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Ministerio de proclamación




Enviado por Agustin Fabra



  1. Introducción
  2. El
    ministerio
  3. La
    liturgia de la palabra
  4. Ministerio de la
    proclamación
  5. El
    autor, su obra y su época
  6. Técnica para la preparación de la
    lectura
  7. Oración del proclamador de la palabra de
    dios
  8. Ejercicios prácticos de
    lectura

La hierba se seca, la flor se marchita,
pero la Palabra de nuestro Dios permanece para
siempre.

Isaias 40:8

INTRODUCCION

El objetivo de este Taller es el de hacer
hincapié en las personas elegidas para trasmitir la
Palabra de Dios, de que es su deber y legítimo derecho
proclamar la Palabra ya que Jesús, en su último
mandato, se dirigió no solamente a los sacerdotes y
diáconos, sino también a los laicos.

Deben ser conscientes de que están comunicando lo
que Dios quiere decir a su pueblo; lo que el Señor quiere
poner en la mente y en el corazón de los que le escuchan,
con la finalidad de que esa Palabra produzca frutos de vida
eterna.

La responsabilidad del lector es grande, ya que es el
encargado de transmitir el mensaje a los demás. Para ello
es conveniente que cada uno sea consciente de la trascendencia de
su misión y que se preparen a fondo para ella.

Es por ese motivo que este Taller desea sensibilizar al
Lector acerca de su compromiso y ofrecerle determinadas
herramientas para que pueda llevar a cabo, de manera eficaz, el
ministerio para el cual el Señor le ha elegido.

EL
MINISTERIO

Para empezar, debemos comprender el concepto del
término "Ministerio". En latín la palabra
ministerio significa servicio, de ahí
que un Ministro que ejerce un Ministerio es un servidor de la
comunidad.

Cristo resume su vida no en ser servido, sino en servir,
y eso nos enfrenta a la importancia que tiene el hecho de servir
en cualquier ministerio. El servicio a los demás nos hace
semejantes a Cristo. El que no vive para servir, no sirve para
vivir. Por eso todos debemos preguntarnos ¿qué
ministerio estoy yo ejerciendo en mi comunidad
?.

Por supuesto que hay diferentes ministerios de servicio,
pero debemos ser conscientes de que no todos podemos servir en
todos los ministerios. No todos tienen un determinado don, pero
sí que todos podemos y debemos ejercer algún
Ministerio. Las últimas palabras de Cristo pueden ser
consideradas como el mandato final de Jesús a sus
ápostoles: "Vayan y hagan que todos los pueblos sean
mis discípulos; baúticenlos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo, y
enséñenles a cumplir todo lo que yo les he
encomendado"
(Mateo 28:19-20).

Estas palabras de Cristo son también para
nosotros, y con ellas Cristo nos manda a ir por todo el mundo
predicando, ejerciendo el Ministerio de la Palabra. San Pablo nos
dice también que la fe entra por la Palabra, y ese es el
mandato de Cristo para todos nosotros: transmitir la fe por medio
de la Palabra.

En la actualidad muchos fieles bautizados estan hoy
acercandose a diferentes servicios o ministerios con el fin de
servir dentro de la comunidad a la que pertenecen. Sin embargo
tenemos que aceptar que la mayoría necesitamos formarnos
dentro del ministerio para el cual el Señor nos
eligió.

Los primeros cristianos se reunían para escuchar
la Palabra de Dios y desde el principio ha habido personas
encargadas de leer la Palabra de Dios. El rol del lector ha
cambiado con el tiempo, pero es importante conocer algo de la
historia de los lectores para entender más sobre el
trabajo de un lector hoy en día y también conocer
qué es realmente la Liturgia de la Palabra.

LA LITURGIA DE LA
PALABRA

La Liturgia de la Palabra es un diálogo entre
Dios y su Iglesia: el Señor habla en la primera lectura y
la Iglesia responde con las palabras inspiradas del Salmo
Responsorial. Dios nos vuelve a hablar en la segunda lectura y la
asamblea responde a Dios con la aclamación al Evangelio.
Finalmente Dios nos habla por medio del Evangelio y respondemos:
"Gloria a Tí, Señor Jesús".

La Liturgia de la Palabra ha de ser celebrada de tal
manera que promueva el silencio meditativo. Por lo tanto, debe
evitarse apresurar una lectura tras la otra sin un tiempo
adecuado de recogimiento y meditación. Por ello es
apropiado incluir un período de silencio entre cada
lectura, permitiendo al Espíritu Santo que nos ayude a
encarnar el mensaje en nuestro corazón.

