.

Los estudios acerca de la migración italiana están colmados de referencias a las cadenas de aldea, de distrito y de Provincia; en verdad, aluden a cadenas vinculadas con casi todos los niveles posibles de asociación, desde la familia hasta la región.

Área local y espacio social

Las cadenas migratorias son activadas por "relaciones sociales primarias. Esto implica, desde luego, que las personas deben conocerse entre sí en un plano más o menos personal, que debe estar ligada de alguna manera concreta para recurrir a su relación mutua en el proceso de la migración. Parece lógico inferir que el conocimiento de los parámetros socioeconómicos vigentes en la vida de los emigrantes potenciales del Viejo Mundo podría contribuir a determinar la escala de las cadenas migratorias.

Los parámetros del trato mutuo tienen fronteras geográficas. En la bibliografía existente se ha aludido a dos tipos de cadenas migratorias principales, según la extensión del territorio del que provenían: las cadenas de Provincia (o distrito) y las cadenas de aldea. En general, la Provincia es, a menudo, una unidad demasiado amplia como para que opere la cadena, ya que en este nivel la gente permanece anónima, y por ende los contactos personales no podrían ser utilizados para generar el movimiento en cadena. Como unidad de análisis, la aldea ha resultado más adecuada.

En contraste con ello, recientes trabajos de historia social esclarecen que la realidad de la vida campesina involucraba contactos que trascendían bastante la aldea. Por añadidura, los límites de esta última eran demasiado estrechos como para satisfacer de la mejor manera posible todas las necesidades que tenían los emigrantes, como la de conseguir préstamos en condiciones ventajosas, intermediarios que supieran leer y escribir, o contactos apropiados en el Nuevo mundo.

El hincapié en los municipios provinciales y rurales tiene la ventaja de que, como unidades jurídicas y políticas, las emigraciones procedentes de ellos pueden investigarse convenientemente mediante la consulta de los archivos públicos. No obstante, si se los toma como foco pueden pasarse por alto otras unidades intermedias de asociación más acordes al proceso de la migración, dentro de las cuales eran posibles los contactos personales.

Un estudio de caso de una emigración en cadena del sur de Italia a Norteamérica, esta investigación se limitó a una única comuna, unidad administrativa (o Municipio) que abarcaba tanto la aldea o aldeas como la campiña adyacente a ella. Esta comuna estaba situada en la región de Calabria, de la que provino una cantidad importante de inmigrantes a América del Norte en el período en consideración, 1880 a 1930.

Se seleccionó la comuna de Rende, en el sudoeste de la Provincia italiana de Cosenza, y la investigación se llevó a cabo allí además en Toronto y Chicago, los principales puntos de destino de sus emigrantes a América del Norte. Se hizo evidente que, en el período de emigración masiva, existía más allá de la comuna una unidad de interacción socio-económica a menudo personal, que estaba limitada aproximadamente por un radio de unos diez kilómetros a la redonda a partir de Rende.

Los pobladores de esta zona local solían a sí mismos colectivamente como "paesani".

Esta noción de una "área local" de base empírica, con su concomitante espacio social, es significativa. Si bien es una emigración en gran escala no se puede hablar exclusivamente de una entidad geográfica coherente definida por los "paisanos", el espacio social que la gente ocupaba dentro de esta unidad en pequeña escala no se evaporaba sino que persistía luego del viaje transoceánico, determinando las pautas de sus relaciones humanas en el Nuevo Mundo. Así pues, partiendo de un espacio local territorialmente delimitado en el Viejo Mundo, se llega a un espacio socialmente determinado en el Nuevo Mundo, definido por una mentalidad colectiva de los aldeanos. Desde luego, esta relación entre el Viejo y el Nuevo Mundo es mediada por el fenómeno de la cadena migratoria.

Las cadenas migratorias italianas: el caso argentino

Mac Donald formula que "la cadena migratoria puede ser definida como el movimiento a través del cual los presuntos emigrantes se enteran de las oportunidades, son provistos de transporte y obtienen su instalación inicial y empleo, por medio de relaciones sociales primarias con emigrantes anteriores".

