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Preguntas sin respuesta sobre convivencia y disciplina escolar



  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Notas
  4. Referencias
    bibliográficas

Resumen

El mundo educativo sabe que profundizar en la
convivencia y en los temas de disciplina escolar es bajar a la
sala de máquinas del barco y tocar temas muy sensibles. Lo
contrario, quedarse en lo superficial, es muy fácil y
cómodo. Mientras no se reflexione y se tomen decisiones
claras sobre los asuntos medulares que articulan la
educación: el qué se quiere enseñar en las
escuelas, cómo debe hacerse y quién puede hacer esa
labor, el sistema educativo formal se asentará en pilares
indefinidos e inestables. El artículo se dirige a poner en
valor este armazón donde posiblemente radiquen las
verdaderas claves para intervenir en convivencia.

QUESTIONS WITHOUT ANSWERS ABOUT THE
COEXISTENCE AND DISCIPLINE AT SCHOOL

Summary

The educational world knows that going into the
coexistence and school discipline leads to get into the engine
room of a ship and touch on some rather sensitive issues.
Scratching merely the surface is very easy and the soft
option.While we do not reflect on it and make clear decisions
about fundamental matters about education: what to be taught, how
must be done and who can do it, the educational system will be
consolidated on unsteady and undefined pillars. The article
actually tries to set up the frame with the real keys to deal
with the coexistence at schools.

Palabras clave:

Palabras clave: problemas de
disciplina, conducta juvenil, educación secundaria,
enseñanza efectiva.

Key words: discipline problems,
child behaviour, highschool, efective teaching

Introducción

Pocos términos como el que titula este
artículo suscitan tanto debate en la comunidad educativa.
El problema de la disciplina escolar es un problema antiguo que
nunca ha perdido vigencia o interés ni dejado de ser
objeto de investigación, especialmente desde las
últimas décadas y principalmente desde el
ámbito de la Psicología de la Educación.
Como ya se conoce, el fenómeno de la indisciplina en las
aulas es poliédrico y multidimensional, hecho que ha
derivado en multiplicidad de enfoques y tratamientos. Por ello y
sin olvidar que las causas son múltiples (Díaz
Aguado, 2009) y el ámbito de actuación escolar
limitado aunque no inexistente, la corriente emergente basada en
la intervención preventiva se empieza a constituir como el
camino más efectivo. Su declaración de intenciones
es muy clara, mejorar la calidad de las relaciones
interpersonales y por tanto del ambiente escolar a través
del consenso y la participación desde una perspectiva
dialógica, inclusiva y de carácter
proactivo.

En principio y a tenor de los estudios conocidos no debe
extrañarnos que sea la Educación Secundaria
Obligatoria una de las etapas que actualmente preocupe más
al profesorado, especialmente en el primer ciclo y en temas
referidos a problemas de disciplina en las aulas, sus causas, sus
consecuencias y sus posibles soluciones. Hablamos de un
conglomerado de conductas que preocupa no solo al sector docente
sino a toda la sociedad en general, ya sea por la
distorsión que esto supone en el proceso educativo como
por la transferencia que de dichos comportamientos
indisciplinados se hacen o se pueden hacer a otros sectores de la
vida social y ante los que los habituales mecanismos de control
social no siempre saben o pueden responder. Las investigaciones
más recientes sobre conflictividad en las aulas
españolasii, pese a sus llamativas divergencias en algunos
resultados, coinciden en reflejar una preocupación
mayoritaria de los docentes por los llamados episodios de
indisciplina caracterizados por su baja intensidad y elevada
frecuencia (Torrego, 2007). Estos problemas de disciplina o
disrupción escolar, en su conjunto, desligados de acciones
de violencia explícita, que se presentan muy
ocasionalmente y que aunque no por ello revisten menor gravedad,
constituyen un serio problema que diariamente obstaculiza la
acción educativa. Precisamente por las nefastas
consecuencias que plantean, merece especial atención el
estudio de procedimientos que desde el ámbito escolar,
permitan prevenir su aparición.