La secuencia y significado de la Liturgia de la Palabra
es la siguiente:

Monografias.comPrimera Lectura: En el Antiguo Testamento
Dios nos habla a través de la historia del pueblo de
Israel y de sus profetas.

Salmo: Meditamos rezando o cantando un
Salmo, como respuesta a la Primera Lectura. Segunda Lectura: En
el Nuevo Testamento Dios nos habla a través de los
apóstoles. Evangelio: El canto del Aleluya nos dispone a
escuchar la proclamación del ministerio de
Cristo.

Homilía: El celebrante nos explica
la Palabra de Dios.

Credo: Después de escuchar la
Palabra de Dios, confesamos nuestra fe.

Oración de los fieles: Rezamos unos
por otros pidiendo por las necesidades de todos.

El lugar litúrgico por excelencia para la
proclamación de la Palabra de Dios es el ambón. La
palabra latina ambo proviene del griego
anabaino, que significa subir, y designaba un
sitio elevado, la tribuna, con barandilla y atril, cerca del
altar.

De acuerdo al Leccionario, el ambón debe ser un
lugar elevado, fijo, dotado de la adecuada disposición y
nobleza, de modo que corresponda a la dignidad de la Palabra de
Dios y, al mismo tiempo recuerde con claridad a los fieles que en
la Misa se prepara la doble mesa de la Palabra y del Cuerpo de
Cristo.

MINISTERIO DE LA
PROCLAMACION

La historia

El Lector o Proclamador de la Palabra no sólo
tiene un oficio en la Iglesia; no es un simple predicador o
lector y nada más, como quizas muchos ven o entienden. El
hecho de Proclamar la Palabra de Dios es una dignidad, una
misión divina, y esa dignidad no la puede ejercer
cualquier persona que simplemente lea bien, si antes no ha
penetrado en el contenido de esa Palabra y si no vive el mensaje
de la Palabra.

La Historia de la Iglesia registra en sus páginas
del pasado que el hecho de ser un lector, un proclamador de la
Palabra de Dios, no era una labor de cualquier persona ni de
quien quisiera hacerlo: el Lector era una de las Ordenes Menores
que habían en los Seminarios.

La primera Orden era el Ostiario, que era quien
tenía las llaves de la Iglesia. La segunda Orden era el
Lector, a quien le daban el Libro. La tercera Orden era el
Exorcista, que era el encargado de imponer las manos y de
expulsar demonios. Y una cuarta Orden Menor era el
acólito, quien ayudaba en la Misa.

En aquella época el Obispo consagraba al Lector
al Espíritu Santo con estas palabras: "Sé un
fiel transmisor de la palabra de Dios, a fin de compartir la
recompensa con la que desde el comienzo de los tiempos han
obtenido los que han administrado Su Palabra".

Todo eso nos deja ver que para la Iglesia ser un
Proclamador de la Palabra ha sido siempre una labor muy
importante. Por eso el Lector o Proclamador no es un personaje
secundario. El

Concilio Vaticano II (1962-1965) fue el que abrió
las puertas a los laicos para servir en la Iglesia, y de forma
concreta en la Proclamación de la Palabra.

En 1971 el Papa Pablo VI cerró las Ordenes
Menores y creó los ministerios del lectorado y acolitado.
Estos ministros ya no eran ordenados, sino encargados, de manera
que los párrocos debían conseguir a personas con
talentos especiales encomendándoles el puesto.

La Instrucción General para El Misal
Romano
(IGMR) propone lo siguiente: "En ausencia del
lector instituido para proclamar las lecturas de la Sagrada
Escritura, destínense otros laicos que sean de verdad
aptos para cumplir este ministerio y que estén realmente
preparados, para que al escuchar las lecturas divinas, los fieles
conciban en su corazón el suave y vivo afecto por la
Sagrada Escritura".
(IGRM, 101)

Requisitos para servir como Lectores

Los dos requisitos para lectores, mencionados en la
Instrucción General, son: "que sean de verdad
aptos para cumplir este ministerio"
y "que estén
realmente preparados
".

La asamblea litúrgica requiere de lectores
laicos. Por eso es importante asegurarnos de que hay personas
calificadas que han sido entrenadas para participar en el
ministerio.