Tres etapas establecía para en el mecanismo de cadena.

1º. Migración a través de los padroni

2º. Migración en serie de trabajadores asistidos por amigos o parientes ya emigrados.

3º, emigración posterior de sus familias.

Para C. Price había cuatro etapas o fases en el mecanismo de cadena.

1º. Emigración de pioneros

2º. Movilidad ocupacional y espacial de los migrantes.

3º. Estabilización y emigración de sus familias.

4º. Maduración de la segunda generación.

El mecanismo de emigración en cadena es definible como sólo un tipo de mecanismo migratorio y que debe ser diferenciado de al menos otros tres tipos: a) emigración a través de mecanismos de asistencia impersonales; b) emigración a través de mecanismos semi-espontáneos donde el proceso comienza incentivado por medios de información parentales, paesanos o públicos pero el movimiento resulta el producto de iniciativas y de recursos de un individuo o de una familia aisladamente; c) emigración a través de padroni o de otros sistemas más difusos de mediación y clientelismo pero donde la gestión del proceso está en manos de intermediarios externos a la cadena. El espacio resultante para los mecanismos de cadena en sentido restringido es mucho más limitado que el imaginado originariamente por sus primeros enunciadores pero quizás esta delimitación limitativa puede ayudarnos más a comprender la complejidad del proceso migratorio.

LA EMIGRACIÓN EN CADENA DE LOS ITALIANOS A LA REPÚBLICA ARGENTINA.

¿En qué forma y con qué resultados ha sido aplicada la noción de cadena migratoria en el movimiento de los italianos a la Argentina? ¿Cuál ha sido la influencia de las particularidades de la sociedad de recepción sea sobre la extensión, sea sobre las características peculiares de la cadena migratoria a la República Argentina? Finalmente, ¿cómo ha condicionado la cadena migratoria el proceso de ajuste e integración de los inmigrantes italianos en la sociedad Argentina?.

Los estudios migratorios centrados en el concepto de emigración en cadena se han desarrollado con cierto retraso en el caso argentino.

Los estudios centrados en los procesos en cadena requieren un trabajo sobre la documentación existente tanto en la sociedad de origen como en la recepción y esa posibilidad de no está al alcance de la mayoría de los investigadores argentinos. Adicionalmente, las fuentes públicas argentinas (Censos de la Ciudad de Buenos Aires de 1855) datos sobre comuna o Provincia de origen de los inmigrantes, más aún, los censos en su parte publicada (no así en las planillas base).

El primer trabajo sobre la cadena migratoria sea obra de un historiador norteamericano, se trata del trabajo de S. Baily.

A partir de la utilización de otras fuentes hasta ahora no consideradas por los investigadores pero que incluyen el dato crucial de la comuna de origen como el censo de la Ciudad de Buenos Aires de 1855 o las actas de matrimonio del Registro Civil (Marquiegui), o de la combinación de materiales cuantitativos con limitaciones (como las planillas censales) con información cualitativa extraída de los periódicos étnicos (Gandolfo). Finalmente otros dos trabajos centrados sobre cadenas migratorias que se continuaron en la segunda posguerra han utilizado fundamentalmente entrevistas personales a los últimos inmigrantes arribados o a sus descendientes. A lo producido en la República Argentina se deberían agregar dos amplias investigaciones sobre casos puntuales producidas a partir de fuentes italianas y que contienen buena información sobre las cadenas establecidas desde áreas de la península hacia diversos puntos en el mundo y entre ellos hacia la Argentina.

Todos los trabajos señalados nos brindan abundante y valiosa información sobre el funcionamiento de las cadenas italianas a la Argentina y, también sobre algunos aspectos del proceso de ajuste e integración de los inmigrantes a la sociedad receptora.