Sabemos que el sistema educativo y más
concretamente la educación no universitaria constituye un
escenario interrelacionado y muy complejo que además como
organización es reticente al cambio y más si se
pretende hacerlo de forma rápida. Hablamos de un escenario
muy particular, en el que como alertan algunos especialistas
(Sarason, 2003) el predecible fracaso de planes y reformas se
debe, entre otras causas, a que no se modifican las relaciones de
poder existentes en el sistema educativo, en las instituciones
escolares y en las aulas. En este escenario nos encontramos en
España con cambios legislativos y sucesivas reformas que
sucediéndose de una forma ininterrumpida arañan
superficialmente la realidad en los centros y en las aulas dando
lugar en la mejor de las situaciones a cambios híbridos
entre lo que ya existía y lo que se pretende
implantar.

Ante este panorama y desde una perspectiva docente, es
inquietante observar como el tema de la convivencia se convierte
frecuentemente en una preocupación por la búsqueda
de remedios o recetas contra la violencia escolar. Y esto sucede
pese a que en la declaración de intenciones de muchas
líneas de acción sobre la convivencia se intenta
evitar expresamente. Paralelamente asistimos a la multiplicidad
de significados atribuidos a conceptos y palabras clave en
educación que manipulados hasta la extenuación
aumentan la confusión que de por si ya existe sobre los
mismos. Disciplina, pese a toda la manipulación y
demagogia que se hace del término, no es castigo ni
imposición. El esfuerzo, como casi todo en la vida, es el
camino y la disciplina simplemente una herramienta.

Con motivo de determinados sucesos
desgraciados o circunstancias que periódicamente aparecen
en los medios, vuelve inevitablemente a surgir el debate de la
convivencia, el acoso, la indisciplina….Hablamos de toda
una red de términos que nos parecen conducir a un
escenario catastrófico y por tanto necesitado de
actuaciones parece necesariamente que drásticas y
urgentes. Pero también cabe preguntarse: ¿La
situación escolar es tan grave como se dice? ¿Hay
tanta violencia en las escuelas? Los medios de
comunicación y los estudios e investigaciones están
arrojando una visión sobre el tema convivencia escolar que
debería estudiarse en profundidad. Conviene recordar que
en los medios de comunicación suele legitimarse noticiar
lo que se hace mal y por tanto se convierte en información
pero muy pocas veces sucede al contrario. En la misma
línea, las investigaciones sobre convivencia cambian
según quien las encarga, quién las hace y
quién, cómo y para qué las publicita. Por
tanto, es cuestionable el panorama que se quiere presentar y como
ya se ha dicho en más de una ocasión, sería
razonable estar alerta para saber discernir si tras ese alarmismo
hay otros intereses ocultos y quizá ya premeditados en pro
de futuras actuaciones en materia educativa.

Hoy en día la institución escolar se
encuentra frente a desafíos enormes que implican una
necesaria revisión y reestructuración de sus
conceptos y prácticas para evitar entre otros aspectos que
los individuos que no puedan ser asimilados corran un inevitable
riesgo de exclusión (Wrigley, 2007). La escuela es una
institución al servicio de la sociedad e involucrada con
la cultura y la formación de todas las generaciones que
pasan bajo su techo. En este proceso, es lógico considerar
de singular importancia la adaptación que debe ir
realizando a la naturaleza mutante y dinámica de la misma.
En este sentido, atender a la legítima aspiración
social de una educación de calidad implica que la propia
escuela debe estar muy pendiente para poder ser eficaz en las
respuestas a los distintos problemas que van surgiendo y este,
sin ser el único ni el peor, es uno de ellos.

Con la mejor intención de abordar el
fenómeno, a veces y quizás por comodidad, puede
existir la tentación de buscar la mayoría de las
soluciones fuera de la propia escuela. Este camino es más
fácil y menos traumático que descubrir la cantidad
de prácticas, costumbres y culturas que la
institución emplea y podrían ser susceptibles de
revisión. Fuera de la escuela el ámbito de
actuación escolar es muy limitado por no decir nulo pero
dentro no, dentro de la escuela se pueden y de hecho se hacen
cosas. Por ello si se quiere avanzar en temas de convivencia y
pese a la complejidad que se plantea, ni debemos ni podemos
renunciar a iniciar procesos de reflexión y
autocrítica que puedan adecuar la propia
institución a las necesidades requeridas. Este proceso
debería hacerse globalmente, a todos los niveles y desde
arriba hasta abajo. Cambiar lo que no funciona o funciona regular
supone repensar el proceso educativo para posteriormente
implementar la práctica y abandonar los planos
teóricos. Se trata de una meta que si se quiere conseguir
puede suponer cambios importantes a todos los niveles,
especialmente en el metodológico y que casi siempre
tendrá un coste que ya es sabido: toda la carga de
reticencias y obstáculos que los procesos de
innovación suelen incorporar. En su descargo y alivio de
presión, convendría recordar que frente a la
tendencia de responder a la implantación de proyectos
afrontando los problemas más importantes y llamativos
también existe la posibilidad, realista y práctica,
de centrarse en elementos más sencillos que puedan
conllevar cambios en todas las demás partes del sistema.
Ir de lo grande a lo pequeño no es el único camino,
también se puede hacer al revés.