Estar realmente aptos para la proclamación
implica también tener los talentos necesarios para servir
como Lector. Por esto puede que haya personas que no son capaces
de proclamar la Palabra de una manera clara, que refleje la
dignidad de las escrituras y que no cumpla con las cualidades
necesarias para servir en este ministerio. Los lectores deben
recibir la preparación apropiada y completa.

Las parroquias pueden establecer sus propios requisitos
para lectores. Pueden considerar las siguientes normas del Canon
para lectores instituidos: "Una persona que sea nombrada como
Lector debe tener por lo menos veintiún (21) años
de edad. La persona también deberá tener los
talentos necesarios para leer la Palabra de una manera eficaz,
ser miembro completamente instituido de la Iglesia
Católica, ser libre de cualquier falta canónica y
vivir un estilo de vida acorde al ministerio que
tomará
". (Norma Complementaria del Canon 230-1, del
17 de Noviembre de 1999).

Importancia de que la Palabra sea
proclamada

Todo Lector o Proclamador debe reflexionar sobre la
importancia de que la Palabra de Dios sea proclamada y en su modo
de hacerlo.

Decimos en el Credo Niceno "Creo en un solo Dios,
Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo
visible e invisible
". Según estas palabras confesamos
nuestra creencia en un Ser superior a nosotros, dotado de una
esencia única. Es un Dios que no cambia; siempre es El
mismo. Su designio de salvación es inmutable. Su Palabra
es la misma siempre. Dios se ha revelado en una sola palabra: en
Jesús, palabra encarnada.

Esto lo entendieron las primeras comunidades cristianas
que fueron creciendo entre dificultades y persecuciones para
poder identificarse con Jesús y su mensaje. Siempre fue
recordado por las parábolas, por sus actitudes, por su
presencia en la oración y en la fracción del pan;
por su celo por la Palabra de Dios, por cuidarla, por anunciarla,
por vivirla.

Y fruto de esa identificación con Jesús y
con su obra aparecieron hombres y mujeres que, después de
probados por la comunidad, eran llamados a ejercer diversos
ministerios, entre ellos el de la Proclamación de la
Palabra de Dios.

El Apóstol Pablo, en la Carta a los
Gálatas nos dice: "Os hago saber, hermanos, que el
evangelio que os anuncié no es de origen humano, pues yo
no lo recibí ni aprendí de un hombre, sino que me
lo reveló Jesucristo"
(Galatas 1:11-12).

Esto es de vital importancia porque siempre el lector o
proclamador debe tener presente que el mensaje que está
transmitiendo no es una palabra humana, sino divina, proveniente
directamente de Dios; una Palabra sin tiempo ni lugar.

La importancia del Proclamador

Cuando un lector proclama está ejerciendo un
ministerio tan importante como el del sacerdote y el
diácono. El sacerdote no puede comer el pan de la
Eucaristía si antes no se ha comido el pan de la Palabra
de Dios, porque tiene como oficio transmitir al pueblo los
mandatos de Dios.

El Lector o Ministro de la Palabra, con su presencia y
con su voz, debe respetar la dignidad de su ministerio. Hay
conceptos muy prácticos que nos ayudan a comprender la
dignidad del ministerio de la Proclamación de la Palabra.
Es algo importante porque a veces, quizas sin pensarlo, podemos
minimizar o disminuir la dignidad de la Palabra de Dios, ya sea
por medio de nuestra forma de vestir, con nuestro comportamiento,
con nuestro vocabulario, o con formas y actitudes que plantean
ciertos interrogantes a quienes nos observan.

Es conveniente que el lector utilice una vestimenta que
exteriormente nos prepare para ese ministerio, ya que es parte
del conjunto integrado del servicio de la Santa Misa y por ello
debe presentarse con toda dignidad.

Debemos recordar siempre que aunque el lector es muy
importante, es mucho más importante el mensaje de Dios a
su pueblo. La misión del Lector no es mas que poner su
persona y su voz, y por lo tanto debe presentarse con mucha
humildad y siempre listo y preparado para que los oyentes reciban
el mensaje de Dios.

El Proclamador de la Palabra no lee simplemente en la
asamblea eclesial, sino que anuncia la Buena Nueva, presta al
Señor sus labios, su voz y toda su persona, para que el
mensaje no solamente se escuche y sea audible, sino para que sea
creíble.