El trabajo del licenciado Marquiegui sobre la emigración desde cuatro pueblos vecinos de origen albanés en Calabria hacia la Villa de Luján Provincia de Buenos Aires, desde fines del siglo XIX, revela un esquema de interacción muy semejante al propuesto por Sturnino para el área de Rende en Cosenza.

Las interacciones entre la sociedad argentina y la cadena migratoria italiana

Se calcula que para el año 1893 de los 52.000 emigrantes de todas las nacionalidades entrados ese año unos 20.000 (un 40% del total) lo habían hecho a través de pasajes de llamada enviados desde la Argentina. Sin embargo, nada hace suponer que ese porcentaje se repetía sin variantes de consideración si se pudiera discriminar del total sólo a los italianos. Tampoco es lícito suponer que todos los que llegaban con pasaje de llamada en realidad lo estaban haciendo a través de un mecanismo de cadena en sentido restringido. Es muy posible que muchos de esos migrantes en realidad estuvieran arribando a través de otros mecanismos personales.

Otros datos indirectos sobre el problema nos los proporciona la Oficina Nacional del Trabajo que colocaba inmigrantes en el interior del país según los pedidos que recibía. Las cifras y los pedidos y colocaciones, transcriptas en las estadísticas del Departamento General de Inmigración, variaban muchos según los años. Normalmente los pedidos superaban en mucho a los colocados, a veces en una proporción de 4 a 1, aunque en ese mismo año los migrantes ingresados al país hubieran superado en relación de 10 a 1 a los pedidos. La insuficiencia de colocaciones podría deberse al tipo o a las condiciones de trabajo ofrecidas o, como los funcionarios de la época se encargaban de señalar, a que la mayoría de los migrantes al llegar al país ya de antemano otros contactos personales que le aseguraban una colocación más ventajosa en el mercado de trabajo. Nuevamente, lo que esto nos sugiere es la tremenda importancia que las relaciones interpersonales entre paesani o compatriotas debían tener en el movimiento migratorio en general y de los italianos en particular en el caso argentino.

La emigración italiana a la Argentina no sufrió ninguna restricción durante el período de la emigración de masas (1880-1930) con excepción de algunos fugaces momentos coyunturales. Y no sería innecesario recordar la paradoja planteada por los MacDonald en el sentido que la emigración en cadena adquiría mayor fuerza y extensión cuanto mayor fueran las restricciones puestas por los gobiernos a una determinada emigración. Ello explica cómo, a partir de cierto momento en los Estados Unidos la cadena era casi la única forma de que disponían los italianos para ingresar a dicho país. Inversamente, debería también recordarse que la emigración al país sudamericano, en los períodos tempranos, era en ocasiones incentivada desde el Estado argentino a través de pasajes subsidiados o de contratos realizados por empresas privadas por sólo en representación del gobierno Nacional o de los gobiernos provinciales. Aunque la cuantía del movimiento resultante de dichos procedimientos no es significativa en el conjunto global de la migración italiana en la Argentina, es evidente que ellos ponían en funcionamiento, aunque sólo fuera en forma marginal, mecanismos migratorios de tipo impersonal que no están presentes para la misma época den el caso norteamericano. La falta de restricciones a la migración italiana sobre todo y, en menor medida, la presencia de mecanismos impersonales está revelando que para el caso argentino es difícil sostener que la emigración en cadena haya constituido en algún momento el único mecanismo migratorio. Lo que podemos presuponer en cambio es que la cadena migratoria está presente en un arco muy extendido de tiempo y en competencia con otras formas ya personales, ya impersonales. Está revelando que para el caso argentino es difícil sostener que la emigración en cadena haya constituido en algún momento el único mecanismo migratorio. Lo que podemos presuponer en cambio es que la cadena migratoria está presente en un arco muy extendido de tiempo y en competencia con otras formas ya personales, ya impersonales.