El mundo educativo sabe que profundizar en la
convivencia y en los temas de disciplina escolar es bajar a la
sala de máquinas del barco y tocar temas muy sensibles. Lo
contrario, quedarse en lo superficial, es muy fácil y
cómodo, pero su aparente o relativo éxito corre el
riesgo de invisibilizar problemas más grandes que se
eluden abordar y que tarde o temprano volverán a surgir
cobrando igual o distinta forma. Mientras no se reflexione y se
tomen decisiones claras sobre los asuntos medulares que articulan
la educación: el qué se quiere enseñar en
las escuelas, cómo debe hacerse y quién puede hacer
esa labor, el sistema educativo formal se asentará en
pilares indefinidos e inestables. Es precisamente este
armazón, invisible e intocable por comodidad pero visible
por sus efectos donde posiblemente radiquen las verdaderas claves
para intervenir en convivencia. Además esa
reflexión debería hacerse de las tres cosas en
conjunto y no una por una según el momento político
o la circunstancia social.

En el día a día si de algo podemos estar
bien seguros es que por encima de cualquier otra estrategia, la
atención al alumnado en modo y manera, es la primera
acción válida y eso es muy difícil casarlo
con ratios elevadas. Mientras tanto, y si de verdad se pretenden
favorecer e implementar prácticas innovadoras no puede
renunciarse a tener en cuenta algunos aspectos como por ejemplo
la gramática de la escolaridad (Tyack y Cuban, 2000), es
decir los modos en los que se distribuyen el espacio y el tiempo
académico, la superación de las resistencias
internas de la micropoliticaiii escolar y las culturas
departamentales (Ball, 1989), la propia condición docente
(procedimientos de acceso, intransitabilidad, etc.), la puesta en
marcha de mecanismos de evaluación, la revisión de
los estilos docentes (pervivencia del magistrocentrismo, etc.) o
la apertura a un sentido más amplio de estructuras
tradicionales basadas en único liderazgo (Wrigley,
2007).

Desde el colectivo docente hace años asistimos
impotentes a las reformas en cascada, a los incrementos de
burocracia y a las cortinas de humo basadas en las nuevas
tecnologías. Todo ello conforma un escenario de aparente
evolución que invisibiliza una institución que
aunque ni es hermética ni está congelada tampoco
avanza al paso que debería. Una institución que a
pesar de la aparición de las metodologías
participativas y las políticas de inclusión, sigue
parcialmente anclada en un pasado magistrocentrista, sujeta a
micropoliticas nefastas, corporativismos opacos y
fosilización profesional que en poco hacen justicia al que
debería ser al perfil docente que la sociedad
legítimamente demanda y debería recibir. Un perfil
que huyendo del victimismo, sigue indefinido, deformado por
algunos medios de comunicación y permanentemente
cuestionado a nivel social.

En la raíz de la convivencia anidan toda una
serie de factores que exigen una dotarlos de respuesta. Uno de
ellos, de carácter medular, es por ejemplo la propia
figura de los educadores. Todo el mundo no sirve para una labor
tan importante como es la de enseñar a nuestros hijos en
las escuelas. Hay que plantearse de una vez por todas y sin
demagogias, el proceso más adecuado de selección
del profesorado y la importancia de su formación previa
antes de llegar a las aulas. Para empezar y como base de todo el
proceso, a una persona que se dedica a enseñar le tiene
que gustar hacerlo, una escuela no es un plan B para oficios y/o
vocaciones fallidas o una agencia de colocaciones. No existe en
el mundo material más sensible y con más
posibilidades de futuro que los jóvenes y por tanto
deberíamos encomendarse esa labor a personas formadas con
ilusión y ganas de darse a los demás y por
supuesto, una vez seleccionadas, cuidarlas.

