Los paradigmas, la sociobiología, la consiliencia y el futuro del pensamiento neuroscientífico (página 2)
Lo que ha sido innegable es que, desde hace
unos veinte años, una avalancha de libros popularizando lo
extraño en la neurología ha tenido lugar con un
efecto neto: los neurólogos y los neurocientíficos
están de boga y los psiquiatras han sido
eclipsados.
No existe necesidad de que haya conflicto
mutuamente perjudicial entre las ciencias — lo que no evita los
malentendidos que entre las disciplinas existan.
Por ejemplo, se hallan áreas de
solapamiento entre las doctrinas y sus métodos;
áreas que, cuando se reconcilian, añaden
profundidad a los conocimientos de todos.
No me cabe la menor duda de que en el
proceso de la terapia introspectiva, las fuerzas de la
transferencia/contratransferencia afectan la anatomía
fisiológica del cerebro aunque aun esto no se haya aun
establecido con firmeza.
Yo estoy de acuerdo con tantos
neurólogos, que hoy nos indican condescendientemente, que
ellos han abandonado sus posiciones contrarias al
psicoanálisis a favor de una aceptación condicional
de esta disciplina — si es que admitimos que las "divisiones"
del "aparato mental" que Freud detallara se adaptan a los
estereotipos que los neurólogos nos brindan — aunque sus
conclusiones permanezcan hipotéticas.
Pero aún existen enigmas
irresueltos
Por ejemplo, Damasio, usando modelos
mecánicos para lograrlo, no ha establecido la
localización del ego (self) mejor que Freud lo
hiciera en sus tiempos.
Aunque, tanto Damasio como Freud,
promulgaran como realidades sus logros tan contenciosos como, a
menudo, exagerados.
Ramachandran, por su parte, nos aconseja,
como chiste, que cuando veamos algún paciente con
personalidad múltiple que le demos a ambos nuestra cuenta,
para ver quién la salda.
Mme Marie Curie
De que existen síndromes
neurológicos de apariencias dramáticas que deben de
estimular nuestra curiosidad e interés, no quedan
dudas.
¿Quién no se maravilla a la
existencia, inexplicada (o inexplicable) de la Ilusión de
Capgras?
Lo que estos síndromes no logran
hacer es — que, cuando son interpolados con síntomas de
trastornos, claramente funcionales — explicar lo funcional como
si fuera orgánico.
Por ejemplo, nos recordamos de del
Trastorno de la Personalidad Múltiple, cuya
explanación neurocientífica aún no existe
— aunque, mientras más se familiariza uno con sus
síntomas, más casos se descubren en la
práctica privada y más aun son reportados en la
literatura científica — como en el caso inspirado por
Flournoy. (From India to the Planet Mars: A Case of Multiple
Personality with Imaginary Languages Théodore
Flournoy.)
Para los efectos del placebo, para las
curas milagrosas, para las creencias básicas. Para
nuestras inclinaciones altruistas o narcisistas, no existen
localizaciones anatómicas — como no podemos especificar
el locus de donde provienen ni el genio ni la
creatividad.
Por ello es que nos parece arriesgado
tratar de explicarlo todo utilizando un sistema que, todo
pretende esclarecerlo — mucho como creyeran hacer lo mismo los
psicoanalistas, cuando su ciencia — como el mare
nostrum, era una creencia omnisciente, circunscrita y
privada.
La influencia del psicoanálisis en
muchos de los seguidores de Freud adquirió su
primacía debido a los estragos espirituales que a tantos
judíos Hitler y sus secuaces infligieran.
Por ejemplo, aun recuerdo cuando en un
taller en la Universidad de Chicago, Bruno Bettelheim relatara,
con lágrimas en los ojos, como cuando los ejércitos
nazis entraron a Viena, durante el Anschluss,
debidamente, como si el psicoanálisis todo lo remediara,
Bettelheim adoptó su posición en el diván
psicoanalítico, informando a su analista de lo que
acontecía. A lo que el analista, también
judío, le responde: "Es cierto, pero, ahora debemos huir"
— lo que Bettelheim no hiciera, siendo confinado en campos de
concentración, hasta que pudo salir para los Estados
Unidos después de que las hostilidades de la II Guerra
Mundial cesaran.