El Estado argentino no parece haber detectado ningún sistema de padroni, sobre el cual descargar sus invectivas. ¿Este silencio de las fuentes oficiales puede deberse, como ha sugerido Gandolfo, a que en su sagacidad el Estado argentino había comprendido al fenómeno en su normalidad y funcionalidad y no en sus aspectos patológicos, como en cambio lo había hecho su congénere Estadounidense?. La pregunta podría formularse también en otros términos: ¿en el caso argentino, más allá de la inexistencia de un padrone system, podemos en cambio encontrar un proceso igualmente general pero más difuso de mediación, protección y clientelismo? Aún aceptando el benévolo silencio de las fuentes públicas argentinas al respecto se debe a la mejor percepción y al menor prejuicio de las clases dirigentes argentinas hacia los italianos.

Sabemos que han existido fenómenos de padronismo entre los italianos emigrados en Argentina pero nos encontramos imposibilitados en cuantificarlos y a percibir su real extensión. En este punto, ¿las relaciones que se establecen entre un tipo de inmigración y las características específicas de la sociedad de recepción pueden otra vez indicarnos renovadas líneas de análisis?

Cuatro diferencias esenciales parecen distinguir el caso argentino del caso Estadounidense en relación con el problema de la difusión de los mecanismos de padronismo y mediación. En primer lugar, parece claro que las dificultades de relación entre el migrante italiano y la sociedad local son menores en el caso argentino. Aunque sólo en el aspecto lingüístico y a partir de allí de la comunicación del emigrado a nivel de las exigencias concretas de la vida cotidiana, las distancias son más reducidas. La necesidad del mediador en tanto que comunicador son menos imprescindibles en la Argentina que en la América del Norte.

En segundo lugar, y el punto no ha recibido en general la atención que merece, es evidente que hay ciertas diferencias en las expectativas de los migrantes italianos que se dirigen hacia la Argentina en relación con los que lo hacen a los Estados Unidos. Aunque es difícil establecerlo con precisión, parecería que la emigración italiana al país sudamericano era tendencialmente más permanente, o al menos que el pasaje de una expectativa de residencia breve a una expectativa de residencia prolongada se producía antes en el caso argentino. El menor índice de masculinidad de la emigración italiana a la Argentina, el inferior porcentaje de retornos y sobre todo la mayor rapidez con que los inmigrantes instalados en el nuevo país se deciden a realizar inversiones estructurales, por ejemplo en vivienda o en educación para los hijos, que denotan una expectativa de residencia prolongada.

Otras dos diferencias deben a nuestro juicio tenerse también en consideración. En primer lugar, como ha sido reiteradas veces puesto de manifiesto, la primera emigración italiana en Argentina había logrado construir una fuerte estructura institucional comunitaria que al menos parcialmente acogerá en su sueño a la posterior emigración de masas.

La élite italiana en la Argentina había ya tempranamente podido crear sólidas entidades bancarias que reducirán el campo de acción de pequeños banqueros y agentes, aunque como también sabemos sin suprimirlos. La burguesía italiana en el Plata no eliminaba los mecanismos de intermediación.

Como es bien conocido en la Argentina muchos italianos consiguieron bastante rápidamente incorporarse en el sistema ocupacional a profesiones no manuales bajas y a profesionales manuales calificadas y semicalificadas, al aprovechar su antigüedad en la secuencia de migraciones sucesivas que arribaron al nuevo país. De ello derivó la existencia de una colectividad socialmente mucho más diversificada que en los Estados Unidos donde como es sabido los italianos estaban muy concentrados en profesiones poco calificadas de alto riesgo y bajo status.