Otro tema a plantear sería el tema de la
evaluación. Tarde o temprano habrá que cuestionarse
si la condición funcionarial de los docentes y las
actuales estructuras de poder en la educación favorecen o
merman el proceso educativo. Para ello procesos tan importantes
como la evaluación empezarán a cobrar importancia
aunque siempre menor con respecto a quiénes y cómo
se encargarán de ello.

Como se puede deducir, este debate es complejo e
incómodo y por tanto no es fácil abordarlo ni
siquiera admitirlo para algunas autoridades educativas. Hasta
cierto punto la tan traída y llevada convivencia escolar,
no debería ser un asunto circunstancial resuelto con
cortinas de acciones puntuales y sí una maravillosa
oportunidad para replantearse todo el proceso educativo evitando
de este modo quedarse en aprender cuatro cómodas recetas
que acabarán invisibilizando y aplazando, una vez
más, el problema real. Si se actúa sobre las causas
primarias se minimizan los riesgos, si únicamente se
apagan los fuegos, estos inexorablemente vuelven a surgir. Se han
hecho y se están haciendo muchas cosas, pero no hay que
olvidar que el contexto muta inexorablemente y lo que
servía antaño deja de funcionar. Es la propia ley
de la evolución humana y como ya alertó el informe
McKinsey (2010), los sistemas educativos no conseguirán
seguir mejorando si insisten en seguir haciendo lo que tuvo
éxito en el pasado. Para ello deben adoptar un conjunto de
medidas para seguir avanzando. La condición inexcusable
para progresar será la perseverancia y sus
intervenciones se deberán llevar a cabo con rigor y
disciplina.

Este trayecto hacia un legítimo objetivo, no
tiene por qué ser rápido ni quizás sus
pretensiones y resultados infalibles, pero conviene no olvidar
que en el transcurso del mismo, repensar, rediseñar y por
tanto modificar de verdad la condición, estructura y
práctica docente aunque polémico e incómodo,
en caso de hacerse, puede ser un tributo necesario.

Notas

i Doctor en Educación y profesor de
Secundaria.

ii (Estudio Estatal sobre la Convivencia escolar en la
educación secundaria obligatoria, 2010, Informe Talis,
2009; Estudio Estatal sobre la Convivencia en la E.S.O. 2008,
Díaz-Aguado, Martínez Arias, Martín;
Gómez Bahillo, 2007, Defensor del Pueblo 2006,
etc.)

iii En muchas de las decisiones y de los conflictos que
tienen lugar en los centros suele existir un trasfondo de
competencias por el control de recursos escasos, prestigio,
credibilidad… que

llevan a cabo individuos y grupos mediante el empleo de
diversas estrategias. La influencia interpersonal, el compromiso,
las coaliciones, las negociaciones entre bastidores son tan
importantes como los procedimientos formales y las reuniones
oficiales.

Referencias
bibliográficas

Ball, Stephen J. (1989). La
micropolítica de la escuela. Hacia una teoría de la
organización escolar
. Barcelona:
Paidós-Mec.

Díaz Aguado, Mª J. (2009).
Estudio estatal sobre la convivencia escolar en
educación secundaria obligatoria
. Avance de
resultados. Madrid: MEC.

McKinsey (2010). Informe
"¿Cómo los sistemas educativos que más
progresan continúan mejorando?" McKinsey and
Company

Sarason, Seymour B. (2003). El
Predecible Fracaso de la Reforma Educativa.
Barcelona:
Octaedro Ediciones.

Torrego, J.C. y Moreno J.M. (2007).
Convivencia y disciplina en la escuela. Madrid: Alianza.
Tyack, D. & Cuban, L. (2000). En busca de la
utopía. Un siglo de reformas de las escuelas
públicas
. México: Fondo de Cultura
Económica.

Wrigley T. W. (2007). Escuelas para la
esperanza. Una nueva agenda hacia la renovación
.
Madrid: Morata.

 

 

Autor:

Roberto L´Hôtelleríe
López

Zaragoza, junio de 2011

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