Para muchos de entre los desplazados y
confinados en los campos de concentración, el
psicoanálisis se convertiría en su identidad y
su ciencia. Un sistema de creencias que todo lo
explicaba por medio de la magia de la introspección y del
análisis de los sueños.
Pero más que nada, por ser ciencia,
predominantemente de judíos y (quizás)
exclusivamente para judíos.
Los años muertos ya no
volverán — nos dice el cancionero.
Sea como sea, no podemos ceder nuestro
juicio a la visualización de imágenes de actividad
cerebral, como si ellas fueran prueba infalible de nuestro
pensamiento.
A esto es a lo que me refiero en esta parte
final de esta proposición, ya que nosotros olvidamos que
somos parte de todos los sistemas ecológicos y de
que, aunque, como Prometeo hiciera, hayamos robado el fuego de
los dioses — lo hicimos poder aspirar a ser dioses.
Nuestro mundo está grabado al agua
fuerte con la devastación que hemos causado a tantas
especies y a la nuestra.
Hemos diseminado a muchas de las aves
migratorias al punto de haber extinguido muchas de entre ellas,
negándonos la oportunidad de entender el cómo y el
por qué pueden navegar, a veces sin comer, desde
círculo ártico hasta la Tierra del
Fuego.
Los antiguos celebraron las ciencias de las
humanidades por el mismo poder que tuvieran sobre lo
físico y lo concreto y por la prestancia que demostraran
sobre lo natural y lo pedestre.
Hay algo místico, y nada más
ennoblecedor del espíritu, que la visión de un
hombre que, en una cruz se inmola por un idealismo —
quizás fanático — contrastado al respeto que no
merece un político o algún cardinal fatuo, de su
propia iglesia, que, cuando abre la boca, rebuzna.
Hay algo de índole majestuosa,
cuando celebramos la paz y la tranquilidad de un paciente cuyo
dolor psicosomático se alivia por medio del estrés
que la psicoterapia reduce — porque ello nos confirma la
existencia imponderable del poder de la psiquis.
Y hay algo singular, que nos consola,
cuando somos testigos de la ignorancia que, al poderoso casi
siempre, caracteriza; porque todos ellos viven en las tinieblas
confusas de un universo que no comprenden y de una realidad que
les evade.
Para nuestra ciencia tengo una historia
final que contar.
Charlotte Perkins Gilman escribió un
libro en avance al dilema que nos ocupa en esta
lección.
Lo tituló The Yellow
Wallpaper (1892) El Empapelado Amarillo.
Es la historia de una pobre mujer que
enloquece bajo la misma mirada de un insensible marido, quien,
para hacerlo más dramático, resulta ser
médico.
Para curarla, en la trama, se la asigna un
catálogo surtido humillaciones "terapéuticas", que,
para poder resistirlas, ella termina escapando, al marido
solícito y al terapeuta equivocado para convertirse en
mujer madura y feminista — lo que logra, abandonando sus
síntomas.
Esta obra, como tantas criticadas por los
hombres, nos dice más acerca del establecimiento machista
que ansía controlar todo lo que existe — desde la
academia, hasta la literatura y el arte — que acerca del lugar
asignado a la neurociencia como disciplina indiferente a la
orientación sexual.
Muchas mujeres contribuyen y
continúan haciendo un impacto decisivo en las
neurociencias, mientras que los hombres, persisten en mantener el
control sobre la especialidad misma.
He ahí el peligro inherente que nos
confronta. El de tornar la psiquiatría y su futuro en una
disciplina supeditada al control de unos pocos, y no a la
realidad de la validez de los descubrimientos que, algún
día, logremos.
Nunca confiemos en nada — pari
passu — o a pie juntillas… Es ésta la
enseñanza que debemos recordar…
Fin de la lección
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Epílogo
Esta ponencia es dedicada a Mme Marie
Curie encarnación insigne de todas las mujeres
científicas del mundo. (Véase:
http://www.monografias.com/trabajos50/curie-charcot/curie-charcot.shtml)
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca
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