Esta es la gran responsabilidad del Lector y el objetivo
a perseguir: que la Palabra de Dios sea transmitida, anunciada,
pregonada. Que todos en la Iglesia sean alimentados, fortalecidos
y nutridos por esa Palabra que da vida eterna.

El Lector debe ser un buen comunicador y poseer el arte
de llevar el mensaje a los demás. Para ello debe
compenetrarse muy bien con el texto que va a comunicar, de su
contenido y del mensaje, antes de proclamarlo. Es responsabilidad
suya directa.

Para ello debe leerlo repetidas veces, analizarlo frase
por frase, descubrir las ideas y sentimientos que quiere expresar
el autor, para lo cual deberá conocer también a
éste. En pocas palabras el lector tiene que ser consciente
de qué es lo que quiere dejar en el corazón del que
escucha, por lo cual deberá también adoptar el tono
y expresión adecuados.

La proclamacion debe ser pausada, vocalizando, fraseando
bien, respetando los signos de puntuación, ya que si no se
respetan puede cambiar totalmente el sentido del texto. El lector
debe también estar en comunicación con los oyentes
y dirigirles en ocasiones su mirada, apartándola
momentáneamente del Libro.

Debemos mencionar la importancia de la postura corporal
ya que ello puede ser una desviación de la atención
que los oyentes deben prestarle únicamente a la Palabra de
Dios. El Lector debe adoptar una postura natural del cuerpo;
nunca con las manos detrás de la espalda sino apoyadas
suavemente sobre el ambón, a los lados del Libro,
concientizado de que va a dirigirse a los asistentes para
comunicarles algo de suma importancia.

EL AUTOR, SU OBRA
Y SU EPOCA

San Agustín (siglo IV) enseñaba que los
que no tengan el libro de la Biblia, siempre tendrán el
libro de la vida, escrita también por Dios. Efectivamente,
vida y Biblia nacen de Dios, y ambas testimonian el paso y la
presencia de Dios que creó la vida e inspiró la
Escritura.

Cuando el creyente adquiere sensibilidad ante la
presencia de Dios y gracias a sus experiencias de fe, la vida lo
ayuda a comprender la Biblia y la Biblia le empieza a hablar de
la vida. El creyente, entonces, descubre que la Palabra de Dios
es "para la vida", "para hoy" y "para él", y no una
palabra antigua y vieja, como el papiro que la contiene, sino
actual y permanente, porque proviene de Dios.

La Biblia contiene la experiencia de Dios que tuvieron
nuestros antepasados en la fe; una experiencia que tiene como
centro a Jesús. Esta experiencia de Dios es lo que
constituye el centro de la Escritura y lo que hace que los
creyentes de todas las épocas encuentren en ella una clave
para contrastar y ampliar el horizonte de su propia experiencia
de fe.

La Biblia fue escrita hace muchos siglos por hombres
inspirados por Dios quienes, sin embargo, no perdieron su
libertad, su idioma, su genio literario ni su cultura. En una
palabra, no fueron arrebatados del medio socio histórico y
cultural en que vivían; por tanto, lo libros
bíblicos como obras literarias, son fieles reflejo de la
personalidad, formación y medio ambiente de sus
autores.

Los siglos de distancia que nos separan de los autores
bíblicos y la inmensa diferencia entre el mundo cultural
de ellos (el semita, localizado al este del Mediterráneo)
y el nuestro (en el mundo occidental, de raigambre cultural
grecorromano), exige de parte del proclamador un esfuerzo de
interpretación para comprenderla y de actualización
para vivirla.

La exégesis es la interpretación de un
texto bíblico, sacando a la luz el mensaje que Dios
transmite por el autor sagrado. La comprensión correcta
del mensaje requiere del conocimiento y práctica de unas
normas básicas de interpretación, porque el
contexto histórico de los autores bíblicos es
diverso al nuestro, y por ejemplo, unas mismas palabras pueden
tener significados y matices diferentes en la pluma de ellos y en
nuestro hablar.

La hermenéutica es la actualización del
mensaje, adaptando el contenido de un texto a la realidad
personal y comunitaria y haciendo operante el carácter de
Palabra de Dios viva y eficaz, que interpela y transforma. La
actualización también requiere del conocimiento y
práctica de algunas normas básicas, pues nuestras
necesidades y problemas son diversos a los de los autores
bíblicos y sus destinatarios.