Si la cadena migratoria condiciona fuertemente los modelos de inserción territorial y ocupacional de los inmigrantes el resultado subsiguiente es que indirectamente también influye en los patrones de comportamiento matrimonial de los migrantes favoreciendo altas tasas de endogamia. Es bastante claro que si los italianos originarios de una misma área tienden a trabajar juntos, a vivir muy cerca, a participar también en las mismas instituciones étnicas y en las mismas festividades (sean religiosas o recreativas), todo ello influye muy estrechamente en la oferta matrimonial favoreciendo altas tasas de endogamia paesana, regional o Nacional (italiana). Un estudio de caso para el barrio de la Boca de Buenos Aires en 1895 revela que el 90% de los italianos se estaban casando con otros italianos o en su defecto con argentinas hijas de dos padres italianos y que de entre ellos casi la mitad estaba contrayendo matrimonio con una persona de una misma comuna. Es evidente, finalmente, que tan altas tasas de endogamia favorecen a su vez la perdurabilidad de los valores sociales t culturales del grupo étnico retardando la incorporación plena de los hijos a la sociedad Argentina.

Es probable que algunas migraciones en cadena hayan opuesto serias resistencias también a la integración de los italianos a la comunidad emigrada. Es bien sabido que la falta de una identidad Nacional explícita era el rasgo común de la mayor parte de la emigración italiana durante el siglo XIX. La burguesía italiana en el Plata pudo sin embargo crear una serie de símbolos y mitos articuladores de una identidad étnico Nacional entre la masa de campesinos emigrados.

El Inmigrante (Diario "La Tribuna Nacional" – Día 13 de
Diciembre de 1885, día en que llegó el buque Matteo Bruzzo, que
trajo a Angelo Colombassi)

El célebre economista ingles Roberts Malthus, impresionado por los males que afligían a la sociedad de su espacio, y que consistían principalmente en el estado miserable de una gran parte de la población: estado que correspondía a la depresión de la industria, a la escases de trabajo y a la paralización del comercio, creyó ver la causa del mal de los fenómenos que caían inmediatamente bajo sus ojos, en el terreno que pisaba, y que formuló, bajo esa impresión su gran teoría geométrica en que se multiplicaban los hombres y la proporción aritmética en que crecen las sustancias alimenticias. De ahí los dos remedios preventivos y represivos. Si no se quería que obrase el obstáculo represivo, las epidemias, las guerras, el hambre, era necesario limitar sistemáticamente la población…

…El problema que asalto el espíritu de Maltheus, forma todavía, materia de preocupación en algunas naciones del viejo mundo. Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, Suiza, Bélgica, se encuentran incómodas en su estrecho territorio. Agítanse allí actualmente diversas proporciones relativas a la dirección y bienestar de la población, cuya densidad es de, en esas naciones, generalmente de 100 habitantes por km2, siendo de millares en algunas regiones…

…El autor defendía la teoría de la división y del fraccionamiento de la propiedad, sin aceptar por eso los sistemas que sacrifican el derecho del hombre al interés de la tierra. Para abonar su tesis, empieza por representarse la proporción habitable de la esfera terrestre con sus 13.600 millones de hectáreas y 1.500 millones de almas, la que da una proporción de 10 a 11 habitantes por cada 100 hectáreas o por km2. Calculando el aumento de la humanidad dentro de 1.000 años, se imagina que el año 2.855 tendremos 2.625.000.000.000 de habitantes, o sea 1750 veces más de la población actual: 200 hombres por hectárea, en vez de 10 hectárea por hombre. ¿Cómo hacer subsistir en hormiguero semejante?.

De ahí la necesidad de aumentar progresivamente la productividad del suelo, cuya no nos es dada cambiar…

…Mientras los publicistas divagan, discuten, inventan teorías más o menos racionales o absurdas, la humanidad se encarga de resolver prácticamente los problemas insolubles de la esfinge europea. La emigración se ha encargado de resolver todos los conflictos sociales, económicos y aún religiosos que conmovían al viejo mundo.

Ella disminuyó, hasta hacerlo inofensivo, el pauperismo que era el cáncer de la sociedad europea; liberó a ciertos países, como la Irlanda, del excedente de población que el suelo no podía alimentar; se extendió la riqueza y la influencia comercial de las grandes naciones; fomentó sus colonias; abrió nuevos mercados a su industria; alivió sus crisis abrumadoras, mejorando en todo sentido las condiciones de la vida y los ramos del trabajo y de la industria.