De todas estas enseñanzas se concluye, por tanto,
que la pregunta principal frente a un texto de la Sagrada
Escritura es la siguiente: ¿qué quiso decir el
autor sagrado?
En otros términos,
¿cuál es el sentido literal del texto
bíblico?

Dios habla por el autor inspirado, al punto que
"todo lo que afirman los autores sagrados, lo afirma el
Espíritu Santo"
(Dei Verbum, 11). Por lo tanto, lo
que el autor bíblico realmente intentó decir y
dijo, es lo que Dios enseña.

Los principios que permiten responder a la pregunta
acerca de qué dijo el autor son:

1 Comprender las palabras y las frases del autor
conforme las concibió en su mente y según se
acostumbraban a emplear en su mundo cultural. Al respecto,
señala el Concilio Vaticano II: "el intérprete
indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir,
según su tiempo y su cultura"
(Dei Verbum,
12)

2 Conocer los géneros literarios utilizados por
entonces, con el fin de descubrir la intención literaria
de los autores bíblicos. El Concilio enseña:
"para descubrir la intención del autor, hay que tener
en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios"

(Dei Verbum, 12).

Algunos ejemplos:

La poesía emplea metáforas,
comparaciones, imágenes osadas, antítesis,
paralelismos, hipérboles y otros muchos recursos
literarios que aquél que busca comprender un texto
poético no puede leer tomándolos al pie de la
letra.

La historia bíblica interpreta el pasado y
el presente del pueblo de Dios (Israel y la Iglesia) a la luz de
Dios, que interviene en medio de los hombres por sus enviados. La
lectura de los libros históricos de la Biblia, por tanto,
requiere de una exquisita sensibilidad de Dios, propia
de un profeta, a fin de descubrir los proyectos divinos y su paso
por la historia.

Un evangelio proclama la buena noticia de que
Jesús de Nazaret es "Mesías", "Salvador" y
"Señor". Para cumplir esta finalidad, los autores de los
evangelios recuerdan y seleccionan algunos dichos y hechos de
Jesús y los presentan de modo que ayuden al lector a
crecer en su fe, y así "tenga en Cristo vida
eterna"
(Juan 20:30-31). Un evangelio no es una
biografía de Jesús, sino la proclamación
gozosa de que en Cristo, Dios nos salva.

La parábola es un relato breve, de
carácter figurativo, y construido con elementos tomados de
la vida cotidiana. Su finalidad es provocar un determinado
comportamiento en el Lector y entregar una enseñanza que,
con imaginación y sagacidad, se debe descubrir. Nadie
puede leer una parábola como lo hace con un libro de
historia o de ciencias.

El proclamador debe informarse de los datos principales
acerca del medio socio-histórico y cultural en que el
autor se mueve y se enmarca su obra, con el fin de entender mejor
su mensaje y las necesidades vitales y religiosas de los
destinatarios del libro.

La Sagrada Escritura pide un esfuerzo de
inculturación: hay que leerla sumergidos en el mismo
ambiente socio-cultural de los autores sagrados y del mundo en el
que vivieron. Se trata, pues, de dar vida al texto para que
signifique en nuestro tiempo lo que significó en su
época original.

TECNICA PARA LA
PREPARACION DE LA LECTURA

Al conocimiento de estos principios
básicos de interpretación, sigue la forma
práctica de proceder, que debe ser:

Monografias.comLeer y
releer el texto escogido, si es posible en dos diferentes
Biblias. Anotar las diferencias y tratar de
explicarlas.

Monografias.comDarse
cuenta de qué pasaje antecede al texto escogido y
cuál le sigue. Tratar de obtener alguna conclusión
del lugar que ocupa el texto en el capítulo o
libro.

Monografias.comDestacar
los sustantivos y adjetivos importantes del texto elegido,
indicar las palabras que no se comprenden y ver su significado en
diccionarios biblicos.

Monografias.comDestacar
los verbos importantes señalando quiénes son los
sujetos de los mismos y los destinatarios de sus
acciones.

Monografias.comAgrupar
las palabras y los verbos por familia, lo cual ayuda
grandemente a fijar el tema central del pasaje. Con frecuencia
los textos combinan familias de palabras bien precisas, y sacan a
la luz los contrastes y oposiciones del texto.