En un principio la inmigración se dirigía casi exclusivamente a los Estados Unidos y a las colonias inglesas. La América del Sud espiaba, aún muchos después de la colonización antigua. El camino era más largo; la suerte insegura. Nuestras vicisitudes, nuestras contiendas domésticas, exageradas a la distancia, debían perjudicarnos. Por otra parte, éramos un punto desconocido en el universo cosa media extraña, pues no nos conocíamos a nosotros mismos…

…Todo tiende a modificarse. La estadística de los últimos años venía demostrándonos que una corriente inmigratoria se abrió paso persistentemente a la República Argentina, aumentando de año en año…

…Una cifra de cien mil inmigrantes al año, incorporados al suelo, al trabajo, a la producción, a la industria nacional…

…Mientras la corriente inmigratoria, sigue resolviendo felizmente, ya hace un tiempo, los problemas del viejo mundo y del nuevo mundo…

…Cien mil inmigrantes que encuentran cómoda subsistencia, trabajo bien remunerado y perspectiva de una rápida fortuna, al amparo de las instituciones y de las costumbres liberales, en un territorio virgen inexplorado, cruzado de vías económicas de transporte, bajo un clima sano y benigno, serán otros tantos heraldos encargados de enunciar a todos los vientos las inmensas ventajas que la República Argentina ofrece a todos los habitantes del mundo que quieran habitar el suelo argentino…

(DIARIO, LA TRIBUNA NACIONAL, Escrito sobre "El Inmigrante" del día 13 de diciembre de 1885; ROLLO 191, desde el 11/10/1885 hasta el 6/4/1886. – También existe al otro día 14 de diciembre de 1885 un escrito sobre "Fenómenos Sociológicos" (un estudio demográfico de la República Argentina.

Monografía en Construcción. Realizada Por Juan Carlos Boscoscuro. Inico Año 1997.

 

 

Autor:

Juan Carlos Boscoscuro

 

[1] Las microfilmadoras se encuentran en el Registro Familia de la ?Iglesia de los Mormones?, en Capital Federal.

[2] Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanas.

[3] Instituto Italiano di Cultura y C?mara di comercio

[4] Richard E. Leakey y Roger Lewin. Libro ?Los or?genes del hombre?. Materia Antropolog?a CBC.

[5] Bi?logo y m?dico Estadounidense.

[6] El nombre de Paz de las Damas deriva de la intervenci?n que les cupo a Margarita, gobernadora de Flandes y t?a de Carlos V, y a Luisa de Saboya, madre de Francisco I.

[7] Garibaldi, fervoroso republicano, actu? junto a Mazzini en los movimientos de 1848 y 1849. Anteriormente, hab?a debido emigra de su pa?s a ra?z de su participaci?n de la revoluci?n de 1830. exiliado en el R?o de la Plata, se aline? junto a los enemigos de Juan Manuel de Rosas.. la actuaci?n de Garibaldi en la guerra contra austria y en las luchas en el centro y sur de Italia fueron decisivas para el proceso de unificaci?n.

[8] C?neo usa dicha denominaci?n. Hasta la creaci?n del reino de Italia la palabra ?sardos?, indicaba que se trataba de s?bditos del rey de Cerde?a, es decir de la casa de Saboya, que para esta fecha contaba, entre sus dominios, la Cerde?a, el Piemonte, la Liguria y la Saboya. A pesar de ello, la palabra italiano pod?a aparecer designado tanto a ?sardos? como a peninsulares oriundos de regiones no sometidas a?n al dominio de la casa de Saboya.

[9] La Liguria es la regi?n de Italia, de la cual G?nova es la capital. La Liguria entonces se divid?a en dos provincias: la de G?nova y la de Porto Maurizio.

[10] Pelagra: Enfermedad de evoluci?n cr?nica con agravamientos estacionales debida a la carencia de vitamina B. Todav?a end?mica en pa?ses subdesarrollados, sobretodo en aquellos pa?ses con alimentaci?n basada en el ma?z.

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