Monografias.comEsbozar un
esquema literario que contenga sólo lo fundamental del
texto y resalte el tema central del mismo. Memorizar las frases
más importantes y saber el libro y el capítulo en
que se encuentran;

Monografias.comEmplear
las cronologías que traen las Biblias para enmarcar
históricamente el personaje o la acción, y tratar
de recrear las condiciones socio-históricas en las que se
sitúa el texto. Comprender bien las situaciones; como, por
ejemplo, quienes eran los fariseos, los saduceos, conocer acerca
del templo y sus sacrificios, etc. Si es posible, consultar mapas
de la época a que se refiere la lectura.

La finalidad de esta forma práctica de proceder
es determinar quién es el sujeto principal, qué
acciones realiza o qué dice, quien recibe la acción
o las palabras del sujeto principal, quien está con
él, quien está contra él, por qué,
qué cambios de comportamiento testimonia el texto y a
qué se debe.

Es importante aproximarse al texto elegido sin
prejuicios ni subjetivismos, evitando en lo posible proyectar en
el pasaje nuestros propios problemas y nuestra particular
comprensión del mismo. Hay que ceñirse al marco
historico en el que se desarrolla la lectura.

Una forma práctica de proceder puede
ser:

Monografias.comRealizar
el trabajo de compresión del texto bíblico en un
clima de oración, pidiéndole insistentemente al
Espíritu Santo que revele el misterio de Dios contenido en
las Escrituras.

Monografias.comCon la
ayuda de las notas a pie de página y las citas de textos
paralelos que las Biblias traen, relacionar el pasaje escogido
con otros textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, para
percibir las semejanzas y las diferencias e iluminar unos pasajes
con otros.

Monografias.comRelacionar
siempre los textos del Antiguo Testamento con Cristo; la Palabra
encarnada es la clave de lectura de toda la Sagrada
Escritura.

Monografias.comInvestigar
y aclarar qué necesidades del pueblo israelita (Antiguo
Testamento) y cuáles de los cristianos (Nuevo Testamento)
trata de resolver el texto. Es decir, descubrir la vida cotidiana
y menuda de Israel o de la Iglesia que subyacen en los textos que
se están interpretando y actualizando.

Es necesario recalcar que la excelente
proclamación de una determinada lectura no debe basarse
solamente en el aspecto gramatical o vocal, sino que hay que
saber encuadrarla también dentro de su particular marco
histórico en el cual se desarrolló la historia de
la narración.

Por último hay que destacar la importancia que
para el Lector o Proclamador de la Palabra tiene el hecho de
recibir un curso bíblico completo, lo cual
fortalecerá sus conocimientos sobre la materia.

ORACION DEL
PROCLAMADOR DE LA PALABRA DE DIOS

Te doy gracias, Señor, porque a
pesar de mi fragilidad, tu Palabra puede más que mis
pecados,

tu gracia más que mis
faltas,

tu llamado más que mis
imperfecciones.

Gracias, Señor, por hacerte presente
a través de mi voz, por dejarme ser cauce entre tí
y mis hermanos,

entre el cielo y la tierra, entre el altar
y la asamblea.

Gracias, Señor, por permitirme ser
instrumento de tuyo, por confiar en mí y por dejarme estar
a tu servicio, Señor,

para lo cual te prometo una entrega
responsable y comprometida.

Por todo ello, gracias te doy,
Señor.

EJERCICIOS
PRACTICOS DE LECTURA

Génesis 15:1-4

Después de estos sucesos, Yahvé
dirigió la palabra a Abraham en visión, en estos
términos: No temas, Abraham. Yo soy para ti un escudo.
Tu premio será muy grande
. Contestó Abraham:
Mi Señor Yahvé, ¿qué me vas a
dar, si me voy sin hijos
…?. Continuó Abraham:
No me has dado descendencia, hasta el punto de que un criado
de mi casa me va a heredar
. Pero Yahvé le
respondió: No te heredará ése, sino uno
que saldrá de tus entrañas
.

Génesis 42:9-12

José entonces se acordó de aquellos
sueños que había tenido respecto a ellos, y les
dijo: Vosotros sois espías, que venís a ver los
puntos desguarnecidos del país
. Contestaron: No,
señor. Tus siervos han venido a proveerse de
víveres. Todos nosotros somos hijos de un mismo padre. Y
somos gente de bien. Tus siervos no son espías
.
Replicó: Nada de eso. Habéis venido a observar
los puntos desguarnecidos del país
.

Salmo 13(12):2-6

¿Hasta cuándo Yahvé? ¿Me
olvidarás para siempre?

¿Hasta cuándo me ocultarás tu
rostro?

¿Hasta cuándo andaré angustiado,
con el corazón en un puño día y
noche?

¿Hasta cuándo me someterá el
enemigo?

¡Mira, repóndeme, Yahvé Dios
mío!

Da a luz a mis ojos, no me duerma en la
mente, No diga mi enemigo: ¡Le he podido!,

No se alegre mi adversario al verme vacilar.

Sofonías 3:14-18

¡Grita alborozada, Sión, lanza clamores,
Israel, celébralo alegre de todo corazón, ciudad de
Jerusalén! Que Yahvé ha anulado tu sentencia, ha
alejado a tu enemigo. ¡Yahvé, rey de Israel,
está en medio de ti, ya no temerás mal alguno!
Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No
tengas miedo, Sión, no desfallezcan tus manos!
Yahvé tu Dios está en medio de ti, ¡un
poderoso salvador! Exulta de gozo por ti, te renueva con su amor;
danza por ti con gritos de júbilo, como en los días
de fiesta.

Filipenses 4:4-7

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito,
estad alegres. Que vuestra clemencia sea conocida de todos los
hombres. El Señor está cerca. No os
inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda
ocasión presentad a Dios vuestras peticiones mediante la
oración y la súplica, acompañadas de la
acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda
inteligencia, custodiará vuestros corazones y vuestras
mentes en Cristo Jesús.

Isaías 62:10-12

¡Pasad, pasad por las puertas! ¡Abrid camino
al pueblo! ¡Reparad, reparad el camino, y limpiadlo de
piedras! ¡Izad un pendón hacia los
pueblos!

Este mensaje proclama Yahvé hasta los confines de
la tierra: Decid a la hija de Sión: Mira, ya llega tu
Salvador; mira, tu salario le acompaña, y su paga le
precede. Los llamará "Pueblo del Santo", "Rescatados de
Yahvé"; y a ti te llamarán "Buscada", "Ciudad no
Abandonada".

1 Samuel 1:20-23

Concibió Ana y, llegado el tiempo, dio a luz un
niño a quien llamó Samuel, pues pensó: "Se
lo ha pedido a Yahvé". Subió el marido
Elcaná con toda su familia para ofrecer a Yahvé el
sacrificio anual y cumplir su voto, pero Ana decidió no
subir. Dijo a su marido: "Cuando el niño haya sido
destetado, entonces lo llevaré; será presentado a
Yahvé y se quedará allí para siempre".
Elcaná, su marido, le respondió: "Haz lo que mejor
te parezca; quédate hasta que lo destetes. Y que
Yahvé cumpla su palabra".

Gálatas 4:4-7

Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió
Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, y para que
recibiéramos la condición de hijos. Y, como sois
hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu
de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya
no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero
por voluntad de Dios.

Jeremías 17:14-16

Cúrame, Yahvé, y quedaré curado;
sálvame, y quedaré a salvo, pues tú eres mi
alabanza. Mira como andan diciendo: "¿Dónde
está la palabra de Yahvé? ¡Vamos, que venga!.
Yo nunca te apremié a hacer daño; nunca
deseé un día de aflicción; sabes lo que ha
salido de mi boca, pues te lo he dicho a la cara".

Josué 5:9-12

Y dijo Yahvé a Josué: "Hoy os he quitado
de encima el oprobio de Egipto". Por eso se llamó aquel
lugar Guilgal, hasta el día de hoy. Los israelitas
acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua el
día catorce del mes, a la tarde, en los llanos de
Jericó. Al día siguiente de la Pascua comieron ya
de los productos del país; panes ázimos y espigas
tostadas, desde ese mismo día. Y

el maná cesó desde el día
siguiente, en que empezaron a comer los productos del
país.

Apocalipsis 21:9-12

Entonces vino uno de los siete ángeles que
tenían las siete copas llenas de las siete últimas
plagas, y me habló diciendo: "Ven, que te voy a
enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero". Me
trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me
mostró la ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del
cielo, de junto a Dios, y tenía la gloria de Dios. Su
resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe
cristalino. Tenía una muralla grande y alta con doce
puertas; y sobre las puertas, doce ángeles y nombres
grabados, que son los de las doce tribus de los hijos de
Israel.

 

 

Autor:

Agustin Fabra

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